Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

𝒞𝒶𝓅í𝓉𝓊𝓁𝑜 𝟤𝟦

El humo de la bomba que activó Faustino hizo picar la garganta y ojos de todo ciudadano cercano. Debimos colocarnos los paliacates blancos que permanecían en nuestros cuellos y nos dispersamos entre la multitud a paso veloz cuando entonces, una explosión en el local que visualizamos anteriormente estalló en un retumbante sonido que provocó que tanto Faustino como yo, nos agacháramos, así como el resto que nos rodeaba debido a lo inesperado de los sucesos.

—Eso no debía suceder —aseguró Faustino, mientras emprendía paso veloz al recinto.

Le seguí por instinto llevando la mirada a los desertores que emergían de aquel establecimiento por excepción de Riben, quién fue repentinamente lanzado hacia la ventana reventando el vidrio de aquel sitio.

Detrás de él, apareció el corpulento hombre de los asaltos anteriores. Al parecer, dos explosiones no eran suficientes para acabar con aquel sujeto. Pablo se destinó de inmediato para ayudarlo, pero fue tomado por uno de los guardias que nos observaron minutos atrás capturando a Marino también.

—Quedan arrestados —logré ver sus labios del guardia moverse.

—Yo voy por Riben —lo dije sabiendo que no me arriesgaría a que un guardia fuerte me reconociera. Faustino pareció estar de acuerdo.

—Deberías meterte con alguien de tu tamaño —le espeté al rebelde poniéndome a no más de un metro de distancia suya.

—Solo alguien tan segura podría decir eso —sonreí contemplando que ese hombre creyó que yo era justo la persona a la que me parecía. Mi corazón latía fuerte. Tenía miedo y valor al mismo tiempo—. Un momento -me exclamó con la mirada postrada en Riben que yacía desorientado en el asfalto.

Apuntó el filo de su cuchillo con dirección a él y mi instinto de inmediato se activó. Le lancé dos estrellas a su brazo derecho lo cual causó que a primera instancia se detuviera y me observara quitándoselos con gran facilidad, mientras sus pasos se dirigieron hacia mí olvidando por completo a Riben. Empuñé mi daga lista para atacar, pero no fue necesario porque mi puntería fue perfecta y sucedió justo lo que maquiné.

Aquellos libros que leía con anhelo no me fallaron. Su brazo comenzó a sangrar sin cesar y vislumbré como había dañado una de sus arterias principales. Para un fuerte, el desangrarse por esa vía le tomaría cerca de 20 minutos morir o pudiera que 15 dependiendo de su habilidad a cicatrizar o los litros de sangre extra que corren por sus venas, pero aquel hombre no era un fuerte, así que le tomaría 5 minutos o menos en efectuarlo, sin embargo, eso no era lo suficiente efectivo para mí, porque sus manos terminaron alrededor de mi cuello. Lo apretó al tiempo que me elevó un tanto hasta que me encontré de puntillas, aunque poco a poco, su amarre se volvió débil y lánguido.

Su corazón comenzó a latir cada vez más lento al tiempo que su pérdida de conciencia le invadía y antes de que pudiera muriera desangrado, Riben se reincorporó y clavó sin remordimiento alguno un pedazo de vidrio de la ventana estrellada en el cuello del hombre dándole fin a su vida.

Por un momento, permanecí helada tras observar su cuerpo inerte, porque no consideré su vida hasta que esta se difuminó frente a mis ojos. Mi trance no duró demasiado, ya que fui jalada por Riben para que continuáramos ayudando a los otros chicos.

Me dirigí hacia Roberta, qué si bien, ella no era buena con los cuchillos, sí lo era en esquivar. Contemplé en ese instante del porque la habían traído ese día, pues de manera impresionante y ágil, esquivaba cada posible golpe y amarre que el guardia fuerte intentaba hacerle. Cuál si fuera una bailarina o contorsionista, brincaba, subía y bajaba siendo imposible atraparla, aunque ella se cansaría pronto, así que antes de que sucediera, intervine con una de mis cuchillas que fue a la parte trasera de la rodilla del guardia haciéndolo doblar, pero eso no bastó.

