Felicidad acosadora.
Al principio creí que era raro, luego me acostumbré, al final terminé enamorándome.
Me enamoré del chico albino que entraba todos los días en la mañana, pero que nunca compraba. En fin, mi admirador, o eso es lo que quiero creer.
Nunca me he atrevido a ir más allá de preguntarle si lo podía ayudar, aunque siempre me respondía que no. No sé muy bien cuándo empezó a seguirme, pero ha estado viniendo por más o menos dos meses.
Por supuesto que no me iba a olvidar de su rostro, incluso si vienen muchos clientes. Una vez que se iba no podía concentrarme en mi trabajo, ya que su rostro no salía de mi mente.
La manera en que nuestros ojos se encontraban entre las flores y la manera en que sonreía tontamente sin darse cuenta era muy tierna. Mi corazón se aceleraba un poco cada mañana al ver que la puerta se abría, también al mediodía, pero simplemente me decepcionaba al ver que se trataba de la ancianita que vivía a unas cuadras, venía todos los días a comprarle flores a su difunto marido y yo siempre le tenía un ramo listo.
Un día el chico albino entró, estaba cansado de preguntarle por ayuda y que este la rechazara, por lo que me acerqué a él. Pregunté si se interesaba en alguna flor en específico.
No pude evitar soltar una risita ante su respuesta, era lo último que alguien esperaría.
—No gracias, soy alérgico a las flores.
Y respondí —¿Entonces qué hace en una florería? —Su reacción había confirmado una vez más mis sospechas, solo venía a verme. Sus mejillas estaban rosadas al igual que sus manos, él terminó yéndose e ignorando mis intentos de detenerlo. Desde ese día no aparecía, creí que estaba enfermo o algo, pero podía verlo desde afuera, por lo que estaba seguro que me evitaba.
Esos días para mí fueron eternos, ya no tenía la misma actitud en el trabajo y no recibía a los clientes de la misma manera. Lo único que me daba esperanzas era la forma en la que el chico me miraba por la ventana, deseando entrar. Hacíamos contacto visual de vez en cuando, y en el momento en que eso pasaba podía ver a la distancia como una torpe y linda sonrisa aparecía de repente en el rostro del chico pecoso, sí, había notado que tenía muchas pequitas en sus mejillas y nariz, lo que me resultaba aún más tierno.
No me molestaba sentirme así, y creo que a él tampoco.
En uno de esos días –en los que me sentía completamente ignorado–, la puerta había sido abierta en la mañana. Salté desde mi puesto al escuchar la campana de la entrada sonar. Pero claro, no era él, sino que la ancianita que se supone vendría al mediodía.
—Oh, bienvenida de vuelta —Suspiré, aunque no de alivio —. ¿No vendría al mediodía por sus flores? Aún no empiezo a hacer el ramo. —La señora de edad se acercó a pasitos al mostrador en donde me encontraba. Ella era algo así como un cliente habitual, aunque tanto ella como yo llevábamos un buen tiempo viéndonos y hablando dentro de la florería, por lo que ella me consideraba como uno de sus nietos. Hasta me permitía llamarla abuela, pero era algo raro decirle así.
—¿Estás más alto? ¡Hace ya tanto que no te veo! —Exclamó, yo solté una pequeña risita.
—Me vio ayer. —Respondí, ella dijo que daba igual. Crecía muy rápido según ella, no estaba tan concentrado esa vez en la conversación ya que había divisado una silueta en la ventana. Era él. La abuela seguía hablando y yo respondía con una o dos palabras, hasta que volví a la realidad por una de sus manos que se agitaba de un lado a otro frente a mi rostro.
—¿Aló? ¿Tierra a HyunJin? —La señora soltó una de sus contagiosas risas, era agradable estar con ella, por lo que me extrañaba que ni siquiera sus hijos se molestaran en ir a verla —¿Qué tanto miras por la ventana? No me digas, ¿Alguna jovencita de la que te hayas enamorado~? —Bajé mi cabeza ante la pregunta, la abuela también vio por la ventana preguntando de quién se trataba —Vamos, vamos, ¿Quién es?
—El albino. —Respondí, sonriendo tontamente tal como lo hacía él.
