capítulo O2.
Al otro día llegó a la oficina más temprano de lo habitual. Había despertado a la madrugada cubierta de sudor y tiritando en el suelo del gimnasio. No pudo volver a dormir por lo que prefirió levantarse, desayunar algo sustancioso y encaminarse a sus labores.
Como nunca, todas las personas que integraban su piso la voltearon a ver apenas ingresó y es que la noticia de que debería trabajar en conjunto había corrido rápidamente. Se encerró en su oficina con una velocidad increíble, quería volver a ser la Lisa que pasaba desapercibida, ahora sentía que todos podían sentirla a través de los supresores y eso la ponía sumamente nerviosa.
Intentó distraerse con varios casos, incluso le dio vueltas y vueltas al del omega desaparecido pero no podía concentrarse. Sentía a su loba luchar por superar la barrera de los supresores y despertar, pero no podía ingerir otra dosis, ya sería demasiado.
Dos golpes en su puerta la alertaron de inmediato. Ni siquiera le permitieron dar el pase cuando esta ya estaba abierta y por ella ingresaban su jefa y otra alfa más.
Sus ojos escanearon rápidamente de arriba a abajo, deteniéndose principalmente en los fuertes ojos castaños de la contraria. La estudió un par de segundos, y disimuladamente olfateó su aroma. Café recién hecho. Olía demasiado atrayente incluso para su propio bien.
Sacudiendo la incomodidad que se había instalado en la base de su nuca, se puso de pie pero se mantuvo detrás del escritorio, no hizo amago de acercarse a la alfa y esta tampoco rebasó los limites impuestos.
Era tan guapa, el uniforme le sentaba de maravilla, pequeñas ondas se formaban en las puntas de su cabello rubio y lucía demasiado atlética. Lisa pensó que podría llegar a ser alguien amable pero tampoco quería acercarse tanto como para comprobarlo.
—Manoban, le presento a su nueva compañera, la agente Roseanne Park. —su jefa se hizo a un lado para que estrecharan sus manos.
Al principio Lisa se notó desconfiada, sin embargo, no quería levantar sospechas por lo que optó por estirar su mano. La de la alfa la rodeó sin inconvenientes pero apenas se tocaron una chispa le recorrió el brazo entero, haciendo que la retirara de inmediato.
La alfa lucía igual de sorprendida que ella, incluso se podía apreciar en cada rasgo de su rostro aunque no dijera nada.
—Yo... Está bien. —fue lo único que atinó a responder.
—La agente Lalisa Manoban se encargará de ponerte al día con el caso más importante que tenemos. No fallen.
La capitana Kim abandonó la habitación dejándolas solas. Lisa tenía una rara sensación que le nacía desde el bajo vientre hasta la base de la garganta. Era como una quemazón que no la dejaba pensar con claridad. Creía sentir como las paredes a su alrededor se achicaban hasta dejarla encerrada en una mínima porción de materia.
Debía salir de ahí.
Tomando su bolso e ignorando la mirada confundida de la alfa, salió corriendo. La loba dentro suyo comenzaba a esforzarse en despertar y no lo podía permitir.
Algo en el toque, el aroma y la presencia de la otra mujer había hecho que sus sistema se reactivara y por momentos como este es que odiaba lo que el destino había hecho con ella.
Se encerró en el primer baño que encontró. Desesperada revolvió entre las miles de cosas que tenía dentro de su maleta. Separó de su camino papeles, comida, medicamentos de primeros auxilios, balas y gas pimienta. Por más que se esforzaba no daba con lo que realmente necesitaba.
—Mierda... ¿Dónde las dejé? —Lisa agarró sus cabellos con fuerza sintiendo su loba luchar más y más—. ¡Detente!
Se dejó caer de rodillas sobre el suelo de dudosa pulcrosidad. Vacío su bolso por completo hasta que por fin al fondo del mismo y de entre dos carpetas, cayeron las tan anheladas pastillas.
Creía poder llorar cuando la calma la invadió, su loba por fin se estaba apagando y eso era lo que necesitaba para poder concentrarse en algo más que no fuera la alfa en su oficina.
Bebió un sorbo de agua de la canilla del baño y con la misma se acomodó el flequillo. A paso lento pero seguro recogió todas sus cosas y volvió.
—Lo siento por eso... Estaba un poco indispuesta —carraspeó—, ¿Continuamos-...
—Agente Park. Roseanne Park.
—Eso es. Bueno, por favor acérquese un poco de modo que pueda observar la pantalla de la computadora.
Lisa se sentó sobre su silla de cuero sintiendo la presencia de Rosé detrás de su nuca. Era como si la alfa estuviera acariciando la base de su cráneo con las puntas de sus dedos, cuando en realidad ella sabía de sobra que estaba lo suficientemente lejos.
—Bien... Él es Park SungHoon, omega masculino de diecisiete años. Desapareció de su vivienda hace aproximadamente noventa y seis horas, sus padres presentaron la denuncia hace tan solo cuarenta y ocho horas.
—¿Me estás diciendo que sus padres no notaron que su hijo no estaba hasta dos días después?
El espeso aroma de Rosé estaba empezando a agriarse, tal vez producto del enojo o mal estar, haciéndola sentir un tanto mareada. Debía fingir que nada pasaba, pero algo dentro suyo la empujaba a refregarse sobre la alfa para intentar calmarla, o peor aún, quería enseñarle su cuello.
