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18

El aburrimiento no era algo que formara parte de su día a día. Muy rara vez se hallaba en esas situaciones en los que su agenda no tiene nada importante que destacar, por lo general suele programar actividades divertidas para sobrellevar el estrés semanal, sin contar su horario de trabajo.

Aunque ese sábado en específico, decidió dejar de lado todas sus citas, salidas con amigos universitarios, e incluso responsabilidades de la vida adulta; y este es el precio a pagar: permanecer en un mismo lugar por casi dos horas.

Tras unos minutos de completo silencio, arrojó sobre las percudidas sábanas su teléfono, con el que se ha mantenido entretenida todo ese tiempo, y enfoco sus ojos azules en la anatomía de su acompañante. Este permanecía sentado en la misma posición, sin ninguna diferencia a comparación de la última vez. El refresco, junto a la pila de cuadernos que yacían sobre su escritorio, ya estaba casi a la mitad del vaso.

—¿Falta mucho? —cuestionó, reincorporándose en la cama del chico.

—Me temo que sí. —él mismo suspiro con pesar, desviando la mirada de sus deberes escolares por unos momentos para prestarle la debida atención a la femina. —Lo siento, Videl. No creo que podamos salir de la casa. —

Goten ha estado ocupado mientras pasaba el fin de semana en casa de su madre como de costumbre, con la diferencia de que la mayor no se hallaba en la estancia por motivos de trabajo, siendo Videl quien le hace compañía en su lugar.

Cada media hora tenía la necesidad de levantarse de su sitio en busca de más libros de texto para culminar con aquella tarea, o simplemente para ir al baño o la cocina por alimento, de preferencia dulces para mejor rendimiento.

—Ah, no te preocupes, cariño. —se levantó del cómodo colchón, encaminádose al menor y acariciando un poco sus cabellos. —Fui yo quien insistió en venir apesar de que me dijiste que estabas ocupado, ¿Recuerdas? —

—Sí, pero... —

—Ire a la cocina, ¿Te apetece algún bocadillo? —interrumpió a sabiendas de que el ajeno no estaba dispuesto a "dejar morir" el tema, como acostumbra a decir ella.

—Hm. —reflexionó por un momento, pensando en las deliciosas opciones a elegir de entre todos los postres que su madre a menudo le compra para consentirlo. Al final, chasqueo la lengua y se dirigió a la mujer. —Hay helado en la nevera, tráeme un poco. —se giró de nuevo a su pose original.

—A la orden, capitán. —llevo su mano a su frente, arqueando la espalda y juntando sus piernas, simulando un saludo militar. Son rió a modo de respuesta, y la chica abandono la habitación sin más.

El oscuro pasillo fue lo primero que visualizo en cuanto cerro la puerta a sus espaldas para evitar interrumpir al aplicado muchacho. Deslizó su mano lentamente por la pared algo rasposa debido a algunas grietas, en busca del interruptor de luz que, según recuerda, no debe estar muy lejos de donde esta parada. Cabe decir que no consiguió dar con este al principio.

Un recuerdo fugaz surcó su mente habiéndose atrapado a sí misma en aquella extraña situación; cuando era niña, solía visitar la vivienda casi todos los días con el propósito de jugar y pasar su tiempo en compañía de personas a quienes considera agradables, no como su padre: un ególatra que solo piensa en sí mismo, dejándola de lado la mayoría de las veces.

Recuerda que, durante una pijamada, alguien de su grupo de amigos la retó a caminar a oscuras por ese mismo pasillo en medio de la noche, buscar una cuchara de la cocina que comprobara que había cumplido el reto al pie de la letra, y luego regresar. Ella estaba aterrada de solo pensar en permanecer sola con poca luz a su alrededor, pero su orgullo de niña tonta le impedía mostrar cualquier tipo de debilidad, así que aceptó con la expresión más valiente que pudo aparentar.

