☕️ O6
—¿Entonces me estás diciendo que el omega vendrá a vivir contigo? —no era una pregunta mal intencionada, más bien Jimin estaba un poco confundido.
—Hoseok, su nombre es Hoseok —Yoongi pasó una de sus manos para limpiar el naciente sudor, y lo miró con el ceño fruncido— y sí, el jefe ya me dio el visto bueno. No tiene a dónde ir y la verdad es que me encariñé demasiado con él.
—Está bien... —el alfa asintió.
—Bien, entonces necesito que me ayudes a acondicionar un poco las cosas. Debemos armar su cama, algún closet o algo para guardar las futuras pertenencias y... no sé que más.
Jimin asintió rápidamente. Ató sus cabellos en un alto moño. Luego, cambió su uniforme por ropa en peor estado y a la cual no le importaría si algo le sucedía.
Su alfa interno aulló en alto cuando su compañero retiró su chaqueta, esa que llevaba sobre sus menudos hombros en todo momento, y una fina camisa de tirantes se hizo presente. Sin esa capa de ropa adicional Jimin podía apreciar a detalle el delicado torso contrario, coronado con una acentuada cintura. Era demasiado curvilíneo para tratarse de un beta pero lo atribuyó a la genética que suponía el linaje de Yoongi se cargaba.
El departamento del agente castaño era pequeño pero pintoresco. Contaba con los detalles justos, aquellos que perpetuaban su aura. Libros regados por todos lados, ropa por doquier y tazas de té abandonadas a medio sorbo. Cómo había pensado desde el primer momento, era lindo.
—¡Jimin! —Yoongi interrumpió su recorrido con un fuerte llamado.
—Lo siento, ¿por dónde empezamos?
Lo primero fue ensamblar un somier en la habitación continua a la de Yoongi, porque sí, Hoseok contaría con su propia habitación. Luego, se encargaron de colocar un mullido colchón y suaves sábanas de seda.
Por último, Yoongi colocó un buró con un florero y varios ejemplares coloridos dentro. Quería que luego de un año de tanta oscuridad y tristeza Hoseok siempre pensara en volver a su cuarto para encontrar allí algo de alegría.
—¿Qué te parece? —Yoongi se recargó en el marco de la puerta mientras cruzaba sus brazos sobre su pecho.
Jimin se recostó sobre el lado opuesto y le dirigió una mirada cargada de orgullo. Yoongi era un hombre tan fuerte, que pese a sus propios problemas continuaba ayudando a los demás.
—Estoy seguro que a Hoseok le encantará.
Yoongi le sonrió de vuelta. Pequeños surcos, casi imperceptibles a menos que observaras cada detalle se formaron en las esquinas de aquellos tormentosos ojos celestes. La piel del hombre castaño brillaba gracias al sudor producido por tanto esfuerzo, aunque tal vez esa solo era una de las causas. Frente a los ojos del alfa ese beta de comentarios sarcásticos y expresiones pasivas era el hombre más atrayente y estaba comenzando a odiarse por tener que esconder un sentimiento tan hermoso como lo era el amor.
—¿Quieres limonada casera? podría hacer una receta que solía tomar de niño... —Yoongi llevó sus ojos al suelo preso de recuerdos inalcanzables.
—Claro —Jimin se encogió de hombros para luego seguirlo al salón.
Yoongi sacó los limones del refrigerador, llenó una jarra con hielo y agua templada y la dejo reposar mientras rebanaba el cítrico. El aroma ácido de la fruta se combinó con el del alfa haciéndolo tragar con dureza. Recién en ese momento cayó en cuenta de que posiblemente el café recién hecho no saldría de los cojines de su sofá, no se despegaría del papel tapiz de las paredes y probablemente tampoco abandonaría sus orificios nasales en un largo tiempo. Algo dentro de su pecho se removió más enérgico de lo que le hubiese gustado.
—Entonces... ¿con azúcar? —Yoongi inquirió luego de un carraspeo.
—Así está bien —Jimin le sonrió.
