What Time is It?
— ¿En serio tengo que hacer esto?
Preguntó Spreen a su mejor amigo, mientras era arrastrado por el mismo hacia los casilleros del ala oeste.
— Tenés que hacerlo.
Respondió Robleis de forma corta y simple, ganándose un resoplido por parte del menor.
¿Por qué Spreen era arrastrado por los pasillos hasta ahí? ¿La razón?
Un chico castaño de bandana azul que estaba sacando sus cuadernos del casillero en frente suyo.
Luego de su "pequeña" escena, Robleis estuvo molestandolo una y otra vez con que tenía que disculparse con Roier. Spreen no lo veía necesario, le parecía una estupidez. Pero ahí estaba Robleis, diciéndole que había sido un exagerado homofóbico.
¡¿Homofóbico?! ¡¿Él?! Por favor, Spreen no era homofóbico. Para nada.
Si hasta su mejor amigo era gay. ¿Podría llamarse aliado? Pero nunca parte de ellos, claro que no.
Spreen estaba completamente seguro de sus intereses sexuales/románticos.
— Bueno, ahí está él. Acercate y disculpate. Es solo eso.
Habló Rob, haciendo un ligero movimiento con su cabeza para señalar disimuladamente al mexicano que revisaba sus cuadernos.
— ¿Disculparme para qué? —Volvió a preguntar totalmente negado.— Miralo, está re bien. Mi actitud no pudo afectarlo de ninguna manera.
Y en ese momento, como si hubiera estado preparado. Roier levantó su mirada de los papeles escritos para posarla en los dos argentinos a unos metros suyos. La mirada de ambos había sido tan obvia que no había manera de excusarse.
Roier miró a Rob, levantó su mano en un simpático saludo.
Luego sus ojos se fijaron en el pelinegro a su lado solo para fruncir el ceño y hacer una mueca incomoda, desviando la mirada.
¡No puede ser verdad!
— ¿Lo ves, boludo? Ni siquiera puede mirarte.
— Quizás solo se acordó de algo feo.
— No sos más idiota porque no podés. —Contestó el más bajo, llegando a su límite de paciencia. Tomó al jugador por los hombros y lo volteó hacia él.— Vas a ir ahí y te vas a disculpar por lo que hiciste. Porque yo de ninguna manera voy a tener un amigo homofobo.
— ¡Que no soy homofobo!
Exclamó llamando la atención de algunos alumnos que pasaban junto a ellos. Esto es increíble…
— Entonces demostralo.
Spreen iba a preguntar "cómo" pero Robleis le dió la respuesta antes de que lo hiciera, señalando hacia donde se encontraba Roier.
La puta madre ¡Bien!
El azabache rodó los ojos y suspiró antes de darle una última mirada a su mejor amigo quien lo veía expectante. Y comenzó a caminar a pasos pesados hasta donde se encontraba el mexicano.
Cuando llegó hasta él, Roier parecía que lo ignoraba mientras seguía acomodando su casillero. Por lo tanto, Spreen carraspeó intentando llamar su atención.
— Eu… Hola.
Roier se giró hacia él con una expresión totalmente en blanco. No lucía con intenciones de querer hablar.
Y menos con él.
— Hola.
El tono aburrido y su mirada desinteresada solo hicieron crecer la frustración del argentino.
— ¿Podemos hablar?
— Estoy ocupado.
Contestó el castaño a la vez que cerraba su casillero para comenzar a caminar hacia el lado contrario de dónde se encontraba el más alto.
Éste solo bufó y también estuvo a punto de girarse para rendirse con esa estupidez pero las amenazas de su amigo volvieron a resonar en su cabeza, haciéndole sentir un horrible sentimiento de culpa. (Y derrota)
"Homofobo" ¡Ay, por favor!
Caminó los mismos pasos que había dado el menor y lo tomó del brazo. Provocando que este le diera una mirada confundida pero sin dejar su desinterés de lado.
— ¿Qué?
Spreen se mordió el costado interior de su mejilla sin poder mirar al chico a la cara.
— Quiero hablar con vos.
Estaba seguro que Roier lo iba a ignorar de nuevo así que no tenía las energías necesarias para intentarlo una tercera vez. Pero para su sorpresa, el castaño lo observó con una ceja alzada y se soltó de su agarre.
Pero no se fue. Se quedó en frente suyo.
— Bien. Habla.
Bueno, al menos eso era un primer paso.
Pero cuando Spreen estaba casi listo para comenzar a formular unas disculpas decentes, por el rabillo del ojo notó como algunos estudiantes que pasaban se les quedaban viendo a ambos.
Eso fácilmente podía malinterpretarse sabiendo lo chismosos que eran algunos.
— ¿Puede ser en otro lugar?
Y así fue como ambos terminaron agotando su hora de receso bajo unas gradas viejas detrás de la escuela.
Roier dentro de todo parecía tranquilo, aburrido pero tranquilo. Evitaba ver al mayor mientras con una mano jugaba con el césped debajo suyo.
Y Spreen estaba intentando buscar las palabras adecuadas para no sonar mal y empeorar más su imagen. Él no era ningún homofóbico.
Por suerte, Roier se decidió por dar el primer paso luego de casi diez minutos en puro silencio incómodo.
— ¿Sobre qué querías hablar?
El argentino resopló y se llevó la mano a la cabeza, desordenado un poco su cabello largo.
— Quería hablar sobre… lo que pasó en la clase de teatro. —Roier no dijo nada y tampoco hizo alguna mueca así que el azabache prosiguió.— Quería disculparme por empujarte.
Luego de esas palabras, finalmente los ojos marrones se posaron sobre él. Pero aún el menor no decía nada. Y eso aumentaba más la frustración de Spreen.
Parecía como si lo estuviera juzgando constantemente con la mirada.
— A ver, ¿Podés dejar de mirarme de esa forma? Yo no- No quise reaccionar así ¿Ok? Fue un auto reflejo. —Pero la mirada ajena seguía siendo la misma. Así que el jugador soltó un grito frustrado.— Sé lo que estás pensando, ¡No soy homofóbico! No cometo actos de odio hacia personas… así. Todos tienen diferentes gustos y eso está bien. ¡Hasta mi mejor amigo es homosexual! Yo nunca-
Una sonora carcajada interrumpió su discurso "aliado". Y cuando se giró, vió a Roier intentando contener su risa y fallando en el intento.
Él… ¿Él no estaba enojado?
— Ay no puede ser, ¿En serio te creíste todo eso?
Habló entre risas, dejando que el mayor ahora fuera la persona con una expresión en blanco. Pues esas palabras no tenían mucho sentido.
¿Era una broma?
— ¿Me estás jodiendo?
— Sí, y caíste completamente.
Era una broma.
Spreen frunció el ceño entre confusión y enojo, para luego rodar los ojos y hacer el ademán de levantarse del suelo.
No iba a quedarse ahí para que se burlen de él. Debía haberlo imaginado, nadie se enojaría por esa idiotez. Había caído de forma perfecta en la trampa.
Pero Roier no le permitió irse, poniendo una mano en su hombro.
— Espera, espera. Lo siento. —Comenzó a disculparse, secándose las lágrimas provocadas por la risa.— Tienes que admitir que te lo debía, wey. ¡Me hiciste comprarte unos Doritos!
Tomó una larga bocanada de aire y volvió hacia él.
— ¿Fue tu idea?
— No, claro que no. Fue de Robleis.
Hijo de puta.
— Ja ja, qué graciosos que son. ¿Sabés cómo me comió la cabeza con que había sido homofóbico? Son dos pelotudos. —Las primeras palabras fueron sarcasmo, y todo lo demás que se escuchó fueron sus quejas.— Además, ¿Cómo no querías que reaccione así? Literalmente trataste de besarme.
— No, no. Mi intención no era besarte, era incomodarte para que te rindieras. Y gané.
— Sí, claro.
— Pues gané, ¿o no?
Spreen le dió una mirada cansada, que fue devuelta por una radiante sonrisa.
