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Because You See

El viaje a la casa de Roier fue muy silencioso.

Extrañamente silencioso.

No lo malinterpreten, para Spreen eso era perfecto. Aunque extraño, porque ya había comenzado a acostumbrarse a las tonterías del castaño. Además sentía que algo no estaba bien.

Por ejemplo, cada vez que se giraba para preguntarle a Roier por su comportamiento. Este hacía lo mismo, evitando su mirada para enfocar su atención en la ventana.

Definitivamente había algo raro. Y no podía quedarse de brazos cruzados.

— ¿Está todo bien?

Quizás fue su imaginación, pero juró ver a Roier temblar en el asiento.

— Sí, todo bien.

Contestó sin siquiera voltear a verlo.

Spreen estaba teniendo un deja vú con las primeras veces en las cuales Roier lo ignoraba. Pero ahora se sentía un poco diferente.

— ¿Estás seguro?

— Sí, seguro. —Volvió a contestar pero hasta para el castaño eso había sonado muy poco creíble. Así que respiró hondo e intentó actuar con normalidad.— Es que no quiero decir o hacer algo que nos mate en el camino, ya sabes…

Bromeó junto a una risa nerviosa al final para luego volver a ese silencio incómodo.

El jugador entendió a lo que se refería, y no quiso sentirse culpable pero, mierda que lo hizo. Porque aunque no lo crean, Spreen era una persona muy atenta detrás del volante. Por lo menos la mayoría de las veces.

Es solo que…

Desde ese día en el parque se sentía algo… avergonzado. Y cada vez que Roier lo mencionaba era peor. Quería cavar un pozo en la tierra y esconderse de por vida porque, ¿Cómo se le ocurre decir que era lindo? No tiene sentido. No tiene ni un puto sentido. Y su estúpida vergüenza casi provoca que se maten en la carretera. O por lo menos que estuvieran muy lastimados.

Era su culpa.

— Perdón.

— Lo siento.

Se disculparon al mismo tiempo, compartiendo un rápido y sorprendido contacto visual antes de volver a hablar.

— No, tú-

— Es que yo-

Volvieron a hablar al mismo tiempo.

— Lo siento. Habla tú.

— No, está bien. Ya no te interrumpo.

Roier separó y juntó sus labios sin saber cómo empezar a hablar, tartamudeó un poco y resopló frustrado mirando hacia otro lado. Entonces dijo:

— Quiero disculparme por haberte molestado esta tarde. —Spreen frunció el ceño pero no lo interrumpió.— Si yo no hubiese dicho tantas pendejadas no nos habría pasado lo que nos pasó. Y tampoco se te hubiera quedado el auto a mitad de carretera… y tampoco hubieras tenido que empujarlo hasta tu casa… Realmente lo siento.

— Pará. No. —Lo detuvo el jugador sin despegar la vista del camino.— No fue tan así.

— Sí, sí lo fue. Solo me comporté como un idiota.

— Roier…

Lo nombró en un murmullo antes de suspirar y girar el volante para doblar en la siguiente curva.
Había quedado bien en claro que Spreen es muy egocéntrico e impulsivo a veces. Que no se disculpa por su forma de actuar porque no ve importancia en hacerlo. Que ignora los problemas porque no son relevantes para él, porque tiene cosas más interesantes en las que gastar energía.

Pero esta ya sería la segunda vez que se disculpaba por algo. Y encima, con la misma persona.

¿Y cómo no hacerlo? Si tenía a Roier a su lado, dando una vez más el primer paso para resolver el problema que los involucra con esa cara de borrego a medio morir.

— Roier, no fue tu culpa. Yo tendría que haber estado más atento y no lo hice. Tenía el control ahí y nos puse en peligro. Si alguien tuviera que disculparse sería yo.

Habló con la misma seguridad que aquella vez en la enfermería. O así lo sintió Roier.

