Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

𝒞𝒶𝓅í𝓉𝓊𝓁𝑜 𝟤𝟨

—¿Crees que fui muy dura con ellos? —le pregunté a Renata una vez que la sesión terminó y tan solo ella y yo residimos en el salón.

—Para serle sincera, pienso que la mayoría lo requería.

—Tal vez también lo fui contigo. Es solo que deseaba que toda la atención y odio se centraran en mí. No me hubiera gustado que te tratarán mal por la noticia que implementé.

—Es usted tan amable, reina Ofelia.

—No, no lo soy.

Y en realidad no lo era. La razón por la que la había asignado el nuevo puesto dentro del menester era porque necesitaba el registro que ella había creado. La utilicé, así como la mayoría de gente que me rodeaba.

—Entonces, este sistema muestra a todos los habitantes de Victoria.

Renata se encontraba mostrándome el sistema de registro que fabricó.

—Sí. Gracias a esta implementación será diez veces más sencillo obtener la identificación en toda la nación en lo que confiere a la nueva ley.

—¿Y todos los seguidores... están aquí? —ella asintió—. ¿Entonces, si requiriéramos indagar acerca de alguien en específico simplemente ingresamos su nombre?

—Si, podríamos buscarlo por poblado gobierno o nación entera, aunque eso ultimo llevaría bastante tiempo, ya que existirían demasiadas coincidencias.

—No importa. Me gustaría ver su funcionamiento. Digamos que queremos encontrar a alguien nacido en Lorde con el nombre de... no sé... Ichigo por ejemplo ¿podríamos? —lo exclamé de forma tal casual que ella no sospechó mi intención e ingresó los datos en la maquina.

—Ichigo no es un nombre muy común. Quizá y encontremos a menos de mil.

Eso era para mí una cantidad extenuante por examinar, pero por fortuna, emergieron 778 con las especificaciones ingresadas gracias a lo revelado por Faustino y a que Renata creyó que lo inventé. Imprimirlos fue sencillo, puesto que envié a Renata en busca de mi consejero, siendo que debía manifestar ciertas cosas con él y los documentos, ya eran míos.

—Necesitaba de mí, Su Majestad.

—Así es consejero Bardos —incité a que tomara asiento—. Usted ha estado aquí desde que mi abuelo Dafniel reinó ¿cierto?

—Así es.

—Que sabe de los seguidores que son subastados y vendidos en Victoria —mi pregunta le tensó. Ese era un asunto que debía arreglar.

—Bueno, era algo común y legal hace décadas en el reinado de su abuelo. Su padre abolió la ley junto con la ayuda del gobernador Mendeval quién detuvo aquellos actos en este gobierno en donde se llevaban a cabo —aquello hizo que mi padre se ganara de alguna manera el cariño de la población—. Y se ha mantenido la ley desde entonces, aunque...

—Eso no evita que sigan sucediendo —terminé por él y él afirmo.

Me llegó a comentar que el último establecimiento clandestino encontrado fue en Palma hace cuatro ciclos y que los detenidos no habían sido condenados. Todos los fuertes involucrados habían sido liberados por el gobernador Wendigo tiempo después, siendo que la mayoría eran poseedores de las minas y les era más rentable usar esclavos que trabajadores, por lo que la probabilidad de que aquellos actos continuaran eran altos y más con aquellos últimos meses caóticos. Miles de adultos y niños eran vendidos en todo Victoria y nadie hacia nada al respecto.

Fue por esa razón que ordené que fuéramos a Palma ya dentro del jet. Radicaban ciertas cosas por ejecutarse después de lo escuchado por el consejero Bardos. Durante el vuelo, examiné cada uno de los archivos robados y tras sondearlos averigüe que únicamente 383 eran los posibles Ichigos nacidos con aquellas características que Faustino amablemente me proveo durante el viaje en el túnel para ir a su guarida.

Y es que solo poseía dos senderos obvios: o buscaba a cada uno de los posibles Ichigos o la misma señorita Vanss me lo revelaría tras mostrarle el expediente contemplando que contaban con fotografía, aunque eso ultimo lo veía un tanto inviable, porque supuse que la búsqueda debía ser cosa mía pese que aquello me tomara mucho más tiempo de lo deseado.

Sin embargo, una tercera opción en mi mente me hizo pensar en alguien que quizá me lo proporcionaría.

—Puedo saber que lee con tanto fervor —la voz de Damián me abordó.

—Informes. Sobre la población —llevé aquellos papeles sobre mis piernas, mientras me inclinaba levemente al frente del asiento donde él se encontraba—. Sabe, es interesante la cantidad de soldados reales que crecieron en la pasada década, aunque hay algo que no coincide, mire —acerqué los papeles—. Aquí dice que existieron 42 mil huérfanos en estos últimos diez ciclos cuando hace más de una semana leí los informes en donde registraban a 35 mil. Todos ellos soldados activos. El informe lo hizo el mismo teniente Luca Casaco, encargado de la guardia azul. Al igual se informa que la mayoría de ellos provinieron de Lorde, Santiago y la misma Capital. Bueno, el informe es de hace nueve meses, pero la cuestión es... ¿en dónde quedaron los otros 7 mil?

—¿Todo eso viene en este informe?

—No, eso que le trasmito lo leí un par de semanas atrás.

—Espere, recuerda haber leído todo eso desde hace semanas.

—Es lo único a lo que presto atención, Damián.

—No, es solo que me pareció intrigante que mantenga tan clara aquella información —una mueca surgió al tiempo que lució interesado por lo revelado de mi boca—. ¿Lo que quiere decir es que existen 7 mil huérfanos inexistentes en esas listas?

—Exacto. Y la cuestión aquí es en dónde están los demás.

—Excelente pregunta, Majestad. Probablemente deben ser rebeldes, desertores o foráneos.

—¿Sabe de los foráneos?

—Por supuesto, Lorde se encarga de ponerlos en servicio de una familia, pero en otros gobiernos eso parece más una subasta de personas.

—Una venta querrá decir —espeté y Damián asintió.

—¿Cómo es que sabe de ellas?

—Soy la reina, Damián ¿Y usted? ¿Cuál es su escusa? ¿Cómo es que sabe cómo funcionan?

—Porque yo mismo he ido a algunas -la tranquilidad de su confesión me tomó por sorpresa-. Bueno, mi padre me enviaba. Yo solo fui su emisario y quien solía encontrarles un sitio y empleo lo bastante decente par que puedan vivir con dignidad ya fuera en Santiago o Teya antes de que me mudara al palacio. Mi madre solía hacerlo antes que muriera. Pienso que él lo mantiene para honrarla —no supe que responderle.

Imaginar al comandante Marven como un hombre de caridad resultaba difícil. En ocasiones (o la mayoría de las veces) las apariencias engañaban y sin duda ese fue el ejemplo. Pensé en que aquello era lo primero que realmente sabía acerca de la vida más allá de lo dictado por su archivo. Damián era mucho mejor persona de la que imaginé.

Le hice saber mi duda del porque su padre o el mismo denunciaba los hechos y contestó que ya lo había hecho, pero nada sucedió y por eso optaron por aquella solución.

Llegando a Palma, me dirigí hacia el hospital que había sido dañado por la explosión. Según el gobernador sucedió por un descuido, aunque yo aún lo contemplaba como un ataque rebelde. Descubrí que en efecto, la cocina estaba en reparación junto con el piso de arriba que se dedicaba a la investigación y que había sido afectado de la misma manera que los anteriores pisos, sin embargo, el gasto en el informe era exorbitante en comparación al que él hizo en aquella junta mensual.

La zona de atención hacia los seguidores lucia solo. Un espacio por ocupar constando que la falta de personal era clara, ya que ningún fuerte quería rebajarse a servirles a los seguidores. Por esa razón se tenían aprendices, pero casi ningún fuerte quería adoctrinarlos.

