Su dolor no era nada comparado al que había vivido su hermana, siempre, siempre que se acordaba se arrepentía. Era su culpa y la de su familia que ya no estuviera a su lado.

   Empezó de los cuatro a ocho años de edad. Odiaba escuchar su nombre real —el cuál era Gradient—, prefería que la llamarán Ariel. Cada día era una tortura y Paper lo sabía demasiado bien. Tanto en su casa como en la escuela, igual de horrible, feo e incómodo.

   Los profesores al darse cuenta lo primero que hicieron fueron recomendarles que la llevarán a terapia. A una psicóloga.

   —¿Usted cree que funcione?— Pregunto el de cabello blanco mientras miraba al director de la escuela, en su mirada se notaba una expresión preocupada y de vergüenza. Sabía que no estaba bien que Ariel se comportará de esa manera.

   Es un niño.

   Mientras tanto, su hermano mayor le miraba confundido. No entendía porque se comportaba de esa manera pero sabía infinitamente que no estaba bien. Le gustaba vestir de vestidos y moños de colores.

   Al mismo tiempo no veía nada malo. ¿Por qué sus padres hacían tanto escándalo? Al ver salir a su madre noto como tomo del brazo a Ariel Con fuerza y el se levantó asustado de ello.

   Pero no lo detuvo.

   Solo escuchaba las palabras horribles que dañaban el corazón de su hermana cada vez más y más.