Can You Feel it Building?
— Bien, Roier. ¿Puedes estirar el pie hacia abajo?
Hizo exactamente lo que el profesional le pidió mientras este observaba su tobillo atentamente haciendo alguna que otra palpación.
— Ahora hacia arriba. —También lo hizo sin dudar.— Gira lentamente… Eso. ¿Sientes algún dolor o molestia?
Negó. El médico enderezó su postura y se acercó hasta una mesa donde se encontraban algunas ecografías. Tomó una y se la mostró señalando la zona de su tobillo.
— Muy bien. Según esto tus ligamentos se encuentran en perfectas condiciones así que ya puedes despedirte de la bota ortopédica sin problemas. Si sientes algún dolor cuando apoyas el pie puedes seguir con los analgésicos pero dudo que llegue a empeorar. Solo evita hacer ejercicios físicos intensos dónde tengas que…
En algún momento Roier dejó de escuchar desviando su mirada.
Se sentía feliz de quitarse esa horrenda bota y poder caminar como una persona normal. Además, en pocos días serían las audiciones para la obra de fin de año y no podía perdérselo por nada en el mundo. En realidad ya debería estar practicando.
Pero… aún había una diminuta espina que lo molestaba.
— Muchas gracias, lo tendré en cuenta.
Agradeció hacia el profesional mientras se colocaba el calcetín y su zapato. El adulto le regaló una cálida sonrisa.
— Ya puedes irte.
Cuando salió sus padres lo esperaban con los brazos abiertos. Bueno, más bien su madre se abalanzó sobre él para festejar que su tobillo estaba bien. Su padre solo se reía detrás de ella. También se tomaron el tiempo de regañarlo una vez más para evitar que esa situación se repitiera en un futuro.
En el camino a casa, mientras su madre le preguntaba todo el tiempo si podía caminar bien, su padre interrumpió y palmeó su hombro para llamar su atención.
— Y… ¿Cómo dijiste que se llamaba tu amigo? El que te llevaba a clases.
Inconscientemente una sonrisa se dibujó en sus labios.
— Spreen.
— “Spreen”, hm. Le debemos un gran favor a ese muchacho.
Su madre emocionada se unió a la conversación.
— ¡Oh! ¡Ya sé! Haremos una cena y puedes invitarlo a él y a su familia. Estoy segura que les encantará el pan de ajo de tu padre. Nadie se resiste a él.
— Sí…
Respondió dudoso.
No, de ninguna manera le presentaría su familia a Spreen.
— ¿Te refieres al pan o a mi?
Preguntó su padre enarcando una ceja.
— Cariño…
Regañó la mujer, aunque una pequeña sonrisa había aparecido en su rostro cuando el hombre se rió y luego se inclinó para dejar un pequeño beso en su frente.
Roier arrugó la nariz asqueado pero a la vez enternecido con el gesto cariñoso de sus padres. Ellos eran así. Demostraban amor cada vez que podían. También discutían, obviamente. No todo es perfecto, y eso es lo normal en una relación que lleva tantos años.
Podían llamarlo fantasioso, pero Roier aspiraba a eso en un futuro. Era un romántico empedernido.
Claro, luego de cumplir con sus más grandes logros en el mundo de la fama.
Dejando de lado eso y regresando a su pobre tobillo, cuando Roier llegó a casa con sus padres tomó esa bota y la lanzó en algún rincón del sótano para no volver a verla nunca más en su vida. Luego se dió una ducha, terminó algunas tareas y se dispuso a navegar por internet en busca de inspiración para su audición. No podía perder el tiempo ahora que se había recuperado. Ya fue bastante tener que perder un día de clases para ir a su revisión.
Su teléfono sonó varias veces indicando que tenía mensajes. Cada vez que levantaba el móvil, lo hacía ansioso y esperanzado para luego soltar un suspiro involuntario. A veces eran simples notificaciones de redes sociales, algún link que enviaban sus amigos sobre videos graciosos o Cellbit preguntándole como se encontraba. Decidió contestarle a este último con que estaba algo atareado pero que ya casi se sacaba sus pendientes de encima para que pudieran verse en poco tiempo.
Debería estar aliviado de poder aceptar las salidas de Cellbit ahora sin tener esa tonta bota arruinándole la vida. En realidad lo estaba, sí…
Claro que lo emocionaba esa idea. Cellbit es el chico con el que está saliendo. ¿Por qué no habría de emocionarse por verlo? Simplemente no hay razón para no hacerlo. No.