Roberta tomó mi mano para dispersarnos, puesto que corríamos el riesgo de ser capturadas y yo poder ser reconocida pese que el paliacate seguía cubriendo medio de mi rostro. Además, ya no deseaba herir a más ciudadanos.

Finalmente, Pablo nos ayudó lanzando otra perla de humo que nubló la vista de aquel guardia.

—¡A la cumbre! —gritó Faustino estando ya todos libres, aunque nos detuvimos frente al caos tras darnos cuenta que cerca de 8 guardias se direccionaban hacia nosotros arriba de corceles, creyéndonos los culpables de aquel desastre que en realidad sí que lo éramos.

—¡Son demasiados! —vociferó Marino aferrando sus dedos a su melena.

Me detuve pensando en mí alrededor, cuando entonces observé a Roberta.

—Que tan buena eres con eso —le exclamé mirando su arco en la espalda.

—La mejor, pero esto no los detendrá.

—No te pido que les apuntes a ellos —agregué en el momento que todos siguieron mi mirada.

Era una torre de agua elevada que alimentaba los puestos adyacentes sostenida por pilares de maderas que no cederían fácilmente, pero qué si apuntábamos al espectacular sostenido con cuerdas si lo haría. Roberta sonrío captando mi punto, por lo que cuando lanzó la segunda fecha al pesado anuncio esté se cayó y de manera sistemática la torre cedió bloqueando su paso de los guardias.

—Esas son mis chicas —emitió Faustino con una sonrisa para emprender paso a la huida dispersándonos en parejas logrando camuflajear nuestro andar, sin embargo, no contamos con que un guardia apareció detrás de ambos.

El fuerte saltó la nada a Faustino consiguiendo que esté fueran directo al pavimento. Tomó su brazo de tal modo que casi pudo haberlo roto el brazo por los gritos surgidos de la garganta de Faustino seguido de recibir un violento golpe en el costado de sus costillas que le quitó el aliento.

—Están detenidos por rebeldía a la nación y traición a la corona —nos espetó aquel guardia.

—Espere —le exclamé al guardia con intención de revelarle mi identidad sí con ello dejaba de dañar a Faustino quién se encontraba debajo de su bota asfixiado—. Yo soy...

Un grito surgió de mi garganta, pues otro guardia apareció presionando mi mano en mi muñeca estrangulando mi voz a nada de arrodillarme tras el sometimiento, mientras el otro guardia seguía asfixiando a Faustino. No se detendrían. No me escucharían, no lo harían porque simple y sencillamente yo no era nada más que una rebelde seguidora que debían erradicar cual plaga se tratara.

—Solo necesitamos de un culpable —habló el guardia que disfrutaba el torturar a Faustino—. Llévatela. Nosotros nos encargaremos de aleccionarla después.

Fui capaz de sentir aquel evento en cámara lenta, siendo que cuando el guardia quiso tomarme del cuello con su otra mano, giré pasando por debajo de su brazo esquivándolo y aunque logró tirar de mi paliacate y lanzarlo al suelo, dejando al descubierto mi rostro, usé aquel momento a mi favor para hacer emerger de mi funda el obsequió que semanas muy atrás Damián me ofreció y hacerla terminar en el diafragma de aquel guardia quién finalmente yació frente a mí mirándome directo a los rojos.

—¿M-mi reina? —apenas logró susurrar con sorpresa al tiempo que noté lo joven que este era.

Mis ojos se cristalizaron permaneciendo inmóvil ante el hecho de que ese guardia fuerte murió sabiendo que le mató su reina, la mujer a la que el juró servir.

Cuando finalmente la vida comenzó a desvanecerse de sus rojos ojos y cayó de rodillas, la espada cedió saliendo de su pecho para que finalmente su cuerpo cayera por la calle en el instante que el otro guardia soltó la agresión en Faustino para fijarla en mí. Él no me reconoce ya fuera por la rabia nacida o porque sencillamente jamás me ha mirado, pero eso solo provocó que mi acompañante se levantara y le clavara un filo en la parte interna de la rodilla causando que se doblará.

—¡Corre!

