𝘾𝘼𝙋𝙄𝙏𝙐𝙇𝙊 𝘿𝙄𝙀𝘾𝙄𝙎𝙀𝙄𝙎
Me encontraba en la fila, por delante de mí había 5 personas... después de mi se encuentra Uriah.
Sin embargo hay una parte de mi que gime, cada vez que veo como la fila por delante de mí se va reduciendo y así me acerca más a ser yo la siguiente en ser lanzada.
Ninguno de los miembros parece en absoluto asustado. Ellos actúan como si lo hubieran hecho miles de veces antes, y tal vez lo hicieron. Pero cuando miro por encima del hombro, veo que la mayoría de los Iniciados se ven pálidos o preocupados, incluso si se hablan con entusiasmo unos a otros.
De pronto yo ya me encontraba a la cabeza de la fila, yo era la siguiente en lanzarse por encima de doscientos metros en el aire.
Me estremezco mientras Zeke cuelga mi arnés del cable.
—No te preocupes —dice Zeke justo al lado de mi oído. Él me toma del brazo y me ayuda a entrar, boca abajo.
Las correas se aprietan al rededor de mi cintura, y Zeke me desliza hacia adelante, hacia el borde del techo. Miro hacía abajo, a las vigas de acero del edificio y las ventanas negras, todo el camino a la acera agrietada.
—¿Lista, Iniciada? —Zeke me sonríe— Tengo que decir que estoy impresionado de que no estés gritando y llorando en este momento.
—Te lo dije —dice Uriah—. Ella es Osadía hasta la médula. Ahora manos a la obra.
—Cuidado hermano, o no podría apretar tus correas lo suficiente —dice Zeke. El golpea su rodilla—. Y entonces, ¡plaf!
—Sí, sí —dice Uriah—. Y entonces nuestra madre te herviría vivo.
—Solo si se entera. —Zeke tira de la polea del cable de acero. Lo sostiene, y me mira par decirme—: Preparados, listos, y...
Antes de que pueda terminar la palabra "ya", él suelta la correa y lo olvido, me olvidó de Uriah, de mi madre, y de todo lo malo en general.
Escucho el metal deslizarse contra el metal y el viento se siente tan intenso que fuerza lágrimas en mis ojos mientras me precipito hacia el suelo.
Me siento como si fuera insustancial, sin peso. Delante de mí la Ciénaga se ve enorme, sus manchas marrones extendiéndose más allá de lo que puedo ver, incluso a esta altura. El aire es tan frío y tan rápido que lástima mi cara. Tomo velocidad y un grito de alegría se eleva dentro de mí, solo me detengo por el viento que me llena la boca al segundo que mis labios se abren.
Sostenida segura por las correas, echo mis brazos hacia los lados y me imagino que estoy volando. Me sumerjo hacia la calle, que está agrietada y desigual y sigo perfectamente la curva de la ciénaga. Me puedo imaginar, aquí arriba, como se veía la ciénaga cuando estaba llena de agua, como acero líquido como si reflejará el color del cielo.
Mi corazón late tan fuerte que duele, y no puedo gritar, y tampoco respirar, pero puedo sentir todo, cada vena y cada fibra, cada hueso y cada nervio; todos despiertos y zumbando en mi cuerpo como si estuviese cargada de electricidad. Soy pura adrenalina.
El suelo crece y sobresale por debajo de mí, y puedo ver a las personas pequeñas de pie en el pavimento. Debería gritar, como cualquier ser humano racional haría, pero solo chillo de alegría. Grito más fuerte, y las figuras en el suelo levantan sus puños y gritan de vuelta, pero están tan lejos que apenas los escucho.
Miro hacía abajo y el suelo debajo de mí es un borrón, todo gris, blanco y negro; vidrio, pavimento y acero. Zarcillos de viento, suave como cabello, envuelven mis dedos y empujo mis brazos hacia atrás. El suelo se hace más y más grande.
No reduzco la velocidad durante un minuto por lo menos, pero navego en paralelo al suelo, como un pájaro.
Cuando me detengo, me paso los dedos por el cabello. El viento me lo enredó. Cuelgo a unos seis metros por encima del suelo, pero la altura parece nada ahora. Alcanzó detrás de mí y trabajo para desatar las correas que me sostienen. Mis dedos tiemblan, pero aún así me las arreglo para aflojarlas. Un grupo de miembros se sitúan por debajo. Se aferran unos a otros por los brazos, formando una red de miembros por debajo de mí.
Con el fin de bajar, tengo que confiar en ellos para que me atrapen. Tengo que aceptar que estás personas son de los míos, y yo soy de los suyos. Es un acto más valiente que deslizarse por la línea.
Me retuerzo hacia adelante y caigo. Golpeó duro sus brazos. Los huesos de sus muñecas y antebrazos presionan en mi espalda, y luego unas palmas se envuelven alrededor de mis brazos y me ponen de pie. No sé qué manos me sostienen y qué manos no lo hacen: veo sonrisas y escucho risas.
—¿Que piensas? —dice Shauna, dándome palmadas en el hombro.
—Mmm....— Todos los miembros me miran. Se ven tan arremolinados como me siento, el frenesí de adrenalina en sus ojos y sus cabellos retorcidos. Entiendo porque los demás decían que los osados son una manada de locos.
—¿Cuando puedo volver a hacerlo? —digo. Mi sonrisa se extiende suficientemente amplía como para mostrar los dientes, y cuando se ríen yo me río.
Miro hacía el edificio Hancock, que está tan lejos de donde estoy que no puedo ver a las personas en el techo.
—¡Mira! ¡Ahí está! —dice alguien, señalando por encima de mi hombro. Sigo el dedo apuntando hacia una pequeña forma oscura deslizándose por el cable de acero. A los pocos segundos escucho un grito espeluznante.
—Apuesto a que va a llorar.
—¿El hermano de Zeke, llora? De ninguna manera. Se ganaría un fuerte golpe.
—¡Sus brazos se están agitando!
—Suena como un gato estrangulado —digo. Todo el mundo se ríe de nuevo.
Cuando Uriah finalmente se detiene, sigo a los demás miembros a reunirme con él. Nos alineamos debajo de él y empujamos nuestros brazos en el espacio entre nosotros. Shauna ancla una mano alrededor de mi codo. Agarro otro brazo —no estoy segura de a quién pertenece, hay demasiadas manos enlazadas.
—Estoy segura de que cada rincón de tu cuerpo es Osado —dice Shauna. —Noah.
Todavía huelo como el viento cuando entro en la cafetería esa noche. Para el segundo después de que camino dentro, estoy entre una multitud de Osadía, y me siento como una de ellos. Entonces Shauna me saluda con la mano por lo que la gente se separa, y me acerco a la mesa donde Nathan, Christina, Tris, Al y Will están sentados, mirándome con la boca abierta.
No pensé ni siquiera en Nathan cuando acepté la invitación de Uriah. En cierto modo, es satisfactorio ver las aturdidas miradas en sus rostros.
—¿Dónde estabas? —pregunto Nathan—. ¿Que hacías con ellos?
—Te lo digo después Nathan.
—Yo también quiero saber el chisme —dice Christina.
—No es muy importante. Ellos realmente no me querían ahí.
—Puede que no te hayan querido allí entonces —dice Will tranquilamente—, pero parece que les gustas ahora.
—Bueno. No importa. —trato de sonar lo más convincente posible, no quiero que Christina crea que estoy mintiendo.
—En fin. Te perdiste a Christina casi golpeando a un Erudito —dice Al.
Ellos narran la historia, mientras yo asiento en algunos lapsos de tiempo haciendo creer que estoy atenta a cada palabra que ellos pronuncian.
Pero realmente mi mente está en mirar hacia abajo del edificio Hancock, y en la imagen que tuve de la totalidad de la ciénaga llena de agua, restaurada en su antigua gloria. Miro por encima del hombro de Will a los miembros, que se están lanzando pedazos de comida los unos a los otros con sus tenedores.
Tengo que sobrevivir a la siguiente etapa de la Iniciación.
Volví, tal vez no les alegre o tal vez si
Bueno aquí tienen un nuevo capítulo, pero solo les digo que no se a ciencia cierta si actualizaré seguido. Este semestre en mi escuela está fuerte, así que tengo que esforzarme, y más en Sociales que fue la materia en la que me fue mal. Si no lo hago mis padres me quitarán el celular, y ustedes saben lo que eso significa.
Así que trataré de actualizar solo cuando tenga tiempos libres.
Lxs quiero mucho y denle apoyo a la historia, por favor. Bueno sin más que decir me retiro.
Bye bye
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