Aún mantiene presente la sensación de horror que invadió cada parte de su cuerpo al caminar de puntillas por las escaleras. Recuerda haber cerrado sus ojos por unos breves segundos aferrada al barandal de madera, dejando escapar algunas lágrimas, o al menos así fue hasta que la reconfortante sensación de una mano ajena posándose sobre la suya suavemente azotó con fuerza su sistema. Supone que su pánico no paso desapercibido para él, nunca lo hacía.

"No tengas miedo, yo estoy contigo."

Eso fue lo que él dijo, mirándole a los ojos con una cálida sonrisa que iluminó todo a su alrededor aún permaneciendo a oscuras hincados en uno de los escalones, y puede jurar por la tumba de su madre, que nunca en su vida se sintió más reconfortada como en aquel momento.

No está muy segura de si cumplió con el reto o no, su memoria suele fallar con más frecuencia de la que le gustaría, aunque tampoco es que importe.

Una ola de nostalgia la consume en su recorrido a la cocina. Como si cada rincón de aquella humilde vivienda significara algo, o como si aún fuese una pequeña infante y la estancia le pareciera enorme, más grande de lo que en realidad era.

Solía peinar con frecuencia su cabello, largo en ese entonces, en dos coletas que caían sobre sus hombros. Su piel lechosa, voz aguda y energía casi inacabable; le daba un aspecto de una hermosa muñeca de porcelana que todos admiraban con constantes halagos hacia la inofensiva "niñita de papi", y ella, siendo consciente de su belleza, sonreía risueña al escucharlos, apesar de odiar con su ser todo lo relacionado con aquel hombre que desafortunadamente aportó a su nacimiento.

En realidad nunca se ha parecido ni un poco a él, tanto en apariencia y personalidad, muchas veces duda de si él en verdad es su padre o si por el contrario no lo era y solo acepto criarla por petición de su esposa. Muy en el fondo esperaba que la segunda opción fuese la más acertada, porque no soporta pensar que su madre: una mujer hermosa y un aura angelical que irradiaba brillo con solo una sonrisa, pudiera fijarse en un ser tan egoísta.

Aunque bueno, entiende que el amor a veces lleva a las personas a hacer estupideces. Ella más que nadie lo sabe.

No tiene ningún recuerdo de ella, era tan solo una niña pequeña cuando la luz de aquel ángel dejo de iluminar este mundo, pero estaba segura de que ella era buena. Todos sus conocidos lo dicen y su padre nunca ha dicho lo contrario, así que ¿Por qué no debería creerles?

El aire frío del congelador golpeo con rudeza su rostro una vez abrió la nevera en busca de aquel dulce aperitivo. Un escalofrío recorrió su espalda, no solo por el ambiente helado sino porque justo en ese instante recordó una vieja costumbre que ese niño solía hacer para molestarla.

Se acercaba cautelosamente, mayormente cuando estaba distraída en algo que considerara importante y, posteriormente, soplaba aire frío de sus labios en dirección a su rostro, apartando sus cabellos y perturbando su vista por unos segundos, solo permitiéndole ver su encantadora sonrisa tras lograr su cometido. Luego, simplemente soltaba una sonora carcajada mientras ella le reclamaba o golpeaba, prometiéndole que lo mataría si se le ocurría hacerlo de nuevo; sin embargo, muy en el fondo amaba que hiciera eso.

Su cuerpo siempre se contraía en ligeros escalofríos con cada mínima nuestra de afecto de él. A decir verdad, paso gran parte de su niñez negando lo obvio por simple capricho suyo, y porque decía detestar a aquel pelinegro frente a todos, pero pasaba las tardes después de la escuela jugando en el bosque junto su casa y compartiendo tiempo con su encantadora familia, incluyendo a su hermanito menor, quien para ese entonces era un recién nacido que reía a carcajadas cada vez que formaba muecas graciosas frente a su cuna para que dejase de llorar.

Fue quizás después de su nacimiento que la relación de ambos cayó en declive con el pasar de los años. Con la adolescencia llegaron las confusiones, malos entendidos y sentimientos encontrados que al final no hizo más que destrozar poco a poco la estrecha relación que tenían. Es una pena que todo haya terminado así.

Pensó en ello cabizbaja, con la mirada fija en los tazones de helado que hace unos minutos había servido para ella y su... amigo.

