𝘾𝘼𝙋𝙄𝙏𝙐𝙇𝙊 𝘿𝙊𝙎
Espere frente a una puerta y un abnegado me abrió, se hizo a un lado para que yo pasara sin tener que empujarlo.
Tenía mis manos a los costados, al entrar lo primero que vi fue mi reflejo en el espejo, vi a una chica de cabello mediano color castaño. No muy blanca pero tampoco muy morena, estaba en ese punto intermedio. Ojos de color azul oscuro, era más o menos alta. Llevaba puesto un traje de Erudición, muy normal entre nosotros, típicamente de color azul.
Volví mi mirada al estirado, y recordé que los altruistas rechazaban la vanidad, e inmediatamente me pregunté—: ¿Cómo puede trabajar en un lugar como este?.
—Hola soy Charls yo impartiré tu prueba el dia de hoy —dice —siéntate por favor —me ofrece el asiento, yo le hago caso y me siento acomodando bien mi cabeza.
—La prueba te dará múltiples opciones, depende de las que tomes, uno por uno se irán eliminando facciones hasta llegar a un solo resultado —me explica él. —Te pido que por favor te tomes esto —dice ofreciéndome un líquido color azul. Asiento y me la tomó sin pausa.
Me acomodo de nuevo y cierro los ojos, al abrirlos me encuentro en la cafetería, pero la diferencia era que no se encontraba nadie, me acercó a una ventana y se nota a que estaba nevando.
Me doy la vuelta y me encuentro con dos canastas que contenían algo diferente. La primera tenía queso, y la segunda un cuchillo.
—Elige —escucho una voz.
—¿Por qué? —preguntó.
—Elige—repite.
Me giro por encima de mi hombro y no veo nada, vuelvo mi vista a las canastas —¿Qué haré con ellos?.
—¡Elige! —grita está vez. Pero eso hace que mi temor desaparezca, y sea reemplazada por la obstinación.
Cruzó mis brazos, y frunzo el ceño.
—Como quieras —dice ella.
Las canastas desaparecen. Y se escucha el chirrido de la puerta, decido darme la vuelta para ver quién entra. Pero lo que veo no era lo que imaginaba, veía un perro corriendo en mi dirección. Un ladrido sale desde el fondo de su estómago. El queso hubiera venido bien.
O el cuchillo. Pero es demasiado tarde.
Pienso en correr, pero el es muy rápido sería en vano. Mi cabeza golpea, debo apresurarme en tomar una decisión. Tal vez pueda saltar encima de una de las mesas y usarla como escudo, no, no tengo la suficiente fuerza para volcar las.
El perro gruñe, incluso puedo sentirlo.
Una vez leí que los perros pueden oler el miedo a causa de una sustancia química secretada por las glándulas humanas en un estado de coacción, el mismo químico que segrega la presa del Perro. Oler eso los lleva a atacar. El can se me acerca a centímetros, con sus uñas raspando el piso.
No puedo correr. No puedo luchar. En lugar de eso solo puedo oler el mal aliento del perro evitando pensar en qué acababa de comer. No hay blanco en sus ojos, sólo un destello negro.
¿Qué más debo saber sobré los perros?. No debo mirarlo a los ojos, eso sería una señal de agresión.
El perro se acerca más, sigue gruñendo. Si mirarlo fijamente a los ojos es signo de agresión, signo de sumisión sería...
Me hundo hasta las rodillas. La última cosa que quiero hacer es acostarme en el suelo delante del perro, haciendo que sus dientes estén a la altura de mi cara, pero es la mejor opción que tengo. Estiró las piernas detrás de mi y me apoyo en mis codos. El perro se acerca más, y más, hasta que siento su cálido aliento en mi cara. Mis brazos están temblando.
Me ladra en el oído, y aprieto mis dientes para no soltar un grito.
Algo áspero y húmedo toca mi mejilla. Los gruñidos del perro paran y cuando levanto la cabeza para mirarlo de nuevo, estaba jadeando. Lamiendo mi cara. Me siento en mis talones. El perro apoya sus patas en mis rodillas y me lame la barbilla. Me estremezco limpiando la baba de mi piel, y me río.
—¿No eres una bestia tan feroz, eh?
Me levanto despacio para no asustarlo, pero parece un animal diferente al que me enfrenté hace unos segundos. Extiendo la mano, con cuidado, para poder retroceder si lo necesitó. El perro me da un golpe a mi costado con su cabeza. De repente estoy contenta de no haber elegido el cuchillo.
Parpadeo, y cuando mis ojos se abren, una niña se encuentra del otro lado de la sala llevando un vestido blanco. Ella estira las dos manos y grita: —¡Perrito!
Mientras ella corre hacia el perro a mi lado, yo abro la boca para advertirle, pero soy demasiado lenta. El perro se da la vuelta. Ladra, gruñe y encaja, y sus músculos se tensan como alambre enrollado. A punto de saltar. No pienso, sólo salto; acabo de saltar, arrojando mi cuerpo sobre el perro, envolviendo mis brazos alrededor de su grueso cuello.
Mi cabeza golpea el suelo. El perro se fue y también la niña. En lugar de eso estoy sola en la sala de pruebas, ahora vacía. Me doy vuelta en un círculo lento y no puedo verme en ninguno de los espejos. Empujó la puerta y salgo al pasillo, pero no es un pasillo; es un autobús, y todos los asientos están ocupados.
Estoy en el pasillo y me aferró a una barra. Sentado cerca de mi, está un hombre con un periódico.
No puedo ver su cara por encima del papel, pero si sus manos. Tiene cicatrices como si se hubiese quemado, y están apretadas alrededor del papel, como si tuviera la intención de arrugar lo.
—¿Conocéis a este hombre? —me pregunta. Señala la imagen en la página principal del periódico. El título dice: ¡Asesino Brutal Finalmente Aprehendido! Me quedó en la palabra ''asesino''.
En la foto debajo del título está un hombre joven con cara plana y una barba. Siento que lo conozco, aunque no recuerdo cómo.
—¿Y bien? —se puede notar ira en su voz—. ¿Lo haces?
Una mala idea, no, una muy mala idea. Mi corazón late con fuerza y me aferró a la barra para parar los temblores de mis manos, por entregarme. Si le digo que conozco a ese hombre del artículo, algo horrible va a pasar conmigo. Pero debo decirle la verdad.
—¿Lo haces? —repite.
—¿Y bien?
Un escalofrío me atraviesa. Mi miedo es irracional, esto es sólo una prueba, no es real.
—Si —dije despacio, pero lo repito —Si—.
Se pone de pie y, finalmente, veo su cara. Lleva gafas de sol oscuras y la boca doblada en una mueca. Su mejilla es ondulada con cicatrices, al igual que sus manos. Se inclina cerca de mi cara. Su aliento huele a cigarrillos.
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