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Prólogo V: Creando vínculos


Bosques de Hyrule...

Los días transcurrieron, y la Legión de Link ni siquiera notó el paso del tiempo. Para ser un ejercicio de supervivencia, les resultó bastante divertido. Sin descuidarse de su entrenamiento mantuvieron sus habilidades en forma, ya fuera combatiendo entre ellos o contra alguna bestia que fueran a cazar para la cena. El récord de Alexandre contra Link no mejoraba mucho. El líder del escuadrón se mantenía prácticamente invicto, y en las pocas veces que el lancero lograba anotarse alguna victoria, tenía la impresión de que era porque el espadachín rubio deliberadamente le dejaba una abertura. Ocasionalmente peleaba también contra Ruisu, con quien se mantenía un poco más parejo. A este no le importaba mucho si ganaba o perdía, pues él no se molestaba en llevar la cuenta de manera tan obsesiva. Por otra parte, Alexandre se había puesto bastante cercano con Shadow, el caballo que tiraba de su carreta, y por tener que cuidarlo empezó ocasionalmente a montarlo. Ya que en los bosques no había espacio para correr, comenzó a considerar preguntarles a sus superiores si podía quedarse con él cuando volvieran. Garrett pasaba más tiempo entrenando por su cuenta; prefería hacerlo peleando contra animales que contra sus compañeros, o usando su hacha para cortar leña para la fogata. El resto pensaba que estaba bien así, pues él era consciente de su propia fuerza y no quería arriesgarse a lastimar a los otros. En cuanto a Zatyr, la arquera se veía muy dispuesta a utilizar cualquier cosa como blanco de práctica, ya fuesen aves escondidas entre los árboles, o los peces que nadaban por el río. El beneficio adicional era, desde luego, mayor variedad en su comida.

Casi lamentaban que hubiese llegado el amanecer del décimo día, pues no les hubiera importado demasiado quedarse unos cuantos días más. Sin embargo, esa tarde tenían que llegar a tiempo para una reunión importante, de modo que no podían permitirse quedarse más de lo necesario. Aparte de eso, Link tenía otra razón para querer regresar pronto. Echaba de menos las sesiones de entrenamiento con la Princesa Zelda. No, no eran las sesiones, era a la propia princesa a la que echaba de menos, ya con el paso del tiempo lo había aceptado y asimilado, situación que, por supuesto, no podía decírsela a los demás.

Ahora, más que pensar en el entrenamiento, estaba empezando a pensar en ella. El entrenamiento en sí mismo era algo que él no despreciaba, pues sin duda le había ayudado a mejorar sus propias habilidades, pero ahora, lo que más le agradaba de las sesiones, eran los descansos. En ese tiempo, la joven se tomaba su tiempo para conversar con él, contarle sobre las leyendas del reino, eran historias realmente interesantes. En particular, las que más le llamaban la atención eran las que hablaban de los héroes que luchaban contra la oscuridad siempre que esta amenazaba al reino de Hyrule. Él ya conocía algunas de ellas, pero al parecer, la familia real conocía detalles mucho más a fondo, que él nunca se había imaginado. Cada vez que terminaba la sesión, él esperaba con impaciencia la siguiente para poder continuar con la historia.

Entre eso, y la reunión a la que tenían que ir en la tarde, Link finalmente les dio la orden al resto de sus compañeros de comenzar a empacar para partir.

- Eso es todo, amigos. - dijo Link. - Recojan sus cosas, ya nos vamos. Alexandre, prepara a Shadow.

- Ya escuchaste, amigo. Andando. - dijo el aludido, llevando al corcel para atarlo de vuelta a la carreta. Se tomó su tiempo para darle unas palmaditas en la cabeza por ser un buen chico.

- Te has puesto muy cercano con él, ¿no es así? - preguntó Link.

- Es simpático, una vez que te ganas su confianza. - dijo Alexandre. - He pensado... cuando concluya el entrenamiento creo que me iré a la división de caballería. Él sería un buen compañero, ¿verdad, Shadow?