Faustino se sacrificaría, siendo que todavía se encontraba a medio asfalto captando la atención del guardia, sin embargo, yo me mantenía en un estado de estupefacción ante el hecho de que había matado con mis propias manos a un hombre. Y no fue hasta que vi dos flechas (una tras otra) encajarse en el cuerpo del oficial seguido de un brazo que me cubrió de la siguiente que se destinaba a mí notando este a mi cuello.

El grito del joven que me salvó causó que despertara, pues se trataba de Agustín. Olvidé por completo que le había ordenado que mantuviera su distancia y la acató al pie de la letra hasta que le fue inevitable el acercarse para protegerme. Me hizo agachar, cubriéndome junto a su lado, mientras tiraba de la lanza que ganó por mi culpa de su antebrazo. La herida comenzó a drenar, así que tomé mi paliacate del suelo y lo amarré en su lesión. Quizá fue la valentía o el miedo lo que le provocó que no gruñera tanto cuando tiré de ella para apretarla y detener el sangrado.

De pronto, una lluvia de flechas comenzó a caer hacia nosotros, ya que más guardias fueron testigos lejanos del suceso pasado. Visualicé al guardia que ordenó mi muerte inerte en el suelo cubierto de flechas y puñaladas que quizá Faustino le ofreció para que jamás volviera a levantarse.

—¡Vamos! —jadeó con su mano en las costillas, aferrándose a mi mano para jalarme de la chaqueta enfatizando que debíamos escapar.

Los tres lo hicimos y de ahí fuimos llevados a las alcantarillas del condado, pasando justo por debajo de los soldados y guardias superiores que iban hacia el lado contrario donde nos dirigíamos, pues no conocían el método de huida. No era la primera vez que andaba por una alcantarilla, aunque está realmente era un sistema mucho más complejo que por el que escapaba del palacio, siendo que en este podíamos desplazarnos erguidos y más de uno en la fila.

Agradecí tanto que estuviera oscuro y así nadie notar las lágrimas de horror y penumbra que sentía por lo realizado con aquellos guardias fuertes y rebelde que perecieron. Tras arribar a la cumbre, los otros desertores que nos acompañaron ya se encontraban sanos y salvos y lo único que miraron a nuestra llegada fue a Agustín, pero aún con ello lo llevaron a su precaria enfermería después de haberlo exigido.

—Eres muy mandona para ser nueva ¿no lo crees? —escuché a Vanss, mientras salía de una habitación con las manos en su cinturilla llenas de artefactos de combate para dirigirse ahora a Faustino—. Y tú, muy desobediente. Creí haberte dicho que no la llevaras sin mi autorización.

—¿Por qué? Porque sí le pasa algo ya no tendrás a tu querida doble salvando tus espaldas —respondió furioso frente a ella—. Ya veo porque la aceptaste tan rápido en el Fuego Blanco y sin ser foránea.

—¿Desde cuándo te preocupa tanto la chica daga? -arremetió ella contra Faustino—. Además, la misma Ana me lo propuso ¿verdad? —prosiguió tranquila otorgándome una mirada con la que esperaba que yo aceptara la responsabilidad, por lo que cuando Faustino destinó su vista a la mía, lo hizo con juicio tras no negar tal cosa.

—¡Mujeres! siempre con sus secretos —agregó antes de marcharse para ir a atender sus claras heridas en el rostro y otros sitios invisibles—. Por cierto. Deberías contarle del muchachito que trajiste a la guarida a ver si eso también lo sabe.

—¿Qué muchacho? ¿Trajiste a alguien aquí?

—Descuida, él no dirá nada. Ni siquiera sabe lo que pasó.

—Por tu bien espero que así sea.

—¿Es eso una amenaza?

—Un consejo, porque hace unos minutos acabas de traicionar a la nación.

Mi mente divagó al recuerdo del guardia tirado en la plaza recorriéndome un escalofrió por la columna. No estaba en mi mejor momento, así que contraataqué.

—¿Un consejo? ¿Intentas acaso cuidarme? porque créeme, no lo parece—. Vanss río.

—Si, eso es justo lo que he hecho todo este maldito tiempo.

—Mientes, tú no me proteges a mí sino a eso chico llamado Ichigo ¿Sabes acaso de lo que seremos capaces en caso de encontrarle? Existen cosas peores que darle la muerte y créeme se lo...

