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12.- Iris; Con la vida vendida

TW: Violencia sexual, pedofilia, prostitución, trata de blancas, consumo/comercialización de estupefacientes.

Estaba caminando hacia su casa, temiendo lo peor, el mensaje que había recibido la había dejado realmente alarmada.

Estaba a dos cuadras de su casa, su corazón latía más cada paso que daba, sólo escuchaba sus latidos, nada más. El silencio de la noche, para muchos algo mágico, era una condena para ella. Sabía que, si algo pasaba, estaba sola.

Sin contar lo mal que se sentía después de su pelea con Ray, que, en parte, fue intencional.

Prefería que él piense que lo odia y que no quiere volver a verlo nunca más, cuando claramente no es cierto. Él estaba pidiendo explicaciones que ella no quería darle.

Había llegado.

Esa casa por la cual había sacrificado tanto. Esa casa que pasó de ser un refugio a ser un infierno. Su casa.

Pero a la poca distancia, pudo divisar a una silueta, casa vez se acercaba más y lo pudo ver con claridad. El mismo hombre que vió esa misma noche y le causó un problema gigante. Curiosamente, él estaba vestido de una manera muy elegante para lo que hacía.

—Hola, Muñeca, tanto tiempo sin verte... Bueno, mejor dicho, unas cuantas horas. Te ves más hermosa que desde hace tantos años...— acarició su mejilla de manera cínica.

—Andrew ¿Qué estás haciendo aquí? — apartó su mano.

—Vine por lo que es mío.

—Yo ya no soy de tu propiedad. Lárgate de mí maldita casa.

—Tranquila, Muñequita, sólo vine a echar un vistazo—subió su mirada hasta una ventana—¿Ahí duerme tu mamá?

—Si le haces algo te juro que...

—Shh, Muñequita... Tú y yo tenemos cosas pendientes... ¿Qué vas a hacer? ¿Llamar a tu noviecito para que te salve? No seas ilusa, él sólo te quiere para lo mismo que yo. ¿Realmente crees que te ama? Por favor, no olvides lo que alguna vez fuiste.

—Ya te pagué. Soy libre, no te pertenezco. ¿Cuándo será el día en que me dejes en paz?

—Sí... Me pagaste, te saliste con la tuya, Muñequita... Pero eso no fue suficiente.

Sintió cómo le golpearon la parte trasera de la cabeza.

Sintió un dolor agudo y cayó al suelo. Estaba inmóvil, pero todavía podía sentir, ver y escuchar. Quería gritar, gritar y que su madre pudiera escucharla, gritar y finalmente ser libre, pero sabía que eso era imposible, su voz no conseguía la manera de pronunciarse.

La levantaron y la llevaron al asiento trasero de un auto.

—¿Qué tan fuerte le diste? — preguntó Andrew.

—Lo suficientemente fuerte para que no nos joda. Está respirando, eso es lo importante— respondió una voz desconocida.

—Recuerda que la quiere viva. No se puede dar el lujo de perder tal producto.

Rápidamente sintió cómo todo se volvía un eco, no pudo escuchar más, sólo veía borroso, todo se tornó oscuro.

Despertó en un lugar pequeño, oscuro y descuidado, con murmullos a su alrededor.

—¿Cómo te llamas, niña? — preguntó una mujer. Seguía muy mareada, no podía distinguirla muy bien. Le dió un vaso de agua, no era fresca, era pesada.

—¿Quién es usted...?

—Eso no importa ahora, ¿Cómo te llamas?

—Anna.

—Bueno, Anna, bienvenida.

Por unos minutos seguía aturdida, pero pudo volver a ver con claridad.

—Disculpe, ¿Nos conocemos? Su rostro es muy familiar.

—No lo creo—suspiró—Voy por un poco de ropa limpia—.

—No... ¡Claro! Usted es Krone, salía en las fotos que le dieron a Emma, junto con Dina y...

