𝒞𝒶𝓅í𝓉𝓊𝓁𝑜 𝟣𝟩
No fue difícil saber dónde encontrarlo. Después de todo, las sutiles pistas estuvieron instaladas dentro de las canastas de su clandestino cuartel como los diarios capitalinos que señalaba que la imprenta "Tanazon" en Valencia era un destino frecuente, así como los puntos de distribución del mismo o los volantes del centro de distribución del mercado en donde constantemente se necesitaba de fuerza seguidora para el descargue de las materias primas generadas del campo.
Si, esa había sido la razón por la que fui a Valencia el día anterior, por la que visualice los puntos de referencia y averigüé el horario en el que podía encontrarlos. En realidad supuse que encontrarlos me llevaría más tiempo planeando ir al poblado los consecuentes días, sin embargo, fui afortunada.
Y es que sentí tener una cuenta pendiente con ese joven que yacía en el callejón del otro extremo de la calle lanzándole costales a otro chico, ya que en efecto trabajaban en el mercado. Necesité de una distracción para hablarle, por lo que me detuve fuera de un local que ofrecía la más exótica y deliciosa fruta que solo un fuerte era capaz de costear. Lo cual es irónico, siendo que son los seguidores los que lo cosechaban, pero incapaces de pagar por ellas.
Lo que importaba en aquel puesto era que unas cuantas chicas que se regocijan entre sus pomposos vestidos no imaginaban lo que les esperaría, pues en la pequeña bolsa que cruzaba sobre mi hombro existían un par de ratones que capturé de la alcantarilla anteriormente. Fue asqueroso, pero si me lo preguntan valió la pena.
Tras soltarlos entre los anaqueles segundos antes de que ellas cruzaran y criticaran mi informal vestimenta en una reverencia, sus gritos emergieron una vez que se percataron de aquellos roedores. Todos en nuestro alrededor se alertaron captando su atención. Decidí levantar la tabla que sostenía la fruta provocando que esta cayera a la acera provocando que mucha más gente incluyendo las chicas, cayeran por tratar de evitarlas o pisarlas.
—¡Ayúdenlos! —grité a mis guardias quienes fielmente obedecen incluyendo a Damián ofreciendo la oportunidad que necesitaba para cruzar la calle hasta llegar al callejón.
—¿Cómo sigue tu cara? —espeté teniéndolo delante mío.
Para cuando él se volvió a la voz, pude ver como todavía su ojo se encontraba moteado en rojo y morado, junto con su labio cicatrizándole.
—¡Ana! ¿Pero qué carajos haces aquí? —se sorprendió al verme otorgándome una sonrisa.
—Vivo aquí.
—¿Naciste en Valencia? —dijo dubitativo.
—No, provengo de Lorde.
—Eres una esclava —afirmó, pero tras mirarme de arriba abajo y ver mi vestimenta. La cual era similar a la ayer, pantalones totalmente negros, camisa blanca sin detalles y una trenza simple sin adornos para no llamar la atención—. No, eres un aprendiz –Faustino se respondió solo y yo dejé que lo creyera por mi atuendo.
—Ese fue el último —exclamó el otro chico que se silenció en cuanto me observó.
—Tranquilo, es de nuestro bando. Proviene de Lorde al igual que tú —él seguidor me observó tal como lo hizo Faustino cundo le conocí—. Él es Pablo Ditorelo y ella Ana Robles.
—Bien —el seguidor no era exactamente el ser más amistoso que conocí.
—Cómo está mi pequeño amigo Hozer.
—Por qué no lo averiguas tú misma. Ahora tenemos que regresar a Xelu, pero puedes venir con nosotros.
—¿Ahora? —miré detrás—. No lo sé, salir de aquí es...
—Anda, después de todo no creo que está sea la primera vez que escapas o sí.
Sonreí.
—No.
Media hora. Eso era lo que le había pedido a Faustino para reunirnos a las afueras de la urbe, pactando el vernos en el amplio campo donde encontré a Vanss aquel día. Logré regresar sin ser vista con mis guardias después del evento sin notar mis minutos perdidos. Regresamos tan pronto como pudimos al palacio sin antes agradecerle a Damián por sus palabras anteriores, pues sí bien lo hice porque necesitaba que no sospechara nada de mi futura huida, también lo hice porque en cierta forma no todo fue mentira.
Fingí dirigirme a mis aposentos en donde mis guardias seguidores me cuidarían y Damián sin sospecha alguna, aceptó. Sin embargo, mis pasos se redirigieron a la alcoba de mi madre, ya que en tanto en esa cómo en la de mi padre existían pasadizo de seguridad ocultos llevándome hasta el bosque del este que estaba frecuentemente vacío.
Acto siguiente, me encontraba detrás de la cordillera montañosa esperando la rudimentaria carreta con techo en la que se transportaban Faustino y Pablo. Nos llevó alrededor de 40 minutos entrar a Xelu. Para ese tiempo, Agustín y Rolan estarían buscándome, pero no me preocupaba. Al menos no por aquel momento.