— Spreen, por favor. Déjame sentirme mal por mis tonterías al menos una vez. —Bromeó el castaño, empujando levemente el hombro ajeno.— Pero ya hablando en serio, he sentido cierta… incomodidad de tu parte desde hace unos días, y sabiendo eso, no debí presionarte hasta ese punto. Así que, si ya no quieres llevarme puedo entender-

— ¡No es eso! —Lo detuvo Spreen de una forma abrupta. Quizás demasiado alterado hasta para él mismo, así que se aclaró la garganta y volvió a intentarlo.— No es que me incomodes ni nada por el estilo. Sos un poco rompe bolas la mayoría del tiempo, sí pero…

— Ey… —Intentó quejarse Roier, pero luego frunció las cejas pensativo para después asentir con una mueca resignada.— Bueno, tienes razón.

El jugador rodó los ojos mientras giraba en otra esquina y repitió la última palabra:

— Pero dije que te iba a ayudar, y hasta que esa bota no desaparezca lo voy a hacer quieras o no.

— Tienes un serio problema con el consentimiento.

— Y vos con aceptar ayuda. —Esta vez fue Roier quien puso los ojos en blanco, abrió la boca para decir algo pero Spreen fue más rápido:— “No necesito ayuda” sí, sí. Ya sé. Vos con tal de no aceptar ayuda de los demás sos capaz de esguinzarte el otro tobillo.

El más joven hizo un mohín con sus labios y se cruzó de brazos en el asiento.

— Eso no es verdad.

Dijo en voz baja porque sabía que era cierto pero no le iba a dar el gusto de reconocerlo.

— Roier, con lo poco que sé de vos es más que obvio.

— ¿No estás siendo demasiado presumido? Quiero decir; ni siquiera me conoces bien.

Y su frase quedó unos minutos en el aire cuando el jugador comenzó a detener el auto justo en frente de su casa. Apagó el motor y se volteó hacia él.

— ¿Sabés qué? Tenés razón. —Respondió repentinamente con una sonrisa sarcástica, descolocando al otro.— No te conozco, pero con estos últimos días puedo hacer una breve descripción de vos. Decime si le atiné, a ver: Chico listo, familia cariñosa, muy extrovertido, mucho contacto físico. Sos muy torpe y la cagas muy seguido por eso siempre te estás disculpando primero aunque a veces no sea necesario. Pero también sos demasiado optimista y tenés un orgullo enorme como para aceptar que alguien te de una mano porque te encanta jugar a ser el fuerte.

Finalizó con un semblante ligeramente arrogante, como si no acabara de exponer a Roier dejándolo boquiabierto.

— Eso… Eso n-no…

— ¿Le atiné?

La simple pregunta burlona solo volvió a encender la chispa de la discordia.

Roier forzó una sonrisa y también se acomodó en el asiento para enfrentarlo.

— Muy bien, sabelotodo. Pues ahora déjame decirte lo que creo de ti; Eres un pendejo ególatra que solo puede pensar en sí mismo. Imagino que siempre te han dicho que eres el mejor, tanto así que eso consumió lo poco que te quedaba de neuronas y no puedes ver más allá de tu propia existencia. Pero no es así. No eres mejor que nadie solo por tener un puesto en un equipo del instituto ¡Por favor! Eso es una estupidez. ¡No existe un Status Quo! ¡Y no deberían tratarte como un Rey cada vez que entras a algún lugar! Porque, ¿Sabes? ¡Eres igual o más idiota que yo!

Un largo silenció los rodeó luego de que Roier escupiera todo eso.

Él no era así. No solía perder la paciencia con las personas ni tampoco ofenderlas de tal forma. Pero había algo en Spreen que a veces sacaba lo peor de él. Era como si sólo él supiera la forma de volverlo loco.

Y entonces, lo escuchó.

Una leve risa que fue creciendo con los segundos. Roier pestañeó varias veces pero aún no entendía qué estaba pasando y por qué Spreen había comenzado a reír como un desquiciado.

— Sos tan, pero tan pelotudo… —Dijo en un momento, provocando que Roier preparara mentalmente su nuevo discurso de odio antes de salir del auto. Hasta que Spreen agregó:— Pero también… sos muy honesto.

Y fue ahí cuando Roier perdió el hilo de la conversación.

— ¿Qué?

El Argentino soltó otra risa mostrando el par de caninos que hacían tan única su sonrisa.

— A lo que me refiero es que, sos un idiota que rompe mucho las bolas…

— Sí, eso ya lo dijiste.

