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02

JungKook

Aprieto el lápiz entre mis dedos con la seriedad palpable en mi rostro mientras observo las risitas secretas que HeeSook y MinHo se dan en medio de las clases. Sé que Jimin a mi lado me pellizca para que deje de mirarlos, pero es que la verdad no puedo verlos juntos mientras que para colmo ellos siempre se sientan frente a mí.

JungKook ya basta, ayer cuando viste esas fotos te prometiste que trabajarías en ti y tus defectos.

— Cuidado los apuñalas con tu mirada hombre. — Jimin murmura a mi lado y parpadeo resoplando cuando la campana por fin suena para dejarnos salir.

Ya caminando afuera en los pasillos Jimin me sujeta del brazo.

— ¿Qué pasa? — pregunto serio y él me mira fijamente. Abre los ojos con cansancio y me mira con súplica.

— JungKook basta, deja de actuar como si aún fuese tu novia, no es justo para ella y no es bueno para ti... tienes que aprender a soltar amigo. — dice quejándose y yo miro a otro lado con el sentimiento de que en verdad mi mejor amigo tuviese razón.

— Es complicado. — digo cansado también y Jimin asiente.

— Sé que es difícil echar tres años de noviazgo por la borda en cuatro meses. — me dice entendiendo mi situación.

— Fuimos novios desde que éramos unos críos... ambos tuvimos nuestra primera vez juntos. Es... difícil olvidar todo así como así Jimin. — le digo en un murmullo y él asiente comprendiendo. Él lo sabe porque somos amigos desde que tenía siete años y él nueve.

— Lo sé ¿acaso no recuerdas quien te dio los condones? — Menciona riendo y me hace reír a mi también.— se que tú le volaste la tapa y ella te desfloró pero ya... eso es una etapa que debes dejar pasar.

— ¿Crees que en algún momento me recuerda? — le pregunto pensativo y él hace un ruido de queja.

Se acerca a mí y murmura cerca de mí rostro.

— Una mujer jamás olvida su primera vez, ella te recordará con cariño a pesar de todo, porque fuiste su primer amor y ella el tuyo. — murmura y por un momento algo cálido cubre mi corazón.

— No sé porqué temo que será el único. — añado decaído y él rodea mis hombros para hacerme caminar junto a él.

A la salida de la facultad nos los volvemos a encontrar hablando seriamente en las puertas del edificio. Parecen discutir algo por la seriedad que desprenden sus rostros. Me quedo mirándolos fijamente incluso cuando los estamos dejando atrás. Jimin me empuja un poco para hacerme reaccionar y su susurro es letal.

— Ya eso no es tu problema. Abstente de meterte en líos de parejas de tu ex. — Sí, en verdad es la cruda realidad.

— Bien, lo haré, me pondré a pensar en mí de ahora en adelante y la dejaré vivir. — digo con un nudo en la garganta y Jimin a mi lado sonríe orgulloso para luego sacudir mi hombro.

— Así se habla. — me felicita. Ríe suavemente y caminamos directamente a mi auto.— ¿Sabes que es lo mejor para empezar a pensar en ti? — niego aunque sé que quiere decir. Solo que lo veo tan emocionado que no quiero cortar su inspiración.— un buen cambio de look. — sonríe poniéndose frente a mí. Sus manos en mis hombros me mantienen firme para ver esa amplia sonrisa que sé que es traviesa por dentro por la idea loca que le cruza por la mente.— empecemos por teñir este cabello morado que tienes, bueno ya ni es morado ahora parece borgoña ¿Por qué te descuidaste así eh?

Ruedo los ojos y camino hacia la puerta de piloto para entrar en este y así Jimin me siga. Al estar ambos en el auto procedo a encenderlo y él de inmediato como siempre lo hacía conecta su teléfono al Bluetooth del auto y coloca su música favorita. Niego lentamente con una sonrisa interna.

A pesar de sus locuras le agradezco al cielo por darme un amigo como él. Siempre está ahí para mí.

Al estar ya varios minutos en carretera Jimin me golpea en el brazo repetidamente. Frunzo el ceño y aparco el vehículo para mirar qué es lo que quiere.

— ¡Aquí, aquí! Vamos allá — apunta a la peluquería de el otro lado de la calle y lo miro con mi ceja alzada.— ¿Qué? Es la mejor peluquería de la ciudad, te harán lucir hermoso otra vez, ya verás.

— Jimin no. En verdad no es necesario...

— Tu boca dice una cosa pero tu pelo suplica otra. — me regaña con la mirada y procede a bajar del auto rápidamente. Se inclina en la puerta y me mira.— apúrate que hay trabajo que hacer.

Suspiro y le pido a dios para que me ayude en este día, porque seguro me dará un dolor de cabeza al llegar a casa.

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