𝘾𝘼𝙋𝙄𝙏𝙐𝙇𝙊 𝘾𝘼𝙏𝙊𝙍𝘾𝙀
Decidí salir de la habitación para poder observar la fosa. No entraría, simplemente trataría de asomarme para ver cómo va todo ahí.
Al llegar veo a familias Osadas con los nacidos en Intrepidez, una madre con un arete en la ceja, un padre con un tatuaje en el brazo, un Iniciado con cabello púrpura, toda una familia unida. Veo a Drew y a Molly parados solos al final de la habitación, con sonrisas reprimidas. Al menos sus familias no vinieron.
Pero la de Peter sí, está a lado de un hombre alto de cejas tupidas y una mujer pequeña de aspecto humilde de cabello rojo. Ninguno de sus padres luce como él, ellos dos usan pantalones negros y camisas blancas, típica ropa de los de Verdad.
Me pregunto: ¿Saben ellos que clase de persona es su hijo?
Mi vista viaja por toda la habitación y encuentro un rostro conocido. Era Cara, ella estaba junto a Will. Deje de observar, y me alejé, seguro estaba pálida. Y es que tal vez mi madre se encuentre aquí, sé que es de cobardes huir, sé también que en algún momento nos encontraremos pero prefiero que no sea en este momento.
Tal vez sea una cobarde, pero no quiero encontrarme con ella.
Me alejo y vuelvo al dormitorio de los Iniciados Trasladados. Sacó el libro de un cajón, creo que sería un buen momento para leerlo.
Escucho la puerta abrirse. Se trataba de Al, él se sienta encima su cama.
—¿Qué haces aquí? —pregunto— ¿Tus familiares no vinieron?
Al voltea a verme. Me acomodo en mi lugar.
—¿Por qué estás aquí? Deberías estar en la Fosa con tus familiares —digo.
—Tú también —dice él— creo que tú tienes una razón más sensata que la mía.
—Bueno, nadie vino a verme —digo, Al me mira con pena—, y estoy bien. No quería que nadie viniera por mi. ¿Y tú? ¿Por qué no te encuentras en la Fosa?
—No quiero que me pregunten como lo estoy haciendo —dice—. Tendría que contárselos, y ellos sabrían si estoy mintiendo.
—Te entiendo...
—¡No lo haces! —dice elevando su tono de voz— Tú, no perdiste ninguna pelea. En cambio yo perdí desde la primera vez con Will. No estoy haciéndolo bien, para nada bien.
—Supongo que tienes razón —siseo—. Tal vez no tengo la completa idea de lo que estás pasando, pero déjame decirte que no siempre ha habido logros en mi vida. Antes de venir acá yo no encajaba en ningún lugar.
>>Cuando llegue aquí me prometí mejorar, para poder complacerme a mi misma, no lo hago por mis padres o para caerle bien a los demás...me di cuenta que eso no sirve para nada. De que sirve que yo me esfuerce tratando de caerle bien a los demás, si no me gusta cómo soy. Así que lo que soy ahora, es lo que siempre quise ser. Tu deberías hacer lo mismo, confía en ti, esfuérzate más para ser quien quieres ser. Vas a notar una gran diferencia.
Al me mira, un brillo destaca en sus ojos, una sonrisa se asoma en su rostro. Es otro Al, no es el que entró hace un momento a esta habitación. Le regreso la sonrisa.
—¡Ahí estás! Tus padres estaban buscándote ¿Te encontraron?
Al niega con la cabeza. Tris voltea a verme y baja la cabeza. No digo nada y salgo de ahí, no quiero entrometerme en su charla y mucho menos escucharlos. Prefiero estar sola.
Después de la cena vuelvo al dormitorio junto a Nathan. Cuatro tenía la clasificación ahí.
Al llegar veo a todos al rededor de Cuatro, el tablero estaba en el suelo apoyado contra las piernas de él, de espaldas a nosotros. Cuatro está de pie con un pedazo de tiza en la mano.
—Para aquellos de ustedes que acaban de llegar, estoy explicando cómo se determinan los rangos —dice—. Después de la primera ronda de peleas, los clasificamos en función a su nivel de habilidad. El número de puntos que ganaron depende de su nivel de habilidad y el nivel de habilidad de la persona a la que vencieron. Ganan más puntos por mejorar y más puntos por golpear a alguien de un alto nivel de habilidad. No recompensé al que se aprovechó de los débiles. Eso es cobardía.
Sus ojos se detuvieron sobre Peter, y después sobre Edward en la última línea.
—Si tienen un alto rango, pierden puntos por perder con un rival de bajo rango.
Molly deja escapar un ruido desagradable, como un resoplido o una queja.
La segunda etapa de la formación será más difícil que la primera etapa, ya que está más estrechamente ligada a la superación de la cobardía —dice—. Dicho esto es extremadamente difícil tener un rango alto al final de la Iniciación si tú rango fue bajo en la primera etapa. Vamos a anunciar mañana los recortes. El hecho que sean transferidos e Iniciados nacidos Intrépidos no se tendrá en cuenta. Cinco de ustedes podrían ser un Sin Facción y ninguno de ellos. O cinco de ellos podrían ser un Sin Facción y ninguno de ustedes. O cualquier combinación de éstos. Dicho esto, aquí están sus rangos.
Cuelga la pizarra en el gancho y da un paso atrás para que podamos ver la clasificación:
1. Edward.
2. Noah.
Perder contra Edward me había hecho descender un puesto. Bueno no está tan mal. Tengo dos etapas más para llegar a la cima.
3. Peter.
4. Nathan.
5. Will.
6. Christina.
7. Molly.
8. Tris.
9. Drew.
10. Al.
11. Myra.
Nathan igual había bajado un puesto al haber perdido contra Peter.
El silencio en la sala es incómodo, como si se balanceara hacia atrás y adelante en una repisa.
—¿Qué? —demanda Molly. Ella apunta a Christina—. ¡Le pegué! Le pegué en cuestión de minutos ¿y ella está clasificada por encima de mi?
—Si —dice Christina, cruzando los brazos. Lleva una sonrisa de autosuficiencia—. ¿Y?
—Si tienes la intención de asegurarte un puesto más alto, te sugiero que no tomes la costumbre de perder ante rivales de bajo rango —dice Cuatro, con su voz cortando a través de los murmullos y quejas de los otros Iniciados. Guarda la tiza y camina a mi lado sin mirar en mi dirección.
Una vez que conozco mi resultado tengo las ganas de volver a la habitación de los Iniciados nacidos en Intrepidez. Pero Nathan se interpone en mi camino.
—¿A dónde vas? —me pregunta él.
—A dormir —digo.
—Puedes quedarte a dormir hoy más —dice él—, mañana ya podrás estar aquí, por favor quédate.
—Esta bien —digo rodando los ojos.
Esa noche me cuesta conciliar el sueño, no podía dormir, estaba inquieta.
Entonces me pongo a pensar en muchas cosas. Comienzo a formular hipótesis en mi cabeza sobre cómo será la siguiente etapa de entrenamiento, debo esforzarme para lograr pasarla con un buen rango.
Escucho una pelea a través de la habitación y levanto la cabeza de la almohada. No logro ver nada más que oscuridad. Escucho un arrastre de pies y el chirrido de un zapato. Un ruido sordo.
Y luego un gemido que me pone los pelos de punta. Lanzo las mantas hacia atrás y me pongo de pie en el suelo de piedra con los pies descalzos. Todavía no puedo ver lo suficientemente bien como para encontrar la fuente del grito, pero veo un bulto oscuro en el piso de una litera más abajo. Otro grito perfora mis oídos.
—¡Enciendan las luces! —grita alguien.
Los gritos seguían. Eran de dolor, sangre; ese grito viene de la boca del estómago y se extiende a cada rincón del cuerpo.
Las luces se encienden.
Edward se encuentra ahí, en el suelo junto a su cama, agarrando su rostro. Rodeando su cabeza hay un río de sangre, y sobresaliendo entre sus dedos arañados está el mango de un cuchillo de plata. Lo reconozco como un cuchillo de mantequilla del comedor. La hoja está atascada en el ojo de Edward.
Myra, quien está a los pies de Edward, grita. Alguien más grita también, y alguien chilla pidiendo ayuda. Edward todavía está en el suelo, retorciéndose y gimiendo.
Me acerco hasta su cuerpo, me agachó hacia su cabeza, con las rodillas presionando sobre la piscina de sangre, pongo mis manos sobre sus hombros.
—Quedate quieto —le digo. Edward se agita de nuevo, y le digo fuerte, severamente—: Te dije, quédate quieto. Respira.
—¡Mi ojo! —grita.
Huelo algo fétido. Alguien vómito.
—Sácalo —grita—. Sácalo, sácalo de mi. ¡Sácalo!
Había leído una vez, que no podíamos retirar el objeto punzante porque al retirarlo podemos dañar peor el ojo. Solo un especialista podía manejarlo.
—No —le digo—. Un médico debe quitarlo. ¿Me escuchas? Dejemos que el médico la saque. Y respira.
—Duele —solloza.
—Lo se, pero respira. ¿Puedes pararte?
—Si, pero necesito ayuda —me responde con su voz entrecortada por quejidos.
—Bien, te ayudaré.
Lo primero que hace es sentarse, luego le ayudo a que el se pare. Paso uno de sus brazos por encima de mi hombro.
—Te llevaré a la enfermería, tu solo confía en mí —le digo.
Caminamos por pasillos, y antes de llegar vienen dos osados, alejan a Edward de mí y se lo llevan.
No puedo creer en lo que pasó, dudo que esto sea real, Edward está camino al hospital en este momento, y gracias a que unos desalmados y resentidas personas le clavaron un cuchillo en el ojo. Como una manera de salvación para ellos mismos. Yo sé quiénes lo habían hecho. Eran Peter y Drew, ellos lo hicieron.
Vuelvo a la habitación por mis zapatos y mi chaqueta. Nathan estaba ahí, pero no dice nada. Después de todo no había nada que decir.
Teníamos un día libre. Iba a volver a esa habitación por Nathan, para que me acompañe el resto del día. Al llegar veo la litera de Edward despejada con los cajones abiertos, vacíos. Al otro lado de la habitación, la litera de Myra se ve de la misma manera.
Cuando le pregunto a Nathan donde se fueron, él dice: —Renunciaron.
—¿Incluso Myra?
—Ella dijo que no quería estar aquí sin él. Iba a ser cortada de todos modos.
—Eso significa que Al se queda ¿Verdad?
—Supongo —responde.
Me acerco al tablero. Alguien dibujo una línea a través de los nombres de Edward y de Myra, cambiaron los números al lado de todos los demás nombres. Ahora soy la primera.
Hasta acá el capítulo, espero que les guste. Agradezco que apoyen la historia. Tanto que ya vamos a llegar a 1000 votos. Estoy tan feliz. Se los agradezco. Trataré de mejorar mi narración.
Bueno lxs amo. Cuídense y tomen agüita.
Okey bye.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro