13
Cada vez se siente más y más seguro de que en su ADN no está ser en absoluto feliz o siquiera sentirse cómodo consigo mismo. Eso, o simplemente se auto-sabotea a sí mismo para no serlo, cualquiera de las dos opciones puede ser correcta.
Pero está vez, la causa de su infelicidad no es por su ADN ni mucho menos por alguna tontería que haya cometido. Aquello estaba totalmente fuera de sus manos.
Aunque no puede quejarse mucho, adora los paseos nocturnos en auto, y más cuando tiene el privilegio de sentarse en el asiento del copiloto, teniendo la accesibilidad para ver todo a su alrededor, sentir la brisa fría acariciando su rostro y quejarse por quinta vez en la semana de sus cabellos largos y desordenados, prometiendo cortarselo aún cuando él mismo sabe que nunca lo hará.
Sin embargo, viendo la situación de quien tiene a su lado, tal vez su cabello no está tan mal después de todo.
—¿Podrías sentarte bien? Este auto es nuevo.—bufó el mayor, dando leves golpes en su pierna, indicándole que pusiera sus pies sobre el suelo del vehículo en movimiento.
Tiene la mala costumbre de subir sus pies en los asientos de los autos, una manía que lo acompaña desde pequeño y que no sabe como dejar atrás.
—Lo siento.—cumplió la petición sin refutar, seguido de eso dirigió su atención al hermoso paisaje de casas iluminadas a través de la ventana del vehículo, buscando distraerse en algo que no sea la música (no a su gusto, por cierto) que el dueño del auto escucha en la radio, tarareando de vez en cuando una que otra estrofa de la desesperante canción.
Está de más decir que odiarse a sí mismo se ha convertido casi en su actividad favorita en los últimos días, más aún si está frente a un espejo criticando su aspecto y cada uno de sus rasgos de personalidad.
Se arrepiente enormemente por decir que su vida es aburrida, ahora más que nada extraña dicha monotonía y anhela que regrese, a pesar de saber que probablemente nunca lo hará.
La mirada intensa de quién sabe que lo observa constantemente tampoco mejora ni un poco su situación. Sabe que el castaño está enfadado con él por no dejarse manipular como quería que hiciera, así que se dedicaría a atormentarlo cada que se le presente la oportunidad; un empujón "accidental", un fuerte jalón de cabello, incluso un insulto en público con el objetivo de que los demás se burlen de él... esos son solo algunos de sus métodos para vengarse de quienes considera sus víctimas por no cumplir con alguna orden suya, tan crueles que hacen enloquecer a cualquiera, y no parará hasta conseguir lo que quiere.
Odia la manera en la que el constante acoso lo hace sentir, tan... pequeño, indefenso, inútil; como si fuese de cristal y el más mínimo roce puede romperlo o herirlo gravemente, pero al mismo tiempo, es fuerte como el hierro y capaz de herir a cualquiera.
¿Puede simplemente acusar al castaño con algún maestro? Oh, claro que puede, y lo ha pensado de no ser porque existe un diminuto detalle que se lo impide...
Es un hombre. El hecho de que su acosador sea un chico ya le ofrece en bandeja de plata todos los puntos en contra, por no decir que le da vergüenza confesar que el ajeno ha llegado a tocarlo con intenciones inmorales y que cualquiera considera inaceptable, o peor, que piensen que él disfruta de ese tipo de contacto físico con otro varón cuando la realidad no puede estar más lejos de eso; o que lo tachen de "niña" al no ser capaz de defenderse...
Distintas son las razones, pero ninguna le asegura que el acusarlo sea buena idea, entonces no le queda de otra más que aplicar su ya conocido método para lidiar con el sesenta por cierto de sus problemas: quedarse callado.
Y ahora que lo analiza con más claridad, probablemente ese era el plan del castaño desde el inicio: aplicar acoso sexual, no solo con el propósito de saciar su desquiciado y hormonal ser, sino también para que sea lo más humillante posible, y así, asegurarse de que nunca se atreva siquiera a pensar en acusarlo con alguien... ni siquiera con sus padres, los únicos capaces de protegerlo. No cabe dudas de que es bueno manipulando, un experto.
Sin embargo, y dejando de lado al de orbes rojizos por un rato... hay algo realmente raro en todo eso, que logra asustar de sobremanera a Goten que la presencia del antes mencionado. Más allá de sentirse observado fuera del aula de clases, en los pasillos y demás lugares que el castaño suele frecuentar, también se siente de esa manera dentro del mismo espacio que comparte con sus compañeros, con la diferencia de que los orbes desconocidos de dicha persona no lo hostigan ni torturan como sabe que el hijo de Freezer hace. Son más bien miradas fugaces que aquel ser le dedica muy de vez en cuando; tan discretamente que casi no se siente, y tan suave que no puede evitar temblar levemente cuando sabe que quién quiera que fuera lo observa.
No tiene idea de quién puede ser, nunca levanta la cabeza para investigar por más que quiera hacerlo. Además de que, desde su perspectiva, nadie en su aula de clases cuenta con alguna razón para mirarle de esa manera. Quizás nunca sepa la identidad de su "acechador", tampoco es que le interese saberlo.
