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Blame the World

Roier aún no podía creer lo que estaba viendo.

El mismísimo Spreen DMC estaba sentado en frente suyo, EN EL TALLER DE TEATRO.

¿Quién podría haberlo imaginado?

— Spreen nos estará acompañando en lo que queda del año así que espero que puedan ayudarlo a integrarse como se debe.

Agregó el profesor De Luque señalando al respectivo alumno quién se veía notablemente incómodo.

Roier tenía muchas preguntas, demasiadas. Pero por suerte alguien fue más valiente que él.

— Disculpe, profesor. Tengo una duda...

Un chico castaño de anteojos había levantado su mano para poder hablar con respeto.

— Adelante, Juan. Pregunta lo que quieras.

Juan se aclaró la voz y hubo un pequeño intercambio de miradas entre él y su pareja en dónde la joven chica trataba de detenerlo. Pero evidentemente no lo logró.

— Quería preguntar... ¿Por qué tenemos una nueva integración a mitad de año? ¿No se supone que eso solo se permite a principio de año?

Esa era una de las dudas que tenía Roier y seguramente todo el salón. Pero Spreen realmente no tenía ganas de que todo el curso sepa de sus malas calificaciones, por eso le había rogado al profesor para mantener el secreto.

Y así lo hizo.

— Tienes razón. Pero éste es un caso totalmente excepcional por ser el último año del señor DMC. —Explicó brevemente ganándose una mirada confusa por parte del interrogador.— Pero eso no significa que vaya a tener un trato especial. Spreen será evaluado de la misma forma que ustedes así que deberá aprender y practicar todo lo que vimos en estos meses. ¿Entendido?

Las últimas palabras habían sido dirigidas más que nada a Spreen quién asintió perezosamente.

Eso era una tortura medieval.

Nunca creyó que hasta en el taller de Teatro serían tan exigentes. Él imaginaba que eso se trataba de un simple juego. Pero al parecer no.

¿Dónde mierdas se había metido?

— Eso también significa que no participará en la obra de fin de año ¿Verdad? Algunos llevamos tiempo preparándonos para un buen papel...

Volvió a hablar Juan, y por la reacción de los demás Roier supuso que muchos pensaban de la misma forma.

Excepto él. Bueno, Roier aún estaba intentando procesar lo que pasaba.

— Señor Guarnizo, yo dije que el alumno Spreen será evaluado de la misma forma que todos ustedes. Por lo tanto, también tiene el derecho de participar en la obra. —Informó el hombre un poco más firme, provocando que Juan se sintiera regañado. Pero de todas formas Spreen ni siquiera pensaba en entrar a una tonta obra.— Claro, siempre y cuando se lo gane como los demás.

El chico de anteojos frunció el ceño y se acomodó en su asiento sin más dudas. Las respuestas del adulto no lo habían dejado muy satisfecho.

— Si no tienen más dudas... —Volvió a hablar el mayor siendo interrumpido por otra mano alzada.— ¿Sí, Axozer?

El más joven de la clase tartamudeó tímido cuando sintió todas las miradas sobre él.

— M-me preguntaba si... Nos daría alguna pista sobre la obra...

Samuel sonrió por el entusiasmo de sus alumnos por el proyecto de fin de año.

— Mmm pues... Puedo confesarles cuántos candidatos serán los destacados.

De repente el salón se llenó de murmullos. Roier olvidó su desconcierto cuando Robleis tomó su mano con emoción y le dió un apretón junto con una gran sonrisa, que obviamente fue devuelta de la misma manera.

— La obra contará con seis personajes pero solo dos serán los principales. Así que tienen que esforzarse mucho. —Confesó el mayor iniciando una nueva ola de murmullos en el salón que pronto calló.— Pero suficiente charla. Daré comienzo a la clase ahora mismo así que quiero grupos de tres personas para improvisar una escena. ¡Ya!

Samuel golpeó sus manos entre sí para iniciar, y en ese mismo instante todos los estudiantes se levantaron de sus asientos para formar grupos con sus amigos.

