𝒞𝒶𝓅í𝓉𝓊𝓁𝑜 𝟨
Debí redoblar varios pasillos para seguir las huellas de mi guardia fuerte. Fue un poco escurridizo, pero este es mi hogar, así que tomé atajos para encontrarle. Logré deshacerme de mis guardias seguidores una vez que me escabullí por las cocinas laterales y no por los corredores convencionales que suelo usar. Tras salir por el ala oeste con la vista al jardín y el hangar, conseguí visualizar la silueta del hombre con el que mi guardia fuerte entablaba una singular plática y naturalidad no vista anteriormente.
—¡Pero que le ha sucedido a tu cabeza! —oí que le comentó a Damián Marven, mientras él se llevaba la mano a su renovado corte.
—Mi nuevo puesto lo exige...
—Casi podrías pasar por un caballero.
—Tú mismo lo dijiste "casi"
Una risita emergió de mí ante lo dicho.
—Me parece que ya no estamos solos —exclamó la otra voz al tiempo que elevaba la vista de Damián a mí, y entonces, salir del muro de donde me escondía—. Su Alteza Ofelia, muy buenos días.
Damián se giró de inmediato.
—Pero como es que dejas a nuestra futura y hermosa reina detrás de ti. Permítame presentarme, soy Iriden Marven. Y por lo que se ha dado cuenta, soy el hermano mayor de este mal educado. Padre estaría disgustado ahora por tus modales -—ambos compartieron una sonrisa de complicidad fuera lo que significara aquello, mientras les veía discutir con una sonrisa recordándome a mis hermanos—. Obviamente ahora eres más valioso que yo, hermano mío.
—Me devolverá mi mano, señor Iriden.
—Por supuesto, lo siento Su Alteza —se disculpó mientras la besaba.
No cabía duda que ambos eran hermanos, pues su cabello oscuro y corpulencia delgada eran semejantes. Iriden era un poco más bajo que Damián, al igual que el color de sus ojos eran ligeramente menos rojos, sin embargo, eran demasiados semejantes físicamente hablando.
—Bueno, permítame hacerle saber Su Alteza que puede que mi hermano no sea el hombre más cortes, educado y sonriente que conozca, pero le aseguro que estará a salvo a su lado. Él es un hombre de palabra y luchará hasta el final por usted.
Sus palabras provocaron que quedáramos en silencio, observándonos los unos a los otros cuando de repente, apareció Mikaela Farfán para salvarnos.
—Ofelia, linda. Qué bueno es verte... pero claro, este es tu palacio.
—Es un placer volver a verte, Mika.
—Mi padre ha venido a reunirse con el tuyo. Le pedí sí podía llevarme para visitarte. Espero no te moleste, pero Iriden insistió en venir también. Veo que ya conoces a mis apuestos primos.
—Algo así, creo.
—Bueno, debes saber que además de apuestos, son fuertes y habilidosos en el arte del combate sino me crees, que lo demuestren.
—Por supuesto, mírenos en batalla y sabrá porque su padre, el rey Claudio, lo eligió para protegerla.
—No hermano, ahora no —suplicó Damián.
—Si no es ahora entonces cuando —supo tan bien regresarle la frase que me otorgó el día anterior. Él me miró sabiendo la malicia de mis palabras.
—Sí la princesa Tamos lo pide —respondió en un tono de resignación.
Así fue como se colocaron en el centro de la explanada de la arena de combate reservado para el entrenamiento de los soldados residentes en el palacio dando pasos en círculos. Uno al otro se miraba con cierta risa nerviosa o expectación esperando el momento justo para atacar. El primero en avanzar fue Iriden, le siguió Damián sujetando de su brazo, pero este logró deshacerse del amarre para después, lograr un giro sorprendente haciendo que Iriden se moviera a su ritmo, aunque fue imposible seguirle, pues el hermano mayor cayó en la arena. Se reincorporó de inmediato usando sus piernas para tirar a Damián.
—Vamos hermanito ¿eso es todo lo que tienes? Yo sé que tienes más que eso —ambos hermanos sonrieron.
Sin duda Iriden demostraba más experiencia que su hermano menor, sin embargo, Damián era sorprendentemente veloz y habilidoso, haciendo esquivar cada golpe que Iriden intentaba proporcionarle, girando en espectaculares acrobacias que sinceramente uno no pensaría que alguien pudiera llevar a cabo.
Fue una exhibición extraordinaria. Era como ver a dioses combatir, pesé que en nuestro vocabulario aquella palabra ya no se usara desde hace casi 800 ciclos, siendo que dejamos de creer en ello debido a que las múltiples diferencias y creencia nos dividieron, convirtiéndose en uno de los tantos factores que nos llevó a una devastadora guerra.
Los hermanos Marven fueron criados en el ejército y por lo tanto, constaron de un arduo entrenamiento en el combate, por lo que sus tácticas eran más que visibles, y aunque los golpes podían parecer dolorosos, jamás se quejaron, bueno, no del todo. Mika y yo solo gritábamos enredando nuestras manos haciendo gestos entre cada azote de uno con el otro, pero ellos solo reían con cada caída. Disfrutaban aquello como dos niños. Tal como mis hermanos, consiguiendo que por un segundo, imaginara que eran ellos.
—No es emocionante mirarlos, Ofelia.
—Lo es. Ambos son extraordinarios. Sin duda toda tu familia es talentosa —Mika solo se sonrojo sabiendo que también la incluía.
Al final, Damián ganó torciendo el brazo de su hermano en el suelo y pesé Iriden no se rindió del todo, su hermanito decidió que debía otorgarle el perdón en esa batalla.
—Eso fue realmente sorprendente —le dije a Damián mientras Mika levantaba a su otro primo. El guardia solo curvo su comisura en una sonrisa con la emoción del momento limpiándose el sudor. Giró hacia mí después de tanto halago por parte mía ante su forma de combatir.
—¿Quieres besarme? —pronunció de pronto, aunque en cuanto lo exclamó, su sonrisa se evaporó tan veloz como la mía por darse cuenta de lo espetado.
—No —dije tajante mientras daba pasos atrás y Mika e Iriden se acercaban—. Yo... debo dejarlos ahora, pero por favor dispongan del lugar el tiempo que deseen. Será un placer tenerlos en la cena —agregué desviando mi mirada de Damián para ir con la de Mikaela—. Esta casa está muy sola y su compañía sería un alivio para mí. No acepto un no por respuesta, con su permiso —terminé con una ligera sonrisa de cortesía.
Al día siguiente, cuando me encontraba por el jardín leyendo el libro que el señor Constantino me encomendó para sus clases de instrucción económica y financiara, una sombra me cubrió.
—Señor Damián —exclamé sin verlo dándole la vuelta a la página para ir al siguiente capítulo—. Espero que sus familiares hayan pasado un buen día ayer.
—Lo fue. Gracias por sus atenciones, princesa Tamos —respondió realmente sin sentirlo, aunque para mí sí que fue un buen día, pues con sus presencias, la cena se volvió amena y feliz, pesé lo sucedido con el menor de los Marven, siendo que el gobernador Farfán por igual nos acompañó—. Con lo que respecta ayer. De haber usado esa frase con usted yo...
Eso hizo que cerrara lo leído y le contemplara.
—Quizás mal entendió mis palabras es solo qué, coloquialmente en Santiago usamos la frase para decirnos que sentimos confianza el uno al otro o en el caso de ayer, que podría enseñarle lo que ha visto.
—Oh... —fue lo único que pude decir, ya que en realidad no me importaba el significado, pero de alguna forma tenía sentido, pues cuando me marchaba de la arena, escuché a su hermano decirle que lo iba a besar entre risas. Podía ser un poco maleducado conmigo, pero se notaba a kilómetros que yo no le provocaba repulsión como al resto de los hombres fuertes por mi anomalía, aunque tampoco mostraba ningún interés fuera de hacer su labor.
—Señor Damián —pronuncie su nombre de alguna manera aceptando su explicación—. Si alguna vez deseo aprender algo o sí llegará a confiar en usted, tenga la certeza de que se lo diré a mi manera ¿De acuerdo?
—Estoy de acuerdo con ello —compartimos una ligera mirada firmando la paz.
—Ahora, sino le molesta me retiraré. Tengo pendientes.
—Por supuesto, pero aguarde un instante —me detuve para escucharlo—. El rey me dijo que usted ira a Marina con relación a lo del puente de Girka. La ruta que usted sugirió en la reunión pareció factible y rentable y ahora se está reconstruyendo de nuevo.
—¿Habla en serio? Creí que habían ignorado cada palabra espetada.
—No son tan sordos como cree. Al final, todos buscan lo mismo —le eché una mirada que ejecuta la pregunta ¿Qué es?—. El bien de Victoria —me aseguró mientras se retiraba otorgándome una sensación de bienestar.
Caminé del jardín hacia mi alcoba por algo que ansiaba mucho más, yendo a mi habitación feliz de contarle la noticia del puente, así que, cuando la puerta se cerró y me acerqué al balcón, sonreí.
—Es lindo volver a verte, Ofi.
—Es lindo volver a verte, Ron —respondí volteando, pero no visualicé a nadie. Para cuando volví a girar hacia el balcón lo tuve enfrente consiguiendo que un pequeño grito emergiera de mi boca—. ¡Ron, me asustaste!
—Pero sí sabias que estaba aquí.
—Lo sé y eso lo hace aún más patético —nos hundimos en pequeñas risas.
—Cierra los ojos —espetó e hice lo que me dijo instintivamente.
Tomó mi mano y colocó algo en ella. Supe lo que era. Me prometió ofrecerme una cada vez que nos viéramos, pues ha estado coleccionando un cristal de cada pueblo a donde ha ido a hacer sus rondas para obsequiármelos a mí.
Me pareció que él conocía más a Victoria y sus alrededores que yo misma. Supuse que había estado en Teya, ya que estaba un poco más bronceado que la vez anterior y cualquier distrito de Teya en primavera era la muerte misma en cuanto a calor se trataba.
—Es hermosa.
La pequeña piedra de forma indefinida era de un azul traslucido con motas rosadas. Cuando era niña me gustaba coleccionarlas y Ron encontró en ello, un regalo.
—Yo... lo compré pensando en ti para tu festejo —su mirada descendió ante su confesión—. No lo olvidé aquel día. Es solo que bueno, no creí que...
—Habría algo que celebrar.
—... fuera pertinente —terminó su frase y sonreí con algo de ternura ante su intento por hacerme sentir mejor, mientras lo guardaba en el pequeño baúl de mi tocador su regalo junto con las demás, aunque pronto necesitaría uno más grande tras la cantidad.
Nos sentamos en la antesala de mi alcoba y me contó en donde había estado aquellas semanas, lo que hizo y vio, pero ahora era mi turno.
—Iré pronto a Marina. Reconstruirán de nuevo el puente viejo de Girka para agregarla a las rutas de comercio tal como lo sugerí —él solo suspiró.
—Ten cuidado, Ofi. Esas son tierras de rebeldes y desertores. Marina del norte no es un buen lugar para fuertes como tú. He estado ahí y no toda su gente es agradable. Además, los pueblos...
—Lo sé, Ron.
—¿Y qué es lo que piensas de ellos?
Sabía que decir.
—Pienso que los rebeldes o desertores solo van en busca de una causa, aunque sus métodos sean un tanto... inadecuados. No hay nación perfecta, claramente ellos son el ejemplo de ello, pero quizá solo se les deba escuchar. Puede que sus razones no solo se reduzcan a ver una nación destruida o sus reyes caídos ¿no lo crees?