— Pero tenés algo a tu favor. —Roier enarcó una ceja. Eso captó su atención por completo.— Solo conozco a dos tipos de personas: los chupamedias y los pelotudos que se creen valientes.

— ¿Chupamedias?

¿Y qué vergas significaba eso? ¿“chupar a medias”? Los argentinos tenían términos muy inquietantes.

— Los chupamedias son esos que no paran de adularte para conseguir algo a cambio. Lo hacen conmigo cómo si estuviera en un puto pedestal cuando solo juego fútbol y estoy en un tonto equipo del instituto, como vos decís. Eso me rompe mucho las pelotas.

El rostro de Roier era un poema en esos momentos. Sinceramente no estaba entendiendo una verga.

¿Cómo es que a alguien le podría molestar que lo adulen? Incluso alguien como Spreen, que era obvio que tenía el ego por las nubes.

— No te creo. ¿Tú, rechazando halagos?

— Una cosa es que te halaguen honestamente, y otra es que lo hagan buscando obtener algo. Generalmente se molestan cuando no lo consiguen y eso es lo único divertido de interactuar con ellos. —Touché.— Luego están los otros, los que se piensan que son mejores, los que se creen tan vivos como para querer “superarme” en algún punto de su imaginación. Esos mismos que se cagan en los pantalones en el momento en que levantas un poco la voz.

Roier automáticamente pensó en Wilbur lloriqueando en el suelo luego de que Spreen le hubiera dado un buen puñetazo y soltó una disimulada risa. Para su sorpresa, su acompañante parecía haber pensado en lo mismo.

— Como Wilbur en el entrenamiento.

El castaño negó con una pequeña sonrisa escapando de sus labios, pero decidió concentrarse en la charla.

— ¿A dónde quieres llegar con todo esto? Porque si es otra manera creativa de decirme estúpido, avísame así ya me salgo del auto.

— No es eso, dios, tené un poco de paciencia.

El más joven alzó las cejas incrédulo.

“Mira quién lo dice…”

— Lo que quiero decir es que… Al principio me parecías un chupamedias. —Roier rodó los ojos.— Después te volviste un poco valiente y cuando intenté ponerte en tu lugar, me respondiste de la misma manera. Vos no necesitas colgarte de los demás, ni tampoco te echas atrás cuando la cosa se pone fea. Sos honesto con lo que te gusta y lo que no. ¿Entendés?

No. No lo entendía.

Spreen estaba hablando bien de… ¿Él?

¿El mismo tipo que lo estaba insultando minutos atrás? Era demasiado confuso. Pero de alguna forma eso hizo que Roier bajara un poco la guardia.

Y no fue el único en hacerlo.

— No tenés miedo de demostrarte tal y como sos, y de hacerme saber cuando soy un pelotudo. Pero también sos bastante inteligente para bajar el ritmo y disculparte. Que repito, a veces ni siquiera es necesario. —Roier quería decir que realmente no era esa persona, pero Spreen volvió a hablar.— Y esas cosas no lo hacen todos. Creo que eso es algo admirable… Y me caes bien.

Roier trató de mantener un rostro serio en ese momento, pero no pudo evitar inclinar su cabeza con un pequeño destello burlón en sus ojos avellana.

— ¿Peeero…?

— Pero seguís siendo un pelotudo.

— Sí, bien. Era demasiado bueno para ser verdad. —Se quejó. Aunque esta vez se notaba mucho más relajado luego de aquella… ¿“confesión”?.— Increíble. Nunca creí vivir para escuchar a Spreen DMC hablar tan bien de mi. Eso es, wow. Realmente debo ser un tipo muy genial.

— Que no se te suba a la cabeza porque puedo cambiar de opinión muy rápido. —Dijo volviendo a su actitud típica de arrogante.— Esto solo es para tener una tregua entre ambos, ¿Ok? ¿Estamos bien?

Roier volvió a su posición en el asiento y contempló lo que Spreen le proponía por unos largos segundos mientras observaba al frente.

— No, no lo creo. —El pelinegro enarcó una ceja hacia él cuando una mano se mostró en frente suyo.— A menos que… Aceptes que somos amigos.

El castaño mantuvo su mano firme, a la espera de que el otro la tomara para cerrar el trato. Spreen bajó y subió su mirada varias veces antes de resoplar y extender su diestra.