Spreen también se puso de pie pero confundido. ¿Con quién se suponía que haría grupo? Además no sabía ni lo que era improvisar. Así que se acercó rápidamente al profesor para rogar por piedad.

— Profesor, disculpe.

— ¿Sí, Spreen?

El mayor lo recibió de forma amable mientras Spreen intentaba ordenar las palabras en su mente.

— Lo siento, yo... No sé improvisar y además no conozco a nadie. ¿Usted cree que podría saltarme ésta actividad solo por mi primer día?

El estudiante se rascó la nuca y sonrió apenado fingiendo inocencia. Pero Samuel elevó sus cejas con incredulidad.

Este niñato...

Era obvio que no iba convencer al hombre pero al menos no perdería nada intentándolo.

— Señor DMC. Esto es Teatro, usted no puede "saltarse" una actividad tan importante como lo es la improvisación. —Spreen hizo una mueca ante las palabras del mayor y bajó la mirada mientras Vegetta se mantuvo firme.— Además tu profesora de Artes me comentó que eres bastante popular en el instituto así que imagino que no se te hará muy difícil unirte a un grupo...

Spreen entreabrió su boca ligeramente sorprendido y luego hizo una sonrisa fingida.

Vieja hija de puta

Así que el estudiante tuvo que volver a su asiento totalmente derrotado.

Por otro lado...

Robleis estaba tratando de convencer a Roier para unirse a su grupo.

— No te hagas el difícil, dale. Vamos a actuar de esposos ¿Qué te parece?

Roier soltó una carcajada por la idea tan tonta de su amigo Argentino.

— Ni loco. Tú y yo no nos aguantaríamos como pareja.

— Ese es el punto de actuar. ¡Aceptar retos! —Agregó Rob volviendo a hacer reír al menor.— Además Rivers puede ser nuestra amante en discordia.

— ¿Yo qué?

Preguntó la susodicha volteandose con confusión hacia el duo de amigos.

— Robleis está buscando una excusa para besuquearnos. ¿Puedes creerlo? —Bromeó el castaño recibiendo un empujón de parte del Argentino.— Igual no entiendo por qué quieres que me una a tu equipo. Creí que ibas a querer invitar a tu... Amigo.

Roier se giró disimuladamente y señaló con su cabeza al chico nuevo, Spreen. Quién se veía bastante solo y perdido.

Algo que le pareció muy raro al principio pues era el chico más popular de todo el colegio. Cualquiera se moriría por hacer grupo con él.
Pero la verdad es que en el Taller de Teatro algunos estudiantes aún estaban resentidos por la fatídica "broma" de Wilbur, el amigo y compañero de Spreen. Por lo tanto, no querían acercarse a él por enojo o temor.

— Ni en pedo. Es mi amigo y todo pero Spreen no sabe una mierda de actuar, prefiero que se las arregle solo. Además es momento que se deje un poco en ridículo luego de lo que pasó en la fiesta.

— Rob tiene razón. Se lo merece.

Agregó Rivers y Robleis levantó su mano para chocarla con la de la chica.

— Dale, Ro. Sos vos o Ari.

Su amigo señaló a la compañera quien estaba hablando con su pareja de alguna cosa que tuviera que ver con la clase.

Roier miró a la chica y entrecerró los ojos. Realmente le gustaría poder improvisar algo divertido con sus amigos, solo se estaba haciendo de rogar. Y estuvo a punto de aceptar pero su mirada volvió a desviarse a cierto Capitán.

Spreen seguía sin tener un equipo. Nadie se le había acercado y en algún punto el chico tuvo que sacar su teléfono celular para distraerse y no pensar en lo incómodo de su situación.

Y a Roier le dió pena, aunque no debería. Spreen era la ante-última persona por la que podría sentir pena, la última era el imbécil de Wilbur.
Spreen era amigo de ese idiota y además siempre estaba cubriéndolo cuando algo salía mal.

