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𝐨𝟐𝟒. un completo poco hombre

❝ mami, no pierdo la fe y aunque no sigas con él tú sabes que el ego nos mata, mai, te quiero ver ❞



































































❝ para natalia, ahora pedri era un completo poco hombre  ❞

✦•─────• CUATRO MALDITOS DÍAS HABÍAN PASADO DESDE que Natalia y Pedri se vieron por última vez.

¿Qué quieren que les diga? Todo se había arruinado desde ese momento en la cocina de Pedri, y lo peor de todo es que pudo terminar bien —bueno, si es que consideramos eso como terminar bien—, pero al final todo se fue a la basura cuando el canario eligió huir sin dar explicación alguna de la presencia de Natalia. Aquello a ella le había dolido. Fue humillante y vergonzoso.

Después de haber estado segundos ahí sola en la oscuridad de la cocina, ella tomó el poco orgullo que le quedaba y se marchó de ahí recogiendo su chaleco del suelo y regresó a su cuarto con una cara de vergüenza de aproximadamente dos metros. Seguía con la mente perdida y hacía todas sus cosas sin ser completamente consciente de que que las estaba haciendo. Se metió a la cama, pero no fue capaz de conciliar el sueño ni un segundo.

Y Pedri tampoco.

A la mañana siguiente, ya fue momento de armar las maletas ya que era hora de regresar a la vida real. Las fiestas habían acabado y Barcelona les esperaba.

Cuando la pareja del momento se vio por primera vez desde la noche anterior fue un silencio extremadamente incómodo. Ambos saliendo de sus cuartos y encontrándose en el pasillo. Nadie dijo nada, sólo se quedaron estáticos viéndose el uno al otro. Pero cuando el futbolista quiso intentar acercarse, la actriz lo evadió agilmente y se alejó de él. Ahí, González entendió que lo había arruinado y merecía ser tratado así.

Durante las despedidas, al mediocampista le impresionó la transformación de rostro y carácter que Dietz había tenido. Era amable con él en frente de todos, lo halagaba, acariciaba su rostro, entre otros. Luego, recordó que ella era actriz y todo seguía siendo un montaje para mantener vivo el teatro. Más tarde lo volvió a confirmar cuando estuvieron solos, y la aspereza de trato hacia él por parte de la rubia volvió.

El vuelo de regreso a la ciudad catalana también siguió en silencio. Obviamente Laura se preguntó que estaba pasando entre ellos pero su hermana le aseguró que simplemente se sentía con mucha jaqueca y que por eso no quería hablar con nadie; prefería dormir. La menor se lo creyó y llegaron a casa en completo silencio.

Como Natalia había bromeado: Calabaza, calabaza, cada uno para su casa.

Y así fue.

No se despidieron, no se dijeron ni una palabra o se dirigieron una mirada. Las cosas se sentían demasiado incómodas y tensas entre ellos que prefirieron cortar por lo sano e irse cada uno por su respectivo camino.

Año Nuevo había acabado. Ya no estaban en festividades, en familia o en comidas. El festejo acabó. Llegó un nuevo año y con eso una nueva perspectiva de las cosas.

Pedri seguía en su recuperación que estaba yendo mucho mejor de lo esperado y Natalia continuaba grabando su película, la cual iba avanzado rápido y muy bien. Eligió aferrarse a su trabajo y a la gente que allí la rodeaba y eso comenzó a servirle de amplia distracción en todo lo que estaba relacionado al canario.

Porque sí, estaba muy distraída.

Y él también.

Aquella mañana había ido al gimnasio al que siempre concurría en compañía de una de sus ya amigas y compañeras de trabajo: Ester Expósito. Se había creado una muy linda relación entre ellas no sólo desde esa película, sino también en sus días y su paso por la serie Élite. Habían tenido un día corto de trabajo así que, al terminar, ambas tomaron su equipamiento deportivo y se fueron a entrenar.

—Venga Nat, no puedes ser así de egoísta. Quiero detalles.