Suspiró profundamente, mirando a través del vidrio el reflejo del hombre de cabellera exageradamente larga. Entonces se halló preguntándose nuevamente: ¿Qué rayos hace dentro de un vehículo, en medio de la noche, vistiendo una camiseta de un equipo deportivo que ni siquiera conoce y con su tío a su lado tratando muy vagamente de disimular su emoción?
La pregunta es tan larga que hasta cierto punto dejó de serla, pero en realidad, es una historia bastante sencilla:
Su padre, Goku, de alguna manera se dió cuenta del estrés que le produce su situación actual. No le pidió detalles al respecto ni mucho menos pregunto en lo absoluto, simplemente llamó a su hermano mayor, Raditz, y le pidió "amablemente" que lo llevará en su lugar al partido de béisbol que ambos hermanos han estado esperando por casi dos meses.
Sí, la llamada que recibió el otro día en su hogar era de nada más que su tío esperando una confirmación por parte del de cabellos albirotados en su asistencia a dicha actividad. Claro que el idiota olvidó que está en jornada laboral a esas horas, y aunque él hubiese contestado la llamada, de nada serviría. Al final tuvo razón, esa llamada no era muy importante.
Le carcomía el hecho de que su progenitor renunciará a ver su tan deseado partido en uno de los mejores estadios del país, solo por él. Le dijo antes de irse que no pasaba nada, que de todas formas tenía muchos manuscritos que hacer como para asistir, pero sabe perfectamente que muy a sus adentros estaba sufriendo por dejar pasar esa oportunidad dorada.
Se siente horriblemente mal por esto. De nuevo se percibe a sí mismo como alguien malo y egoísta por robarle a su padre el boleto que con mucho esfuerzo y largas horas frente a un computador logró comprar para la ocasión. Le insistió en que no cometiera tal locura, casi armó un berrinche con tal de que su progenitor no sacrifique su propia felicidad por él, y lo siguiente que supo después de aquello, es que ya estaba vestido con las ropas que lleva actualmente y siendo subido a la fuerza al auto, cortesía de su abuelo, que aunque es de un tamaño algo diminuto, no quita el hecho de contar con una gran fuerza que ni él mismo termina de comprender.
Y, aquí está.
Logrando visualizar a lo lejos el gran estadio de luces blancas brillantes esparciéndose por los laterales hacia todas las direcciones posibles, junto a los fuegos artificiales de distintos colores que buscan atraer la atención de las personas que yacen transitando en sus autos, quienes tontamente quedan impresionados por aquellas hermosas figuras promocionando el tan esperado partido.
Goten no fue la excepción, claro que le pareció alucinante el espectáculo de luces en el cielo, haciéndole imposible la tarea de desviar sus orbes oscuros de la ventana con tal de esperar a mirar otra de esas lindas explosiones brillantes.
Raditz, por su parte, se las arregló para no prestar atención a los fuegos artificiales, no quería distraerse y que por consiguiente ocurra un choque, dando como resultado lesiones que podrían acabar con alguno de los dos, o peor, con su preciado auto nuevo.
Los estacionamientos estaban aborrotados de autos y personas caminando por doquier entretenidos en sus propios asuntos, lo cual le hizo difícil al de hebras largas encontrar un sitio donde pudiera dejar su vehículo y caminar a la entrada junto a su acompañante. Gruñó frustrado, presionando la bocina repetidas veces al tener delante a una pareja de enamorados caminando tranquilamente en su pequeña burbuja, como si la estancia fuese algún parque donde pueden caminar a la velocidad que les plazca.
—¡Fuera del camino, idiotas!—continúo presionando la bocina hasta que la parejita de tontos finalmente reaccionó y se apresuraron a quitarse del paso, dejándolo seguir su recorrido en busca de algún lugar para aparcar su auto. —¿No te molestan los imbéciles enamorados?—le preguntó a su compañero de viaje. —¡Por Kami! ¿Qué les cuesta darse todo el amor que quieran en sus casas y dejar de perturbar mis malditos ojos?—
—Un poco, pero prefiero ignorarlos.—se encogió de hombros, realmente nunca había pensado mucho en ese tema. —Es bastante irónico que tú lo digas, tío. Tomando en cuenta la cantidad de parejas que haz tenido en... ¿Qué? ¿Toda tu vida?—rió levemente, con un toque de burla que no paso desapercibido para el de cabelleras largas.
Pero tenía razón.
Son Raditz es la definición de un hombre mujeriego.
Nadie entiende cómo, pero aún con su edad, logra atraer chicas de todas las clase con sus encantos masculinos. Sin embargo, no busca algo serio, claro que no. Solo se dedica a salir por simple diversión, para luego desecharlas cuando le dejan de resultar entretenidas o cuando encuentra a otra mejor que la anterior.
Por supuesto que a Goten le parece de muy mal gusto el que su tío se divierta descaradamente con los sentimientos de las feminas. Su educación basada en el respeto hacía las chicas le obliga a condenar estas acciones poco morales por parte de su familiar. Está seguro de que algún día le llegará el karma por todo el daño que ha hecho.
Aún con todo esto, no odia a su tío. En más de una ocasión le ha salvado de sufrir peores acontecimientos de los que ya ha vivido para su corta edad. Realmente le debe muchas cosas, posiblemente no estaría en las condiciones que está si no fuese por él.
Además, sus obsequios de navidad y cumpleaños siempre son los mejores, superando por mucho los del resto de sus familiares. Extrañamente cuando se acercan dichas fechas, él logra atinar a sea cual sea su interés en el momento como: aquella vez en navidad donde le regaló justamente los auriculares que había visto en un cartel promocional y que no se atrevía a pedirle a su padre; o en su decimoquinto cumpleaños, dónde le compró ropa de una marca muy costosa que por poco lo hace llorar. O simplemente regalándole una cantidad muy grande de dinero en las cenas de fin de año, cuando ya está ebrio y a escondidas de sus padres.
Incluso le prometió comprarle un auto una vez que cumpla la mayoria de edad, ¿Cómo podría odiar a su tío? ¡Nadie podría!
—Ya sabes como soy.—desvió la mirada, volviendo a gruñir impaciente por todo el tráfico delante de sus ojos. —¿Por qué no te adelantas? Seguramente tarde años aquí, y necesito que reserves un buen lugar para los dos.—le sugirió al menor, quién lo pensó por un momento. —Y que te quede claro: un buen lugar.—
—Sí, está bien.—pusó los ojos en blanco, tomó su mochila y la colgó sobre sus hombros, no sin antes asegurarse de que su teléfono, los boletos y todas sus pertenencias esten dentro.
Tras haber comprobado, abrió la puerta del auto dispuesto a cumplir con la orden del mayor, pero este mismo lo detuvo abruptamente.
—Ah, olvidé decirte que invité a un amigo.—comentó de último momento, con la vista fija en el parabrisas. —Creo que no lo conoces... ¿Oh, sí? Ah, claro, fuiste a su casa aquella vez, pero eras muy pequeño...—llevó sus dedos índice y pulgar a su mentón, divagando entre sus propios recuerdos lejos del entendimiento del pelinegro, quién solo le observaba con una ceja levemente alzada. —Sí, yo creo que te reconocerá. Te pareces mucho a mi hermano después de todo.—
Y con dicha conclusión, pusó en marcha su vehículo, alejándose hasta casi perderse de la vista del confundido adolescente.
¿Cómo se supone que el supuesto amigo lo reconozca entre tantas personas?
No tiene idea y tampoco es como si quisiese pensar mucho en ello, solo tragó saliva, encaminándose hasta la entrada del estadio aún más abarrotada de personas, casi todos ebrios gritando y apostando por cual de los dos equipos ganará el encuentro. No logra visualizar a nadie que tuviese pinta de juntarse con su tío, probablemente se trate de un sujeto con tatuajes, tal vez un motociclista o alguien recién salido de prisión.
Tembló de solo imaginarlo, no tardaría en alejarse de dicha persona en caso de parecerse a la imágen que tiene en mente. No es como si fuese alguien que juzga por la apariencia, pero honestamente no tiene nada que esperar de las amistades de su tío.
Detuvo su caminata al final de la extensa hilera de fanaticos que esperaban ansiosos el ingreso a la estancia, entrecerrando sus ojos con cierta flojera y deprimiéndose al ver todo el camino que le queda por recorrer para cumplir con su proposito. Optó por enfocar su atención en su teléfono para no terminar en la locura, extrañamente el dispositivo no dejaba de vibrar desde hace un rato, anunciando de algún mensaje por parte de alguno de sus contactos.
Antes de que pudiera siquiera rebuscar en su mochila para sacar su dispositivo, sintió la repentina presencia de alguien a su lado. En primer instante pensó que se trataría de su tío, pero descartó la posibilidad al percibir por el rabillo de su ojo la tonalidad distinta de piel, un poco más pálida que la de su familiar; y no estaba seguro, pero el hombre a su lado también era un poco más bajo que el antes mencionado.
La mano ajena repentinamente sujetó su brazo con algo de rudeza y lo acercó un poco a su cuerpo, trayendo como consecuencia que el joven suelte un pequeño gemido de susto, mientras su cuerpo entero se tensaba al sentir su espacio personal siendo descaradamente invadido por un desconocido.
No hace falta decir que está asustado. Un sentimiento de miedo que se está volviendo casi parte de él últimamente. Sus manos comenzaron a temblar, delantándole su estado a quién sea que lo sujetaba. Su campo de visión podía visualizar únicamente el pecho fuerte y ejercitado, junto a una camisa de algún equipo deportivo que el desconocido llevaba puesta. No se atrevía a mirar hacia arriba y encarar el rostro de su atacante, menos si se trata de un hombre adulto que le gana por mucho en estatura. Seguro lo aplastaría como a una hormiga en caso de tratar de defenderse.