"El hermano de su amigo."

Sacudió su cabeza, alejando aquellos pensamientos que ella considera inapropiados de su cabeza. Tomo ambos tazones y se encaminó de vuelta a la habitación del chico, repasando un poco sus memorias en medio del interminable silencio.

Sus pisadas se volvieron más tensas a medida que avanzaba, los nervios aumentaban con cada segundo sin que pudiera evitarlo. Odia el silencio. Una parte de su consciencia le exige mantenerse todo el tiempo hablando y emitiendo cualquier tipo de sonido aunque sea mínimo. Cada momento de mutismo le hace vivir de nuevo el día en el que una parte de su vida y sus más felices recuerdos se vieron completamente destruidos con solo una cuantas palabras de uno de sus amigos más cercanos.

Lo recordaba perfectamente. Estaba de pie junto al teléfono, recuerda que el aparato estaba unido a la pared con un cable, era de color rojo y se hallaba ubicado en medio del pasillo de la casa de su padre, a la izquierda de la habitación de este. Él dormía emitiendo ronquidos, ya era de madrugada cuando escucho el insoportable sonido del teléfono mientras volvía a su habitación tras ir a la cocina por un vaso de agua. Camino tranquilamente a contestar, importándole poco o nada que su progenitor se despertara de su sueño a causa del ruido.

Aún estaba somnolienta cuando sostuvo el aparato entre sus manos y la voz masculina penetró sus oídos. Él lloraba.

Recuerda que se asustó al escucharle gimotear como si se estuviese quedando sin oxígeno, era muy bien conocido en su círculo de amistades que su amigo, el mayor de todos, era de esas personas que no parece afectarles nada y se mantienen serenos ante cualquier situación.

Considerando eso, supo que algo realmente malo había pasado.

Tenía miedo, pero temia más por su amigo y su llanto descontrolado. Lloraba, lloraba y lloraba. Casi no podía entender nada de lo que decía porque el joven no hacía más que soltar alaridos del más profundo dolor mientras golpeaba algo (Videl supone que se trataba de una pared), y maldecía a toda vida existente en su idioma natal, el inglés.

Le costó un poco, pero logro calmarlo lo suficiente como para poder escuchar lo que tuviese que decir. Le dijo que todo estaría bien, que lograrían superar sea lo que sea que estuviese pasando y que juntos saldrían adelante.

Oh, que equivocada estaba.

Y es que imagino todo. Absolutamente todos los escenarios trágicos posibles llegaron a su mente como un rayo, cosas que justificaran el estado de su amigo, pero jamás algo como lo que el muchacho soltó tras unos jadeos que le produjeron escalofríos.

"... Gohan... él... está..."

Justo cuando el contrario termino la oración entre gemidos lastimeros, escucho el estruendoso sonido provocado por un trueno que avisaba de una tormenta.

No recuerda nada más.

Su mente volvió a fallar en su contra, y son solo recuerdos perdidos los que habitan su memoria. Fracciones de gritos, golpes, sirenas de ambulancia y largos días adormecida con calmantes.

Su padre le proporciono una bofetada en una de esas memorias extraviadas, pero no puede asegurar si es cierto, y tampoco puede preguntarle si en algún momento la golpeó para apaciguar algún ataque nervioso luego de recibir la noticia.

Los cables se cruzaron y algunos recuerdos de meses, e incluso años, posteriores al trágico día también hicieron aparición. Podía jurar que él seguía vivo. Estaba de pie en una esquina de su habitación, con una sonrisa, esperando que termine de cambiarse en el baño para salir a realizar actividades juntos. Pero no, no estaba ahí, cuando se acercaba, él solo desaparecía.

Estuvo días en ese estado. Completamente perdida en el mundo. Actuando como un ser irracional cuya razón de vivir le fue brutalmente arrebatada y ahora no hallaba motivo para continuar cuerdo.

No obstante, volvió a ser consciente de sí misma el día de su funeral.

Ni siquiera es capaz de describir con palabras lo que sintió en ese instante. Se sintió como despertar de un sueño, para volver a estar en otro igual de terrible que el anterior. Pasar de estar parada junto al teléfono de su hogar, a estar sentada con un vestido negro hasta la rodilla en un banco en medio una iglesia, dándole el último adiós a su compañero de aventuras y... su primer amor.

Eso la enloqueció.

De nuevo todos son fracciones de ella misma gritando sin cesar, hasta que, en algún punto de su locura, volteo a mirar sobre su hombro una diminuta figura que sería capaz de reconocer dónde quiera que lo viera.

Él solo permanecía de pie en el centro del lugar, solo, mirando el panorama con una expresión vacía que destruyó el corazón de la chica precisamente porque su rostro no mostraba ninguna emoción en particular; ira, tristeza, ni siquiera indiferencia o confusión ante un escenario que seguramente no comprendía. Nada.

¿Ese era Goten?

¿Su dulce y adorable niño el cual siempre se lo ve sonriente?

No podía ser él, no pudo reconocerlo en aquel entonces, ni lo hace ahora.

Ver sus ojos sin ese brillo tan típico de él... debió saber en ese momento que el infante se encontraba incluso peor que cualquiera que estuviera en la estancia.

"Lo ví todo."

Eso fue lo que dijo un año después, en el primer aniversario de su muerte. Sus padres lo habían forzado a ir a terapia ya que se negaba a decir palabra alguna, como si su habla se hubiese ido junto con su hermano. Aquello fue lo primero que escucho de sus labios en mucho tiempo.

Entendió de inmediato lo que quiso decir y se sintió como la peor persona que existe al pasar un año entero creyendo que ella era la víctima en toda la situación cuando no estaba ni cerca de serlo en lo absoluto.

No podía pensarlo, mucho menos estar en los zapatos de quien fue testigo de la horrorosa escena.

Porque, sí, ella es perfectamente consciente de que su amigo no estaba precisamente a solas cuando dio su último aliento... una figura pequeña yacía de pie junto a la bañera que pronto se convertiría en su tumba... simplemente mirándole morir en completo silencio, maldito y desgraciado silencio...

A primera vista, los Son lucían como una familia amorosa y feliz, ella por mucho tiempo creyó eso, hasta que comprobó de la peor manera posible que aquella imagen que por mucho tiempo mantuvo sobre ellos estaba a años luz de ser correcta... eso fue lo que Goten le dijo el mismo día que recobro el habla; le contó tantas cosas que un niño de su edad nunca debió enterarse. Lo que observaba escondido en las penumbras de su habitación cada noche cuando sus padres creían que estaba dormido.

La gran ventaja de perder el habla por un año a causa de un trauma, es que podía escuchar al pie de la letra cada línea que saliera de los labios de sus progenitores, aunque susurren, nada pasaba por alto a sus oídos.

Sus piernas temblaron un poco, pero se las arreglo para mantener la compostura mientras pasaba frente al lugar donde se dio ese acto capaz de destruir vidas en cuestión de minutos. Observó por unos segundos la decoración dentro del cuarto, notablemente cambiada a comparación de como la recordaba en aquella época. Incluso la bañera, que anteriormente se hallaba en medio de la habitación; había sido reemplazada por una ducha ubicada en una de las esquinas.

Es un alivio, supone.

Se detuvo en el marco de la puerta, mirando al joven que aún estaba escribiendo en una libreta diferente a la que tenía cuando se fue. Ladeó un poco la cabeza y entreabrio un poco sus labios; expectante, confundida y... asustada.

"Videl, ¿Podrías pasarme ese libro?"

Era como verlo a él y a sí misma, en ese misma habitación, mientras él terminaba sus deberes y ella permanecía allí con la única función de hacerle compañía.

La posición del menor era incluso la misma que la de él: ligeramente inclinado, con su mano derecha acariciando su cien en una clara señal de estrés y su pierna izquierda balanceándose de lado a lado a modo de distracción para su cerebro ocupado. Sabía que eso le tranquilizaba, él mismo se lo había dicho.

"Es que... soy bastante ansioso, ¿Sabes?"

