𝒞𝒶𝓅í𝓉𝓊𝓁𝑜 𝟣𝟢
No parecía tener sentido que fueran rebeldes, ya que estaba segura de que esa chica supo bien quien era yo aquel día en el acantilado. Pudo haberme hecho daño de haberlo querido. A menos claro, que su plan no consistiera en ello, sin embargo, ya no pude averiguar más, pues dos de esos hombres escoltaron la entrada a la sala particular.
Regresaría con Ron, pero de pronto un grito emergió fuera de la taberna haciéndome acercar a la salida. Tras ejecutarlo, visualicé a un hombre seguidor sujetando a un niño no mayor de doce ciclos golpeándole en el rostro.
-¡Te atreves a robarme, maldito ladrón! -el niño sostenía un pan que supuse que era del hombre.
-Alto -sonó como una orden, aunque en ese lugar no era nadie, así que me ignoró-. Deténgase -tomé su mano tratando de que soltara al niño, pero este quiso darme una bofetada de modo que sujeté su mano en una maniobra que hizo que su brazo terminara en su espalda, soltando al niño para que de manera repentina, mostrara una daga para intentar apuñalarme. Eso provocó que le soltará de inmediato dando pasos atrás, colocando al niño detrás de mí.
-Niña estúpida. Estás con él ¿cierto? -me apuntó con la daga-. Te quitaré lo ladrona a ti también.
Justo en ese instante apareció Ron, empujando al hombre de tal modo que éste cayó.
-No te atrevas a tocarla.
Al parecer el seguidor tenía más trucos por mostrar, pues sacó de su bolsillo una navaja pequeña destinada a Ron, pero fui rápida, pues cuando se reincorporó, sin embargo, fui más veloz y terminé por arrebatárcela y clavarla en la palma de su mano. El seguidor emitió un grito feroz, llamando la atención de los lugareños, causando que Rolan dirigiera una mirada al herido al mismo tiempo que yo.
-Será mejor que te vayas de aquí amigo y cures esa herida -sugirió Ron al atacante en el segundo que le quitó la daga de la mano en un acto doloroso, logrando que el seguidor solo asintiera para correr con miedo de la entrada-. Nosotros también deberíamos hacer lo mismo, Ana -pronunció Rolan con mi infiltrado nombre en su boca.
-Estoy de acuerdo -me giré hacia el niño-. No deberías enfrentarte a alguien que no puedas ganarle.
-Eso fue sorprendente ¿puedes enseñarme?
-Tal vez, pero ahora debes ir con tu familia.
-No tengo.
-¿Eres huérfano?
-Si, por eso debo esconderme o me enviaran con los forasteros, y yo no quiero ser vendido.
-¿Por qué te venderían?
-No lo sé, pero todos mis amigos lo fueron. Sí un día soy tan bueno como tú, me uniré al Fuego Blanco.
-¿Quiénes son el Fuego Blanco?
-Vámonos ya. La gente empezó a salir -insistió Ron recordando que esa noche no somos quien la gente cree, por lo que no me quedó de otra más que marcharme con la duda establecida en mi cabeza.
En el camino de regreso no pude evitar sentirme poderosa. En Xelu las personas eran como yo y sí ese hombre al que ataqué hubiera sido un fuerte, sin duda me hubiera destrozado o incluso matado, pero no pasó. Logré ser más fuerte y hábil gracias a Damián y mi esmero en cada práctica de entrenamiento con todo y sus métodos poco ortodoxos.
De pronto; recordé al niño y su temor por ser vendido y eso del Fuego Blanco.
-Ron, sabes algo de los forasteros.
-No mucho, son huérfanos que no tienen un registro de pertenencia en la nación.
-¿Y a dónde son llevados?
-Son concentrados en el gobierno de Lorde para que no formen parte de los desertores. Se supone que deben buscarles un empleo en donde puedan instalarse dentro de la sociedad.
-Eso no suena tan mal ¿por qué un niño tendría miedo de ello?
-Ofi, ni siquiera tenías idea de la existencia de aquel termino ¿por qué piensas que el resto de la población si lo sabe?
-Tú lo haces -dije en defensa de mi ignorancia.
-He viajado mucho ¿lo recuerdas? te sorprendería lo que he visto en Victoria -su confesión me hizo un nudo en la garganta.
-Y que sabes del... Fuego Blanco
-¿Quién?
"Eso no lo sabía"
-Nada, olvídalo -el tenue sonido del motor de nuestro transporte se había detenido para ser escondido, así como nuestra aventura y secretos por igual.