—¡Vaya, que sorpresa!—cerró sus ojos con fuerza al escuchar la voz gruesa que denotaba burla, juraba que estaba a punto de llorar como siempre. —¡Pero si es el hijo de Kakarotto!—
Abrió sus orbes al oír el apodo con el que usualmente se le llama a su padre. Aún con el susto, alzó lentamente su cabeza hasta que sus ojos se toparon con los contrarios.
Lo primero que pudo destacar al observar a aquel hombre: es que no tiene cabello, por no decir que está totalmente calvo. Segundo: posee un bigote, que desde su perspectiva luce bastante genial; hasta se atreve a decir que lo envidia, a él nunca le han crecido vellos faciales por más que le rezó a Kami con toda su fe para que le concediera el tener bigote, barba o al menos un indicio de vellos en su rostro de bebé. Y, lo tercero: lleva puesta una camiseta de algún equipo deportivo, ya se había dado cuenta de ello antes, pero lo que no sabía, es que se trata del equipo rival en el partido de esa noche. Básicamente, su tío y aquel sujeto se odiarían a muerte al menos por unas dos horas.
—Creciste mucho.—jaló su brazo nuevamente, atrayéndolo más a él y mirando su rostro como si fuese lo más asombroso que ha visto en su vida. —Realmente te pareces a él, el idiota de Raditz no estaba exagerando, eh.—
¿"El idiota de Raditz"?
Pestañeó un par de veces al atar cabos dentro de su propia cabeza, su rostro pálido enrojeció de golpe al verse a sí mismo como un tonto asustadizo.
—Qu... que vergüenza.—reconoció con un murmuro, encogiéndose de hombros.
El hombre en frente suyo rió escándalosamente, claramente ya se dio cuenta de lo que estuvo pensando hace unos momentos.
—¿Te asuste?—preguntó como si no fuese obvio. Asintió tímidamente. —Esa es mi especialidad. Soy Nappa.—le extendió la mano a modo de saludo, acentuando más su sonrisa.
Estrechó su mano, más por obligación que por querer hacerlo realmente. Ese hombre casi le provoca un infarto, por el momento no quiere relacionarse en lo absoluto con él.
—Uh, es un placer, me llamo Go...—
—El pequeño Goten, sí.—sin más preambulos, llevó su mano grande hasta las cabelleras azabaches y las desordenó levemente. El menor se quejó. —Te recuerdo, solías disfrutar mucho de la lectura y esas cosas.—
—Aún lo hago.—aclaró bufando, apartando la mano de su cabeza sin intenciones de parecer un grosero.
El sujeto, "Nappa", soltó una ligera carcajada, está vez palpando un poco su espalda como si hubiese conseguido un logro. Si que disfrutaba del contacto físico, Goten pudo notarlo a primera instancia.
—Veo que ya se conocieron.—una tercera voz hizo aparición entre ambos. Raditz apareció de la nada, rodando los ojos al ver como se sobresaltaron por su presencia.
-Por Kami... ¡No me asustes!-el hombre de bigote llevó su mano a su pecho, simulando un susto más grande del que en realidad fue.
—También me da gusto verte, pelón.—se dirigió a su sobrino, ignorando la expresión ofendida del de escasos cabellos. —¿Tienes los boletos?—
El adolescente asintió con la cabeza, apretando sus labios en un inútil intento por contener sus carcajadas que amenazan por escaparse y delatar su aún falta de madurez al burlarse de un apodo tan ridículo como ese. No le da miedo confesar que a veces se ríe de cosas tontas, pero únicamente lo hace cuando está solo y donde solo él sea testigo de su propia estúpidez.
Al final terminó soltando una leve risilla, para acto seguido inflar sus mejillas al percatarse de la misma. Ver cómo su tío y al amigo comenzaron a discutir por el reciente insulto, sin importarles en lo absoluto estar en público y que las personas les miren como a un par de bichos raros, le parece un espectáculo muy divertido. El cómo ambos se recuerdan mutuamente hechos pasados con el objetivo de ganar aquella disputa sin sentido, por un momento le hizo olvidar la razón principal del por qué está ahí en primer lugar.
—¡¿Ah, si?! ¡Pues tú eres un maldito cabello de Rapunzel!—el hombre de bigote se defendió como pudo, cruzándose de brazos, ignorando la mirada asesina de su amigo. Antes de que esté pudiera responderle con algún insulto, sus orbes se agrandaron al recordar algo... o alguien. —¡Mi sobrino!—
—¿De qué estás hablando, pelón? Tú no tienes hermanos.—puso los ojos en blanco, soltando un respingo.