Con manos temblorosas, Yoongi quiso cortar un último trozo cuando el cuchillo resbaló y terminó incrustándose en la palma de su mano.
Gimió en disgusto y pronto la vista se le nubló cuando mínimas gotas de sustancia viscosa intentaron huir hacia su muñeca.
—¡Yoon! —Jimin borró su sonrisa rápidamente antes de desplazarse de dos grandes zancadas hasta el hombre.
—Yo... estoy bien.
La verdad era que por diferentes situaciones de las cuales Yoongi espera nunca más volver a reproducir en su mente, había desarrollado una especie de rechazo a sus propias heridas. Le perturbaba, pese a que su trabajo diario era encontrarse con escenarios decenas de veces más macabros, su sangre era algo que no podía controlar.
Sintió como alguien lo elevaba levemente del suelo y volvía a depositarlo un par de metros más alejado. No sintió el agua helada caer sobre el punzante corte y mucho menos la toalla de papel que Jimin presionaba.
El lobo de Jimin estaba desesperado, confundiendo por completo al humano. No se suponía que reaccionara de esa manera frente a su compañero de trabajo, por supuesto que lo apreciaba pero no para que su primer instinto fuera querer pasar su lengua por la herida para curarla.
Ignorando por completo a su lado animal se aferró a los ideales humanos. Sin embargo, la sangre no dejaba de salir y Yoongi cada vez tenía la mirada más perdida.
—Yoon... tranquilo, ¿sí? curaremos tu mano y todo estará bien.
Jimin intentó por todos los medios que el fluido dejara de propagarse pero le era imposible, por lo que se decidió que lo mejor sería llevarlo a emergencia.
Yoongi no podía caminar, había entrado en una especie de trance que le imposibilitaba todo, simplemente sentía el fuerte aroma alfa apoderarse de sus sentidos intentando tranquilizarlo. Por lo que Jimin se apresuró a envolverlo en uno de sus abrigos y cargarlo hasta el automóvil.
Sintió la cabeza del beta apoyarse en uno de sus hombros y la pequeña nariz enterrarse en su cuello. Seguro fue un acto inconsciente, pensó Jimin. Yoongi no podía sentir su aroma por lo que marcarlo sería en vano. De igual manera, y sin que la parte humana se diera cuenta, suaves feromonas fueron expulsadas por el lobo interior.
—¡Necesitamos un médico! —Jimin entró vociferando al hospital con Yoongi aún entre sus brazos.
Un beta de grandes gafas se acercó hasta ellos con el ceño fruncido.
—¿En qué lo puedo ayudar? —preguntó receloso.
—Mi... amigo se lastimó haciendo limonada. El cuchilla casi atraviesa su palma. Intenté frenar la hemorragia con primeros auxilios pero la sangre no paraba de salir.
Jimin no sabía porque estaba tan asustado, claro que le había tomado cariño al pequeño hombrecito luego de tantos meses de trabajo contiguo pero había una vocecita en el fondo de su mente que susurraba algo que todavía no lograba descifrar.
—Déjelo sobre la camilla dos, definitivamente está mano necesita puntadas. Un médico residente irá a atenderlo en un segundo.
Un gruñido amenazó con escapar de lo más profundo del pecho del alfa, ¿cómo se atrevía a seguir haciéndolos esperar? ¿qué acaso no le importaba que Yoongi se desangrara?
Pese a querer quedarse ahí a partirle la cara a ese incompetente médico sabía que la salud de su compañero estaba en riesgo, por lo que siguió el camino que el dedo índice del hombre indicaba.
—Tranquilo, Yoon... pronto tu mano estará bien —besó castamente su frente y depositó suavemente el cuerpo sobre la camilla.
Los ojitos de Yoongi estaban entrecerrados pero se podía apreciar una fina capa de destello lastimoso, tal vez los pensamiento eran demasiado fuertes que necesitaban ser expulsados de alguna forma.
El alfa en ningún momento soltó la mano sana de Yoongi, ni siquiera cuando una de las enfermeras lo miró con el ceño fruncido por estorbarle en su trabajo, y pronto el procedimiento había concluido.
—Le recomiendo que no haga mucho esfuerzo por lo menos por un par de días, ya que sus puntos pueden soltarse. Puede trabajar pero solo tareas administrativas. Regresen en dos semanas para retirarlos.
Jimin asintió. Frente a sus ojos el beta lucía tan débil que quiso encerrarlo entre sus brazos y nunca más dejarlo salir, y claro que se arriesgaba a qué varias miradas juzgadoras cayeran sobre ellos pero, ¿qué le importaba? si a él lo que realmente le interesaba era lo que un solo par de ojos observara.
Quedando a solas con Yoongi, se acercó cauteloso a su lado para no perturbarlo aún más. Hace unos minutos, desde que le habían colocado la venda sobre su mano, que el agente había salido de esa especie de trance. Ahora, sin embargo, se encontraba sumamente mareado y no se ubicaba con precisión en tiempo y espacio.
—¿Cómo te sientes? —susurró a la vez que apartaba el plumoso flequillo castaño de entre los ojos acuosos.
—Bien... yo... tengo que volver a casa... debo ir a buscar a Hoseok porque sé que no querrá venir con nadie más.
Yoongi lucía fatigado y disgustado con su alrededor. Lo que Jimin no sabía era que los hospitales le traían recuerdos fatales al pequeño hombre de fanales celestes. Le generaba extrema ansiedad y todo hubiese sido peor si su mente no hubiese bloqueado todo sentimiento ante el peligro aparente.
De igual forma, y pese a la situación actual, en el fondo Yoongi seguía recordando que la hora de consumir su dosis de supresores se acercaba peligrosamente. No podía prescindir de ellos y menos ahora que su olfato estaba tan susceptible a delatarlo.
—No te preocupes, te llevaré a casa y luego iré por Hoseok.
La perfecta sonrisa de Jimin junto al par de relucientes hoyuelos lo convenció. Al fin y al cabo Hoseok ya se había acostumbrado a la constante presencia del alfa, por lo que no supondría un problema permitir que Jimin se encargara de la situación.
Yoongi asintió lentamente. Al ponerse de pie se tambaleó con lentitud pero el fuerte brazo de su compañero siempre se mantuvo cerca suyo, por lo que enseguida lo estabilizó de la cintura.
Caminaron juntos y a paso tranquilo hasta el auto del alfa. Yoongi, por primera vez desde hace tiempo y atribuyéndolo a las horas que tardó en tomar sus supresores, sintió un leve cosquilleo en su pecho. Como si algo lo empujara a mantenerse entre los brazos del hombre que lo miraba con ojos surcados por la preocupación. Le sonrió de lado, tratando de tranquilizarse y apagar un poco todo lo que estaba sintiendo dentro de su pecho.
Cómo había dicho, Jimin lo dejó en su departamento recostado en el sofá y con una mullida manta sobre sus piernas. Pudo apreciar como el alfa fregaba de rodillas las manchas escarlata del suelo cosa que lo sorprendió de sobremanera. Nunca imaginó que un alfa se sometiera a realizar tareas principales de omegas. Lo que Yoongi no sabía era que Jimin nunca había crecido con el estereotipo en cuanto a castas se trataba. Sus padres habían omitido todas las críticas sociales y se centraron en criar a sus hijos con toda la amabilidad del mundo, dando como resultado dos increíbles alfas.
Poco después, y con los sentidos de Yoongi adormecidos por las fuertes feromonas del café recién hecho, el alfa lo dejó a solas para poder ir en busca de Hoseok.
Recién en ese momento Jimin se permitió un poco de claridad. Su alfa había entrado en crisis total cuando el pequeño beta se lastimó. Sus instintos intentaron dominarlo para tomar partido pero, ¿cuál fue el motivo de todo esto? no podía tratarse de simple atracción... había algo más acechando desde las sombras.
—Buenas tardes, vengo por el omega Jung Hoseok —Jimin le sonrió a una de las encargadas.
