I Will Never
Spreen iba a quemar esa guitarra. Estaba seguro de ello.
Luego de su primera clase de Teatro, decidió que no iba a volver. Ridiculizarse a si mismo delante de tantas personas solo por haber reprobado algunas asignaturas no era lo suyo. Entonces lo habló con su queridísima profesora de Artes que le dió la excelente solución de reemplazarlo con el taller de Música.
Y Spreen pensó ¿Qué tan difícil sería aprender a tocar un instrumento desde cero?
Quizás tenia un don oculto y nunca lo sabría. Podía ser el siguiente Cerati.
Oh, pero estaba muy equivocado.
Su elección fue la guitarra porque le parecía lo más fácil (y obviamente cool) pero luego de tres clases aún seguía sacando sonidos estridentes de ella cada vez que acariciaba las cuerdas.
Ya le explicaron más de una vez como hacerlo pero no había manera. Era un completo desastre.
Lo peor de todo es que la nueva petición de su profesora fue aprender a tocar un instrumento en tres meses a cambio de un sobresaliente.
MIS BOLAS exclamó el "príncipe".
Porque era imposible que aprendiera a tocar perfectamente la guitarra en tan poco tiempo. Quizás tendría que haberse inclinado por el triángulo...
Pero sabía que de todas formas su profesora tendría una excusa nueva. Ella solo quería fastidiarlo para que regresara al taller de Teatro.
Pero eso no iba a pasar. Entonces estaba perdido.
— ¿Qué mierda te pasa ahora?
Preguntó Carre cuando su amigo dejó caer su cabeza sobre el escritorio en un ruido seco.
— Me voy a pegar un tiro.
— Bueno dale, pero hacelo del otro lado porque no quiero que la ropa se me manche de sangre. —Bromeó el más bajo esperando fastidiar al contrario pero al solo obtener un suspiro de su parte chasqueó la lengua.— Dale amigo, ¿Qué te pasa?
Spreen volvió a levantar su cabeza dejando ver la marca roja en su frente por el golpe que se había dado.
— Nada. Tengo que hacer unos trabajos para Arte.
Obviamente aún no le había dicho a su mejor amigo sobre el taller de Teatro. Y esperaba que eso se mantuviera en secreto por lo menos hasta que acabara el año.
— Que paja... Che, hablando de eso... —Spreen se puso tenso cuando su amigo relacionó lo que dijo con otra cosa. Esperaba que no fuera lo que pensaba.— ¿Por qué te quedaste el Viernes después de clases?
El más alto se relajó un poco, aunque de todas maneras esa era una pregunta difícil de responder.
¿Debía decirle que ahora participaba del taller de Música?... No.
— Tenía que hacer esos trabajos de Arte. Una poronga.
Sí, eso estaba bien. Bastante simple pero lo suficientemente honesto.
— Ah, ¿Y esos trabajos los tenés que hacer acompañado?
Spreen frunció el ceño confundido.
— No. ¿Por qué?
— Porque Conter dijo que te vio en el comedor con cierta persona...
Oh...
Mexicano chismoso de mierda.
— ¿Qué más te dijo el pelotudo ese?
— Uhh, disculpame... —Habló con sarcasmo.— ¿Acaso era una cita privada?
Su amigo se burló pero a Spreen no le causó ningún tipo de gracia. Por lo que le brindó un fuerte golpe en el hombro.
— Fua, bueno. Tampoco te enojes así.
Se quejó el menor mientras se sobaba la zona atacada.
— Andate a la mierda.
Carre resopló y le dió un leve empujón al más alto.
— Solo tenía curiosidad porque, ya sabes... Me parece raro que de repente te vean en el mismo lugar, con el mismo pibe de la fiesta de Wilbur... ¿Ustedes son amigos? ¿Por eso vos hic-
— Fue una simple coincidencia. —Respondió rápidamente el contrario intentando evitar que su amigo comenzara a sacar conclusiones raras sobre situaciones que nunca iba a entender. Lo que pasó en la fiesta de Wilbur era un tema aparte.— No tenía plata y lo manipule para que me compre algo. ¿Contento?
Y antes de que Carre pudiera preguntar algo más, el profesor hizo acto de presencia en el salón provocando que todos se quedaran en silencio.