La mirada de Ron me abordó.
—No me equivoqué contigo, sabes.
—¿A qué te refieres?
—Serás una excelente reina.
—Eres el único —le confesé—. Tengo miedo. Miedo de lo que venga, porque comprendo que jamás terminaré de complacer a las personas. No importa el lado que elija.
—¿Y qué lado elegirás?
—Si te soy sincera... no lo sé.
♕
Debí levantarme muy temprano al día siguiente. Incluso antes de que mi doncella Ana llegara y mis guardias realizaran el cambio de turno, por lo que caminé con sigilo para no despertarlo. Esa vez olvidé mis extravagantes vestidos para intercambiarla por una suave camisa blanca y cómodos pantalones negros ajustados para entrenamiento.
De alguna forma necesitaba una causa. Sentirme fuerte, poderosa y valiente y finalmente, después de tiempo, sentí haber encontrado la razón para continuar y entonces corrí. Corrí por el bloque de entrenamiento hasta que mis músculos ardieron. Tras detenerme un segundo para recuperar aire, mi guardia fuerte estaba en las puertas con los brazos entre cruzados.
—¿Qué está haciendo aquí, princesa Tamos?
—Buenos días, señor Damián.
—Cierto, buenos días. Ahora... ¿qué hace aquí? —su tono de desenfado comenzaba a desesperarme.
—Bueno, este es mi palacio y puedo estar donde y cuando quiera o ¿me equivoco? —espeté en mi defensa con altanería.
—Por supuesto. Al igual que lo son los empleados a su servicio que no podrán responder de su paradero. Que le parece sí averiguamos lo que sucedería si la única responsabilidad que poseen no se lleva a cabo.
De alguna forma su sarcasmo llevaba verdad. Odie eso, pero lo cierto era que no había pensado en ellos hasta ese momento, ya que solo deseaba hacerlo antes que mi valor se escapara.
—¡Quiero ser como usted! —emití con rapidez.
—¿Disculpa?
—Sí, quiero hacer las cosas que usted hace. Desearía que me enseñara, que aquí en La Capital significa... "quiero que me enseñe" —me echó una mirada incierta, aunque encontré algo de simpatía en él. Tal vez por mis últimas palabras.
—Aún si mis métodos son un poco... hmm... ¿cómo dijo usted? —llevó su mano a su barbilla—. Oh sí, muy poco ortodoxos.
—Si —me obligué a decir.
Una parte mía me dijo que disfrutó el momento que le pedí ayuda.
—Además, aprendo rápido, créame.
Tenía que decirme que sí. Por todo Victoria, yo sería su futura reina y él mi guardia, sin embargo, su mirada evaluándome me hizo dudar de ello por un instante.
—En ese caso... le sugiero que dé otras 5 vueltas más, en lo que otorgo aviso de su paradero y de ese modo, no rueden cabezas esta mañana incluyendo la mía.
Sonreí mientras le agradecía con entusiasmo, causando que diera la vuelta un poco abismado, pues le acababa de dar las gracias a un subordinado ¡Yo! una futura reina. Debí oírme tan patética que hasta Damián supo que fue un error y era por eso que debía cambiar.
Debía ser una fuerte.
No fue hasta que transcurrieron tres semanas de entrenamiento que mi condición rindió frutos. Nunca usé dagas ni espadas o realicé algún tipo de combate cuerpo a cuerpo, siendo que Damián recalcó que lo primero que debía tener era condición y mucha resaltó.
Finalmente, después de aquel tiempo llegaría el día que iría al poblado Sinagalí en el condado de Atrenia en Marina del noroeste para otorgar el favor de mi padre antes de que la apertura al puente Girka cediera y con ellas, todas las oportunidades que vendrían para que tanto el gobierno de Marina como Lorde, se interceptaran atravesando el gran Lago de Via Sania.