— Amigos… Pero-

— “Pero en el instituto no nos conocemos”, sí, lo sé. —Repitió Roier en un tono cansado mientras soltaba su mano.— Aunque me muero de ganas de decirles a todos que Spreen DMC cree que soy un tipo genial.

— No recuerdo haber dicho que fueras “genial”.

El más joven sonrió de forma burlona cuando una idea llegó a su mente.

— ¡Oh! Y ahora que somos oficialmente amigos-

— Ya me estoy arrepintiendo.

— Podemos hablar de… tus gustos culposos.

Spreen entrecerró sus ojos sin saber qué esperar mientras observaba a Roier sacar su teléfono y empezar a teclear en busca de algo. Cuando lo giró para que pudiera ver lo mismo que él, Spreen inmediatamente dijo:

— No son mías.

— ¿No? Pero si estaban en tu casa.

Quiso reír a carcajadas cuando notó cómo la manzana de Adán en el cuello del Argentino subía y bajaba por los nervios.

— Son de Missa. Ya sabes que a él le gustan esas cosas.

— Qué extraño. Él dijo que ni siquiera las había visto. —Pendejo de mierda, maldijo mentalmente.— Ay, Spreen. No tiene nada de malo ver High School Musical.

— ¡Que no son mías!

— ¿Entonces de quién son? Porque dudo que tu madre sea fan de las películas para adolescentes. —Roier soltó una pequeña risa cuando el rostro del jugador tomó más color y comenzó a insultar en voz baja.— Actúas como si te fuera a juzgar al respecto. ¿Acaso olvidas quién soy?

—... No le digas a nadie. Ni una palabra sobre esto.

Pidió apoyando su rostro sobre el volante en un intento por esconder su rubor.

— Está bien, está bien. Tienes que mantener tu “reputación” lo entiendo. Aunque, por favor, ¿Quién no ha visto High School Musical alguna vez? Estás exagerando.

Spreen volvió a mirarlo.

— ¿Pensás que exagero? Carre estuvo meses rompiéndome las bolas cuando lo descubrió. Imaginate el equipo, van a pensar que soy un mar-

Se detuvo en seco antes de terminar la frase porque supo que estaba a punto de decir algo muy fuera de lugar. Apretó su mano en un puño mientras la culpabilidad volvía a apoderarse de su cuerpo haciéndolo sentir como una basura.

— ¿Maricón?

Preguntó su acompañante, provocando que volviera a verlo con los ojos abiertos de par en par.

— Yo no-... No quería, no me refería-

Balbuceó como un idiota viendo al castaño asentir lentamente guardando su teléfono.

— Está bien, tranquilo.

— No, no está bien. —Spreen quería golpearse por no saber controlar sus palabras. Así que solo le quedaba volver a disculparse.— Perdón.

Roier por su parte…

Realmente no se sentía afectado por el uso de aquella palabra. Entendía por qué lo hacía y sabía que explicarle a Spreen que estaba mal y enseñarle Cómo No usarla como si fuera un niño era algo inútil. Después de todo no era su lucha.

Spreen tenía la suerte de ser socialmente aceptado.

— ¿Por qué te disculpas? Ni que me lo hubieras dicho a mi.

Pero aunque le dijera eso, sorprendentemente el rostro compungido de Spreen, que expresaba claramente lo arrepentido que estaba, no cambió en nada. Y eso de cierto modo hizo que Roier lo viera algo diferente.

Y que desmintiera totalmente una de las tantas cosas que Quackity le había dicho:

“Es igual a todos esos idiotas…”

Hoy, sentado junto a él, Roier podía decir firmemente que Spreen no era igual a ellos. O al menos…

Spreen no era Wilbur.

— Ok. Si quieres que te perdone, puedes hacer algo por mí… —Dijo de un momento a otro, captando la atención del jugador.— Ya que somos amigos, ¿Qué tal si me invitas a verlas?

Bromeó, obvio. Sabía que Spreen se echaría atrás con esa idea. Solo quería aligerar el ambiente.

— ¿Querés que te invite… a mi casa… a ver la horrible trilogía de High School Musical?

— Era broma, pende-

— Está bien.

Roier se atragantó con su propia saliva.

— ¿Qué?

— Dijiste que te invite. Entonces está bien. —Explicó cómo si nada.— O qué, ¿Ahora te arrepentiste?

— No, yo… Es que… —Intentó formar una frase coherente debido a la sorpresa. Luego se topó con esa mirada retadora una vez más y frunció el ceño.— ¿Sabes qué? Sí, está bien. Eso es lo que hacen los Amigos.

Hizo énfasis en la palabra “amigos” como para enrostrarselo en la cara, recordándole lo que había aceptado minutos atrás. Y Spreen asintió, tomándoselo como un reto que el otro le estaba proponiendo.

— Supongo que sí. ¿Entonces el sábado a las cinco?

— Sí, el sábado estoy libre.

— Bien.

— Bien.

— ¿Y te pensás bajar del auto o no?

— Vete a la verga.

Dijo antes de salir y azotar la puerta detrás de él.

Sin duda ninguno de los dos sabía lo que acababan de aceptar.

Y Spreen se preguntaba: “¿Status Quo no era una canción?”

~ • ~

Roier despertó esa mañana sabiendo exactamente lo que había aceptado. Y decir que estaba muy arrepentido era poco.

¡Estaba meandose de los nervios!

¡¿Por qué había dicho eso?!

¡Dios! Era un idiota.

Había propuesto ir a la casa de Spreen para ver películas como el par de amigos que eran.

Sí.

Después de que Roier se lo hubiera comido con la mirada mientras reparaba el auto.
Bueno, así no era como lo expresaría Roier…

¡Bien! ¡Sí! Lo había hecho.
¡Pero no es un delito mirar!

Solo un poco… vergonzoso. Tomando en cuenta que Spreen era muy heterosexual y que estar sentado junto a él en el auto por media hora (luego de ver sus bíceps con demasiada atención y ser descubierto) fue muy incómodo. Pero tampoco es como si hubiera confesado sentimientos por él, eso sí sería terrible. Además de que no existían tales sentimientos, por favor. Roier ya tenía algo con alguien. Y ese era Cellbit.

A pesar de que aún no fuera algo oficial…

A pesar de haber estado rechazando sus invitaciones…

Pero podía explicarlo, tenía una buena explicación. Y es que no se moría de ganas por salir con Cellbit mientras tenía una molesta bota en el pie. También tendría que contarle por qué estaba inválido, y todo eso, y realmente no quería hacerlo. Prefería evitarse todo eso y compensarlo con llamadas nocturnas.

¡Pero ese no era el punto ahora!

Ahora, ahora mismo debía decidir qué hacer con su existencia. Y necesitaba un poco de ayuda.

Spreen llegaría en menos de una hora y él todavía seguía procrastinando en su habitación porque no estaba listo para eso. Dios mío, quería volver el tiempo atrás y cerrar su propia boca.

Quizás podría llamarlo y decirle alguna tonta excusa como “Hola Spreen, disculpame por lo de hoy pero me dió gripe. ¿Puedes creerlo?” o “Siento decirte que tendremos que cancelar lo de hoy porque mi abuelo se cayó por las escaleras, fue horrible”

Claro que podría hacerlo.

Pero si en algo tenía razón Spreen cuando le escupió lo que pensaba de él, es que era muy orgulloso hasta en estos momentos. Y la idea de rechazar esa invitación sólo lo hacía pensar que se estaba rindiendo, ¿En qué? No lo sé.

Quizás algún reto estúpido entre los dos para ver quién aguantaba más al otro.

Y Roier nunca se rendía. Creo que ya lo demostró bien.

Pero Spreen tampoco.

El jugador quería golpearse la cabeza contra un muro hasta perder la memoria, sí… ¿Pero? No, no había pero. Solo quería hacerlo.

¡¿Por qué carajos había aceptado eso?!

Ok, se desubicó un poco cuando dijo lo que dijo pero no por eso tenía que aceptar invitarlo a su casa. Y aún peor:

¡Para ver High School Musical!

Estaba enfermo. Definitivamente estaba muy enfermo. Aunque pensándolo mejor, eso podría ser una buena excusa para decirle a Roier con tal de no ir a buscarlo ese sábado.

Podría decir que tiene Varicela o Sarampión. Alguna de esas cosas bien contagiosas.

Y el resto del día siguió pensando en alguna excusa para evitar ese encuentro. Lo hizo mientras agarraba las llaves del auto, salía de su casa. También cuando se subió al coche y lo puso en marcha. Incluso cuando aparcó en la puerta de la casa de Roier.

Sí, Spreen tenía serios problemas.

¡Nuevo Mensaje!

De: Esperen

“Estoy afuera”

[04:58 P.M]


— Mierda, Rob ¡él está afuera!

Chilló luego disculparse con su amigo al teléfono para ver su pantalla cuando vibró por una notificación.

— No puedo creer que estés teniendo una cita con mi amigo más fifa.

— ¡Que no es una cita!

Pudo escuchar la risa del argentino del otro lado y se quejó al respecto.

— Si no es una cita, ¿Entonces por qué estás tan nervioso?

— Solo es una reunión de amigos, los amigos hacen eso. —Justificó.— El problema es que esto es tan raro. ¡Tu mejor amigo está mal de la cabeza!

— ¿Y recién ahora te das cuenta? —Contestó entre risas.— Ya, calmate. Dijiste que todo esto empezó como una broma, entonces tranqui amigo. Ponete en modo chill, seguí bromeando con él y listo. Tampoco es que te va a comer… a menos que eso estés buscando, entonces-

— ¡¿Puedes parar?! —Pidió casi al borde del llanto.— Al menos dime qué le respondo.

—... ¿Que “ya salís”?

— Oh… Claro, tienes razón.

— Lo sé, siempre la tengo.

— Ahora entiendo por qué son amigos. Gracias por nada, Rob. Adiós.

Mensaje entrante:

De: El Tarado ese

“Ya salgo”

[05:00 P.M]

Con las últimas palabras de Robleis en mente, Roier se armó de valor para tomar su cartera, sus llaves y dirigirse hacia la puerta sin ningún problema. Solo los nervios provocándole náuseas y-

— Cariño, ¿Dónde vas? —Lo llamó su madre antes de que saliera. Y por alguna razón el menor se congeló tal y como un cachorro que había sido descubierto haciendo travesuras.— ¿No cenaras con nosotros?

— Voy a la casa de un amigo para una reunión de amigos como buenos amigos que somos.

Respondió de manera rápida haciendo que su madre entre abriera sus labios algo confundida para luego de unos segundos mostrar una de sus cálidas sonrisas.

— Está bien. Pero regresa antes de medianoche.

— No te preocupes. Vendré para cenar. Adiós mamá.

Abrió la puerta de entrada y salió a la velocidad que le permitía su esguince. La cerró detrás suyo y suspiró con los ojos cerrados. Deseó mantenerse así porque cuando volvió a abrirlos allí estaba el viejo auto de Spreen.

Oh, mierda…

“Oh, mierda” murmuró el pelinegro cuando lo vió salir.

Aquí vamos, pensó Roier.

“Me quiero morir” susurró Spreen.

Ya no había vuelta atrás.

El castaño tomó un profundo respiro y se acercó a paso lento hasta el auto para abrir la puerta del copiloto y finalmente entrar.

— Muy bien. —Dijo Roier con un entusiasmo fingido sin mirar al otro a los ojos.— ¿Estás listo para cinco horas seguidas de musicales escolares? Porque yo nací listo.

— Sí…

La contestación fue casi un murmullo inaudible, así que Roier se dignó a verlo.

— ¿Qué sucede? ¿Acaso eso que escucho es arrepentimiento?

Spreen tensó su mandíbula por la burla, pero irónicamente eso hizo que el ambiente se relaje.

Porque siempre era bienvenido un buen reto.

— No, para nada. —Respondió con una sonrisa forzada.— Solo te pido una cosa.

— Dime. Soy todo oídos.

El par de amatistas voltearon a verlo con mirada firme. Debía ser algo muy serio.

—... Nada de cantar las canciones.

Roier ahogó una risa ante el pedido y se giró hacia el frente escuchando como el otro encendía el motor.

— Bien. Nada de canciones.

Prometió sin problema.

Aunque Spreen nunca dijo nada sobre repetir los diálogos que por cierto, Roier se sabía a la perfección.


























Posiblemente sea doble actu pero denme tiempo que tengo bajón emocional y económico.

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