…
¿No?
Roier apretó sus labios en una mueca cuando presionó el botón para volver a los chats generales en la app y observó uno que se mantenía intacto.
Le había dicho a Spreen que no iría a clases ese día porque tenía su última revisión. Fue para que no se preocupara en pasar a buscarlo con su auto. El jugador era tan comunicativo que respondió con un simple “Ok.” y no recibió ningún otro mensaje después de eso.
No debería sentirse decepcionado. Es que, no tenía sentido hacerlo. Spreen no tenía la obligación de saber cómo se sentía en esos momentos… pero quizás un simple “¿Qué tal te fue?” No vendría mal, ¿Saben?
Ugh, no. Eso era algo estúpido.
Sí, bueno, ahora eran amigos, supuestamente. Tampoco es que fueran los mejores amigos más cercanos. Simplemente amigos, casi como conocidos que discutían a veces y se mentaban la madre por cualquier cosa. Pero se llevaban bien.
Por lo menos la pasaron muy bien juntos aquel día…
Y en el parque dijo que era lindo…
Involuntariamente Roier soltó una risita tonta, y de inmediato abrió los ojos de par en par cubriéndose la boca con su mano libre.
— No, no. Puta madre, no. —Se regañó a sí mismo bloqueando el teléfono y dejándolo en la mesa para después comenzar a abofetearse.— Concéntrate, idiota. Eso no está pasando.
Ok, había tenido un pequeño desliz ahí. Pero solo fue eso. Jaja.
Oh dios, ¿Acaso es ilegal sentirse bien con un halago? No importa quién lo diga. Solo fue un halago y ya.
Incluso fue el halago más raro que ha recibido, por favor.
— A la mierda con esto.
Dijo volviendo a poner su atención en la pestaña abierta en Youtube. Necesitaba aprenderse una canción de HSM ideal para su audición. Eso era lo único importante que debía ocupar su mente en esos momentos.
Y entonces el timbre de su teléfono se volvió a escuchar.
Roier dejó de mover el mouse por la página y cerró los ojos con fuerza.
“No Roier, no puedes caer de nuevo en eso. Por favor, no lo hagas” se rogó mentalmente, pero fue en vano.
En cuanto abrió los ojos su mano voló hacia el móvil para desbloquearlo y comprobar quién le había mensajeando ahora.
Roier casi chilla. En serio.
¡Nuevo Mensaje!
De: Esperen✋
“¿Cómo te fue con eso?”
[06:35 P.M]
Roier respiró hondo y sacudió de su cabeza cualquier emoción extraña que pudiera colarse entre sus pensamientos.
Tenía que contestarle a su Amigo como buen Amigo que era. Por eso, tendría que esperar un poco antes de abrir el chat porque sino quedaría como un completo raro desesperado que estaba pendiente de su Amigo. Jaja, sí. No.
Fijó su vista en el reloj de su ordenador y esperó…
…
“06:36 P.M”
Muy bien, así estaba mejor.
Mensaje entrante:
De: El Tarado ese
“Fue bastante bien”
“Ya pude quitarme la estúpida bota🥹”
[06:36 P.M]
¡Nuevo Mensaje!
De: Esperen✋
“Joya”
[06:37 P.M]
“Aunque es un poco triste”
“Voy a extrañar tu pata de palo”
[06:38 P.M]
Mensaje entrante:
De: El Tarado ese
“Ja ja qué chistoso”
“Pendejo”
[06:39 P.M]
Roier frunció el ceño cuando vió las dos tildes en color celeste sin recibir ninguna respuesta más. Creyó que Spreen diría algo sobre su hábito de buscarlo en su casa y luego esperarlo a la salida del colegio, quizás algún comentario ingenioso, pero no pasó. Esperó algunos minutos a que llegara otro mensaje, pero nada.
Suspiró y bloqueó su teléfono antes de lanzarse sobre la cama y ahogar su rostro en la primera almohada que encontró.
¿Ni siquiera una broma? ¿Nada?
Quizás no le importaba tanto después de todo…
Mmm…
Necesitaba confirmarlo.
Mensaje entrante:
De: El Tarado ese
“Supongo que se acabaron los viajes grátis”
“Voy a extrañar mi Uber personal”
[06:44 P.M]
Y cuando el “Escribiendo…” apareció, una pequeña sonrisa también se hizo presente en el rostro del castaño.
¡Nuevo Mensaje!
De: Esperen✋
“¿Quién dijo que era grátis?”
“Pagame toda la nafta que gasté”
[06:45 P.M]
Hijo de su puta madre.
Mensaje entrante:
De: El Tarado ese
“¿Apoco sí, cabrón?”
[06:45 P.M]
“¿De dónde quieres que saque todo ese dinero?”
“Vete a la verga”
[06:46 P.M]
¡Nuevo Mensaje!
De: Esperen✋
“Yo me conformo con ya sabes que”
“🍕”
[06:47 P.M]
Mensaje entrante:
De: El Tarado ese
“¿Pizza?”
[06:47 P.M]
¡Nuevo Mensaje!
De: Esperen✋
“No hay emoji de Doritos”
“Aunque no tengo problema si me querés comprar una pizza también”
[06:48 P.M]
Mensaje entrante:
De: El Tarado ese
“¿Sabes que?”
“Voy a ir a tu casa con una pizza”
[06:49 P.M]
¡Nuevo Mensaje!
De: Esperen✋
“Bien ahí”
“Vas aprendiendo”
[06:49 P.M]
Mensaje entrante:
De: El Tarado ese
“Y se la voy a dar a Missa”
[06:50 P.M]
¡Nuevo Mensaje!
De: Esperen✋
“EU”
“¿Por qué al pendejo de mierda sí y a mí no?”
[06:50 P.M]
Mensaje entrante:
De: El Tarado ese
“TRATALO BIEN”
[06:50 P.M]
“Él está chiquito 🥺”
“Así”
“🤏”
[06:51 P.M]
Spreen volvió a tardar en responder. Roier suponía que era porque ya estaba perdiendo la paciencia.
¡Nuevo Mensaje!
De: Esperen✋
“Chiquito lo tenés”
[06:53 P.M]
Mensaje entrante:
De: El Tarado ese
“¿Por qué eres tan infantil?”
[06:53 P.M]
“Y luego quieres que te compre pizza”
[06:54 P.M]
¡Nuevo Mensaje!
De: Esperen✋
“Ya no.”
[06:55 P.M]
Mensaje entrante:
De: El Tarado ese
“Uy, ¿Qué pasa?”
[06:55 P.M]
“¿El bebé se enojó poque no le voy a comprar pizza? 🥺”
[06:56 P.M]
¡Nuevo Mensaje!
De: Esperen✋
“Andate a cagar”
[06:56 P.M]
Mensaje entrante:
De: El Tarado ese
“Esta bien”
“Voy a invitarte una pizza”
[06:57 P.M]
¡Nuevo Mensaje!
De: Esperen✋
“¿En serio?”
[06:57 P.M]
Mensaje entrante:
De: El Tarado ese
“No”
[06:57 P.M]
¡Nuevo Mensaje!
De: Esperen✋
“🖕”
[06:58 P.M]
Mensaje entrante:
De: El Tarado ese
“💕”
[06:58 P.M]
No se dió cuenta que de nuevo estaba riéndose como un idiota hasta que la conversación se terminó. Incluso después dejó caer su teléfono entre las sábanas y se abrazó a su almohada con una sonrisa imborrable en sus labios.
Roier aún no lo sabía, pero lo que quería evitar que pasara, ya estaba sucediendo.
~ • ~
La siguiente mañana Roier salió de su casa como todos los días para acto siguiente quedarse congelado en el umbral mirando hacia el frente.
El auto de Spreen no estaba.
…
Oh, sí. Cierto.
Ya no tenía que buscarlo.
Suspiró y retomó su habitual camino hasta la parada de buses, ese que siempre hacía antes de su esguince. Esperó unos minutos y el camión llegó.
No era tan malo volver a la normalidad después de todo.
Solo era algo molesto tener que empujar a las personas para abrirse paso.
Y ponerse los audífonos para no bajar con dolor de cabeza.
Y no tener a alguien con quién charlar…
¡Bien!
Esto apestaba. Pero era la vida real. No siempre iba a tener a alguien dispuesto a llevarlo a todos lados. ¡Y tenía que superarlo!
De todas formas eso afectó a su humor en el transcurso del día. Se la pasó resoplando y haciendo pucheros por cualquier cosa. A veces se distraía mirando hacia la ventana hasta que algún profesor le llamaba la atención.
Incluso en ese momento estaba mirando mal a su pobre casillero solo porque se había trabado.
— ¡Pinche chingadera!
Algunos estudiantes dieron un salto o se alejaron cuando lo escucharon insultar al casillero. Pero Roier ni siquiera los tomó en cuenta sacudiendo la pequeña puerta para que se abriera de una vez por todas. Hasta que de golpe lo hizo.
Dejando caer sus libros en el suelo.
— ¡No puede ser!
Roier no era una persona que se frustrara tan rápido. Pero este día estaba siendo una completa mierda con todas las letras.
Se inclinó y comenzó a tomar sus libros uno por uno hasta que los tuvo a todos entre sus brazos y los volvió a guardar junto con el que quería meter en un principio. Luego cerró el casillero de golpe, cerró los ojos y apoyó su frente en el mismo soltando un largo suspiro.
Por alguna razón mística decidió girar su rostro hacia un costado, y cuando abrió los ojos se olvidó de su malestar.
Desde el final del pasillo divisó una cabellera azabache, revuelta como si acabara de despertarse. El dueño de esta no tenía una muy buena cara tampoco. Tenía los hombros tensos y miraba a todos como si lo acabaran de insultar. Excepto cuando hizo contacto visual con una persona en particular.
El par de avellanas se encontraron con las brillantes amatistas. Y Roier creyó ver cómo el semblante ajeno se relajaba deshaciendo el ceño fruncido y suavizando su mirada.
Las comisuras del castaño amenazaron a elevarse mostrando una pequeña sonrisa mientras levantaba su mano para saludarlo. Fue entonces cuando un brazo rodeó los hombros del más alto, haciendo que se inclinara mirando hacia su costado y provocando que Roier usara su mano alzada para peinar su cabello de forma sutil y fingidamente.
Era su amigo, ese de ojos verdes. Lamentablemente Spreen fue arrastrado por el pasillo sin que Roier pudiera decir un mísero “Hola”.
“Pero en el instituto no nos conocemos…” Sus propias palabras se repitieron en su mente retomando el malhumor que lo acompañaba desde la mañana.
Finalmente desvió le mirada y se alejó de su casillero para dirigirse a su siguiente clase sin mirar atrás.
Si lo hubiese hecho, quizás hubiera captado el momento en que el jugador se volteó para verlo por una última vez.
~ • ~
Roier tenía esperanzas de que en el taller de Teatro las cosas mejoraran.
Spoiler: no lo hicieron.
O bueno, no tanto al principio. El profesor Samuel había decidido que esa clase sería con ejercicios físicos. Y Roier no tenía problemas con eso. Pero su profesor no dejó que participara en ese momento para, según él, cuidar de su delicada salud. El estudiante se quejó pero Samuel fue muy firme cuando acercó una silla y lo obligó a ver la clase sentado.
“Solo por hoy” dijo mientras Roier rodaba los ojos y se cruzaba de brazos. Se sentía un inútil de vuelta.
— Tarde de nuevo.
Canturreó el profesor cuando Spreen entró al salón con su ropa de entrenamiento. El alumno ni siquiera se dignó en decir algo al respecto, de todas formas no era necesario.
Y mientras dejaba sus cosas en un costado, su vista se posó en el chico de cabello castaño que estaba lamentando su vida en una silla del salón. No tardó mucho en acercarse con las manos en los bolsillos.
— Hola.
Saludó logrando que Roier despertara de su trance en dónde intentaba teletransportarse a su casa para terminar con ese fatídico día. Cuando el par de avellanas hicieron contacto visual con las amatistas, una suave sonrisa se formó en sus labios. Pero antes de que pudiera responder el saludo, el profesor volvió a hablar:
— Los quiero a todos de pie en el centro del salón, ahora.
Los estudiantes se trasladaron obedientemente dónde Samuel indicó mientras Spreen resoplaba sin mover ni un dedo y Roier volvía a fruncir el ceño desviando la mirada.
— Adiós.
Dijo echándose sobre el respaldo y volviendo a cruzar los brazos sobre su pecho en una posición perezosa. El jugador asintió resignado y también hizo caso a la orden de su profesor.
— Ya que están todos listos vamos a precalentar. Hay que despertar el cuerpo y volvernos más conscientes de nuestros movimientos. ¿Sí? —Explicó posicionándose en frente.— Comiencen moviendo la cabeza de un lado a otro, suelten todas las tensiones que tengan en ustedes.
Todos hicieron exactamente lo que pidió. Algunos inclinando la cabeza, otros girándola. Algunos cerraban sus ojos para meterse aún más en el ejercicio de relajación, y otros lo hacían más por obligación. Cómo Spreen.
— Ahora sacudan sus extremidades. Tienen que estar conscientes de cada músculo… Eso. Muy bien, Axo. Agrégale un poco más de energía… Juan, menos energía, por favor.
Roier suspiró y dejó caer su cabeza hacia atrás. Eso era pan comido, no habría forma de que se volviera a lastimar haciendo tales cosas. El profesor había exagerado.
Así que se puso de pie.
— No, Roier. Vuelve a tu asiento.
Dijo Samuel de inmediato.
— ¡Pero-!
— Nada de “peros”. A tu lugar.
Y así como se había levantado, se dejó caer como una bolsa de papas murmurando alguna que otra queja.
Cierto pelinegro volteó a verlo cuando eso pasó. Justo en el momento en que Roier relajó su expresión enojada y abultó su labio inferior en un puchero.
Mierda, maldijo mentalmente desviando su mirada lo más rápido posible, pero ese pequeño gesto ya había logrado su cometido (como siempre) cuando de forma inconsciente Spreen le dió un no muy buen vistazo al profesor como si hubiera hecho algo malo.
— Bien. Quiero que empiecen a caminar por el espacio y les daré algunas órdenes que deben seguir.
Dentro del salón, todos comenzaron a caminar sin chocarse ni detenerse. O por lo menos la mayoría.
— Tu puta madre. —Se quejó Juan luego de chocar con alguien.— Fíjate por dónde vas.
Pero sus palabras no hicieron efecto alguno en el contrario. Es más, Spreen levantó el mentón y se llevó una mano por encima de las cejas como si estuviera buscando algo a la lejanía.
— ¿Quién dijo eso?
Juan le lanzó una mirada hostil en respuesta ante la broma sobre su estatura y lo hizo a un lado para seguir caminando.
— Pendejo.
Spreen iba a seguir con su camino tranquilamente pero a sus espaldas escuchó casi en un susurro una suave risita escondida detrás de una mano. No fue difícil reconocerla y eso provocó que sus propios labios se estiraran en una sutil sonrisa.
— Eso, sigan caminando… —Habló el profesor ignorando el pequeño cruce entre ambos estudiantes.— Escúchenme, a la primera persona con la que se encuentren en su camino, tendrán que presentarse como si nunca antes se hubieran visto.
Observó como fiel espectador cada vez que sus amigos se encontraban y se presentaban formalmente. Era un simple precalentamiento, pero Roier realmente quería participar de la clase. Estar sentado haciendo prácticamente nada cuando su tobillo ya había sanado era de lo peor.
Hasta ese momento.
— Me llamo Spreen. —Se presentó el chico que llegó para posicionarse a su lado.— ¿Y vos sos…?
— ¿Qué haces? Se supone que tienes que presentarte con los demás.
— No sé de qué estás hablando. Ni siquiera sé quién sos.
Roier se volteó con la duda pintada en su rostro, luego volvió su vista al profesor por si les daba una advertencia. Aunque la razón principal para desviar la mirada era intentar ocultar una diminuta sonrisa que comenzaba a formarse en sus labios.
Finalmente decidió responder siguiéndole el juego:
— Mi nombre es Roier.
— ¿“Roger”?
— Roier.
— Ahh, Roier… —Repitió Spreen como si fuera la primera vez que escuchaba ese nombre.— Un gusto, capo.
— Bien hecho, chicos. Pueden seguir caminando.
Anunció Samuel antes de que el jugador pudiera extender su mano hacia el castaño.
Spreen rodó los ojos mientras Roier volvía a despedirse de él.
— Ahora, la siguiente persona con la que se crucen deberán mencionarle su color favorito. —Ordenó.— Y no olviden estos pequeños detalles que están adquiriendo, ¿Sí?
Roier observó como Spreen caminaba entre los otros compañeros y por un momento creyó que se acercaría a alguien más. Pero sus suposiciones fallaron cuando el pelinegro dió una vuelta por el centro y regresó directamente hacia él.
Esta vez no ocultó su sonrisa.
— Azul.
Spreen fue directo al grano.
— Rojo.
Respondió Roier.
— ¿Qué tipo de rojo?
Preguntó el jugador. El contrario lo vió como si hubiera preguntado una idiotez, pero después de todo decidió que tampoco es que fuera tan serio lo que estaban haciendo.
— Rojo fuerte. Cómo el rojo de las amapolas.
— Hm… interesante.
— ¿Y tú? —Le devolvió la pregunta.— ¿Qué tipo de azul?
Spreen se quedó pensativo por un momento.
— Azul… ¿Marino?
— ¿Cómo el mar azul?
— Sí, supongo… —Respondió Spreen, dudoso. Esas palabras juntas le sonaban a algo. Algo melódico. Pero fue muy tarde para descubrirlo cuando vió el destello de diversión en el par de ojos marrones.— Ay no. No empecés.
— ¡Este amor es azul como el mar azul! —Cantó Roier en voz alta. Provocando que el más alto se cubriera el rostro con vergüenza.— ¡Cómo de tu mirada nació mi ilusión!
Algunos estudiantes se voltearon a verlos con curiosidad. Otros (como Robleis y Rivers) comenzaron a reírse.
— Dios, ¿Te podés callar? —Se quejó Spreen mientras Roier acompañaba las risas ajenas.— Parecés un reproductor de música automático.
— Chicos, concéntrense en la clase. —Regañó Samuel echándole una mirada divertida y satisfecha a ambos.— Y traten de cruzarse con diferentes personas… no siempre la misma.
Eso fue una clara indirecta para el Argentino, quien reaccionó chasqueando su lengua con molestia al haber sido disimuladamente expuesto, y alejándose del menor para seguir caminando por el salón.
El profesor dió su siguiente orden:
— Digan una información aleatoria sobre ustedes mismos.
Nuevamente las avellanas cayeron sobre el chico de ojos amatistas y lo observó inspeccionar dudoso a su alrededor. Spreen dió algunos pasos hasta que se detuvo justo enfrente de otra persona.
Robleis lo saludó divertido. Pero Spreen le susurró algo que lo hizo reír para luego esquivarlo y…
— Me gustan los gatos. —Dijo cruzándose de brazos a su lado.— Son mejores que los perros. Los perros son muy boludos. Hasta tuve una gatita cuando era pequeño.
— ¿Cómo se llamaba?
Preguntó Roier interesado, inclinándose para apoyar el mentón en su mano.
— Pelusa. —Spreen lo vió desde esa perspectiva por un momento y rápidamente desvió la mirada.— ¿Y vos? ¿Cuál es tu información aleatoria?
Esta vez fue Roier quién se quedó pensativo. Había tantos datos innecesarios en su mente que no sabía cuál elegir. Así que terminó confesando:
— Soy alérgico al maní.
— ¿Eh? ¿Posta?
— Sí. —Asintió y luego acercó las manos a su rostro haciendo un gesto que indicaba gran tamaño.— Se me hincha la cara como un sapo.
Spreen apretó los labios para evitar reírse pero fue en vano y terminó girando su rostro para hacerlo sin culpa.
— ¡Ey! Pendejo, no te rías.
Lo regañó el más bajo contagiándose de su risa y dándole un golpe en el costado. Estuvieron así un rato, dentro de su propia burbuja de risas y burlas. Que no notaron cuando el profesor dió su última consigna.
— Y por favor, no se distraigan… —Resonó más cerca la voz de Samuel cuando apareció detrás del jugador, tomándolo por los hombros y empujándolo de vuelta al centro del salón.— Vuelvo a repetir, tienen que tomar toda la información que recolectaron y crear un personaje basado en ello. ¿Entendido?
Spreen no pudo voltear porque el profesor seguía con las manos en sus hombros, pero Roier distinguió el enrojecimiento llegando a sus orejas y se cubrió la boca para reír en voz baja.
Una hora después, la clase realmente había sido “física” como lo describió el profesor Samuel. No había mentido después de todo.
Los había hecho caminar, saltar, girar, bailar (Spreen se negó a esto último, claro), y hasta incluso, pidió que los estudiantes prepararan una danza interpretativa para presentar al final de la clase.
La favorita de Roier definitivamente fue la de Ari y Rivers, interpretando a una cazadora y un hada de los bosques. Pero tampoco le quitaría mérito al más jóven del grupo, Axozer. Quién sorprendió a todos con su interpretación de un guerrero a punto de morir en batalla. Fue muy conmovedor.
— Y recuerden que el Viernes de la semana que viene son las audiciones. Tienen que preparar un número musical. No lo olviden.
Dió aviso Samuel cuando todos estaban tomando sus cosas para finalmente abandonar la clase.
Roier salió junto a Rivers, hablando sobre cuál sería su audición. Aún no lo decidía. Y Rivers ya tenía en mente lo que iba a hacer.
— ¿Beetlejuice? —Preguntó confundido.— ¿Harás una canción de Beetlejuice para una audición de High School Musical?
— ¿Qué tiene de malo? Será genial.
Defendió la rubia girandose hacia Roier. En ese momento dió un rápido vistazo detrás de él y elevó las cejas con diversión.
— ¿Qué?
Cuestionó Roier confundido.
— Uh, recordé que tengo algo que hacer. —No tuvo tiempo de volver a preguntarle a la joven cuando esta se alejó de un salto.— Nos vemos mañana, Roier.
El aludido se quedó de pie frente a la puerta de salida, siguiendo la silueta de su amiga alejándose por el estacionamiento cuando sintió un escalofrío detrás suyo. Cómo si una pesada mirada estuviera sobre él.
Se giró para encontrarse con cierto pelinegro haciendo un extraño saludo de manos con su amigo, Rob. Este mismo se adelantó saludando también a Roier y alejándose por el mismo lugar donde se había ido Rivers.
Pero el jugador se detuvo justo a su lado.
Ahora se encontraban ellos dos, solos. Y el ambiente era muy diferente al que tenían en la clase. Este era un poco más tenso. Pero agradable.
Agradablemente tenso. ¿Podría llamarse así?
Roier fue quién rompió el silencio.
— Creí que saldrías más temprano. Ya sabes… para buscar a Missa.
Spreen se tambaleó un poco y escondió las manos en sus bolsillos.
— Hoy no fue a clases.
— ¿No? ¿Por qué? ¿Él está bien?
El drástico cambio de actitud en Roier sorprendió a Spreen y casi hizo que sonriera.
Era bueno saber que Missa y Roier se habían llevado tan bien esos últimos días que el chico sonaba genuinamente preocupado por el bienestar de su hermano menor.
— Tenía tos a la mañana. —Explicó brevemente para que se relaje.— Pero estoy seguro de que la fingió para que mamá lo dejara faltar.
Roier sonrió y negó levemente bajando su mirada.
— Espero que realmente lo haya fingido. —Dijo, y luego agregó:— Sino, de otra forma tendré que ir a tu casa a llevarle pizza para ayudarlo con su recuperación.
Inmediatamente la mirada amatista se posó en él, entrecerrandose. Roier levantó la suya y sonrió con inocencia.
— Sos muy molesto, ¿Sabías?
— Me adoras. Lo sé.
El castaño batió sus pestañas hacia él, y el pelinegro tuvo que apartar la mirada.
— Tené cuidado con lo que decís, Roier. —Advirtió.— Ahora sé cuál es tu debilidad.
Un (fingido) jadeo de sorpresa se escapó de los labios del menor.
— ¿Piensas atacarme con maní? Qué malvado.
— Yo no diría “atacarte”. Más bien, digamos que podría lanzar manís hacia tu cara sin querer.
— Me retracto: Eres el diablo en persona.
Spreen soltó una corta carcajada ante la acusación ajena. Algo que se oía muy poco viniendo de él. Y Roier solo sonrió viendo con detalle como pequeñas arrugas se formaban en los costados de sus ojos.
— Tengo que irme. —Avisó el más alto cuando ya se había calmado, acomodando la mochila en su hombro.— Nos vemos mañana.
— Sí, claro. Nos vemos.
Se despidió el contrario.
Y en ese momento, justo en el momento en que Spreen dió el primer paso para alejarse de él y dirigirse al estacionamiento. Su mano rozó el dorso de la mano de Roier. Fueron unos escasos segundos. Un simple roce acompañado de una cálida sonrisa.
Un roce que podría no significar nada.
Cuando el jugador siguió su camino hasta subirse a su auto, Roier mantuvo su vista en él con una tonta sonrisa en el rostro que iba a ser difícil de borrar.
Una sonrisa que también podría no significar nada.
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