capítulo 14.
Dicho y hecho, esa misma mañana Rosé llegó a su departamento temprano, apenas el sol asomó. Lisa la recibió aún en pijamas, con ojitos somnolientos pero una pequeña sonrisa de lado. Todavía estaba cansada y su cabeza dolía un poco pero nunca podría ponerle mala cara a la alfa, y menos cuando le sonreía tan radiante.
—Buenos días, dulce —Rosé se impulsó hacia adelante y besó su frente—. ¿Cómo amaneciste hoy?
—Con sueño. —Lisa se dejó caer contra su pecho y cerró los ojos con deleite por el aroma.
—Eso veo —volvió a besar entre sus cabellos y la estrechó—. ¿Qué te parece si preparo algo de desayunar y luego nos ponemos con lo de las citas? Estuve investigando anoche...
Lisa se enterneció al oírla, todavía no podía creer como tan buena alfa había ido a parar a su lado. No se la merecía en lo más mínimo, pero aprovecharía el tiempo que quisiera darle.
—Me parece bien.
Ambas ingresaron al departamento. Para ese punto de la mañana Natty todavía seguía durmiendo, solía quedarse hasta tarde los días que no tenía universidad, siempre y cuando las pesadillas se lo permitieran.
La alfa se encaminó a la cocina sin despegar a Lisa de su lado, fue algo complicado pero se las ingeniaron para reunir los ingredientes necesarios y la posterior preparación.
Poco después el espacio se llenó del dulce aroma de los panqueques recién cocidos. Rosé se dedicó a picar fruta mientras Lisa preparaba algo de té.
Desayunaron en un agradable silencio, con sus tobillos jugueteando debajo de la mesa. No era incómodo y Lisa valoró terriblemente eso.
Al poco tiempo una omega más joven con cabellos oscuros enmarañados ingresó a la cocina. Saludó a ambas al paso, tomó un plato y una taza y regresó a su habitación.
—Suele ser algo refunfuñona en las mañanas, no le des importancia. —Lisa se encogió de hombros antes de entrelazar su dedo meñique con el de la alfa por sobre la mesa.
—¿Estás lista para ir en busca de ayuda? —Rosé acarició el dorso de su mano y posteriormente la besó castamente.
—Vamos.
Ninguna de las dos pensó que la búsqueda sería tan agotadora. Si había un médico que a Rosé le parecía bien a Lisa no le gustaba, si otro atraía la atención de la omega a la rubia le parecía incompetente.
—Me rindo. —la agente más joven se dejó caer contra el respaldo del sofá.
—Claro que no —Rosé la atrajo a su regazo y señaló algo en la computadora—, probemos con este último y ya, si no lo logramos, mañana volvemos a intentar.
Lisa asintió de acuerdo, le parecía un buen plan. Llevó su teléfono celular al oído y esperó. Sentía los dedos de Rosé pasearse por su cabello y su muy dormida omega interior intentando ronronear, aunque no lo lograra del todo.
Varios pitidos después y la voz de una mujer se hizo presente. Sonaba amable y la verdad era que a Lisa le produjo una sensación agradable. Decidió que era ahora o nunca, su instinto podría estar dormido pero de verdad sentía que era el médico indicado. Apartó una cita para un par de días después y luego colgó.
—Estoy orgullosa de ti —sintió un murmullo en su oído y luego muchos besitos que terminaron por hacerla lagrimear—, verás que te sentirás mejor muy pronto.
—Gracias por estar aquí —entrelazó sus largos dedos con la pequeña mano en comparación, que rodeaba su vientre—, todavía no sé porque lo haces pero gracias.
—Pronto te darás cuenta que siempre voy a estar a tu lado, sin importar las adversidades. Eres mi omega y cuando empieces a escuchar tus instintos podrás confirmarlo.
Lisa no respondió, pero esas palabras sí que removieron algo en su interior. Anhelaba a Rosé como alfa, pero primero debía sanar para poder entregarse sin ninguna atadura de por medio.
Estuvieron el resto del día juntas, incluso convivieron un poco con Natty antes de que saliera con alguna nueva amiga que había hecho en la universidad.
Al día siguiente habían planeado una salida al cine, pero Lisa amaneció terriblemente enferma. Su omega interior la estaba destrozando y ni siquiera parecía querer detenerse.
—¡Por la luna! Estás hirviendo... —Natty se paró de dónde estaba arrodillada, justo a un lado de la cama.
—Me siento a punto de estallar. —murmuró cómo pudo.
—¿Qué hago? —la menor parecía al borde del llanto. Lisa nunca se había puesto así de mal y no sabía cómo proceder.
—Llama a mi alfa. —cerró los ojos con fuerza y volvió a hacerse un bollito debajo de las sábana empapadas por el sudor.
—Bien... Bien. Enseguida vuelvo.
Natty hizo lo que le habían pedido. Rosé respondió enseguida, asegurándole que estaría allí en menos de 10 minutos. Le dijo que pusiera un paño de agua fría en la frente de la omega afiebrada y se mantuviera a su lado en lo que llegaba.
Cuando Rosé por fin llegó, en menos del tiempo estipulado, tuvo en primer lugar la tarea de calmar a Natty. La omega había dejado de temerle hace tiempo, por lo que apenas al divisarla se aferró a uno de sus brazos. Rosé por supuesto que no la marcó con su aroma ni liberó feromonas, pero utilizó el plan que habían aprendido en los entrenamientos para intentar calmar un poco sus nervios.
—Ve con Lis, ya estoy bien. —Natty secó sus lágrimas y señaló la habitación.
Rosé asintió mientras se dejaba guiar por su instinto. Lo primero que hizo al entrar a la habitación fue cerrar la puerta y luego liberar muchas feromonas. Los ojitos entreabiertos de Lisa la observaron desde una pila de cobijas y lentamente estiró una de sus manos a su encuentro.
—Hola, mi amor —la alfa se acercó a paso apresurado—. ¿Qué sucede, mi dulce omega?
—Me duele todo. —murmuró mientras intentaba aferrarse a la mano de Rosé.
La rubia tragó saliva con fuerza al verla tan debilitada y enferma. Estaba pálida pero con gruesas gotas de sudor corriendo por su sienes producto de la fiebre. Sus labios comúnmente rojizos y suaves ahora se notaban resecos y adoloridos. Sus manos no tenían fuerza y no paraba de temblar. Le rompía el alma verla así.
—¿Puedo sentarme contigo? —preguntó para no invadir el espacio personal de Lisa. Cuando recibió un asentimiento se deslizó a un lado de la cama de dos plazas y con suavidad atrajo a la adolorida omega a su regazo.
Lisa al principio se quejó porque el cuerpo debajo suyo desprendía un calor irritante para tanta fiebre, pero luego cuando fue rodeada por el aroma y las caricias llegaban a su frente todo se volvió un poco más llevadero.
—¿Cómo está? —Lisa llegaba a escuchar a Natty en su habitación, incluso quiso gruñirle por acercarse tanto a su alfa, pero estaba demasiado cansada como para hacer algo así.
—Muy mal —el pecho de Rosé vibraba agradablemente cuando hablaba—, tráeme un paño con agua fría, un vaso con agua y un par de analgésicos. Intentaré bajar su fiebre.
La alfa se movió y Lisa le gruñó.
—Tranquila, lobita, todo estará bien.
Rosé estaba preocupada, demasiado. Día con día veía a su omega más débil, más decaída, y no podía hacer más que esperar a que se decidiera a ser tratada y rogar para que encontraran algo que la ayudara. Sabía lo mal que podía salir todo, e imploraba a cualquier Dios para que su dulce estuviera bien.
Definitivamente el paño no fue suficiente, por lo que Rosé no tuvo más opción que preguntarle a Lisa si permitía que la ayudara a darse un baño. Estaba segura que el agua fría lograría por fin disminuir su temperatura, y si eso no resultaba ahora si deberían de ir al hospital.
—Amor, ¿Me permites ayudar a que te des un baño? Eso podría servir... Sino llamaré a Natty y me quedaré del otro lado de la puerta.
La mente confundida de Lisa le gritaba que sí, que se dejara rodear por las manos de la alfa, pero en cierto punto la vergüenza fue mayor. Definitivamente no tenía el cuerpo de antes, ya no se sentía atractiva y hace demasiado tiempo que nadie la veía desnuda.
Sin embargo, logró acallar todos esos pensamientos y otorgarle la aprobación a Rosé.
La alfa la cargó al estilo nupcial hasta el baño compartido. Natty elevó una ceja desde donde se encontraba y rápidamente fue hasta ellas.
—Ni se te ocurra hacerle algo porque te juro que te corto las bolas. —la omega le gruñó lo más amenazador que pudo y le enseñó los colmillos. Rosé pudo sentirse ofendida por el desafío pero la verdad era que en el fondo le alegraba que su omega tuviera a alguien como esa chica a su lado.
—Tranquila, solo voy a ayudarla a darse un baño con agua fría —bajó su cabeza en señal de respeto—, dejaremos la puerta abierta si eso ayuda a que ambas se sientan más cómodas.
—Rosé... Me siento muy mal. —el susurró de Lisa captó la atención de ambas.
—Lo sé, dulce... Ahora vamos.
Cómo había dicho antes, la alfa se comportó respetuosa en todo momento. Sentó a Lisa en la tapa del retrete mientras llenaba la tina con agua templada, intentando que sea un poco más fría que caliente pero sin llegar a ser perjudicial. Luego, la tomó suavemente y quitó la única camisa que llevaba y la ropa interior. No tocó de más, no miró de forma lasciva en ningún momento ni fijó sus ojos en lugares que podrían incomodar a Lisa; simplemente la asistió y trató a su omega con el respeto que se merecía.
La sumergió en la tina y el siseo de Lisa la hizo apretar los dientes. Primero jadeó y se retorció un poco pero después el agua fría ayudó a que se relajara.
—Se siente bien... —Lisa por fin pudo abrir un poco más sus ojos.
Lo primero que enfocó fue la dulce mirada de la alfa y después la hermosa sonrisa que tanta paz le trasmitía. Sin dudas tenía un ángel a su lado.
—De acuerdo... ¿Te ayudo con la esponja o puedes sola?
—Ayúdame, por favor.
Rosé no supo si las mejillas de Lisa se colorearon por la vergüenza o por la fiebre, pero definitivamente lucía tierna.
Enjabonó el cuerpo contrario con paciencia y dedicación, dejando besos de por medio en su frente o cabellos. Lisa nunca se sintió incómoda, es más, lo único que podía pensar era que necesitaba un poco más de contacto, pero sabía que no era el momento adecuado.
Terminaron con el baño, Lisa tomó un poco de agua y por último fue arropada en su cama con ahora una temperatura más adecuada. Se sentía un poco mejor y pudo caer en un profundo sueño cuando los dedos de Rosé se deslizaron por sus hebras castañas y el aroma del café recién hecho la empapó por completo.
***
¡Gracias por leer!
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