Roier no podría ser tan tonto como para apiadarse de él.

¿O sí?

— No, lo siento. —Se disculpó el más joven ganándose una reacción confundida de su compañero.— Creo que... Voy a preguntarle a Spreen si quiere hacer equipo.

— ¿Qué?

Soltarón Robleis y Rivers en unisono.

— ¿Te sientes bien? —Preguntó la chica llevando una mano a la frente del castaño para tomarle la temperatura. Pero éste rodó los ojos y la quitó.— Él es literalmente la persona menos indicada para acercarte. ¡Es amigo de Wilbur!

Las palabras de la joven lo hicieron dudar por un segundo. Pero su maldito lado empático no se rendía.

— Es solo por hoy. Rivers, míralo. Está completamente perdido.

— Roier, no-

— Está bien, dejalo.

Habló el tercero, sorprendiendo a los dos amigos. Luego miró hacia Roier con una leve sonrisa.

— Él es un pelotudo... Pero no es malo. —Dijo Robleis soltando un suspiro cuando volteó a ver al jugador. Y efectivamente seguía solo.— Bueno, solo es malo actuando así que mucha suerte.

El mayor palmeó el hombro de Roier antes de encaminarse hacia donde estaba Ari, seguido de Rivers.

Y fue ahí cuando Roier se arrepintió de su decisión.

¿Cómo podía ser tan tonto?

Se dejó ganar por la pena y ahora tenía que hacer grupo con el tipo más amado y temido en el instituto. Así que se maldijo mentalmente por última vez y juntando la valentía suficiente se levantó de su lugar para acercarse a dónde estaba Spreen. El cual elevó su mirada dudosa cuando Roier se posicionó en frente suyo.

— ¡Hola!

Saludó Roier de forma energética y amable.

— Hola.

Pero el saludo no fue devuelto de la misma manera.

Ahh, esto va a estar difícil...

Perdón que te moleste pero... ¿Tienes grupo?

Spreen lo miró sin emoción alguna y luego volteó a sus lados dónde los asientos estaban totalmente vacíos.

Sí, fue una pregunta muy estúpida.

— Sí, tengo. —Respondió tomando por sorpresa al castaño. Luego señaló a los asientos vacíos.— Acá están, saludá a Rodrigo y Tomás. Disculpa, es que son medios tímidos.

Spreen sonrió de lado inclinando su cabeza y Roier abrió la boca para decir algo pero luego la cerró.

Tardó un poco pero había entendido perfectamente el sarcasmo.
Pues bueno, Roier lo había intentado. No había de otra.

— Claro... Lo siento. Que te diviertas.

Soltó Roier con una sonrisa forzada porque obviamente aquello lo había molestado. ¿El tipo no podía ser más amable? ¡Él era quien necesitaba grupo! ¡No Roier!

Por último metió las manos en sus bolsillos y se giró para nuevamente dejar al Señor Sarcástico solo.

Y al principio había sido divertido para Spreen, pero ahora que estaba viendo cómo la única persona que se había acercado a él se alejaba por el mismo lugar por donde vino, pensó que quizás había actuado un poco grosero.

El chico solo había intentado ser amable y Spreen lo espantó. Perfecto.

El jugador resopló y rápidamente se puso de pie para detenerlo.

— Espera... —Cuando Roier lo escuchó, volvió su atención a él pero ésta vez menos amable y con cara de pocos amigos.— Perdón.

Roier entrecerró sus ojos con desconfianza pero dejó que el más alto siguiera hablando mientras se cruzaba de brazos.

— Yo... No tengo grupo.

Esto estaba siendo demasiado para Spreen. No debería disculparse con un desconocido pero el chico no tenía la culpa de que él haya reprobado Artes y ahora estuviera prácticamente obligado a participar de ese taller.

Las comisuras de Roier se elevaron divertido.

Ahí está el perro arrepentido con la cola entre las patas pensó.