—¿El de cabello blanco? —Asentí nuevamente, la señora lo observó atentamente, pasando una de sus manos por su mentón y entrecerrando sus ojos un par de veces —Tienes buen gusto, hijo. —Luego de unos minutos el chico se fue por el lado contrario, perdiéndolo de vista. Se sintió un poco raro el hecho de que no haya dicho nada sabiendo que se trata de un hombre, pero eran ese tipo de cosas que hacían a esa señora una buena persona.
Me quedé arreglando unas cuentas mientras que la misma señora miraba por el local, examinando las flores mientras caminaba lentamente. Luego de unos veinte minutos dando pequeños pasos, se acercó nuevamente. Ella me miró y luego observo la ventana, le pregunté qué sucedía.
—Ese chico... ¿No entra a la florería? —La señora se quedó observando detenidamente la ventana que daba a la calle. Sacudí un poco mi cabeza para concentrarme, ya que su rostro había aparecido sorpresivamente en mis pensamientos.
—Solía venir, pero han pasado ya casi dos semanas desde que no entra.
—Oh, ¿Te encuentras bien, hijo?
—No es nada realmente... —Reí, finalizando con un largo suspiro. La abuela se acercó un poco más a la caja, apoyando sus manos y subiendo la mirada ya que era bastante bajita, me regaló una amable sonrisa la cual correspondí.
—Ya sabes lo que dicen, si el jovencito guapo de cabello blanco no entra a la florería, entonces no te quedes esperando a que lo haga. —La observé por unos minutos, procesando lo que había dicho. Solté una carcajada al darme cuenta de que no se trataba de ninguna frase o cita real, estaba algo distraído.
Pero si me dio de qué pensar. Los viejitos siempre eran muy sabios, especialmente esa señora, ella siempre sabía qué decir. Ese día fui directamente a casa, realmente no podía esperar más, quería verlo de nuevo y más cerca.
Una salvaje fantasía apareció en mi cabeza de repente, aunque no era la primera vez que sucedía. Para ser sincero, mis fantasías son bastante inocentes cuando se tratan de él, supongo que es porque ni siquiera sé su nombre. Lo que había dicho la abuela me ayudó bastante a tomar la decisión, dejaría de esperar a que él haga algo, y para eso debía hacer exactamente lo que él me hacía a mí: seguirlo.
Encontraría otro trabajo cerca de la florería y con algo de suerte lo volvería a ver. Aún no me he rendido.
Unos días después mis esfuerzos habían dado frutos, divisé un letrero pegado al vidrio de una tienda que abría las 24 horas.
“SE BUSCA EMPLEADO/A DE MEDIO TIEMPO.
Que pueda trabajar en la tarde/noche.
Interesados preguntar en la caja”
Ahogué un pequeño grito de emoción. El lugar quedaba cerca de la florería, y si trabajaba hasta tarde aquí y dormía unas tres horas, me alcanzaba para poder llegar a tiempo a abrir la florería.
Sin pensarlo siquiera dos veces, entré. De hecho, tampoco había pensado si el lugar quedaba cerca de donde ese chico vivía, pero ya era muy tarde para arrepentirse. Como ya había entrado no podía salir más, una chica me había recibido con una gran sonrisa.
—¡Bienvenido! —Exclamó ella, con una brillante mirada. Pensé que era una persona muy positiva.
—Vengo por el empleo. —Respondí apresuradamente y con una mirada determinada. La chica abrió sus ojos sorprendida, para luego cambiar su rostro drásticamente a uno serio.
—Ugh, ya era hora —Su voz se volvió más grave de repente —. ¡Oye viejo, alguien viene por tu sucio empleo! —Gritó, mientras se quitaba el delantal violentamente —¡MALDITO SORDO, ALGUIEN QUIERE EL PUTO EMPLEO! —Una puerta que se encontraba al fondo del local se abrió lentamente, mostrando a un señor de mediana edad, un poco calvo y con lentes. La chica me entregó el delantal y junto a su bolso y chaqueta salió del lugar.
Me quedé un rato tratando de procesar lo que recién había pasado, aún tenía el delantal en la mano y no podía entender cómo todo había sucedido tan rápido.
—Oh, discúlpala —La amable voz de lo que –según yo– era el jefe, hizo que me diera la vuelta —Hace dos meses que quería renunciar, pero era la única empleada que trabajaba en el turno de tarde y noche —El mismo se posicionó detrás de la caja, sus ojos estaban entrecerrados, parecía un señor muy amable —. ¿Por qué quieres trabajar aquí? Disculpa la pregunta, pero necesito saber si tomarás este trabajo en serio.
