Noventa y seis
Freddy llegó a casa con ese típico temor de cómo se encontraría su madre en ese momento.
Feliz, molesta, temerosa, nerviosa, nadie lo sabía. Ni ella misma.
— Mamá, ¿estás en casa? — preguntó con un tono de voz elevado desde la puerta de entrada.
Escuchó murmullos, a veces temía que de pronto su madre se volviera loca.
Fue a la sala de estar y se encontró con Puppet en el sofá, ella lo miró con una extraña normalidad; — ¿Qué pasó?
Freddy dejo su mochila en el suelo y se sentó frente a ella; — Eso debería preguntar yo, ¿qué haces aquí? — preguntó muy amable, claro, aún la apreciaba mucho, y se alegraba de verla.
— Tu madre dijo que quería hablar conmigo.
La mujer entró a la habitación, se le veía tan mal, se sentó junto a Puppet y sonrió con tanta tristeza que se le partió el corazón a la chica.
— Señora Fazbear...
— Por favor. — susurró ella tocando la mano de la albina —, Sean amigos.
Freddy la miraba con los labios unidos, el ceño fruncido y una completa confusión; — Somos amigos, mamá.
— Sean más amigos.
— Aún siento que me quiere más usted, señora Fazbear. — habló la albina —, Freddy y yo somos amigos, pero no nos frecuentamos tanto como antes, eso es todo.
Freddy se levantó, fue por su mochila; — Hablemos otro día, ahora estoy un poco ocupado. —, Y fue a su habitación.
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