Además, Spreen no quería que lo relacionen con Roier. Y menos Carre.
Eso traería muchos problemas.
Al terminar las clases, la idea de Spreen era volver al estúpido taller de música a hacer llorar a la profesora por lo horrible que se escuchaba su guitarra. Pero a mitad de camino fue interceptado por alguien más.
Esta persona se trataba del profesor encargado del taller de Teatro. ¡Que casualidad!
— Spreen... —El estudiante se congeló al escuchar la voz del superior.— ¿Puedo hablar contigo un momento?
El jugador se volteó y retrocedió los pasos que había dado a regañadientes, murmurando algo similar a "viejo choto".
— Sí, obvio. No hay problema.
Respondió terminando de acercarse. Entonces el profesor Samuel señaló a la puerta de su despacho indicándole que debía ingresar. Y así lo hizo.
— Señor DMC, lo que quería hablar con usted es que-
— No, no pienso volver al taller.
Lo interrumpió el menor ya visualizando lo que iba a pedirle. A lo que Samuel se rió por el comportamiento tan negado.
— ¿El señor Alt se disculpó con usted?
— Mm, sí.
Aunque no debería.
— Entonces entiende que nuestra intención nunca fue que pasara un mal momento en la clase.
— Todo está arreglado. —Excepto por ese cuatro ojos hijo de puta.— ¿A qué viene esto?
El hombre mayor rodeó su escritorio para tomar asiento en el sofá de cuero en frente del estudiante. Éste lo observó dudoso.
Vegetta apoyó sus codos sobre la mesa y juntó sus propias manos.
— Efectivamente, tienes razón. Quiero que regreses al taller.
Spreen resopló y se cruzó de brazos mirando hacia la ventana de la oficina.
— Eso no va a pasar.
— Te tengo una propuesta... —El profesor De Luque pareció no escucharlo. Así que Spreen tampoco tenía intenciones de hacerlo.— Tú y yo sabemos que necesitas esa buena calificación. Y no es muy seguro que te la den en el taller de música cuando tú guitarra suena... ligeramente espantosa.
— ¿Gracias?
No podía no sentirse ofendido. Él lo estaba intentando ¿Ok? Pero simplemente la melodía no salía.
— A lo que quiero llegar es que... Yo puedo asegurarte esa buena calificación solo si asistes regularmente a mis clases.
Spreen entrecerró los ojos. Había gato encerrado ahí.
¿Por qué todos los profesores de repente eran tan manipuladores?
— ¿Por qué?
— Verás, Spreen. El taller de Teatro no es muy tomado en serio por lo jóvenes de hoy en día. Se pierde el arte, los valores. Pero... —El profesor sonrió y lo señaló.— Teniendo a una persona popular de nuestro lado puede llamar la atención y ayudar a que deje de ser un "Tabú".
Oh, eso sonaba mal, pero no taaaan mal.
— ¿Solo eso? ¿Tengo que asistir y ya?
— Solo eso. No estás obligado a nada más. Incluso puedes evitar tu participación a la obra de fin de año. —El hombre de incorporó en el asiento y extendió su mano.— ¿Qué dices? ¿Es un trato?
El más joven le dió una mirada dudosa a su mano. No estaba muy seguro de que no hubiera nada más detrás de eso. Algo debía traerse ese viejo.
Pero a la vez... Tenía razón, su guitarra se escuchaba como algún animal sufriendo al borde de la muerte. Por lo tanto, era improbable que le dieran una buena nota en música. Y en teatro se lo estaban asegurando.
Aunque aún tenía su desconfianza.
— Lo voy a pensar.
Vegetta soltó una risa nasal y bajó la mano, negando con su cabeza.
— Eres muy desconfiado, pero está bien. —El hombre miró su reloj y se puso de pie listo para dirigirse a su siguiente clase.— Si llegas a una respuesta... en media hora comenzaremos con la clase. Si estás ahí, entenderé tu decisión.
Mucha suerte, señor DMC.
Y con eso abandonó el despacho.
Spreen salió detrás de él y se detuvo en el pasillo viendo cómo el profesor se encaminaba a dicho salón. Luego volteó y observó el otro lado del pasillo donde estaba el aula del taller de música.
