03
Trunks se sentía más y más confundido con cada día que transcurre, para muchos normalmente, pero él no podía compartir dicha opinión.
Es decir, ¿Qué ocurre con ese chico cuyo nombre es Goten? No lo sabía, pero su comportamiento le resultaba extraño, demasiado a comparación de otras personas que ha conocido a lo largo de su corta vida.
Desde aquel día en que el pelilila lo defendió de su compañero, ha estado sintiendo una enorme curiosidad por él, que crecía con cada cosa que conocía de él. Siempre se acercaba a hablarle, sin embargo, él le respondía con respuestas cortas y se despedía sin más.
Parecía no querer tenerlo cerca en lo absoluto, y Trunks no entendía por qué.
—He notado que siempre traes libros diferentes, ¿Puedo saber que lees el día de hoy?—preguntó, sonriendo como de costumbre.
Ahora se sentaba con él todos los recesos en una mesa en la cafetería apartada de las demás. El pelinegro no entendía del todo la razón de esto, sabía que nadie haría eso por nada, él estaba seguro de que algo quería de su persona.
—No lo sé, un libro que encontre en mi casa.—hablo como si no tuviera importancia, sin apartar la mirada del objeto de lectura.
Ya era bastante común, Trunks se había acostumbrado a que nunca lo mirase, pero debía admitir que estaba comenzando a irritarle ese detalle.
—Oh.—se acomodó en su lugar, dando por finalizada la plática, tan corta como el resto.
Un silencio incómodo (Para Trunks) se hizo presente en el ambiente. Estaba cansado de que en esas dos semanas que llevaban conociéndose, Goten no mostrase ningún tipo de interés o tan siquiera se atreviera dar una respuesta que sobrepasará quince palabras. Era él quien hacia las preguntas y las respuestas de Goten se basaban en: "Si" "No" "No lo sé" u otra cosa, pero todas las respuestas tenían en común que la gran mayoría eran igual de cortas.
Pero eso no era todo, el hecho de que Goten no fijará su atención en él era lo que más le fastidiaba.
—Goten.—llamó luego de un rato reflexionando acerca del chico.
—Hmm.—
—Mírame.—
Otro silencio aún más incómodo que el anterior hizo aparición.
—¿Por qué?—colocó su preciado libro sobre la mesa, aún sin levantar la mirada hacía el ajeno.
—Es que... no me has mirado ni una sola vez en todo este tiempo, es bastante raro, ¿Sabes...?—rascó un poco su nuca, desviando su mirada a su grupo de amigos que charlaban alegremente en otra mesa. Al reconsiderar sus palabras dentro de su cabeza, un ataque de nervios se apoderó de él y volvió su mirada a su compañero de clase. —¡N...no estoy diciendo que seas raro, s...solo...!—
—No entiendo... ¿Por qué debería hacerlo?—interrumpió, suspirando con irritación. Ese chico le parecía ruidoso y molesto.
—B...bueno...-lo miró algo desconcertado, ¿Ahora que debía decirle? Siempre fue bueno con las palabras, ¿Por qué ahora su cabeza estaba en blanco?
—Solo somos unos simples desconocidos.—
Tal vez eran respuestas cortas, pero tenían un impacto bastante fuerte en Trunks.
—Debo irme.—se levantó de su asiento, tomando su libro y colocándolo debajo de su brazo. —Con permiso.—
Brief entreabrió un poco sus labios al notar que se estaba yendo, extendió su mano en su dirección, como si eso pudiera evitar que se fuera, pero le estaba dando la espalda como para que pudiera notar que le estaba llamando. En ese caso, tuvo que usar las palabras.
—¡Espera!—
Goten ignoró su, por alguna razón, desesperado grito; continúo caminando a su propio ritmo hasta que sintió una mano ajena posarse sobre la suya, áspera y algo grande. Giró su cabeza para ver de quién se trataba, encontrándose con la azulada y seria mirada de su antiguo acompañante.
El de orbes azules estiró su mano libre, sin soltar la mano del contrario, este tembló ligeramente al sentir el tacto. Un pequeño gemido se escapó de sus labios carnosos al revelar de una vez por todas el rostro que tanto había ansiado ver. Estaba tan concentrado en ver hasta la más mínima facción que incluso tuvo que posar su mano con descaro sobre su mejilla para ver todo a lujo de detalles.