Sin pensármelo dos veces, fui en búsqueda Uriel Wendigo para dejarle muy en claro que esperaba que el apoyo que requirió para su gobierno fuera usado de manera correcta sin importarme quién pudiera vislumbrarnos.

Posteriormente, hice que Damián me revelara las casas donde las subastas se llevaban a cabo pesé qué de eso ya llevará meses ante la última vez que lo hizo. Una de las tres que me comentó permanecía en la ciudad central de ese gobierno y con ello, encontrar a cerca de 50 niños y adolescentes retenidos en contra de su voluntad. Wendigo se deslindó de ello y de alguna forma, aunque presintiera que fuera mentira, no existía prueba que pudiera causar a nadie más que a los dueños de las propiedades.

—Y guarde todo aquel despilfarro que planeaba hacer por mi llegada que está más que claro que su gobierno lo necesita mucho, pero mucho más. Espero su informe y no mentiras en la junta de este mes, gobernador —le advertí mientras los fuertes eran detenidos para ser llevados a Qualifa, la prisión más grande que residida en la frontera de Teya y La Capital y del que me encargaría que nunca salieran.

Franco es la principal ciudad de Palma, por lo tanto, moderna y repleta de estructuras soberbias como bellas en tonos blancos y cristales de colores como tragaluces. Su densa población constaba en su mayoría de fuertes de primera clase, aunque eso no evitó que los seguidores ya fueran en sus puestos o fungiendo como servidumbre, fueran testigos del hecho mientras el retén estaba siendo llevado a cabo para de esa forma, bajarle el ego tan solo por un pequeño segundo a Uriel Wendigo.

—Y sí creía que seguir ordenes de un rey era duro, espere entonces ver a las de su reina —le exclamé antes de marcharme de su gobierno.

Una vez llevado a cabo me dirigí hacia donde los liberados victorianos eran llevados en móviles por la guardia negra para albergarlos en Lorde y de ese modo ser registrarlos con ayuda de mi tío Orlando y mi primo Alaric. Esperé que con ello pudieran tener un mejor futuro del que en definitiva pudieron tener en ese lugar.

La población (fuerte y seguidora) me observaba como sí hubiera perdido la razón por completa, mientras caminaba por el empedrado sendero con la niña, pero ya estaba acostumbrada a ser vista de ese modo. En el palacio y las celebraciones sin excepción alguna me dedicaban unos minutos de observación por ser distinta. Siempre me sentí menos que ellos, pero esa vez fue distinto, porque me sentí orgullosa de lo realizado.

Supe que lo hecho apenas era nada comparado con lo que se debía hacer dentro de esta nación corrompida y que, sí mi padre no pudo curarla en 10 ciclos de reinado comparados con los 700 de desigualdad y malas decisiones, yo menos podría hacerlo en simples tres semanas, pero sí lograba encontrar a esa facción de rebeldes y fuertes que deseaban derrocarme antes de que ellos lo hicieran, tal vez tendría los suficientes ciclos para cambiar a Victoria.

Sin embargo, pude notar en aquello niños y la población seguidora algo que nunca me permití ver por yacer en aquellos cuatro privilegiados muros: Esperanza.

Y aunque los guardias eran temidos eso no les impidió a algunos acercarse lo bastante para ver a la reina de ojos azules que hizo algo por ellos. Para mi pesar y como debía ser, mis guardias consideraron peligroso el evento cuando una conglomerada masa de súbditos comenzaron a empujarse para besar mi mano o tocar mi vestido y tras querer protegerme, mis guardias comenzaron a golpearlos hasta que los detuve en un grito que casi me desgarró las cuerdas vocales, levantando del suelo a un hombre de una edad considerablemente alta. El seguidor me observó con sorpresa, siendo consciente de las cosas que era capaz de hacer y cambiar.