Dietz detuvo un segundo su trabajo en la prensa de piernas y la miró mal.

—Tómate un té, Expósito.

Su compañera rió ante su respuesta y soltó las barras de la maquina dorsalera que estaba justo al lado de la de ella para poder mirarla mejor.

—Oye, ha sido tu primer año nuevo con la familia de tu novio. No me puedes no decir como te fue.

Puso los ojos en blanco y siguió empujando la máquina con sus piernas mientras la mayor la miraba—Te dije que me fue bien.

—Hostia tía, eso no es nada de información. Soy tu amiga. Aliméntame de contenido.

Ella gruñó y se detuvo de nuevo en la prensa. Seguía viendo a la actriz recostada en su máquina—Me fue bien. Conocí al resto de su familia y todos en general me trataron muy bien —hizo una mueca recordando un detalle—. Bueno, tuve un ataque alérgico por el que casi me muero pero estoy bien —alzó su pulgar al frente.

—¿¡Qué!? —acercó su rostro a ella.

Cerró sus ojos ante la fuerza del grito—Relax hermana, ya estoy bien.

—Pero ¿Qué te pasó?

—Soy alérgica a los mariscos y por accidente comí camarón —la contraria se cubrió el rostro—. No fue culpa de nadie. Nadie lo sabía, pero tuve una reacción alérgica muy fuerte. Me hubiera pasado algo peor sino hubiera sido por...

Ella se detuvo.

Allí, recostada en la dura máquina de ejercicio, dejó caer su cabeza en el respaldo y soltó un resoplido. A su cabeza vino aquel día. Aquella tensa y horrible situación que tuvo que pasar donde su vida estuvo en juego. Pero eso no era lo importante. A su cabeza vino la persona que completaba aquella oración que había detenido en su garganta. La persona que la había ayudado, que se había preocupado por ella y que, tal y como Vivianne había bromeado, había sido su héroe.

Pedri.

El recuerdo del canario que por días había tratado de olvidar se sintió como una puñalada al corazón. Seguía enfadada con él, y —peor aún—, seguía sintiéndose como una idiota avergonzada luego de haber quedado sola en esa cocina durante año nuevo.

Sacudió su cabeza.

—Por Pedri, claro —le sonrió a su amiga segundos después tratando de actuar como una novia feliz—. Él me llevó a urgencias a tiempo y no me pasó nada.

La mayor ladeó la cabeza enternecida—No te creo, es un tierno —de pronto, su mirada se fue a la entrada del lugar para luego regresar donde su amiga con media sonrisa—. Y mira nada más. Hablando del Rey de Roma...

Asustada por esa frase, Natalia se sentó rápidamente en la máquina para mirar lo que su colega estaba mirando con una cómplice expresión que no era para nada la misma que ella tenía.

Él.

Recibió un leve codazo—Qué viva el amor. Mira quién está aquí.

Ahí, fuera del lugar y siendo visto a través de las puertas de vidrio, estaba Pedri. Charlaba alegremente con un conocido que se había encontrado en la entrada y aún no se había percatado de las insistentes miradas de las dos actrices hacia él. Se veía como siempre. La barba recién afeitada pero su cabello estaba un poco más largo en la parte de adelante. Llevaba una camiseta blanca, con pantalones y zapatos de color negro. Todos los colores haciendo juego perfecto con cada una de sus facciones.

Dietz no podía creer que él estaba en el mismo lugar que ella. No lo había visto desde año nuevo y dudaba que él apareciera ahí por querer buscar un nuevo gimnasio.

—¿Y este qué miercale hace acá? —soltó sin querer.

Debido al uso de palabras y el tono de voz, Expósito la miró consternada—Es tu novio, supongo que puede venir a buscarte o algo.

Inmediatamente ella recordó que no estaba sola y que —evidentemente— Pedri era su novio del cual estaba muy enamorada y no podía tratarlo así.

