𝒞𝒶𝓅í𝓉𝓊𝓁𝑜 𝟦𝟪
Me encuentro de rodillas (nuevamente) a merced de René Farfán tal como desea tenerme: suplicando por mi vida, pero no lo haré. Tengo tres guardias aposados a mi espalda apuntándome.
Como sí pudiera huir. Como sí quisiera hacerlo.
Descansa en el trono tal como lo imaginé. No ha pasado mucho, a decir verdad, aunque a ambos nos pareció mucho, supongo. Dejó atrás su saco con medallas y su peinado tan propio en poco menos de una hora desde que nos enfrentamos. Solo porta su camisa arremangada a los brazos medio desabotonada. Me mira con una sonrisa que proporciona su estúpida y mentirosa boca triunfante por tenerme de nuevo, aunque intrigado por mis anteriores actos.
—¿Por qué lo hiciste? —pregunta al fin.
Debe referirse al hecho de lo que causé antes de llegar aquí, mientras le entregan mis armas a aquel superior que me aprendió. Pronto le resume que una vez que dejé a mi hermano y comando en los espesos bosques, me adentré por el lado contrario del follaje donde ellos intentarían luchar por sus vidas para distraer a los soldados que escucharon el resonar de las últimas balas del arma que tomé para atraerlos y así correr lo más veloz que mis piernas me proveeron.
"Vamos, sigan el rastro"
Tiempo. Solo eso requería para que mi hermano y el resto tuvieran éxito en su escape y se los otorgaría. Mis capturadores iban arriba de corceles, por lo que no demoraron en rastrearme, aunque para mi fortuna era justo eso lo que deseaba, pues mi objetivo siempre fue tener el tiempo suficiente para concederme el arribar a aquel árbol hueco en dónde se ocultaba el ciclomotor de Rolan. Supliqué porque se mantuviera en aquel sitio y para todo asombro mío lo estaba, pues mi mente tomo en cuenta la posibilidad de que Ron se hubiera fugado.
No lo pensé mucho para sacarlo del sitio y contrario a lo que los guardias imaginaron una vez que sus llamarados par de ojos me capturaron a pocos metros de distancia, esperé a que se acercarán lo suficiente para incrustar el filo de mi espada en el tanque de combustible y derramarlo en una línea recta que seguirían. De pronto, lo inevitable surgió. Mi última bala prendió mi improvisado plan hasta extenderse al ciclomotor y entonces, cederle el turno al fuego que se engrandeció iluminando y apagando a su vez la zona con rastros de humo y fuego por doquier.
"Fuego blanco"
Nació ayer creció hoy y vencerá mañana.
—No, pregunta equivocada ¿Por quién lo hiciste? —exclama Farfán regresándome al ahora y justo en ese instante se levanta tocando su abdomen con un gesto ligero de dolor.
No falló mi hermano cuando esa espada se deslizo en su cuerpo, aunque debió hacerlo más profundo. Navega por segundos silenciosos rodeando el trono hasta destinar su vista en aquel retrato que me pinta como su actual regente. Su lánguida sonrisa por aquel hecho se mueve al compás de su mano que ordena a sus guardias de la puerta que abran el acceso.
—Es por él, acaso —agrega cuando toma mi mano fuertemente haciéndome levantar del suelo y contempla el anillo que un día me obsequió Rolan.
Se regocija al ver la pequeña joya en mi dedo, mientras yo hago lo mismo espetándome: "Bien, te creyó"
Y es que en el momento que me destiné a guardar aquella pulsera roja otorgada por Damián en mi chaqueta, me percaté de que dentro permanecía por igual el anillo de Rolan que removí durante el corredor cuando fue arrestado tras enterarme de la verdad.
Estaba sola, así que me di el momento de maldecir el día que lo conocí y me enamoré de él. Pensé que su amor era real. Se sintió así, sin embargo, no lo fue. Me coloqué el anillo en mi dedo de nuevo una vez que llegué a aquel hueco árbol con una promesa por cumplir, ya que René y Rolan debían creerlo una última vez. Él debe creer que lo perdonaba sobre todas las cosas.