De vuelta a Victoria discutí con Damián. No debió caerme de extraño el hacerlo, pues cuestionó mi seguridad y la contrariedad de haber salvado a los esclavos contra el no haber abolido la ley de registro de seguidores cuando le conté. Yo tenía mis razones y no las compartiría con él, aunque para ser sincera me hubiera gustado tener alguien en quien apoyarme y contarle todo, pero omitir es igual que mentir y estaba dispuesta a no ceder.

Todos mienten

Era lo que me decía para justificar el hecho de que no confiaba en nadie y utilizar a todos los que me rodeaban.

Me encontré caminando por los jardines una tarde con destino a visitar las lápidas de mi familia cuando una peculiar voz me hizo desviarme hasta los laberintos.

—De verdad es otra cuando decide intercambiar afiladas dagas por un aburrido vestido, Majestad.

Mis ojos debieron abrirse tanto como mi voz titubeó ante su inesperada presencia.

—¿V-vanss? —avancé con estupor a ella levantando mi falda sin poder creer su figura—. ¿Cómo entraste?

—Tengo mis métodos, pero principalmente —sacó una tarjeta de su bolsillo-... una identificación que dice que trabajo aquí —comentó, mientras daba suaves caricias a su uniforme de empleada en tono gris plata. Lucía tan distinta con aquel vestido y peinado recatado envuelto un moño que sujetaba todo su cabello. Desde esa perspectiva, no se miraba tan ruda.

—Eres la persona más ilegal que he conocido en toda mi vida.

—Gracias —sonrió orgullosa.

—Un placer —regresé no muy segura de comprender su sarcasmo.

—Y bueno, dejando los halagos atrás y volviendo a tu pregunta anterior; si bien lo recuerdo la última vez reafirmaste que nuestro vinculo seguía vigente, así que es mi turno de visitarte y preguntar por qué has dejado que la ley de procedencia siga avanzando.

—Tengo mis razones para mantenerla.

—Pues espero que las compartas o temo que eso nos generara un problema.

—¿Es que no confías en tu reina? —le cuestioné jugueteando un tanto con mi título, vislumbrando muy a lo lejos a mis guardias quienes mantenían su distancia siempre que visitaba el cementerio familiar.

—Pues sino me dice la verdad en poco tiempo dejara de ser mi reina —eso borró por completo mi sonrisa haciéndome regresar a la realidad.

—Todos los detenidos serán liberados sin ningún daño. Yo misma firmaré su liberación y serán registrados ante la nación como ciudadanos. Ya no serán más desertores y serán libres —la mirada entre cerrada de ella me dijo que no confiaba mucho en mi palabra—. Lo único que deseo es averiguar si conocen o no algo de los rebeldes. Hoy mismo liberé e interrogué a unos cuantos.

—¿Y cómo puedes saber que lo te dicen es vedad?

—Tengo mis métodos —le regresé la letanía, aunque en el fondo yo contemplaba la respuesta.

Rolan.

Él sería la respuesta ante Vanss. Ron me ayudaría a que cada seguidor me confesara la verdad y con algo de suerte, daría con el paradero de Ichigo.

—Y supongo que piensas que con ello podrías encontrar alguna pista acerca de Ichigo ¿cierto?

Mi paso se detuvo en seco tras escucharle a ella misma pronunciar tal nombre.

—Sí, estoy al tanto de lo que hablaste con Gerardo.

Al parecer entre ellos no existían secretos, puesto que el día anterior escapé con Agustín y Carlo (un guardia azul) del palacio como acostumbraba con la ayuda de Rolan en dónde logré convencer al pequeño Hozer para que me llevará a la guarida en donde permanecía Gerardo.

En realidad, llevar a cabo eso no fue difícil, ya que Hozer accedió fácilmente ante mí. Ese niño me miraba con tanta devoción que sus ojos brillaban cada vez que me contemplaba. Lo encontré vagando como siempre en la zona mercantil de Xelu.

