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07

—¡Goten! ¡Goten!—


El mencionado comenzó a abrir sus ojos lentamente al escuchar su nombre repetidas veces. Todo estaba borroso y sentía que su cabeza estaba a punto de explotar.

—¡Niño, despierta!—

Abrió sus orbes negros de par en par por fin, encontrándose con su abuelo frente a él, sujetando sus hombros y sacudiéndolo con brusquedad, suspirando aliviado al verlo finalmente despierto y a salvo. Con solo ver la preocupación adornando cada partícula de su rostro arrugado, no pudo evitar recordar su sueño, ese sueño tan terrible que lo acompaña en ocasiones a la hora de dormir.

Sintió una pequeña picazón en sus ojos, indicándole que las lágrimas estaban por salir; sin embargo, su abuelo lo enrolló con sus brazos antes de que esto sucediera.

—A... abuelo...—se aferró al mayor con fuerza, arrugando un poco su ropa. —Yo...yo...—

—Ya lo sé.—se apresuró a decir antes de que terminará su lloriqueo. Correspondió al abrazo del chico, y acarició con delicadeza sus cabellos y su espalda, tratando inútilmente de calmarlo.

Cabe recalcar que no es la primera vez que esto sucede. No es la primera vez que Bardock se despierta en medio de la madrugada por el llanto desesperado de su nieto proveniente de la habitación de este. Él sabe de sus pesadillas, siempre es él quien se levanta a tranquilizarlo, ya que Goku parece tener el sueño pesado luego de un largo día de trabajo y nunca escucha nada. Precisamente por eso es que no sabe de la constante tortura que sufre su hijo a la hora de dormir.

El anciano se levantó de la cama soltándolo un momento, caminó hasta una de las repisas y de está tomó un conejo de peluche que pertenece al joven que se hallaba llorando en silencio entre las suaves cobijas cuya única función es calmar su llanto.

—Toma.—se lo extendió con su mano temblando cómo si acercarse al chico le diera miedo. El otro lo tomó sin dudarlo y se aferró al muñeco con fuerza. Esperó hasta que el menor se calmará un poco y procedió a hablar: —Goten.—

—¿U... uh?—

—Debemos decirle a tu papá.—comentó, soltando un suspiro y llevando su mano hasta su sien, estresado por la escena ante sus ojos.

—¡N... no!—se sobresaltó al escuchar aquello, reincorporándose en la cama y observando al mayor con sus iris bien abiertos de par en par.

—No puedes seguir así.—cruzó sus brazos sobre su pecho, decidido a no seguir ocultando aquella situación del otro adulto. Es el de cabellos negros con canas quien podía actuar al respecto, él solo es un simple viejo con problemas de demencia. Ciertamente no puede hacer mucho por él.  —Esto no es bueno, y lo sabes.—

—S... si te molesta tener que levantarte por mi, entonces no lo hagas.—colocó el conejito sobre sus muslos, aún soltando unas cuantas lágrimas, pero ya más tranquilo. Acarició sus largas orejas con cariño. —Puedo calmarme yo solo.—

—No es eso, idiota.—le contradijó. En serio odia cuando se pone así: orgulloso y prepotente, incluso cuando está despertando de una pesadilla y él solo trata de ayudarlo. —No me importa tener que levantarme a esta hora para tranquilizarte. Tengo todo el día para dormir.—un sonrojo apareció en las mejillas del mayor. No acostumbra a expresarse así, pero con Goten debía hacer una excepción a su reglamento de toda la vida en no ser cariñoso con absolutamente nadie. —M... me preocupas, pedazo de imbécil.—

El pelinegro pareció asombrarse ante lo dicho por el canoso. ¿Su abuelo preocupado por alguien? ¡Vaya novedad!

Nunca pensó que esa palabra podría salir de los labios de su abuelo ex-militar, pero ahí está, rojo hasta las orejas y con los hombros encogidos de la pena que le provocó decir eso.

Inconscientemente, una sonrisa se formó en sus labios al procesar un poco mejor lo que acaba de escuchar. Bardock, al ver a su nieto sonreír, explotó en ira.

—¡Deja de sonreír, maldito mocoso del infierno!— vociferó, tomando al otro de los hombros y sacudiéndolo repetidas veces, mientras el ajeno reía y se burlaba. Luego de un rato, finalmente se detuvo. —No importa lo que digas, debes hablar de esto con tu padre.—volvió al tema principal, cosa que deprimió nuevamente al joven. —Si no lo haces tú, lo haré yo.—declaró, mirando con el ceño fruncido a su nieto. Como siempre, dándole opciones y ninguna a conveniencia del chiquillo.

Él suspiró.

—Bien.—se resignó por fin. Él prefería no molestar a su progenitor, pero tampoco quería ser una molestia para su abuelo. Fue este último quien estuvo lidiando con sus pesadillas los últimos siete años.

Se abrazó de nueva cuenta a su animal de peluche en lo que el mayor salía de la habitación en busca de algo en el baño. Tras unos minutos escuchando el sonido de unos frascos sacudiéndose y las maldiciones del viejo al no encontrar lo que sea que buscaba, este mismo regresó.

—Ten.—le entregó unas pastillas para dormir al muchacho. Aquellos medicamentos son de su pertenencia, pero las ha estado compartiendo con su nieto desde que sus pesadillas comenzaron, con la única finalidad de que este pudiese conciliar el sueño una vez se despertaba sudoroso y asustado. Sin abusar de ellas, por supuesto. No quería llegar a matarlo.

—Gra... gracias.—murmuró en voz baja y tomó una de las píldoras, para acto seguido introducirla en su boca y recostarse en su cama, con la compañía de su animal de peluche. —Abuelo.—le llamó una vez se percató de que este se estaba yendo de la recámara.

—¿Uh?—paró en seco al oír el llamado.

—Y... yo... necesito tiempo para decirle a papá acerca de esto.—soltó un pequeño bostezo, aquella pastilla ya parecía hacer efecto.

—Sí. Tomate el tiempo que quieras, solo hazlo.—

Los ojos de Goten ya estaban casi cerrándose, pero alcanzó a escuchar lo dicho por el ex-soldado. Sonrió ligeramente, acomodándose de lado para observar a una de las paredes de su cuarto, y le permitió a sus párpados pesados se cerrarse, hundiéndolo en un sueño profundo.

El escándalo producido por el despertador lo sobresaltó, sacándolo de su zona de confort. Seis de la mañana. Tenía que levantarse para ir al colegio. Se incorporó sobre su cama, mientras las mantas se deslizaban por sus brazos suavemente, y se quedó allí por unos minutos antes de levantarse. Solamente pensando y divagando en su mente.


El ruido de algo impactando contra el suelo lo sacó de sus pensamientos. Se asomó a mirar hasta los pies de su cama, y allí, pudo ver a su pequeño conejito de peluche tirado en el pavimento. Soltó un gemido, y se apresuró a recoger a su compañero de pesadillas.

—¿Cómo te caíste?—preguntó en un susurro, como si fuese capaz de responderle, mientras palpaba un poco el objeto, apartando una que otra capa de polvo.

Colocó el muñeco sobre su pecho, tumbándose nuevamente sobre el colchón y rebotando sobre el mismo, pero está vez no sonrió ni mucho menos jugueteó al momento de hacerlo.

Ahí es cuando volvía a las mismas interrogantes de siempre. ¿Por qué? ¿Por qué él? ¿Qué está pagando? ¿No puede simplemente dejar el pasado atrás y seguir con su vida? Todos lo están haciendo, ¿Por qué él no? ¿A dónde más se tiene que ir para poder olvidar aquel suceso?

La respuesta es simple: No puede escapar.

La puerta se abrió con lentitud, revelando para el asombro de nadie, al mayor de los Son, quién parecía extrañado de que aún esté en su cama a esas horas.

—Hola, Goten.—saludó el canoso. Como siempre, entró sin tocar, una mala costumbre que tiene desde siempre.

Miró con lástima y devastación las lágrimas deslizándose por los pómulos ya rosados de su nieto, hasta caer sobre su almohada debido a la posición en la que estaba. Se aferró con fuerza a su conejo, arrugando la suave tela de lana que le daba forma. Suspiró profundamente, acercándose a él con lentitud, y pasando su dedo pulgar por debajo de sus ojos con cuidado en cuanto se percató de su presencia.

—No resolverás nada llorando.—estaba harto de repetir lo mismo. —Debes seguir, Goten.—tragó grueso al ver como sus sollozos se intensifican. Odia verlo llorar y por lo que ve, sus palabras no sirven como consuelo para el menor. —Debes entender... que tu hermano no regresará, sin importar cuanto llores. No volverá.—

Aquella frase fue más que suficiente para que el muchacho comenzará a llorar sin reparo alguno y con más fuerza que hace horas atrás. El anciano sintió como su pecho se contrajo al verlo de esa manera. Sin duda era una vista deprimente, apesar de lidiar con el mismo llanto a menudo.

No hizo nada más que abrazarlo, dejando que el pequeño soltará todo el dolor acumulado que día a día ocultaba con un semblante serio para algunos y una sonrisa para sus conocidos. Las manos del menor se aferraron con fuerza a la tela de su ropa, mientras la parte delantera se empezaba a empapar de lágrimas saladas. Esas lágrimas que juró evitar a toda costa, pero en el fondo sabía que no tenía ese poder.