—Oh —tosió—, quise decir...Se supone que tiene entrenamiento; no debería estar aquí. Debería estar en la Ciutat Esportiva o descansando. No debió darse la molestia de venir por mí —sonrió de lado.

—Bueno —ladeó la cabeza—, tu hombre ya está aquí. A por él —le dio unas palmaditas en el muslo.

—Pero tú... —trató de buscar una excusa para no ir.

—Yo estaré bien, Dios mío. Puedo conducir mi propio auto de vuelta a casa —apuntó hacia la entrada—. A ti ya te esperan.

Resignada ante tanta insistencia y viendo que no podría hacer más que obedecer, la chilena sonrió falsamente para luego ponerse de pie y caminar hacia la salida del gimnasio, donde González —que ya se había despedido del conocido que había hallado—, se encontraba de pie sin darse cuenta aún que ella venía.

No obstante, cuando sintió pasos hacia él se volteó.

Y la vio.

Tuvo que tragar saliva de sólo sentirse en su presencia. Se sentía como en los primeros días de sesiones de fotos por la campaña. Venía hacia él usando un conjunto deportivo corto de la misma colección de Adidas, su cabello estaba atado en una alta cola de caballo, tenía una fina capa de sudor en la frente y caminaba de una forma sublime en que sus piernas y sus brazos de movían en una perfecta sincronía. Todo su cuerpo exaltaba perfección y Pedri ya no podía simplemente quedarse ahí contemplándolo.

El sonido de la puerta abrirse fue lo que lo aterrizó. Natalia salió del gimnasio, cerró la puerta detrás de ella y se le puso en frente. Expresión seria e inquebrantable. Brazos en jarra y ese típico ceño fruncido suyo que el canario podía disolver con el roce de su dedo pulgar.

Pero no era el momento.

—¿Qué haces aquí? —escupió con severidad.

Al inicio no supo bien qué hacer o qué decir. Olvidó sus capacidades de habla una vez que estuvo frente a ella.

—Hola también para ti —trató de sonreír con amabilidad.

Puso los ojos en blanco—No estoy para tus juegos. Te hice una pregunta. No creo que estés aquí porque buscas un gimnasio nuevo o una membresía más grande.

—No —negó cansado—. No es eso.

—¿Entonces? —González trataba de ignorar lo atractiva que se veía en ese conjunto y en su faceta deportiva—. Apareces luego cuatro días como si nada ¿Y esperas que adivine a qué viniste? Porque dudo que sea lo que tengo en mente.

—Elías me mandó —rascó su nuca.

Ella soltó un gruñido frustrada y se tomó el rostro entre sus manos. Incluso llegó a jalarse algunas hebras de pelo.

—Te juro que lo voy a matar —estalló—. Esa frase ya me tiene aburrida. Que ese weon nos suelte. No me importa qué te haya pedido. No me apetece verte.

No me apetece verte.

Esa última frase lo hizo tragar saliva.

—Dijo que no está muy contento de nuestra poca aparición pública —ella bufó—. No subimos nada para Año Nuevo y eso ya serían semanas sin contenido para la prensa. Quiere que salgamos. No sé, a comer, a mi casa, a la tuya, lo que sea.

—¿Y si no quiero hacerlo? —se cruzó de brazos.

Balbuceó sus primeras palabras—Pues qué se yo. Te ha de caer la bronca a ti.

—Escucha canario, tengo cero ganas de verte —se le acercó—, y muchas menos de salir contigo.

—No pienses que a mí también me hace mucha gracia —negó—. Pero son cosas del contrato. Tenemos que hacerlas.

—Me importa un pico —alegó en un largo susurro cerca de su rostro—. Eres la última persona que quiero ver.

—¿Y qué? ¿Le vas a ir a alegar tú a Elías? —ella guardó silencio—. Andaba de malas hoy. Quiere que hagamos esto. Aunque nos vean saliendo juntos de este lugar basta. Si quieres después te llevo a tu casa y todo se acabó.

