capítulo 12.
Gimió ante la potente luz que daba de lleno en sus ojos. La claridad no hacía más que oscurecer y dilatar el naciente dolor de cabeza. No quería despertar pero cuando el aroma dulzón atacó se sentó de golpe.
Jadeó ante el mareo mientras llevaba ambas manos a sus sienes, presionando allí. Un tirón en su mano derecha la hizo detenerse y después gruñir.
—Shh... Tranquila —murmuró una voz relajante—, te harás daño.
—Yo... Mi olor... —apenas titubeó.
—No pasa nada, Lis, está todo bien. Vamos, omega, recuéstate.
Lisa se dejó caer de espalda nuevamente intentando con todas sus fuerzas abrir los ojos pero solo logró que una mínima rendija apareciera. Cabellos rubios enmarañados y ojos preocupados se presentaron entre imágenes borrosas.
—¿Quieres agua? —la voz, que ahora reconocía como Rosé, susurró cerca suyo.
—Por favor...
—Bien, primero te ayudaré a acomodarte. —sintió las manos de Rosé sobre su cintura y poco después estaba levemente reclinada.
Varios sonidos posteriores y un sorbete se encontraba entre sus labios, con el agua fría deslizándose por su garganta. Gimió ante la satisfacción y poco después se hecho para atrás.
—¿Qué sucedió? —inquirió ahora que sus sentidos estaban un poco más alerta, intentando con todas sus fuerzas contener el aroma a vainilla que empezaba a expandirse por la habitación.
—Digamos que tu prueba de combate cuerpo a cuerpo se salió un poco de control.
—Maldita Lim. —gruñó con molestia, generando así mayor presión en su nariz.
—No te preocupes por ella, la jefa ya la sancionó.
—Rosé... —Lisa no sabía por dónde empezar. Habían pasado tantas cosas y sin importar ninguna de ellas la alfa todavía se mantenía a su lado—. Yo siento tanto todo lo que sucedió...
—No tienes porque —la alfa tomó su mano sin intervenciones suavemente—, comprendo tus acciones y entiendo el porque huiste, aunque no puedo negar que mi loba se sintió herida.
Lisa tragó con fuerza sintiendo sus ojos llenarse de lágrimas instantáneamente. Había herido a Rosé, o peor aún, a su loba.
Sintió los brazos de la rubia rodearla con fuerza pero cuidando de no desconectar nada ni tocar sus heridas. El aroma del café recién hecho la cubrió como un manto, brindándole la calidez de la que tanto tiempo se había privado.
Se aferró a su salvavidas como si su propia existencia dependiera totalmente de la mujer que ahora murmuraba cosas sobre su cabello y se deleitaba con el aroma que tantos años estuvo reprimido.
Lisa todavía no sabía controlarlo con exactitud, por lo que las fuertes feromonas de satisfacción explotaron por todos lados, logrando que Rosé gruñera quedita y la abrazara con mayor fuerza.
—Todo estará bien, Lis —repetía como un mantra—, estamos juntas y eso es lo que importa.
—No quiero que sepan que soy una omega —murmuró suavemente sintiendo el cuerpo de Rosé tensarse—, me gusta mi empleo.
—Lis, mírame —elevó la carita contraria desde la barbilla—, en algún momento todo saldrá a la luz y debemos estar preparadas. Que yo sepa no hay ningún tipo de reglamento que impida que formes parte de la unidad siempre y cuando los exámenes estén aprobados y los tuyos lo están.
Rosé finalizó con un casto beso en la punta de la respingada nariz. Sintió a Lisa relajarse un poco más y sus ojitos revolotear por el cansancio, pero antes de que pudiera caer dormida un médico ingresó.
—Lamento interrumpir... —murmuró sin quitar la vista de sus papeles—. Lisa, ¿No es cierto? Bien... Lamentablemente te dislocaste un hombro y hay una mínima fractura en tu tabique. Por otro lado, encontramos un pequeño problema en tu rodilla derecha, pero todavía no sabemos con certeza que es.
Lisa asentía a cada palabra sin prestar realmente atención, demasiado concentrada en embriagarse con el aroma de Rosé.
—Siguiendo... Los análisis de sangre no salieron tan bien como nos hubiese gustado, ¿Hace cuánto consumes supresores?
La omega se tensó y su aroma se agrió en el momento. Rosé, ante esto, gruñó hacía el médico tomándolo como una amenaza para su omega lastimada.
El hombre de bata blanca elevó una de sus manos en el aire y sonrió de lado. No debió haber tocado ese tema con tan poco tacto.
—Lo lamento, pero es necesario saberlo para poder dar con un diagnóstico.
—Diez años... —murmuró Lisa desde el pecho de Rosé.
—¿Cómo dice? —el beta frunció el ceño y se acercó unos pasos creyendo haber oído mal.
—He dicho que diez años.
Las expresiones tanto del médico como de Rosé cambiaron rotundamente, pasando de una seria a una totalmente preocupada.
—Esto es mayor a lo que pensé... —pasó ambas manos por su cabello canoso y suspiró—. Debemos hacer pruebas de sangre y algunas psicomotrices.
Lisa tembló visiblemente, no quería agujas y pruebas sobre su cuerpo. Quería su mente tranquila y para nada sentirse una rata de laboratorio.
—No quiero. —escondió su cara en el cuello de Rosé.
—Pero... Es importante y...
—Mi omega ha dicho que no quiere y se hará lo que ella diga. —bramó Rosé con un gruñido contenido.
—Está bien, pero les aseguro que si no intervienen lo antes posible pueden generarse deficiencias irreparables... Si es que ya no lo están. —murmuró lo último.
—Alfa, quiero irme a casa.
—Ya nos vamos, Lis —Rosé ignoró el golpeteo de su corazón contra su caja torácica por el apodo utilizado—. ¿Eué debemos hacer?
—En primer lugar la omega debe suspender el uso de supresores en este momento, en segundo, apartar una cita para sus exámenes y por último abandonar el ejercicio físico intenso por lo menos hasta que los resultados estén en nuestro poder.
Rosé asintió a todo lo que le dijo el médico, haciendo notas mentales para evitar saltearse algo. Sería complicado convencer a Lisa, pero era por su salud y ahora estaba más que convencida de que debía permanecer a su lado. No le importaba si la omega la insultaba, la golpeaba o incluso la rechazaba; esas serían reacciones normales ante la defensa de una posible amenaza, pero era su destinada y lucharía por ellas.
—Está bien, doctor, haremos lo posible.
—Perfecto, llene este formulario y pronto será dada de alta. Recuerde realizar las curaciones necesarias para que las heridas de su nariz no se infecten.
El beta salió de la habitación dejándolas por fin solas. Lisa se acurrucó mejor sobre el regazo de Rosé, suspirando contenta cuando casi imperceptibles caricias llegaban a sus cabellos.
—Lis, el médico tiene razón —llamó sutilmente—, es por tu bien.
—No quiero, Rosé, solo abrázame...
Se mantuvieron así por un par de minutos hasta que Rosé tuvo que separarse para llenar los papeles necesarios. Lisa gimoteó y sintió a su loba removerse luego de mucho tiempo, pero en verdad quería el calor de la alfa reconfortándola.
—Vamos, Lis, podemos ir a casa.
Una enfermera llegó a desconectar todos los aparatos y pronto las manos de Lisa quedaron libres. Rosé la ayudó a vestirse con ropa perfumada por si misma y la asistió para llegar al auto.
Condujo lo más centrado posible, intentando que el suave aroma de vainilla no la desconcentrara. La verdad era que Lisa olía increíble y cada sentido estaba adormecido por las feromonas de la Tailandesa.
Llegaron al departamento de Lisa cuando estaba anocheciendo. Era un lugar bonito pero algo peligroso y la alfa interior de Rosé gruñó disconforme al notarlo. Rodeó el auto para luego abrir la puerta del copiloto. Lisa, sin embargo, se negaba a bajar por su propio pie, por lo que tuvo que cargarla. Eso para nada fue un esfuerzo adicional.
El sentir el aroma de la omega sobre su propia piel y la respingada nariz paseándose por su cuello un escalofrío le recorrió la espina dorsal. Ni siquiera tuvo posibilidad de abrir la puerta del departamento cuando una muy preocupada Natty emergió de el. Rosé le había avisado el porque Lisa no había llegado ese día a casa, pero de igual manera el instinto omega de la menor salía a flote.
—Tranquila, todo está bien. —aclaró Rosé ante su cara preocupada.
La alfa hizo amago de dejar a Lisa en el sofá pero sintió sus extremidades aferrarse. La omega gimoteó, cosa que descolocó a las dos personas restantes, y obligó a Rosé a mantenerla sobre su regazo.
Obedeciendo, se sentó en el mullido mueble y acurrucó a Lisa en su glándula aromática. Parecía que la omega se había olvidado completamente de su desagrado hacia su casta y permitió que sus sentidos y naturaleza salieran a flote.
Natty llegó con tres tazas de té y las depósito sobre la mesa de centro.
Lisa cayó dormida rápidamente, presa del calor y protección que la alfa le trasmitía. Rosé besó entre sus cabellos y continuo con sus caricias la vez que suspiraba.
—¿Qué harán? —inquirió Natty con tono preocupado.
—No lo sé... —Rosé resopló—. Lisa está negada a recibir ayuda y yo siento que no puedo... Mi loba se debilita cada vez más por internar proveer aunque sea un poco de energía para su omega y... —las lágrimas se deslizaron libremente por su rostro—. No puedo...
Natty se sintió afectada por las feromonas tristes de la alfa, por lo que inconscientemente llevó una de sus manos a la rodilla contraria y dejó un apretón allí.
—No puedes dejar que esto las supere —le dijo—, tarde o temprano Lisa comprenderá todo a su alrededor y las cosas comenzarán a surgir.
Sintieron a la omega removerse sobre el regazo de Rosé y rápidamente la rubia llevó una de sus manos a sus mejillas para eliminar cualquier rastro de acuosidad, lo que menos necesitaba ahora era que su omega la viera en ese estado.
—Hola, amor —murmuró con sonrisa temblorosa—. ¿Estuvo bien la siesta?
—Mhm. —Lisa hizo apenas un sonidito de afirmación mientras se acurrucaba mejor.
—Yo iré a comprar un par de cosas que necesito para la universidad, vuelvo en un rato. —Natty se puso de pie, besó la frente de Lisa y se fue con todas las intenciones de dejar que la pareja conversara.
—Cama... —susurró Lisa.
Rosé al principio se sintió un poco incómoda de invadir el espacio personal de la omega sin que esta se encuentre en todos sus sentidos, pero su alfa interior exigía complacerla, así que no se negó.
Se puso de pie con cuidado y siguió hasta donde no había olor alguno, teniendo en cuenta que esa sería la habitación de la más pequeña gracias al uso de supresores.
Quiso depositarla en la cama pero Lisa se negó, por lo que optó por sentarse contra el respaldar y posicionarla sobre su regazo.
Los tiernos deditos de la agente castaña se pasearon por los mechones de su nuca, haciéndola sentir adormilada. Sin embargo, necesitaba decir todo lo que contenía su pecho antes de que este explotara por tanta información retenida.
—Lis... Omega —llamó recibiendo los bonitos ojitos almendrados ahora sobre su rostro—, debemos hablar.
—Lo sé —suspiró, ahora que el efecto del medicamento había bajado y podía pensar un poco más claro—. Lamento que tengas que soportar mi espantoso aroma y mis estúpidos comportamientos de omega, yo prometo que...
El discurso de Lisa fue detenido por los labios de Rosé. La alfa no pudo contenerse, hace tiempo quería hacerlo, pero no había encontrado el momento indicado, claro que este no era el mejor, pero al menos era algo.
Las manitos de la omega se aferraron a sus hombros, y contrario a lo que creía, le siguió el beso con mayor fuerza.
Sus labios danzaban juntos y sus aromas se combinaban creando un deliciosa efecto. Eran solo sus almas reconociéndose y sus lobas aullando en su interior por el contacto íntimo. Ahora que habían probado los labios de la otra no podrían nunca volver a dejar de hacerlo.
—Nunca más vuelvas a referirte a ti misma de esa forma —Rosé acarició con una de sus manos la fina mejilla—, por favor, Lid, haces que mi loba duela...
—Lo siento —sollozó—, pero todo esto es tan nuevo para mí... Las sensaciones que me haces sentir y el querer que mi omega viva para siempre como lo está haciendo. No quiero ser lo que soy pero tú me haces amarlo un poco más.
—Oh... Mi dulce omega, ven aquí —la tomó de detrás de su nuca, besó un par de veces más sus labios y luego dirigió su rostro hacia su cuello para llenarla de su aroma—, necesito que me ayudes a salvarte. Te está autodestruyendo y pronto el tiempo se agotará. No puedes seguir así... Lis, estás enferma y debemos empezar los estudios lo antes posible. Ya no estás sola, me tienes a mi y a Natty, y son tiempos diferentes.
La manga de su camisa se empapó de las lágrimas que abandonaban los ojos contrarios. Lisa lloró hasta que no pudo más, siendo contenida en todo momento por los brazos y manos de la alfa. De la que ahora tenía más que claro era su alfa.
—Tengo miedo. —murmuró.
—Lo sé, no será nada fácil, pero estamos juntas y te apoyaré.
—Lo haré —dijo poco convencida, pero sonriendo apenas cuando las feromonas orgullosas la rodearon—, dejaré los supresores, hablaré con la jefa y me haré los estudios y exámenes. Quiero que esto funcione y quiero ser feliz.
Se volvieron a besar por varios minutos más hasta que la puerta de la habitación fue golpeada un par de veces.
—Iba a preparar algo para cenar... Rosé, ¿Vas a quedarte? —Natty carraspeó del otro lado.
—Sí, Natty, Rosé se queda. —respondió Lisa sin siquiera darle oportunidad de negarse.
Rosé alzó una ceja de forma interrogativa pero la omega solo rio. De la nada bajó su mirada y volvió a juguetear con sus dedos.
—Tú... ¿Podrías marcarme con tu olor? No sé cómo controlar a mi loba y eso duele un poco.
Lisa lucía tan apenada frente a los ojos de la alfa que Rosé no tuvo corazón para negarle nada. Si en ese momento le pedía que incluso matara a alguien, se lo concedería sin pensarlo dos veces.
Levantó la cabeza de Lisa por su barbilla para dejar su cuello descubierto y fregó su frente y mejillas allí, empapándola con su esencia a los segundos.
Lisa ronroneó satisfecha antes de ponerse de pie y tomar su mano.
Esa noche cenaron las tres juntas, Rosé marcó una de las almohadas de Lisa con su aroma y volvió a su propio departamento. Ahora en su lugar seguro se permitió llorar todo lo que no había podido hacer horas antes. Tenía miedo y estaba preocupada por su omega, pero debía ser fuerte en todo el proceso. Lo más difícil recién comenzaba.
¡Gracias por leer!
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