Mis dos guardias seguidores y Damián por igual, me acompañaron junto con otro séquito de resguardo, siendo que era momento de que demostrara su lealtad ante mí, considerando que era la primera vez que salía sola sin familia y con el peso de una futura nación y corona, sin embargo, esa vez me sentí más segura.
Afortunadamente, el viaje es sumamente placentero visualizando las cambiantes tierras suburbanas a húmedas costas. Desde aquel sitio el mar todavía no era visible, pero la calidez me invadió.
—Princesa Ofelia.
—General Octavius —acepté su inclinación. El general había venido un día antes para asegurar la ruta y lugares que pisaría ante la orden de mi padre.
—Déjeme presentarle el pueblo de Girka —me dijo sin mucho ánimo.
—Observé a muchos soldados un kilómetro atrás —comenté mirando a unos cuantos de ellos desfilando todavía en la lejanía.
—La base de la guardia azul no está muy lejos de aquí, princesa —su voz espetó con desprecio al sitio.
Había pasado por ahí durante el traslado y a decir verdad, era más pequeña de lo que imaginaba, sabiendo lo que mis hermanos me contaron en el pasado de la instalación fuerte en donde estudiaban, pero supuse que se debía a que los habitantes de la zona eran seguidores, así como que aquella solo era una base de cientos reclutas instaladas en el gobierno dando asiló a las grandes instalaciones de la guardia azul a solo los soldados más aptos.
—Entonces ¿Solo habrá guardias azules hoy? —asentó—. ¿Qué hay de la guardia negra?
—La guardia azul no se mezcla con la negra, princesa. Debería saberlo.
—Eso es absurdo. Ellos son tan iguales como...
—¿Nosotros? —ante mi comentario decidió colocarse enfrente mío para mirarme profundamente a mis azules ojos, sabiendo que no había nada rojo en ellos contraponiéndose a los suyos de tal modo que consiguió intimidarme.
Por suerte, el señor Damián le llamó y se marchó con más tenientes y guardias para hablar sobre el resguardo de la zona para el momento que hiciera la apertura en una hora posterior.
—Idiota —susurré, observándolo lo suficientemente lejos para que no me escuchara, aunque mis guardias alcanzaron a hacerlo.
Uno de ellos, el más joven y delgado me miró queriendo decir "gracias por intentarlo" le sonreí con levedad, mientras que el otro guardia se mantuvo rígido, sin ninguna emoción. Tal como fue entrenado.
Me dio curiosidad por primera vez saber de sus vidas o sus nombres siquiera. No había sido justo que despotricara mi furia contra ellos. Sería amable con mis guardias de ahora en adelante.
—Así que esto es de lo que escapan los rebeldes y desertores —me cuestioné a mí misma, siendo que aquel grupo de pobladores en el sector preferían robar contrabandear y exponer sus vidas, tras ser descubiertos por la guardia negra para ser encarcelados o condenados a muerte que seguir las reglas victorianas.
"Preferían morir antes que vivir"
Damián y el general platicaban del resguardo, así que no me vieron cuando me desvanecí de su visión para avanzar varios metros hacia el restaurado puente, me dirigí a la orilla de éste, logrando ver el tranquilo río que muy pronto atravesarían cientos de transportes para llegar a los puertos de Lorde.
Era tan apacible y cristalinamente azul como el vestido aguamarina que portaba y el cual combinaba con el color asignado al gobierno, que no me importó seguir avanzando varios metros extra hasta inclinarme del barandal y de esa forma, poder ver más allá de la zona los cimientos que elevaban en lo alto a la gran estructura ingenieril del puente que elevaría exponencialmente el comercio, así como que el tiempo se reduciría a la mitad.
Sin embargo, todo pensamiento en mi cabeza cesó en el mismo instante que mi mirada encontró debajo de la estructura del puente, un rostro que de manera enloquecedora me sonrió.
—Hola, ojitos lindos.
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