Debí ocultarme dentro de la carga, pues cuando entraron a Valencia ellos fueron registrados, por lo que de igual modo debían hacer lo mismo para la salida y sí descubrían que entraban 2, pero salían 3 estaríamos en problemas, pues en eso las reyes eran muy claras. Los Fuertes podían ir a Xelu, pese que los seguidores no gozaban con la misma libertad de entrar a ciertos poblados en La Capital. Ya una vez yendo caminando en el poblado nos movimos a la taberna "La Torre" sitio dónde se encontraba en esos momentos su "centro de operaciones" puesto que el pasado se destruyó días atrás, llegó a comentarme Faustino.
—Creí que los desertores no tenían trabajo —le pregunté.
—¿Qué te hace pensar que soy uno? —respondió.
—Murieron personas ese día —cambie de tema—. Solo dime si estoy del lado correcto.
—Salvaste mi vida y la de Hozier. Dime tú sí eso fue correcto o no.
Aquello no me ayudó mucho, pero me hizo sentir un tanto de alivio tras saber que ayudé en algo.
—Ahora quédate aquí —su voz advirtió señalando el sitio. La taberna lucía tan gris y solitaria por el día con apenas unas cuantas mesas y sillas arriba de ellas—. Debo devolver la carreta a la persona que debió entregar la mercancía esta mañana —sonrió guiñando el ojo satisfecho y orgulloso de su acto.
Entonces, entendí que lo que yo llamaba trabajo él lo llamaba espionaje. Pero precisamente ¿para qué? o ¿para quién?
—Pablo, tú busca a Hozier. No quiero que termine en problemas como siempre.
Una vez que se fue Faustino. Pablo me miró con escrutinio.
—Así que eres de Lorde.
—Si —afirmé mientras me cuestionaba la facilidad con la que salían mentiras de mi boca. Tanto que hasta me convencía a mí misma de que esa era mi vida en realidad.
"En que te estas metiendo, Ofelia"
—¿De qué parte?
—De Los Balcones —era llamada de esa forman, porque dentro de este pueblo existe una pequeña serie de montañas que por su erosión tomó precisamente forma de balcones en donde se visualizaba tres pueblos aledaños a ese. Era todo un espectáculo.
—Yo soy de Santi Forent una pequeña aldea de aquella delegación dónde conocí a una familia Roble ¿Podría ser la misma?
Eso ultimo captó mi atención, pues toda la información que proporcionaba era realmente directa del expediente de la verdadera Ana Robles con quien compartía similitudes muy características de los lordeanos como lo era el tono castaño de su cabello, piel blanca, pero un tanto bronceada por la exposición al sol y oscuros y redondos ojos, aunque poseía unas muy particulares pecas o manchas en su nariz, así como pestañas muy densas.
—¿Cómo saberlo? Te recordaría de ser así.
—En realidad solo mantengo contacto con Miguel, pero he visto a sus pequeños hermanos una vez: Rita y...
—...Mateo —terminé la frase por él convenciéndole de que era mi familia.
—Aunque es extraño. Todos ellos poseen ojos y cabello castaños, mientras que el tuyo es dorado y tus ojos son azules... muy azules -no poseía respuesta para eso. Al parecer no le convencí de nada. Creí por un instante que me había descubierto.
—Es suficiente, Pablo —regañó una voz femenina de la cual no fue necesario ver, pues supe bien de quién se trataba "Vanss"—. Salvó la vida de tus hermanos y eso es lo único que debe importarte. Ahora ve por lo que te encargó Faustino -Pablo obedeció marchándose—. La última vez que te vi estabas a tan solo unos cuantos kilómetros del palacio, chica. Ahora, me parece que estás demasiado lejos de él —espetó mientras bajaba las escaleras y yo me giraba para visualizarla.
—Y tú, lucías mucho mejor de lo que te miras hoy, Vanss.
Eso era cierto. Se miraba como si no hubiera dormido en días. Su cabello estaba demasiado enredado y sujeto en un moño flojo con un listón, así como sus nudillos estaban cicatrizando.
—Me he visto peor, créeme. Aunque veo que ya no es necesario hacer absurdas presentaciones. Tú sabes mi nombre y yo sé el tuyo no es cierto, Ana —terminó esa frase frente a mí y pese que poseía una demandante personalidad no me dejé intimidar.
—Ambas sabemos que ese no es mi nombre —espeté y ella sonrió queriendo decir "lo sé" sin embargo, su respuesta fue distinta.
—Pues no sé tú, pero a mí me gusta. Es sencillo de recordar. Además, se está volviendo tan famoso como el mío.
—Ellos creyeron que yo era tú.
Fui al grano. Deseaba respuestas y el tiempo de huida se me estaba agotando. Conocía el riesgo de estar frente la posible líder de un grupo rebelde, bueno no, en realidad no. El verla jamás fue una opción aquel día, pero algo me decía que daño no quería hacerme.
—Lo sé. No te parece curioso que me parezca.... no espera, soy dos ciclos mayor que tú, así que tú te pareces a mí.
Muy cierto.
