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18.- La presa escurridiza

Diecinueve de septiembre.

Se supone que, a las personas malas, les pasan cosas malas. Según la teoría del karma, eso es un hecho.

Pero... Si eso era cierto, ¿En serio había arruinado la vida de tantas personas al iniciarlas en el mundo de las adicciones? ¿Era este su karma?

Intentó hacer las cosas bien por mucho tiempo, pero no resultaron y tuvo que buscar un atajo para lograr una sola cosa: sobrevivir. Sin embargo, esto la trajo aquí.

Temprano en la mañana. Otra mañana en el infierno. Ya había perdido la cuenta del tiempo que había pasado. Los días se transformaron en semanas, las semanas se transformaron en un mes, según lo que Krone le había dicho.

Hubiese perdido totalmente la cordura, de no ser por una cosa.

El escape estaba cerca. Más cerca de lo que alguna vez se imaginó. Sabía perfectamente qué era lo que tenía que hacer, incluso si tenía que enterrar sus sentimientos, lo haría.

Nada tenía importancia. De todos modos, ella ya había visitado el mismísimo infierno. No sólo eso, había incluso explorado el mundo de las pesadillas en el último mes.

Había explorado todos sus miedos. Dormir parecía más un castigo que un descanso. En este caso, todos sus miedos se basan en ser rechazada por las personas que ama.

Pero ya no había nada que hacer, es más, ni siquiera tendría que estar pensando en eso. Toda su mente tendría que estar centrada en una sola cosa.

No sabía si debía confiar mucho en el supuesto aliado de Krone. Estaba poniendo mucho de sí en riesgo. Su vida y la posibilidad de ver a su pequeña hermana de nuevo.

Bueno, realmente ya no era tan pequeña... Pero siempre sería su niña, eso era lo que importaba. Aunque, realmente, no sabe siquiera si ella quiere verla. Tampoco si al menos está viva. Sólo sabe que tiene sus objetivos bien organizados y no va a permitirse otra falla.

Oh, pobre Anna. Cree que con tan sólo tener sus objetivos bien claros va a poder cumplirlos. Mi nombre es Eleanor, la encargada de narrarles esta desafortunada historia. Sólo voy a advertirles una cosa ¿bien? Esta rebelión va a costarle mucho más de lo que piensa. Va a perder mucho en el camino.

Cómo bien pudieron deducir—que, si no lo hicieron, estoy decepcionada de su baja capacidad mental—, soy una persona solitaria, no por elección, pero estoy conforme. Soy ajena a todos estos sucesos que narro, pero no quiere decir que no tenga mis pequeños "inconvenientes" con ellos. Este es tan sólo el inicio de mi historia... La historia de mi sangre maldita, aquella que fué mi eterna condena.

°. * . °

—Krone... Lucy está muy fría— informaba Michelle, tocando repetitivamente la frente y el cuello de la niña. Quién seguía durmiendo aún. Todas concluyeron que la reciente enfermedad que contrajo era la responsable de una posible baja de temperatura.

—¿En serio? —preguntó, acercándose a ellas y repitiendo lo mismo que Michelle—, pues sí, si lo está. Tal vez le bajó un tanto la temperatura—.

—¿No... no estará...? — preguntaba Olivia, mientras se arrodillaba junto a Lucy.

—No creo. No... no sería posible— le respondía Peggy, quién, al igual que Olivia, estaba arrodillada junto a la niña. Susan se encontraba tras ellas, tomando a Michelle de los hombros.

Del otro lado del colchón, estaba Anna, dándole la espalda a la situación. No porque no le importase, sólo que necesitaba descansar para lo que le esperaba.

Y hubiese seguido así, de no ser porque unos minutos después, todas estaban intentando despertarla. Ya sea sacudiéndola, gritándole o intentando hacer que se sentase.

Rápidamente, se levantó y observó la situación de la que había estado escuchando durante un largo rato. Observó la preocupación y la desesperación de todas las presentes. Sin embargo, la palidez en el rostro de Lucy resaltaba.

No sabía qué hacer, no podía abrirse paso entre todas y revisar el pulso de Lucy. Todo el alboroto haría de este algo casi indetectable. Además, no está segura de que enfermedad podía ser. No sabía nada, pero quería ayudar.

Movió su cabeza de lado a lado repetidamente, buscando algo que pudiera servir. Su vista se detuvo en uno de los vasos de agua, los cuales eran de aluminio, por lo que servirían para lo que quería hacer.

De la manera que pudo, se abrió paso entre todo el lío, acercando el vaso cerca del mentón de Lucy. Estaba esperando que su aliento hiciera que el brillante metal se empañase.