Puse la excusa de que necesitaba dinero ya que iba a la universidad –lo cual es divertido ya que nunca he ido–. El señor lo meditó durante unos dos minutos hasta entregarme el delantal y darme la bienvenida.
—¿Empiezo de inmediato? —Pregunté, él negó con la cabeza diciendo que podía comenzar mañana. Hoy cerrarían temprano puesto que la chica se había ido de imprevisto.
Salí satisfecho de ese lugar, creo que estaba dando saltitos al caminar, ya que un par de niños me miraban de manera extraña. Después de todo estaba muy emocionado, ¿Qué tal si lo veo mañana? ¿Y si va a esa tienda todos los días? ¡¿Podría verlo en la mañana y en la tarde también?!
Al llegar a mi departamento me tiré al sofá, tomé una almohada y hundí mi rostro en ella. La sonrisa de ese chico apareció en mi cabeza y no pude evitar sonreír, sentía unas mariposas en mi estómago por tan solo la emoción.
🍃
Había pasado una semana y empezaba a arrepentirme de haber tomado ese empleo, no he visto de nuevo a ese chico; pero no iba a rendirme. Hoy es domingo y me dirigí a la biblioteca en donde también trabajaba, pero voluntariamente.
Me gustaba pasar tiempo ahí, crecí en esa biblioteca y ya conocía a casi todos los empleados, al igual que ellos me conocían a mí. Me encantaba el olor a libros viejos, aunque de pequeño leía historietas. Trabajaba como voluntario en ese lugar por lo que no me pagaban, pero realmente no importaba, a cambio me dejaban llevarme los libros que quisiera.
—¡Buenos días! —Saludé, mientras me dirigía al mostrador. Una señora aún más vieja que la de la florería me recibió con un gran beso en la mejilla, ella me conocía desde que era pequeño.
—¡Que bien que hayas venido! —Exclamó esta, juntando sus arrugadas manos amablemente —Aunque realmente no tienes por qué molestarte, debes tener muchas otras cosas que hacer. —Reí, negando con la cabeza.
—Claro que no, me encanta ayudar —Sonreí, la señora me tomó de las manos. Ella ya tenía su edad por lo que estar parada también le cansaba —. Además, es solo un domingo por semana, no es la gran cosa. —Ayudé a Noona –era un apodo por el cual solía llamarla– y dejé que se sentara en uno de los sillones de la biblioteca.
El trabajo aquí consistía en recibir, prestar, ordenar y limpiar libros. A veces había que pasarse dos o tres veces por la sección de niños ya que a pesar de ordenar constantemente, se desordenaba de nuevo. He pasado tantas veces por ahí que ya hasta los niños que vienen habitualmente me conocen, y me piden que lea para ellos.
Sin embargo, hoy era un día algo extraño.
—¿Te encuentras bien, hijo? —Noona se había acercado a mí como pudo. Solía preocuparse por los demás y ser muy amable, pero yo me sentía preocupado por ella y su estado.
—Últimamente no he podido concentrarme... —Admití, Noona –al contrario de la señora de la florería– era muy conservadora, así que realmente no quería decirle que se trataba del chico albino del cual me enamoré perdidamente a primera vista —Pero no se preocupe, usted descanse.
—¡Oh, claro que no~! —Respondió, esta vez con un tono de voz más firme —Si quieres puedes descansar un poco e ir a ojear unos libros.
Noona seguía insistiendo, por lo que amablemente acepté su oferta y recorrí la amplia biblioteca. Si tenía suerte tal vez el chico estaría por aquí, quién sabe.
Me muero de ganas por saber su nombre... ¿Tendrá un nombre común? No, él es único como para tener un nombre tan simple.
Pasé mi mano por los viejos libros de distintos colores y tamaños, hasta que mis dedos se detuvieron en uno que captó mi atención instantáneamente.
“Nombres únicos para gente única”
Era un libro con nombres internacionales, no asiáticos. El título hizo que su imagen apareciera en mi cabeza. Gente única...
Abrí el libro y lo ojeé un poco, había una lista de distintos nombres que nunca había escuchado antes, todos en orden alfabético. Después de un rato vagando por cada letra del abecedario no tan conocido para mí, llegué a la letra F.
«Feie: origen holandés, significa "Paz"
Feivel: origen yiddish, significa "El brillante"
Felix: origen latín, significa "Felicidad y fortunio"».
Todos los nombres eran bonitos, podía imaginar al chico con cada uno de esos nombres, por lo que mantuve el libro entre mis manos con la intención de pedirlo prestado, quería seguir leyéndolo una vez que llegara a casa. El libro tenía un extraño aroma, pero aún así agradable, como a lavanda.
—¡Ah, HyunJin! ¿Podrías ayudarme un poco? —Oí la voz de Noona a lo lejos, así que con el libro en mano me dirigí hasta ella. El tiempo pasó rápidamente y ya era la hora de irme. La señora se despidió amablemente y me agradeció toda la ayuda.
🍃
Un fin de semana después, ya había leído el grueso libro lleno de nombres que nunca había oído antes. Era día lunes, la semana de rutina había empezado: abrir la florería, ver al chico desde la ventana, hacerle el ramo de flores a la señora y luego trabajar en esa tienda hasta que se hacía de noche.
O es lo que yo creía.
Habían pasado tres semanas desde que el albino no entraba a la florería, yo me encontraba en el metro de camino para allá. Mi piel se encontraba más pálida y mi cabello había crecido alarmantemente rápido, tanto que ya lograba tapar mis ojos, me encontraba así porque había empezado a perder la esperanza de verlo de nuevo.
Pero ahí estaba, su rostro se reflejaba desde la ventana. Estaba detrás mío, su cabello era el único que destacaba y sus ojos se dirigieron a mi reflejo. Para asegurarme de que era él –aunque estaba más que seguro– bajé dos estaciones antes de lo habitual, y efectivamente me siguió. Una sonrisa se coló en mi rostro, estaba feliz.
El camino fue un poco más largo de lo esperado, pero hice lo mejor que pude para disimular y abrir la florería como de costumbre. El reloj marcó las 08:30 de la mañana y subí las dos rejas que tapaban las ventanas, al mismo tiempo que prendía las luces, dejando al descubierto todas las plantas y flores.
Entré, aguantando las ganas de darme la vuelta para verlo y esperando a que me siguiera. Dejé mis cosas detrás del mostrador y esperé diez minutos.
Mi corazón dio un salto de tal magnitud al escuchar la campana, que sentí que podría salirse de mi pecho.
—¿Puedo ayudarle? —Esas dos palabras salieron automáticamente al ver al albino entrar, este se exaltó negando mi ayuda —Ah, tienes razón, eres alérgico a las flores —Solté una dulce risa al ver al chico avergonzado. Realmente debía pensárselo dos veces si creía que no lo recordaría —Perdona la pregunta, ¿Pero acaso vienes a verme a mí en vez de las flores? —Un tenue rubor se formó en sus mejillas, haciendo que me derritiera por completo —. Solo bromeo. —Reí, haciéndolo sonreír.
La excusa obvia del chico fue que iba a comprar flores para su madre. No pude evitar sonreírle y amablemente lo guie hasta el otro lado de la tienda. Entregándole un ramo de magnolias
Su mano nerviosamente buscaba el dinero mientras que su cara se enrojecía más y más, suspiré de forma decisiva y tomé su muñeca con la que buscaba el dinero. Besé su mano, rozando de forma delicada su dedo anular.
—La casa invita. —Sus ojos se abrieron ligeramente, no quería soltar su mano. Lo único que hizo después fue asentir e irse del lugar sin mirar atrás.
Al perderlo de vista, no pude evitar soltar un chillido y dar saltitos hasta mi puesto. Parecía una niña de doce años que acababa de hablar con el chico que le gusta. Entré en razón al ver que la gente me observaba, entre ellos se encontraba la abuela que se supone no vendría sino hasta el mediodía.
—¡Oh! N-No la vi entrar. —Reí nerviosamente, la señora sonrió y se acercó para darme unas palmaditas en la espalda.
Más tarde ese mismo día me tocaba trabajar en la tienda de 24 horas. Aún podía sentir la suavidad de su mano contra mis labios, rocé las yemas de mis dedos con mi labio inferior, tratando de recrear ese momento y de recordar su rostro y mejillas rojas.
Entré, siendo recibido por mi jefe y por la persona que tenía el turno de mañana a tarde, ambos me dieron las buenos tardes.
Pensaba en dejar el trabajo la otra semana, el chico nunca pasaba por aquí. Pero horas después, cuando el sol bajaba y la gente se dirigía a casa...
Lo vi entrar.
Y creo que nunca había estado tan emocionado en mi vida. Le pregunté si necesitaba ayuda, él la negó por lo que tuve que pensar en otra cosa qué decir.
—¿Vives por aquí cerca? —El chico asintió silenciosamente, tomó lo que iba a comprar y se dirigió a la caja. Pan blanco sin bordes, sí que tiene un gusto peculiar —Muchas gracias por su compra. —Sonreí, para mí esta interacción era suficiente, si trabajaba aquí más seguido puede que el chico venga aún más y podamos hablar de esta manera. Se creó un silencio, él no se iba.
—M-Me preguntaba ¿Cómo te llamas? —Me sorprendí al escuchar sus palabras que delicadamente rompían el silencio, sonreí, no podía estar más feliz.
Dirigí mi dedo al delantal que traía puesto, había un cartelito que indicaba mi nombre. Recordé la suavidad de su mano y quería saber si su rostro era igual, así que pasé mi mano por su rostro y cabello, preguntando su nombre igualmente.
Pero no me contestó, ya que al parecer recibió una llamada de su amigo diciendo que era urgente que fuera. Suspiré decepcionado al ver cómo se iba rápidamente.
Ojalá pueda verlo pronto de nuevo.
🍃
—¿Una cafetería? —Pregunté ingenuamente, mi amigo ya trabajaba ahí y dijo que necesitaban a alguien más —Pero no soy bueno haciendo café.
—¡Cállate, eres el mejor! —Reclamó desde el otro lado de la línea —Además... —Agregó, haciendo que trague saliva —Puede que ese chico albino pase por ahí.
—Realmente me arrepiento de habértelo contado —Suspiré, pero él tenía razón y no podía perderme una oportunidad así —. Está bien, acepto. De todas maneras me gusta el olor del café.
No llevaba ni trabajando tres días cuando el albino entró por la puerta de vidrio. Nos encontrábamos en una situación bastante rara; yo invitándolo a mi departamento porque el suyo estaba hecho mierda, según él.
¿Cómo fue que llegamos a esta situación otra vez? Ah, pero si yo la empecé... Cómo sea, hablamos un buen rato, por lo que por fin conseguí saber su nombre.
Felix significa felicidad en latín. El nombre le queda bastante bien, tiene un rostro delicado y apuesto. O puede que su rostro sea como el de una muñeca de porcelana; labios brillantes, expresivos ojos con largas pestañas y sus incomparables pequitas que parecían centellar cada vez que sonreía o se sonrojaba.
Los ojos de Felix no dejaban de brillar, después de haberlo pensado asintió despacio, dejando escapar una inocente sonrisa. Mi turno había justo terminado, le sonreí y pedí que esperara en donde estaba.
—Sedúcelo con todo lo que tienes —Mi amigo, un chico rubio de ojos cafés –que por cierto, atendió a Felix–, posó su mano en mi hombro. Reí vergonzosamente y aparté su mano —. Nada de cosas sucias por la noche~.
—Ya —Reí —. Mira quién habla, señor "Nunca duermo en mi propia cama". —El rubio chasqueó la lengua de mala gana, diciendo que esta vez sería diferente. Asentí, pero aún así no le hice caso y salí de los camarines para encontrarme con Felix esperando pacientemente en la mesa.
—¿Vamos? —Toqué su cabeza, atrayendo su atención.
—V-Vamos. —Respondió, parándose de la mesa de madera sonrojado. Ambos caminamos un poco distanciados uno del otro, cosa que no era muy de mi agrado. Llegamos a un edificio viejo, pero bien cuidado, en el tercer piso se encontraba mi departamento. Pequeño, pero acogedor.
—Siéntete como en casa —Sonreí mientras abría la puerta, Felix asintió y sus labios se abrieron un poco. Se veían tan suaves y rosados, quería besarlos para saber si en realidad sabían tan dulces como se veían, o a fresas. Al entrar vi cómo sus ojos se movían observando por todas partes, inspeccionando mi casa. Sus ojos se quedaron fijos en un póster de Amy Winehouse que me habían regalado hace unos años —. ¿Te gusta Amy?
—Oh, s-sí, un poco... —Murmuró el albino, bajando la mirada. Me acerqué y pasé mi mano por ese póster medio roto y solté una risita —Es una pena que ya no esté en este mundo.
—Sí, era realmente buena... —Invité a que pasara a la sala, era el cuarto más grande del departamento. No tenía televisor, pero sí estaba lleno de estantes con libros, plantas y un gran sillón de color gris. Fui a la cocina y volví junto a dos tazas de té, Felix recibió una amablemente y tomó pequeños sorbos. Era imposible no suspirar al verlo.
No quería que este fuera un momento incómodo, aunque hace nada éramos tan solo un par de extraños que se coqueteaban con la mirada. Quería saber más de él, y si es posible, no dormir esta noche.
—Felix... Tus padres hicieron una buena elección. —Me senté al lado suyo, se apartó un poco, pero aún así me acerqué más. Hicimos contacto visual por unos segundos antes de que él respondiera.
—M-Mis padres... No lo eligieron —Enarqué una ceja, concluyendo que pudieron haber sido sus abuelos o alguna tía, pero no podía estar más equivocado—, yo cambié mi nombre hace tres años. —Abrí mis ojos y boca, levantando mis cejas. La curiosidad me mataba, quería saber más.
—¿Y por qué? ¿Cómo te llamabas antes? ¿Por qué elegiste "Felix"? —Mis ojos brillaban con emoción, resultó ser una persona muy interesante. El albino rio, aludiendo a que parecía un niño pequeño. Por primera vez sentí un poco de vergüenza.
—Cuando mamá estaba embarazada de mí, creía que sería niña. Estaban tan seguros de ello que nunca pensaron en un nombre de chico. Por lo que al nacer me pusieron un nombre de chica —Suspiró, él estaba sentado con las piernas cruzadas mientras que yo tenía mis pies arriba del sillón —. Años después, todos los niños de la escuela me molestaban, así también fue en secundaria y parte de la preparatoria. Cambié mi nombre apenas cumplí los dieciocho. —Ambos reímos, la risa de Felix era preciosa.
—¿Entonces cómo solías llamarte? —Pregunté ansioso, pero al ver su rostro avergonzado dije que no era problema si quería mantenerlo en secreto, aunque siguió insistiendo en que estaba bien.
—Antoinette —Murmuró tímidamente, sonriendo. Sus mejillas estaban rojas y sus ojos evitaban encontrarse con los míos —. Es la versión francesa de Antonia...
—Antoinette —Repetí, soltando una risa. Jamás había oído hablar de un chico llamado así —. Sabes, pienso que cualquier nombre te quedaría bien, sea de chico o chica...
Lentamente acerqué mi rostro al suyo, con ganas de contemplar cada detalle. Quería sentir su dulce aroma y ver lo que se ocultaba dentro de esos ojos de un extraño tono gris.
«De hecho, cada parte de ti es perfecta».
Es lo que hubiera dicho, pero el albino había unido nuestros labios en un inocente y tierno beso...
Que luego se convirtió en uno cálido, atrevido y más tarde apasionado.
Ese beso dio paso a varios más, no solo en los labios. Nuestras manos recorrían nuestros cuerpos con ganas de explorar cada rincón de estos y la ropa mágicamente había desaparecido.
Era algo que ambos deseábamos con locura y por mucho tiempo, cada suspiro que soltaba entre nuestros besos me derretía por dentro y subía la temperatura en cada parte de mi ser.
En ese momento supimos que fue amor a primera vista. A primera risa. A primer beso. A primer jadeo.
Por cada cosa nueva que descubra y por cada cosa que Felix haga, siento que me enamoraré de nuevo, y se sentirá como la primera vez.
La luna y las estrellas fueron los únicos testigos esa noche, y probablemente también las sábanas.
—Ngh~... Hy-HyunJin...
—¿Sí?
—Q-Quiero... Más~...
•••
Ahora descubrimos cómo fue el encuentro de estos dos y cómo se desarrollaron sentimientos desde el punto de vista de HyunJin 👀
La autora menciona que el próximo y último capítulo será narrado por un punto de vista especial, no es Felix ni tampoco HyunJin 🙈
에이브릴🌹
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro