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17.- Padre e hijo

Diecinueve de septiembre.

El aroma del café recién hecho inundaba la habitación. El café le gustaba sin leche, ni azúcar, le gustaba amargo, pues sentía que lo ayudaba a pensar mejor. Además, amaba llevarle la contraria a su papá, un fanático del té.

Sí, Ray siempre fué un buscapleitos, incluso fuera de la escuela, en la cual se vió involucrado en muchas peleas. Por esos y otros más antecedentes, fué enviado a terapia. Siempre terminaban concluyendo que todo lo que le pasaba, era por malas experiencias de la infancia.

La terapia se le hacía muy aburrida, no hacían más nada que hablar sobre él, cosa que detestaba mucho. Pero hubo un cierto consejo que, realmente, se le complicaba mucho.

Principalmente, se lo dio su mamá, poco después de que Yuugo falleciera. Cuando empezó a ir, volvieron a dárselo, por lo que decidió ponerlo en marcha.

"Viejo canoso:

Realmente, no sé hacer esto. No soy cómo Norman o Emma, yo no soy experto en esto de las cartas. Sólo quería decirte un par de cosas. Lo siento mucho. Siento haberte ignorado por tantos años, sé que no lo merecías. Pero, maldición, también fué duro para mí. Me tuve que alejar de todos ustedes para intentar protegerlos. Me tuve que acostumbrar a una vida sin mi mejor amigo y, con una persona nueva que decía ser mi mamá. Sinceramente, no lo vi así al principio. Los recuerdos vagos que tengo de Dina, me hacen pensar mucho. Por un tiempo ella también fué la única mamá que conocí. Quiero a Isabella, con el tiempo he aprendido a llevarme con ella, pero, siento que no la conozco realmente. Hay algo que me oculta, pero no sé si quiero saberlo, ya sé demasiado y eso arruinó mi relación con ustedes por completo. Cómo sea, perdí mucho el rumbo. Quiero decirte que te quiero y te extraño mucho, realmente me haces falta. Daría todo para que toques mi puerta, preguntándome cómo había sido mi día. Quiero odiarte, tú me mentiste por mucho tiempo... Pero sigues siendo mi papá y nunca dejé de necesitarte. ¿Podrías perdonarme? Prometo que voy a cuidar a la familia, no te voy a defraudar. Quiero que sepas que estoy muy orgulloso de ser tu hijo".

Eso era lo mejor que podía hacer, nunca había escrito tanto y, mucho menos, desde el corazón. Estaba intentando hacer lo mismo con Anna, pero, simplemente, no podía. Porque hacer eso, significaba rendirse y despedirse de ella, algo que no estaba dispuesto a hacer.

Ahora mismo, se encontraba en su habitación, sentado en su escritorio y el café en mano, sin saber qué hacer, cómo en toda su vida. Realmente, nunca supo cómo sentirse en ninguna situación. No sabía cómo ni que sentir. Ver cómo todos podían identificar sus sentimientos tan fácilmente, hacía que las dudas inundasen su cabeza. ¿Acaso era él quién estaba mal? Nunca supo cómo expresarse adecuadamente, tampoco relacionarse con ninguna persona. Siempre decía que nunca encontraba personas con sus mismos intereses, pero, realmente, cuando los encontraba, nunca hacía nada para interactuar.

Nunca pudo dejar de juzgarse a sí mismo. Odiaba no poder hacer amigos. Nunca pudo hacer amigos por su propia cuenta, todos los amigos que alguna vez tuvo, fueron gracias a Emma. Recuerda que, en muchas ocasiones, llegó a envidiarla un poco. ¿Cómo todo era tan fácil para ella? Hacía amigos a dónde fuera, todo el mundo la quería y admiraba muchísimo, además de que ella tenía una habilidad atlética de no creer y siempre estaba llena de elogios por eso.

Al recordar todo eso, simplemente suspiró y le dió un sorbo a su taza de café. En eso, escuchó un fuerte ruido en la sala, haciendo así que diera un pequeño salto y derramase el café sobre él.

—Maldita sea—susurró—¡Gilda! ¡¿Qué te he dicho de correr en la sala?!—.

Estaba a punto de salir a ver si ella estaba bien, pero recordó que había salido con Lucas hacía un rato. Sabía que Emma no rondaba por esos lados a esa hora, así que no había manera de que fuera ella.