—Yo... Eso creo. Entrevisté a los padres pero no dieron muchos detalles. Ya sabes... ¿Puedo tutearte? —Rosé asintió con una sonrisa ladeada, haciendo que Lisa se ruborizara levemente—. Bien, entonces como decía, la madre alfa no dio muchas explicaciones y su madre omega ni siquiera levantaba la vista.
Una repentina opresión en el pecho atacó a Lisa. Pensar que los omegas vivían tantas injusticias a plena luz del día la hacía sentir enferma, y es que en algún momento algo así podría haberle pasado a ella, si no hubiese actuado a tiempo...
—Está bien, intentaremos dar con su paradero.
Entre ambas se mantuvieron investigando acerca del caso. No había pistas, no había oportunidades. Solo tenían a su favor un índice de secuestros masivos en la zona que por lo menos los ayudaba a dar con la forma de actuar de los agresores. Todos eran omegas, tanto mujeres como hombres. No sobrepasaban los veinte años, y todos tenían la misma característica de no "ser importantes" para sus familias. Esto último tenía sentido de alguna forma, ya que los padres que menos se interesaban por sus hijos eran los que menos pondrían empeño en encontrarlos.
—Ya no doy más... ¿Vamos por algo de comer? —Rosé interrumpió el silencio haciendo sobresaltar a Lisa.
Le parecía raro que la alfa recién llegada se tomará tantas confianzas con todos alrededor, incluso con la capitana Kim, pero en cierta medida le agradaba esto. Sentía que a su lado sería más fácil ser una simple beta, que ella captaría la atención de todos desviándola de su figura.
No tenía hambre, incluso su cabeza dolía horrores y su temperatura corporal iba en aumento. Tal vez tantas dosis de supresores no fue tan buena idea como creía.
—No tengo hambre, pero si tú quieres ir por algo, eres libre de hacerlo. —se encogió de hombros sin despegar su mirada de un par de papeles.
Estaba demasiado ocupada en su trabajo como para ver la mueca que se instaló en las bonitas facciones de la alfa. Sin embargo, se puso de pie y abandonó el espacio.
Por primera vez en el día, y aunque su oficina estaba apestando a ese potente aroma a café recién hecho, Lisa por fin pudo respirar con algo más de tranquilidad.
El ambiente se aligeró levemente, y aunque en parte el olor le pícara en la punta de la nariz, algo en el la hacía sentir reconfortada. Parecía que su mente levitaba con tranquilidad y no le molestaría despertar con esa calidez todas las mañanas.
Había algo que la transportaba directamente a sus primeros años de adolescencia, cuando aún nada había cambiado. Su madre preparaba café y tostadas y olía exactamente igual. Se sentía nostálgica al saber que nunca más volvería a algo como eso.
Ahora estaba sola y así estaba mejor...
—Sé que dijiste que no tenías hambre pero igual te traje un sándwich de la cafetería.
Rosé apresaba entre sus manos dos sándwiches y dos botellas de agua. Se veía tan tierna frente a los ojos de Lisa, con una sonrisa de hoyuelos y un pequeño mechón de pelo cayendo entre sus ojos, que se le fue imposible negarse.
Asintió e hizo su silla para atrás. Recogió todas las hojas que se podrían llegar a manchar a la vez que liberaba espacio para un almuerzo express.
Rosé apoyó todo en su escritorio, tomó asiento en la silla que anteriormente estaba usando y desenvolvió su propio sandwich con tranquilidad.
Comieron en relativa calma, nadie las interrumpió y tenían más de media hora para distenderse.
Las repentinas ganas de indagar en la vida de esa alfa que lucía tan seria pero a la vez risueña llegaron a su cerebro. No quiso entrometerse, por lo que esperaría que Rosé diera el primer paso.
—Entonces... ¿Hace cuánto trabajas aquí? —las preguntas que Lisa estaba esperando no tardaron en llegar, haciéndola sonreír suavemente.
Rosé era una persona fácil de leer, o tal vez Lisa tenía ese talento bastante desarrollado. A lo largo de su vida había tenido que acostumbrarse a esconder sus sentidos y a lucir como una beta corriente pero nada le quitaba que los utilizara cuando lo creía más conveniente.
—Entre al FBI hace aproximadamente tres años, hace uno me ascendieron a este cargo.
—Wow, eso es poco tiempo... Debes ser buena en lo que haces.
Lisa le guiñó un ojo antes de limpiarse las manos con una de las servilletas. Se dejó caer sobre el respaldo de su silla y continuo observando a la alfa.
—¿Y tú? ¿Cómo llegaste aquí?
—Bueno, terminé mi carrera hace como cinco años —Rosé adoptó su misma posición mientras cruzaba los brazos sobre el pecho, haciendo que sus músculos se marcarán a través de la tela—, un año después ingresé a una entidad del gobierno que se encargaba de investigaciones y poco después me transfirieron al FBI pero con su sede en Australia. Hace dos semanas nos informaron que necesitaban ayuda aquí y bueno... No tenía nada que perder así que dejé todo y me mudé.
Así que Rosé no tenía nada que perder... Eso se traducía a que, estaba soltera y no tenía nada que la atara a su antigua casa.
Lisa lamió su labio inferior con la punta de su lengua. No debería importarle si la alfa tenía pareja o no, era simplemente su compañera de trabajo.
—Tal vez deberíamos volver a trabajar... —Lisa carraspeó bajo la fija mirada de la alfa.
Rosé asintió y volvieron a lo suyo. Serían largas semanas de convivencia pero esperaba que fueran fructíferas y pudieran por fin encontrar a SungHoon.
¡Gracias por leer!
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