No podía devolverle la inocencia que le fue cruelmente arrebatada por alguien que ya no está aquí para ver los estragos que sus decisiones causaron. Ni mucho menos borrar de su mente la escena que se reproduce como una vídeo dentro de su cabeza.

—Goten...—llamó una vez el joven pareció calmarse un poco. —Levantate, debes ir a la escuela.—

—E... él.—gimoteó, sorbiendo su nariz con dificultad. El de la cicatriz le miró con atención. —Él dijo que me amaba... era... era mentira, ¿V... verdad?—cuestionó, sus grandes orbes brillaban por la presencia de las lágrimas y su respiración entrecortada le daba la terrible sensación de angustia que tanto odia con toda su alma sentir.

Tembló notoriamente. La respuesta está en la punta de su lengua, pero ciertamente no quería que su nieto inundará la casa con sus lágrimas, así que le diría lo que en el fondo sabía que el menor deseaba escuchar.

—N... no.—pasó su mano por las hebras azabaches, acariciándola por quién sabe cuántas veces. Goten noto su mano temblar. —Él te amaba mucho.—

No lo sabía.

No sabía sí él de verdad amó a su hermanito cómo todo el mundo dice. Es imposible saber los pensamientos de alguien fallecido, aunque sus acciones le dejaban en claro que ese chico no apreció mucho a su familia durante el tiempo que estuvo con vida. En realidad, nunca fue muy unido a ese joven como lo era y sigue siendo con Goten. Simplemente lo quería por el hecho de ser de su misma sangre y no porque alguna vez se hayan relacionado a profundidad.

Se sentía una mierda por admitirlo. Siempre se ha dicho que los abuelos quieren a todos sus nietos por igual, no a uno más que a otros. Pero él sencillamente no supo empatizar mucho con ese niño.

Es un cobarde. Demasiado, diría él. Ni siquiera tiene las agallas suficientes como para decir su maldito nombre, quiere pensar que es por Goten, pero no, él sabe que no se trata del menor en su totalidad... tal vez era culpa o arrepentimiento por una tragedia que, según él, pudo evitar de no haber estado fuera del país en el momento en que la bomba explotó sobre su familia para dar inicio a una pesadilla de la que aún luchan por despertar. Pudo evitar que su nieto más pequeño vivierá el trauma más grande de su vida. Pudo evitar que su hijo se derrumbará de una manera tan aterradora y escalofriante que ya no es capaz de saber si él de verdad está bien con su vida, o si por el contrario solo finge. Incluso pudo evitar todo el infierno por el que pasó Milk, a pesar de que ella nunca le agradó mucho.

Pudo evitar que él muriera en primer lugar.

—Goten.—llamó, atrayendo la atención del miserable chico. Sujetó una de las mejillas del menor con sus arrugadas y desgastadas manos, acariciándolas con sus dedos pulgares delicadamente. —Ve a la escuela.—fue una orden, pero al mismo tiempo una suplica. Ya no quiere verlo así, necesita estar solo por unas horas para desahogarse de alguna manera.

—Si...—asintió lentamente, secando sus pómulos mojados. A ese paso se iba a quedar sin lágrimas.


—¿Estás bien?—el pelilila a su lado preguntó, mirándole con una ceja levantada.

—Sí, ¿Por qué?—preguntó de vuelta, sin dejar su lectura de lado.

—Uh... te ves cansado.—no sabe muy bien como explicarlo, pero su compañero no se ve para nada bien. Ciertamente no es estúpido y notó el estado de tristeza en el que estaba sumido desde que llegó al colegio casi arrastrando los pies.

—Estoy bien.—su voz átona no se hizo esperar, trayendo como consecuencia que el contrario suspirará.

Sabe que es completamente inútil seguir preguntando si él no quiere decirle, por lo que decidió cambiar de tema.

—Oye, oye.—tocó suavemente el hombro del pelinegro, logrando captar su atención. Los orbes azabaches puestos en su persona lograron que los pelos se le pusieran de punta. —Eh... ¿Sabías que las elecciones estudiantiles inician mañana?—esa información no era relevante, lo sabía, pero estaba aburrido y quería tener un tema de conversación.

—Oh, que bien.—dió vuelta a la página. —¿A qué viene eso? ¿Quieres ser presidente del consejo estudiantil?—

—¿Qué dices? Claro que no.—negó rápidamente, estirando sus brazos con pereza. —Digo, tengo el promedio perfecto para ser el presidente, pero... no me interesan tanto esas cosas.—hizo un vaivén con su mano, en señal de desinterés.

—Es una lástima.—expresó el menor, volviendo su mirada a su libro. —Ser presidente de la escuela sería genial.—

Trunks giró rápidamente su cabeza hacía el pelinegro, interesado por su comentario.

