Tocaron la puerta de su habitación, no levantó la cabeza de la almohada empapada en lágrimas.

Y sí le dolía.
Le dolía que su madre lo odiara, le dolía tener que elegir entre el amor de las dos únicas personas que más necesitaba en si vida.

Sally, su madre, y Fred, su novio.

Se abrió despacio la puerta; — ¿Freddy?

Por un segundo pensó que sería Puppet la que entraría su su habitación (lo cual no le incomodaba en lo absoluto), pero no, fue su madre.

— Freddy, hijo. — hace tanto que no lo llamaba así —, ¿Por qué no quieres hablar con Puppet?

Sin levantar la cabeza habló con esa débil voz que se le quebraba al intentar pronunciar alguna palabra; — Sí quiero, pero no ahora.

— Mira me.

El sonido se hizo en la habitación, Freddy dobló sus brazos y se sentó, poco a poco volteó a ver a su madre, con sus preciosos ojos azules rodeados por un tono rojizo por haber llorado.

Su madre se sorprendió al ver esto, sus ojos se abrieron un poco más, pero con el ceño fruncido, y molesta grito; — ¡¿Por qué odias a Puppet?!

Se le achicaron las pupilas, estaba molestó, pero mas que eso estaba tan triste; — ¡¿Tú porqué me odias a mí?!

Las lágrimas caían por el rostro de Freddy, estaba desesperado por encontrar aire.

Por encontrar lo que le había hecho quedar en ese estado.

Desesperado por terminar con esa situación.

Odiaba sentir la mirada furiosa de su madre sobre sí, así que cerró los ojos.

Esperando lo peor.