«𝙴𝚜𝚝𝚊 𝚎𝚜 𝚕𝚊 𝚞́𝚕𝚝𝚒𝚖𝚊 𝚌𝚊𝚛𝚝𝚊 𝚚𝚞𝚎 𝚝𝚎 𝚎𝚜𝚌𝚛𝚒𝚋𝚒𝚛𝚎́, 𝚖𝚊𝚖𝚊́.»

Estaba perfecto, una despedida breve y por fin podría seguir con su camino, al fin podría dejar de lado lo que tanto la había perseguido a lo largo de muchísimos años... Por fin sería libre.

Lo único en lo que podía pensar era en ser libre, la verdad ya estaba demasiado cansada, había estado en vela toda la noche, intentando pensar en que escribir, pero el deseo de libertad la carcomía, así que decidió resumirlo en palabras simples.

Claro está, que esa no es ni la cuarta parte de lo que estaba sintiendo en ese momento.
Era un fenómeno emocional, más conocido como montaña rusa de emociones, por así decirlo. Ni siquiera era capaz de plasmar un solo sentimiento en ese papel, simplemente quería iniciar de nuevo.

Intentó bajar rápidamente para que nadie la viera salir, aunque como es de costumbre, eso nunca salía bien.

-¿Y tu a qué vas a salir o a quién vas a ver?- Preguntaba un chico alto, delgado y bastante relacionable con cualquier drogadicto que puedas encontrarte en alguna esquina de un barrio sin vigilancia; ese, era su hermano, Ray.

-A cualquier lugar en dónde no estés tú- Respondió a regañadientes.

-Sinceramente, a mí la verdad me importa una mierda lo que quieras hacer con tu vida, pero si algo te pasa, Yuugo me echará la culpa a mí.

-¿No crees que ya ha pasado bastante tiempo como para que le digas "Padre"? Como bien dijo él, si no quieres estar aquí, eres libre de irte.

-Oh, créeme que lo haría, pero, lamentablemente me veo obligado a vivir en el desafortunado evento de ver tu insufrible rostro todos los días.

-Puedes seguir con tus alegaciones de niño inmaduro después, ¿Dónde está mi padre?

-¿En dónde más? Cualquier lugar menos nuestras vidas.

-Como sea, espero no verte pronto, Ray.

-Lo mismo digo, Emma.

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La relación con su hermano no era la mejor de todas, pero en su momento no fué tan desagradable como ahora, eran hermanos normales, hablaban, pasaban tiempo juntos, cosas de hermanos.

Claro que este hecho se vió afectado por la repentina aparición de una misteriosa mujer, qué sin saberlo, sería la manzana de la discordia en sus vidas.

Ese encuentro quebró la relación familiar que llevaban entre los tres, las cosas nunca volvieron a ser las mismas, se podría decir que cada uno se fué por su camino.

A sus ojos, Ray no era nada más que un resentido, era la personas más desagradables de las pocas con las que interactuaba, de verdad era un dolor de cabeza, pero en algo tenía razón, Yuugo.

Yuugo era una persona bastante asocial, su único amigo (si se le puede considerar amigo), es su hermano, Lucas.

Yuugo había afrontado cosas terribles en su adolescencia, cosas que no podían siquiera nombrarse dentro de su casa.

El no era mala persona, todo lo contrario, el intentaba ser su mejor versión, por sus hijos. Claro que había cometido errores, pero intentaba resolverlos y aprender de ellos.

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Ya casi llegaba, llevaba al menos 30 minutos caminando, finalmente podría descansar, nunca había estado tan aliviada de llegar a ese lugar, al mal llamado "Féretros fantasmas".

No, no era un cementerio embrujado, simplemente era famoso porque la mayoría de féretros están vacíos.
Su verdadero nombre era «Cementerio de Winston Valley»
Pero debido a las recurrentes desapariciones, ya nadie visita este pueblo maldito.