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Había sido un día agotador, lleno de papeleo, un operativo y a raíz de eso aun más formularios por llenar. Le dolía la cabeza horrores, los ojos le escocían por haber olvidado utilizar sus lentes y las sienes palpitaban. Y sumado a todo eso, el frío parecía sentirse todavía más ese día.

Frotó sus palmas juntas y soltó parte de su aliento sobre ellas en un vil intento de calentarlas. ¿Realmente el clima estaba así de horrible o solo era su lobo jugándole otra de sus malas pasadas?

No sabía que pasaba pero tampoco quería averiguarlo. Apresuró el paso cuando divisó la puerta del edificio donde vivían. Lo único que se repetía en su mente eran las ganas de llegar y abrazarse lo más posible a su alfa. Desde antes de ir al trabajo que no lo veía, ni siquiera se había aparecido por su oficina como solía hacerlo, por lo que anhelar su aroma no le parecía nada extraño.

Saludó al beta que trabajaba como recepcionista y subió las escaleras, demasiado agotado mentalmente como para esperar que el ascensor llegara.

Maldijo cuando sus dedos fríos se enredaron entre las llaves antes de por fin lograr engancharlas en el pequeño hueco. Su ceño se frunció con extrañeza cuando un lugar a oscuras lo recibió. Para ese momento, Jimin ya debería estar en casa. No le tomó demasiada importancia, tal vez se había quedado tiempo extra adelantando trabajo.

Se desplazó por el pasillo que llevaba a su habitación mientras frotaba con una de sus manos la base de su cuello, por lo menos allí encontraría el mayor porcentaje del aroma de Jimin concentrado.

Frenó en seco lo suficientemente rápido como para no chocarse con la puerta. Ellos no dejaban nunca la puerta cerrada de su recamara, por lo que su agente interior se inquietó de la nada.

Empuñando su arma en alto, la empujó lentamente.

-¿Pero que... -jadeó atónito.

-Mi dulce omega -Jimin se rio entre dientes- ¿dejarás de apuntarme? prometo que soy inocente.

Yoongi rio entre diente, recordando una escena parecida protagonizada por ellos mismos semanas atrás. Bajó su pistola, le colocó de nuevo el seguro y la regresó a su funda.

De igual manera, no se atrevía a dar ni un paso, incluso si la mano extendida de Jimin lo invitaba a hacerlo.

-Ven, Gigi, acércate.

-¿Qué es todo esto? -murmuró a la vez que avanzaba. Sus piernas, para ese momento, parecían llevar toda la acción por ellas mismas, porque Yoongi estaba demasiado cautivado como para ordenarles si quiera hacer algo.

-Es lo que te mereces, amor -su alfa lo atrapó entre sus brazos y besó cada parte que pudo- creía que sería bonito enlazarnos en un ambiente así.

Yoongi rio nerviosamente, todavía observando todo.

Sus ojos viajaron por el camino de pétalos de rosa que iban desde la puerta hasta su alfa. Las velas que adornaban y daban una excelente atmósfera junto al corazón de más pétalos en la cama. Pero, sin lugar a dudas, lo que más lo había capturado, había sido el hermoso dosel blanco que colgaba sobre la cama, dándole un aspecto casi monárquico.

-Esto es hermoso, alfa -susurró, no queriendo romper el ambiente.

-Me alegro que te haya gustado... creo que el momento llegó, ¿te sientes bien con eso?

Asintió antes de pararse sobre la punta de sus pies y conectar sus labios con, sin dudarlo, el amor de su vida.

Jimin los condujo hasta la cama, donde apoyó la espalda de Yoongi con delicadeza. Se cernió sobre él con cuidado de no dejar caer todo su peso sobre la frágil anatomía.

Yoongi se aferró con fuerza a su espalda, queriendo más que nunca que el alfa se quitara la camisa negra que había escogido para esa ocasión.

-Alfa... quítala -exigió entre jadeos.

-¿Qué quieres que me quite, dulce? -Jimin gruñó con una sonrisa de lado.

-Todo.

Dicho y hecho, el alfa se alzó sobre sus rodillas y quitó la camisa por sobre su cabeza. Luego, continuó con los zapatos y el increíblemente ajustado pantalón de pinzas negro. Lo último fueron las medias y el, aún mas apretado, bóxer negro.

Si bien la intimidad entre ellos era algo frecuente, incluso más de lo que Yoongi hubiese podido llegar a imaginar en su adolescencia, el cuerpo trabajado de Jimin nunca dejaba de sorprenderlo. Era alguien bien dotado.

Gimió con fuerza cuando los besos volvieron a sus clavículas y cuello, olvidándose por completo del espantoso día vivido. El alfa lo estaba llevando al borde y ni siquiera tenía la ropa fuera.

-Jimin... yo... sácame esto.

Y se ve que Jimin estaba incluso más desesperado que él porque esta vez no se atrevió a jugar. Le quitó la camisa del trabajo, besando cada parte con recelo y centrándose con aún más fuerza en su lugar favorito, la pancita. Continuó por los pantalones y zapatos.

Yoongi sonrió grande cuando el gruñido de Jimin llenó las cuatro paredes. ¿Quién dijo que él no se había estado preparando para un momento como este por semanas?

-Tienes... te pusiste... -los gruñidos contenidos no dejaban a Jimin acabar las oraciones.

-¿Te gustan, alfa? solo las uso para ti... -lo miró con aquellos ojos que sabía que podían llegar a hechizarlo.