Casi de manera automática, tomó la escoba que tenía al costado de su habitación, mientras salía lentamente. Bajó las escaleras de la manera más silenciosa posible y, para cuando ya estuvo abajo, vió una silueta. Esta estaba de espaldas, por lo que no podía verlo. Realmente, él tampoco podía ver muy bien, pues las cortinas estaban cerradas. La silueta estaba intentado ordenar lo que había hecho caer, maldiciendo entre dientes por eso.

Sin pensarlo dos veces, Ray, con la escoba en manos, corrió hacia esta y empezó a batir la escoba en su contra.

—¡Ray! ¡Detente, soy yo! — le decía, mientras intentaba cubrirse.

Este no le hizo caso, por lo que forcejearon por un rato, hasta que la silueta lo empujó al otro lado de la sala. Cuanto estuvo libre, encendió la luz.

Cuando Ray divisó de quién se trataba realmente, dejó caer la escoba al suelo, retrocediendo lentamente.

—¿Cómo es que...? Digo, se supone que tú...— le decía Ray.

—No creíste que estaba muerto ¿o sí?

—Ni por un segundo.

Fué lo último que dijo antes de correr a abrazarlo.

—¡Maldito seas, Norman! ¡Si te mueres de nuevo, voy a matarte!

—Gracias por esa cálida bienvenida, casi no sentí el odio— decía mientras se sobaba los golpes.

—¡¿Cómo se te ocurre entrar a mi casa así?! ¡Si hubiese tenido una pistola, te hubiese disparado!

—Lo sé, lo sé, pero ¿Qué querías que hiciera, entonces?

—No sé, que hubieses tocado la puerta cómo una persona normal. Oh, lo olvidé, tú no eres normal.

—No sería un saludo tuyo si no me insultas ¿cierto?

—Sí, lo que sea, ¿Cómo diablos sobreviviste a ese incendio?

—Ray, siquiera déjame llegar al menos.

Al paso de unos minutos, ambos estaban sentados en el comedor. Ray estaba esperando que Norman empezara a hablar, mientras sostenía a Eliza, la gata de Gilda en brazos, quién había regresado desde hacía poco de una estadía en la veterinaria.

Eliza era una linda gata gris, con mucho pelo, y los ojos verdes. Fué nombrada así por Elizabeth Schuyler, una socialité que fué fundamental fundar el primer orfanato privado de Nueva York. Aunque, sinceramente, le puso así por su caracterización en Hamilton, el musical que revolucionó Broadway. Gilda amaba ese musical de una manera inexplicable, pues la hizo enamorarse del teatro. También amaba lo bien logrados que estaban los vestuarios y las canciones, simplemente eran mágicas.

—Ese incendio fué provocado, Ray, eso lo sabes.

—Algo realmente obvio, si me preguntas a mí.

—Bueno... Yo lo inicié.

—No me jodas— decía, mientras casi deja caer a Eliza de la impresión.

—Escucha, cuando llegué a mi casa, fui directo a mi habitación y me dormí, entonces...

—No me interesa si te diste una siesta, quiero explicaciones.

—A eso voy. Cuando desperté, mi celular ya no estaba en la mesa de noche, por lo que asumí que lo había dejado en la sala o algo así. Mientras lo buscaba, las noticias estaban encendidas. Así me enteré de lo Annie.

"Gracias por recordármelo, imbécil" pensaba Ray. Siempre que hablaba con alguien, ya sea Gilda, Emma o Lucas, ella siempre era el tema de conversación.

—Cuando quise llamarlos por el teléfono fijo, no tenía línea. Fuí a preguntarle al personal, que, por cierto, no era el que yo conocía, me dijeron que estaba malo. Después, quise salir, pero me dijeron que mi padre había dado indicaciones de que me quedase en casa. Ahí fué dónde confirmé mis sospechas.

—Así que, básicamente, te secuestraron en tu propia casa. Sabes qué, no quiero traumatizar a la pobre Eliza— decía, mientras bajaba a la gata al suelo y esta se iba escaleras arriba.

—Algo así. Pero, mi padre, después de las cosas que, bueno... Lo que pasó con mi madre, nunca quiso que yo me sintiera inseguro en casa nunca más. Siempre me dijo que, cuando lo sintiera, leyera un poco. Le hice caso y me dirigí a una biblioteca que tenemos.

Ray era la única persona que sabía toda la situación que Norman pasó con su madre. Pues sabía que era la única persona que no empezaría a sacar conclusiones a la ligera.

—¡¿Tienen una biblioteca?!—Norman lo miró de manera amenazante—Oh, bueno, tenían—.