— Eso fue trampa.
— No había límites.
— Pero fue trampa.
— Se te da muy mal llevar la derrota ¿Verdad? —Se burló Roier, sintiéndose más cómodo con la compañía del jugador. Eso era nuevo.— Tú tampoco fuiste muy justo cuando mencionaste mis brackets. Eso es juego sucio.
Y por primera vez Spreen desvió su mirada para evitar que se le escapara una pequeña risa. En su lugar, solo se formó una simple mueca parecida a una sonrisa, con una imagen mental muy clara.
Un Roier más joven que usaba brackets y gritaba desde las gradas.
— No sé por qué te da tanta inseguridad eso. Solo es ortodoncia.
— Me veía horrible.
— Eso no es verdad. No te quedaba… Taaan mal. —Bromeó el argentino, ganándose un empujón en el hombro.— Eu, posta. Te veías bien.
El halago tomó por sorpresa al castaño, quien miró al mayor como si hubiera dicho algo de otro mundo.
La mayoría de las veces recibía bromas sobre su imagen en aquellos tiempos. Era tolerable, al menos al principio. Luego comenzó a sentirse más y más inseguro. Tampoco es que fuera culpa suya. Además gracias a la ortodoncia, ahora podía lucir dientes decentes y no horriblemente chuecos.
Mostrar una sonrisa la cual inmediatamente se formó en sus labios.
Roier estuvo a punto de agradecer al contrario hasta que este volvió a hablar.
— O sea, no homo. ¿Entendés?
Y Roier se detuvo.
¿Es en serio?
Ni siquiera se había tomado el halago como algún coqueteo de su parte, pero Spreen aparentemente ya se había puesto a la defensiva.
Repetía mucho que no era homofóbico pero al final del día… hacía cosas como esas.
Roier volvió a reírse por la incoherencia de toda esa actitud.
— ¿De qué te reís?
El menor volteó a verlo solo para observar su rostro realmente confundido. No es posible que no se diera cuenta de sus propias actitudes.
— Spreen, por favor. Te pones a la defensiva muy rápido. Tranquilo, amigo.
El rostro del jugador enrojeció con la misma velocidad con la que comenzó a tartamudear una respuesta.
— N-no, no es eso. Es que quería aclararlo no más.
— Ya, pero no es necesario. —El chico realmente se veía confundido así que Roier decidió darle una pequeña explicación.— Que alguien sea Gay, no significa que automáticamente se siente atraído por todas las personas que compartan ese mismo género. Es más complicado que eso, créeme.
Y además, tú no eres mi tipo para nada. Así que despreocúpate.
Mhm, eso último quizás había sido una pequeña mentira.
Porque si algo estaba muy claro, es que Spreen era completamente su tipo. No por nada llevaba años interesado en él.
Quitándole lo pendejo. Para mala suerte de Roier: Spreen siempre fue muy, muy guapo.
Y muy, muy heterosexual.
Por algo sus ilusiones habían sido lanzadas a la basura hace tiempo.
Roier se deshizo de esos pensamientos invasivos y se puso de pie bajo la atenta mirada del Capitán de fútbol. Quien copió sus movimientos.
— Entonces-
El menor no lo dejó hablar.
— Voy a llegar tarde a mi clase. Será mejor que volvamos.
Tomó sus libros del suelo y se dispuso a caminar nuevamente al interior del instituto.
— Esperá. —El jugador lo detuvo y se apresuró para ponerse enfrente de él.— Tenía otra cosa para decirte.
Sin razón alguna, Roier se puso nervioso.
¿Por qué debería de estarlo? Seguramente le diría alguna tontería o-
— Nadie se tiene que enterar que estoy en el club de teatro.
— ¿Eh?
Esa fue su reacción más honesta. ¿Por qué de repente decía eso? ¿Es que acaso le daba vergüenza que supieran que estaba en el club?
Entonces, ¿Por qué se había metido en el club en primer lugar?
— Nada más eso. No necesito rumores raros. —Agregó el pelinegro con las manos en sus bolsillos.— Y te agradecería que no le digas a nadie al respecto.