—Piensas que no lo sé, lo torturaran. He escuchado que pueden hacerlo por semanas enteras y no solo a ellos sino a su familia por igual, pero ahí es donde se equivocan. Es un hombre solo, atormentado y adolorido al que ya no tiene nada que perder y es justo eso lo que lo convierte en alguien más peligroso.

—Pero aun así le protegerás ¿cierto?

—Eres una idiota.

—¿Disculpa?

Nadie en mi vida se había atrevido a llamar a la hija de un rey, a una reina, de semejante forma.

—No lo entiendes, verdad. No comprendes que tú ya estarías muerta de no haber sido que yo lancé esa flecha que mató al hombre en Marina, consiguiendo que desviara la bomba que iría directo hacia ti y tu guardia en el puente hace un par de meses ¿no?

En ese instante supe porque se enteró que salvé a un real la primera vez que la vi en esa colina.

—¿Estuviste... ahí?

—Si y ellos también. Los rebeldes han estado siguiéndote muy de cerca y ahora ¿se puede saber qué haces tú aquí? —su mirada anunciaba la sorpresa de tenerme enfrente.

—Pues creí que todavía teníamos un convenio vigente ¿no?

—Si, eso parece —habló no muy convencida—. Es solo que imaginé que debido a los recientes acontecimientos tú...

—¿Qué sigue? —interrumpí—. ¿Cuál es el siguiente paso en su plan?

—Cómo voy a saberlo.

—Bueno, dijiste que lo sabias y por eso iban a matarte.

—Pues sí, pero no sé los detalles de cómo lo harán. Por eso fui al registro y saqué los datos de todos los aprendices y seguidores sin trabajo para reclutarlos, pues mientras más seamos, mejor.

—Y eso cuanto tiempo va a tomar -mi tono se elevó en angustia tras su segundo de silencio—. ¿Es que no lo entiendes? el rey está muerto y no lejos de aquí existe una chica que no sabe qué hacer con respecto a una nación entera sobre sus hombros. El tiempo se nos agota con cada día transcurrido.

—En eso apoyo a la chica daga —escuché una voz detrás de mí.

—Mi nombre es Ana —espeté tras enfado por escuchar ese apodo varias veces en cuanto a mí referían.

—Si, como sea —regresó Marino, mientras tomaba agua de su cantimplora ofreciéndome. Moría de sed, por supuesto que la acepté al tiempo que él continuó—: Vanss, el tiempo se nos agota y esos tipos contemplaban a la perfección que iríamos por ellos, decidiendo estallar el sitio antes de que hurgáramos en su cuartel.

—Vanss, déjanos saber el plan. No puedes cargar con ello tu sola —se le unió Riben a la conversación—. Por qué consideras tan vital salvar a la reina sí ni siquiera nos dejaste ir a su coronación para verla y vaya que estábamos cerca del menester.

Vanss y yo compartimos una mirada "Si tan solo supieran que están justo frente a ella".

—Lo hice porque teníamos cosas más importantes que ir a una estúpida coronación. Sin olvidar que ni siquiera hubiéramos llegado a aproximarnos ni 10 metros de ella con la brutal seguridad en el recinto y la congregación fuera de sus rejas y plaza —recalcó ella a su favor y de algún modo también protegiéndome.

—¡Hey! —sonó la voz de Roberta—. Tu chico mudo está listo, Ana. Quiere verte.

Giré hacia ella visualizando a su lado a otra mujer veinte ciclos mayores que ambas suponiendo que ella curó a Agustín por el sudor en su frente y su mandil manchado de sangre, acercándose al marco de la sala principal del cuartel. Me alejé de todos ellos yendo hacia otra habitación cuando la mano de Faustino me bloqueó el paso.

—Eres una especie de amuleto de acción ¿lo sabías?

—Eso es bueno o malo.

—Seguimos vivos así que tú qué crees —lo exclamó llevando un pedazo de pan a su boca ofreciéndome dos de ellos. Supuse que uno era para Agustín.

—Gracias —salió de mi boca—. No por esto o bueno, si también, pero... ibas a enfrentar a ese guardia para que yo huyera y eso es algo que jamás olvidaré.