— ¿A poco sí? ¿Y tus amigos imaginarios que piensan al respecto?

Preguntó Roier en broma provocando que Spreen desviara la mirada con vergüenza.

— Ok, eso es justo.

Debía aceptarlo, él lo inició. Si el chico quería burlarse de él ahora se lo merecía. Pero su vista regresó atenta al castaño en frente suyo cuando éste se rió.

— ¿Entonces qué? ¿Quieres que hagamos equipo o no?

Spreen suspiró y mentalmente se presionó para aceptar con la única excusa de que era lo que debía hacer por su equipo. Por el Fútbol.

Su deber era sacrificarse por el equipo.

— Sí... —Respondió y se mordió el labio inferior con frustración. Pero luego recordó algo importante.— Perdón, ¿Cómo te llamas? yo no recuerdo tu nombre...

Roier pensó en las palabras que le había dicho Robleis y decidió darle la razón. Spreen parecía un idiota pero no alguien malo.

(Aunque seguía siendo intimidante.)

Así que la sonrisa amable regresó y extendió su mano hacia él.

— Soy Roier. Mucho gusto.

El contrario observó su mano y lo dudó unos segundos antes de tomarla.

— Spreen.

~ • ~

Y así es como Spreen y Roier terminaron siendo un grupo.

Ah, y Juan. Quien su novia abandonó para hacer equipo con Robleis y Rivers.

Los grupos debían ser estrictamente de tres personas así que no fue problema para ninguno de los dos incluirlo. Bueno, por lo menos no para ellos, pero Juan se veía algo disconforme con ese tema.

Y no tardó en encontrar un momento a solas con Roier para hacérselo saber.

Spreen se había disculpado para ir al baño, y allí Juan se aprovechó.

— Esto es una mala idea.

Roier frunció el ceño y preguntó:

— ¿A qué te refieres?

— ¡A esto! —Juan levantó la voz haciendo una seña con sus manos.— A él, Spreen.

— ¿Qué tiene?

El chico rodó los ojos e intentó calmarse para bajar la voz.

— Roier, él es un imbécil que fue parte de esa estúpida broma de Wilbur que afectó tanto a Aroyitt, como a Robleis y hasta a ti. ¿En serio no puedes ver lo malo de eso?

Juan tenía un punto, y eso era algo que también Roier había pensado. Pero no estaba del todo seguro...

Además, Roier era de todo excepto una persona resentida... O por lo menos no tanto.

En cambio, Juan aún seguía indignado por esa situación hasta el día de hoy. Y no lo culpaba. Había sido una completa mierda.

— ¿Eso qué importa ahora? Él necesitaba un grupo y yo nunca dejo de lado a nadie por más imbécil que pueda ser. —Se defendió sosteniendo su decisión.— Y... Realmente no sabemos si él fue parte de eso.

— Roier, deja la caridad para otros. Él es bastante popular como para saber lidiar con que no le laman las botas por un segundo. —Bueno, tenía otro punto.— Y Spreen es amigo de Wilbur, y además capitán de los Osos. Es obvio que tanto él como todo su grupito participó en esa estupidez. Es lógico. Si no es así ¿Por qué no se disculpó en nombre de ellos?

Roier quiso contraatacar con una buena respuesta pero llegó a la conclusión de que Juan tenía razón.

Ni él, ni cualquier otro jugador, ni mucho menos Wilbur se habían acercado con las víctimas de esa broma para disculparse debidamente. Todos ignoraron el incidente e incluso algunos siguieron burlándose de ellos.

Su mirada se dirigió un momento hacia cierta joven rubia que estaba sentada junto a un chico de ojos celestes. Aroyitt se veía tan alegre ahora como si meses atrás no la hubiese encontrado llorando sola en el salón porque debido a las bromas que recibía, sus padres terminaron enterándose de la relación que mantenía en secreto con ese chico, Carola. Y por supuesto, no habían tenido la mejor reacción.