—¿Didi? —Volteó rápidamente—¿Conoces a Dina? ¿Cómo está ella? —.

—Ella era la madre de mi mejor amiga, te reconozco de unas fotos viejas que dejó antes de... Fallecer.

—¿Fallecer...? ¿Hace cuánto?

—Lo lamento mucho, pero fue hace quince años.

En su expresión se notaba su incredulidad, pero también la ira que la carcomía.

—Me prometieron que no los tocarían... ¿Cómo están los demás? ¿Leslie, Yuugo y Lucas?

Anna solo la miró de una manera compasiva.

—¿Quiénes quedan? ¿Quiénes están bien?

—Lucas e Isabella.

—Anna, hay algo que tienes que saber...—vió cómo otra de las chicas se acercaba a ellas, tuvo que detenerse— Ven, te presentaré a las demás—.

Se acercaron a las otras cuatro, eran diferentes, tanto en cabello y rasgos, pero todas tenían algo en común: La mirada perdida, fría y desesperanzada.

—Ella es Susan. Susan, Anna.

—Encantada de conocerte, Anna.

—Espera... ¿Susan? ¿Susan Moore? Eras la presidenta del Centro de Estudiantes ¿cierto? ¿En la Ager Gratiae?

—Sí ¿Cómo lo supiste?

—Tu foto sigue colgada en el pasillo, tus carteles de se busca también. Tu padre sigue ahí afuera. Siempre lo veo en los alrededores de la escuela, no se ha rendido contigo.

—¿Me sigue buscando...?

—Todos los días.

Krone tomó las manos de Susan, pudo ver en su mirada, después de tantos años, un rayo de esperanza.

—Ella es Olivia.

Señaló a una joven de piel morena y rastas negras atadas en una cola de caballo.

—Ella es Peggy.

Peggy no era muy diferente de Anna, sólo tenía el cabello un poco más oscuro y los ojos grises. Ella no la miraba con empatía cómo Susan, tampoco la miraba con lástima cómo Olivia, la miraba de arriba abajo, con desprecio.

—Y ella es Lucy...

Lucy era apenas una niña, no parecía ser mayor de trece. Por más de que su atuendo, su exagerado maquillaje y su peinado intentaban disimular ello, su corta edad era muy notoria.

—¿Cuántos años tiene, Krone?

—Doce. Llegó aquí hace unos cuatro años. Éramos más, pero ayer se llevaron a algunas de nosotras, con ellas, a la mejor amiga de Lucy, eran casi de la misma edad. Aparte de eso, últimamente ha estado muy debilitada, tiene fiebre y... No hacen nada para cambiar eso.

—¿Cómo terminaste aquí, Anna? — preguntaba Susan.

—Prefiero no hablar de eso por el momento.

Realmente, no quería hablar de eso, principalmente, por miedo. Miedo a que le digan que, todo lo que alguna vez le pasó, ella se lo buscó. Por las cosas que había hecho para sobrevivir. Ella guardaba secretos que, únicamente les reveló a dos personas durante toda su vida.

—Anna, aquí nadie va a juzgarte, todas caímos en trampas de las cuales no estamos orgullosas, siéntete libre de contarnos— dijo Krone, cómo si le hubiese leído la mente.

—Exacto—complementaba Olivia—Aquí sólo nos tenemos a nosotras, no hay razón para que pensemos mal de ti—.

