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Just Wanna be With You

— ¡Te juro que los ví hablando! 

— ¿Dónde? 

— El martes en el pasillo. —Respondió Quackity.— Los estaba observando hasta que Roier me vió y tuve que fingir que lo estaba buscando. 

Carre entrecerró sus ojos hacia él, aún sin creerle. 

— Spreen prometió que no volvería a estar cerca del rarito de tu amigo. ¿Cómo puedo creerte?

El de beanie frunció el ceño al escuchar aquel apodo despectivo.

— Primero: no eres quién para tratar de “rarito” a Roier. Así que guardate bien tus comentarios pendejos en el c-

— Sí, sí. Cómo sea.

Lo interrumpió el ojiverde rodando los ojos. Eso hizo que Quackity respirara hondo antes de proseguir.

Imagina matar a un estudiante debajo de las gradas del instituto. Tardarían un poco en encontrar su cuerpo si lo escondes bien… 

— Segundo: te estoy diciendo que los ví con mis propios ojos. Y quién se acercó primero fue Tu Mejor Amigo. No el mío. 

Inmediatamente Carre soltó una pequeña risa y negó con su cabeza.

— Mentira. Spreen no sería tan descuidado. 

— Pues ya ves. Quizás tu amiguito no es tan honesto como crees…

Esta vez fue el jugador quien frunció el ceño.

— ¿Estás tratando de decir que mi mejor amigo me miente? Por favor, llevamos años de amistad. Nos conocemos desde que éramos bebés. —Carre tomó su mochila del suelo y se la colgó en el hombro listo para irse. Solo estaba perdiendo el tiempo con ese estúpido pacto.— Y puedo asegurarte completamente que a Mi amigo le importa una mierda Tu amigo. 

Quackity rápidamente copió su movimiento cruzándose de brazos.

— Ay sí, claro. Por eso Tu amigo busca al mío por los pasillos. 

— Te recuerdo que fue Tu amigo el que se metió en una práctica para estar cerca de Mi amigo. 

El mexicano jadeó con indignación y luego soltó una risa incrédula llevándose ambas manos a la cintura.

— Estoy seguro de que Mi amigo debe tener sus razones para haber hecho eso. Y ninguna involucra al idiota de Tu amigo. 

— Sí, claro...

Contestó sarcásticamente antes de voltearse. Pero las cosas no terminarían ahí. Oh, claro que no. 

Nadie deja a Quackity con la palabra en la boca.

— ¿Sabes qué? Luego no vengas a pedirme ayuda cuando descubras que tu mejor amigo de toda la vida es un pendejo mentiroso. 

Escupió con enojo chocando su hombro contra el ajeno antes de largarse de allí. La mirada color esmeralda se mantuvo en él con tintes de confusión y un poco de duda. 

Ese pibe es la reina del drama.

Pero si algo había logrado con todo eso, era hacer dudar a Carrera. 

Está bien, confiaba en su mejor amigo, ¿Cómo no hacerlo? Fue él quién los sacó del anonimato y quién se ganó una buena reputación en el instituto. Porque si era por él mismo, estaba seguro de que ambos seguirían siendo un par de Don Nadie que todo el mundo pisoteaba sin darse cuenta. 

Le debía su más grande respeto a Spreen. 

Aunque no pudo evitar apretar sus labios en una pequeña mueca.

Porque también tenía miedo. 

Si Spreen dejaba de ser quién era. El capitán del equipo ganador, el mejor goleador, el tipo que todos admiraban. 

Entonces, ¿Qué pasaría con Carre? 

~ • ~

— ¿Irás a la fiesta de cumpleaños de Nia? 

Le preguntó Mayichi al jugador cuando logró ponerse a su lado. 

Ambos se encontraban en la entrada de la escuela, rodeados por el grupo de amigos y compañeros de equipo que no dejaban de charlar y bromear entre sí ya que no tenían otra cosa mejor que hacer porque las clases habían terminado por hoy. Además, Missa aún tenía una hora más así que era mejor esperar. 

Spreen volteó a verla y pensó que necesitaba más información para tener una respuesta clara. 

— ¿Cuándo es?

— Este sábado. 

Lentamente asintió pensativo aún mirando a la rubia. 

¿Qué tenía que hacer el sábado? 

Hm, supongo que estaba libre ese día. No le vendría mal una distracción. 

Quizás hasta podría invitar a…

— ¿Sabes? Los chicos piensan ir en dúos. Vicky irá con Conter, creo que Mictia irá con Carre, y no lo sé, quizás… ¿Quieres-

Roier.

Mayichi perdió toda la atención del pelinegro cuando la mirada de este se desvió hacia una persona que pasaba casi corriendo por el pasillo detrás de ella. Spreen lo observó hasta que dobló en una esquina y se perdió.

Inmediatamente regresó en sí y se enderezó apretando la correa de la mochila en su hombro.

— Perdón, tengo cosas qué hacer. 

Ni siquiera esperó a que la joven respondiera. Sus amigos no lo escucharon, estaban muy ocupados molestando a Goncho como para que se dieran cuenta que Spreen estaba siguiendo los mismos pasos que había dado aquel muchacho castaño. 

Roier no tenía tiempo. No, hablo en serio. 

Hoy era Jueves. El anteúltimo día que tenía para practicar su audición. Mañana ya tendría que presentarse ante su profesor y sus compañeros con su número musical perfecto. El problema era que no estaba del todo logrado. Roier lo sabía. 

Un buen artista siempre sabe reconocer cuáles son sus virtudes y defectos, y Roier no era un profesional pero podía mejorar. Y para eso necesitaba tiempo, tiempo para perfeccionarlo todo.

El segundo problema que tenía era que, lamentablemente el profesor de la última hora de este día no fue tan benevolente como el del miércoles, así que no lo dejó saltarse su clase. 

Matemáticas. Pff, ¿Quién las necesita?

Por eso ahora se encontraba casi corriendo por los pasillos para llegar al auditorio escolar. Jaiden dijo que hoy practicarían ahí, que así le sería más fácil presentarse el Viernes. 

El tercer problema era que, ¿A quién vergas se le había ocurrido hacer un auditorio tan lejos? Literalmente quedaba hasta la otra punta del edificio. 

Oh, pero eso no era nada, ya que ahí se acercaba el cuarto problema…

— ¿A dónde vamos, rey? 

Dijo una voz a su lado, acompañada de un largo brazo que rodeó sus hombros deteniendo así su caminar. Roier cerró momentáneamente sus ojos cuando reconoció el acento argentino. Luego se giró hacia él y lo señaló.

— No tengo tiempo para esto. —Tomó su brazo y lo quitó de sus hombros. Todo con una bonita sonrisa amable.— Nos vemos, Spreen. 

Casi consigue escapar cuando una mano rodeó su muñeca y una ligera risa se escuchó detrás suyo.

— Eu, pará. ¿Tan apurado estás? —Se burló haciendo que Roier girara en su eje para que volviera a verlo. Su sonrisa se agrandó al ver ese rostro molesto e inquieto.— Nada más te iba a preguntar si querías que te lleve a tu casa. 

Roier arrugó el entrecejo.

— Tus amigos están literalmente en la entrada.

— ¿Y? —El semblante de Roier pasó de molestia a sorpresa en un segundo pero no duró mucho más que eso.— Podemos esperar a que se vayan. No hay apuro. Además Missa estuvo preguntando toda la mañana por vos. 

Esta vez ni siquiera nombrando a su hermano menor fue suficiente para que el castaño aceptara. Roier resopló y se giró retomando su camino con Spreen detrás suyo.

— Yo no-

“Necesito que me lleven” blah, blah, blah. —Terminó la frase por él fingiendo un tono de voz bastante ridículo según Roier.— ¿No te cansas de siempre el mismo discurso? Te lo estoy preguntando de chill. ¿Querés o no?

— No.

Respondió sin dudar. Entonces Spreen volvió a hablar.

— Bueno… Lo voy a preguntar una vez más. 

Pero fue interrumpido.

— Mira, Spreen. —Roier se volteó para detener al jugador poniendo una mano en su pecho. Quizás, si lo hablaba en buen pedo y siendo honesto, Spreen dejaría de insistir.— Realmente estoy muy agradecido por todas las veces en las que me has ayudado (sin haberlo pedido) y es muy bueno que en vez de obligarme a subir a tu auto, ahora tengas la modestia de preguntarme si quiero o no. Eso es un gran avance. Lo digo en serio. 
Pero ahora mismo aunque quisiera no puedo. Tengo que practicar mi audición porque sino mañana me presentaré delante de todo el taller de teatro y como mi gran acto final me voy a matar por ser un completo fracaso. ¡¿Entiendes?!

No sabía cómo ni en qué momento había alzado su voz pero el rostro sorprendido de Spreen se lo decía todo. Luego este elevó una ceja y entrecerró sus ojos.

— ¿No estás siendo un poco dramático? 

La respuesta de Roier fue un chillido de frustración antes de comenzar a caminar de un lado a otro y, mierda, de repente hacía calor. Mucho calor. 

También había poco aire. ¿Acaso abrían las ventanas en este lugar? Se estaba sofocando. Su respiración acelerada era una clara señal. 

¿Y esa comezón en sus brazos era normal? 

Pero a la verga todo eso. Lo único en lo que Roier podía pensar en estos momentos era en que ya no tenía tiempo para practicar, mañana se presentaría y lo haría mal. Lo arruinaría todo. No tendría un papel importante en la obra por más que se hubiera esforzado tanto y no conseguiría la beca para la universidad de Artes más prestigiosa del país. Desde ahí todo iría en picada. Se haría cargo de la panadería de sus padres pero las personas dejarían de ir porque estaría tan sumido en su depresión que ni un mísero pan le saldría bien. Se quedaría sin familia, sin trabajo, sin dinero, sin techo, y viviría bajo un puente. 

Já. Ahora mismo debería estar buscando el puente más bonito para poder vivir sus últimos días. 

Cayó en cuenta de su propio estado cuando respirar comenzó a doler. En eso, una voz lejana repetía su nombre.

Roier…

Roier.

— ¡Roier! —El grito lo sobresaltó y el chico delante suyo se ganó su atención mientras sacudía sus hombros. Pero ya no podía parar.— Roier, escuchame. Tenés que escucharme.

Tampoco podía hablar. Quería responder pero el nudo en su garganta no lo dejaba. 

Y de pronto su mirada se puso borrosa. 

— Mierda, Roier. No, no llores. —Maldijo una vez más mientras bajaba su mirada. Sintió como alguien tomaba sus manos que hasta ese momento no se había dado cuenta que estaban apretadas en dos puños.— Mirame. 

Automáticamente hizo caso a la orden haciendo contacto visual con el par de amatistas. Se veían tan serias. Tan preocupadas.

— Tranquilo, ¿Sí? Vamos a respirar juntos. —Sus manos se vieron apretadas por las de Spreen sin dejar que las vuelva a cerrar.— Respirá hondo, seguime a mi.

Lo escuchó pero ni siquiera pudo asentir. Fue entonces cuando lo vió respirar como lo había dicho, agrandando su pecho y levantando sus hombros de forma exagerada. Mantuvo el oxígeno en sus pulmones hasta soltarlos. Lo hizo dos veces más hasta que Roier empezó a imitarlo. 

En pocos minutos, la respiración de Roier se ralentizó, sus hombros se relajaron y solo quedaron unas pequeñas lágrimas rodando por sus mejillas. 

Cerró sus ojos sintiendo como las paredes se alejaban volviendo a su lugar y soltó su última bocanada de aire. Los volvió a abrir cuando algo rozó su mejilla. 

— ¿Mejor? 

Preguntó el pelinegro mientras posaba delicadamente la mano al costado de su rostro para levantarlo.

El castaño lo observó por debajo de sus pestañas húmedas y asintió lentamente. Eso era lo que necesitaba Spreen para finalmente dar un paso atrás alejándose. 

Roier sabía que necesitaba espacio luego de esa pequeña crisis, pero no pudo evitar sentir algo parecido al desamparo cuando lo vió retroceder. 

— Te voy a llevar a tu casa.

Oh, bien. Eso ya no era una pregunta.

— No, no. Yo… —Balbuceó usando las mangas de su camisa para limpiar los rastros de lágrimas que aún quedaban.— Realmente necesito practicar. La audición es mañana. 

— Roier, mirate. No podés practicar así. 

— Estoy bien. —Volvió a levantar la mirada chocando con sus ojos morados acompañados de un ceño fruncido.— No puedo. Tengo que hacerlo…

Escuchó a Spreen chasquear su lengua mientras giraba su rostro hacia un costado. Lo que pasó después fue que un peso abandonó su hombro. 

Spreen había tomado la mochila de Roier y la acomodó en su espalda junto a la suya.

— ¿Dónde vas a practicar?

— En el auditorio.

Respondió confuso. Y una mano se extendió en frente suyo. 

— Te acompaño.

Roier se arrepentiría mucho luego. Estaba seguro de eso. Pero de todas formas elevó su mano y tomó la que le ofrecía. 

~ • ~

— ¡Oh, dios! ¡Jaiden, lo siento tanto! 

Exclamó hacia la joven cuando llegó al auditorio. 

Esta lo recibió en el escenario con una cálida sonrisa que se convirtió en un semblante de sorpresa cuando vió al pelinegro a su lado.

— Perdón por tardar tanto. Nunca me pasa esto. No quería hacerte perder el tiempo.

— Está bien. Tranquilo, Roier… Em…

La chica intercaló su mirada entre Roier y Spreen hasta que el castaño lo entendió.

— ¡Oh! Sí, él es Spreen. También es parte del taller. Solo vino a acompañarme por hoy. —Jaiden asintió lentamente y Roier no pudo ver su sonrisa de sospecha cuando se giró hacia el más alto.— Ella es Jaiden. ¿La recuerdas? Es la ayudante del profesor Samuel. 

— ¿Qué tal?

El jugador hizo un movimiento con su cabeza y saludó de manera totalmente informal.

Roier luego le recordaría lo que son los modales. Ahora ¡No hay tiempo! 

— Muy bien. Hay que empezar. 

Rápidamente se acercó a Jaiden para tomar los papeles que le extendía, los cuales tenían impresa la letra de la canción en ellos. La ayudante se posicionó detrás del piano y tocó una escala ascendente. El mismo tono en el que estaba situada la melodía. 

— ¿Listo?

— Listo.

Roier se aclaró la voz para comenzar a precalentar con la escala cuando alguien tosió ligeramente. Miró a su lado y Jaiden inclinó su cabeza como una disimulada seña para que mirara hacia ese lado. Cuando Roier lo hizo, Spreen seguía de pie en medio del escenario sin haberse movido ni un centímetro. 

— Ey, si quieres puedes sentarte allí. 

Señaló hacia los asientos en frente de la gran tarima. 

— Ah, okay.

Respondió el pelinegro. Y en vez de bajar por las escaleras del costado de la tarima como una persona normal, prefirió agacharse y saltar desde el borde como un animal. 

Roier abrió su boca para decir algo mientras escuchaba la pequeña risa de su pianista y compañera a su lado, pero luego la cerró.

Déjalo, déjalo. Está tonto. Se dijo a sí mismo. 

Ignoró por completo la presencia de Spreen en las viejas butacas y se dispuso a preparar su voz. 

Roier nunca había estado nervioso de cantar en un escenario. Pero por alguna razón, con Spreen ahí, sentía que se iba a morir de los nervios. 

Debía ser profesional. Esto no podía pasarle.

Por su parte, Spreen reconoció la canción al instante. Era una de las pocas canciones buenas que tenía High School Musical. Una de las cuales aparecía en la tercera y última película. 

Tampoco es que fuera un gran fanático de esos tonos Pop llenos de palabras bonitas y frases cursi. Pero la voz de Roier hacía la canción mucho más… escuchable. Sí, lo había escuchado cantar antes. Pero no así. No del modo en el que lo estaba haciendo.

Roier se veía demasiado concentrado y notaba que se estaba esforzando mucho. No había desafinado en ningún momento y llegaba a las notas altas como si nada. Sin duda era todo un show.

Spreen no se dió cuenta cuando dejó apoyar su cabeza sobre su mano mientras el codo se mantenía firme sobre el reposa brazos. Tampoco cuando soltó una pequeña risa disimulada porque Roier se había olvidado la letra diciendo “puta madre” y tuvo que tomar de vuelta el papel para leerlo. 

Mucho menos se dió cuenta cuando sus comisuras se estiraron en una tonta sonrisa. 

De lo que sí se dió cuenta fue que, claro, la canción era un dueto. Un dueto entre una mujer y un hombre. Para ser más precisos, Troy y Gabriela. Dos personas que se amaban profundamente y sí, sí. Lo que sea.

En ese momento fue el turno de Jaiden y dejó de sonreír. 

No lo malinterpreten. Jaiden tenía una voz muy suave y bonita. Bueno, tampoco era la gran cosa. Pero era buena cantando. Eso no era lo que le generaba una pequeña molestia en la parte más recóndita de su cerebro. 

Roier se movía por el escenario, mostrándose y haciendo cosas exageradas como si estuviera llamando la atención de la pianista. Obviamente lo lograba, ganándose una risa de parte de ella y un silencioso resoplido por parte de Spreen.

¿En serio tenía que hacer todo eso? No recordaba que Troy hiciera tanto el tonto mientras cantaba con Gabriela. 

Bueno, ahora que lo pensaba… quizás sí, pero…

¡Pero no así! Era diferente. Sí… eh…

Para empezar Gabriela no era pianista. Y tampoco era mayor que Troy. 

¿Cuántos años tenía Jaiden? 

Y esa pequeña molestia seguía creciendo y creciendo. Hasta que la práctica terminó y Roier se volteó hacia él con una enorme sonrisa.

— ¿Qué opinas? 

Spreen se vió encandilado como si hubiese mirado directamente al sol, pero rápidamente se recompuso, se enderezó en el asiento y devolvió el gesto.

— Estuvo muy bueno.

Escuchó a Roier chillar y lo vió dar un pequeño salto que casi le saca otra risa. 

Entonces el castaño se giró hacia la ayudante.

— ¿Mañana a primera hora estás libre? Hay que practicar una vez más. 

Y la sonrisa de Spreen se esfumó otra vez.

~ • ~ 

¡Hoy era el día! 

¡Era hoy! 

Roier casi salta de su cama al escuchar la alarma de su teléfono. Se preparó lo más rápido que pudo y salió corriendo de su casa no sin antes dejarle un beso en la mejilla a su madre pidiéndole que le desee suerte. (Ojalá no diga que se rompa una pierna porque ya sabemos que es capaz de hacerlo)

Hoy era la audición. Y nada debía salir mal.

A primera hora habló con sus profesores para poder saltarse las últimas dos clases y practicar una vez más, solo para asegurarse. Jaiden ya lo había saludado temprano diciéndole que lo vería de vuelta en el auditorio. 

Metió todo en su casillero, se arregló la camisa del uniforme, acomodó el cabello con su bandana azul y se encaminó a dicho lugar. 

Lo único que no tomó en cuenta es que, cuando comenzaba la siguiente clase, en el camino volvió a cruzarse con Spreen. Lo cual no fue un problema.

El problema vino cuando este le preguntó dónde iba y luego de responderle, Spreen decidió por cuenta propia que también se saltaría las clases. Sin ningún permiso ni nada. Así como así. 

Pero tampoco era un gran problema. Ya que, tomando en cuenta el día anterior donde lo ayudó con su bochornosa crisis y después se portó muy educado y silencioso en la práctica, realmente no iba a ser una molestia. En realidad, a Roier le agradó su compañía. Y pensaba que se comportaría igual. 

Hasta que la práctica comenzó.

— ¿Qué tal si te movés un poco para allá? 

Propuso Spreen interrumpiendo la canción y empujando ligeramente a Roier lejos del piano. 

Era una simple opinión. Sí, jaja. 

La cosa era que, desde que empezaron, Spreen se tomó la libertad de subirse a la tarima y dar sus “opiniones” sobre su número. Varias opiniones. Una tras otra. 

Y siempre eran como: “Che, Roier. ¿Por qué no te quedás/movés acá?” o “Roier, ¿Esto no podría ser así?” Y su favorita, “¿No querés hacer el número solo?” 

Y Roier ya estaba llegando a su límite. En cualquier momento tendría otro ataque de ansiedad. 

— ¿Qué tal si no lo hago? 

Devolvió Roier con una sonrisa que demostraba todo menos amabilidad. 

Spreen parpadeó entendiendo la señal y asintió alejándose un par de pasos hacia atrás.

— Gracias…

Murmuró antes de hacerle una seña a Jaiden para que comenzaran de vuelta. Y en el momento en que ambos estaban cantando el estribillo, Spreen volvió a acercarse.

— ¿Y si nos tomamos un descanso? 

— No puede ser…

Se quejó Roier soltando un alarido mientras se dejaba caer sobre la cola del piano. 

Jaiden interrumpió cómo la buena mediadora que era.

— Quizás Spreen tiene razón. No nos viene mal un descanso. 

Pero el Mexicano no la escuchó. Solo se enfocó en Spreen fulminandolo con su mirada.

— ¿Qué es lo que te molesta tanto? 

— ¿Eh? ¿A mí? 

— No, al tipo invisible detrás tuyo. —Respondió con sarcasmo rodando los ojos.— ¡Pues claro que me refiero a ti, wey! No paras de interrumpir todo el tiempo y opinar sobre pendejadas. Ya dime qué es lo que te molesta. 

Pasaron unos segundos en los que Roier esperó a que Spreen respondiera mientras este tamborileaba los dedos sobre su pantalón antes de esconder las manos en los bolsillos. Finalmente se dignó en responder:

— No es que me molesta… Es solo que… —Roier elevó las cejas invitandolo a qué termine la frase. El argentino desvió su mirada varias veces hasta que encontró una buena respuesta en su mente. O por lo menos sonaba bien allí adentro.— No lo estás haciendo bien.

Jaiden abrió los ojos de par en par al escucharlo y mentalmente se preparó para una guerra entre ambos chicos. Pero Roier, se lo tomó muy bien.

Sí…

— ¡¿Qué?! —Exclamó escandalizado y confundido.— Pero si ayer dijiste que estuvo “muy bueno”. 

— Sí, bueno. Ayer estabas diez de diez, pero creo que hoy con suerte llegás a seis. 

— ¡¿SEIS?!

El rostro de Roier comenzó a enrojecer de la vergüenza y el enojo mientras tomaba la hoja con la letra de la canción. Spreen por su parte seguía muy convencido de su pensamiento.

— Para mi-, mi humilde opinión, eh, aclaro. —Se defendió antes de que lo juzgara.— Deberías hacerlo solo. Te saldría mejor. 

Cuando Roier otra vez escuchó esas palabras, se largó a reír como un completo maníaco. Y por primera vez Spreen le tuvo algo de miedo. Un poquito. 

Pero él solo estaba dando su Humilde Opinión. Además, no tenían que cambiar muchas cosas. Solo dejar de lado a Jaiden y ya. 

Roier podría hacerlo fantástico estando solo. Confiaba en él. 

O bueno, lo hacía hasta que el castaño se acercó amenazantemente hasta él, y con una sonrisa forzada levantó la hoja con la letra y la apoyó muy amablemente (con fuerza de más) sobre el pecho de Spreen. La mirada amatista pasó de Roier a la mano en su pecho y luego de vuelta a Roier. 

— Si crees que no lo estoy haciendo bien y eres Tan bueno como para saberlo… —El menor se alejó cruzandose de brazos. Dejando que Spreen sostuviera la hoja de papel con curiosidad.— ¿Por qué no lo haces tú y me lo demuestras, señor talentoso? 

El pelinegro no volvió a decir nada. Solo bajó su mirada a la letra impresa mientras Roier pasaba por su lado para tomar asiento junto a Jaiden en el piano. 

Sabía que no lo haría. El mismo Spreen le dijo aquella vez en el auto que no lo volvería a escuchar cantar jamás. Así que eso le serviría para que cierre la boca porque Roier lo estaba haciendo bien. ¡Él mismo lo dijo el día anterior! Que ahora opine diferente es otra cosa. No sabía que le pasaba pero seguramente solo quería fastidiarlo.

Suspiró y se giró hacia Jaiden.

— Hay que empezar de nuevo, ¿Sí?

La joven observó a ambos de forma dudosa.

— ¿Estás seguro?

— Sí, por favor.

Jaiden tomó una larga bocanada de aire y se acomodó en su asiento, colocando sus manos en posición y tocando las primeras notas de la canción.

Roier comenzó a cantar.

I got a lot of things I have to do… All these distractions, our future’s coming soon… We’re being pulled…

A hundred different directions.

Lo acompañó la voz femenina haciéndolo sonreír.

But whatever happens I know I got you.

Jaiden hizo una rápida escala y las notas del piano se hicieron más fuertes en esa parte. Las voces de ambos siguieron:

You're on my mind you're in my heart

It doesn't matter where we are

Well be alright

Even if we're miles apart…

Hubo una pequeña pausa y justo después el piano retomaba su fuerza con el estribillo. Pero cuando Roier separó sus labios para cantar…

Otra voz se unió.

All I wanna do, is be with you, be with you… 

Ahora fue Roier quién abrió los ojos de par en par, girando rápidamente su rostro hacia el dueño de la voz grave. 

Spreen no despegó su mirada de la hoja en su mano ni por un segundo, pero sintió la atención en él haciendo que sus orejas enrojecieran. 

There's nothing we can’t do just wanna be with you, only you…

Jaiden, quién también estaba sorprendida pero más emocionada que Roier, le dió un pequeño empujón al estudiante y cuando obtuvo su atención, hizo una sutil seña para que se uniera a Spreen. 

Cuando logró salir de su trance, volvió a ver al jugador y una sonrisa se formó lentamente en sus labios antes de acompañarlo en el estribillo.

No matter where life takes us nothing can break us apart…

You know it's True.

— I just wanna be with you…

Finalizó el pelinegro al fin haciendo contacto visual con el par de avellanas, encontrandolas con un brillo que casi lo hipnotizó. 

— ¿Qué fue eso? —Preguntó Roier en medio del intervalo musical poniéndose de pie con una sonrisa de mil voltios.— ¿Dónde quedó lo de “No va a volver a pasar”, eh? 

Spreen no pudo evitar contagiarse de su sonrisa mientras se apoyaba con una mano en el piano y se inclinaba levemente hacia él. Luego se encogió de hombros restándole importancia, y dijo:

— Ya sabés cómo es la vida. Puede cambiar todo en una noche. 

Contestó dejando a Roier pensativo. ¿Dónde había escuchado esas mismas palabras? 

Entrecerró sus ojos y cuando finalmente cayó en cuenta, se acercó a él y le quitó el papel de las manos para leer la parte que seguía.

— Eres un pendejo.

Dijo entre risas, dándole un empujón al más alto.

Entonces la canción retomó el inicio. 

You know how life can be, it changes over night. 

Cantó Spreen sin necesidad de leer la letra. No se había visto esas películas mil veces en vano. 

It's sunny then raining, but it's alright. —Acompañó la voz de Roier en un tono más alto. Porque al parecer, Spreen quería la parte de Troy.— A friend like you always makes it easy…

I know that you get me… Everytime. 

Through every up, through every down

You know I'll always be around

Through anything you can count on me…

— ¡Ven aquí!

Se detuvo el castaño, tomando la mano del jugador para arrastrarlo al medio del escenario. Automáticamente, Spreen dijo:

— No voy a bailar. 

— ¡Ay, por favor! Solo esa parte.

— ¿Cuál parte?

Roier hizo un par de señas con sus manos de un lado a otro y luego inclinó su cabeza hacia un costado casi rogándole. 

— No voy a hacer eso. 

Repitió cuando entendió a lo que se refería.

Era casi al final de la canción, cuando Troy y Gabriela se encontraban en un balcón ficticio luego de que Troy escalara por un costado. En cada palabra que cantaban, daban un paso al costado, acercándose cada vez más al otro hasta que se juntaban en medio. 

No, no iba a hacer eso. Suficiente con que ya estuviera cantando por Roier.

All I wanna do is be with you, be with you

There's nothing we can't do

Just wanna be with you, only you.

Cuando la parte llegó, Roier volvió a sonreír y corrió muy infantilmente hacia un costado del escenario.

No matter where life-...

Roier dió un paso acercándose a él y se detuvo a mirarlo esperando que hiciera lo mismo. Incluso Jaiden tocó las notas más lento. 

Spreen miró hacia arriba, negó con su cabeza y luego suspiró. 

Y dió un paso hacia Roier.

Takes us.

Otro paso de Roier.

Nothing can-...

Otro paso de Spreen.

Break us apart.

You know it's True.

Dos pasos más y Roier lo tomó de la muñeca para girarlo y tenerlo de frente. Fue entonces cuando Spreen olvidó por completo la letra. Y cómo respirar. 

I just wanna be with You…

Cantó Roier mientras tomaba las manos ajenas entrelazandolas con las suyas. Luego de eso, ambos debían cantar una última frase. Pero eso no sucedió.

Roier se congeló en su lugar al hacer contacto visual con el par de hermosas amatistas tan de cerca. Sus labios se apretaron y en la parte más baja de su estómago sintió un cosquilleo que casi lo hace reír. Era eso o los nervios, pero también sus manos empezaron a sudar mientras sostenía las ajenas que parecían heladas. Y por si hacía falta algo, un sonrojo dió comienzo desde el puente de su nariz llegando a invadir sus mejillas.

Y ese era el sonrojo más adorable que Spreen jamás había visto.

De solo verlo, le daban ganas de levantar sus manos y apretar sus mejillas. O quizás, solo sostener su rostro y acariciar la piel para comprobar si realmente era tan suave como se veía. Puede que también quiera bajar los dedos hacia su mentón… Levantarlo.

Acercarse y…

— ¡Bravo! 

Una fuerte voz acompañada de unos aplausos hizo eco en el lugar provocando que ambos jóvenes se separen de golpe.

El profesor Samuel se encontraba justo en la entrada del auditorio aplaudiendo sin cesar. 

— ¡Excelente! ¡Eso fue espectacular muchachos! 

Roier hizo un esfuerzo por sonreír lo mejor que pudo pero aún seguía mareado por las sensaciones de hace un par de segundos atrás y ni siquiera quería voltear a ver a Spreen. No lo iba a hacer.

En cambio, Spreen alternaba su mirada del profesor a Roier repetidas veces sin saber qué hacer o decir porque-

¡¿Qué carajos acaba de pasar?!

— ¡Fue una audición fantástica! Estoy muy orgulloso de ustedes dos. 

— G-gracias. —Agradeció Roier soltando una risa nerviosa. Así fue hasta que analizó mejor aquellas palabras y palideció.— Espere, ¿Qué? 

Al mismo tiempo que Spreen preguntó:

— ¿Audición? 

— Sí, audición. —Repitió Samuel como si nada mientras se acercaba a los asientos en frente del escenario para dejar sus cosas.— Supongo que es lo que ustedes querían que viera y no es necesario repetirlo, por favor. Chicos, fue perfecto. 

— No, Pero-... Es que-...

— Yo no-... Esto no-...

Comenzaron a balbucear los dos juntos hasta que Samuel levantó su mano pidiendo silencio.

— Chico, chicos. Tranquilos. Ya he dicho que me gustó y eso les da muchos puntos. Deberían estar felices con su trabajo. 

En ese momento, sus compañeros comenzaron a entrar al auditorio. Todos listos para hacer sus audiciones. 

El profesor les hizo una seña con su mano.

— Ya pueden retirarse.

Spreen no se movió. Por lo menos no lo hizo hasta que Roier pasó por en frente suyo buscando sus cosas para después apresuradamente abandonar el lugar. Obviamente lo siguió. 

— Roier.

Lo llamó cuando iba detrás de él. Pero este solo apuraba el paso. 

Desde allí podía ver cómo apretaba sus manos en dos puños. Así que dió unas cuantas zancadas y se puso en frente suyo.

— Roier, pará. 

— ¡¿Qué?! —Exclamó.— ¿No ves que acabo de arruinarlo todo? 

Trató de esquivarlo pero Spreen levantó ambas manos en una posición que le dejaba en claro a Roier que aunque quisiera, no lo iba a evitar.

— ¿De qué hablás? ¿Acaso escuchaste lo que dijo el profesor?

— Sí, pero… —Cometió el error de levantar su mirada hacia la impropia y cuando sintió su rostro calentarse, de inmediato la desvió.— Eso no-... No fue lo que yo quería hacer.

— ¿Y qué tiene si no salió como lo planeaste? Roier, estuviste increíble allá adentro. —Cuando el par de avellanas volvió a posarse en él con un destello esperanzado, las manos de Spreen cosquillearon sintiendo una vez más las ganas de levantarlas y tomar su rostro. Pero no lo hizo.— Mentí cuando dije que no lo estabas haciendo bien. Lo estabas haciendo genial. Solo quería… quería que te luzcas. Y lo hiciste. Por favor, Roier. El profesor incluso te aplaudió. ¡A vos! 

Roier miró hacia un costado mientras se mordía el labio inferior. 

Realmente no sabía si se sentía así porque las cosas no salieron como quería… o por lo que pasó con Spreen. Su primer instinto simplemente fue huir.

Pero ahora, con lo que le estaba diciendo… se sentía bien. 

Se sentía correcto.

— ¿Realmente crees que estuve increíble? 

Preguntó tímidamente. 

Una sonrisa de colmillos adornó el rostro del más alto.

— Sin duda alguna. —Y mientras Roier bajaba la vista con una pequeña sonrisa, agregó:— Nunca ví a un hombre hacer tan bien las partes de Gabriela. 

La broma aligeró el ambiente y provocó que la sonrisa de Roier creciera mientras le daba un empujón que apenas lo movió.

— No me dejaste de otra, pendejo. Prácticamente te apropiaste de Troy. 

— No seas llorón. Además, Troy tiene las mejores canciones.

Roier volvió a mirarlo con ese brillo cuando escuchó las exactas mismas palabras que él mismo se dijo mentalmente un día antes. Mientras pensaba que eso era una ridícula coincidencia, Spreen se acercó y le quitó la mochila de las manos para ponérsela al hombro. 

— Te llevo a tu casa.

Roier resopló pero de todas formas comenzó a caminar hacia la salida.

— Me gustaba más cuando preguntabas.

— Bueno, perdón. —Se disculpó pesadamente antes de reformular sus palabras y seguirlo.— ¿Te llevo a tu casa? 

— Sí, eso suena mejor. —Bromeó el más bajo.— Y más te vale que nos compres un helado en el camino. A Missa y a mi. Tú no.

Spreen rodó los ojos cuando el contrario hizo referencia a su hermano menor. Luego dijo algo como “Seguí así y te voy a llevar metido en el baúl” y siguieron bromeando hasta llegar a la salida.

Lamentablemente toda esa escena no pasó desapercibida para cierto chico que buscaba a su mejor amigo por los pasillos.























Espero que lo hayan disfrutado porque no voy a actualizar hasta Diciembre (mentira)

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