No creía que Goten lo hiciera a propósito. Era la pelinegra quien buscaba ver a su amigo en todo.

¿Y, cómo no hacerlo?

Frente a ella yacía su viva imagen, lo único que le quedaba de él en este mundo donde nunca más encontrará alguien que iguale a Son Gohan... frente a ella, esta su hermano, el niño que vio crecer y ahora es todo un adolescente preparándose para la edad adulta.

Videl solo puede pensar en lo rápido que pasa el tiempo.

En un abrir y cerrar de ojos, todo puede ser tan diferente a como uno lo recuerda.

Las cosas cambian.

Las personas cambian.

Goten era un bebé y ahora es casi un hombre.

Su cabello era largo y ahora es corto.

La casa era tan grande y ahora es pequeña.

Estaba en esa cama rozando la locura al sentir la tibieza de los labios de su amigo y ahora... él no está aquí.

—¿Videl? —el menor llamó de imprevisto. Seguramente notó que llevaba un rato de pie junto a la puerta, mirando a la nada con ambos tazones en manos. —¿Estás bien? ¿Te sientes mal? —

Reacciono brevemente para mirarlo encaminarse hacia su anatomía con una mueca de preocupación en su rostro, sus manos extendidas hacia adelante y continuar preguntando cosas que sus oídos no alcanzaron a escuchar.

Lo extrañaba. Era bastante obvio que lo hacía.

Aunque fuera por medio de su hermano, necesitaba sentirlo cerca apesar de que no estuviese realmente.

El pelinegro ya se encontraba a centímetros de ella, le ganaba notablemente en estatura, su cabello le llegaba hasta el cuello. En cuanto la mano contraria se levantó para comprobar la temperatura de su frente, Videl se aferró con fuerza a su cuerpo, haciendo que el más joven soltara un gemido de la sorpresa. No se negó, nunca se negaría a un abrazo de ella, aun cuando no tenía ni la más mínima idea de lo que sucedía.

Por un momento sintió que había vuelto a ese momento exacto en el que sus emociones colapsaron y terminó por soltar todo lo que por tanto tiempo negó hasta el hastío.

Pensó que él la empujaría en respuesta. Eso fue lo que Gohan hizo luego de besarlo.

Él fue capaz de soportar muchas cosas, pero quizás... y solo quizás, su confesión fue la gota que derramó el vaso.

Ese 'te amo' que en primer momento fue inocente, se convirtió en la perdición y el punto de quiebre de aquel joven.

La voz del adolescente cuestionándole el por qué de su comportamiento hace eco en sus pensamientos, ya no lo soporta. El dolor del rechazo, el terrible sabor de boca que le dejo el pensar que todo pudo ser diferente si tan solo esas dos palabras nunca hubiesen sido dichas en voz alta, el miedo de permanecer por más tiempo ocultándolo, en intentar salvarse de su mente de algún modo...

Todas esas sensaciones juntas se agolpan en sus ojos, al mismo tiempo que un nudo se formaba en su garganta.

Se aferró a la calidez de su cuerpo, enterrando su rostro lo más que pudo entre sus ropas, como queriendo ocultar su vergüenza o debilidad de los ojos ajenos.

No iba a llorar, de eso estaba segura. Ya había transcurrido el tiempo suficiente para ahogarse en sus penas y reflexionar acerca de lo ocurrido.

Él no es Gohan.

Por más que tuviera su misma apariencia, no era Gohan y nunca lo sería.

Goten observó por el rabillo del ojo los tazones de helado derramados sobre el suelo de madera de su habitación, pensando que sería él quien tuviera que limpiar el desastre más tarde. No eran muy distintos después de todo.

Tan solo artículo una seca risa, casi silenciosa, no tan lejana de un sollozo.

—Estuve pensando... —

El Lunes por la mañana, Goten acudió a un llamado del dichoso presidente de su instituto.

Él permanecía sentado en su escritorio, con una pila de papeles en manos, ligeramente despeinado y con sus lentes fuera de dónde deberían estar.

—¿Qué le paso, señor presidente? —

Brief elevó una ceja a modo de respuesta.

—¿Por qué me dices así? Puedes llamarme 'Trunks', no tengo problema con eso. —sonrió cariñosamente, apartando las gafas de su vista y acomodando un poco sus ropas.

—Es mi superior, debo tratarlo con respeto. —

El de hebras lilas ahogó un grito, llevando su mano a su pecho, como si estuviese ofendido.

—No, por favor no. Tenemos la misma edad, no son necesarias tantas formalidades. —

—¿Eh? Pero si hace unos meses usted me dijo que yo era pequeño por más que la diferencia entre ambos sea de tan solo unos meses. ¿Acaso lo olvida? —

Cada palabra le enloquecía. Jamás pensó que Goten pudiera usar, o mucho menos, recordar información de hace meses para llevarle la contraria como suele hacer últimamente para molestarlo.

—¿Qué? Yo... no, ¡No recuerdo haber dicho eso! —se exalto un poco, mirándole como si estuviese demente.

—¿Seguro? Fue por chat, tengo la evidencia. —Son sonrió de lado, sacando su celular de su bolsillo y dispuesto a abrir la aplicación de mensajes solo para probar que estaba en lo correcto.

—¡Está bien, está bien! ¡Tú ganas! —se dejó caer nuevamente en su asiento, cruzándose de brazos. No tenía tiempo para sus juegos, en realidad estaba bastante nervioso por lo que estaba a punto de decirle.

"Jaque mate"

Goten soltó una carcajada al ganar el juego que él mismo había empezado, Trunks lo fulminó con la mirada, rodando los ojos notoriamente.

—¿Qué querías decirme? —

Enfocó su atención en el ajeno en cuanto noto que había vuelto a tutearlo y suspiro desganado.

—Queria saber si quieres... ya sabes...—

No alcanzo a escuchar con claridad, tan solo lo observó encorvarse más sobre el asiento, como si se lo estuviera comiendo. Sus cabellos despeinados de color extraño caían sobre su frente ligeramente, a la vez que una expresión de frustración se apoderó de su rostro. Segundos después, suspiro desganado y miro al otro con las cejas levemente arqueadas.

El confundido chico se aproximo al escritorio, curioso por saber a qué se debía el estado poco habitual de su superior.

—Trunks... —

—Solo me preguntaba si... —volvio a hablar tras unos minutos de silencio. Goten notó el repentino cambio de temperatura en su rostro, pasando a un rojo carmesí extendido a lo largo de sus mejillas. Le miró expectante y, hasta cierto punto, nervioso. —Si quisieras venir aquí el sábado y ayudarme a... decorar este lugar. —

—¿Qué? —retrocedió unos pasos, no entendiendo por qué tanto nerviosismo por algo tan simple.

—Sí, ugh. —tosió falsamente. Se levantó de su silla apoyando sus manos sobre el escritorio hasta quedar a la altura de los ojos  contrarios. Sus miradas unidas una vez mas. Sintió una corriente de electricidad en su espalda. —Seremos solo nosotros dos ya que no confío mucho en mis otros amigos para hacer algo tan importante, y... no lo sé, será algo así como una cita, creo. —podia sentir el viajar de su sangre por cada vaso sanguíneo debajo de su piel. —¿Qu... qué dices? —

Probablemente nunca había visto a Trunks tan nervioso como ahora. Una parte suya adoraba saber que solo él era capaz de alterar de esa manera a Brief, lo suficiente como para darle ese aspecto torpe... y lindo.

Sonrió tenuemente, sintiendo el calor quemar en su cuerpo también.

—M... me parece bien. —

No escriban cuando están tristes banda, luego les sale cosas raras como esta, pero hey, los chicos tendrán su primera cita(?

¿No les parece curioso como literalmente toda la trama gira en torno a qué Gohan está muerto?

Todos los personajes de este fanfic estan mal, absolutamente nadie se salva, pero... estarán bien.

En fin, como siempre espero que les haya gustado♡
estuve un poco enferma en estos días pero ya estoy un poco mejor y logré actualizar a tiempo <3

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