"Utilízalo como él lo hizo contigo"
Pues si bien era cierto que alguna parte de Ron me amaba todavía, lo usaría entonces a mi favor siempre y cuando él todavía estuviera ahí. Irónico que haya usado la ruta de escape que él mismo me enseñó para proteger a los que quería de ellos, así como aquel transporte que meses atrás nos unió.
Dejo entrever una mirada de vergüenza por mi fragilidad ante Rolan frente a Farfán cuando me mira.
Poder. Control. Piensa poseerlo, pero se lo arrebataré.
—Debo confesar que me sorprendió que te marcharas sin el muchacho. Amas a tu hermano sobre todo y todas las cosas, aunque has vuelto ¿no? Estabas sola cuando te encontraron en el bosque. Eso requiere de valor o... de estrategia. Dime, ¿Dónde está tu hermano? él no te dejaría venir sola.
—No le brinde una opción —eso era cierto.
—No te creo —su voz se eleva en lo que su mano va a mi barbilla en un agarre que no puedo liberarme—. ¿Qué eres? ¿La distracción? Sabes bien que todavía no te mataré. Me entretienes ¿Es eso acaso? —sonríe momentáneamente para después cortarla y lucir enfadado—. ¿Dónde está? —pregunta de nuevo, mientras su mano se desliza a mi cuello. No lo aprieta, pero está tentado a hacerlo, más cuando decido escupirle.
—Vine a matarte René Farfán Sorte —sonríe ante mi confesión—. Y te prometo por toda la fuerza que no poseo que dejaré a Mikaela huérfana dentro de una maldita prisión, pudriéndose el resto de su vida.
Colocar el nombre de su hija lo enfada. Todos tienen un punto débil y ella era el suyo y por esa razón su mano presiona con fuerza mi cuello, girándome de tal modo que mi espalda queda en su pecho. Quiere que mire algo, pero solo contemplo la puerta cuando en un momento a otro vislumbro a Rolan Llanos, quién es arrastrado por un fuertes hasta donde residimos.
De antemano comprendía que yo le dejé en la prisión inconsciente, pero de alguna manera supuse que había partido para unirse a los rebeldes. Tiene los ojos vendados con los brazos amarrados hacia atrás y a pesar de que deseé hacerle daño anteriormente, no puedo evitar cerrar los ojos cuando lo llevan al suelo con violencia para seguido de ello, propinarle una golpiza. Farfán insiste que lo vea presionando mi mano herida para que grite de dolor.
—Basta —suplico, alzando la mano y él hace que los guardias se detengan.
A continuación, provoca que me ponga de rodillas enfrente de Rolan. Él por supuesto escucha mi voz y eso de alguna manera lo hace olvidar los golpes, pero al mismo tiempo, provoca que se mueva violentamente al saber de mi presencia.
—Patéticos —canta—. Se merecen el uno al otro —yo solo puedo observarlo con el más de los profundos odios habitados dentro de mí ser—. Escuchaste seguidor. Vino a morir contigo después de salvar a su hermano. Me pregunto... ¿cuál de los dos es más estúpido? —sus pasos se dirigen hacia donde se postra Rolan—. Él por creer que sería el consorte de una reina o tú al pensar que podías usar su habilidad sin que nadie se diera cuenta —la última parte me tensa del mismo modo que lo hace Rolan quién para sus gemidos intentando pronunciar mi nombre, pues esta amordazado—. Quieres saber cómo lo sé ¿no es verdad? Permíteme mejor contarte como lo capturé. Le vi convencer a mi guardia que le dijera la verdad una vez que escapaba de la prisión donde lo pusiste y mi guardia simplemente confesó todo el plan al igual que le ayudó a salir. El mismo guardia que decidiste dejarle sin mano para ser exacto —sus ojos se amplían ante tal mención, mientras pienso que Farfán ya le tenía en su poder antes de que yo huyera de él—. Vaya que eres más ruda de lo que supuse.
—Era un maldito bastardo de mierda al igual que tú lo eres —exclamo con repudio.
—Oh Majestad no hable así. No frente al muchacho —su mano se destinó al cuello de Rolan elevándolo con suma facilidad hasta el punto que sus pies dejan de tocar el piso.
Yo soy contenida por un guardia, así que cualquier intento de ayudarlo es imposible para mí. Pesé todo, no quiero que muera. No así, no en las manos de Farfán.
—Descuida, tu seguidor no morirá aquí. Él morirá en unas horas a tu lado después de ser exhibido, claro. Pues todos deben mirar y escuchar lo mentirosa que eres. Si tu hermano escapó tal como esperas que suceda y cuente todo, necesito de una cuartada que haga más creíble mi historia de cómo es que Benjamín Tamos, príncipe y heredero al trono de Victoria te protege cuando al principio quería matarte. La respuesta será sencilla: lo controlaste para salvarte de ser condenada ¿lo recuerdas?
—Y entonces tú serás el salvador que Victoria merece ¿cierto?
Una sonrisa satisfecha ante su plan descifrado emerge por su parte.
—Es que todavía no lo comprendes o si René. Tú, Rolan, yo, estos guardias y los de afuera. Todos moriremos hoy. No importa cómo, pero lo haremos. Se nos acabó el tiempo -mis palabras son escuchadas por el aún consejero, tomando seriedad ante ello.
Decide descender a un Rolan al borde del desvanecimiento por el ahorcamiento que le proporcionó lanzando la orden a su guardia para que me suelte y se retire a las puertas.
—Suenas muy segura, Ofelia Tamos. Crees acaso que porqué tu hermano escapó ganaste algo.
—No —le hago saber estando frente a frente, pues ve juntado el suficiente valor para poder levantarme aún con el dolor en cada una de mis articulaciones—. Esta más que claro que no, pero tú lo hiciste al querer acabar con el menester y las leyes de Lorde que rigen esta nación. Al permitirle a los rebeldes crecer en un numero conveniente para ti, al infestarnos con el virus que comenzó todo esto. Hiciste de La Capital tu poblado prueba, pero corriste el riesgo de acabar con las personas que realmente mantienen a Victoria de píe y a merced de los fuertes, los seguidores.
—Ahí es donde erras mi querida Ofelia ¿Piensas acaso que La Capital es el poblado prueba? —mi reacción ante eso hace que continúe con una sonrisa que se extiende de oreja a oreja—. Mi padre tomó hace mucho tiempo un poblado insignificante e improductiva para los fuertes e invisible para todos en Marina, aunque el rey Dafniel... —suspira un tanto—. Vaya que él si era un digno rey. No se tentaba el corazón para estas cosas. Fue rápido y lo incinero todo antes de que se propagara.
—Tolomen —musito apenas para mí, pero con ello Farfán me escucha.
—¿Sabes la historia? —luce sorprendido.
—Si —en ese instante mi mirada va hacia donde esta Rolan consiente ya de todas sus mentiras.
Sin embargo, mi mirada se intercambia de él hacia las personas que ingresan en la puerta con sigilo.
Los guardias les permiten adentrarse como si no los vieran. Aquella parte no la entiendo, aunque poco interesa a estas alturas.
—Pero ya no importa o sí —prosigo volviendo a aquel despreciable fuerte—. Esperaste tanto este momento que nunca contemplaste la idea de perder. Les has ofrecido un sitio a un lado tuyo a esos rebeldes a cambio de su ayuda, pero realmente planeas dejarles afuera de esto. Prometiste colocar en sus manos armas, pero a cambio les has devuelto tan solo enfermedad. Les hablaste de un nuevo comienzo, pero nunca mencionaste para quien. Todos mienten. Tú eres bueno en ello, pero jamás aprendiste a vislumbrar las mentiras en alguien más.