—Bien... Cuando yo estaba pequeña... Mi papá, si es que le puedo decir así, nos abandonó a mí, a mi hermana y a mi mamá. Mi mamá se deprimió cuando eso pasó y... Prácticamente... Ella también nos abandonó. Por un tiempo, mi papá pagó la pensión alimentaria, con eso y los ahorros de mi madre, sobrevivimos más de lo esperado. Igualmente, nos faltaban un montón de cosas, estuvieron a punto de quitarnos nuestra casa. Mi mamá decidió levantarse de la cama e ir a buscar ayuda psicológica y buscar un trabajo. Así que sólo éramos mi hermanita y yo. Pronto empecé a llevarla conmigo a casi todos lados, nos divertíamos mucho. Ella tenía un peluche, era un conejo blanco, le puso "Little Bunny". Un día, estaba jugando con ella en el patio de nuestra casa. Oí el teléfono, por lo que volví adentro... Cuando regresé... Ella ya no estaba. Sólo estaba Little Bunny, tirado en el suelo. Todo después de eso fue un lío. Mi mamá quedó peor mentalmente, incluso la tuvieron que internar. Por un tiempo, me quedé a vivir con Emma, una de mis mejores amigas desde que tengo memoria. Ella vivía con su papá y su hermano, su tío también los visitaba seguido. Por más de que me gustaba mucho estar con ellos, sentía que sólo era una carga, por lo que les dije que quería volver a mi casa. Pronto se me acabó el dinero, por lo que empecé a tener trabajos esporádicos. Me di cuenta de que ya no me alcanzaba para nada, por lo que me metí en cosas que no debía... Me contacté con personas que me prometían estabilidad, por lo que acepté. Hice cosas horribles y, probablemente arruiné la vida de muchas personas. Yo... Atraía a algunas personas para que compraran los "servicios" que ellos ofrecían. Sí me iba bien con la mercancía, llegaba a ganar mucho. Hasta que... El jefe supremo de toda la organización, un hombre detestable, llamado Andrew, se encaprichó conmigo. No me dejaba en paz, me seguía y me vigilaba todo el tiempo. Quería salir de ese negocio, pues sufría mucho acoso de parte de otras personas, pero, para hacer eso, tenía que pagar una gran suma de dinero, o... Convertirme en el juguete personal de Andrew. Sólo Yuugo y Lucas sabían de mi situación, pues ellos fueron los que me ayudaron a pagar esa deuda. Inicié en el negocio a los doce, salí a los quince...

Pronto pudo sentir cómo su garganta se hacía cada vez más estrecha y sus ojos empezaban a cristalizarse.

—Lo siento mucho, Anna. Se ve que es una situación complicada— decía Susan, mientras acariciaba lentamente su hombro.

—Bueno, Anna, espero que sepas que pagaste por nada, porque ahora será peor— decía Peggy del otro lado de la pequeña habitación.

—¡Peggy! Controla tus palabras— le reclamaba Krone.

—¿Qué quieres que haga? ¿Darle un abracito? ¡Que aprenda a sobrevivir cómo nosotras! Ella la tuvo fácil— le respondió ella.

—Peggy, ya es suficiente— le decía Olivia.

—¿No piensan decirle lo que hacemos? — Apartaba a Olivia de su camino.

Susan estaba junto a Anna, ambas sentadas en el suelo. Susan intentaba distraerla de lo que estaba pasando, pero ella se daba cuenta de lo mucho que Peggy la detestaba. Pronto tuvo que levantarse para intentar calmar a Peggy, por lo que Olivia fue con ella y pretendía explicarle un poco cómo eran las cosas allí

—Descuida, Anna, voy a explicarte cómo funcionan las cosas aquí. Tenemos una comida diaria, un baño y un colchón, ahí dormimos todas. Nos dicen que somos "ganado premium", por lo que tenemos un mejor trato que las demás. Tienes mucha suerte, viniste a esta área directamente. Eso significa que sólo le perteneces a un cliente, por lo que puede ser un par de veces a la semana. Dentro de todo, estamos bien.

—¡¿Cómo van a estar bien?! ¡Esto es un maldito prostíbulo! — exclamaba, para luego levantarse rápidamente y ponerse en el centro de la habitación.

Su voz resonó en el pequeño lugar... Minutos después, lo que causó un eco ensordecedor para Anna, fue el impacto de la mano de Peggy en su rostro.