—Perteneces al Fuego Blanco, An. Eres una de los nuestros ahora e igualmente hubiera encontrado la forma de escabullirme de él, de eso no tengas la menor duda, aunque he de admitir que tu amigo ayudó bastante a conseguirlo.

—No me hubiera ido, sabes. Yo... no te habría abandonado —le dije con determinación causando que colocará una mano sobre mi hombro captando que esta yacía vendada debido a la sujeción por aquel guardia. Su piel había sido untada con un ungüento mentolado que de seguro aliviaba su dolor.

—Es bueno saberlo.

—¡Hey tú! —gritó la mujer que previamente curó a Agustín dentro de la sala de su precaria enfermería interrumpiéndonos—. Aún no he acabado contigo. Trae tu trasero aquí o tendrás que curarte solo.

—Bueno, esté codiciado cuerpo y bello rostro debe mantenerse de tal forma así qué, salúdame a tu chico. Espero que Hozer no sepa de él o su pequeño corazón se romperá —dijo sarcásticamente, mientras ejecuté una mueca burlona mirándolo marchar.

—¿Cómo está tu brazo?

—Sanará —Agustín me respondió contemplando su brazo vendado.

—Yo...

—No —alzó su mano suavemente y callé-. Le prometí que no haría preguntas y pienso cumplirlo —me sonrío convencido de lo que realmente espetaba. Tomé su mano colocando mi confianza sobre él.

—Ellos creen que eres mudo. Sería bueno que lo sigan creyendo —mi guardia solo asintió tomando el pan que le ofrecí.

En definitiva, esa no era la visión que tuve cuando la idea de salir del palacio albergó en mi mente, aunque al menos seguía con vida y ellos todavía no descubrían mi identidad ni Vanss me tomaría como rehén.

—Deben irse ya. El anochecer se acercará pronto —recomendó Vanss después de minutos, percatándome de lo rápido que el tiempo corría.

—Cierto, tenemos que marcharnos—. Agustín solo movió su cabeza sin decir nada tal como le dije.

—Me aseguraré que tú y tu mudo amigo lleguen a la frontera de Concorda y una vez ahí, Pablo y el desobediente de Faustino...

—Escuché eso, Vannsita —la voz de Faustino sonó a lo lejos.

—... los llevaran a Xelu a donde sea que tengan que ir.

—Pero debe haber docenas de guardias buscándonos —protestó Pablo no muy seguro de la propuesta que ella ofrecía, pues al parecer él no pretendía arriesgar su vida por la mía.

—Lo sé y es por eso que usaremos los túneles y cloacas y sí las cosas se pusieran feas, siempre tengo mi arma secreta —su mano golpeteó el cilindro que llevaba en su cinturón.

—¿Qué es eso? —pregunté inocentemente sin saber lo que me diría.

—Esto... es tiempo para mí y muerte para ellos —mis ojos reflejaron ignorancia ante lo dicho—. ¿Debo explicártelo cierto? —mis ojos se cerraron y abrieron lentamente en un si—. Esto es como beber Escarpender.

—¿Qué es un escarpender? -emití.

—Es una bebida alucinógena muy común en Lorde. Deberías saberlo —me cuestionó Pablo con sus ojos entrecerrados.

—Para cuando me fui de Los Balcones no tenía edad de saber qué era eso —busqué con astucia una salida y eso fue suficiente para callarlo. Resoplé internamente por la mentira.

—Vamos señoritas las dos son bonitas —Faustino entró a la escena con su torso vendado colocándose con cuidado una camisa limpia, ya que un par de costillas se lesionaron debido a los golpes provocados por las patadas de aquel fuerte en su persona. Su tono de burla calmó los ánimos—. El problema con el escarpender mi querida Ana es que es sumamente adictivo. Es capaz de provocar la locura en tu mente poniéndote sumamente agresivo.

—Y eso nos beneficia por....

—Los vuelves salvajes, pero torpes. Es fácil herirlos —agregó Vanss, mientras sacaba de su cilindro unos dardos con líquido verdoso y viscoso dentro.

—Los escaraders son...

—¡Sé lo que son lo que son los escaraders, Pablo! —arremetí enojada contra él—. Antes eran simples escarabajos que tras el virus mutaron tornándose de un color púrpura profundo, convirtiéndose ahora en venosos depredadores —comenté mientras el resto me miró entretenido de mi pequeña lección de biología—. Entonces... ¿el veneno los mata?

