𝘾𝘼𝙋𝙄𝙏𝙐𝙇𝙊 𝙎𝙀𝙄𝙎
Apunto mis ojos al suelo y me pongo de pie detrás de los Iniciados nacidos en Intrepidez que eligieron regresar a su propia Facción. Todos ellos son un poco más altos que yo, al más alto le llegó al hombro y un poco más. Cuando la última chica hace su elección, Concordia, es tiempo de ir. Los Intrepidez salen primero.
La gente detrás de mí me empuja hacía delante. Giro mi cabeza para ver al grupo de Iniciados de Erudición. Y ahí vi a Cara, con su mirada en nosotros, preocupada. Y luego veo a mi madre, ella recibe a los iniciados, busca entre la gente y no me encuentra hasta que Cara señala a mi futura facción. Jeanine gira para poder vernos, e inmediatamente yo desvío la mirada y sigo bajando con los Osados.
Bajamos por las escaleras; creí que solos los abnegados las usaban. Bueno, creo que me equivoque. Escucho alaridos, gritos y risas a mi alrededor, y docenas de impotentes pies se mueven en distintos ritmos. No es un acto desinteresado para Intrepidez tomar las escaleras, es un acto salvaje.
Alguien grita: —¿Qué demonios esta sucediendo?.
Suelto una pequeña risa, creo que era por lo emocionada que me encontraba.
Llegamos al primer piso, fue agotador pero los Intrépidos ya estaban acostumbrados que irrumpen a través de la salida. Afuera, el aire es fresco y frío, y el cielo es anaranjado por la puesta de sol. Refleja el cristal oscuro del Cubo.
Los Intrepidez se extienden a través de la calle, bloqueando la ruta de un autobús, y corro dejando atrás a algunos iniciados. No he corrido en un lugar en mucho tiempo. En Erudición correr no era algo importante. Sigo a los Intrepidez por la calle, giramos en una esquina y escucho un sonido familiar: el silbato del tren.
La multitud se esparce en una larga línea. El tren se desliza hacia nosotros sobre las vías de acero, con su luz brillando y sonando su silbato. La puerta de cada vagón está abierta, esperando a que los chicos Intrepidez entren, y lo hacen, grupo por grupo, hasta que solo quedamos los nuevos Iniciados. Los nacidos en Intrepidez, Iniciados ya están acostumbrados a hacer esto, así que en un segundo solo quedan los transferidos de Facción.
Doy un paso adelantes y comienzo a correr junto al vagón por unos cuantos pasos y luego me lanzó hacía un costado. No soy tan fuerte como ellos, así que se me hace difícil impulsarme dentro del vagón. Me aferró a una manija junto a la puerta e impulso mis pies cayendo dentro del vagón.
Tomó una bocanada de aire, ya que esto me agotó ligeramente. Escucho un grito y miro por encima de mi hombro. Un chico nacido de Sabiduría pelirrojo y de baja estatura, se impulsa con sus brazos mientras trata de alcanzar el tren. Inmediatamente me paro y tomó su mano, trato de ayudarlo pero él está muy detrás. Cae de rodillas junto a las vías mientras nos alejamos, y pone la cabeza entre sus manos.
Me siento inquieta. Acaba de fallar la Iniciación de Intrepidez. Ahora no tiene Facción. Podría pasar en cualquier momento. Lo veo y formó con mis labios un —Lo siento—susurro viéndolo ahí.
Apoyo mi espalda en una pared, acercó mis piernas a mi pecho y escondo mi cabeza en ellas. No pude ayudarlo, eso me hace sentir culpable e impotente.
Siento el viento en un lado de mi cara, el tren está yendo más rápido. La puesta del sol se refleja en el cristal de los edificios.
—Ya niña, era culpa de él no tuya— escucho una voz de una chica. Miró y era una veraz. Una chica alta, de anchos hombros.
Solo me quedó mirándola. —Ya. Al menos tu pudiste entrar —Habla el chico de su lado.
Suelto una ligera risa. —¿Cómo se llaman? —digo con una ceja arqueada.
—Peter—responde el chico alto.
—Molly —dice ella.
—Yo soy Drew —dice el otro que era mas pequeño.
— ¿Y tu como te llamas? —pregunta Peter.
Iba a responder hasta que escucho un grito.
—¡Están saltando!
Me levanto del suelo. Hay una ligera molestia en mi espalda baja, pero lo arreglo estirando me. Y veo al chico que gritó que está en lo correcto: los Intrepidez en los vagones delante de nosotros están saltando hacia afuera mientras el tren pasa junto a una azotea. La caída es de siete pisos de altura.
Me pongo al lado opuesto del vagón donde todos se encuentran en línea. Me pongo a lado de Molly.
—Entonces, tenemos que saltar también —dijo ella.
—Genial —responde Peter—, porque eso tiene mucho sentido, Molly. Saltar a un techo desde un tren.
—Esto es por lo que nos unimos, Peter —señaló ella.
—Bueno, no lo voy a hacer —dijo un chico Concordia. Tiene piel olivácea y lleva una camiseta color marrón, es el único transferido de Concordia. Sus mejillas brillaban con lágrimas.
—Pues, tienes que hacerlo—le digo acercándome a él.
—¡No! ¡Prefiero no tener Facción que estar muerto! —él niega con la cabeza. Esta lleno de pánico.
—No pueden obligarlo—dice Beatrice. ¡Alto! ¿Beatrice? Así que ella también dejó a sus padres.
Ella y la otra veraz se agarran de las manos y saltan. Ahora solo estábamos el chico Concordia y yo.
—Vamos—le ofrezco mi mano. —Se que podrás hacerlo.
Él la agarra. Muy fuerte que me duele. —A la cuenta de tres. Uno!.... Dos!... Tres! —corrimos y saltamos juntos. Y luego mis pies tocan tierra firme. El agitado aterrizaje me envía a tumbar me sobre la azotea, con grava debajo. Libero la mano del chico.
Me incorporó, y le ofrezco la mano al Concordia para que se pueda parar. —Te dije que podías.
El me sonríe y le sonrió de nuevo. Veo a Molly que sostiene su tobillo con una mueca. Y Peter esta con una sonrisa de orgullo.
—Bien hecho —dice Peter—, por un momento creí que te quedarías en ese tren.
—No soy una cobarde, de ser así ni me hubiera presentado a las pruebas —le respondo.
Él iba a hablar. Pero escucho un grito, giro para ver la fuente del grito. Una chica Intrepidez se encuentra en el borde del techo, mirando el suelo debajo de nosotros, gritando. Detrás de ella un chico Intrepidez la sostiene de la cintura para evitar que caiga.
—Rita —dice él—. Rita, cálmate. Rita...
Me acercó al borde. Hay un cuerpo en el pavimento debajo de nosotros, una chica, sus brazos y piernas están dobladas en ángulos poco habituales, su cabello se extiende en un abanico alrededor de su cabeza. No todos lo lograron, ni siquiera los Intrepidez están a salvo.
Rita se deja caer sobre sus rodillas, sollozando. Me doy la vuelta.
—Ese hubiera sido yo, sin tu ayuda—dice. Y me sonríe. Yo solo fuerzo una sonrisa que más sale como mueca—. Yo soy...
Iba a seguir hasta que escuchamos a Peter: —¡Oh, escandaloso! ¡Una estirada mostrando algo de piel!
Los demás comienzan a reír.
—¡Escuchen! ¡Mi nombre es Max! ¡Soy uno de los líderes de su nueva Facción! —grita un hombre en el otro extremo del techo. Es mayor que los otros, con profundas arrugas en su piel oscura y cabello gris en las sientes, y está de pie en la plataforma como si fuera una acera—. Varios pisos debajo de nosotros está la entrada de los miembros a nuestro recinto. Si no pueden reunir la voluntad para saltar, no pertenecen aquí. Nuestros Iniciados tienen el privilegio de ir primero.
—¿Quiere que saltemos desde la plataforma? —pregunta una chica de mi anterior Facción.
Ella es más baja que yo, con insípido cabello castaño y labios gruesos. Su boca cuelga abierta.
No sé porque eso les sobresalta.
—Si —dice Max, quien luce divertido.
—¿Hay agua en el fondo o algo así?
—¿Quién sabe? —levanta las cejas.
La multitud frente a los Iniciados se divide en dos, haciendo un amplio camino para nosotros. Nadie está dispuesto a saltar. Así que tomó la iniciativa.
Miró al chico Concordia a mi lado. Le sonrió y le susurro: —Nos vemos abajo—. Él solo me mira sorprendido.
Camino hasta el frente donde se encuentra Max. Él se hace a un lado, dejándome el camino libre. Me acerco al borde y miro hacia abajo. El viento azota a través de mi ropa, haciendo chasquear la tela. En el edificio en el que estoy, forma uno de los lados del cuadrado junto con otros tres edificios. En el centro de la plaza se encuentra un enorme agujero de concreto. No puedo ver lo que está en el fondo de él.
Está es una táctica de de intimidación. Aterrizaré a salvo en el fondo. Miró hacia el agujero y sin pensarlo más. Me doy la vuelta con mi vista hacia Peter y su grupo, les doy un saludo como de soldado y me dejó caer de espaldas en el agujero negro.
El aire aulla en mis oídos mientras el suelo se agita hacía mi, creciendo y expandiéndose, o soy yo la que se agita hacia la tierra, mi corazón late tan rápido que duele. El agujero me rodea y caigo en la oscuridad.
Golpeo contra algo duro. Se abre camino debajo de mi y acuna mi cuerpo. El impacto me saca el aire y jadeo, luchando por respirar de nuevo. Mi brazos y piernas pican.
Una red. Hay una red en el fondo del agujero. Levanto la vista hacía el edificio y río, en parte aliviada y en parte histérica. Acabo de saltar de un tejado.
Veo un par de manos extendiéndose hacía mi en el borde de la red,asi que tomó la primera que alcanzó y tiro de mi a través de ella. El me ruedo, y hubiera caído de bruces sobre un piso de madera si él no me hubiera atrapado.
"Él" es el joven sujeto junto a la mano que tomé. Su labio superior es delgado y el inferior es grueso. Sus ojos son algo profundas, son de un color marrón.
Sus manos sostienen mis brazos, pero me libera un momento después de ponerme de pie de nuevo.
Estamos en una plataforma cerca tres metros y medio por encima del suelo. A nuestro alrededor, está una amplia caverna.
—Wow —dice una voz atrás de él. Pertenece a una chica de cabello oscuro con tres anillos de plata a través de su ceja derecha. Ella me sonríe—. ¿Una "Erudita" fue la primera en saltar? Eso es poco común.
—¿Cuál es tu nombre? —me pregunta él. Su voz es profunda y retumba.
Lo pienso, pero si me cambie de Facción. Cambie de vida. Así que elegiré un nuevo nombre. Uno que siempre me atrajo.
—Piensa en ello —dice él, con una ligera sonrisa curvando sus labios. —No puedes escoger uno de nuevo.
—Ya lo pensé —respondo—. Noah —digo segura.
—Noah —repite Lauren, sonriendo—. Haz el anuncio, Cuatro.
El chico, Cuatro, mira sobre su hombro y grita —¡Noah, primera saltadora!
Una multitud se materializa en la oscuridad mientras mis ojos se ajustan. Ellos aclaman y levantan sus puños, y entonces otra persona cae en la red. Sus gritos siguen hacia abajo es el de Concordia. Sonrió. Todos ríen y acompañan sus risas con más aplausos.
Cuatro pone su mano en mi espalda y dice: —Bienvenida a Intrepidez.
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