—¡Es mi ahijado, quiero decir!—miró a todas las direcciones posibles, buscando a quien sea que se hallaba perdido. —¡Hace rato que no lo veo!—
—Por Kami...—golpeó su rostro con su mano. —¿Ves que no miento cuando digo que eres un gran estúpido? No ha pasado ni una hora y ya perdiste al niño.—llevó sus manos a sus caderas, mirándole con su ceño fruncido. —¡No pienso dejar mi partido de lado para buscar al mocoso que perdiste, te las vas a arreglar para encontrarlo!—
—¡Vamos, Raditz!—
—Eso te pasa por llamarme "cabello de Rapunzel".—
El hombre continuo quejándose, mientras busca con la mirada entre la multitud al desaparecido y se lamenta por perderlo de vista. Goten sintió lastima por él, pensó en pedirle detalles del chico y ayudarle a encontrarlo; de todas formas la seguridad de un pequeño es mucho más importante para él que un estúpido partido que ni siquiera le interesa en lo más mínimo.
O al menos así fue, hasta que una cuarta voz hizo aparición entre todas las voces murmurantes que el pelinegro luchó con todas sus fuerzas por ignorar. No porque fuese distinta a las demás... sino porque le resulta conocida.
—¡Aquí estoy!—
Se giró rápidamente para observar al causante de la nueva voz, al igual que su tío y el desesperado amigo de este...
Su alma casi se salió de su cuerpo al lograr distinguir perfectamente al joven acercándose a ellos, destacando de entre los demás como suele hacer la mayoría de las veces y con las miradas femeninas embobadas posadas sobre sí tal cual dios griego llegando a la tierra a salvar a los humanos de la perdición. Similar a un pedazo de queso entre un montón de ratones ansiosos por clavar sus dientes en tan solo una porción del delicioso producto, algo que todos desean sin tomar en cuenta sus sentimientos, o siquiera detenerse a pensar que él es un ser humano pensante al igual que el resto... pero ellas nunca lo entenderán, lo sabe perfectamente. Por esa y más razones prefiere mil veces juntarse con varones que a menudo bromean y actúan contra su voluntad, que un montón de chicas que solo lo ven como nada más que un interés romántico.
Su cuerpo entero se tensó al dar en cuenta de la identidad del supuesto "niño desaparecido", que más bien es un adolescente casi adulto hecho y derecho de su misma edad. Tuvo las falsas esperanzas de que aquello es solo una casualidad y que él no es el ahijado perdido del de bigote. Se niega a creer que es una obra del destino que él este en el mismo sitio que él, el mismo día y al mismo tiempo.
—¿Eh? ¡Oye, Trunks!—
Todo rastro de esperanza se fue por la borda al oír al antes miserable hombre llamar al causante de su estado de pánico. Sus manos temblaron al ver cómo el de hebras lilas se acercaba con esa sonrisa radiante que deja a todo el que lo mira a sus pies. Su rostro entonces palideció de solo imaginar lo siguiente que sucedería al estar en el mismo sitio fuera de la escuela que el chico al que insultó injustamente y con quién no ha cruzado palabra desde entonces.
Parece que a Kami allá arriba le gusta el drama, así como también bromear y sacar entretenimiento de su desgracia, porque de lo contrario, es imposible que alguien pueda tener tan mala suerte.
No logro soportar el estrés que de pronto le azotaba, terminó ocultándose detrás de su tío como un niño pequeño. Por supuesto que el mayor notó su acción, pero está demasiado ocupado analizando a todas y cada una de las mujeres del lugar como para detenerse a preguntar qué le pasaba, así que sólo dejo que hiciera lo que quisiera.
Observó atentamente desde su refugio al calvo, quién fue el primero en ir al encuentro del de ojos azulados, reprendiéndolo por irse sin avisarle antes. El joven llevó su mano a su nuca, tan típico de él, excusándose por su repentina ida y tal vez prometiendo que no volvería a suceder.
—Sabes mejor que nadie que tu madre me mataría si te pierdo.—culminó con el regaño y se giró en dirección a los Son. —Este es el amigo del que te hable: Raditz.—
Su tío y el joven de cabellos lilas se saludaron mutuamente de una manera vulgar, pero relajada, con un pequeño choque de puños digno de dos amigos que se conocen de toda la vida. Él nunca sería capaz de saludar a alguien de esa manera, mucho menos si se trata de alguien que recién conoce.
—Y su sobrino, Goten.—
Sintió morir por dentro al escuchar su nombre en la conversación de padrino y ahijado. Se aferró a las ropas del de cabelleras largas, sin importarle lucir como un inmaduro con tal de escapar de aquella situación.
Las cosas empeoraron para él en cuanto Brief posó su mirada brillante sobre él. Inicialmente con una sonrisa meliflua, y es que claro, existen muchas personas con el nombre de "Goten" en Japón, tal vez cinco o diez chicos se llaman de dicha forma sin contarlo a él, no es muy común después de todo, por lo que supone pensó que era alguien más. Luego, tal y como esperaba, su rostro cambió drásticamente a una mueca de asombro en cuanto lo reconoció.
Quizás, también de enfado.
"No todos los chicos llamados 'Goten' poseen aquellos orbes estrellados como los suyos."
Sin quererlo, levantó la mirada del suelo, fijándola en el rostro de su compañero, con el deseo de mirar sus ojos disimuladamente para confirmar sus sospechas respecto al estado de ánimo actual del más alto.
Cuando los orbes de ambos colapsaron, Trunks pareció congelar todo a su paso con una capa hielo, de manera que todos y todo lo demás dejo de existir por un momento. Su semblante, que anteriormente reflejaba la más grande felicidad y entusiasmo, cambió a una de indiferencia y recelo; mirándole con los ojos entrecerrados y mordiendo ligeramente sus labios, quizás de la incomodidad que le provoca el simple hecho de verlo.
Por su parte, solo permaneció inmóvil en su sitio, con los nervios a flor de piel y sin despegar la vista del ajeno. Principalmente porque no podía mover ninguna extremidad de su cuerpo por más que quisiera. Únicamente se dedicaba a mirarle, casi sin parpadear ni perderse de ningún gesto que el contrario hiciera, quejándose internamente por estar en esa situación por culpa suya inicialmente.
"El karma, eh"
Debe ser obra del karma, es irrealizable tanta casualidad.
No fue hasta que Brief desvió la mirada, que todo volvió a su curso habitual, con el escándalo de los fanáticos desesperados a su alrededor, vendedores buscando sacar ganancias y la repentina disputa que Raditz y Nappa habían iniciado de nuevo sin que él se percatase de ello. ¿Por qué razón discuten otra vez? No tiene idea, pero de la poca información que logró recolectar, seguramente se trate de alguna fémina de la cual ambos quedaron flechados.
—Ya nos conocemos.—
Ambos detuvieron su pelea ridícula en cuanto el de orbes azules terminó su oración. Pasearon sus miradas desde el mayor hasta el de hebras azabaches, y luego Brief prosiguió:
—Somos... compañeros de clase.—
Los dos soltaron un "Oh" asintiendo lentamente con la cabeza, mientras Goten se dispone a encogerse de hombros, también incómodo por el repentino silencio entre los cuatro seguido de eso.
Todos los hechos ocurridos en el transcurso de dos horas le hicieron olvidar el por qué de su aburrimiento en aquella hilera de personas al principio de toda esa locura que está seguro no terminará allí. Quién lo diría, por fin es su turno de ingresar al estadio deportivo.
El hecho de que Trunks este ahí, hizo que el tiempo pase más rápido, o por el contrario, más tortuosamente lento.
Suspiró con pesadez, caminando a pasos lentos justo detrás de su tío mientras esté y su amigo apreciaban todo a su alrededor en medio del pasillo rumbo al lugar donde se llevará a cabo el enfrentamiento: trofeos, medallas, objetos importantes, todo parece brillar para la fascinación de ambos hombres. Trunks caminaba del lado contrario del pasillo, distante y más callado de lo que alguna vez fue en su vida. Cómo si nada de lo que ocurría en su entorno le importará o no estaba del humor suficiente como para lidiar con nadie salvo sí mismo y sus pensamiento que, quién sabe, podría estar deseándole la muerte y no lo sabría.
Sería una noche larga, no tenía dudas de ello.
Acarició por segunda vez su mejilla, luego de que está fuese nuevamente golpeada por su tío a su lado, mientras esté gritaba por una razón tan estúpida como su equipo deportivo perdiendo el encuentro frente al equipo contrario.
—¡MÁS RÁPIDO!—chilló eufórico, refiriéndose al jugador que corría por cada una de las bases a una velocidad que el mayor considera "lenta". —¡HASTA MI ABUELA LO HARÍA MEJOR! ¡IDIOTA!—
—¿Si sabes que no puede escucharte, cierto?—murmuró, mirándole con un semblante de molestia, pero por obvias razones el de cabelleras largas no fue capaz de escucharlo.
Otro golpe fue directo a su mejilla ya roja de tantos impactos "accidentales". ¿Qué culpa tiene él de que su equipo favorito este perdiendo?
Lo siente mucho por su padre, pero él no le encuentra sentido a gritarle a un montón de personas desde las gradas, sabiendo que ninguna orden que diga será escuchada por los pobres corriendo apresuradamente de un lugar a otro sin tomar un descanso. Simplemente no lo comprende.
Bufó frustrado, volviendo a sobar su mejilla. Miró por encima del hombro derecho de su tío, logrando apreciar del bando contrario a un Nappa chillando felizmente, regocijándose del sufrimiento de su amigo de hebras azabaches, mientras esté mismo trataba de ignorarle, fallando en el intento.
Rió un poco al verlo. Él parecía estar a punto de quitarse su camiseta y lanzarsela al estresado hombre en el rostro, acto que sería muy gracioso de ver para él, de no ser por la simple razón de que ambos están ebrios y podría terminar muy mal. Afortunadamente había una cerca de metal que separaba ambos bandos, porque está seguro de que su tío ya no aguantaba las ganas de levantarse de su lugar y plantarle un buen golpe en el rostro a su rival, quizás también iniciar otra disputa "matrimonial", como Goten le llama por diversión.
Sus ojos se fijaron por último en quién se hallaba junto al de escasos cabellos. Él no parecía tampoco muy interesado en el partido, solo se dedica a jugar con su celular sin prestar mucha atención, y es que, claro, hasta él mismo sabe que Trunks prefiere otros deportes, no es un secreto para nadie que sepa de su existencia. Levantaba la mirada de su teléfono de vez en cuando para observar lo que ocurría y celebraba junto a su padrino ocasionalmente.