—¡Tú no tienes idea de lo que sufrimos! ¡¿Acaso sabes lo que tuvimos que pasar todas para llegar aquí?! ¡¿Sabes lo que tuvo que pasar Conny?!

En ese momento se le heló la sangre, escuchar el nombre de su hermana le devolvía todo lo que sintió ese día.

Ese día quedó tatuado en lo más profundo de su ser. Recordaba cada detalle, cada segundo, cada respiro. Tal vez, sólo tal vez, si hubiese volteado, todo hubiese sido diferente.

—¡¿Qué dijiste sobre mi hermana?! ¡¿Cómo diablos sabes su nombre?!

—¡Estuvo aquí ayer! ¡Ella es una de nosotras! ¡Ella es la mejor amiga de Lucy! ¡Cuándo yo llegué ella ya estaba aquí!... ¿Sabes hace cuánto fue eso? Hace cinco años...

—¡No es cierto! ¡Conny...! ¡Conny es una niña! ¡No hay manera! No...

—¿No me crees? Pregúntale a Lucy.

Cayó hacia atrás, mientras Krone intentaba calmarla, sentía cómo su corazón latía rápido y sus lágrimas no paraban de brotar.

Muy pronto no tuvo más lágrimas que derramar, sus ojos estaban hinchados que le era casi imposible ver. Estaba acostada en el único colchón que había, era de dos plazas, ahí dormían todas ellas.

Krone la hizo dormida, estaba prácticamente inmóvil, decidió dejarla descansar. Lo cierto es que seguía despierta, por más de que lo había intentado, no había podido pegar ojo.

—¿En qué estabas pensando, Peggy? — reclamó Krone.

—Krone, tú más que nadie, entiende por lo que pasamos. Mientras ella se da el lujo de quejarse, otras chicas están siendo violadas por quién sabe cuántos hombres, tú sabes lo grande que es la cuota y lo poco que pagan.

—Te entiendo, pero eso no te da ningún derecho a decirle lo de Conny. Supe que era ella, sí, pero no pensaba decirle. Tus acciones tendrán consecuencias muy graves, lo sabes ¿verdad?

—No... Krone, eso no... Yo hago todo lo que tú quieras, pero no me hagas eso... Llevo cinco años aquí.

—Y yo veinticinco, si lo hiciéramos por orden, a mí me correspondería ese derecho.

Esas fueron las últimas palabras que llegó a escuchar, finalmente pudo dormir.

{ °. * °}

—Conny, el teléfono está sonando, voy a la cocina ¿Quieres algo?

—No, pero tal vez Little Bunny si quiere algo.

—¿Quiere usted algo, mi estimado señor Little Bunny?— preguntó en tono burlesco.

—No, no quiere nada.

—Pero tú dijiste...

—Dije "tal vez".

—Bien, no me tardo.

Caminó por el patio, abrió la puerta de cristal que separaba los dos espacios. Tomó en sus manos el teléfono.

Número desconocido.

—¿Hola?

No tuvo respuesta.

—¿Hay alguien?

Silencio, de nuevo.

Colgó el teléfono.

Se volvió para intentar ver a Conny desde lejos.

No había nadie, sólo el pequeño conejo de peluche de Conny.

Tan vacío, tan gris, tan sólo, tan desagradable. Así veía Anna a ese jardín, desde el doce de octubre, a la una con dieciséis de la tarde.

Se decía a sí misma "Voltéate".

Obviamente eso no iba a pasar, ni siquiera en sueños podía obtener una respuesta.

{ °. * °}

Con frecuencia soñaba con ese día, era algo que no podía vivir.

Cuando despertó, mantuvo los ojos cerrados por aproximadamente siete minutos, quería pensar que estaba en casa de Emma, hablando con ellos y comiendo los deliciosos desayunos de Lucas. También esperaba escuchar las quejas de Yuugo, todo un cascarrabias, tal como lo recordaba.