Debimos esperar hasta las cinco, la hora del cambio de guardia para adentrarnos al palacio, así que no hubo prisa por llegar, aunque en realidad ya no restaba tanto para que aquello sucediera.
Cuando el día comenzó y debí ir a mi entrenamiento, requirió de toda mi concentración el esquivar algún golpe de Damián o de los sacos de combate, siendo que llevaba hora y media de poner mi cabeza bajo la almohada.
-¿Está todo bien? -me preguntó Damián.
-Si, es lo que estoy cansada. Dormí poco -respondí.
-Creí que había ido a su habitación con premura.
A aquel fuerte no se le iba nada.
-Por supuesto. No me sentía bien y por eso casi no dormí nada ayer -esperé que mi mentira fuera creída.
-¿Sigue indispuesta entonces? -levantó su poblada ceja, esperando encontrar la mentira.
-No, pero realmente hoy no quiero hacer esto.
-De acuerdo, de igual modo tengo que hablar con su padre, el rey Tamos. Le importaría si la acompaño en el camino.
-Para nada -espeté con una sonrisa cortesana.
Cuando se hizo el silencio en la caminata, pregunté finalmente algo que me intrigaba de él semanas muy atrás.
-Singular pulsera la que porta.
-¿Lo cree? es por eso que porta una idéntica en su tobillo.
Por un momento no supe que decir. Mis pasos desaceleraron, pero al notar que él no lo hizo, continué a su paso.
-Que observador.
-Es solo que... -su mano pasó por su boca seguido de reír. Ante no saber su razón me sentí avergonzada, tras creer ser yo la razón, causándo que mi ceño se frunciera en desagrado-. Oh no se ofenda, princesa. Es solo que no imaginé que Benjamín se la diera y sobre todo, que usted aún la conservara.
-¿Cómo sabe que me la dio mi hermano?
-Larga historia, pero creo que aquí nos separamos -exclamó, ya que yo me quedaría en el segundo piso donde yacía su prima como mi invitada personal, mientras que él ascendería al siguiente donde permanecían los aposentos de la familia real.
Por un segundo, permanecí mirando el largo pasillo con sus veintidós puertas existentes en el piso. Siempre fui curiosa puesto que no dudé en permitirle a Mika otra hora de descanso y subir al siguiente nivel, sin embargo, al hacerlo escuché como se alzaba su voz sobre los guardias de mi padre que también eran fuertes.
-¿Qué sucede aquí? ¿concurso de cuáles la voz más sonora?
Mi presencia hizo que cesaran las voces y éstas se suavizaran.
-No sucede nada aquí, Su Alteza Real. Es solo que su Majestad pidió no ser molestado hoy. Su majestad está... indispuesto -terminó por decir Kwetan y eso solo significaba una cosa: estaba ebrio.
-Bien, comprendo -la mirada de los guardias eran duras y firmes, y conocían la verdad igual que yo-. Me parece que no sería adecuado que lo vea ahora, señor Damián -dije tocando su hombro.
Él resopló llevando su mano por igual al mío como acto de entendimiento.
-¡Auch! -gruñí de inmediato, ya que averigüé que la daga del hombre en la taberna rozó mi piel y pese que la curé y cubrí con un vendaje en cuanto llegué a mi habitación, olvidé ser cuidadosa con ello. Lo sobé de inmediato.
-¿Le lastimó? -preguntó, recordando la exhibición de ayer con mi padre.
-Bueno, como dice la frase "sí no duele no cuenta" ¿cierto? -comenté con una mediana sonrisa por la segunda mentira en el día que le decía, ya que realmente me lastimaba que Damián creyera que mi padre me había causado dolor, pero por otra parte. no permitiría que supiera de mi huida la noche anterior.
De pronto, todo eso me hizo recordar a Rolan y lo feliz que se le veía afuera del palacio siendo él y no un guardia. Quizás él como Damián se encontraban atrapados bajo esas paredes que si bien eran placenteras, no dejaba de ser una prisión al final.
-¿Algún día no se ha aburrido de permanecer encerrado aquí, señor Damián? -pregunté de pronto entre pasillos. Llevaba conociéndole casi cuatro meses y no sabía mucho de él más allá de sus técnicas de entrenamiento en combate y hábitos escrupulosos. Él era de las personas más constantes en mi vida desde el accidente, y ya que mis hermanos le brindaron su amistad deseé encontrar en él lo mismo.
-Aunque no lo crea, salgo más seguido de este palacio de lo que supone. Bueno, por lo general es para revisar el área, hacer equipos de guardias y cosas de ese estilo, pero supongo que algo es algo.
-Uy sí, posee demasiadas libertades aquí. Tal vez deberíamos remover su día de descanso.
-Un día más para torturarla con mis entrenamientos. Suena justo.
Sonreí ante comenzar a descifrar su humor sarcástico pesé que su rostro y voz jamás correspondiera a sus bromas, pero ese siempre fue su estado natural.
-Sabe, le iba a preguntar a su padre si quería que hiciera reconocimiento del poblado en Teya a donde se destinará la siguiente semana, pero supongo que ya no importa.
Se veía frustrado y recordé que su hermano yacía allá en servicio con su tío el gobernador Farfán, por lo que supuse que deseaba verlo considerando que fui testigo de lo bien que se llevaban para ser fuertes, ya que en nuestra cultura no es muy común que eso suceda, puesto que toda propiedad y puesto es heredable y el tener más de un hijo generaba cierta rivalidad por obtener la mejor posición, convirtiendo a mi madre en una fuerte insensata tras otorgarle tres hijos al rey, aunque ella siempre supo que querría más de uno.
Sin embargo, cuando nací reconsideró la idea y no fue debido a mi condición (que casi la condena a muerte por creerla amante de un seguidor) sino porque mi alumbramiento casi la mata. Las mujeres fuertes no son muy fértiles ni capaces de mantener un embarazo a término total, por lo que debió pasar días en cama con la posibilidad de ya nunca volver a engentar. Tal vez por eso a casi un ciclo de mi nacimiento mi madre volvió a embarazarse tras pensarlo imposible, trayendo a mi hermanito a Victoria.
-Descuide, le preguntaré a mi padre antes de la cena acerca de ello y cuando se una a nosotros junto con el resto... -"sí es que se une y no sigue ebrio"-. Le tendré una respuesta, se lo prometo.
-Es usted muy amable, princesa Tamos -no creí que pudiera ofrecerme bellas palabras. Tal vez porque esa fue la primera conversación calmada que teníamos.
-Y entonces, ya que no habrá entrenamiento hoy... ¿existe algo más que Damián Marven Farfán disfrute que solo hacer guardias? -su boca sorprendentemente se ladeo en lo que pudo ser una sonrisa autentica.
-Tal vez exista algo.
Minutos más tarde, descubrí la razón de su sonrisa y es que terminamos frente al hangar del palacio.
-¿Sabe volar uno de estos? -le digo sorprendida visualizando el jet que remplazó El Celeste lo que implicaba que su envergadura fuera amplia y de un sistema mucho más modernizado que el anterior. Damián solo asentó orgulloso de lo que sabía.
-Debe enseñarme a usar algo así.
-Se necesita más de una mañana para aprenderlo.
-Creí habérselo dicho ya -pause dándole una mirada-, aprendo rápido -sonreí adentrándome a la aeronave dando pasos cautelosos con las rudas botas resonando en la envestidura metálica del jet de la puerta de acceso trasera-. Y mientras lo hago puede comenzar a contarme la larga historia de esto -levanté mi pantalón lo suficiente para señalar la pulsera en mi tobillo. Él entrecerró sus ojos mirándola perspicazmente.
-Espere... todo esto fue una trampa ¿no es así? me trajo hasta acá por eso.
-No, no del todo.
-Pues a decir verdad no es tan larga como se lo espeté, aunque no sé si deba decírselo -sus dedos rosaron su barbilla quedando al nivel mío en la zona de carga del jet.
-¿Por qué no? Solo debe decirme por qué sabe que Ben me la dio.
-Pues porque yo estaba ahí cuando las compró -colocó sus manos en su espalda dando vueltas en aquel jet para escucharle relatar aquel fragmento-. Un día de asueto para los cadetes tuvimos la oportunidad de salir del reclutamiento hacia el pueblo mixto más cercano cuando entonces un niño seguidor nos interceptó. Dijo necesitar vender aquellas cosas de su canasta o no podría regresar a casa. Dante como siempre quiso ayudarlo comprando algo, pero a Ben le preocupaba algo más que solo adquirir los adornos que vendía.
"¿No deberías estar en la elemental? preguntó su hermano. Nosotros no vamos a la elemental mi señor, respondió de regreso. El niño no parecía asustado, no como la mayoría de su gente al ver nuestros ojos aun teniendo cada uno una capucha que nos haría pasar desapercibidos. Dante tomó una especie de... atrapa sueños según dijo el niño cuándo hablamos sobre ellos y aseguró que eran usados en el antiguo mundo, pero fue pausado por Benjamín que tomó dos pulseras rojas.
Tocó la suya como atándose a aquel recuerdo.
-Eligió la roja y entonces el niño aseguró que aquellos eran para atraer el amor y los más dulces de los caracteres "En ese caso esta será para mi hermana" exclamó y continuó diciendo "Quizás esta sea la solución a su terrible carácter" y ya que el pequeño seguidor rebajó el precio de la otra a la mitad, tomó las dos para luego aventar una hacia mí esperando lo mismo en mí.
-Ahora entiendo porque ambos sonreían tanto cuando me la dieron -me hundí en el asiento de los pilotos de la cabina del jet al igual que Damián-. De haber sabido me hubiera desecho de ella de inmediato, pero ahora me es imposible hacerlo -ambos nos callamos refugiándonos en nuestros recuerdos-. Y usted ¿por qué aún la conserva? -no pudo o no quiso responderme-. ¿Es acaso que aún espera que surta efecto en usted aquella pulsera? ¿Sigue esperando dársela a la mujer de su vida? -me burlé tratando se aligerar el melancólico ambiente.
-¿Cree que yo daría a alguien algo así? y sobre todo ¿cree que alguien lo aceptaría?
-No -dije tajante-. Un fuerte no -agregué más como un suspiro un-, aunque todo puede suceder. Tan solo observe, sí una princesa y futura reina puede portar tal artilugio, entonces desde mi humilde perspectiva aún tiene esperanza ¿no lo cree?
Él asentó dirigiendo la vista al panel de control al igual que yo pensé en que si Ron me diera una yo la aceptaría.
-¿Sabe cuánto gana un real?
Mi pregunta debió tomarlo desprevenido, pues su ceja se levantó ante mi inusual cuestión logrando difuminar la tension centrada en mis hermanos y tragedias amorosas desconocidas por ambas partes.
-¿Por qué? Va a aumentar su paga o simplemente es curiosidad.
-Tal vez ambas. Y algo me dice que dentro de sus criterios morales la sinceridad viene incluida -pareció agradarle aquel halago-. Mire, comprendo bien que esa no debe ser una cuestión que le quité el sueño, pero quizá usted...
-Cuatro unos -respondió-. Ellos ganan cuatro unos cada mes.
-¿Cuatro? -recordé alguna ocasión haber ido a la zona noble de La Capital y haber visto a mi madre adquirir un sombreo para Magnolia por esa cantidad de unos-. ¿Tan poco?
-En realidad si consideramos que hace no mucho su salario era de cero monedas, yo tomaría eso como un avance -no era un secreto que durante el reinado de mi abuelo Dafniel las restricciones y carencias para los seguidores incrementaron. Algo que mi padre intentó disuadir en sus ciclos como rey-. Se consideraba que ya que las instalaciones y estaciones brindaban hospedaje y comedor para ellos, no existía razón para remunerarlos sabiendo que tampoco tendrían alguna familia a la cual mantener. Es triste, pero los grandes cambios comienzan con pequeñas acciones y lo crea o no, cuatro unos pueden cambiar muchas vidas.
Conseguí darme cuenta con ello que Damián Marven era un fuerte muy distinto al que pensaba. No era muy común encontrar alguien quien mirara y pensara en seguidores como semejantes con necesidades, problemas y virtudes. Sonreí coincidiendo con sus palabras para después, se decidiera a enseñarme el sistema de control operativo del jet y olvidamos aquel tema.
Para cuando el desayuno se presentó, cada quien tomó rumbo distinto. Yo fui con Mika, Magnolia, mi abuela y tía Gladiola, mientras él se marchó como era su costumbre, al ala del comedor para los guardias en el oeste. Cuando llegaron mis reales para escoltarme posterior a su entrenamiento, no pude evitar lanzar una mirada cómplice hacia Rolan.
Una vez terminadas mis lecciones, me destiné a mi habitación para descansar, pero me detuve en los cuartos de mis hermanos. En esos meses nunca tuve el valor de entrar ahí, sin embargo, ese día, abrí la puerta de mi pequeño hermano Dante.
La habitación estaba tal como la dejó. Aún permanecían sus cientos de libros en su escritorio, una costumbre que yo le inculqué. Pasé mi mano por sus trajes suaves de gala y para cuando llegué a la cama, miré el atrapa sueños que Damián me había contado en aquella historia. Sonreí ante tal broma que me habían jugado rosando el objeto entre mis dedos.
Mi mente se trasladó a aquel niño de cinco que me decía que le siguiera leyendo, apoyando su cabeza sobre mi hombro. Era tan joven, solo quince ciclos. Tenía toda una vida por delante, pero alguien decidió que no tenía derecho a ella.
-Esto es por ustedes -susurré-. Descubriré quien me alejó de ustedes y lo destruiré. Lo juro.
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