Nara's POV

Retuve el oxígeno en mis pulmones, para segundos después liberar el aire con un sonoro suspiro. Detestaba tomar el autobús, por lo que fui la chica más feliz del mundo cuando mis padres me obsequiaron un auto por mi cumpleaños número dieciséis durante mi primer año de preparatoria.

Ahora, estando en último grado, tendré que subirme a uno después de dos años de no hacerlo. Me quejé internamente cuando descubrí que todos los asientos individuales se encontraban ocupados, casi obligándome a sentarme en la primera fila, en un asiento para tres pasajeros. Tras susurrar un "buen día" al chico que ocupaba el asiento junto a la ventana, me coloqué mis audífonos para evitar más contacto.

Muchos podrían considerarme una chica antipática o engreída, pero la verdad es que nunca he sido buena para relacionarme con los demás y socializar con ellos, por lo que prefiero mantener distancia con desconocidos. Sin embargo, el universo parecía estar jugando conmigo, ya que el conductor decidió que cuatro personas podrían caber perfectamente en un asiento de tres. Ya íbamos tarde, por lo que seguramente nadie bajaría a esperar el siguiente autobús. Resignada, giré a mi derecha para conocer el rostro de la persona con la que compartía la desgracia de estar apretados entre otros dos desconocidos.

Mi mundo se congeló en el momento en el que cometí dicha acción. Un joven de negros cabellos se encontraba sentado a mi lado, envuelto en sus propios pensamientos mientras tarareaba una melodía que en ese instante no pude descifrar. Su frente estaba cubierta por algunos mechones rebeldes, tanto que interrumpía su visión en repetidas ocasiones. Cejas peinadas, combinadas con una mandíbula marcada que provocaba acercar tu dedo a ella y delinearla con lentitud y precisión.

Su perfil era hermoso, pero más lo eran sus ojos; profundos y sinceros al mismo tiempo, como si se tratase de un libro abierto, pero escrito en una lengua compleja, llamativa e indescifrable.

Me obligué a apartar la mirada cuando giró en mi dirección, dándome una cachetada mental por estarlo observando fijamente. Seguramente lo incomodé, por lo que decidí intentar evitar mirarlo durante el resto del recorrido. Debo admitir que esto último me resultó imposible, y le echaré la culpa al desconocido por actuar de una manera tan linda y servicial. A pesar de su aura impotente y apariencia indiferente, no dudó en ayudar al conductor tras notar que una de las puertas se había averiado.

El resto del camino indagué en mis pensamientos en busca de una forma de hablarle, soltando un suspiro en el momento bajó en la primera entrada de la preparatoria, dándome cuenta de que llevaba puesta una camisa de una de mis bandas favoritas.

La próxima vez, intentaré usar ese dato a mi favor.