—No, pero esto es capaz de convertir su sangre en el más ligero de los fluidos. La paranoia que se crea en el sujeto los hace salvajes y torpes y apenas una cortada suya es capaz de desangrarlos en segundos por eso fue rebajado con agua y licor y otras cosas más que hicieron de su venta fuera un tanto clandestina.

—De acuerdo, entonces esa bebida te causa alucinaciones y algo parecido a la hemofilia.

—Hemo... ¿qué? —habló Marino ante mi innecesaria intervención.

Vanss solo me miró queriendo callar mi rebuscada boca o pronto ellos se darían cuenta de mi farsa por mis palabras y forma de hablar.

—Nada, continúen.

—El punto aquí es que no les da oportunidad de cicatrizar —puntualizó Vanss para retirar la atención a mí.

—Es por eso que los que lleva Vanss están concentrados -puntualizó Riben—. Recién salidos de los Escanders, ya que los escarpender son bebidas que sus sistemas medianamente procesan como para que puedan sobrevivir ingiriéndolos por tiempos prolongados obteniendo nada más que en ellos que mal humor.

De pronto, mi corazón se estrujó, mi mente divagó y mi estómago se vació con tan solo plantear aquella idea en mi cabeza.

—¿Pasa algo? —preguntó Faustino tras notar mi malestar con las risas de sus compañeros acompañando la sala.

—No, nada —mentí y lo notó.

—Dejemos de hablar ya de esto y larguémonos de aquí, quieren —insistió Pablo.

Por suerte no fue necesario sacar las armas de Vanss al regreso, pues logramos escabullirnos cuando salíamos de ellos en la frontera de Concorda hacia Valencia.

—Puedo preguntar por qué has decidido brindarme tu favor —mi cuestión hacia Vanss surgió una vez que permanecí un minuto a solas con ella—. Por qué no has revelado quién soy o me has capturado y pedido rescate o simplemente entregarme a los rebeldes como pago para mantener tu vida a salvo.

Ella sonrió.

—¿Eso es lo que deseas que haga?

—Lo habría esperado, si.

—En ese caso puedo preguntarte porqué si crees eso has arriesgado tu vida y venido a buscarme —no tuve respuesta para ello, pero comprendí su punto.

—¿Cuál es el final del plan?

—Llegar antes que ellos, convencerlos de que es un error y sí no, derrotarlos.

—No el nuestro, el suyo.

Ella realizó una pausa.

—Pues dijiste que existían cosas peores que la muerte ¿no?

—Si, lo recuerdo.

—Pues ellos se encargarán de dártelo.

—Me temó que ya lo están haciendo.

—No dejes que te consuma ¿de acuerdo? lográremos llegar antes que ellos, lo prometo —hizo una pausa después de colar su mano en mi hombro—. Y siento lo de tu... ya sabes.

—Si descuida. Seré fuerte.

—Ya eres una, lo olvidas —sonrió burlándose no de mala forma sino queriendo aligerar el amotinador ambiente que teníamos.

—Ciertamente hace mucho que no me he sentido así, pero el saber que nos encontramos del mismo lado del camino y que nuestro trato sigue vigente es de algún modo... reconfortante.

—¡Hey chicas! no es por presionar, pero estamos quizá a media hora del anochecer —eso hizo que mi razón de irme regresara—. Además, tu retraído amigo quiere irse ya.

—No le llames así. Deberías mejor fijar tu atención en cuidar a Hozer. No puedes dejar a un niño a su suerte por horas o días incluso.

—¿Crees que lo dejaría solo? Por favor, me decepciona que pienses eso de mí.

—Entonces con quién le has dejado.

—Gerardo —dijo finalmente—. Lo dejé con Gerardo y el resto de los chicos, aunque sabes que él es muy inquieto y curioso para quedarse dentro. Hozer sabe que debe regresar al atardecer. Tiene 12 ciclos, pero es listo. Dale un poco de crédito y a mí también.

Sin más, se alejó lo suficiente para que pudiera compartir una mirada con Agustín y ambos supiéramos que ya habíamos pasado demasiado tiempo lejos del palacio.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro