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Era mediodía. Hora del almuerzo.

Mientras mi amigo Nathan se encontraba plácidamente disfrutando de su almuerzo, yo estaba aquí sentada en el suelo frío de un pasillo que poco reconozco. No podía volver a esa habitación, era inquietante pensar que en cualquier momento podían clavarte un cuchillo en el ojo mientras duermes.

Después de que Edward se haya marchado, o haya sido echado de la Facción, yo había ocupado el primer lugar que en algún corto momento era de él. Eso indicaba que yo era la siguiente, yo iba a ser la siguiente víctima de Peter para que él consiga lo que quiere.

Desde que me di cuenta, ando paranoica. Pensando que alguien está en la oscuridad esperando a que baje la guardia, y así él pueda atacar. Esta situación me tenía completamente loca.

Escucho a personas acercándose, sus pasos haciendo eco sobre el suelo. Cada vez aquellos pasos se acercaban más y más. No sabía de quienes eran aquellas pisadas, tampoco sabía si esas personas venían con buenas intenciones. Como dije antes, yo estaba paranoica. Mi mirada estaba baja para intentar pasar desapercibida.

—¿Noah?

Miro hacía arriba. Uriah se detiene frente a mi. Los demás Iniciados siguen con su caminar después que Uriah se los había dicho con señas.

—¿Estás bien? —dice.

Suspire. —Tuve una noche difícil.

—Si. Me enteré lo de ese chico Edward. —Uriah mira pasillo abajo. Los Iniciados nacidos en Intrepidez desaparecen en una esquina. Luego el sonríe un poco—. ¿Quieres salir de aquí?

—¿Qué? —pregunto. —¿A dónde van?

—A un pequeño ritual de Iniciación —dice—. Vamos, tenemos que darnos prisa.

Considero mis opciones. Puedo estar aquí sentada lo que resta del día. O poder acompañar a Uriah y tener una experiencia desconocida para mi.

Empujó mi cuerpo para poder incorporarme y correr junto a Uriah para alcanzar a los Iniciados.

—Los únicos Iniciados que por lo general vienen son los que tienen hermanos mayores en Intrepidez —dice—. Pero quizá dejen que te nos unas, de todas maneras ya interactuaste con la mayoría de nosotros al quedarte en nuestra habitación.

—¿Qué es lo que haremos exactamente?

—Algo peligroso —dice. No me sorprende, este tipo de cosas deben ser muy normales en esta Facción. Desaceleramos cuando llegamos junto a los Iniciados nacidos en Intrepidez.

—¿Qué hace ella aquí? —pregunta un chico con un anillo de metal entre sus fosas nasales.

—Ella sólo vio a ese sujeto recibir una puñalada en el ojo, Gabe —dice Uriah—. Dale un respiro, ¿de acuerdo?

Gabe se encoje de hombros y se aleja. Nadie más dice nada , aunque algunos de ellos me miran de reojo.

Giramos en otra esquina, y un grupo de miembros están de pie al final del próximo pasillo. Hay muchos de ellos como para estar todos relacionados a Iniciados nacidos en Intrepidez, pero veo algunas similitudes entre las caras.

—Vamos —dice uno de los miembros. Se gira y se sumerge a través de una puerta oscura. Los otros miembros lo siguen, y nosotros lo seguimos. Me quedo cerca de Uriah mientras nos adentramos en la oscuridad y mi pie golpea un escalón, haciéndome perder el equilibrio. Los brazos de Uriah impide mi caída y me ayuda a incorporarme de nuevo para seguir.

—Escalones traseros —murmura Uriah—. Normalmente cerradas.

Subo todos los demás escalones con precaución y así no volver a caer. Para entonces, una puerta en la parte superior de la escalera se abre, dejando entrar la luz del día. Salimos desde el suelo a unos pocos cientos de metros del edificio de cristal encima de la Fosa, cerca de las vías del tren.

Escucho la bocina del tren. Siento las vibraciones en el suelo. Veo la luz conectada a la cabeza de la máquina.

Corremos en un solo grupo junto al vagón, y en olas, los miembros e Iniciados por igual se amontonan en el vagón. Uriah entra más antes que yo, y personas presionan  detrás de mi. Me lanzo hacia los lados , agarrando la manija al costado del vagón, y me elevó a mi misma dentro de este. Uriah me agarra del brazo para estabilizarme.

El tren retoma su velocidad. Uriah y yo nos sentamos contra una de las paredes.

Grito por encima del viento: —¿A dónde vamos?

Uriah se encoge de hombros. —Zeke nunca me lo dijo.

—¿Zeke?

—Mi hermano mayor —dice. Señala a través del espacio a un joven que está sentado en la puerta con las piernas colgando fuera del vagón. Es delgado y bajo, no se parece en nada a Uriah, aparte de su colorido.

—No lo alcanzas a saber. ¡Arruina la sorpresa! —Grita la chica a mi izquierda. Ella extiende la mano—. Soy Shauna.

Le estrecho la mano.

—Yo soy...—empiezo a decir.

—Se quien eres —dice—. Eres Noah. Cuatro me habló de ti.

Mis mejillas están coloradas, pero espero que no se note mucho. —¿Ah, si? ¿Qué dijo?

Ella me sonríe. —El dijo que algunas veces tu actitud le molesta, pero que eres la mejor de tu grupo. Los trasladados. ¿Por qué lo preguntas?

—Si mi instructor está hablando de mi —digo— quiero saber lo que está diciendo. —Me esfuerzo en sonar convincente—. Él no viene ¿verdad?

—No. Nunca viene a esto —dice ella—. Probablemente es que ya perdió su atractivo. No hay mucho que le asuste, ya sabes.

Sé que Cuatro no es un cobarde. Pero también sé que por lo menos una cosa si le da miedo: las alturas. Lo que sea que estamos haciendo, debe implicar alturas para que él lo evite. Ella no debe saber eso sí habla de él con tanta reverencia en su voz.

—¿Lo conoces bien? —pregunto. Soy curiosa; siempre lo he sido.

—Todo el mundo conoce a Cuatro —dice—. Nos iniciamos juntos. Yo era mala en la lucha, así que él me enseñó todas las noches, después de que todo el mundo estuviese dormido. —Se rasca la parte de atrás de su cuello, su expresión repentinamente es seria—. Amable de su parte.

Ella se levanta y se para detrás de los miembros sentados en la puerta. En un segundo su expresión seria se ha ido, pero aún me siento confundida por lo que dijo, confundida con la idea de Cuatro siendo "amable".

—¡Aquí vamos! —grita Shauna. El tren no ha disminuido la velocidad, pero ella se lanza del vagón. Los otros miembros la siguen, una corriente de personas vestidas de negro, perforadas no mucho mayores que yo. Me detengo en la puerta junto a Uriah. El tren está yendo mucho más rápido que todas las otras veces que he saltado, pero me atrevo a saltar, golpeó duro el suelo y tropezando hacia adelante unos pasos antes de recuperar el equilibrio.

Uriah y yo corremos para alcanzar a los miembros, junto con los otros Iniciados.

Miro a mi alrededor mientras camino. El Cubo está detrás de nosotros, negro contra las nubes, pero los edificios que me rodean son oscuros y silenciosos. Eso significa que debemos estar al norte del puente, donde la ciudad está abandonada.

Doblamos una esquina y nos esparcimos a medida que caminamos por la Avenida Michigan. Al sur del puente, la Avenida Michigan es una calle muy transitada, repleta de gente, pero aquí está desierta.

Tan pronto como levanto mis ojos para explorar los edificios, ya se a donde vamos: el vacío edificio Hancock, un pilar negro con vigas entrecruzadas, el edificio más alto al norte del puente.

A medida que nos acercamos, los miembros empiezan a correr, y Uriah y yo nos apuntamos para alcanzarlos. Empujándose unos a los otros con los codos, se apresuran a través de una serie de puertas en la base del edificio. El vidrio de una de ellas está roto, por lo que es sólo un marco. Paso a través de ella en lugar de abrirla y sigo a los miembros a través de una misteriosa, y oscura entrada, haciendo crujir los vidrios rotos bajo mis pies.

Espero a que subamos por las escaleras, pero nos detenemos en los ascensores.

—¿Los ascensores funcionan? —le pregunto a Uriah en un susurro.

—Claro que sí —dice Zeke, poniendo los ojos en blanco—. ¿Crees que soy lo suficientemente estúpido como para no venir aquí antes y encender el generador de emergencia?

—Si —dice Uriah—. En parte lo hago.

Zeke mira a su hermano, luego le hace una llave en la cabeza y frota los nudillos en el cráneo de Uriah. Zeke puede ser más bajo que Uriah, pero debe ser más fuerte. O por lo menos, más rápido. Uriah lo golpea en el costado, y él lo deja ir.

Sonrío al ver el cabello revuelto de Uriah, y las puertas del ascensor se abren. Nos amontonamos adentro, los miembros en uno y los Iniciados en otro. Lynn me pida los dedos de los pies en el camino y no se disculpa. Agarro mi pie, haciendo una mueca, y considero patearla en la espinilla. Uriah mira su reflejo en las puertas del ascensor y se acomoda el cabello.

—¿Qué piso? —dice Lynn.

—Cien —le digo.

—¿Cómo sabes tú eso?

—Lynn, vamos —dice Uriah—. Se amable.

—Estamos en un edificio de cien pisos abandonado con algunos de Osadía —replico—. ¿Por qué no lo sabes tú?

Ella no responde. Solo empuja el dedo pulgar en el botón correcto.

El ascensor se eleva muy rápido tanto que mi estómago cae y mis oídos se tapan. Me aferró a una barandilla a un lado del ascensor, mirando los números ascender. Pasamos el veinte y el treinta, y el cabello de Uriah está finalmente sin problemas. Cincuenta, sesenta, y los dedos de mis pies palpitan. Noventa y ocho, noventa y nueve, y el ascensor se detiene en el cien.

—Me pregunto cómo vamos a llegar a la azotea de...—la voz de Uriah se desvanece.

Una corriente de aire muy fuerte chocó contra nuestros rostros, haciendo que mi pelo se ponga encima de mi cara, me lo quito del rostro y logro observar el gran agujero que se encontraba en el techo de la planta cien.

Zeke coloca una escalera de aluminio contra el borde para poder subir, la escalera cruje y oscila bajo sus pies, sin embargo el continua subiendo y silbando. Cuando ya se encontraba en la azotea sujeta el extremo de la escalera para que los demás podamos subirla.

Me encontraba en el tejado del edificio Hancock. El viento sopla con tanta fuerza que me agarró de Uriah para no caer por el borde.

Todo se veía muerto, y es que aún lado se encontraba el pantano ancho, marrón y en contacto con el horizonte; mientras que por el otro lado yacía la ciudad y, en muchos sentidos; ambos estaban muertos.

Uriah señala algo que estaba entre los postes de la torre, se trataba de un cable de acero bastante grueso, como mi muñeca. En el suelo hay una pila de eslingas con tela gruesa, lo bastante grandes para poder cargar a un ser humano. Zeke agarra una y la engancha a una polea que cuelga del cable de acero.

Sigo con la mirada la ruta del cable, veo que pasa por los edificios y sigue por Lake Shore Drive. No sé donde acaba, pero me emociona que si continuo con esto voy a poder averiguarlo.

Vamos a deslizarnos por un cable de acero en una eslinga negra colgada a trescientos metros de altura.

—Dios mío —dice Uriah.

Siento no poder haber publicado más capítulos. Pasa que no tenía inspiración, este capítulo ya estaba casi terminado pero al final no me gustó cómo iba quedando, así que lo borré. Y después me quedé sin inspiración por un largo tiempo, además que las tareas y las semanas de exámenes, los eventos me traen aturdida. Y ni siquiera ha terminado, yo creo que seguiré inactiva por dos semanas más.

Pero trataré de actualizar. Agradezco el apoyo que le están dando a la historia, en serio. Gracias, me hacen muy feliz.

Lxs quiero, y como dije trataré de actualizar.

Cuídense. Bye.

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