10
Se miró al espejo, supervisando a lujo de detalles su traje caro y elegante, notando de inmediato un pelo blanco, tal vez del felino con el que estuvo jugando hace unas horas atrás.
Lo retiró con cuidado, para después continúar con su supervisión; una vez llegó a la conclusión de que todo estaba perfecto y en orden, pasó su mano por su cabello peinado de lado.
Suspiró pesadamente, odiaba ese tipo de fiestas que a menudo organizan sus padres para socializar con otros empresarios éxitosos, gente importante o socios de la compañía.
Él, como el hijo mayor, único varón y futuro heredero de Corporación Capsula; tenía el deber de asistir a este tipo de actividades en busca de hacerse notar y dar una excelente impresión frente a toda esa gente que nunca en su vida ha visto y, probablemente, no volvería a ver después de ese día.
¿A quién le importaba de todos modos?
No tenía nada mejor que hacer más que preguntarse que había hecho mal.
Una situación bastante poco común para el perfecto Trunks Brief.
Era muy bien conocido que tenía una cantidad infinita de amigos, aunque realmente no conocía profundamente a ninguno por más tiempo que estuviese con ellos.
Y de tantos chicos y chicas inteligentes, de bella apariencia y, sobre todo, populares como él ¿Se preocupaba por el más simple y sin gracia de todos? Que ridículo es eso.
No entendía. Simplemente no podía comprender porque se preocupa tanto por él y su supuesta "amistad" que más bien fue bastante forzada ahora que lo pensaba con detenimiento y tomando en cuenta la actitud de ese chico.
Eso le entristecía. Básicamente fue él quien obligó al pelinegro a estar juntos para saciar su propia curiosidad, imponiéndose sobre los deseos del menor de querer estar solo. Como un abusador, los mismos que tanto detesta.
No fue hasta ese momento que se dió cuenta de lo mal que estaba.
Aún así, no creía que ese fuese el motivo de la rabieta de Goten.
Mencionó a un tal "él" y que ambos habían estado "aliados" desde el principio.
Pero ¿Quién es "él"?
Y, ¿A qué se refería con "estar aliados"?
No entendía, por más que repasara en su cabeza todo lo dicho por Son, no lo lograba comprender nada, solo se confundía más.
El toque delicado en su puerta le devolvió súbitamente el alma al cuerpo, dándose cuenta de que nunca se movió de su sitio frente al espejo de su habitación.
—Trunks, los invitados ya llegaron.—pudó escuchar claramente la voz de su hermana menor.
—Un momento.—habló de vuelta, acomodando por quinta vez su corbata. Se encaminó hasta la puerta y la abrió, dejando ver a la peliazul con un hermoso vestido rosado igual de caro y elegante que el suyo, zapatos del mismo color y una diadema sobre su cabeza.
—¿Cómo me veo?—cuestionó, notando la mirada azulada del mayor paseándose por su cuerpo.
—Pareces una princesa.—comentó, sonriendo gentilmente mientras posaba su mano sobre las hebras azulinas.
—¡Oye!—la menor se quejó, apartando de inmediato la mano contraria antes de que se le ocurriera despeinar su hermoso cabello.
Trunks rió ligeramente, pasando a su lado no sin antes apagar la luz y cerrar la puerta.
Nadie subía a las habitaciones por respeto a los dueños del hogar, pero le gustaba ser precavido en todo caso.
Avanzó por el pasillo con pasos firmes, seguido de su hermana. No se escuchaba nada más que el sonido de los tacones de la menor al chocar con el pavimento, al igual que está misma tarareando alguna canción desconocida para él; aunque no era para nada incómodo, ambos estaban acostumbrados a quedarse en silencio por momentos.
En medio de su caminata, Brief sacó por un corto momento su célular de su bolsillo; Vegeta odia que lleve el aparato consigo durante los eventos especiales, pero no estaba dispuesto a aburrirse como una ostra cuando ya no tuviese que saludar a más personas y solo se dedicará a quedarse sentado a esperar que la actividad termine para irse a su cuarto y dormir.
Tocó la aplicación de mensajes con su dedo pulgar, dándose cuenta de que tenía algunos mensajes de sus familiares más lejanos deseándole suerte en el evento de hoy. Los menos relevantes eran de algunos de sus compañeros y "enamoradas" invitándole a salir o confesando su supuesto "amor" porque son tan tímidas que no pueden decirselo de frente por miedo al rechazo.
Luego se haría cargo de todos ellos, su dedo se deslizó hacía arriba, bajando entre los contactos hasta que finalmente dió con el que buscaba.
"Goten 😊"
"últ. vez hoy a las 11:45 a.m."
No pudó evitar suspirar otra vez, pasando su pulgar sobre la pantalla, finjiendo acariciar los girasoles que el chico tenía como foto de perfil.
De nuevo repasó sus palabras en su cabeza, tratando de dar en el blanco acerca del motivo del enojo del pelinegro.
Es verdad que a veces puede ser algo hipócrita, no iba a negarlo. Hay momentos donde simplemente quiere que todos a su alrededor desaparezcan y lo dejen solo, pero no lo dice en voz alta, y continúa con esa odiosa sonrisa que vuelve locas a las chicas.
En cierta parte es algo que aprendió de su padre, la mayoria de veces que lo encuentra rodeado de personas, este mismo también conserva esa sonrisa. Como él mismo explica, siempre debe hacerse notar entre las demás personas para ser respetado y cumplir sus metas por medio de tratos.
Pero eso no quitaba el hecho de tenerle un cierto cariño especial al dichoso pelinegro, capaz de rebasar el estándar de su padre de "eliminar a aquellos que no sirvan para el beneficio propio" o simplemente por tratarse de un hombre, cosa que lo metería en problemas si el de pelos parados se llegará a enterar.
—¿Estás nervioso?—dirigió su mirada azulada en dirección a su costado, encontrándose con la de menor estatura quien le miraba curiosa.
Finalmente habían llegado al tan esperado lugar. Detrás de esas grandes puertas de vidrio con los bordes adornados en oro que daban al patio trasero, se encontraban sus padres junto a otra cantidad de personas que esperaban ansiosas a que cometiera el más mínimo error para comenzar a críticarlo.
—No.—carraspeó su garganta, acomodando nuevamente su corbata. —Estaré bien, no es la primera vez que hago esto.—
Bra sonrió, elevando su brazo y palpando ligeramente su hombro con el fin de darle ánimos. Trunks se lo agradeció silenciosamente, y acto seguido ella posó su mano bajo su antebrazo de manera elegante, tal y como lo hacen sus padres todo el tiempo.
Sin más, ambos se dispusieron a abrir las puertas de par en par con el objetivo de darse paso rumbo al jardín con una expresión arrogante en sus caras, según Vegeta, para "verse superiores".
El frío viento del clima nublado golpeó sus rostros, al igual que las miradas de todos los adultos presentes que no hicieron más que provocarle un revoltijo en el estomágo a la menor de los hermanos. Sin importar a cuantas fiestas asista, no consigue acostumbrarse a tantos hombres adultos y jóvenes, mirándola sin disimular ni un poco.
Lo mismo ocurría con Trunks, en su caso estaba siendo observado por miradas femeninas, aunque realmente ya estaba acostumbrado a ser observado por infinidad de chicas, así que simplemente lo ignoraría.
Despertó al día siguiente con la sorpresa de que se había dormido con el traje puesto, además, uno de sus zapatos había desaparecido al igual que su corbata.
No era un gran asombro. Cuando el cansancio le ganaba, no le importaba otra cosa más que llegar a su cama y dormir sin ningun problema; ni siquiera si por accidente había lanzado su zapato por la ventana y probablemente nunca más lo encontraría.
Revolvió sus cabellos, palpando con su mano la mesita de noche en busca de su célular que recordaba haber dejado en dicho sitio.
Una vez lo encontró, se dispusó a verificar la hora, dándose cuenta de que aún era temprano y en un día como sábado, le satisfacía más. Tenía el día para hacer lo que quisiera, luego de cumplir con sus deberes, claro.
Nuevamente deslizó su dedo pulgar hasta llegar a dicho contacto que le tenía tan intrigado.
"últ. vez hoy a las 6:00 a.m"
Tiró el dispositivo a su lado, no sin antes recostarse sobre el colchón y rebotar en este. Debía resolver ese problema con Goten antes de volverse loco.
Aunque sabía que ese trabajo no era precisamente suyo, sino de él.
—Trunks.—llamó la madre del chico, ingresando en la habitación en busca de este. —Levántate, el desayuno está listo.—
Soltó un bostezo, mientras estiraba sus brazos. No quería levantarse, pero sabía que si no lo hacia, su madre era capaz de sacarlo de la habitación a patadas. No por nada era la más temida de la casa, después de ella seguía su padre.
—Ugh, Trunks hazme el favor y quita ese poster de la pared.—dijó, mirando asqueada el famoso poster de la mujer semi-desnuda que yacía en el cuarto de su hijo.
—Lo siento, mamá.—terminó de tender su cama y se levantó con pesadez. —El poster se va a quedar allí.—
—Entiendo que te quieras parecer a tu tío Nappa, ¡Pero esto es demasiado!—soltó un bufido y el menor no pudo evitar reír.
Nappa, un hombre mayor sin cabellos en la cabeza, solía ser el "niñero" de Vegeta, su padre. Ambos crecieron en el mismo vecindario, siendo este mayor que el pelinegro, cuidando de él a sabiendas de lo revoltoso que era de pequeño.
Una vez pasaron los años, los papeles se invirtieron considerablemente, ahora siendo Nappa el rebelde sin control, y tal vez con algunos problemas de alcoholismo, pero nada que no se pudiese manejar. Aunque Vegeta insiste en que debe dejar sus malos hábitos, en el fondo sabe que realmente no puede recriminarle nada.
Bulma suspiró. Le agradaba Nappa, aún así, no podía ocultar el hecho de que era una mala influencia para su hijo, pero sabía que ya era demasiado tarde como para reclamarle por algo.
—Tu padre quiere hablar contigo.—cambió repentinamente de tema, recogiendo un calcetin del suelo y guardándolo en un cajón.
—¿En serio?—sus ánimos de pronto se fueron a los suelos al escuchar lo dicho por su madre. —Pero si me acabo de despertar.—replicó.
Claramente su padre no quería verlo para desearle los buenos dias, lo más probable es que quisiera hablarle sobre algún tema relacionado con la compañía familiar o incluso para "corregir" algunos aspectos de él que molestasen al hombre.
Llaménlo exagerado, pero con Vegeta Brief nunca se sabe.
—No creo que sea tan malo.—sonrió gentilmente, su mano pálida se posó sobre las hebras lilas. —Seguro quiere darte algún consejo o algo por el estilo.—sin más, alborotó un poco los cabellos del menor.
—Claro.—soltó una gran bocanada de aire, sin duda su padre lo ponía nervioso y con justa razón, pues él puede llegar a ser escalofriante cuando quiere.
Bulma no pudó hacer más que acariciar sus cabellos para darle ánimos. Sabía que su marido es muy estricto con sus hijos, en especial Trunks; así como también sabe que siempre está al pendiente de ellos aunque no estuviese en casa la mayor parte del tiempo, no por nada los conoce como a la palma de su mano cuando en realidad pasa el minimo de tiempo con ambos y lo más seguro es que una persona con su mismo estatus social con suerte recordaría sus nombres.
Una vez el pelilila tomó una ducha y se vistió con ropa decente, se dirigió al comedor de su hogar aún con los nervios carcomiéndolo por dentro. Cruzó el umbral de la puerta, encontrándose con su hermana quien estaba metiendo sus manos sobre su desayuno en busca de robarselo como de costumbre.
—¡Hey!—exclamó con el ceño fruncido, viendo como la menor se paralizaba en su lugar al verse atrapada en pleno acto.
—Maldición...—maldijó por lo bajo, dejando de lado el plato de su hermano y sentándose en su sitio.
—Ladrona.—murmuró, consiguiendo que la chica le sacase la lengua en señal de disgusto a lo que él hizo lo mismo.
El desayuno transcurrió con normalidad (Claro, sin contar que en ocasiones ambos hermanos se propinaban patadas por debajo de la mesa, siendo automáticamente regañados por su madre) tanto que incluso Trunks olvidó la razón por la que estuvo nervioso hace unos momentos.
O así era hasta que una cuarta persona hizo aparición en el comedor y no para saludar precisamente.
Aquel hombre de robusta figura detuvo su caminata en el marco de la puerta, frente a la atenta mirada de los "mocosos" como él siempre suele referirse a sus hijos. Ciertamente estaba de mal humor y ver a ambos adolescentes jugando de forma inmadura empeora un poco las cosas.
Avanzó a pasos lentos y firmes hasta quedar justo detrás de su hijo mayor, quien se encogió en su sitio.
—¿Por qué siempre tienes que ser el centro de atención?—la mujer peliazul bufó, mirando con molestia a su esposo y rodando los ojos.
—Tú y yo tenemos que hablar.—ignoró la pregunta de su mujer, posando sus gruesas manos sobre los hombros del menor, consiguiendo que este salte en su lugar.
Trunks asintió con la cabeza, la mirada a sus espaldas estaba matándole.
—Levántate, vamos a mi despacho.—pidió con una orden clara y directa, alejándose y saliendo del comedor tan pronto como había llegado.
Intercambió miradas con Bra, quien elevó su dedo pulgar en señal de que todo saldría bien.
Esbozó una pequeña sonrisa, decidido a terminar con aquello de una buena vez.
Sin más se aproximó al lugar dicho, fingiendo confianza aunque por dentro estaba muerto del miedo, mientras en su mente reproducía todos y cada uno de sus recuerdos de la noche anterior, buscando alguna razón que justificará el llamado.
Tocó cuatro veces la puerta de madera, hasta que la voz ronca desde el interior le indicó que podía pasar.
—Siéntate.—ordenó sin preámbulos el de pelos parados.
Tragó saliva con fuerza, cerrando la puerta a sus espaldas y adentrándose en la oscuridad del despacho que, en su opinión, era el lugar más tenebroso en toda la casa por su aspecto lúgubre junto a los cuadros de algunos de sus antepasados que tenía la sensación de que lo seguían con las miradas a cada paso tembloroso que daba.
—¿Acaso alguien falleció aquí?—pensó para si mismo, tomando asiento en una silla acolchonada frente al escritorio donde yacía su padre.
Esperó por unos segundos a que el mayor terminase de escribir algo en una hoja de papel, hasta que finalmente la atención se centró en él.
—No haz madurado lo suficiente, Trunks.—soltó sin pelos en la lengua, entrelazando sus dedos y colocando sus codos sobre el escritorio.
El contrario arqueó una ceja.
—¿Qué?—
Era totalmente consciente de que no es la persona más madura del planeta, pero no comprendía que tenía que ver eso con su padre.
—No creas que no me dí cuenta lo mucho que te reías ayer en la fiesta.—entrecerró sus ojos. —¿Quieres contarme que te resultó tan divertido?—
El pelilila desvió la mirada por un momento. Así que se trataba de eso. Realmente pensó que había conseguido pasar desapercibido ante la vista de sus padres, pero ahora notaba que estuvo muy equivocado.
—¿Y bien, Trunks?—
—Ehhh...—agachó un poco la cabeza, evitando la mirada acusadora del ajeno. —Solo... estaba bromeando un poco con Bra.—
En ese momento le pareció buena idea compartir imágenes graciosas con su hermana a través de sus célulares. Que ingenuo.
Vegeta cerró sus ojos, suspirando con pesadez. Sus manos se dirigieron a sus cabellos, los cuales alborotó levemente.
Se levantó de su lugar, mirando el rostro aterrado de su primogénito. Suspiró otra vez, parándose a un lado de su escritorio y posteriormente apoyándose en este.
—Escucha, hijo.—inició, hace tiempo que quería tener dicha charla, pero nunca halló el momento adecuado. —Sé que no he estado mucho en casa para educarte correctamente y corregir esos pequeños "defectos". Pero debes saber que quiero lo mejor para ti.—
El mayor continúo hablando, siendo ignorado por Trunks luego de las palabras dichas anteriormente.
Su padre nunca fue muy necesario o relevante en su vida, a veces pensaba que solo vino al mundo para cumplir el rol de su padre una vez este fallezca y no porque deseaban tener un hijo.
Y la idea de ser empresario no le molestaba de todo, el único conflicto que tenía es que detesta las fiestas elegantes, para él son completamente ridículas.
—¿Comprendes?—
Volvió a la realidad en cuanto escucho aquello, asintiendo frenéticamente para que no notase que había dejado de escucharle hace diez minutos.
—Bien.—caminó hasta quedar junto al menor. —Entonces, quiero que cumplas de una vez con tu función. Quiero que...—
El sonido del célular del mayor vibrando sobre el escritorio interrumpió abruptamente al hombre, quien no pudo evitar fruncir el ceño.
Tomó el aparato y contestó la llamada bajo la atenta mirada del pelilila, quien esperaba ansioso a que retomará la oración que dejó incompleta.
—Tengo que irme.—llevó sus manos a sus sienes. —Hablaremos en otra ocasión, puedes retirarte.—
El joven volvió a asentir, levántandose de su lugar y saliendo del despacho a pasos apresurados.
Ciertamente se había quedado con la duda acerca de lo que su padre quería que hiciera para "cumplir con su función".
Lo más probable es que no lo volvería a ver hasta el mes siguiente, así que optó por olvidarse del tema por ahora. En su lugar, debía pensar en alguna actividad divertida para pasar el resto del día.
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