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¡NÓTAME, HYUNG!


Hoy era lunes; un horrendo inicio de semana para esta pobre alma.

Mi cita con la que yo creía como mi amor platónico resultó bien; bastante bien como para casi no haber recibido muchos consejos, de hecho. No hubo besos, ni palabras cariñosas, ni nada que conllevara algo más íntimo; lo más a lo que pude llegar fue a tomar su mano al caminar, pero no sentí nada con hacerlo.

No sentí lo mismo que sentí cuando besé a Yoon Gi, y ese era un motivo por el cual este día era horrendo. Hoy tenía que verlo sí o sí, y algo me decía que iba a evitarme tal cual el viernes de la semana pasada. No me extrañaría si lo hiciera, y tampoco es como si le quisiese hablar; el sólo imaginar que hoy lo tendré que ver hace que todo mi sistema se descontrole, no podría hablarle aunque lo intentara.

En las clases no lo vi, lo cual fue un indicio entre bueno y malo. Lo único rescatable de aquello, es que Ji Eun se sentó a mi lado en las clases que nos tocaban juntos; eso quería decir algo, ¿cierto? Quizá ya estábamos acercándonos a una relación estable de poco en poco... pero, sinceramente, no me causa ningún tipo de emoción aquello. No me causa nada, ni siquiera tenerla al lado, prestándome toda su atención cuando antes yo añoraba con todas mis fuerzas tenerla.

En el almuerzo, Ji Eun se tuvo que despegar de mí porque les había prometido a sus amigas que comería con ellas. A pesar de que ella creía que yo me enojaría por ello y por eso me pidió disculpas, a mí me daba igual a donde fuera o con quien. Así que sólo me despedí y fui a la mesa donde algunos de los chicos ya se encontraban sentados comiendo.

—Hola —saludo al sentarme, buscando entre los chicos a cierto paliducho que trae a mi corazón y mente como locos; pero no se encuentra en la mesa—. ¿Y Yoon Gi hyung? —Pregunto, sin querer, en voz alta.

—Por allá —me responde Ho Seok, señalando un lugar específico.

Mi mirada apunta la dirección a la que Hobi señala, encontrándome con una escena que no me era del todo agradable de ver.

—¿Quién es ella? —Pregunto.

Yoon Gi se encontraba platicando muy amenamente con una muy linda chica en una de las esquinas de la cafetería. Ambos reían por algún comentario que hizo uno de los dos, y al ver la sonrisa de Yoon Gi ser dirigida a ella, hacía que mi corazón se estrujara con violencia, decepción y, a la vez, molestia se acoplaran en mi sistema.

—Es Jeon So Mi —me responde Tae Hyung—, una estudiante que va un grado menor a nosotros.

—¿Y por qué está hablando con hyung, entonces? —Tenía que resolver aunque sea esas dudas antes de que mi cerebro explotara por sobrecarga.

—Porque tienen algo —dice esta vez Ji Min—, o están cerca de tenerlo.

—¿A qué te refieres? —No quería sonar sorprendido y algo preocupado por lo que estoy escuchando, pero creo que me he delatado solo.

—Yoon Gi ha tenido tres citas con ella.

—¡¿Tres?! —Exclamo, sin esconder la tan inevitable sorpresa.

—Sí, ya lo sé, ¿es muy loco, no? Incluso desde la segunda ya es algo que te saca de tus cabales.

—¿Y por qué no estaba enterado?

—No lo sé. Yoon Gi nos cuenta de ello por mensajes en el grupo que tenemos, así que deberías saberlo —entonces era por eso; yo usualmente solo los marco como leído, porque en verdad casi nunca es interesante lo que mis hyungs hablan por ahí.

Mi mirada vuelve a la dolorosa —al menos, para mí— escena; tornándose el doble al ver como ahora Yoon Gi acariciaba la mejilla de So Mi con suavidad, y con una sonrisa pintada en el rostro.

Me hacía daño ver eso, incluso más de lo que esperaba.

—Tengo que irme —informó, levantándome de la mesa.

—Pero ni siquiera has comido.

—Se me ha quitado el apetito —digo antes de echarme a correr fuera del alcance de aquella escena que para muchos podría ser linda, pero para mí sólo era tortuosa.

Y, antes de lo que pensaba, ya podía sentir mis mejillas siendo empapadas por mis lágrimas.

Así pasaron los siguientes días.

Yoon Gi ya no se la pasaba con nosotros como antes, pues ahora parecía que sólo quería estar a disposición de aquella bella chica. Por eso, es más que obvio que nunca cruzamos alguna mirada o palabra en lo que restaron de esas tortuosas y dolorosas dos semanas. Ni siquiera yo puedo creer que haya tolerado tanto tiempo la clara estancia en la friendzone.

Ji Eun ya ni siquiera era de mi importancia, a pesar de que pude tener algo más con ella cuando de la nada comenzó a hablar de ello. Yo la rechacé de la forma más amable que me pude permitir, diciéndole como excusa que mi corazón ya le pertenecía a alguien más; pero ese alguien más parecía que su corazón igual ya tenía dueño, y para mí desgracia no era yo.

Pensé en un inicio que seguramente eran celos de amigo, pero lo que siento no se compara con algo tan simple.

Solo para torturarme más, ahora sí leía los mensajes que mandaba en el grupo con los chicos, pues Yoon Gi se la pasaba contando sobre lo que, parecía, su perfecta relación con Jeon So Mi. Lo peor llegó cuando mandó el siguiente mensaje:

"Creo que ella es la indicada chicos. Muy pronto le pediré que sea mi novia".

Y, de nueva cuenta, me solté a llorar como un bebé sin consuelo, pues en serio pensé que ambos habíamos sentido algo más allá de lo especial en el beso que nos dimos; pero tal parece que sólo yo lo sentí.

—¡Nótame, hyung! —Le grité aquella vez al teléfono, pero no gané nada con ello.

Hoy era otro tortuoso día más de escuela; y quizá ya estaba a punto de terminar, pero eso no quitaba el hecho de que me encontraba destrozado porque, tal vez, Yoon Gi ya le haya pedido a So Mi que sea su novia.

Mi entrenamiento termina, y me desparramo en el suelo, tratando de pensar en algo que no sea cierto paliducho que, lo único que me hace, es daño sentimental.

—¿Estás bien, Jung Kook? —Escucho la voz del entrenador, por lo que decido regresar a verlo.

—Sí —miento.

—Te noto algo distraído, como si siempre estuvieras en otro lado en lugar de estar practicando. Eso es raro en ti. ¿Seguro que todo está bien? —Quisiera decirle la verdad, pero él es sólo mi entrenador, ¿qué podría él saber respecto a lo que me está pasando?

—Descuide. Todo está perfecto.

Miro la hora en el reloj de pared en cuanto se marcha, dándome cuenta de que esta clase ha terminado diez minutos antes.

Una estúpida idea se me cruza por la mente en ese momento, una de la cual no estoy seguro de querer hacer.

Sé que Yoon Gi aún está entrenando; y aunque su entrenamiento ya hubiese acabado, recuerdo que me dijo que solía quedarse a entrenar después de eso, pues puede concentrarse más cuando está solo.

¿Qué tal si voy a hablar con él? Porque tal parece que sólo podré hacerlo así

Puede que igual estos días ya no se quede para irse con So Mi a algún lado; pero tampoco pierdo nada con ir a revisar si está ahí.

Decidido, me levanto del suelo y rápidamente me dirijo a las duchas, bañándome lo más rápido que puedo, secándome y cambiándome de igual forma. Cuando ya estoy listo, corro hacia la cancha de baloncesto y, con algo de temor, abro un poco la puerta, solo para que uno de mis ojos pudiera ver lo que hay dentro.

Mi corazón comienza a acelerarse cuando me encuentro a Yoon Gi haciendo esos tiros perfectos de siempre, sin notar que yo lo estoy viendo. Esta podría ser una señal del destino, como diciéndome que me deje de cobardía y que vaya a enfrentarlo ahora que puedo.

Abro en su totalidad la puerta, ganándome la mirada curiosa y confusa de Yoon Gi. Ignoro eso por completo, cerrando la puerta detrás de mí, para comenzar a caminar hasta adentrarme más a la cancha.

—¿Qué haces aquí? —Pregunta, dándome a conocer su confusión—. Ya no tienes nada que hacer aquí, mi tiempo para darte consejos se terminó.

Suelto una carcajada sin nada de burla, sino más bien de ironía.

—Y vaya consejos me diste —murmuro, tirando mi mochila por el lugar que pase, sin dejar de caminar en ningún segundo.

—No has respondido a mi pregunta —va por el balón, para luego comenzar a botarlo.

—Vengo para hablar contigo —respondo, poniéndome frente a él; hasta que me da la espalda para mirar hacia la canasta.

—¿Sobre qué? —Tira, haciendo una perfecta anotación.

—Nosotros —murmuro, pero sé que me ha escuchado por el cambio drástico en su semblante y andar.

—¿Nosotros? —Suelta una carcajada parecida, más no igual, a la mía—. ¿De qué se supone que hablemos?

Nuevamente, bota el balón, y yo miro aquella figura esférica atentamente, pensando en lo que le diré, sintiéndome nervioso de repente. Cuando está a punto de darme la espalda para apuntar hacia la canasta, es cuando comienzo a hablar:

—Sé que tú puedes, pero al menos yo no puedo ignorar lo que ocurrió entre nosotros —suspiro—. El beso que nos dimos, para mí, fue especial; no sé cómo explicarlo, y tampoco es porque fue mi primer beso y por esa razón los sentí así. Hubo algo más ahí, hyung; algo que ambos ocasionamos, y que no me deja dormir, o siquiera vivir en paz de solo pensar en lo que podría tratarse —me muerdo el labio inferior, tratando de que este no siga temblando—. Y ahora que te veo tan feliz saliendo con So Mi, sé que no me equivoqué con la deducción que hice ese mismo día del beso. Me molesta verte cerca de ella, así como ese día, y el anterior a ese, lo estuvimos nosotros dos; porque quiero ser yo el que reciba esas sonrisas y los abrazos que le das a ella. En un principio traté de calmarme, y hacerme creer de que eran simples celos de amigo por ya no tener más tu atención como antes... pero no es así —miro mis pies, preparándome para lo que viene—. Me gustas, hyung; y me gustas en serio —ahí lanza el balón y, sorprendentemente, esta vez falla el tiro de forma espantosa—. No accedí a una relación estable con Ji Eun por estar enamorado de ti, porque pensé que en algún momento tú ibas a decirme que sentías algo por mí; ahora veo que me equivoqué, porque So Mi se ha interpuesto en nuestro camino, y creo que te hace no darte cuenta de la realidad...

—Tienes que estar bromeando —es lo que dice; y en verdad no esperaba que dijera eso.

Levanto la mirada, encontrándome con la molesta, y algo más que no puedo entender, de Yoon Gi.

—Estoy hablando muy en serio, hyung —hay un ligero silencio entre nosotros, uno que me es incómodo, y que me provoca ansiedad por la mirada que me dedica; aún más al notar que está pensando.

¿Será este el momento de su declaración hacía mí?

—Lamento no poder corresponder a tus sentimientos, Kook.

Puedo escuchar como mi corazón figurativamente se destroza ante sus frías y sinceras palabras.

—¿Es acaso porque somos hombres? —Pregunto, sintiéndome miserable ahora por su rechazo.

—No es por eso, sino porque no me gustas —siento una punzada en mi pecho por eso, dañándome—. Es estúpido que creas que ese beso fue especial por algo que ambos aportamos, cuando yo solo te besé para mostrarte como debías besar a Ji Eun —mis ojos comienzan a empañarse por las lágrimas—. El que digas que la rechazaste por estar enamorado de mí es peor aún. Arruinaste la oportunidad que tenías para sentar cabeza con alguien que sí te correspondiera —ya no quiero escuchar más, pero mis piernas parecen no hacer caso a lo que quiero; que es irme lejos para desmoronarme en paz.

—Pero... yo pensé...

—Pues pensaste mal —el tono molesto que utiliza, no me ayuda en nada a tranquilizarme—. Déjame decirte algo, Jeon —me ha llamado por mi apellido, eso es una muy mala señal—. Antes de que tú llegaras a mi vida, todo era perfecto. Cuando comenzaste a hacer más amigos, me sentí menos asfixiado porque tú siempre tenías que estar a mi lado como maldito chicle. Y ahora, que me digas esto, sólo me hace creer que lo haces por capricho; porque no toleras que le esté dando atención a otra persona tal cual como yo lo hacía contigo cuando apenas comenzábamos a conocernos —las primeras lágrimas salen—. Así que mejor trata de olvidarte de esa estupidez, porque no cambiará absolutamente nada. Y vete de una vez, que en serio me irrita verte así.

Dejo que los sollozos salgan libremente, total, ya estoy lo suficientemente humillado; el que me vea y escuche llorar no era nada a estas alturas.

Asiento con la cabeza, sin atreverme a mirarlo, para luego caminar hacia donde dejé mi mochila. La tomo y la cuelgo en mi hombro, siguiendo mi rumbo directo hacia la salida. Pero me detengo a la mitad de camino, solo para girar mi cabeza y verlo una última vez.

—Sólo quiero decirte que no es una estupidez ni un capricho, y que es lo más real que he sentido en toda mi vida. Perdón por las molestias —es lo último que digo, antes de continuar y salir de aquel asfixiante lugar.

Esta vez, fui yo quien huyó, pero no necesariamente por cobarde, sino porque sentía que mi alma y corazón se estaba pudriendo.

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