—Anna— le llamaron.

Ahí supo que todo era falso, de nuevo.

Nadie que ella conociera bien le decía Anna, y eso es más bien poco, todos sus conocidos siempre le decían Annie.

—¿Susan...?

—Ya hay que despertar, trajeron nuestra comida.

No sabía distinguir entre el día y la noche, no había ventanas, ni relojes y mucho menos un calendario. Pero sabía que era otro día, eso era lo importante.

Un pedazo de pan y un vaso de agua, como si fueran criminales.

Y si, ellas no estaban en una cárcel, estaban en el infierno.

Por lo menos, a las personas que son de renombre o tienen mucho dinero (que la mayor parte del tiempo son las dos) viven cómo reyes y reinas en prisión, mientras ellas se hundían cada día más en ese pequeño monoambiente.

—Ven conmigo, Anna, hay que arreglarte un poco...

Susan tenía un tono de voz muy suave y dulce, casi angelical. Pero a la vez, era profunda, en cierto punto, relajante. Pero también reflejaba una tristeza inmensurable.

—Entra, ahí está la ducha, ten tu ropa. Cuando salgas terminamos de arreglarte— le decía ella.

Cerró la puerta.

No sabía cómo sentirse, estaba muy mal, eso lo sabía, pero no sabía cómo expresarse. Quería llorar, pero por más de que lo intentaba, sólo podía sentir un horrible nudo en la garganta.

Sabía lo que iba a pasarle, pero no podía hacer nada al respecto. Ni siquiera podía pensar en ello.

Tampoco quería aceptar que Conny estuvo en este lugar por casi siete años. Lo que más le dolía es que era tan solo una niña cuándo llegó. No quería imaginarse cómo sufría todos los días de su corta vida.

"¿Me odiará? ¿Y si piensa que la abandoné? ¿Cuántas noches habrá gritado por mi ayuda? ¿Habrá perdido la esperanza de volver a verme?" sus pensamientos aparecían a medida que el agua también lo hacía. Sabía que era una ducha rápida, no le tomó mucho tiempo.

Tal como dijo, Susan estaba esperándola. Ella empezó a peinarla, algo sencillo, sin mucho rollo. Estuvieron unos minutos en silencio, hasta que Anna decidió hacer la pregunta que se formulaba desde el día anterior.

—Susan...

—¿Sí?

—¿Cómo es Conny? ¿Cómo es ahora? — preguntaba con su voz quebrándose, a la par de su corazón. Ahora ni siquiera conocía a su propia hermana, la hermana por la cual estaba dispuesta a dar su vida... Ahora era una extraña para ella.

—Bueno, ella es una niña muy hermosa, muy dulce y positiva. También es muy amable. Cuando te trajeron aquí, podría jurar que los primeros segundos pensé que eras ella. Cuando te observé detenidamente, me di cuenta de que eras muy grande para ser ella. Sé que, sea cual sea el lugar dónde esté, estará bien.

—Yo prometí que siempre iba a estar con ella, que la iba a proteger... Fallé.

—Te entiendo... Yo prometí que iba a ayudarla, pero ahora no sé dónde está. Siento que, si te ayudo a ti, la ayudo a ella también.

—Muchas gracias por cuidarla, Susan, enserio te lo agradezco muchísimo.

—No es nada, es lo menos que puedo hacer.

Ya estaba casi terminando de arreglarla, pues no tenían mucha ropa que digamos, así que se las arreglaron cosiendo un vestido viejo.

—Susan... ¿Qué me pasaría si yo...?

—¿Si quedas en cinta? Bueno, a mí me pasó un par de veces. Todo erradica en que rango estés. Si eres de buena calidad, te practican un aborto, sólo si el cliente quiere, obviamente. Si eres de un rango más bajo, te dejan morir de hambre, de frío, o simplemente te matan. La primera vez que me pasó, ni siquiera a él le dio tiempo de elegir, pues sufrí un aborto espontáneo. A la segunda, este monstruo quiso tenerlo. Cómo no querían deformar mi cuerpo, me hicieron una cesárea. Si te soy sincera, no sentí ningún tipo de conexión con ese niño, sólo espero que sea libre y feliz, no cómo su madre. Te matan cuando eres demasiado joven para morir. La recuperación fue muy complicada, pero al final, si pude lograrlo.

—Perdón, no debí preguntar.

—Tranquila, es normal que sientas curiosidad, hoy es el primer día del resto de tu vida, así que tienes que prepararte. Dudo que vuelvas a tener momentos felices, pero espero que los tengas. Espero que algún día logres escapar.

—¿Escapar...?

—Hoy en la noche, Krone va a hablarte de algo muy importante. Eres nuestra única salida.

—¿Qué salida?

Escucharon repetitivo choque del candado con la puerta. También el agresivo tintineo de unas llaves.

—Recuerda dos cosas, Anna, son muy importantes, la primera: No te niegues a nada, haz todo lo que te digan.

Anna estaba de espaldas a la puerta, temiendo lo peor. Mientras Susan divisaba a dos figuras pasar por la puerta.

—Susan... Por favor... No dejes que me lleven.

Anna se aferró a su, ahora, única persona de confianza, Susan.

En su personalidad sentía a Gilda, sentía lo reconfortante que era estar con ella. Gilda era cómo una niña, cualquiera pensaría que Anna es quién la aconseja, pero nada es lo que parece. Extrañaba mucho hablarle, no podía dejar de pensar en lo mal que estaba ella ahora.

En su tacto sentía a Emma, su suave y cuidadoso contacto, lo que cualquiera necesita: Un abrazo. Emma era más de apoyar de manera física, las palabras nunca fueron su fuerte, pero apoyaba de una manera protectora.

Y en sus palabras podía sentir a Ray. No quería pensar en él ahora mismo. Incluso prefería engañarse a sí misma, repitiéndose lo mucho que detestaba su terquedad y mal humor. Él era una persona complicada, era amargado y sarcástico, pero cualquiera que lo conozca, sabe que tiene un gran corazón y que daría todo por los que quiere. Ahora sólo quería estar a su lado, hablar de cualquier cosa, sentir su aroma a café recién hecho, disfrutar de sus bromas, que por más de que fueran muy malas, siempre le lograban sacar una sonrisa y, por un momento, junto a él podía olvidar sus problemas. Estaba consciente de que aún tenía sentimientos fuertes hacia él, pero no estaba segura de si él sentía lo mismo. Emma le había dicho que sí, pero no sabía si su palabra era una muy confiable.

Las últimas semanas, fueron las más felices y tranquilas desde hace mucho tiempo. Por fin se sentía completa. Estaba con las personas que más quería en el mundo, sintiendo su amor, su afecto y su calidez. Cómo los extrañaba.

—La segunda cosa: Nunca dejes que te vean caer. ¡Sé fuerte y no muestres debilidad!

Para este punto, el forcejeo entre Susan y los encargados de llevarse a Anna había llegado a su límite.

—¡Cuándo vuelvas, estaré justo aquí, Anna! ¡Lo prometo!

Luego de eso, sólo escuchó el fuerte impacto de la puerta.

Bruscamente, la tomaron de los brazos, después de unos minutos caminando, habían llegado.

La tiraron en el suelo.

Cuando se levantó, pudo ver una cama, estaba más asustada que nunca, sin saber que lo peor estaba por venir.

Se sentó en el colchón. Era decente, tenía las sábanas limpias y un par de almohadas, fácilmente hubiese caído dormida, pero su corazón latía a una potencia impensable.

La puerta se abrió.

Mantuvo la mirada baja, no quería ver, quería pensar que eran los guardias del principio, diciendo que cancelaron su encuentro y la llevasen de nuevo con Susan.