No tiene idea de cuánto tiempo estuvo mirándolo fijamente, así como tampoco sabe en qué momento él le devolvió la mirada.
Un sudor frío bajo por su frente, advirtiendo de los nervios y el pánico de solo imaginar lo que el mayor estaría pensando al notar su atención puesta sobre él por segunda vez en la noche, pero está vez, algo es distinto.
Él ya no le observa con aquella "rabia" de antes, no es capaz de percibir la más mínima furia en sus ojos. Más bien es una mueca de confusión la que acentúa su fino rostro alargado, pudo notarlo fácilmente por su ceja levemente alzada y sus labios algo torcidos. Cómo si estuviese cuestionándole con la mirada que está pasando por su mente impredecible, aunque no lo sabe con claridad.
Su corazón dió un pequeño vuelco, e involuntariamente, sus mejillas lucidas se encendieron con un apacible tono carmín en sus pómulos que cualquiera confundiría con el clima frío al tener la brisa pegándole directo al rostro, o porque no se digno en traer siquiera un abrigo para cubrir su cuerpo delgado. Se obligó a sí mismo a desviar sus zafiros a cualquier otra cosa, retrayéndose en su asiento, con el fin de no continuar avergonzándose a sí mismo y posiblemente también al contrario.
¿Cómo es que la simpleza de dos miradas encontrándose logró tener ese efecto en él?
Quiere pensar que era por como están las cosas entre ambos, en realidad no sabe con exactitud que fue lo que pasó en esos cortos segundos de encuentro entre ambos orbes de colores tan opuestos como el azul y el negro. No es como si Brief no le mirase así antes y nunca le había afectado, aunque si que es la primera vez que él lo hacía. De seguro se vio como un rarito ante los ojos del de hebras lilas.
O... tal vez por el efecto brillante que las luces del estadio le proporcionan a sus zafiros, que a su parecer, le ofrece un aspecto más atractivo que de costumbre, debía reconocerlo. Lo hacía lucir como una celebridad, por así decirlo, alguien cálido en quién se puede confiar, difícilmente sacar de su zona de confort y con un aura resplandeciente como la de un príncipe. Seguramente las chicas del instituto se estarían volviendo locas de solo mirarlo desde donde está, quizás debería considerarse afortunado.
Un cuarto golpe seguido de un insulto por parte de su tío dirigido a algún integrante del equipo deportivo, está vez a su nariz, le hizo volver súbitamente en si para afrontar la realidad del lugar en el que se encuentra. Jadeó a causa del impacto, llevando ambas manos a dicho sitio y acariciando en busca de reducir el ardor.
Se giró dispuesto a reclamarle, harto de ser su saco de boxeo, sin embargo, una vibración en su bolsillo derecho llamó su atención más que los gritos exaltados del de cabelleras largas, deteniendo cada uno de sus movimientos y enfocándose en el constante temblor.
Al dar en cuenta de que se trata de su teléfono, sacó el objeto de su bolsillo y miró detenidamente la pantalla.
"Videl ✨"
¿Por qué ella estaría llamándole, especialmente a esas horas?
No posee dicha información, pero definitivamente aprovecharía la oportunidad para escapar de allí con la excusa de contestar la llamada de su amiga. Plan maestro, sin posibilidades de fracaso.
Se levantó de su asiento con una sonrisa surcando sus labios, y antes de perder de vista a su tío, este le gritó:
—¡Muy bien, no hagas esperar a tu novia!—
Si él tan solo supiera que es su amiga... no, de cualquier forma insistiría en que son pareja, así que mejor no perder el tiempo.
Tras cruzar entre las personas que lucían estresadas por el partido, bajó caminando con cuidado unas escaleras que le resultaron interminables, aún oyendo el escándalo a sus espaldas y alegrándose por finalmente dejarlo atrás.
Caminó tranquilo por el pasillo que se supone debe guiarlo a la salida, repletos de cuadros, trofeos y medallas colgando de las paredes, deteniéndose en una de las paredes y apoyando su espalda sobre la misma en señal del más profundo cansancio; respiró más aliviado, para segundos después deslizar su dedo pulgar sobre la pantalla, presionando el icono con un teléfono verde brillante y posteriormente llevó el dispositivo a su oreja.
—¿Hola?—
Aún era capaz de escuchar los gritos de alegría y frustración por parte de los aficionados en las gradas no muy lejanas de dónde estaba, quizás no tan estruendosos como hace un rato, pero seguían siendo igual de bulliciosas.
No obstante, la chica del otro lado de la línea lograba distraerlo un poco de lo que sea que esté pasando en el partido que tenía tan pendientes y preocupados a unos; y contentos y eufóricos a otros.
Al principio dudó de por qué razón le llamaba, pero ella terminó confesándole luego de un rato que simplemente lo hizo por aburrimiento, ya que no tenía nada mejor que hacer luego de salir de su angustioso empleo, más que encerrarse en su apartamento esperando a que el llamado "sueño" se digne a venir por ella.
No pudo evitar hacer un gesto de sorpresa cuando la pelinegra le reveló el motivo de su llamada. No es un secreto que Videl es una muchacha con mucha carisma y orgullo, capaz de atraer a cualquier persona a sus aposentos, especialmente chicos que por lo general solo se fijan en su incomparable belleza y grandes ojos azules, por no decir también en su físico que debe reconocer cumple con los estándares impuestos por la sociedad acerca de lo que consideran hermoso en una mujer. Se supone que alguien como ella siempre tiene pretendientes haciendo fila para tener una cita, ¿No? De ser así, no entiende el por qué no solo invitar a alguno a su casa y tal vez gozar de las ventajas que vivir sola le ofrece.
—Sabes, Goten.—se fijó en la voz femenina, luego de estar callado por un momento mirando algún punto del pasillo.
—¿Si?—
—Se me acaba de ocurrir algo, bueno, no en realidad, llevo pensando en ello desde hace rato.—rió y el menor la acompañó en su carcajada, aún si no supiera a qué se debe. —Si fueras un poco mayor... tal vez de mi edad, definitivamente saldría contigo.—
—¡¿Q... qué?!—
Soltó otra carcajada más fuerte que la anterior, el menor tuvo que alejar el aparato de su oreja si es que no quería quedar sordo a causa de su risa que casi parecía un grito.
—¡Sabía que reaccionarias así!—
—¡Idiota! ¡¿Por... por qué dices esas cosas de repente?!—cuestionó exaltado, luego de analizar por un momento lo que sea que la pelinegra quiere decirle.
—Oh, vamos.—hizo una pequeña pausa. —Eres muy apuesto, si no te viera como mi hermanito ya estaría tratando de conquistarte.—
—Suena demasiado perturbador si lo dices así.—se quejó, abrazándose a sí mismo tratando de calmar sus nervios y la repulsión. —Ugh.—embló de solo imaginarlo. Obviando el hecho de que solo tiene una visión fraternal de la fémina, ¿Él saliendo con alguien mayor? ¡Imposible! Es la última cosa que pasaría por su cabeza en este mundo.
—Que exagerado.—soltó un suspiro de molestia. —Oh~ vas a decirme que no saldrías conmigo, pequeño Goten.—su tono de voz parecía una mezcla de burla y seducción, tan típico de ella. Sabe cuáles son sus métodos, en más de una ocasión la ha visto coquetear con muchachos con el fin de conseguir algo a su favor, no por nada de adolescente solía utilizar sus encantos para "atrapar en sus redes" a los docentes de su instituto en clases dónde era más que obvio que estaba reprobada por sus malas calificaciones y escasas asistencias. Cabe aclarar que nunca le funcionó aquel truco, pero sí que es una completa atrevida, a Goten le consta.
Bufó molesto, formando un pequeño puchero en sus labios.
—No.—
—Ow, ¿Por qué?—fingió sentirse herida.
—¡Porque estás loca, mujer!—
Su grito histérico hizo eco en el pasillo vacío, mientras la risotada de la bufona oji-azul no se hizo esperar del otro lado de la línea telefónica, adora lo fácil que es de fastidiar.
Respiró hondo, caminando en círculos por la estancia, buscando no gritar de nuevo y atraer a algún guardia de seguridad.
Mientras daba su caminata, se detuvo frente a una vitrina de vidrio con más trofeos y medallas en su interior, así como también fotografías de beisbolistas y demás artículos del deporte con algún significado histórico. No había lugar donde entraste uno más, estaba repleto de reliquias importantes para cualquier establecimiento deportivo.
Se tomó su tiempo para leer cada uno de los nombres y las biografías, todo eso mientras la muchacha continuaba parloteando sobre algún tema de su interés o simplemente burlándose de su timidez, ya no lo sabía.
Una vez finalizada su lectura, dirigió su atención a un trofeo de oro que a simple vista lucía verdadero, algo impresionado por su tamaños y el peso que seguramente debe tener. Justo en ese momento, pudo divisar perfectamente la figura de alguien a sus espaldas a través del reflejo del vidrio, observándolo sin disimular un poco su presencia, quizás creyendo que no le veía.
Le tomó un rato procesar lo que vió, pero está seguro de que no se trata de alguna obra de su imaginación producto de la fatiga.
En cuanto se dió la vuelta para encararlo, quien sea que estuviese allí se ocultó detrás de una pared rápidamente. Tan de prisa que a muy duras penas pudo notar un detalle en aquel extraño sujeto que parecía estarlo acechando, gracias a su visión de halcón y su sexto sentido que desarrollo por todo el acoso sufrido en su niñez.
Sus cabellos lilas.
Tan solo logró verlos por una milésima de segundo y ya podía imaginarse... no, ya sabía perfectamente quien tenía la dicha de estar haciéndole compañía.
"No todas las personas poseen las mismas hebras brillantes de un color tan particular como el morado"
Karma... si, claro.
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