Comparada con la suya, la piel de Goten era realmente pálida; sus labios rosados estaban entreabiertos debido a la sorpresa y su nariz era perfilada y puntiaguda. Se veía delicado, esperaba más rasgos varoniles una vez viera su rostro, pero sin duda, lo que más le llamó la atención de su apariencia fueron sus ojos, grandes y azabaches como su cabello, brillando como dos pequeñas estrellas que lo miraban fijamente por primera vez en todo ese tiempo que llevaba sabiendo de su existencia.
Sintió como se perdía en su mirada, como si en ella hubiese un remolino que giraba y giraba haciendo que él no pudiese parar de mirarlo ni por el más mínimo segundo.
—¿Q-qué...?—Goten estaba confundido ante la forma en como se le había quedado mirando de repente. A sus espaldas pudo percibir la mirada de todos los alumnos en aquella cafetería sobre ellos, por lo que su primer impulso fue zafarse del agarre del mayor y escapar de allí.
Brief se quedó inmóvil en su lugar, sin reaccionar, viendo como aquel chico se marchaba; al poco tiempo, otros de sus compañeros comenzaron a rodearlo y a hacerle preguntas.
—¿Qué paso?—
—¿Por qué estabas con él?—
—¿Te hizo algo?—
—¿Quieres que lo sigamos y le demos una paliza?—
Lo único que hizo fue hacer caso omiso a todas esas interrogantes y salió corriendo de la cafetería, procurando que nadie lo siguiera. Buscó a ese muchacho en todos los sitios posibles: el baño, el patio de descanso, el gimnasio, incluso en el cuarto de escobas.
No pudo encontrarlo. Soltó un suspiro de cansancio y comenzó a caminar cabizbajo rumbo a su salón de clases, pues la campana ya había sonado, retumbando en cada rincón del instituto hasta llegar a sus oídos.
Al llegar a dicho sitio, se golpeó mentalmente al ver a Goten sentado en su púpitre con la cabeza posada sobre sus brazos.
"¿En serio? ¿No se te ocurrió buscar aquí? Que idiota eres, Trunks"
Pensó, poniendo los ojos en blanco por su propia inteligencia. Quien sabe, si hubiese llegado al salón antes, tal vez pudo encerrarse en dicho lugar con él y resolver sus asuntos.
Quiso acercarse y disculparse por obligarlo a mirarlo forzadamente, pero se dió cuenta de que sus compañeros estaban comenzando a llegar, y optó por sentarse en su asiento y pensar en una buena disculpa.
Cabe recalcar que no pudo apartar su mirada de él en todo el día.
Ya en la salida, el pelilila tuvo que utilizar sus mejores técnicas de evasión, para así esquivar a todos sus amigos y admiradoras. Miraba hacia todos lados, buscando algo característico que pudiese guiarlo hasta él, hasta que recordó donde lo había visto irse por última vez.
Atravesó el instituto corriendo a la velocidad que le permitían sus delgadas piernas. Chocaba con personas a su paso, pero a él solo le bastaba diciendo un "Lo siento" y un "Con permiso"
Al llegar a la parte trasera del instituto, empujó la puerta de metal con su hombro y logró verlo guardando sus cosas en su respectiva mochila, listo para marcharse de allí.
—¡Goten, espera!—alcanzó a exclamar.
Volvió a hacer un esfuerzo y correr hacia él antes de que se fuese a su hogar, y cuando estuvo cerca, colocó sus manos sobre sus rodillas para recuperar el aliento perdido.
—¿Qué quieres?—casi escupió las palabras. Ese tal Trunks ya lo tenía harto.
Aquella neutralidad que siempre yacía en las expresiones del joven Son, parecían ser opacadas por el enojo que sentía hacía sus acciones. Su ceño fruncido y su mirada reprochante lo delataban. El hecho de que la primera emoción que Trunks pudo ver reflejada en su rostro fuese el enojo, solo lo hacía sentirse más culpable.
—Y...yo.—llevó su mano hasta su pecho, tratando de regular su respiración para hablar correctamente. —L...lo siento. No debí... actuar de esa manera tan salvaje.—se reincorporó para mirarlo. —E...es solo que me daba curiosidad saber como eras y... ¡Lo lamento!—hablaba a gran velocidad, desesperado de que aceptará su extraña y confusa disculpa.
Nuevamente hubo silencio por unos momentos que a Trunks le parecieron eternos, hasta que el semblante del menor volvió a ser sereno.
—Está bien.—no sabía con exactitud si lo perdonó por simple lástima, o porque en serio lo notó arrepentido. Pero juraba que el mayor estaba a punto de llorar si no reaccionaba a tiempo y... digamos que a él no le agradaba ver llorar a nadie. —No te preocupes por eso.—
Trunks no se sentía del todo satisfecho. Quería hacer algo más por él, tal vez un favor o alguna cosa que quisiera. No le interesaba gastar un poco de dinero si era para sentirse mejor consigo mismo.
—¿Ha...hay algo que pueda hacer por ti para recompensar mi curiosidad?—sugirió lo primero que se le ocurrió.
—No no, gracias.—suspiró, tomando su mochila que descansaba sobre sus hombros en brazos, y se dió la vuelta, ocultando esos redondos y grandes orbes de la vista del ajeno.
Sintió desesperación. Como si ver aquel rostro que le pareció ángelical desde el primer instante, se hubiese convertido en su nueva adicción. Tenía que evitar que se fuera. Su pecho estaba apretado, no está seguro si por simple culpa o por su tan característica indiferencia.
—N... no digas eso.—sostuvó su muñeca, evitando que se marchara. —Y...yo, sé que quieres algo, puedo ofrecerte cualquier cosa que quieras.—insistió una vez más, mirándole con ojos suplicantes.
—Gracias por tu oferta, pero no.—volvió a rechazar, y se soltó de su agarre. Que molesto, ¿Cuando lo iba a dejar en paz?
Oh, pero Trunks no se quedaría allí parado de brazos cruzados. Claro que no.
—V... vamos, ¿Ni... ni siquiera un algodón de azúcar? ¿Qué te parece si vamos por uno ahora mismo?—
Era el colmo. Goten se dió la vuelta, harto de su insistencía y le miró con la expresión de enfado más realista que le pudo salir
—Te dije que n...—
Fue bruscamente interrumpido por el necio pelilila, quién tomó su mano atrevidamente y comenzó a caminar en la dirección opuesta de donde yacía su hogar. Apenas gimió del susto que el repentino jalón le provocó, y por un momento se sintió desubicado, hasta que las intenciones del mayor fueron claras en su mente.
—¡O...oye, te dije que no!—se quejó una vez salió de su pequeño shock. Trató de zafarse, pero al parecer el otro no tenía intenciones de dejarlo ir.
—¡Vamos! Te encantarán, de eso estoy seguro.—giró su cabeza por unos momentos para mirarle. Una suave, pero encantadora sonrisa se esbozó en sus labios, tratando de brindarle la confianza que obviamente no tenían.
Al final, su truco funcionó; Goten pareció calmarse después de eso y fijó su atención en alguna otra cosa a su alrededor para evitar golpearlo allí mismo por su insolencia.
Había pasado mucho tiempo desde la última vez que alguien sostuvo su mano de esa manera, no pudo pasar por alto este hecho y al mismo tiempo se sintió algo incómodo por las comparaciones que su cerebro estaba haciendo.
Ni siquiera notó el momento en que Trunks detuvo su caminar y le miró nuevamente con aquella sonrisa que volvía locas a las chicas. Al parecer, no era un mito eso de que Trunks Brief es el chico más guapo de toda la escuela y que con una sola sonrisa de parte suya, era más que suficiente para alegrarte el día y de paso, crear fantasías en tu mente con aquel chico tan lindo.
Pero para Goten solo era otro adolescente más en está vida. No era la última bebida en el desierto, aparte de ser un fastidio en su opinión.
Paseó su mirada con detenimiento por el nuevo lugar. Habían llegado a un pequeño puesto, donde un señor de edad un avanzada se encontraba vendiendo algodones de azúcar de diferentes colores a los niños.
—¿De qué color lo quieres?—el pelinegro dirigió su mirada hacía el pelilila en cuanto escuchó la interrogante.
—Verde, por favor.—
—¿Verde? ¿Ese es tu color favorito?—se aventuró a preguntar, sin ocultar o disimular su curiosidad.
Goten asintió lentamente, metió su mano a su bolsillo en busca de algo de dinero que luego le ofreció a Brief para que pagase su golosina.
—Oh, no te preocupes. Yo pago.—sonrió con amabilidad, llevando sus manos a los hombros de Goten. —Mientras tanto, tú quedate aquí.—le dió un suave empujón hasta dejarlo sentado en una de las bancas de dicho lugar.
Goten suspiró, mientras veía al otro alejarse a pasos rápidos en dirección al puesto de algodones de azúcar. Miró con sorpresa el como saludaba al hombre, tal como si lo conociese de toda la vida. Eso le dió a entender que había ido a ese lugar más de una vez.