—Nos volvemos a ver... Muñequita.

Su corazón dió un vuelco, era imposible, no... No podía ser él.

Sintió cómo la presencia de ese ser se acercaba a ella y cómo tomaba su rostro entre sus rasposas manos.

—Andrew... Por lo que más quieras, no hagas esto... Yo hago lo que sea, puedo volver a trabajar para ti, pero por favor, no lo hagas... Yo...

No pudo continuar hablando, su garganta estaba comprimida y no podía pronunciar más palabras.

—Estuve esperando esto por mucho tiempo... ¿Sabes? Si tú hubieses aceptado mi propuesta hace tanto tiempo, cuando eras una chiquilla, nada de esto te hubiese pasado, yo te hubiese protegido... Pero es mejor así, porque no puedes negarte, además, ya eres una mujer y te ves deliciosa.

Anna le escupió en el rostro.

—Eres un cerdo.

Le dió un puñetazo en la nariz, para luego tomarla del pelo y dejarla muy cerca de su rostro.

—Bien, si no quieres por las buenas, será por las malas. Eres una prostituta, así mereces que te traten.

Se abalanzó contra ella, dejándola inmóvil.

Intentó poner resistencia, pero de igual manera fue inútil.

Sus movimientos crueles y bruscos, junto con los desagradables sonidos que emanaba la hacían debilitarse cada vez más. ¿Este hombre era siquiera un humano?

Quería morir ahí mismo.

Morir y parar el dolor.

Morir y dejar de sentir.

Morir y ser libre.

Morir y finalmente poder respirar.

Morir y acabar con todo.

Pero también tenía, en lo más recóndito de su ser, ese deseo de seguir de pie.

Quería vivir.

Quería reír.

Quería bailar.

Quería ser feliz.

Ella tenía un hogar al cuál volver y no iba a permitir que nadie le impida volver a vivir en paz.

Y ahora tenía una razón más para seguir viviendo.

Su hermana estaba viva, se prometió a sí misma encontrarla, cueste lo que cueste.

No sabía cuánto tiempo había pasado en ese lugar, pero estaba segura de que era el mismísimo infierno.

Estaba tirada en el colchón, con su pelo cubriendo su rostro. Su nariz estaba sangrando y varias partes de su cuerpo tenían marcas que Andrew le había dejado, marcas por sus manos y piernas, el rostro manchado de sangre y mordidas en los labios. Las tiras de su vestido estaban rotas, para poder cubrirse, tenía que abrazar la tela contra su pecho.

Lo que realmente la hacía sentir mal, era que esa fue la primera vez que alguien la había visto en una desnudez completa. Sentía asco, rabia y miedo.

Pero, después de todo lo que había pasado, no había derramado ni una sola lágrima. Tal vez porque entró en un estado de shock, no lo sabe, lo único que sabe ahora, es que tenía que buscar la manera de escapar de ese infierno y de las garras de Andrew.

No iba a permitir que la viera caer.

—Volveré pronto, Muñequita y espero que la próxima vez no tenga que castigarte.

Finalmente, Andrew salió de esa habitación. Unos minutos después, vinieron por Anna.

Ni siquiera porque vieron el estado en el que se encontraba bajaron el ritmo de su caminar, el dolor que sentía era indescriptible. Pero el alivio que sintió al atravesar la puerta y ver que Susan la estaba esperando con los brazos abiertos, no tenía precio.

Rápidamente corrió a sus brazos y soltó todo lo que se guardó por ese tiempo. Demostrar sus emociones frente a Andrew la hacía débil, ella no podía ser débil o se la comerían viva.

—Shh... Todo va a estar bien, Anna, yo estoy aquí, hoy no te seguirán haciendo daño. Ven, vamos a limpiarte, no quiero que duermas así.

Anna miró a los lados, vió a Krone, Olivia, Lucy y Peggy mirando al suelo, todas con los ojos cerrados y tomadas de las manos.

Quería saber que significaba, pero no podía decir nada, sólo quería olvidar todo lo que había pasado.

Susan le pasó un paño por el rostro, la sangre ya estaba seca, por lo que no fue trabajo fácil.

Anna seguía sollozando, no tenía las suficientes fuerzas para llorar.

—Me siento tan sucia, Susan...

—Oh, no, Anna, tú no tienes la culpa de nada de esto. Eres increíblemente fuerte, mereces estar en paz contigo misma.

—Fue horrible, él...

—Ya sé lo que te hizo, lo lamento mucho. Quería impedirlo, pero...

—No podías hacer nada...

—Lo siento muchísimo, perdóname, Annie.

—¿Cómo me llamaste? — La expresión en su rostro demostraba una incredulidad gigantesca.

—Annie. Considero que es un lindo apodo para tu nombre.

Anna comenzó a llorar de manera descontrolada.

—Ellos me dicen así... Quiero irme a mi casa, Susan, no quiero estar aquí...

—Lo sé, todas queremos irnos de aquí.

—Siento tantas cosas, pero no sé qué hacer.

Susan sólo pudo abrazarla, no sabía cómo apoyarla, pues ella había pasado exactamente por lo mismo.

Cuando Susan terminó de limpiar sus heridas, se dirigieron al colchón y se recostaron por unos minutos.

Estaba muy cansada, aunque quisiera moverse, su cuerpo no se lo permitía. Permaneció inmóvil hasta caer dormida.

{ °. * °}

Estaba en una habitación completamente oscura, sentía agua bajo sus pies descalzos. Sorprendentemente, ya no le dolía nada, se sentía aliviada.

Pudo escuchar una voz, pero no pudo ver de dónde provenía. Era una voz que conocía muy bien, sólo que no la había escuchado en mucho tiempo.

—Annie...

—¿Conny...? ¿Eres tú, mi niña? ¡¿Dónde estás?! ¡No puedo verte!

—Lo prometiste, Annie.

—Lo sé, te fallé, perdóname, yo...

—Es muy tarde ya. El daño está hecho. ¿Por qué lo hiciste, Annie? ¿Por qué dejaste que me hicieran daño? Confiaba en ti... Eras mi heroína.

—¡Lo sé! ¡Perdóname!

Se encontraba tirada en el suelo, de rodillas. Pronto, la voz de Conny no era la única que escuchaba.

—Se lo prometiste, Annie.

—¡Ray! ¡Ayúdame! ¡Tú puedes sacarme de aquí!

—¿Por qué lo haría? Me da asco de sólo ver en lo que te convertiste. Tenías que haberme hecho caso. Ahora no eres más que una...

—¡No! ¡No lo digas! ¡Por favor!

—Una prostituta.

{ °. * °}

Abrió los ojos bruscamente y dio un respiro, intentando recuperar el aire que le hacía falta. Estaba sudando y estaba alterada. Tampoco era ningún alivio despertarse, pues el dolor de su cuerpo había regresado.

Pudo distinguir a Krone desde la distancia, haciéndole señas para que viniera con ella.

Lenta y cuidadosamente se levantó del colchón, caminando con cuidado hasta llegar con ella.

—Anna.

—¿Qué necesitas, Krone?

—Contarte mi historia, la verdadera razón por la que estoy aquí. No todo es cómo te lo dijeron... Además, tengo que contarte de mí plan.

{ °. * °}

Holi jeje... YA SÉ QUE ME ODIAN POR TODO LO QUE ACABO DE HACER, PERO LES JURO QUE ES POR EL BIEN DE LA HISTORIA.

También debo decirles que ahora sí me tardaré un poco más actualizando, pues este era el último capítulo que tenía un borrador jeje.

¡¡Chau, se me cuidan <3!

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