La chica rápidamente le concedió el paso, presa del carismático alfa, quien con la misma velocidad recorrió el pasillo hasta dar con las habitaciones del lugar.
Llamó a la puerta con un suave golpe y pronto dos ojos grisáceos lo escaneaban de cerca.
—¿Y Yoongi? —Hoseok no quiso sonar grosero, simplemente su modo alerta se encontraba activado.
—Tuvo un inconveniente y me mandó en su lugar. Nos está esperando en tu nuevo hogar —Jimin nunca abandonó su sonrisa y mucho menso modifico su tono de voz o su aroma, cosa que mantuvo un poco más tranquilo a Hoseok.
Juntos, pero a una distancia considerable entre sus cuerpos, caminaron el par de calles que separaba el departamento de Yoongi del edificio de investigaciones. No hablaron demasiado pero el saber que Hoseok no se sentía en peligro a su lado lo reconfortaba de manera más que suficiente.
—Hola... —Yoongi recibió a Hoseok con un cálido abrazo, ahora mucho más recompuesto.
Hoseok rápidamente se aferró a él, en busca de un poco de consuelo y protección ante el aparente peligro que su mente había creado. Fijó sus ojos en Jimin y desde el cuerpo del agente más pequeño lo escrutó.
Jimin cargó la única maleta dentro del departamento y la posicionó a un lado del sofá. Yoongi se prometió ir de comprar lo antes posible.
—Puedes ir a recorrer un poco mientras me despido de Jimin —Yoongi indicó—. Tu habitación es la segunda puerta a la derecha.
—¿Tendré mi propia habitación? —para este puntos los ojos de Hoseok eran agua pura y su voz un fino titubeo.
—Claro que sí, necesitaras tu espacio... y además te lo mereces, eres un buen chico.
Yoongi acarició con su mano sana la pálida mejilla para después sentir un pequeño besó en su mejilla. Hoseok empezó a observar todo con tranquilidad, al fin y al cabo tenían mucho tiempo para eso.
Una vez se quedaron a solas, Yoongi se cruzó de brazos mientras sus mejillas se sonrojaban. La atenta mirada del alfa sobre su cuerpo lo estaba poniendo nervioso, y ni siquiera tenía en claro porque reaccionaba de esa forma.
—Muchas gracias... por todo —Yoongi le sonrió de lado.
—No fue nada. Me alegra saber que ayudé en algo.
Jimin cerró un el espacio entre ellos. Le preguntó con la mirada si podía abrazarlo y cuando el agente se lo concedió unió sus pechos. Yoongi se sintió desfallecer cuando el fuerte aroma lo envolvió, y por más que quisiera quedarse años viviendo ahí dentro sabía que no era algo que se encontrara entre sus posibilidades.
Terminaron despidiéndose con delicados besos en las mejillas contrarias y con una promesa de verse al otro día en la oficina.
Al cerrarse la puerta principal, Hoseok asomó su cabeza por la que ahora era su habitación. Los cabellos rubios le cayeron en la frente dándole un aspecto angelical, y tal vez eso era para Yoongi, un ángel que había sido enviado a guiarlo un poco entre tanta neblina, a demostrarle que los omegas hombres valían tanto como las mujeres y que con fuerza y un poco de carácter podían llegar a cambiar aunque sea un pensamiento retrogrado.
—Debes decirle cuánto antes —el omega murmuró.
—No es el momento.
—¿Y cuándo lo será?
—No lo sé... —Yoongi se encogió de hombros—. Tal vez nunca. Ahora ven aquí, prepararé algo de cenar.
—¿Qué le sucedió a tu mano? —jadeó Hoseok y corrió a su encuentro.
—Un pequeño accidente, ¿okey? nada de que preocuparse —Yoongi removió sus cabellos y los encaminó a la cocina—. ¿Te apetece pasta?
Y así se pasó la noche, entre dos pequeños hombros abatidos por los retos de la vida pero que ahora habían cruzado sus caminos en la búsqueda de un nuevo renacer.
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