Jimin, esta vez, sí gruñó potente. Hundió su nariz sobre las bonitas bragas de encaje negro, y aspiró la esencia potenciada. Yoongi se estremeció completo cuando la lengua paseó sobre la áspera tela. Mierda mierda mierda, se repetía en su mente.

-Tan bonito como siempre... -murmuró el alfa.

-Siempre. Ahora quítalas y métete. Te necesito.

Yoongi generalmente no se andaba con muchas vueltas y esta vez no sería la excepción. A Jimin, por el contrario, le hubiese encantado seguir con el juego previo, pero el tener a su omega jadeando, goteando y desordenado le complicaba las cosas.

Pero, antes de cualquier cosa, se puso de pie y se apresuró al baño. De allí, trajo un par de pastillas blancas y las colocó en la boca de Yoongi. Luego, acercó una botella con agua y le hizo beberlas. Ante todo siempre estaría la seguridad de su omega.

Poco después el gemido de éxtasis los recorrió a ambos, que empuje tras empuje, se iba incrementado.

Jimin en todo momento se concentró en hacer las cosas lo más tiernas y dulces posible. Incrementando y aminorando las estocadas, besando a Yoongi en donde podía y susurrando palabras de amor que su omega correspondía con los más llamativos sonidos.

-Alfa, estoy cerca... muy cerca -gimió con la cabeza hacia atrás.

-Vamos, omega, vente para mí -demandó con la voz oscurecida unos tonos.

Y como había anticipado, Yoongi se vino sobre su pancita con fuerza, temblando y poniendo sus ojos en blanco.

Jimin, anticipando la pronta formación de su nudo, dejó caer su cara sobre el cuello contrario, en dónde lamió con destreza en el punto de unión para posteriormente enterrar sus colmillos. No se detuvo hasta que su nudo quedó atrapado por completo y el sabor de la sangre se filtró.

Cuando pudo recomponerse, se separó del cuello de Yoongi y lo observó fijamente. El lazo había sido creado.

Se centró en la expresión perdida de su omega. Recorrió los ojitos brillosos y expresión cansada, para terminar en la bonita sonrisa sin dientes.

Era sabido que cuando un lazo se formaba, el omega podía llegar a perder un poco de conciencia, incluso algunos se desmayaban por completo. Otros, se volvían mimosos por un tiempo y exigentes de atención, justo como sería el caso de Yoongi.

Recorrió con la punta de sus dedos los bonitos rasgos terminando en su cabello, el cual retiró de su sudada frente. No quería que esa imagen del amor de su vida se fuera nunca de su mente. Quería tener tatuado a fuego en su cerebro cada respiración, latido y pestañeo.

-Gigi, mi dulce omega, ¿estás bien? -inquirió luego de que el nudo se desinfló y pudo salir.

-Arde -murmuró con voz frágil.

-¿La marca?

Yoongi asintió, dándole pie a que se acercara a curarla con su propia lengua. Los gemidos de satisfacción llenaron el ambiente y junto a ellos las feromonas cargadas de amor y deleite.

Para ese punto, el aroma de ambos bailaba armónico, fusionándose en sus cuerpos y creando de esa forma la más deliciosa de las fragancias. Ahora ambos olerían al otro en todo momento, y no había cosa que le ilusionara más.

Cuando la posición fue demasiado para seguir aguantado, se recostó en la cama y atrajo sobre su pecho a Yoongi, a sabiendas que no debían separarse por un par de horas. También, debían mantenerse juntos por un par de días para que el lazo se formara adecuadamente.

Jimin se había encargado de comunicarle a su jefe todo para conseguir sus licencias de forma adecuada, y pese a que imaginó que el alfa se la negaría dado que habían pedido licencias de forma casi habitual, Seokjin comprendió que en gran parte se trataba de la salud de su amigo, por lo que terminó accediendo sin mucho problema.

-Eres muy bonito -murmuró cerca del oído de Yoongi, ganándose a cambio risitas avergonzadas- ¿lo sabes, no?

El omega se aferró con más fuerza, no queriendo nunca salir de ese trance en dónde solo sentía amor y tranquilidad por el lazo. Sus lobos bailaban y correteaban en sus pechos, orgullosos de que las partes humanas por fin hubieran tomado la decisión de mantenerlos unidos por el resto se la eternidad.

Cuando las horas pasaron, Jimin se puso se pie y los dirigió a ambos al baño. Preparó una tina con agua tibia, sales y fragancias y se sumergieron.

Besitos despistados eran dejados por parte de ambos en los cuerpos contrarios. Jimin, de vez en cuando, lamía con calma la marca nueva, buscando que su saliva la hiciera cicatrizar lo más rápido posible.

-Frío... -murmuró Yoongi todavía poco consciente.

-Ahora salimos, omega.

Salieron juntos, Jimin los secó a ambos, cambio las sábanas de la cama y apago las velas antes de recostarlos. Yoongi rápidamente se subió sobre su cuerpo y apoyó la cabeza sobre el fornido pecho. Tal vez si intentaba con todas sus fuerzas, lograría que el cuerpo suyo y el de su alfa se fusionaran al punto de convertirse en uno solo.

Jimin rio con ternura, demasiado cautivado por el pequeño agente de ojos cerúleos.

Se venían días llenos de amor, contención y reconocimiento. Sus lobos formarían el lazo que los mantendría unidos por el resto de su existencia y realmente sonaba asombroso pasar lo que queda al lado de tu alma gemela.

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