Genial, ahora debía elegir un camino.
¿Volver a teatro a hacer el ridículo? O ¿Ir a música a cambiar su guitarra por un triste triángulo?
Un gran dilema para un chico que solo quería jugar fútbol. Pero claro, debía escoger una de las dos para poder seguir con sus sueños de goleador.
Tenía que analizar las Ventajas y Desventajas. Hacer una lista mental.
Música:
- No tenía que hacer el ridículo (Ventaja)
- A sus compañeros les chupaba un huevo (Ventaja)
- La guitarra era muy difícil (Desventaja)
- Era muy posible que reprobara (Desventaja)
Teatro:
- Actuar era una estupidez (Desventaja)
- Sus compañeros eran todos unos pelotudos (Desventaja)
- En especial ese tipo de anteojos (Desventaja)
- El profesor le aseguraba la cursada (Ventaja)
- Robleis era su amigo y estaba ahí (Ventaja)
- Roier le caía bien (¿Ventaja?)
¿Qué tenía que ver él?
Sí, parecía un buen chico y le había comprado Doritos. Pero definitivamente no podía importarle menos, así que mentalmente lo tachó.
Por lo tanto la decisión ya estaba tomada... Quizás.
Y sus pies ya habían comenzado a moverse hacia un lado.
~ • ~
— ¡No, no pienso disculparme!
— Juan, te estás comportando como un niño pequeño. ¡Madura!
Dijo su novia haciendo que el chico resople y mirara hacia otro lado.
Al rededor de la pareja se encontraban Roier, Robleis y Rivers. Sí, "La triple R".
Los tres chicos también estaban intentando hacer entrar en razón al de gafas para que se disculpe con el jugador antes de que comience la clase.
Todos habían hablado entre sí y llegaron a la conclusión de que lo que había pasado fue una completa estupidez.
— Juan, no es tan difícil. Solo te disculpas y ya. Hasta yo lo hice.
Agregó Roier intentando apaciguar el ambiente porque la idea era que se disculpe. No sacarlo de quicio.
Y Juan era tan conocido por su... maravilloso temperamento.
— Tú no tenías que hacerlo, nadie tiene que hacerlo. ¿Es que no lo entienden? ¡Él es parte del enemigo!
Robleis soltó una carcajada.
— ¿Cuál enemigo? No estamos en una película donde dos bandos se pelean a muerte. —Respondió entre risas.— Además si es así, entonces yo también soy parte del "enemigo" por juntarme con ellos.
La lógica de Robleis tenía un punto, y eso dejó en blanco a Juan porque tenía razón.
— P-pero... Tú eres genial. No cuenta.
— Ay, gracias.
— De nada, corazón.
Un carraspeo a su lado hizo que ambos chicos voltearan a ver a Ari que les daba su mejor mirada de sospecha.
Robleis volvió a reír.
— Mi amor, no puedo mentirle.
— Ajá, sí.
— ¿Hola? Nos estamos desviando del tema. —Rivers interrumpió a la parejita.— Juan, solo tienes que pedir perdón y listo.
El nombrado suspiró y se cruzó de brazos. Claramente su orgullo podía más.
— Aunque quisiera hacerlo... Hoy ese tipo me dió una mirada de que quería asesinarme.
Ante eso, para Roier fue inevitable recordar las palabras del jugador.
"Cuando lo vea lo voy a cagar a piñas"
Y sin darse cuenta soltó una pequeña risa que llamó la atención de todo el grupo de amigos.
— ¿De qué te ríes?
Mierda, ¿Cómo explicaría eso? Ni siquiera les había contado como fue manipulado para comprar comida chatarra.
— Ehh, nada...
Su respuesta no fue muy segura así que iban a comenzar a cuestionarlo cuando el profesor le salvó la vida al pasar por la puerta.
— ¡Todos a sus lugares! —Ordenó el hombre de camisa morada entrando al lugar como si se tratara de una pasarela.— Hoy tengo una propuesta muy divertida para ustedes, mis niños.
Tanto Roier como su grupo de amigos se movieron rápido para tomar asiento escuchando atentamente al profesor. Pero un pensamiento se cruzó en su mente.
Y de nuevo, volteó a ver a la entrada del salón.