Sin embargo, nada sucedió.

El vaso seguía estando igual, ningún tipo de cambio en su superficie. Anna acercó su oído al pecho de Lucy. Tampoco oía ningún latido. Sostuvo su muñeca, en búsqueda de una última esperanza.

Unos minutos después, con los ojos ya humedecidos, negó lentamente con la cabeza. Lucy no respondía, no iba a hacerlo nunca.

Peggy, iracunda, se levantó dirigiéndose a la puerta y azotando esta misma con sus manos. Gritaba sin parar, con el errado pensamiento de que tendrían un mínimo de respeto por los muertos. Pronto, ella cayó de rodillas, liberando alaridos que tenía reprimidos hace mucho tiempo.

Susan y Michelle abrazaban el ahora cuerpo sin vida de la pequeña Lucy. Krone estaba calmando a Olivia, quién pronto fue tras Peggy.

Anna sólo podía presenciar todo el caos, sintiéndose culpable de no haber podido ser lo suficientemente rápida para conseguir la libertad que, probablemente, le hubiese salvado la vida a esa pequeña niña.

Luego, sólo distinguió la mirada de Krone, la cuál decía sólo una cosa.

"Tenemos que escapar. Rápido".

°. * . °

Habían pasado un par de horas, horas en las que se dedicaron a intentar acomodar el cuerpo de Lucy, aquella que nunca pudo volver a ver la libertad. Todas querían dejarla descansar. La subieron al colchón y la cubrieron cuidadosamente con unas mantas viejas.

Fué un trabajo difícil, pues Susan se negaba a soltar el cuerpo de la pequeña. La sostenía entre sus brazos, pidiéndole perdón repetidas veces. Besaba su frente y le rogaba un despertar. Cosa que obviamente no sucedió.

Pero mientras más pasaba el tiempo, Anna sabía que se acercaba la hora de la verdad. Los nervios la estaban matando. Se sentía ahogada, sofocada o cómo quieran decirle. Sentía una fuerte presión en el pecho y un peso en la espalda.

Tenía que lograrlo, estas chicas dependían de ella al ciento por ciento, ella era la última esperanza. El puente entre la tierra y el infierno.

Sabía que tendría que confiar en el plan, pero la vida ya le venía enseñando que la confianza sólo le pone una venda en los ojos, alejándola de ver la realidad.

—Quiero que escapes y que lo hagas bien. No quiero que ninguna más de ellas muera esta noche. ¿Entendido? — le mangoneó Peggy al oído.

—Te prometo que así será— le respondió ella.

°. * . °

Se había memorizado el plan a la perfección. Sabía que, en algún momento, irían a buscarla. Tendría que aprovechar ese momento y... Bueno, hacer lo que tenía que hacer. Sólo así podría lograrlo.

Pudo sentir el sonido de la puerta, aquel que le había aterrado el último tiempo, ahora era sólo música para sus oídos.

El asunto era bastante simple, ya había aprendido a cómo actuar de una manera "apropiada" para no ser reprendida por los centinelas, ni por Andrew. Lo único que la tranquilizaba, es que él no era a quién iba a ver.

Con un movimiento de cabeza, estos le indicaron que la llamaban. Ella miró a todos lados. Rápidamente, se dirigió con Susan y la rodeó con sus brazos, aferrándose fuertemente a ella.

—Lo harás, créeme que lo harás— le susurró esta.

Anna asintió, al borde del llanto y con los nervios carcomiéndola.

Ella estaba muerta, muerta por dentro. Y ahora tendría que escarbar con uñas y dientes para salir de su ataúd. Estaba decidida a lograrlo.

Rápidamente, fué con los centinelas. Dándole, lo que ella creía, un último vistazo a ese lugar. Qué equivocada estaba. Ella no lo sabe, pero esa no será la última vez que vería este maldito monoambiente.

Caminó junto a ellos. Sintiendo el corazón a mil. Respirando profundamente, una y otra vez. Ya se había memorizado el camino hacia "la alcoba del horror" cómo solía decirle Olivia. Aunque no se tardaban nada yendo hacia allá, la caminata se le hizo eterna. Se notaba que eran despistados y nuevos en lo que hacían, pues no se percataron de que Anna dejó caer un arete, evitando el cierre completo de la puerta.

En el momento en que abrieron la puerta, el alivio que sintió al ver que no era Andrew quién la esperaba no tenía precio. Sentía la esperanza crecer en su interior. Esta vez, decidió creer en las palabras que Emma solía decir.

"La esperanza es lo último que se pierde".

Ella se acercó. Temblando y sin poder pronunciar palabra. Juraba que su corazón podría salir saltando en este momento.

—Anna. ¿cierto? — preguntó este misterioso aliado.

—Sí... ¿Usted... usted quién es? — tartamudeó.

—Lastimosamente, no puedo decirte. Por tu seguridad y la mía. Sólo puedo decirte que vengo de parte de una amiga tuya.

—¿Una amiga mía...?

—La señorita Liddell. Aunque usted debe conocerla cómo... — no pudo terminar, no antes de que Anna interrumpiera.

—Emma. ¿Emma sabe que estoy aquí? ¿Cómo está? ¿Cómo están todos?

—Relájese... Pronto lo sabrá—bajó su tono de voz—, el plan es el siguiente. Yo voy a distraer a los centinelas ¿bien? Y en ese momento, correrá todo recto hasta la derecha. Allí va ver unas escaleras manuales. Súbalas y estará en una pequeña cabaña. Salga de ahí y corra lo más rápido que pueda. Corra hasta que vea el muelle. Se sabe el camino desde ahí ¿cierto?

—Sí... Pero, ¿A dónde se supone que tengo que ir?

—A dónde quiera. Disfrute su libertad cómo desee. Oh, y tome esto—dijo así, para entregarle un revólver—, úsela si la cree necesaria—.

Anna se quedó estática momentáneamente, viendo directamente lo que le estaba ofreciendo.

—Ah... Perdón, es que no me gustan las armas.

—Señorita, no es una elección. Tiene que usarla. En un momento, los centinelas van a entrar y usted va a apuntarles. Ahí inicia el plan.

Sorprendida y algo nerviosa, Anna dió un respiro y tomó el arma. Ahora agradecía a todos los programas de criminalística que solía ver con Ray cuando aún solían llevarse bien. Pero ese emo que se quedó atascado en el dos mil doce es otro tema del que no vamos a hablar... Por lo menos, no ahora. El tema es que sabe cómo empuñar un arma sin parecer un niño de tres años sosteniendo una pistola de agua.

Luego, él llevó su índice a sus labios, haciendo una señal de silencio. Lentamente, abrió la puerta. Anna no alcanzó a escuchar lo que decía, pero, de igual manera, le hizo caso. Colocó ambas manos en su arma, para usar la técnica de pulgares superpuestos. Además de ser la única que recordaba bien, era una de las más usadas, pues es de mayor estabilidad y facilita el control del arma tras un disparo.

Ya con el arma entre sus manos, Observó cómo el sujeto acercó a los centinelas, adentrándolos a la habitación. Este tenía su arma en la oreja de uno, mientras que ella le apuntaba al otro.

—Muévete y lo último que vas a ver es tu sangre corriendo por la habitación— le dijo el aliado a su rehén, mientras él levantaba las manos, en señal de derrota.

Sin embargo, su compañero no siguió el ejemplo de su compañero. Él acercó su mano a dónde estaba su arma, lentamente. Lo que él no sabía, era que Anna previó su movimiento. Velozmente, apuntó el revólver hacia su mano. Apretó el gatillo y consiguiente de eso, una fuerza la hizo tirarse hacia atrás.

Desgraciadamente—o no—, Anna no goza de la mejor puntería. Así que, en vez de dispararle en la mano, terminó disparando en su muslo. Cosa de la que se dio cuenta cuándo lo vió retorciéndose del dolor.

Ella empezó a temblar, sintiéndose aturdida por la situación.

—¡Corra! ¡Vamos, váyase! — le gritaba el hombre al que ahora le debía la vida, mientras señalaba la puerta con la cabeza, pues estaba ocupado reteniendo al centinela que quedaba vivo.

Ella sólo le hizo caso, salió corriendo lo más rápido que pudo, sin pensar en lo que pasaba atrás. Estaba segura de que iban a llegar refuerzos, así que más le valía apurarse. Corrió por el pasillo, ignorando el caos que pasaba a sus espaldas. Nunca había corrido tan rápido cómo ahora, esta vez tenía una gran motivación: miedo y esperanza.

Sin embargo, escuchó dos disparos, sumado de alaridos llenos de dolor. No sabía a quién le habían disparado, pero más le valía no averiguar. Hubiese seguido corriendo, de no ser porque una voz tras de ella captó su atención.

—¡Krone! ¡¿Qué estás haciendo aquí?! — exclamaba, confusa y alegre a la vez.

—Oí disparos y vine lo más rápido que pude...—se tomó un momento para recuperar su aliento—, dejé a las chicas adentro para que estén a salvo. Sólo quería asegurarme de que estabas bien. Buen viaje de regreso, Anna—.

—Krone... Esto puede sonar cómo una locura, pero... Quisiera que vengas conmigo—Krone la miró confusa—, escucha, te mereces esta oportunidad, ven conmigo—.

—Pero... ¿Quién cuidará de las chicas?

—Yo creo que ya están listas para protegerse entre ellas... Lo entenderán. Cuando salgamos de aquí, prometo explicarles.

Krone sólo asintió firme y repetidamente, mientras ambas empezaban a correr de nuevo. Tuvieron que acelerar la velocidad cuando escucharon voces tras de ellas.

Al parecer, la vida se estaba poniendo de su lado, pues llegaron a la escalera más rápido de lo que pensaban. Anna fué la primera en subirlas, arrojando el arma al suelo, ya no la necesitaría. Después de que subiera, Krone iría detrás de ella.

Sin embargo, cuándo ya había subido unos cinco escalones, escuchó un disparo... Un disparo demasiado cerca, para su mala suerte. El corazón se le aceleró por milésima vez en el día, no quería voltear. No iba a voltear. No podía mirar atrás.

Finalmente, su instinto le ganó y terminó volteando. Krone yacía casi inconsciente en el suelo, con una herida sangrante.

—¡No! —exclamó, bajándose automáticamente de la escalera, acercándose a Krone—, ¡Resiste! ¡Vamos! ¡Tenemos que salir de aquí! —Ella revisó la herida, dándose cuenta de que era muy grave—, ¡Maldición! —.

De pronto, sintió una presencia frente a ella. Subió un tanto la mirada, observando que tenía un arma también. Lo más lógico, es que fue él quién le disparó a Krone, cosa en la que no estaba equivocada.

Casi sin pensarlo, se levantó y fue por su arma, repitiendo instintivamente la maniobra que había hecho en la habitación. Sólo que esta bala no fué en la pierna, fué directo en el pecho.

Sus manos empezaron a temblar de nuevo, pero ahora tenía que revisar a Krone, intentar buscar la manera de salvarla. Ya había muerto Lucy en la mañana, no iba a permitirse otra pérdida.

Sin embargo, la poca consciencia que le quedaba a Krone, la dejó dar un último aliento.

—Vete... corre... ¡Corre! ¡Ve con Lucas, anda!

Al principio, se negaba rotundamente, pero la voluntad de Krone era esa y no podía faltarle el respeto a esta.

Decidida, tomó el arma y la puso bajo su mentón, presionándola contra su pecho, mientras con las fuerzas que le quedaban, empezó a subir.

No fue muy difícil llegar, sin embargo, una sorpresa le esperaba arriba.

—¿A dónde tan rápido, Muñequita? — preguntaba ese infeliz, del cuál reconoció la voz de inmediato.

—¡No te atrevas a tocarme, Andrew! —acomodó el arma entre sus manos, de nuevo—, ¡Acércate y te disparo! — ambos empezaron a dar una vuelta lentamente, Anna quería acercarse a la puerta y Andrew sólo le seguía el juego.

—Vamos, Muñequita, vuelve allí dentro y me encargaré de que no te vaya tan mal ¿sí?

—¡Nunca! ¡Ni siquiera en mil años volvería allí dentro!

—Bueno, que consté que te lo advertí— se abalanzó hacia ella. Sin embargo, ella fue más rápida. Cumplió sus advertencias y terminó disparándole en el miembro.

—Yo también te lo advertí. El que avisa no es traidor, maldito cerdo. ¡Sufre cómo yo sufrí, hijo de perra! — exclamó, para luego salir corriendo de esa cabaña.

Ahora ella observaba dónde se encontraba, estaba en medio del bosque. Estaba sin zapatos y realmente cansada. Pero eso no importaba ahora, tenía que correr por su vida.

Ahora ella era una presa, tenía que ser astuta si quería sobrevivir.

°. * . °

I always come back.

REGRESÉ MIS AMORES, ES OFICIAL.

Regresamos hasta con nueva portada y todo, yujuuuu.

Bueno, también voy a aclarar unas cosas. Después de casi dos meses (que por más de que suene poco, para mí fue mucho) de no subir absolutamente nada, la inspiración finalmente llegó a mi.

Y por si se preocupan, ya estoy mucho mejor. Estoy en un proceso de sanación, pero eso es mucho blah blah blah.

Sé que este capítulo fué algo corto, pero bueno, ya sé que se están muriendo de hambre.

¡¡Chau, se me cuidan!!

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