Frustrada, Natalia se volvió a tomar el rostro entre las manos. Sabía que en el fondo él tenía razón. Pelear contra Herrera era un combate perdido. Debían hacerle caso o él les arruinaría sus vidas. Le tocaría guardarse el rencor que tenía hacia el futbolista por el bien del contrato.

—No tengo ganas —escupió al final.

—Yo tampoco —se encogió de hombros.

—Pues entonces no lo hagamos —dijo con simpleza.

—Natalia... —negó con la cabeza.

Su nombre saliendo de sus labios de esa manera le agregó un ritmo más acelerado a los latidos de su corazón.

Sacudió la cabeza.

Gruñó—Bien —miró hacia atrás un segundo—. Dame 5 minutos. Me daré un ducha rápida y nos iremos de aquí.

—Bien —contestó igual.

—Pero que quede algo claro —se le acercó peligrosamente apuntándole con un dedo. La severidad de su voz lo asustó—. Preferiría salir con cualquier otro tipo que con un poco hombre como tú.

Puñalada.

González la observó separarse de él con lentitud en un contacto visual que llegó a ser doloroso. Ella realmente sentía sus palabras y le transmitía lo mismo al canario. Se oía molesta e incluso indignada y él entendió la razón de su reacción y de lo que había dicho. El recuerdo vino fresco a su mente y poco a poco sentía más culpa de la que ya tenía.

Al final ella se alejó completamente y volvió a ingresar al gimnasio.

Pedri estuvo esperando en la salida un poco más de los 5 minutos que ella dijo ya que también se dio un tiempo de secarse un poco el cabello y despedirse de su amiga. Cuando la vio salir la vio en su ropa cotidiana. Top blanco, jeans claros y zapatillas. Su cabello había quedado suelto con aún unas pocas gotas cayendo de él y los mismos movimientos de caminata anteriores se mantenían iguales.

El futbolista tuvo que darse una cachetada para reaccionar. Realmente tuvo que darse una.

Cuando ella estuvo en frente de él otra vez soltó un suspiro.

—Bien, hagamos esto rápido.

Él asintió y la actuación estuvo de regreso cuando ella sintió la calidez de la mano de mediocampista sobre la suya. Se repartieron una tensa mirada pero terminaron por caminar hacia la salida del edificio tomados de las manos una vez más.

Sus expresiones eran serias, dejando claro que evidentemente no estaban a gusto con esa situación. No obstante, cuando comenzaron a acercarse a la calle, todas sus expresiones cambiaron inmediatamente. Los dos sonrieron ampliamente, se repartieron miradas y caminaban contentos ¿Por qué? Porque la prensa los esperaba afuera listos para tomarles fotos.

Una vez ya en el auto ambos sintieron un poco más de paz interior. Ya nadie los veía, estaban en la carretera, se podían soltar las manos y mirarse mal incluso. Las cosas volvían a ser como antes. El recordatorio de que todo era un teatro ahora estaba más latente que nunca.

El trayecto estuvo en silencio por bastante tiempo. Se notaba que ninguno quería hablar. Sin embargo, ya conocemos como reacciona cierto canario cuando hay vacíos y silencios en una conversación así que tuvo que intervenir en contra de su voluntad.

—Con eso debió haber bastado.

La repentina voz voz medio del silencio la hizo girarse a verlo un segundo. No había casi expresión en su rostro.

—Sí. Nos tomaron varias fotos. Eso lo tendrá tranquilo por el resto del día —contestó neutra devolviendo su vista al frente.

—De acuerdo —asintió—. ¿Te...Te llevo a tu casa, entonces?

Ella asintió también con una leve sonrisa. No obstante, su molestia hacía que esa sonrisa pareciera una mueca—Te lo agradezco.

Él no dijo nada más, sólo asintió aceptando la indicación y siguió conduciendo. No obstante, la rubia recordó algo:

—Oh, aguarda —él la miró—. El otro día olvidé una chaqueta en tu casa cuando conocí a tus padres. Es de las chaquetas que más uso y honestamente la necesito de vuelta.

—Oh —dijo de igual forma desprevenido ante su neutral comentario—. Podemos ir a buscarla si quieres.

Hizo una mueca—No voy a molestarte. No quiero...

—Ya, ya, ya, esa palabrería ya me la sé —interrumpió en una mezcla de suavidad y sátira. Cambió de autopista justo en ese momento, tomando la que llevaba a su casa—. Vamos por tu chaqueta y te voy a dejar a tu casa —suspiró mirando al frente—. Luego, no nos tendremos que ver las caras por el resto del día.

Ella soltó una risa nasal ante su áspero comentario y negó con la cabeza con gracia.

—Perfecto.

La miró—Perfecto.

El resto del trayecto fue en silencio, siendo aquella conversación la única que compartieron dentro del vehículo. Se les notaba aún ambos tensos y sobre todo Natalia que además estaba molesta. No estaba muy a gusto compartiendo el mismo metro cuadrado que el canario luego del año nuevo.

Pero ahí estaba él otra vez, con su amabilidad tratando de aplastar todo lo áspero que ella decía y pensaba sobre él.

Al llegar a la casa del futbolista, ella ya conocía perfectamente el camino hacia la entrada. No obstante, era Pedri el que se bajaba a abrirle la puerta del auto y por consiguiente las de su casa. Ella lo miraba consternada pero a él le daba igual. Seguía haciendo las cosas inconscientemente sin preocuparse de su reacción. Seguía siendo el mismo de siempre.

Una vez dentro todo se sintió solitario, e incluso frío. Dietz fue la primera en ingresar y analizó el lugar con curiosidad.

—¿Y tu hermano? —se atrevió a preguntar sin mirarle mientras caminaba.

—Se quedó en Tenerife —fue lo único que contestó mientras la analizaba al detalle a cada paso que ella daba por la casa. A ese punto de su vida ya no podía evitarlo.

Ella no le respondió de vuelta, sólo asintió concentrada en buscar su chaqueta por la habitación. Suspiró suavemente cuando vio la prenda de ropa de mezclilla sobre la misma silla en la que se había sentado durante el almuerzo con los González López. Se acercó y la tomó en sus manos, satisfecha de que su misión y su paso por esa casa ya habían acabado.

Segundos después, se volvió a girar para encarar a Pedri y sintió un escalofrío al notar que él ya la estaba mirando. Cruzado de brazos y con sus grandes ojos marrones pegados a su anatomía.

Aclaró su garganta—Aquí está. Listo, ya me puedes ir a dejar.

El tardó unos segundos en contestar, seguía mirándola.

Asintió finalmente—De acuerdo.

Ambos se dispusieron a salir de la casa tratando de mantener el trato más distante posible, pero la voz de la rubia los detuvo.

—Oye, no sé si Elías te avisó —el mediocampista se giró a verla—. Pero mañana nos quiere en el estudio para una nueva sesión de fotos.

Gruñó molesto—¿Va en serio?

Asintió con una mueca—Sí. No hemos terminado de posar y por lo que a mí respecta tengo cero ganas de volver a sonreírle a las cámaras a tu lado —escupió con severidad y comenzó a caminar hacia la salida, sin importarle que él se hubiera quedado estático y asombrado por sus palabras en su lugar—. Con permiso.

Él pensó un segundo en callarse como siempre lo hacía. Ser el mediador y el ser de paz que siempre paraba una confrontación pero en ese momento y con el fuerte contexto que ambos se cargaban, no pudo hacerlo:

—No es como que a mí me apetezca mucho igual —ante el contraataque la rubia se volteó—. La primera vez no fue para nada un agrado, mucho menos ahora.

Soltó una corta risa sarcástica—Jamás será un agrado hacer cualquier cosa contigo, canario. Tan sólo estar a tu lado ya me genera migraña.

—Ah ¿Entonces así van a ser las cosas ahora? —se le acercó—. ¿Otra vez serán así?