Sus ojos se afilan sobre mí, creyendo ver la mentira en mis palabras presionando mi brazo que anteriormente una bala rosó por desviarla de mi hermano. Aquello duele demasiado. Había olvidado todas mis heridas de batalla ganadas maximizándose en este instante. Mi visión comienza a nublarse un tanto al igual que mis oídos comienzan a zumbar otorgándome un absoluto agotamiento.
El virus avanza conforme yo también lo he hecho en este palacio. Aquel virus me está destruyendo pedazo a pedazo. Segundo tras segundo. Soy capaz de sentirlo en mis piernas que se doblan hasta que finalmente termino en el suelo por milésima y maldita vez en el transcurso del día.
—¡La corona es mía! —lo grita tan seguro y tan ansioso por ser el rey que deseó ser desde quién sabe cuánto tiempo atrás.
—Mientes tan bien que hasta tú mismo te crees esas absurdas palabras.
—Te juro Ofelia que cazaré a Benjamín Tamos y a todos los que se interpongan sean quienes sean. Destruiré a Victoria si es necesario para conseguirlo. Cada fuerte me venerará, cada estúpido seguidor estará bajo mis pies, sirviéndome. Todos son desechables y utilizables como lo fue tu padre, como lo fuiste tú y como lo serán esos rebeldes que buscaron destruir la corona para únicamente hacer nacer otra. Ahora mírame —lo hago mientras da un paso atrás con los brazos extendidos—. Porque seré el hombre más poderoso de Victoria.
Su discurso debería asustarme en cambio solo me rio. Eso lo desconcierta y su rostro se torna rojo en cólera.
—Qué te causa tanta risa.
—Qué tú morirás exactamente igual que yo... —no me pierdo ni un segundo de su mirada aferrada a la mía exigiendo una respuesta—. Traicionado.
Después de exclamarlo, mis ojos se direccionan hacia los dos chicos que yacen detrás de él.
—Hazlo ya —continúe posando la mirada en Ichigo y de inmediato una detonación se escucha seguido de otra más. Las mismas que se clavan en la espalda de Farfán haciéndolo girar para observar su verdugo posando las manos en su abdomen antes ya herido.
No me sorprendo. Después de todo, Vanss me dijo exactamente como terminaría este y únicamente era cuestión de abrirle paso para que se llevará a cabo. Tal vez yo ya no podía acabar con René Farfán, pero Ichigo lo haría y lo hizo. No puedo evitar sentir odio por ambos seguidores, siendo que Diego le acompaña cual sombra haciéndole honor a su apodo, pero me satisface que hayan llegado. Quizá el hecho de saber que Farfán lo planeó por tanto tiempo solo para que durará un par de horas balancea nuestro encuentro.
—Me parece que hemos de prescindir de tus servicios, Rene Farfán —emite Diego.
El consejero de Victoria cae al suelo justo a un costado mío. Me hubiera gustado matarle para ser completamente sincera. No habría sentido remordimiento alguno de hacerlo, sin embargo, todavía con los ojos abiertos, me doy el placer de escupir a un lado suyo acercándome a su oído.
—Me vengaré con tu hija —le prometo, aunque comprendo a la perfección que no haré, pues ni siquiera poseo tiempo para ejecutarlo. Moriré igual que él, pero eso no lo sabe, así que miento y que muera pensando que lo llevaré a cabo me satisface.
Miro mi espada que resuena ante la caía de Farfán dentro de la funda de su cinturón.
"Mente gana fuerza"
No existían palabras más sabias que esas.
Lo intenté. Por toda mi fuerza juró que lo intenté, pero cometí tantos errores por creer en las personas equivocadas que estos me llevaron justo a este punto sin retorno, aunque si tengo éxito con lo siguiente puede que consiga salvar más que un poblado o un hermano.
Miró este sitio. Mi vida entera se encuentra dentro de estas cuatro paredes. Aquí nací y aquí moriré. No encuentro otro mejor lugar que este para hacerlo.
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