Aquel día le llevé un poco de tarta que comimos en el camino, mientras me confesaba con cierta timidez y felicidad que cuando él tuviera mi edad me pediría matrimonio. Yo solo pude conmoverme, ya que Hozer se encontraba totalmente convencido de que para ese entonces, yo seguiría igual de linda y aceptaría. Aquella inocencia fue recompensada con un beso en su mejilla, consiguiendo que se sonrojará.

La secreta guarida de aquel hombre le hacía honor a tal descripción, ya que esta se encontraba dentro de la reserva de flora que compartía Xelu con el poblado de Ciro dentro de una colina oculta. Su construcción no constaba más que de madera y adobe rojo, aunque su tamaño era considerable contemplando las posibilidades de los ciudadanos, sin embargo, tras adentrarme descubrí lo acogedora que eran sus instalaciones.

Hozer corrió en busca de Gerardo y tras vislumbrarlo, el niño se retiró con otros chicos repartiendo el resto de comida que había llevado. Él hombre de mediana edad era tan alto como corpulento. Su cabello era oscuro, aunque apenas creciente por el casco de su cabeza con una barba tan abundante que daba la impresión de que tal vez fuera mayor de la edad que suponía, ya que parecía ser el padre de todos los muchachos que habitaban la especie de bodega adaptada a un refugio, sin mencionar que esa voz gruesa imponía mando tanto como su aspecto y piel oscura y curtida por los ciclos de trabajo.

No fue necesario presentarme, porque en cuanto me miró supo a la perfección quién era yo y no precisamente me refiero a Ana sino a Ofelia. Intenté negarme lo más que pude, pero Gerardo contemplaba que yo era la reina. Antes de que lo cuestionara, él me mostró la verdad y esa era que conocía todo acerca de mí desde mi nacimiento, lo cual me asustó, siendo calmada por él una vez que me explicó la razón por la que lo hacía.

Y es que Gerardo y yo teníamos algo en común y era que ambos éramos provenientes de padres fuertes, pero nacidos sin habilidad. O por lo menos eso fue lo que él me aseguró. Entonces, observé sus muy brillantes ojos castaños y comprendí que yo no era la primera en presentar aquella anomalía, aunque a diferencia del resto yo poseí la virtud de la protección que la realeza me brindó.

Sus padres llegaron a creer que mostraría habilidad cuando creciera al igual que mi hermano Ben lo creyó conmigo, sin embargo, en ninguno momento se presentó tal cosa y por temor, lo ocultaron para protegerlo y fingir que era hijo de sus sirvientes seguidores.

Él poseía mi edad para cuando yo nací al igual que su esperanza en que las cosas mejorarían con ello, pero evidentemente eso no sucedió, por lo que se dio a la tarea de buscar personas como nosotros, sin embargo, llegó tarde y todos ellos murieron o los mataron para ocultar su pasado según la teoría que me contó, pues después de una generación, la anomalía se había mezclado con los seguidores y con ello, el gen fuerte desaparecía, por lo que ya no eran rastreables los hijos de ellos y de esa forma Gerardo logró salvar algunos de los niños que eran vendidos en Lorde.

Con su confesión, asumí que algunos de esos muchachos con los que Hozer cenaba y llamaba foráneos eran nietos de fuertes teniendo derecho de alguna forma a los privilegios de su descendencia. Gerardo me explicó que podía notarse por una pequeña mancha roja casi imperceptible en cualquiera de los ojos de estos, pero era algo que él no deseaba confesar y yo tampoco, no por el momento.

—Entonces que harás cuando lo encuentres —la pregunta elaborada por Vanss me regresó hacia el presente.

Gerardo se mostró al principio renuente a decirme cuál de los expedientes que traía era Ichigo, pero terminó por decirlo una vez que le asegure que mi intención por encontrarlo era por Vanss, quién deseaba poder persuadirlo.

—Bueno, mencionaste que le convencerías ¿no? Que le harías ver que lo que está haciendo es un error o ¿me equivoco?

—Sí, pero que harás realmente cuando lo tengas enfrente. Soy coincidente de las cosas que te ha hecho.

No poseía ninguna respuesta ni una sincera ni mentira, porque lo cierto era que no tenía idea de lo que haría cuando lo yaciera frente a mí, por lo que simplemente esquivé el tema.

—Aun hay algo que todavía no comprendo ¿Por qué aceptar un trato así sabiendo que será utilizado y desechado por el fuerte al que sirve?

—Me temo que hay algo que debes saber de Ichigo y es que él es un hombre tan impulsivo como inteligente y está muy seguro de que acabará con los fuertes a los que finge servir antes de que ellos lo hagan primero con él.

—Quieres decir que...

—Sí, Majestad. Ichigo va a traicionar al fuerte que hace esto justo cuando el trabajo este casi terminado. Las y sus secuaces tomarán el palacio con la nación entera incluida.

—¿Hablas de un golpe de estado? —Vanss no supo que quise decir, así que intenté usar otras palabras—. Atribuir el poder de la nación al pueblo.

—Él solo comparte con ese fuerte el pensamiento de que la corona debe caer, pero esté no será quien tomé el poder al final. Ichigo está consciente de que somos más, mucho más los seguidores que los fuertes.

—Casi el setenta por ciento de la población nacional, de hecho —agregué, aunque ella apenas tomó mi dato.

—Pero él ignoró lo que yo ví en su plan —dio pequeños pasos a la fuente mientras su mirada se oscurecía—. Y es que su fracción nos está convirtiendo en una amenaza que debe ser destruida o controlada en el mejor de los casos. Nos culparán de la caída de Victoria. De la muerte de la realeza —me miró de forma que pedía disculpas—. Has de saber bien que no importa cuántos seamos, la ventaja siempre la tendrán ustedes, pues se necesitan 3 de nosotros para acabar a uno de ustedes. Existe gente en ambos lados. Gente que morirá en el proceso esté o no con ellos y eso es algo que Ichigo está dispuesto a dejar que suceda. Ha aceptado ser testigo, pero yo no. Ninguna persona debe vivir, no sí otra debe morir. Lucharé hasta el final porque esos niños rescatados en la guarida de Gerardo y los que vendrán, merecen una vida mejor y más justa que todos los foráneos no pudimos tenerla.

Esa chica de verdad tenía fe en cada una de las palabras exclamadas. Tanto, que terminé convencida y llena de su fuerza y creencia de que lograríamos ganar. Llegué a entender porque Vanss y Gerardo se habían encomendado a mí para protegerme puesto que el que ellos me quisieran viva no era simplemente para hacer rabiar a los rebeldes o a los fuertes sino, porque tenían esperanza en lo que representaba. Planeaban que yo fuera la voz escuchada, el mando que gobernaría a los seguidores debido a mi conocida condición y aceptada por los fuertes que me obedecerían por el título que me otorgaba ser hija de un Tamos.

Irónico, pero ellos harían lo mismo que estaba haciendo yo en esos días: sería utilizada para representar su causa.

Aunque todos los hombres y mujeres detrás de mí serían los que realmente lucharían, tal como ese fuerte que se ocultaba detrás de los rebeldes que culparían ante la nación, mientras que él o ella solo se limpiaría las manos y se pondría en la cabeza la corona, mi corona, pero no se los permitiría.

Ni ese fuerte o Ichigo ganarían. Los mataría si era necesario para detenerlos, aunque no sabía si Vanss desistiría en permitírmelo después de todo, no conocía realmente la relación que existía entre ambos, siendo capaz de ver en sus ojos la preocupación que emitía tras pronunciar su nombre.

Una parte de mí esperó aquel día que ella perdonara lo que planeaba hacerle al que alguna vez consideró un amigo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro