☕️ O8
Yoongi tenía la sensación de que una piedra enorme se instalaba sobre su diafragma impidiéndole el flujo de aire. Ahora la crisis que había sufrido hace tres días tenía sentido. Estaba experimentando el principio de un celo. Su lobo estaba intentando salir a flote, "revelarse" ante el humano pero Yoongi había entrenado demasiado su naturaleza a lo largo de los años como para echar todo a perder ahora.
Había algo que su lobo hace poco había descubierto y el muy hijo de puta no dejaba de intentar acercarse. Yoongi todavía no encontraba la razón de porque estaba todo tan revuelto dentro suyo pero juraba que al momento de saberlo podría por fin poner a dormir a su parte animal de una vez por todas.
Sin embargo, ahora no era el momento ni el lugar para apaciguar el ataque. No tenía sus supresores a mano, iba a comprarlos en la tarde, pero parecía que el destino gozaba de molestarlo.
—No... esto no puede estar pasando... —se desesperó incluso más cuando el potente aroma a vainilla explotó por la oficina entera. Debía controlarlo rápido si no quería que alguien se enterara de su sucio secreto.
A duras penas, e intentando ignorar el gruñido que amenazaba con salir y a su lobo rasgar justo en el centro de su pecho, se arrastró hasta uno de los armarios que descansaba en una de las esquinas de la habitación. Ese era su último recurso, ahí todavía debía quedar algo que lo ayudara a salir del paso.
Con manos temblorosas y uñas ensangrentadas sustrajo una de las pequeñas llaves que colgaba de la cadena de su cuello. Costó dar con el agujero pero una vez que la introdujo giró el pomo y se abalanzó dentro.
Sus piernas temblaban, volviendo todo mucho más difícil pero tantos años de represión tenían que servir de algo.
—¡Maldita sea! —farfulló entre dientes cuando al revolver todo solo dio con papeles y cosas inútiles. Ni una sola pastilla, mucho menos un aerosol inhibidor.
Se dejó caer de rodillas al suelo, ya no había mucho por lo que pelear, solo esperaría que su jefe ingresara por la puerta y lo despidiera a patadas. Todas las personas que conocieron alguna vez al Yoongi del pasado se lo dijeron, era cuestión de tiempo para que la gente supiera su realidad y todo se fuera por la borda. Se maldijo, se maldijo una y mil veces por haber tenido la desdicha de haber sido un omega. Si el destino lo quisiera aunque sea un poco ahora podría ser un estúpido beta y vivir la vida que siempre quiso.
Estaba a punto de desmayarse, o más bien cederle el control a su lado animal, cosa que no había hecho en los últimos 10 años, cuando la puerta se abrió de golpe. El potente aroma a café recién hecho lo invadió de lleno y un diminuto gimoteo escapó de sus labios.
Ya no valía la pena seguir luchando, luego de ese alfa muchos más vendrían detrás y terminaría vendiendo su cuerpo como la mayoría de los omegas hombres estaban destinados en esa porquería de sociedad a la que se encontraban atados.
—¿Yoongi? —sintió que lo llamaban de cerca?
¿Acaso ese era Jimin?
—Yoongi, ¿qué sucede? —quiso responder, pedirle ayuda o patearlo fuera de su oficina pero le era imposible emitir sonido alguno más que débiles gimoteos y jadeos.
El potente aroma lo estaba mareando y haciendo que su lobo luchara con mayor ímpetu para salir a la luz. Era como si ese olor junto a las cálidas manos que ahora le recorrían el rostro y la gruesa voz hicieran que su omega se volviera lo más salvaje posible.
—Mierda, Yoon... estás hirviendo —luego sintió el suelo desaparecer debajo suyo, algo envolverlo y el potente calor y aroma invadiendo cada uno de sus sentidos.
—Jimin... —intentó pese a que le dolía demasiado.
—Shh, tranquilo, vamos a salir de aquí. No te preocupes.
El pecho de Jimin vibraba de vez en cuando producto de los gruñidos contenidos. Yoongi logró en un momento entreabrir un poco los ojos y le sorprendió que nadie los volteara a ver, tal vez porque su aroma estaba demasiado opacado por el del alfa o porque este les había dicho que Yoongi se había lastimado en uno de los entrenamientos y necesitaba ayuda inmediata.