—Como sea, encontré algunos libros, los cuales tenían código morse escrito. Me dio pistas y... Descubrí un pasadizo cerca de las estanterías, uno que me ayudaría a escapar sin ser visto. Sabía que ellos querían matarme, así que facilité su tarea un poco. Fue difícil saber dónde empezar el incendio, pues los más factibles, eran lugares muy importantes para mí. Mi primera opción fué la sala de carpintería. Pero tengo un par de recuerdos bonitos con mi padre en ese lugar. Por ejemplo, la primera cosa que hice, fué un pequeño caballito de mar. No voy a mentir, estaba horrible, pero a él le gustó, así que se lo quedó.

Ese era el recuerdo más preciado que tenía con su padre. Recordaba la luz cálida de aquella sala, también cómo James le enseñaba paso por paso el arte de la carpintería. Era un pasatiempo relajante si llegabas a dominarlo, estresante en las primeras veces.

Cuando por fin pudo hacer una, era muy fea. Ese caballito de mar parecía estar rogando para que terminasen con su vida y poder ser libre, pero a James le enorgullecía que su hijo, a una corta edad, fuera capaz de dominar algunas técnicas básicas.

—Lo narras cómo si fuera un podcast, es increíble, continúa— le decía Ray.

—Al final, me decidí por la biblioteca, pensé que...

—Eres un monstruo— le interrumpió.

—Tranquilízate, la mayoría eran libros de leyes o ni siquiera eran interesantes, puedes quedarte tranquilo. Sólo salvé unos cuantos. Los dejé en una caja fuerte, también para dejarle un mensaje a mi padre. Para que supiera que estoy bien, dejé mis libros favoritos, excepto por uno que me llevé conmigo. Al llevarme ese libro, sabrá perfectamente dónde estoy.

—¿Y cuál es ese libro tan misterioso?

Norman se levantó de la mesa y fué por el pequeño bolso que llevó consigo, sacando de este un ejemplar de Alicia en el país de las maravillas.

—Tú y Emma tienen una obsesión extraña con ese libro, acéptalo, es muy extraño. Peter Pan es mil veces mejor.

—Sólo te gusta porque aparece el Capitán Garfio.

—¡Entiende que él era el héroe! Peter Pan era un tipo rarito con apariencia de puberto que se llevaba a los niños de sus casas para quedarse con ellos. Garfio les ofreció a Wendy, sus hermanos y a los niños perdidos unirse a su tripulación.

Ambos se quedaron en silencio un momento, había algo en lo que Ray acababa de decir. Lo que estaba pasando en Winston Valley, era extrañamente similar al cuento de Peter Pan.

—Maldición— dijo Ray.

—Por eso escapé, Ray, tenemos que descubrir que es lo que pasa. Mi padre dijo que trabaja con una persona que también está intentando detenerlos. Su nombre es William Minerva.

—Espera, ¿William Minerva? Creo que he escuchado a Emma nombrarlo alguna vez.

—¿Emma conoce a William Minerva? ¿Dónde está ella? Dile que venga.

—Debe de estar en el hospital.

—¿Hospital? ¿Está bien?

—Oh, creo que olvidé mencionarte eso... Conny está viva, apareció hace unas semanas. Está hospitalizada, Emma la visita siempre. Ahora tiene mucho más tiempo para estar con ella, la suspendieron, así que...

—¡¿La suspendieron?!

—Sí, tuvo su primera pelea escolar, al final del día, es mi hermana, algo debemos de tener en común ¿no?

—Cómo sea, llámala y dile que venga.

—Hazlo tú, ¿Qué soy? ¿Un sirviente?

—No tengo teléfono, genio. Esto es una situación seria, no juegues ahora.

Ray aceptó a regañadientes. Tomó su teléfono y marcó al número de Emma. En ese momento, escucharon su teléfono arriba.

Ambos corrieron escaleras arriba, dirigiéndose a aquella habitación. Encontrándose así, con el teléfono de Emma sobre las almohadas. La habitación estaba ordenada, nada estaba fuera de lugar.

Ray se dirigió a este, tomándolo en sus manos.

—¿Emo pirómano? ¿Enserio me tiene agregado así? Lo de la cocina fué un accidente—decía Ray, volteando a ver a su amigo—Tú no crees que soy un pirómano ¿verdad, Nor...? ¿Por qué estás llorando? —.