¿Hola? ¿Qué?
— Disculpa que te interrumpa, pero ¿Qué? —Roier no quería sonar muy ofendido pero, por favor, él es Roier. Y está muy orgulloso de ser parte del club de teatro.— ¿Para qué te unes si vas a andar de vergonzoso?
— Tengo mis razones.
— ¿Ah, sí? ¿Cuáles?
Spreen se quedó callado, planteándose si debería decirle la verdad al chico o no. Pero honestamente, no necesitaba contarle algo como eso a él. Ni siquiera confiaba en él.
No le debía ninguna explicación.
— Eso no te incumbe.
Roier casi jadeó por la audacia ajena.
El tipo venía a pedirle que no le contara a nadie dónde él estaba, pero no le daba razones claras sobre su presencia.
En realidad no debería de importarle en lo más mínimo.
— Bien. Tampoco me interesa tanto como para andar divulgandolo.
Contestó restándole importancia.
— Bien.
— ¡Bien!
~ • ~
— Spreen se unió al club de teatro.
Fue lo primero que Roier dijo cuando al fin se encontró con sus dos mejores amigos en el almuerzo.
Aldo y Mariana solo lo miraron como si tuviera algo llamativo en la cara.
— ¿Qué pendejada estás diciendo, Roier?
— Que Spreen se unió al club de teatro. El capitán del equipo de fútbol se unió al club de teatro.
Repitió causando que ambos chicos se voltearon a ver con la misma confusión, para luego comenzar a reírse.
— Ay, sí. ¿Cómo no?
— ¡Lo digo en serio!
— Por favor, Roier. —Aldo habló, dándole un mordisco a su sándwich.— Edo ed impodibe.
— Verga, Aldo. Traga antes de hablar. ¡Qué asco, mien!
Se quejó el más alto de los tres mientras se limpiaba los restos de comida que habían caído desde la boca del chico hasta su brazo.
— Pero estoy diciendo la verdad…
— Roiler, lo siento, pero tiene razón. Eso es imposible. Míralo.
Los tres estudiantes se giraron para mirar hacia la mesa de los jugadores sin un poco de disimulo.
Allí, el grupo de chicos se encontraba inquieto, revoltoso. A diferencia de cierto pelinegro que observaba a sus amigos y se reía cada tanto.
Roier no pudo evitar suspirar con solo ver la sonrisa ajena, siempre le parecieron hermosos sus pequeños colmillos.
Oh, mierda. No, no Roier. Spreen es un idiota. Y tú de ninguna manera revivirás ese crush adolescente.
— Solo míralo, wey. Es la definición de tipo perfecto. —Explicó Mariana regresando a su almuerzo.— Sin ofender, pero él no podría estar en un club como ese.
— ¡¿Por qué?! Hablan del club como si fuera algún tipo de secta asquerosa. Solo es actuación y ya.
— Solo actuación, sí. Cómo esa vez que te trasvestiste.
Roier hizo una mueca ante las palabras de Aldo.
— Eso nada más pasó una vez.
— Sí, y estabas preciosa.
Agregó Mariana, provocando que ambos amigos lo vieran como un bicho raro. El alto se encogió en su lugar con timidez.
— En fin, ignorenme si quieren. No importa.
No tenía sentido intentar convencerlos de lo contrario aunque se moría por hablar sobre esa información. Todavía tenía mucha curiosidad sobre el repentino interés de Spreen en el club de teatro y quizás hablarlo con sus amigos le sacaría esas dudas pero fue peor. Ahora se cuestionaba aún más la decisión del chico popular.
Pero no debía importarle tanto. Tenía que dejar de pensar en eso.
Y el club era de muy buena ayuda.
O lo fue por quince minutos antes de que el intruso de sus pensamientos entrara por la puerta seguido del profesor.
El pelinegro entró, caminando despreocupado como siempre, y posó sus ojos en él. Más bien en el asiento vacío a su lado.
Oh, mierda.
Cuando Roier lo vió acercarse, soltó un largo suspiro y unió la valentía suficiente para decir:
— Está... —Spreen tomó asiento sin escucharlo.— Ocupado…
El jugador ni siquiera le respondió. Sólo lo enfrentó e hizo lo más infantil que podía hacer.
Le mostró la lengua.
Ugh.
— ¡Muy bien, alumnos! ¿Saben qué día es hoy?
Habló en voz alta el profesor De Luque. Obteniendo la atención de todos los estudiantes presentes.
— ¿Viernes?
Respondió Rivers de forma dudosa e inocente. Samuel en respuesta forzó una sonrisa.
— Muy astuta, señorita Rivers. Pero hoy no solo es viernes. ¿Alguien más sabe por qué este día es especial? —Algunos jóvenes comenzaron a murmurar entre sí. Parecía que nadie tenía la respuesta correcta.— Wow, veo que lo han olvidado.
En eso, la puerta del salón se volvió a abrir dejando ver a una mujer de cabello oscuro, ojos morados y con una infinidad de partituras entre sus brazos.
Se trataba de Jaiden.
Aunque era raro que llevará consigo tantas partituras a menos que…
— Hoy es el día en el que les anunciaré la obra de fin de año y las audiciones.
Algunos jadeos de sorpresa se escucharon en el aula, seguidos de pequeños festejos. (Y un sonido de queja por parte de la persona que tenía a su lado)
Roier en su lugar se quedó quieto. Comprobando las palabras dichas por su adorado profesor.
¡Claro! ¡¿Cómo lo había olvidado?!
Eso le pasa por distraerse tanto en pensamientos que no valían realmente la pena.
— ¿Están listos para lo que van a escuchar? —Varios "Sí" inundaron el salón, haciendo reír al adulto.— ¡Cuánta emoción! Pues estoy seguro que van a amar mi elección… He pensado que esta vez podemos olvidarnos un poco del drama y la seriedad. De lo antiguo y lo típico.
Samuel ni siquiera había dicho el nombre de la obra aún, pero Roier ya estaba sonriendo como un niño pequeño en su propio cumpleaños.
Ignorando completamente la discreta mirada de cierta persona a su lado.
Estaba casi seguro de que era un musical. ¿Por qué sino tantas partituras?
— Ya hemos hecho obras de nuestro queridísimo Shakespeare muchas veces y creo que es tiempo de algo más… Contemporáneo.
— Uhh, apuesto a que es Hamilton.
Susurró Robleis a su lado. Y de repente recibió un empujón de alguien detrás suyo.
— Dijo "contemporáneo", esa trama es más vieja que mi abuela.
Rivers era quien había hablado esta vez, comenzando una pelea con el argentino de baja estatura.
Pero Roier simplemente los ignoró. Sea cual sea la obra; iba a ser un nuevo reto para él. Solo tenía en mente conseguir un papel principal, hacer la mejor performance de su vida y ganarse esa beca.
Tenía todo fríamente calculado.
— Como ya se habrán dado cuenta, esta obra es del género musical. Así que van a tener que lucirse con su afinación y pasos de baile. No quiero menos. —Dijo en una fingida amenaza hacia sus alumnos mientras los señalaba.— En fin. La obra de este año será, nada más y nada menos que…
El silencio se prolongó lo suficiente como para causar ciertas ansias en el ambiente. A Samuel le encantaba hacer eso, pero los rostros emocionados y suplicantes de sus alumnos le pedían a gritos que lo anunciara de una vez por todas.
Y así lo hizo:
— ¡High School Musical!
Roier se cubrió la boca con ambas manos pero eso no evitó que su sonrisa creciera más y más. Por favor, eran de sus películas favoritas cuando solo era un niño amante de Disney. ¡Se sabía perfectamente cada canción!
En cambio, el rostro del chico a su lado lentamente se transformó en una mueca.
— ¡No puede ser!
Exclamó un alegre Roier.
— No puede ser.
Dijo Spreen al mismo tiempo, sin una pizca de felicidad. Más bien todo lo contrario.
Esto iba a ser una completa pesadilla para el Capitán del equipo de fútbol.
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