—Necesito mis supresores... —murmuró cerca del oído de Jimin, dándole el gusto a su lobo por una vez en años de estar cerca de la fuente de aroma de un alfa.
—Bien, lo resolveremos —Jimin besó castamente su frente y lo próximo debajo de él fue una superficie blanda.
Su lobo gimió en disgusto y la punzada en su bajo vientre fue peor todavía. Jimin gruñó fuerte pero se obligó a cerrar la puerta y tomar el asiento del copiloto.
—Tranquilo, Gi. Sé que no estás del todo consciente y también tengo en claro que hay cosas de las que debemos hablar pero ahora es imposible. Iremos a mi departamento, no te tocaré, solo necesito estar seguro de que estarás bien o mi alfa me matará.
Yoongi asintió a duras penas, sin tener ordenados sus pensamientos. Claro estaba que no quería ir a la casa del alfa, no quería estar tan cerca de él sin saber como se comportaría su parte animal o de si sería lo suficiente fuerte como para ignorar el hecho de que lo único que pensaba era en recibir un nudo después de 10 años sin sentir absolutamente nada.
Quería su cama, la soledad de su habitación y poder sufrir en paz pero estar rodeado del calor y el aroma de Jimin tampoco lucía tan mal.
En algún momento se sintió desfallecer, incluso pensó que el calor lo consumiría tanto que ese sería su fin pero pronto estuvieron en movimiento de nuevo y la pesadez de su alma se vio alivianada un poco.
—Bien, necesito saber que tomas cuando esto pasa. Iré a comprar las cosas.
—En mi bolso... —susurró. Las luces a su alrededor eran tan fuertes que la jaqueca se volvía incluso peor y le impedía mantener los ojos abiertos por más de dos segundos.
Estaba totalmente apenado de saber que alfa debería ir a comprar "cosas de omegas" y que probablemente ahora estuviera cubierto de su espantosa y empalagosa esencia pero no había mucho que pudiera hacer más que esperar que su celo acabara y enfrentar cualquier reprimenda que el hombre quisiera imponer sobre él.
Escuchó como los papeles de su bolso se revolvían y suspiró en alto cuando contempló entre imágenes borrosas esa cajita azul que tanto sufrimiento le había causado.
—Yoon... estos son demasiado fuertes... —Jimin tragó saliva con dureza enfocando sus ojos en el hombre que se retorcía entre sus sábanas. ¿Qué tanto daño le había hecho la sociedad como para que él mismo se infringiera tanto dolor?
—No importa, son esos. Dos dosis.
Jimin asintió a duras penas. Besó de nuevo la frente de Yoongi, le puso un paño frío y emprendió camino a la farmacia más cercana.
Desde hace tiempo que su alfa no lo dejaba tranquilo, y teniendo tanta conexión con su parte animal como la que ellos mantenía le parecía sumamente extraño no haber dado con una respuesta certera pero ahí estaba lo que lo atormentaba. Su compañero en realidad era un omega, siempre lo fue, y ahora sabía porque sentía tanta conexión. Su parte animal lo supo mucho antes que la humana pero ahora debía concentrarse en cuidar del pequeño hombrecito para luego tener la conversación que tanto necesitaba.
Conseguir los supresores le costó más de lo que esperaba. Resulta que casi no se fabricaban, solo para casos en especifico y se necesitaba receta de un médico, sin mencionar que eran sumamente costosos. La farmacéutica lo precavió sobre los efectos secundarios y el porque dejaron de producirse y eso hizo que el lobo de Jimin rugiera en preocupación por su omega.
Al volver a su departamento las feromonas cargadas de Yoongi lo hicieron trastabillar, lo marearon e incluso sus pupilas se dilataron. Estaba entrenado para este tipo de situaciones, podía controlar su parte animal frente a un omega en celo pero le costaba el doble de trabajo cuando se trataba del suyo.
En la habitación el aroma a lubricante era incluso más fuerte. Yoongi gemía y se retorcía, su cabello caía desparramado por toda la superficie de la almohada, por su rostro corrían gotas de sudor que Jimin quiso lamer.
—Traje tus pastillas —Jimin carraspeó desde el marco de la puerta.
Yoongi le hizo una seña para que se acercara, cosa que el alfa cumplió a paso vacilante.
—¿Necesitas agua o... —Jimin enmudeció cuando el omega le arrebató la caja de las manos y tragó dos pastillas en seco—. O tal vez no. Igual traeré algo de agua y fruta.
—No te vayas... yo, mi lobo, necesitamos...
Yoongi tomó con fuerza su mano y por primera vez desde que lo había encontrado conectó sus ojos celestes cristalinos en los del alfa. Se veía tan frágil y desamparado que no tenía corazón para dejarlo solo. Sabía de sobra que en la mañana eso sería algo que le jugaría en contra pero su alfa no lo dejaría tranquilo si supiera que su omega estaba tan indefenso sobre su cama y él no hiciera nada para atenuar un poco ese sufrimiento.
—Está bien, me quedaré aquí —Jimin se sentó contra el cabecero de la cama y pronto el pequeño cuerpo acalorado estaba sobre su pecho. Tentativamente llevó una de sus manos entre los omóplatos y cuando vio que el omega no rehuyó, afianzó una ahí y otra un tanto más arriba de su cintura.
La respiración errática y hervida de Yoongi le cosquilleaba en la base del cuello. Corrió la cabeza unos centímetros para darle todo el acceso que el omega quisiera. Estaba tan confundido pero ese momento se trataba de Yoongi, no de él.
El pequeño hombrecito que cuando él llegó al cuartel no lo vio con miedo ni precaución a nada. Desafío a cada uno de los presentes, se enfrentó a alfas y betas que lo doblaban en tamaño y superó cada una de las pruebas. Nadie entendía el porque siendo de la casta que aparentaba su desarrollo físico había sido tan escaso pero él solo les sonreía y argumentaba que la genética hacia lo que quería.
Jimin vio de cerca cada uno de sus movimientos. Dejó todo de lado, incluso lo que la sociedad le marcaba como correcto, y empezó a caer perdidamente por el beta de ágiles movimientos.
Siempre supo que esos ojos celestes ocultaban una tormenta detrás de ellos, sin embargo, no había tenido oportunidad de acercarse demasiado. Su compañero escapaba cada que podía, evitaba las cenas que organizaban los trabajadores de vez en cuando, nunca salía a tomar una copa con nadie y solo se dedicaba a hacer su trabajo.
Algo lo atormentaba y Jimin se pasó días estudiándolo. Ahora todo encajaba.
La incógnita era, ¿por qué no confío en él como para tratar un tema así?
Sentía que habían construido una buena relación, quiso creer que Yoongi entendía que podía confiar ciegamente en él pero se ve que toda idea fue errónea.
Un gimoteo por parte de Yoongi lo sacó de su análisis. El omega había empezado a fregarse sobre él, empapándolo de su esencia y empujándolo al borde. Debía controlarse, no podía arriesgarse a perder lo poco que habían construido.
—Gi, no... por favor —Jimin detuvo sus caderas en un movimiento firme ganándose a cambio un pequeño gruñido y que el omega le mostrara sus colmillos.
Jimin sonrió de lado por la ternura que le causó la "amenaza" del más pequeño. No había nada que quisiera más que empujarlo contra el colchón y calmar cada sensación que el celo estuviera causando dentro suyo pero debía contenerse.
Dejó al omega sobre la cama, ignorando los chillidos y gimoteos para luego correr rápidamente a su vestidor, tomar un par de camisas, pantalones y grueso abrigo para volver a dónde Yoongi estaba.
—Bien, tranquilo, espero que esto ayude en algo —Jimin quitó con cuidado el uniforme que Yoongi vestía para reemplazarlo por una de las largas camisas, intentando apaciguar el placer que las bragas que el omega vestía le causó.
Luego, lo enrolló con la manta de la cama para crear de esta forma un "ambiente de seguridad" y depositó al rededor la ropa restante y las almohadas que utilizaba con frecuencia.
Yoongi gimió con gusto antes de acurrucarse mejor dentro del fuerte aroma. Su lobo estaba completamente sumiso y encantado con tanta atención recibida luego de ser ignorado por tanto tiempo.
—Bien, Yoon, quédate así y relájate. Yo iré a buscar un par de cosas, no me tardo.
Jimin besó la punta de su nariz antes de abandonar la habitación. Cerró la puerta con suavidad y se recostó sobre ella. Sería una noche larga.
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