—No creí que aún los tuviera...— decía este, por lo bajo. En sus manos, se encontraban los dos vasos, unidos por aquel hilo. Con el tiempo, estos se deterioraron un poco, pero seguían sirviendo.

—Por favor, ella preferiría sacrificarme a mí antes que a ese par. Muchas veces me pregunté por qué los seguía conservando... Pero ahora la entiendo, es la única manera en la que se siente conectada contigo. Ha sufrido mucho, ya le había pasado, pero nunca la había visto así.

—Nunca debí volver, fué una tontería. Ahora por mi culpa...

—Norman, ¿Por qué siempre haces eso?

—¿El qué?

—Siempre te echas la culpa de cualquier cosa que pase, también pides perdón por todo. A lo largo de los años, también me he dado cuenta de que siempre intentas arreglar todo, incluso cosas que no te afectan en lo más mínimo. Siempre estás dando todo por todo el mundo, también intentas caerle bien a todos los que conoces. Entiende de una vez, nunca vas a ser perfecto. Van a haber personas a las que les caerás mal porque sí ¿Y qué? Sólo sé tú mismo y ya, deja de mortificarte tanto por cosas que no puedes solucionar. Emma tiene problemas, sí, pero eso no significa que tú los hayas ocasionado, tampoco que puedas solucionarlos.

—Vaya... No sé qué decir.

—No tienes que decir nada, simplemente analízalo. Voy a ir al hospital, preguntaré por Emma y vuelvo.

—Bien, me dices cómo está Conny, mándale mis saludos.

—No voy a pasar a ver a Conny... Sólo voy a preguntar por Emma.

—¿Por qué? Oh... Ya lo entiendo. Ya la viste ¿cierto?

—Sí. Un día pasé por Emma y la ví. Norman, ella y Annie son idénticas. Me sorprende lo parecidas que son.

—Puedo imaginarlo, siempre fueron muy parecidas... Bueno, ve rápido y pregunta si está ahí.

°. * . °

—Te vamos a extrañar mucho, Lucas...— decía Gillian, aferrándose al brazo de Lucas.

—Lo sé, Gi, pero me di cuenta de que ustedes tienen un hogar al cuál volver y... Tampoco quiero que dejen a Nigel solo. Estamos pasando por una situación que, algún día, les explicaré. Ahora, apresúrense, tienen un tren que tomar.

Lucas se despedía de ambos, abrazándolos y diciéndoles lo mucho que los extrañaría, también lo mucho que tenían que cuidarse.

—Nos vemos luego, papá— le dijo Oliver, partiendo junto con Gillian.

Cuando estuvieron en el vagón del tren, ambos se despidieron con las manos, tras el cristal de la ventana. Lucas hacía lo mismo, pronto, el tren empezó a moverse, pero él empezó a perseguirlo, hasta que el andén llegó a su límite.

A la par de eso Gillian y Oliver dejaban de divisarlo, sólo veían el mismo paisaje que observaron cuando volvieron.

Ambos estaban muy cansados, así que cayeron dormidos en cuanto tuvieron la oportunidad.

°. * . °

Se encontraba caminando por un patio muy familiar, con tan solo dar unos pasos, descifró que estaba en Magna Convallis, el orfanato en dónde terminó de crecer.

No tenía muchos recuerdos de su madre, pues siempre estuvieron ellos dos solos y ella trabajaba mucho para que él tuviera una vida digna. Pero uno de sus recuerdos favoritos, sin duda, era cuando ella hacía galletas. No tenían mucho dinero, por lo que en su cumpleaños ella no se podía permitir comprarle un pastel, así que le hacía galletas. Él era un niño pequeño, por lo que cada cosa que su madre le daba, tenía un inmenso valor para él. Nunca supo qué pasó con ella, pero sólo esperaba que, si algo malo le había pasado, ella no hubiese sufrido.

Después de llegar al orfanato, se unió al Taller de Repostería Infantil Gratuito. No se le complicó convertirse en uno de los alumnos estrella de Lucas, sobre todo, con las galletas. Cuando Lucas les regalaba sus galletas secretas, él se sentía extraño.

Estas galletas sabían exactamente igual que las de su madre.

Recordaba cómo ese día, después del taller, Lucas lo notó muy extraño. Se le acercó y, Oliver terminó por desahogarse con él.

Le contó lo mal que se sentía y lo mucho que extrañaba a su madre. Pero en especial, recuerda las palabras exactas que le dijo.

"Desearía que tú fueras mi papá, así haríamos galletas todos los días y podríamos ver películas de navidad".

Realmente, el pensaba que su verdadero padre era una persona egoísta, una persona que los había dejado a él y a su madre solos. Aunque su madre decía que no lo odiase, que algún día, le explicaría lo que pasó.

Luego de que le dijo eso a Lucas, él pidió un permiso especial para llevarlo a él, a Nigel y a Gillian a ver películas en su casa. Esa fué la primera vez en mucho tiempo que, realmente, sintió el amor de una familia. Incluso, por navidad, le concedieron un permiso de hogar temporario. Principalmente, porque la Hermana Josephine, la encargada de dirigir Magna Convallis, era una gran amiga suya. Esa navidad, Yuugo se había llevado a Emma y Ray a la ciudad, pues el regalo de navidad de Emma era ir al zoológico por primera vez.

Esa navidad fué la mejor de sus vidas. Nigel había llegado al orfanato cuando tan solo tenía cuatro años, mientras que Gillian había estado ahí desde que tenía un año. Oliver había pasado lindas navidades con su madre, claro que llenas de carencias, pero repletas de amor.

Incluso, llegó a fantasear con una realidad alterna, en dónde su madre y Lucas estaban casados y que ellos tres eran sus hijos.

Aunque no todo eran simplemente recuerdos, también tenía experiencias nuevas. Por ejemplo, Lucas les contó que, por mucho, se estuvo preparando para solicitar adoptarlos. Pero, lamentablemente, fue denegada, pues no cumplía con ciertos requisitos que, ahora mismo, no recordaba, pues cuando le negaron la adopción, tuvo una de las peores borracheras de su vida.

Un poco después de eso, adoptaron a Gillian, ella estaba muy feliz, pues siempre quiso ser adoptada y, creía que, por su edad un poco avanzada, nadie iba a hacerlo. Un mes después, adoptaron a Nigel, él estaba muy nervioso, pero también estaba feliz. El único que no estaba feliz cuando fue su turno, era Oliver. Él No quería separarse de Lucas, pues él fué la única figura paterna que tuvo en su vida. No quería reemplazarlo, no quería tener otro padre, sólo quería estar con Lucas.

Los primeros meses en los que fue adoptado, no fueron desagradables, pues una amorosa mujer, de una edad algo avanzada, lo adoptó. Le brindó una educación de primera y un hogar cálido. Pero la suerte no estaba del lado de Oliver, así que, después de dos años, esta falleció. No vamos a mentir, él se sentía mal. Cada familia que tenía, se desmoronaba.

Pasó su adolescencia en el sistema, hasta que ya no pudo formar parte de este. Pero no iba a dejar que la vida lo derrumbase, él iba a seguir adelante, esa fué una de las cosas que Lucas le enseñó. Así que dió lo mejor de sí, llegando a conseguir una beca en la universidad.

Un poco antes de entrar a la universidad, recibió un mensaje. Un mensaje que cambiaría el rumbo de su vida.

"HOLAAA (oh, perdón, eso sonó desesperado y loco, déjame iniciar de nuevo). Hola. (Aaaa, eso suena muy serio, no soy un estafador, voy a volver a inciar). Hola ; ) no sé si me recuerdes, pero tú y yo estuvimos en el orfanato juntos".

"Hola, extraño (o extraña) de internet. He estado en muchos orfanatos, así que no sabría decir muy bien si te recuerdo o no" le respondió.

"En Magna Convallis, en ese pueblito en Maine, Winston Valley" contestó esa extraña persona.

"Espera un momento, ¿Gillian? ¿Eres tú, Gi?" volvió a escribir.

"SIII, soy yoooo. Me imagino que te debes de estar preguntando que de dónde saqué tu número, pues una de mis amigas trabaja en una cafetería, me dijo que te conoció. También dijo que aún tenía tu número y PUM, ahora estamos en contacto de nuevo".

Desde ese momento, recuperó contacto con sus mejores amigos. El resto es historia.

°. * . °

—¡Oliver! —le gritaba Gillian—¡Ya llegamos! —.

—Sí, Gillian, sí, ya sé que estás emocionada por ver a tu novio— le decía este, mientras se levantaba de su asiento y movía su cuello de lado a lado.

A los ojos de Oliver, cuando se trataba de Nigel, Gillian se comportaba cómo una niña pequeña con un dulce.

El camino a casa desde la estación no era largo, pues vivían a dos cuadras de esta. Gillian caminaba cada vez más rápido, realmente extrañaba a Nigel, además, después de todo lo que había pasado, le urgía un abrazo suyo.

Y cuando menos se dieron cuenta, ya estaban fuera del departamento. Ellos pensaban que, en el momento en que entrasen, Nigel estaría cocinando o limpiando. Pero, se encontraron con todo menos eso.

Él se encontraba en la mesa, frente a su computadora, con su rostro entre sus brazos, llorando desconsoladamente.

Ambos fueron rápidamente a ver que sucedía. Gillian lo tomó de los hombros, mientras le preguntaba qué estaba sucediendo. Él sólo la abrazó, cómo nunca antes lo había hecho. Estaba buscando protección y estabilidad, cosa que, normalmente, era él quién brindaba. Realmente, ella nunca había visto a Nigel llorando.

Oliver leyó lo que decía la computadora, quedando atónito y, a la vez, furioso.

"Parricida sale de la cárcel:

El parricida Joshua Miller, quién hace diecinueve años fue sentenciado a cadena perpetua, sale en libertad por buena conducta.

El imputado fue declarado culpable por el crimen en contra de su exesposa Katherine Wood y su hija menor, a quiénes asesinó a sangre fría la noche del veintisiete de marzo...".

Ahora lo entendía todo, entendía por qué él odiaba tanto su cumpleaños. Nigel siempre había dicho que su madre y hermana habían fallecido, pero nunca le había dicho que había sido de una manera tan trágica.

No iba a recriminarle nada, simplemente quería estar ahí y apoyarlo.

Así estuvieron por un par de horas, hasta que Nigel cayó profundamente dormido en el sofá al cuál Gillian lo había recostado.

—Oliver...— le decía Gillian, alejándose de Nigel.

—¿Qué sucede, Gi?

—Hay algo que necesito que sepas. Lo he estado guardando por mucho tiempo, pero ya no aguanto más...—dió un respiro, mientras limpiaba las lágrimas que no se tardaron en salir—Se suponía que iba a ser una sorpresa, pero... Sólo te pido que no te enojes conmigo—.

—Gi, en un momento cómo este, enojarme contigo sería inútil. Dilo.

—Sonya... Ella... Ella estaba embarazada. Pensaba decírtelo cuando volviéramos, pero...— Gillian no pudo pronunciar más palabras, pues Oliver la había interrumpido con un abrazo.

Ese abrazo era algo que ambos necesitaban mucho. Ese momento tuvo un antes y un después en sus vidas.

Sí, Oliver estaba muy sorprendido. Sonya y él eran muy jóvenes y les faltaban muchas cosas por hacer... Pero, maldición, él hubiese buscado la manera de solucionar todo. Prefería una vida con Sonya y su hijo, una en la cuál tuviese que luchar con todo lo que tenía para sacar adelante a su familia... Prefería eso mil veces antes de perderla para siempre.

Luego de un rato, salió a la terraza y tomó su teléfono. Con las manos tan temblorosas, que apenas pudo marcar ese número.

Luego de un par de minutos, el tono de "llamada en espera" cambió.

Hola, te comunicaste con el teléfono de Sonya Mercer. Por el momento no puedo contestar, deja tu mensaje después del tono.

—Hola, Sony... ¿Por qué no me dijiste nada? Creí que nos contábamos todo. Tú odias las sorpresas, no entiendo por qué lo ocultaste. ¿Por qué le contaste a Gillian y no a mí? Entiendo que ella es tu mejor amiga, pero... Me duele. Si yo lo hubiese sabido... Ni siquiera se me iba a pasar por la cabeza ir a Winston Valley sin ti. ¿Sabes? Te empecé a notar rara hace un tiempo... Pero creí que era el estrés de los estudios...—para este punto, las palabras se habían convertido en sollozos ahogados—Te extraño mucho más de lo que te imaginas... Te amo... Espero que puedas escucharme, donde sea que estés—.

Fue lo último que dijo, antes de tirar su teléfono por la terraza de toda la frustración que estaba sintiendo. Por mucho tiempo, estuvo reprimiendo sus emociones. Ahora podía echarse a llorar, mientras la brisa fría acariciaba su rostro ya humedecido por sus lágrimas.

°. * . °

Habían pasado más horas de las que podían contar, aún no sabían nada sobre Emma. La noche había caído hacía ya un rato... Lo cuál es irónico, pues Emma es cómo el sol y... Bueno, era de noche.

Norman y Ray decidieron contarle a Lucas lo que estaba pasando, pues ya era un tema de gravedad. Todos estaban con los nervios y el miedo a flor de piel, primero fue Anna, ahora también esto.

—Tenemos que alertar esto, Emma es menor de edad, las autoridades tienen que hacer una búsqueda inmediata— decía Norman.

—Norman...—le respondía Lucas—¡¿No entiendes que, si alertamos que la estamos buscando, pueden mandarla más lejos de aquí?!... Lo siento, me salí de mis casillas—.

—Perdón, pero estoy muy preocupado por ella, Lucas... Obviamente van a saber que la estamos buscando ¡Eso es lo que quieren!

—¿Qué más hacemos, Lucas? —preguntaba Ray—No hemos descubierto ni sabido nada en horas. Tan sólo mira a Gilda, se quedó dormida de tanto llorar. En este punto, tengo que ponerme del lado de Norman—.

Lucas volteó a ver a la chica. Se encontraba acostada en el sofá, abrazando a Eliza.

—Norman, Ray ¿Seguros de que revisaron bien su cuarto?

—Sí— le respondió Ray.

—¿Revisaron la cabecera de su cama?

—¡Claro! ¡Ahí era donde escondía los exámenes de Química! —exclamaba Norman—Vamos Ray, voy a necesitar que me ayudes—.

Ambos subieron rápidamente, si les dieran una moneda cada vez que subieron a la habitación de Emma en busca de respuestas, sólo tendrían dos cada uno, pero es curioso que se haya repetido en un solo día.

Movieron la cama, viendo así cómo un trozo de papel caía al suelo. Lo tomaron y lo llevaron abajo lo más rápido que pudieron.

"Fuí a buscar respuestas"

—¿Respuestas? —se cuestionaba Lucas—¿De dónde va a sacar respuestas? —.

Esa pregunta se estuvo formulando en sus mentes por casi una hora, hasta que un cambio en la iluminación marcó una gran diferencia.

—¿Ven eso? — preguntaba Norman.

—¿Qué cosa? — Ray se asomaba para intentar ver algo.

—Las huellas...—decía Lucas—¡El diario de Dina! —.

Fué esta vez Lucas quién subió corriendo. En el momento en que llegó, revolvió todos los cajones desesperadamente, buscando este.

Cuando lo tuvo en sus manos, pudo sentir su corazón acelerándose por las emociones que recorrían su cuerpo. Pues no había tocado este en años, obviamente, seguía teniendo rastros de polvo.

Bajó rápidamente. Junto con Norman y Ray, empezaron a buscar algún tipo de respuesta... Pero, simplemente, no conseguían encontrar nada.

—A ver—decía Norman, mientras sostenía el diario, detenido en el índice de aquel—Si nosotros fuéramos Emma, ¿Qué capítulo en específico estaríamos leyendo? —.

Los tres pensaron por un momento.

—Amistades— dijo Ray.

—Relaciones amorosas— contradijo Lucas.

—Yo iba a decir pérdidas, pero revisemos esos.

No encontraron nada en el de amistades, por lo que se trasladaron a relaciones amorosas y tampoco encontraron nada, sólo una carta de Dina para la persona que lograse entrar en el corazón de su preciosa hija.

—Te hablan, Norman— se burlaba Ray.

—Ray, ¿Qué te dije de ponerte serio? — le respondía este.

—Lo siento, sabes que pierdo la seriedad cuando me pongo nervioso. ¿Por qué crees que no pude dejar de reírme cuando murió tu hámster?

—Da igual.

Siguieron buscando hasta llegar al capítulo veinte, pérdidas.

Se dieron cuenta de las palabras subrayadas, pero, cuando fueron a la última página...

Sólo encontraron unos pequeños restos de lo que esta solía ser.

—¡Maldición! —gritaba Ray—¡Estábamos tan cerca! —.

—Lo sé, ahora ya no tenemos nada— complementaba Norman.

—Esperen... —les decía Lucas—Este diario fue escrito hace bastante tiempo... Dina no hubiese dejado ningún mensaje si no supiera algo... Ella siempre sospechó de una persona en específico. Nunca le creí, pero ahora... Puede ser algo muy probable—.

—¿De quién sospechaba? — preguntaba Ray.

—De tu abuela—le respondía este—Sarah, la madre de tu mamá—.

—¡¿Está viva?! ¡Ella me dijo que había muerto hace años!

—Pues no, no lo está. Si Emma fue a buscar respuestas en algún lugar, tuvo que ser su casa— decía Lucas, levantándose de su silla.