Se le acercó también pero de forma peligrosa al rostro—Y cuando han cambiado ¿Eh?

Su dura voz y su cercanía lo hicieron tragar saliva. Tenía una clara respuesta en su boca pero eligió tragársela y así conservar un poco de su dignidad. Había regresado la versión autoritaria y a la defensiva que él había conocido de ella en ese día en el bar. Sus ojos no reflejaban miedo, sino ganas de un desafío que estaba segura de que iba a ganar a ojos cerrados.

Al notar su silencio y su nerviosismo ella soltó una suave risa. La respiración de aquella risa chocó contra su boca y comenzó a encender todas las alarmas.

—¿Qué? ¿Qué ibas a decir? ¿Eh? —tomó aire—. ¿Año Nuevo?

Pedri se tensó en su lugar sabiendo internamente que ella estaba en lo cierto. Eso él había pretendido decir pero ya se daba cuenta de que había sido un error pensarlo siquiera.

—¿Tenerife? ¿Año Nuevo? ¿Crees que las cosas fueron diferentes ahí? —soltó una risa nasal—. Por favor, sea lo que sea que tú crees que haya cambiado me importa una mierda.

González comenzó a sentir que el pulso se le elevaba.

—¿Y sabes porqué? —se acercó más, como si fuera posible estar más cerca—. Porque para mí todo acabó aquella noche.

Sabía a donde iba todo eso y el pecho se le apretó al futbolista. Poco a poco sintiendo la responsabilidad en sus hombros.

—La noche de mi máxima humillación, por cierto —rió pasándose una mano por la boca—. Estando ahí, sola, abandonada y sentada en la isla de tu puta cocina me di cuenta la calidad de persona que realmente eres.

—Natalia —cerró los ojos.

—Ni siquiera pronuncies mi nombre —el tono de su voz fue casi un ruego y eso lo hizo abrir sus ojos otra vez. Se notaba que hasta eso ahora le ponía el mundo de cabeza—. Me da igual que cosas pasaron por tu cabeza o por la mía que nos hicieron terminar ahí, ese nivel de humillación no lo había vivido jamás.

El mediocampista se sentía mediocre. Un verdadero idiota. La conversación ya no era una pelea referente a lo mucho que se odiaban, Dietz le estaba enseñando cómo él la había hecho sentir.

—Nunca...En mi vida alguien me había rechazado y abandonado de esa forma.

La expresión del hombre comenzó a cambiar poco a poco y se iba desfigurado a cada palabra.

—Yo...

—Te lo hubiera aguantado si algo más hubiera pasado —interrumpió—. Bien, si te quieres ir después de eso me importa tremendas hectáreas de pico. Pero esto fue diferente —se tragó el nudo de la garganta—. Literalmente te fuiste sin terminar lo que empezaste y me dejaste sola como una cualquiera.

Después de reflexionar sus propias palabras, la rubia soltó una risa nerviosa e incluso se cubrió la boca con las manos. González seguía mirándola sin entenderla.

—Exacto —retomó el habla—, así me sentí...Como una cualquiera a la que dejas botada sin terminar porque simplemente te aburriste.

—Natalia, estás tergiversando todas las cosas —buscó detenerla. No le estaba gustando como ella estaba hablando ya que no era verídico.

—¡En qué momento, weon! —alzó los brazos—. Eso fue exactamente lo que pasó.

—No es así —la miró fijamente a los ojos. Tan fijo que quemaba.

—¿Ah no? —se le acercó.

—No.

—Pues yo creo que así pasaron las cosas exactamente —arrugó la nariz—. Pero ¿Sabes qué calma mi conciencia? Que no fue culpa mía —Pedri la analizó nervioso—. Sólo fuiste tú...Porque eres un poco hombre.

Cerró los ojos y sintió sus palabras como si fueran puñales al pecho que iban y venían una y otra vez.

Se le acercó peligrosamente—Poco hombre —soltó.

Apretó la mandíbula—No lo soy.

—Poco hombre.

—Definitivamente tú no entiendes nada —negó con la cabeza.

—Poco...

—Natalia.

—...Hombre.

Él eligió el camino fácil y retrocedió un paso para estar más lejos de ella. Se tomó el rostro en las manos y volvió a mirarla con unos ojos de desaprobación y vergüenza, mientras que ella lo miraba con su típica severidad y autoridad.

El silencio quemaba y estaba siendo mucho peor que articular una palabra.

Finalmente la rubia soltó un suspiro y tomó sus cosas en sus manos.

—¿Sabes qué? Quédate aquí, yo me iré en uber.

Y sin otra cosa que agregar, ella pegó media vuelta. Se sintió triunfante o que al menos le hizo sentir un poco del dolor que ella había sentido aquella noche. Con eso tenía suficiente y podría aguantar hasta tener que verlo al día siguiente.

No obstante, Pedri reaccionó.

De repente, la rubia sintió que alguien la daba vuelta por la cintura y sin darse cuenta siquiera, ella vio como González tomaba su bolso y la chaqueta que tenía en las manos pata luego tirarlas en uno de los sillones. Aquello la sorprendió e incluso desesperó.

—¿Y a ti qué te pasa? —alegó.

Sin embargo, no pudo agregar otra cosa a la oración ya que un quejido salió de sus labios al ver como Pedri pasaba uno de sus brazos por la parte trasera de sus muslos y la levantaba del suelo. Toda la acción ejecutada con un sólo brazo. Ella protestó asustada mientras trataba de sostenerse del cuerpo del canario para no caer ya que éste comenzó a caminar en dirección a la cocina. Estaba internamente sorprendida por la fuerza que había implementado y cómo la había hecho parecer tan sólo una pluma.

El trayecto acabó en la isla de la cocina. Igual que en Año Nuevo.

El mismo escenario que en Año Nuevo...

Pedri hizo un último esfuerzo para alzarla y hacer que quedara sentada en el inmueble. No dijo ni una palabra y muy poco le importó la expresión de horror que ella tenía en la cara. Igual que en aquella noche, le separó las piernas con las manos y se puso en medio.

Ella tuvo un escalofrío de pies a cabeza.

Sus manos se mantuvieron apoyadas en sus rodillas mientras él acercaba su rostro peligrosamente al suyo. Entonces escupió:

—Ni se te ocurra otra vez llamarme de esa forma en mi propia casa, Natalia Dietz.

La rubia tembló completa pero trató de poner su mayor esfuerzo para que eso no se le notara. Como si fuera un arma, volvió a cargarse con las balas listas para contraatacar.

—¿Qué? ¿Quieres que te pida perdón? —rió—. ¿Para eso fue esta heroica y fortachona acción de traerme hasta aquí? Por cierto, me sorprendió —hizo una mueca.

—Si me fui, no fue porque haya sido un cobarde —su mirada estaba tan seria y tan segura que ella se tensó—. Estás muy equivocada.

—¿Entonces? —se encogió de hombros—. No veo otra válida opción.

Apretó la mandíbula—No empieces.

—Esto me ha pasado en muchas ocasiones, canario. Pero eres el primero que simplemente me deja botada sin haber llegado a la otra base —negó—. No me vengas a decir que fue porque te dio frío.

Soltó una risa nasal—Claro que no.

—¿Y? Ilumíname por favor, a ver si cambio mi opinión barata de ti...

Entonces Pedri la tomó firmemente por las caderas, acercándola mucho más a él.

—No lo hice por lo que tú misma dijiste: No soy tu novio real. Yo no debería hacerte absolutamente nada.

Silencio.

Hasta ella se tragó sus propias palabras ante el asombro que su respuesta le había causado. Ella no lo había visto de esa manera y mucho menos se le pasó por la cabeza que él tomaría en cuenta ese detalle y sus propias palabras en otro contexto para haberse detenido en seco.

Ella lo miraba y lo miraba pero no lo entendía.

—Si te hice sentir humillada realmente...Te pido perdón, ese jamás fue el objetivo —ella se asombró—. Pero yo no iba a ir más allá porque tienes razón...No soy tu novio de verdad.

Poco a poco el rompecabezas se comenzaba a armar en la mente de la rubia y supo perfectamente cómo sobrellevar situación.

Soltó una suave risa—Pedri...¿A mí cuando me ha importado si alguien es mi novio o no para hacer esto?

El español guardó silencio e incluso se confundió. Pensó que ella pondría resistencia o que le diría que estaba en lo cierto ya que ella era siempre la que ponía los límites. Sin embargo, ahora estaba en un paraje completamente distinto que lo estaba llevando por otro rumbo.

Uno sin retorno.

—Son cosas completamente separadas...—continuó encogiéndose de hombros—No tienen relación estricta.

No obstante, ahora que ella sabía la raíz de todos los males tenía una forma de atravesarlos.

Al final, suspiró lentamente y dijo:

—Pero tranquilo, lo entiendo...Sé que no das la talla.

A eso Natalia le llamaba: Estrategias.

Ya no simplemente estaba lanzándole insultos porque quería hacerlo. Sabía perfectamente qué estaba haciendo. Lo estaba tentando. Estaba probando su dominio propio para ver hasta donde llegaba y si era capaz de echar a la basura todo lo que decía usando sus acciones. Notaba el cambio en su rostro. En su ceño levemente fruncido, en su mandíbula ligeramente apretada y en lo tensos que se ponían sus músculos.

Si Dietz quería lograr algo, lo estaba haciendo.

—¿Recuerdas que una vez te lo dije? El día que todo esto empezó. Bueno...No me equivoqué.

Pedri no separó sus ojos de los suyos ni por un segundo. Esta vez, no iba a flaquear ante el desafío.

—No diste la talla —se encogió de hombros—. No fuiste lo suficientemente hombre como para...Besarme más allá del cuello esa noche.

Él abrió los ojos mucho más ante la sorpresa de su comentario y todo fue peor cuando los dedos de la rubia comenzaron un tortuoso recorrido por su brazo.

—Ó...De sacarme el vestido.

El nuevo comentario fue aún peor. Los recuerdos de ese día y de las cosas que él pudo haber hecho lo atacaron de golpe. Los dedos de la rubia ya habían llegado a su cuello dejando leves y tentadoras caricias.

—Ó... —se arrastró para quedar más cerca de su cuerpo y su boca llegó a su oído donde sususrró—: De tocarme más allá de los muslos.

Para su máxima humillación, González sintió un escalofrío por la cercanía de la mujer y por las palabras en su oído ¿Lo peor? Ella lo notó.

Rió suavemente—Venga, yo sabía que ponía a los hombres nerviosos pero esto ya es muy notorio.

Finalmente se separó de él y le miró fijamente. Una mirada firme, intransigente y en ese momento y como siempre...Autoritaria.

—¿Van a ser las cosas igual que el otro día? —lo tomó por el cuello de la camiseta—. ¿Te vas a acobardar igual que el otro día? ¿Vas a parar igual que el otro día? ¿Vas a huir igual que el otro día? ¿Vas a temer igual que el otro día? ¿Vas a...?

Él no la dejó terminar.

Con su mano derecha la agarró con firmeza por el cuello y estampó sus labios contra los suyos.

La besó.

La besó como nunca antes la había besado.

Porque ya no tenía razones para detenerse.

Y ella tampoco.

Se irían juntos al infierno.





























































































































SI SÉ, SI SÉ. NO DIRÉ MUCHO, SÓLO LES DEJARÉ CON LA DUDA.

1. sí, él próximo capítulo ES LO QUE TODOS ESPERAMOS
2. no lo puse con esto o saldría MUY LARGO. pq sí, él siguiente capítulo es LARGO

llegó el momento...

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(si no llega no lo subo, ahq JSJDJWJDK)

SEE YOU SOON

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