Volvió a suspirar por... ya perdió la cuenta de la cantidad de veces en las que lo ha hecho, está vez fijando su vista en el cielo. Mirar aquel espacio de color anaranjado con ciertos tonos amarillos le traía muchos recuerdos, recuerdos de lo bella que alguna vez fue su niñez; las tardes de diversión, las noches donde se quedaba despierto hasta tarde a escondidas de sus padres para comer golosinas aún cuando no tenía permitido hacerlo, o los fines de semana donde iba al parque a jugar y se recostaba en el césped para mirar ese mismo atardecer que estaba presenciando ahora.
Todo eso en compañía de la persona que más amaba en el mundo, por supuesto.
No tenía muchos recuerdos de aquella época, era un niño pequeño después de todo. Es bastante irónico que los recuerdos felices no duran ni la mitad de tiempo que los terroríficos.
Aquellas escenas que recuerda al pie de la letra, y que se reproducen en su cabeza cada noche apenas cierra los ojos.
—¿Estás bien?—el joven se sobresaltó al escuchar aquella voz energética. —Lo lamento, no quise asustarte.—rió al ver su mueca de susto. —Aquí tienes.—le ofreció el algodón de azúcar verde.
—Gra... gracias.—se reincorporó, aún afectado por el reciente susto, volviéndose a sentar correctamente y elevando su mano para tomar el palito que sostenía el algodón. Sus dedos rozaron un poco con los del contrario al realizar la acción, pero paso por alto ese detalle.
—¿En qué pensabas?—el pelilila se sentó a su lado en la banca, mirándole con cierta duda.
—Nada importante.—le dió un pequeño mordisco al suave algodón. Estaba delicioso, no iba a negarlo.
—Está bien, supongo.—repitió el mismo movimiento que el pelinegro, y volvió a preguntar. —¿Por qué no hablas mucho?—
—¿Por qué preguntas demasiado?— cuestionó el menor de vuelta, entrecerrando sus ojos.
Seguía pensando que el pelilila quería algo de él, nadie le invita un algodón de azúcar, ni hace tantas preguntas a alguien por nada.
—¿Te sientes incómodo por mis preguntas? Si es así, lo siento.—se encogió de hombros. —Es solo... que soy muy curioso con las personas nuevas.—
—Lo noté.—
Trunks no pudo sentirse más avergonzado y nervioso ante el siempre presente silencio, por lo que no podía quedarse callado, nunca lo hacía.
—¿S...sabes? Tienes unos ojos hermosos.—rió nervioso. No se le ocurrió otras cosa que pudiera romper la tensión más que un elogio hacía sus lindos orbes.
Goten se sorprendió ante ese inesperado comentario. Tembló en su lugar sin saber que decir exactamente, nunca habia sido elogiado por alguien aparte de sus padres, aunque no era una mala sensación si lo pensaba con claridad.
—¿Eso crees?—
Trunks estaba seguro de que su corazón estaba latiendo desesperado. No sabía desde cuando había comenzado a pensar en voz alta, pero no le agradaba para nada hacerlo.
No sabía como arreglar la situación, estaba bastante asustado. Cerró con fuerza sus ojos y se aferró a la banca, como si estuviese evitando salir corriendo.
—S...sí.—
—G...gracias.—
Su aire sombrío se había esfumado por un momento, siendo reemplazado por uno más cálido y tímido. Trunks notó esto, y no pudo evitar sonreír un poco ante su nueva actitud, que, para él le resultó un tanto adorable.
—No es nada, solo digo la verdad.—agregó con orgullo, satisfecho de tener un efecto positivo.
Goten desvió su rostro al lado contrario de su compañero, claramente este no podía ver el leve rubor que adornaba sus mejillas, porque de ser así, ya estaría muriendo de lo tierno que se veía.
—Y...yo, ya tengo que irme.—se levantó apresurado, sacudió un poco sus ropas y agitó sus manos buscando limpiar algún rastro de suciedad en ellas.
—Un momento.—lo detuvo, tomando su mano, se había acostumbrado ya a hacerlo. —Tú... ¿Qué es lo que piensas de mi?—
Vio como su compañero parpadeó un par de veces al oír su pregunta. No es que fuese muy importante lo que otros pensarán de él, simplemente quería saber que impresión tenía el pelinegro de él hasta ahora.
Goten bajó la mirada, titubeando en si responder o no, pues la sonrisa de oreja a oreja y los ojos completamente abiertos del otro le ponían nervioso.
—Tu sonrisa da miedo.—
Bien, no se esperaba eso.
Al parecer, ganarse su amistad iba a ser más difícil de lo que creía.
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