Los tres estaban en la sala, sentados, sin saber qué hacer.

Lucas sabía dónde quedaba la casa de Sarah, pero, de igual manera, no podía hacer nada, no tenía ningún tipo de prueba en su contra.

Todas las investigaciones que había hecho con Yuugo y Dina habían sido destruidas. Pues cuando ella murió, Yuugo quemó todo rastro de la investigación. Incluso, el pago que Dina le había encargado analizar.

En eso, sintieron ruidos en el exterior de la casa. Pasos apresurados, una respiración desenfrenada y, finalmente, un peso cayendo en contra de la puerta.

Los tres se alarmaron, en especial Lucas. Este se dirigía lentamente hacia el frente, arrodillándose y moviendo una tabla suelta del suelo, sacando de esta un arma.

—Con eso me tropecé cuando llegué...— susurraba Norman.

—Y sí tenía un arma— completaba Ray.

—¡Ayúdenme! —gritaba la voz, mientras azotaba la puerta—¡Abran la puerta, por favor! —.

—¿Esa no es...? — decía Norman, perplejo.

—Annie...— completaba Ray, corriendo rápidamente hacia la puerta.

—¡Espera! Podría ser una trampa— decía Lucas, sin bajar su arma e intentando mantener a Ray alejado de la puerta.

—¡Me importa un bledo si es una trampa o no! ¡Es ella, yo lo sé!

De la manera que pudo, se quitó a Lucas del camino, haciéndose paso hacia la puerta, la cuál abrió de una manera desesperada.

—¡Annie!

Anna se encontraba recostada al marco de la puerta, casi sin aire y, con múltiples marcas en el cuerpo, algunas viejas, algunas nuevas. En el momento en el que vió la puerta abrirse, se tiró al suelo.

A todos les tomó un minuto procesar lo que estaba pasando. Lucas dejó el arma a un lado y ayudó a Ray a llevarla arriba, pues en el sofá, se encontraba una muy confundida Gilda, recién despierta y creyendo que había muerto, pues Norman estaba frente a ella, intentando explicarle la situación.

°. * . °

—¿Cómo está? — le preguntaba Ray.

—Muy débil. Está durmiendo ahora, pero no está para nada bien. Tiene muchas marcas, moretones, rasguños y... Mordidas.

—¿Mordidas...? No... Dime que no, Lucas, por favor, dime que...

—Yo tampoco quiero creerlo, Ray, pero... Es muy probable.

—Ahora vengo, espérame.

Ray se dirigió a la que, una vez, fué la habitación de su padre. Vió que el cajón que quedaba estrictamente prohibido, estaba abierto, pero no le dió importancia, su cabeza estaba demasiado nublada para pensar en este. Se asomó bajo la cama de Yuugo, encontrando así la vieja guitarra que le pertenecía a él.

Con esta guitarra, Yuugo le enseñó a tocar. No había sido usada en mucho tiempo, por lo que se tendría que tomar un tiempo para afinarla.

Cuando ya estuvo lista, se dirigió a la habitación de Emma, dónde se encontraba Anna en ese momento.

Tomó una silla y la puso a un costado de la cama. Pudo ver cómo ella estaba de espaldas.

—Hola... No sé si sigas enojada conmigo, espero que no, pero si lo sigues estando, ¿Voy a intentar que dejes de estarlo...? Mierda, soy muy malo con las palabras. Perdóname, realmente no sé qué decirte, pero tampoco quiero no decirte nada... Bien, voy a callarme ahora mismo, antes de arruinarlo todo de nuevo.

Acomodó la guitarra entre sus manos y empezó a tocar. Al principio desafinó y olvidó algunas partes, pero en el momento en que pudo concentrarse, pareciera cómo si nunca hubiera dejado de tocar.

No sabía por cuanto tiempo lo había hecho, pero, se sintió bien volver a tener las cuerdas entre sus dedos.

—Espero que con eso logres descansar mejor... Ya estás en casa, descansa, Annie.

Dijo así, para arrodillarse hasta quedar al nivel de la cama y depositar un pequeño beso en su frente.

°. * . °

Ustedes no tienen idea de lo mucho que lloré con este capítulo.

Ya sé que me deben odiar más de lo que ya lo hacían, pero bueno, pasan que cosas ¿no?

Btw, gracias por tenerme paciencia, sé que últimamente me he demorado MUCHO en actualizar

¡¡Chau, se me cuidan <3!!

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