Realmente él no pensaba volver ¿Verdad?
No podía culparlo.
Que alguien te exponga de la forma en la que piensa de ti en frente de varias personas es horrible. ¿Y quién más que Roier podía saber sobre eso?
Era obvio que no volvería. Pero en el fondo tenía la esperanza de que lo hiciera porque era algo nuevo... algo diferente.
Un jugador de fútbol nunca antes se había inscrito al taller de Teatro, y mucho menos alguien como el capitán del mismo equipo.
Alguien como Spreen.
Hizo una mueca con sus labios y suspiró volviendo la atención al profesor Samuel.
Justamente, alguien como Spreen no se arrepentiría y volvería a entrar por aquella puerta como si nada hubiera pasad-
— ¡Buenas!
El sonido de la madera siendo movida, seguido de un saludo con cierto tono Argentino hizo que todos pusieran los ojos en la entrada.
¡¿Qué vergas?!
Roier estaba viviendo un deja vú porque ya era la segunda vez que Spreen DMC ingresaba al salón de Teatro sorprendiendo a todos.
Al parecer no era el único que pensaba que no volvería.
— Señor DMC... Tarde de nuevo.
Dijo el Maestro con un tono de regaño pero también con una sonrisa que no decía lo mismo adornando su rostro.
El jugador caminó bajo la mirada atenta de todos y extendió sus manos a los lados como si tuviera todo bajo control.
— Todavía no me acostumbro a los horarios.
Y con eso bajó la mochila de su hombro a la vez que se acercaba a un asiento libre.
Que gran casualidad que ese asiento justo estaba a un lado de Roier. El pobre Mexicano quiso maldecir a su mala suerte.
— Disculpá, Capo. —Lo llamó el más alto señalando la silla vacía.— ¿Está ocupado acá?
Roier pudo ver de reojo como sus compañeros le daban miradas curiosas.
SON TODOS UNOS METICHES
— No, en realidad...
Ni siquiera había finalizado la oración cuando Spreen ya estaba dejando caer su mochila a un lado y tomaba asiento junto a él.
—... No lo está.
Lo último salió más como un susurro para si mismo.
¿Qué sentido tenía preguntar si se iba a sentar de todas formas?
Tuvo el deseo de hacerle esa cuestión pero mejor se lo ahorró cuando se dió cuenta que el chico lo estaba ignorando completamente.
Genial. Simplemente genial.
— Muy bien... Si ya estamos todos entonces es hora de comenzar. —Anunció Vegetta finalmente dándole inicio a la clase. El hombre estaba paseando en frente de los alumnos cuando dió su primer explicación.— Empezaremos con una rutina básica. Estoy muy seguro de que los estudiantes de último año la conocen bien... Su nombre es "Cambio Improvisado".
Algunos estudiantes con más tiempo allí soltaron un "Ahh" comprensivo o alguna que otra risita.
Por ejemplo, Robleis miró a Roier y dijo:
— Con ese te rompí el orto el año pasado.
El menor soltó una risa sarcástica al escucharlo y giró los ojos.
— ¿A poco sí, mi Rob?
La corta conversación no pasó desapercibida para Spreen a quien le generaron cientas de dudas. Pero lo más importante era:
¿De qué trataba eso? Y ¿Cómo podía usarlo a su favor?
Y como si el profesor le hubiese leído la mente, comenzó a explicar el contexto.
— Verán, éste es un juego de interacción en el que también dejarán volar sus dotes de improvisación con otra persona, pero con la diferencia de que será una competencia. —Spreen amaba las competencias. Eso era perfecto.— ¿En qué consiste? Pues, la primer persona que se salga del personaje: Pierde.
Ok, eso era... ¿Fácil?
Ahh, pero no era todo.
— Con una condición. —Agregó repentinamente el adulto mostrando su perfecta dentadura con una pizca de diversión.— Los demás podrán elegir el contexto y sus personajes, pero lo más importante es que... Cada vez que yo diga "Cambio" tendrán que modificar sus últimas palabras.
Muchos jóvenes se vieron confundidos por la regla, entre ellos Spreen.
Mientras que Roier ya estaba preparándose mentalmente para "romperle el orto" a Robleis y cumplir con su venganza. (En el juego, obviamente)
— Disculpe, profesor... —Una voz grave y con claro tono Español se escuchó en todo el salón. Carola estaba levantando su mano para resolver algunas dudas.— ¿A qué se refiere con "modificar sus palabras"?
— Es muy fácil, por ejemplo: Si ustedes dicen "Sí" tendrán que cambiar a un "No". Si dicen "Rojo" tendrán que cambiar a otro color. También pueden expresar lo mismo pero con otras palabras diferentes. ¿Está claro? — Todos respondieron con un fuerte "Sí".— Perfecto. ¿Quién quiere empezar?
Y de repente, toda la clase comenzó a murmurar o a intentar esconderse entre ellos para no tener que pasar primeros.
Incluso Roier lo dudó por un momento, pero si nadie más quería hacerlo, el podría comenzar. Y obviamente elegiría a Robleis como su compañero.
Pero cuando estuvo a punto de elevar su mano. Alguien más habló.
— Yo quiero hacerlo.
Roier giró tan rápido su cabeza que juró que casi se quebraba el cuello.
¿Había escuchado bien?
¡¿Spreen se estaba ofreciendo?!
Hasta el mismísimo Spreen estaba sorprendido de si mismo. Eso era una estupidez. Una clara y completa estupidez.
Pero tenía una idea en mente...
¡Y a la mierda todo! Él no le tenía miedo a nada.
— Muy valiente de su parte, señor DMC. —Lo alagó el hombre de forma orgullosa.— Venga, pase al frente.
Uhh... Ok, quizás eso era algo incómodo. Sip
De todas formas lo hizo. Se puso de pie y caminó lo más seguro hasta llegar al frente de toda la clase.
Ya estaba ahí, no podía cagarla ahora.
— Ahora elija a quien quiere "desafiar".
La mirada de Vegetta recorrió a cada alumno en frente suyo esperando que indicara a su opción, pero Spreen solo tenía su vista fija en un lugar.
Sí, estaba mirando a cierto tipo de gafas que tenía una expresión de asco y repudio mezclada con miedo. Oh sí, podía oler su miedo...
— A él.
Spreen había señalado a Juan. Y el profesor suspiró.
Los jóvenes eran muy rencorosos al parecer.
De alguna manera, la mayoría de estudiantes se lo esperaba pero igualmente Roier seguía sorprendido.
¿En serio Spreen pensaba desafiar a Juan a algo así? Eso no iba a salir bien.
— Muy bien. Juan, ¿Puedes venir al frente?
— ¿Puedo negarme? —Preguntó el chico en respuesta, pero ante la mala mirada de su profesor decidió hacerle caso y levantarse de su lugar mientras maldecía.— Está bien, está bien.
A pasos brutos y sin ganas, Juan se posicionó en dónde fue pedido y se cruzó de brazos observando al culpable de esa decisión.
Cuando Samuel se alejó por unos minutos, este aprovechó para murmurar algo hacia el jugador.
— Te recuerdo que llevo más tiempo que tú así que es obvio que el ganador voy a ser yo.
Escupió las palabras con aires de superioridad y soberbia. Pero Spreen ni pareció inmutarse.
— ¿Quién?
La repentina pregunta tomó por sorpresa a Juan.
— ¿Qué?
Entonces una de las comisuras de Spreen se elevó.
— ¿Quién te preguntó?
Eso fue suficiente para que la sangre del más bajo hirviera en ira y se prometiera a si mismo ganarle a ese imbécil.
El profesor los interrumpió.
— Por favor, quiero que se comporten... —Les rogó a ambos estudiantes antes de voltearse y seguir con los demás.— Como es la primer ronda, yo mismo elegiré la escena y los personajes. ¿Están listos?
Ambos chicos asintieron.
Juan estaba más que listo.
¿Spreen? Dudoso. Lo único que quería era ganarle al pelotudo cuatro ojos.
— Entonces, Spreen serás un Chef reconocido y Juan tú papel será... Un crítico gastronómico que llega a evaluar el restaurante de Spreen. —Ok, Spreen podía hacer eso. No era difícil, solo tenía que fingir ser otra persona ¿Verdad? Al fin y al cabo era como mentir.— ¡Acción!
El primero en moverse fue Juan, quien parecía saber perfectamente que hacer.
El chico tomó una silla y la posicionó en el centro para luego sentarse en ella. Y fingió tener una mesa delante suyo.
— Disculpe, señor. —Juan levantó su mano haciéndole una seña a Spreen. Éste se acercó aún sin saber qué hacer.— Exijo hablar con el Chef de éste lugar.
— Con él mismo habla.
Se sentía muy incómodo. ¿Por qué había decidido hacer eso?
Mierda, tenía que aprovechar ese momento para devolverle el favor a ese pelotudo.
— ¿Ah, sí? Pues quería saber: ¿Por qué mi comida llegó helada? Esto es una falta de respeto.
Spreen resopló. El cuatro ojos era muy sobreactuado. Tan poco natural que le daba pena.
Quizás Spreen solo tenía que actuar con naturalidad. En vez de mentir, podía reaccionar como él mismo lo haría en cualquier otra situación.
Entonces Spreen miró la palma de su mano y con la otra comenzó a escribir algo en ella como si de un lápiz y un papel se tratara a pesar de que no tenía nada en las manos.
El silencio llamó la atención tanto se Juan como de todos los presentes.
¿Qué vergas hacía?
— ¿Acaso está escuchandome?
— Si, si. Solo estoy anotando lo que me dijo en las cosas que me re chupan un huevo.
La cara de Juan fue un poema y una pequeña risa ahogada se escuchó entre los demás alumnos.
Cuando el jugador fijó su mirada allí, vio a su conocido amigo Robleis cubriéndose la boca con vergüenza.
Ok, entonces por ahí iba el juego...
El profesor suspiró al escuchar la fuerte respuesta del alumno así que tuvo que hacer algo al respecto:
— Cambio...
Pero era muy tarde. Spreen ya había encontrado su motivación, la cual era irritar a Juan hasta sacarlo de sus casillas, hacerlo perder y soltar algún que otro chiste sarcástico.
Aunque las reglas son reglas. Ahora debía modificar sus palabras.
— Estoy anotando sus palabras para tenerlas en cuenta la próxima vez. ¿Le parece bien, señor?
Eso hubiese estado bien si no tuviera una sonrisa burlona en el rostro.
Juan tenía que mantenerse en su lugar y no seguirle el estúpido juego.
— La verdad no. ¿Usted sabe quién soy yo?
— No, y la verdad no me importa.
— ¡Cambio!
Exclamó el profesor intentando ayudar, pero la poca paciencia de Juan ya estaba reduciéndose.
— No, ¿Quién es usted?
— Juan Guarnizo, reconocido crítico gastronómico y la persona que puede hundir todo tu restaurante con solo una opinión.
Spreen rodó los ojos y se cruzó de brazos.
— ¿Posta? Pensé que eras un mal actor por el lamentable papel que estás haciendo.
Un largo "Uh" provocado por varias voces recorrió el salón.
Samuel estuvo a punto de interrumpir pero Juan soltó una risa con todo menos diversión.
— Mira, escúchame bien. —El chico de gafas incorporó para ubicarse frente al jugador intentando ser intimidante con su metro sesenta de altura contra el metro ochenta que era lo que medía Spreen.— No me afecta en nada lo que me diga un tipo como tú. Eres un simple... Chef que necesita de la popularidad para existir.
Robleis y Roier compartieron miradas de miedo a lo que podría llegar a pasar si esos dos seguían insultandose con indirectas.
Aunque Roier en el fondo esperaba que ésta vez Spreen tomara las riendas y enfrentara las acusaciones de Juan. Eso sería interesante de ver y le daría otra visión del jugador.
Quería saber si era el idiota que tanto pintaba Juan o...
De pronto Spreen comenzó a reír escondiendo su sonrisa con una mano. Tomando por sorpresa a todos. Hasta al profesor.
— Perdón, boludo. No puedo tomarte en serio si medís lo mismo que un Umpa Lumpa.
El rostro del más bajo ya se asemejaba al color de un tomate que estaba a punto de explotar.
Pero fue un tonto comentario que hasta logró que Robleis soltara una carcajada ganándose una mirada enojada de Juan. Su amigo Argentino simplemente se encogió de hombros.
— Por favor, cambio.
Dijo casi en un ruego su profesor. Y Spreen le hizo caso.
— No puedo tomarte en serio con esas gafas de explorador. Mirá lo gruesas que son.
— ¡Cambio!
—No puedo tomarte en serio porque... ¡Sos pelado!
— ¡¿Qué?!
Exclamó Juan mientras de forma inconsciente se llevaba ambas manos a su cabello.
Y ésta vez quien soltó una risa fue Roier porque ¡¿Qué tenía que ver la calvicie en todo esto?!
Mientras tanto, Vegetta ya se había rendido en intentar modificar el rumbo de la improvisación.
— ¡Eso no es verdad! ¡Yo no soy calvo!
— ¿Cómo que no? —Preguntó Spreen actuando con total confusión para después señalar hacia la cabeza del colombiano.— ¿Y ese tobogán de piojos?
Ahora no solo el duo Lagtam era el que se reía. Todo el salón estalló en risas por lo hilarante y bizarra que era la situación (incluyendo a la pareja de Juan). Y Spreen por primera vez se sentía cómodo allí.
Esto obviamente llamó la atención del maestro a cargo.
— ¡Suficiente! —Aclamó el joven de gafas llegando a su límite de paciencia.— ¡No pienso seguir con esto!
Juan se dió la vuelta y comenzó a caminar hacia su asiento. Se había rendido.
Eso significaba que Spreen había ganado.
Pero aún así...
— ¡Juan!
El chico se detuvo ante el sorpresivo llamado del Argentino que se acercó hasta él. Y cuando se volteó vió como éste sacaba algo de su bolsillo.
— Señor, se está olvidando de su peluquin.
Dijo Spreen mostrando un pañuelo hacia él como si fuera una peluca de hombre.
Juan casi suelta un grito de exasperación pero se controló y siguió su camino hasta el asiento al lado de su novia, quien comenzó a disculparse por reírse de la actuación y de su pobre novio humillado con una calvicie inexistente.
El jugador no podía estar más que satisfecho con su logro.
Giró su rostro hacia el profesor y sonrió orgulloso.
— Supongo que gané. ¿No?
Vegetta soltó un suspiro cansador aunque en el fondo estaba un poco contento de haber logrado que el chico se integrara.
— Supongo que sí... —Samuel se puso de pie y le dió un vistazo a los demás estudiantes.— Muy bien, Spreen puedes volver a tu lugar. ¿Quién quiere ser el siguiente?
El más alto no había dado ni siquiera un paso cuando Robleis levantó su mano e interrumpió al adulto.
— Perdone profesor, pero ¿No se supone que el que gana debe seguir?
Claro que Vegetta conocía las reglas de su propio juego pero estaba intentando que Spreen no volviera a hacer enojar a otro de sus estudiantes.
Pero el chico al escuchar a su amigo se quedó en su lugar muy atento a la respuesta.
Mmm quizás debería dejarlo una vez más.
— Tiene razón, alumno. Spreen puedes quedarte. —No sabía si era una buena o mala idea, pero debía aprovechar que el joven estaba poniendo de su parte para participar en la clase.— ¿Quién quiere ir con Spreen?
Si, si. Había sido muy chistosa la improvisación de ambos chicos pero ahora nadie quería tener la mala suerte de ser humillado por el Capitán del equipo de Fútbol luego de presenciar tal cosa.
— Profesor, si quiere puedo elegir yo.
Opinó de repente Spreen.
Y Samuel solo pudo pensar en: ¿Qué más daba?
— Está bien. Puedes elegir a tu contrincante.
Entonces toda la diversión y risitas se esfumaron para una persona en particular cuando los ojos amatistas se posaron en él acompañados de una sonrisa malévola.
De un momento a otro, Roier comenzó a sentirse muy pequeño en su asiento por la fuerte mirada ajena.
No, no.
Que no diga mi nombre.
No, porfavor. No.
— Elijo a Roier.
... Verga.
Hola gente, medio tarde la actualización, perdón<3
Quiero saber que les pareció este capítulo porque tengo mis dudas, así que si me pueden decir honestamente que tal no me voy a ofender 👉👈
Los tqm
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