—¿Eso crees?—

—Uhm, sí, es un trabajo que conlleva mucha responsabilidad.—se encogió de hombros, algo incómodo por expresar sus pensamientos frente al pelilila. —Si yo fuese presidente, lo más seguro es que me la pasaría todo el día ocupado... m... me gustan ese tipo de compromisos.—

Lo miró con atención, acentuando una cálida sonrisa en sus labios al notar lo nervioso que se había puesto solo por expresar una simple opinión que a cualquiera le daría igual, pero para él, era como una forma de tener más acceso a sus pensamientos.

Era adorable. Sus hombros encorvados en una mala postura, acompañado de sus orbes desviados hacia el lado contrario de donde estaba, como evitando la mirada "acusadora" con la que estaba acostumbrado a ser visto. Desprendía tanta tímidez, que no podía hacer nada más que sonreír, ocultando sus ganas de chillar y abrazar aquel lindo y adorable niño tímido.

—¿Sabes, Goten?—

El mencionado volvió su vista hacía él, notando como lo observaba con una mirada gentil que no hizo más que aumentar sus nervios. La mano que repentinamente se posó sobre su cabeza lo dejó aún más desencajado que antes, y sin más, bajó la cabeza de manera sumisa.

—Tal vez no sea mala idea.—

Sin previo aviso, la mano gruesa comenzó a moverse de lado a lado, despeinando todo el cabello a su paso, arruinando la dedicación que le había metido a su peinado esa mañana antes de salir de casa. Quizás en otro momento, habría reaccionado agresivamente; pero ahora, a Goten no podía importarle menos el hecho de estar siendo acariciado por su molesto compañero, ese chico que de alguna manera le hacia revivir emociones que él pensaba estaban muertas bajo esa capa de hielo y rabia consigo mismo.

Por un momento, su mente se enfocó en las reconfortantes caricias y en las risillas que soltaba el mayor de vez en cuando. Los dedos deslizándose por sus cabellos con fácilidad lograron ponerlo en un estado de relajación, apesar de seguir consciente de que están en un lugar donde todos podían ver lo que estaban haciendo. No era nada indebido, pero el hecho de que un hombre tocará a otro de esa forma... daba mucho que decir.

Entrecerró sus ojos, suspirando y al mismo tiempo liberando la inquietud en la que estuvo esa mañana. Al parecer, los continúos abrazos que su abuelo le daba para calmarlo cada vez que lloraba, no eran suficientes a comparación de aquellas tiernas caricias.

Trunks lo acariciaba con cariño, cosa que le sorprendió, pero no sé quejó hasta que este mismo habló:

—Hey, no te duermas.—

El comentario lo hizo abrir abruptamente sus ojos, aún sin saber en que momento los había cerrado para empezar. Trunks rió divertido, apreciando en primera fila la expresión confundida de su amigo.

—¿Ya te sientes bien?—

—¿Bi... bien—repitió, algo atontado pues el otro aún posaba su mano sobre su cabeza, pero había dejado de acariciar.

—Sip.—colocó su rostro sobre su mano, con una sonrisa de oreja a oreja. —Parece que te gusta que te acaricien.—rió, llevando su otra mano a sus labios.

Goten bajó su mirada, apenado por dejarse llevar de manera impulsiva. Suspiró con cansancio, cerrando sus ojos. El día no estaba ni cerca de terminar y ya quería lanzarse de un quinto piso de cabeza.

—Eso... no es cierto.—declaró, llevando su mano al costado de su rostro para ocultarse de la vista del mayor. —Solo... estaba teniendo un mal día.—

Trunks parpadeó repetidas veces, mirándole triunfante por conseguir que admitiera lo que ya sabía. Celebró internamente, luego se corrió en su silla para estar más cerca de él nuevamente.

—¿Quieres hablarme sobre eso?—preguntó con un tono suave y comprensivo. Él era demasiado empalagoso, Son ya se había percatado de ello.

Negó, moviendo su cabeza de lado a lado a modo de respuesta.

—Está bien.—nuevamente posó su mano sobre la cabeza de su contrario. Él se estremeció, pero se mantuvo impacible en su lugar. —Me alegra que te sientas mejor.—

Brief apreció con sorpresa como un pequeño bufido se escapó por los labios rosados de Son. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para contener su risa, no quería hacerlo enfadar y arruinar el hermoso momento que ambos estaban teniendo.

El aula reinó en silencio y Trunks apartó su mano con lentitud de las melenas azabaches, bajo la atenta mirada de sus compañeros de clase. Sin embargo, Trunks no prestó atención de lo que seguramente estarían pensando y volvió su mirada a la pizarra, pues el docente de su siguiente clase ya había llegado.

Su amistad estaba tomando un rumbo muy extraño.


[EDITADO 21/4/22]

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