Sesenta y dos
Freddy estaba encima de Fred, sentado sobre él, acariciándole el cabello con las manos, mientras él recorría su espalda por debajo de su camisa.
Y claro, seguían besándose.
Y se tocaban.
Querían tener ese contacto físico con el otro que descongela tu corazón.
Que descongela tus sentimientos.
Por qué se amaban, y ninguno podía decirlo en voz alta.
— Ah... espe–espera. — susurraba Freddy mientras se separaba del beso por la falta de aire.
En esos momentos Fred aprovechaba y besaba el cuello y hombros del castaño aunque estos últimos por encima de la camisa.
Freddy tomó el rostro de Fred y volvía a unir sus labios.
Es que era algo adictivo, y no quería que se acabara.
Quería regresar al siguiente día y besarlo de nuevo, todo el día.
Al despertar, después de la comida y antes de dormir.
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