Desde que la vi, noté la similitud exceptuando por su cabello lacio contraponiéndose con el mío rizado, aunque en ese instante con ropa similar y cabello recogido las diferencias eran minúsculas. Ella no parecía impactada a diferencia mía.
—Sabías que ellos vendrían por ti ese día ¿cierto? lo sabías y de igual modo los arriesgaste. Dejarías que ellos murieran por ti.
—Estoy segura de que conoces bien lo que significa eso o ¿me equivoco?
Eso dolió. La verdad duele. Mis recuerdos me invaden, pero se desvanecieron pronto.
—¿Entonces tu propia gente intenta matarte? Rebelde contra Rebelde —eso la enfureció y su sonrisa orgullosa se desvaneció.
—No te equivoques, chica. Nosotros no somos rebeldes sino desertores.
—Creí que era lo mismo —mi ignorancia había hablado y ella solo sonrió amargosamente burlándose de su acompañante.
—No me sorprende que pienses eso. A tu gente le damos igual —sus palabras me causaron un poco de estrago y enojo, ya que después de todo, estaba ahí queriendo saber más de ellos deseando ayudar.
—Entonces ilústrame. Dime cuál es diferencia.
—Los desertores solo renegamos a la vida que nos impusieron. Queremos un empleo, una vida decente sin que esos ojos rojos nos usen y desprecien.
—¿Y los rebeldes?
Se giró hacia una mesa recargándose plácidamente en ella.
—Pues ellos... ellos sí que quieren fastidiar —resopló con una sonrisa amarga—. No solo quieren tener una vida sin imposiciones. Quieren una vida donde los fuertes no existan. Ellos van luchar, morir y matar con tal de verlos pagar y no se detendrán hasta lograrlo.
—Desean venganza —afirmé concluyendo todo lo que dijo. Vanss solo alzo su mano e hizo un gesto diciendo que si—. Así que todos estos ataques fueron hechos por ellos -no fue una pregunta.
—Que brillante eres —exclamó con sarcasmo.
—Y supongo que quieren matarte, porque no te uniste a ellos.
—No —dejó de recargarse—. Quieren capturarme, porque yo sé el plan.
—¿Cuál plan?
—El plan en el que la corona arde y los fuertes caen.
Sentí mi corazón al borde de un infarto con el calor subiendo hasta mis mejillas tras sus palabras.
—¿Cómo puedes saber lo que ellos quieren?
—Porque él me lo dijo.
—¿Él? ¿Quién es él?
—Eso ya no importa.
—Claro que importa. Él quiere matarte; quiere matarme a mí.
—¡Crees que no lo sé! —regresó con furia-. Pero nosotros no podemos compararnos con su fuerza de ataque. No con los cientos de hombres, armamento y cuarteles que poseen.
No comprendí si el nosotros me incluía, aunque poco me detuve en pensar en ello, porque esa chica parecía tener una idea de la seriedad de aquella rebelión que mi gente desestimaba.
—N-no lo entiendo. Cómo es que se supone que de la noche a la mañana "los rebeldes" lograron obtener y lograr tantas cosas en tan poco tiempo.
—¿En verdad no lo sabes? —me retó a adivinarlo poniendo las manos en su cadera donde permanecían una serie de navajas y un pequeño cilindro del cual desconocía su contenido—. Contesta esto ¿quién tiene el suficiente poder como para lograr que cientos de personas contrabandeen explosivos beneficiándose de aquellos ataques sin ensuciarse las manos?—. Quizá tenía la respuesta, pero no quise admitirlo—. Vamos querida, demuéstrame que no solo eres brillante con esos puñales —ese querida fue semejante a una pista haciendo énfasis en la respuesta burlándose de mi título, sin embargo, funcionó porque lo digo.
—Fuertes —mi respuesta fue tan baja que apenas ella lo escuchó. Vanss aplaudió ante mi respuesta correcta adquiriendo una sonrisa también.
—Bueno, al parecer no soy la única a la que su gente le traiciona.
—¡No! —refuté, aunque en realidad tenía mis dudas—. Eso es mentira.
—Tu ceguera ante ellos solo hará que acaben más pronto contigo.
—Es absurdo. Por qué querrían ellos acabar con mi futuro reinado.
—No te equivoques. Ellos no van a esperar tanto tiempo.
Mi mente pensó de inmediato en mi padre, provocando un silencio profundo entre ambas cuando entonces Hozer llegó. Feliz, me abrazó llamándome por el nombre que creía ser el mío. Sentí no haberle prestado tanta atención, ya que mi cabeza estaba pensando en todo lo que esa joven me había confesado.
—¿Eres nuestra? ¿Eres del Fuego Blanco? —la mirada de Hozer se coló en Vanss quién de inmediato me contempló.
—¿Lo eres? —preguntó ella.
—Si Hozer, lo soy —afirmé mientras miraba aquellos ojos azules que me recordaban tanto a mi reflejo, aceptando un trato aun no pactado esperando obtener su ayuda a cambio de la mía.
En el fondo, ella necesitaba de mi ayuda tanto como yo de ella. Aquel día, ambas conferimos un convenio que unió por completo nuestras vidas.
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