Entonces Roier se puso en el lugar de Aro, e imaginó si en vez de enterarse de una relación secreta, en realidad sus padres descubrían su orientación por algo tan ridículo como burlas en la escuela. Por suerte eso no había pasado pero hubiese sido mil veces peor.

Imaginaba el rechazo y la decepción de sus padres. No podría soportarlo...

— ¿Ahora lo entiendes? —Preguntó suavemente el chico de anteojos al notar como el rostro de su amigo fue decayendo. Roier le devolvió la mirada pero no tenía palabras.— ¿Sabes qué? Tengo una idea.

— ¿Qué? ¿Qué idea?

Justo en ese momento Spreen estaba ingresando nuevamente por la puerta para acercarse a ambos. Así que Juan se apresuró a murmurar:

— Tú sígueme la corriente.

Se ganó una mirada confundida del castaño pero ya era muy tarde para indagar.

Aunque claramente haría lo que le dijera porque era su amigo. Y al fin de cuentas, confiaba más en él que en Spreen.

~ • ~

— ¡Excelente! ¡Completamente maravilloso, chicos!

Los halagos provenían del profesor quien junto a los demás compañeros estaban llenando de aplausos a las tres personas de pie en frente del salón.

Allí estaban Robleis, Rivers y Ari que segundos antes habían finalizado su propia escena improvisada. La cual tenía como temática dos mujeres desdichadas porque el hombre (Rob) las estaba engañando a ambas a la vez.

Roier no pudo evitar reírse en algunas partes porque no podía imaginar a sus amigos en una situación así. Aún menos teniendo en cuenta que Robleis nunca tuvo una pareja femenina en su vida.

Pero ahora debía estar serio y meterse en su papel ya que era su turno de presentarse.

— Eso será algo difícil de superar, chicos... Los siguientes en la lista son: Roier, Juan y Spreen.

Anunció Samuel guiando su vista hacia los tres estudiantes.

Roier y Juan ya estaban acostumbrados a ese tipo de actividades pero Spreen quería hacer un agujero en el suelo y esconderse ahí hasta que todo se acabara.

No había forma de que su "actuación" saliera bien. Pero Roier y el otro chico le prometieron que le darían un personaje con poca presencia para no agobiarlo.

Y Spreen confió en ello.

Así que el grupo se levantó. Roier y Juan se pusieron en medio del aula mientras que Spreen se quedó a un costado esperando la señal para entrar.

Entonces cuando todos estuvieron en sus lugares, Vegetta alzó la mano e hizo una seña para que comenzaran.

— ¡Acción!

Juan llevó sus manos a la cintura y a los ojos de los demás cambio de persona cuando exclamó las primeras palabras.

— ¡No puedo creer que estés haciéndome ésto, Rogelio!

El de anteojos lucía completamente indignado mientras Roier ni siquiera se inmutaba.

— Pues créelo porque ya pasó.

Respondió el castaño como si nada, volteando para darle la espalda al chico.

No habían preparado nada porque claramente era improvisación, entonces la escena iba transcurriendo dependiendo de sus respuestas.

Pero Juan ya tenía algo en mente.

— ¡No es justo! Llevamos diez años juntos ¿y ahora me pides el divorcio? Eres un descarado.

— Es lo que es. Me he cansado de ti y de todos tus escándalos, Juan Ignacio. Ésto se terminó.

Algunas risas se escucharon al rededor y sobre todo la risa de Ari a la cual le divertía tanto ver a su novio protagonizar algo así.

— ¿Cómo puedes decirme eso? Después de todo lo que he hecho y sacrificado por ti.

Hasta el propio Samuel De Luque estaba tentado con la escena.

— ¿Qué has hecho por mi además de holgazanear todo el día, celar a mis amigos y gastarte mi dinero?

Le recriminó mientras se cruzaba de brazos, provocando que Juan ahogara un grito de sorpresa.

— ¿Cómo que "qué he hecho"? —Entonces el más bajo caminó hasta donde se encontraba Spreen para posar una de sus manos en el hombro ajeno tomándolo por sorpresa.— Por ejemplo, te he comprado un perro.

¿Qué? Fue lo que dijo Roier mentalmente.

— ¿Qué?

Soltó Spreen confundido.

Roier tardó unos segundos para reconocer lo que Juan estaba haciendo.

Quería avergonzar a Spreen.

Y no sabía si eso era bueno o malo...

— Spreen, los perros no hablan.

Le recordó el profesor con una sonrisa divertida. Ansioso por lo que vería y totalmente ajeno a las intenciones que habían detrás de eso.

Spreen estaba sin palabras. Le parecía muy ridículo pero de todas maneras tomó un largo respiro intentando disipar la tensión y luego de darle una mala mirada a su compañero de equipo decidió seguir con el papel dado.

— Wof.

Soltó de mala gana hacia Roier quien apretó sus labios en una fina línea para no reírse.

Robleis, quien estaba observando todo también se cubrió la boca evitando su estruendosa carcajada.

— Ese perro está bien pinche raro.

Dijo Roier sin saber si sus propias palabras fueron fuera de personaje o no.

— Sí, está un poco culero. —Confesó Juan haciendo que Spreen se mordiera la lengua para no maldecir.— Pero es mi regalo para ti, mi amor.

El castaño recuperó su concentración y nuevamente se enfocó en su actuar, riéndose de forma irónica.

— ¿Y no pudiste encontrar algo mejor? Yo no quiero a ese perro, llévatelo.

— Rogelio, solo estás dejándote llevar por una mala imagen. —Juan volvió a moverse en el lugar pero ésta vez posicionándose en frente de Spreen.— En realidad tiene muchas cualidades...

El más bajo le dió un ligero empujón en el hombro al jugador para que volviera a ladrar.

Éste rodó los ojos pero lo hizo.

— Wof...

— Muy bien muchacho. —Halagó el de anteojos volviendo su vista hacia Roier.— Verás, éste perro es un poco tonto pero también muy obediente. Él adora que le den atención las veinticuatro horas del día.

Spreen frunció el ceño y a Roier ya no le gustaba el rumbo que estaba tomando aquello.

— Juan...

Murmuró el más joven intentando detener al chico pero éste solo le sonrió.

— Además él ama correr detrás de cualquier cosa, más que nada detrás de una pelota. ¿No es verdad, perrito? —Cuando Juan terminó de decir aquello, Roier observó a Spreen para ver su reacción ante la indirecta pero el rostro de aquel chico se veía completamente serio.— Su cabeza está vacía, solo piensa en jugar con una pelota y ya. Por eso a veces muerde y lastima a las personas sin darle mucha importancia. También se junta con perros igual de idiotas que él...

Juan volvió a girarse hacia el jugador, enfrentándolo con una sonrisa arrogante. Éste seguía igual de serio, involucrado en una guerra de miradas con el más bajo hasta que soltó una corta risa nasal de forma incrédula.

Y allí Spreen volteó a ver a Roier asintiendo lentamente, entendiendo de forma clara lo que estaba sucediendo. Como si él hubiese provocado ese ataque a su persona.

Roier se sintió culpable.

Y todo el salón estaba en silencio ya que las palabras de Juan habían sido bastante obvias.

— Ésto es una pelotudez.

Soltó Spreen de la nada. El enojo era muy notorio en su voz y caminó hasta su asiento para recoger sus cosas antes de abandonar el salón con un fuerte portazo.

Todo fue tan rápido que ni siquiera el profesor pudo detenerlo cuando se puso de pie. Entonces éste se ocupó de llamarle la atención al culpable de esa reacción.

— Juan, ¿Tienes algo para decir al respecto?

El chico solo se encogió de hombros.

— No es mi culpa que se ofenda con un personaje.

Roier se sentía demasiado incómodo como para decir algo. Nunca quiso que las cosas fueran así.

¿Spreen realmente se lo merecía?






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