El caballo resopló, como si dijera que sí. Los integrantes del escuadrón terminaron de recoger sus pertenencias (que afortunadamente no eran muchas) y se montaron en la carreta. Alexandre se sentó en el asiento del conductor, tomó las riendas y las chasqueó para poner a andar al corcel. El paseo se hizo un poco movido hasta que salieron del bosque y se pusieron de vuelta en el sendero para regresar a la ciudadela.

Sin embargo, unas horas después se encontraron con que había ocurrido un derrumbe en el paso del cañón por el camino principal, cortándoles la ruta directa hacia la ciudadela. Unos trabajadores estaban usando picas para tratar de romper las rocas para despejar el camino, pero eso les podría llevar hasta el día siguiente, ellos no tenían tiempo para esperar.

- Que pena que no traje flechas explosivas. - se lamentó Zatyr. Así sería una manera más rápida de despejar el camino.

- Tendremos que tomar el desvío por una de las aldeas cercanas. - dijo Ruisu, observando en el mapa.

- Eso nos retrasará al menos tres horas, pero ni modo. - dijo Link. - Aún podremos llegar a tiempo, y tal vez nos sobre para detenernos a descansar un poco y comer algo en ese lugar.

- Mejor que quedarnos aquí. - dijo Alexandre.

Dirigió a Shadow para dar la vuelta y saliendo del cañón, tomaron el sendero hacia una de las aldeas cercanas. Como era colina arriba se tardarían un poco más, pero el corcel era lo bastante fuerte para arrastrarlos sin problemas. El viaje continuó sin contratiempos, hasta que empezaron a ver unas columnas de humo en la distancia.

- Oigan, ¿qué sucede allá? - dijo Link al verlas.

- No lo sé, pero donde hay humo... - dijo Ruisu, sin completar la frase. - Vayamos a ver.

- ¡Más rápido, Shadow! - dijo Alexandre, chasqueando las riendas para hacer que el corcel fuese más deprisa.

Al llegar a la cima de la colina, pudieron ver lo que estaba ocurriendo claramente. Por lo visto, un grupo de bandidos había decidido hacer de esa aldea su patio de juegos personal. Pero no se contentaban con saquear a los pueblerinos, sino que además, por puro y simple placer, estaban destrozando todo lo que no les servía y prendiéndole fuego a las casas. Los pobres aldeanos intentaban o salvar lo poco que pudieran o huir para salvar sus vidas.

- ¡Tenemos que hacer algo! - gritó Link.

- ¡Pero vamos tarde, Link! - dijo Alexandre.

- ¡Esa gente necesita ayuda! ¿No lo ves? - protestó el rubio.

- Sí, pero...

- No hay nada que discutir. - intervino Ruisu. - En casos como este lo más sensato es ir a buscar a nuestros superiores, pero estamos demasiado lejos para llegar a tiempo. La aldea quedará hecha cenizas para cuando lleguen.

- Así es. - dijo Link con firmeza. - Lo más que podemos hacer es tratar de terminar con esto rápidamente. Pero si no llegamos... yo asumiré toda la responsabilidad.

- Que forma de aprovechar tu autoridad ahora. - comentó Zatyr. - Bueno, gran jefe, dinos cuál es el plan.

- El plan es hacer lo que haga falta y evitar que nos maten. - dijo Link simplemente. - Esos bandidos no se tentarán el corazón con nosotros, así que si tienen que utilizar fuerza letal... no lo duden.

Los reclutas se miraron entre ellos ante esas palabras. Link se veía bastante determinado en lo que decía. De primera instancia, quienes no lo conocieran lo verían como el tipo de persona que nunca lastimaría a una mosca. Pero ahora estaba totalmente cambiado, aunque no era de extrañarse, dada la situación.

- Basta de palabrerías. ¡Deprisa, Shadow! - gritó Alexandre, urgiendo al corcel a descender por la colina hacia la aldea.

Entretanto, abajo, en el pequeño pueblo reinaba el caos. Los bandidos, un grupo de sujetos enormes, mal encarados y desaliñados, algunos armados con hachas y otros con ballestas, se reían mientras se regodeaban con el sufrimiento de sus víctimas. Los aldeanos no podían oponer resistencia alguna, pues no tenían armas, así que no les quedaba más remedio que entregar sus posesiones, ahora metidas en sacos enormes a la espalda de los rufianes. Pero estos, no contentos con quitarles lo poco que tenían, todavía decidían agarrar las antorchas y prenderles fuego a sus viviendas. Los aldeanos que no habían huido ahora trataban de apagar las llamas antes que devorasen sus hogares.

- ¡Jajaja, qué buen botín! - gritó el que parecía ser el jefe, que llevaba una enorme hacha de filo sencillo, pero que mostraba mucho desgaste y óxido.

- Je, estos pobres tontos no tenían mucho, pero podemos vender bien todas estas cosas. - agregó otro, mirando dentro del saco. Al terminar, se puso de pie y se preparó para echárselo al hombro. - Bueno, es hora de irnos de este lugar.

- Sí. Ya no queda nada. ¡Quemen todo lo que queda! ¡No dejen ni una sola en pie!

- ¡Sí, jefecito! ¡Ya escucharon, idiotas, pongan a arder todo el...! ¡AACK!

Antes que pudiera terminar con la frase, el desgraciado bandido fue alcanzado por una flecha por la espalda que le dio directo al hombro. No fue fatalmente, pero el dolor bastó para romper con su aparente tranquilidad. El jefe se volteó al ver esto, y empezó a gritar exigiendo que el listillo que había disparado ese proyectil diera la cara. Como contestándole, vieron descender una carreta tirada por un caballo negro, con cinco jóvenes, cuatro chicos y una chica, esta última armada con un arco, así dedujo que debió ser ella la que disparó el flechazo a su compañero. Al desmontarse, vieron de cerca que sus uniformes delataban que eran soldados del ejército de Hyrule, pero por su edad no debían ser más que aprendices.

- Vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí? - dijo el líder de los bandidos. - ¿Un grupo de mocosos que creen que pueden jugar a ser héroes con nosotros?

La legión de Link claramente se enfadó ante ese comentario. Los bandidos siempre buscaban seguridad en el tamaño y en los números, pero cuando se enfrentaban a caballeros frente a frente, incluso a los novatos, no había competencia alguna. Subestimarlos sería su perdición. Link fue el primero en avanzar, desenvainando su espada.

- El juego se acabó, bandidos. - les advirtió.

- No tiene sentido decirles esto, pero si sueltan todo lo que se han robado y se largan ahora, esto no tendrá que ser desagradable. - dijo Ruisu a su vez.

- ¡Ja, ¿qué se creen estos mocosos?! ¡Muchachos, enséñenles a no meterse con las Bestias!

Los bandidos tomaron sus armas y se dispusieron a terminar con el grupo de jóvenes reclutas. Bien, que no dijeran que no se los advirtieron. Link hizo un simple gesto de asentimiento a sus compañeros, que respondieron de igual manera. Zatyr cogió una de sus flechas más agudas, tensó el arco y le disparó al más cercano, dándole en la mano que sujetaba el hacha. El bandido aulló de dolor y la dejó caer. Inmediatamente, Link, Ruisu y Garrett corrieron al encuentro de los rufianes para darles su merecido, mientras Alexandre se quedaba atrás para cuidarle las espaldas a Zatyr y también a Shadow y la carreta. La arquera se paró en el vehículo para tener más altura y mejor ángulo de disparo, mientras el lancero repelía a los que intentaban acercársele.

El espadachín rubio inmediatamente fue tras el jefe de los bandidos. En esa clase de grupos, siempre el rufián más grande, fuerte y feo era el cabecilla. Derrotarlo a él ayudaría haría que el resto del grupo se desmoronara. El enorme bandido, muy confiado en su fuerza y tamaño, empezó a mover su hacha de manera viciosa tratando de partir en dos a Link, pero sus movimientos, fuera de ser extremadamente violentos, eran muy predecibles. A pesar de no traer consigo un escudo, no lo necesitaba, bastaba con mantenerse fuera de su alcance para estar a salvo de sus ataques. Al mismo tiempo, Ruisu le cuidaba las espaldas manteniendo a raya al resto de posibles amenazas hacia su líder.

- ¡Estate quieto para que pueda rebanarte, mocoso! - gritó el bandido.

- ¡Lo siento, tendré que declinar esa oferta! - replicó Link con sorna.

Entretanto, Garrett se estaba abriendo paso entre otros dos bandidos. Los dos trataron de írseles encima con sus hachas, pero este los detuvo simultáneamente con la suya. Alejó a uno de una patada al estómago, y procedió a darle al otro un fuerte golpe con el plano del hacha en la cabeza. El rufián se desplomó en el suelo, y el otro, que apenas recuperaba el aliento, se horrorizó de ver caer a su compañero así.

- ¡No te me acerques! - gritó, tratando (inútilmente) de ocultar el pánico en su voz.

Pero Garrett no se amilanó, el bandido trató de hacer bajar su hacha sobre la cabeza del joven, pero este la detuvo con la suya, y con un movimiento rápido se la arrancó de entre las manos y la dejó caer a un lado. Fue entonces, que el bandido se dio cuenta que el tamaño del joven no era solo para intimidar, detrás de él había fuerza. Sin decir nada, Garrett agarró del cuello al bandido y lo arrojó contra un muro, noqueándolo igual que a su compañero. Habiendo completado esto, Garrett centró su atención en ayudar a una mujer y su hija que se habían quedado atrás en la huida hacia un refugio, cubriéndoles la retirada mientras escapaban.

Al mismo tiempo, Ruisu intentaba contener simultáneamente a dos atacantes para impedir que interfirieran con la pelea de Link contra el líder. Consiguió incapacitar a uno esquivando un hachazo y haciendo que su arma se atascara en una cerca de madera, inmediatamente le dio un golpe con el plano de la espada en la nuca para dejarlo fuera de circulación. Uno fuera, quedaba el otro. El segundo bandido, poniéndose furioso, levantó su hacha, que era más pequeña y se la arrojó. Ruisu saltó hacia un lado para evitarla. Aun desarmado, muy confiado de su enorme tamaño, el rufián trató de lanzarse hacia el joven para atraparlo con sus propias manos. Por lo visto estaba tan furioso de que un "mocoso" se burlara de él, que no se fijó en que Ruisu aún tenía su arma desenvainada y terminó empalado por el estómago. Ruisu inmediatamente lo apartó dándole un puñetazo y sacando su espada llena de sangre. Hizo una mueca de disgusto, pues no quería usar fuerza letal si no era necesario, pero rápidamente lo superó, pues el tipo tuvo la culpa. En ese instante, se percató que en la torre de vigilancia estaba apostado otro de los rufianes, armado con una ballesta, tratando de apuntarle a Link, que estaba de espaldas en ese momento.

- ¡Cuidado! - exclamó.

Link seguía ocupado peleando contra el jefe, así que no se había dado cuenta. Ruisu pegó un enorme salto, invirtiendo el agarre de su espada y con un movimiento rápido desvió el proyectil antes que alcanzara a su compañero. El líder del escuadrón se dio cuenta cuando ya Ruisu estaba a su espalda encarando al que había tratado de dispararle.

- ¡Zatyr, deshazte del de la torre! - le gritó Ruisu.

- ¡Con gusto!

La arquera tensó su arco, y un segundo después, el bandido que estaba en la torre fue alcanzado en el pecho. Si la flecha no lo mataba, la caída de doce metros seguramente haría el trabajo. Link se tomó un momento para empujar hacia atrás al jefe de los bandidos, dándole con el plano de su espada en la cara, y aparentemente rompiéndole la nariz en el proceso.

- Gracias, me distraje un momento. - le dijo.

- Tranquilo, es mi trabajo cuidarte las espaldas. - replicó Ruisu.

El pelinegro comenzó a echar ojo de sus alrededores, en caso de que hubiera algún otro atacante que planeara algo similar.

Del otro lado, Zatyr continuaba disparando flechas, mientras Alexandre se ocupaba de protegerla a ella y a Shadow. El lancero decidió optar por terminar con sus adversarios de un solo golpe, tomando ventaja del hecho de que su lanza le daba un mayor alcance y la punta afilada bastaba para ponerlos fuera con una sola estocada (oportunamente, ninguno de ellos llevaba protecciones). No estaba empleando fuerza letal, pero el dejarlos desangrarse sería sin duda un castigo peor que la muerte para estos bandidos.

- Vamos, ¿ya tuvieron suficiente? - preguntó con sorna. - Ustedes no me sirven ni para calentamiento.

- ¡Maldito mocoso, cierra la boca! - dijo uno particularmente grande, alzando el hacha y disponiéndose a bajarla con un mandoble.

En respuesta, Alexandre giró su lanza, y en vez de darle con la punta, lo golpeó debajo de la quijada con el otro extremo. El bandido cayó hacia atrás, y después de eso, era muy poco probable que alguna vez pudiese volver a sonreír.

- Son demasiados, así nunca vamos a terminar. - dijo Zatyr. - Intentemos reunirlos a todos en un solo lugar.

- No es tan mala idea, pero... ¡a un lado! - gritó de pronto Alexandre bajándola de un tirón de la carreta.

El lancero apenas se dio cuenta de que otro bandido, armado con una ballesta había intentado un ataque sorpresa contra ellos. Esta vez, sin embargo, fueron un poco más allá y le dispararon una flecha incendiaria que cayó sobre la carreta. Inmediatamente, todo el fuego se propagó envolviendo el vehículo de madera, y el caballo comenzó a encabritarse, asustado por el fuego.

- ¡Whoah, tranquilo, muchacho! - gritó Alexandre, intentando calmar a Shadow.

Sin más que hacer, tuvo que cortarle las amarras para soltarlo y evitar que se quemara junto con la carreta (y el resto de las cosas que habían dejado en ella). Zatyr inmediatamente se ocupó de castigar al responsable, dándole un certero flechazo entre las dos cejas. Al ver los restos quemados de lo que solía ser su transporte, Alexandre decidió que si esos sujetos querían jugar rudo, él también lo haría. Tomando ventaja de que Shadow traía además una silla de montar encima, inmediatamente se subió a él. El hecho de que el caballo no lo tiró al suelo ni protestó cuando lo se montó en su lomo le pareció una buena señal.

- ¡Vamos a enseñarles quien manda, amigo! - gritó Alexandre. - ¡A LA CARGA!

Dicho y hecho, el corcel negro se alzó sobre sus patas traseras y con un relincho obedeció la orden de su nuevo jinete. Ya que los bandidos estaban dispersos por la aldea, ir a caballo le permitiría reunirlos más rápido. Derribó a los que pudo, y a los otros Zatyr se ocupó de darles un flechazo para ponerlos fuera. La arquera tuvo que ponerse a cubierto mientras buscaba otro sitio desde donde disparar. Por fortuna, al parecer ya no quedaban atacantes con armas de largo alcance apostados a su alrededor.

Al mismo tiempo, el duelo entre Link y el jefe de los bandidos parecía haber llegado a su punto culminante. El rufián no se explicaba como un "mocoso" como él le había podido dar semejante pelea, y de paso estaba furioso porque le había logrado romper la nariz. Y fue en ese punto que se dio cuenta además que los miembros de su banda estaban empezando a caer en montón, algunos noqueados después de un golpe contundente de fuerza bruta (cortesía de Garrett), caídos de un certero flechazo (por Zatyr) o por una herida de espada o lanza (Ruisu o Alexandre). Un par de ellos incluso estaba huyendo hacia la salida de la aldea, dejando atrás el botín y gritando en pánico.

- ¡No huyan, gallinas, vuelvan aquí! - les gritó, distrayéndose por un instante, y permitiéndole a Link herirlo en el brazo con una estocada. - ¡Ack! ¡Maldición, estos mocosos no son ordinarios!

- Te advertí que esto sería desagradable. - dijo Link. - Última advertencia. Lárgate ahora, o no saldrás con vida de este lugar.

- No voy a dejar que me venza un niñato. ¡MUERE!

Harto ya del bandido y su mala actitud, Link esquivó el hachazo dando un giro por un lado, alargó su brazo por completo y alzó su espada para darle un corte directo en el hombro con todas sus fuerzas. El bandido apenas profirió un quejido de dolor, antes que se le fuera la voz y cayera para no volver a levantarse. Ya con el jefe fuera del camino, el resto sería pan comido para ellos.

Pero un cuarteto de los que quedaban todavía hacía un esfuerzo para no irse con las manos vacías. Entre tres de ellos estaban jalando con unas cuerdas a una yegua que seguramente intentaron robar durante la conmoción, mientras el cuarto la azotaba y trataba de ensillarla. Link se quedó pasmado al ver como maltrataban a tan magnífico animal, tratando de forzarla a ir con ellos.

- ¡Vamos, preciosa! ¡Te podremos vender por un buen precio en el mercado! ¡Muévete!

La yegua, un hermoso ejemplar de color canela con la crin y las patas blancas, relinchaba y pataleaba intentando resistirse a sus captores, pero sin mucho éxito. Finalmente, cuando el bandido que trataba de montarla lo consiguió, se alzó sobre sus patas traseras y de un jalón arrastró a los que la sujetaban con cuerdas. Pateó a uno de ellos en la cara violentamente, y comenzó a saltar para quitarse de encima al que estaba montado.

- ¡QUIETA! ¡QUIETA! - gritaba el bandido.

Pero la yegua no cesó de saltar y patalear hasta que el desgraciado bandido cayó al suelo. Link de pronto sintió un impulso desconocido por ir a ayudar a esa yegua. Él siempre había aborrecido el maltrato a los animales en general, pero había algo más que no entendía por alguna razón, algo dentro de él le decía que no podía darles la oportunidad ni el gusto de montarla de ninguna manera, así que sin perder tiempo fue a castigar a los rufianes con sus propias manos.

Como si respondiera a su pensamiento, inexplicablemente la yegua en cuanto lo vio echó a correr hacia donde él estaba. Link instintivamente se apartó de su camino, no quería ser arrollado, pero en cuanto pasó de largo, sin que él se diera cuenta, dio la vuelta y volvió a correr hacia él.

- ¡Pero qué...! ¡Whoah! -

Antes de darse cuenta, de pronto estaba en sobre el lomo de la yegua, que sin detener su carrera pasó su cabeza por entre las piernas de él y lo hizo montarse. Link apenas atinó a sujetarse del cuello (no tenía riendas), mientras la poderosa equina atropellaba y pateaba a sus captores, aparentemente en venganza por lo que le habían hecho.

- ¡Tranquila, por favor, detente! - gritaba Link, sujetándose con todas sus fuerzas.

Link había montado a caballo un par de veces hacía tiempo, pero no se consideraba a sí mismo un jinete experto. La yegua seguía corriendo, en la dirección opuesta de donde vino cuando la estaban jalando por la fuerza.

- ¡Epona, Epona! - gritó de pronto una voz femenina.

Link vio frente a ellos a una joven que venía corriendo, probablemente una habitante de la aldea. La chica parecía de su misma edad, usaba ropas de trabajadora de rancho de ganado y tenía una larga cabellera roja. En respuesta al grito de la chica, y en cuanto la vio, la yegua finalmente detuvo su carrera. Sin perder tiempo, Link aprovechó el momento de tranquilidad para bajarse de ella.

- Gracias. - le dijo inmediatamente a la pelirroja.

- ¿Son caballeros de Hyrule? - preguntó la chica al notar su uniforme.

- Reclutas en entrenamiento, en realidad. - dijo Link. - Vimos que había problemas, y decidimos hacer algo. -

- Oye, ¿y por qué estabas montado en Epona?

- ¿Epona? ¿Así se llama? - preguntó Link. Por alguna razón, ese nombre le parecía familiar. - La verdad no lo sé, cuando me di cuenta estaba en su lomo. Gracias por detenerla.

- Olvídalo. - dijo la chica. - Es muy extraño, Epona no deja que nadie la monte, ni siquiera yo.

Link estaba a punto de decir algo más, pero se acordó de la situación que apremiaba en ese momento. Le dijo a la chica que se fuera a un lugar seguro con su yegua y retornó a ver si sus compañeros necesitaban ayuda. Para ese momento ya habían podido reducir a casi toda la banda de rufianes, algunos estaban muertos, otros inconscientes o demasiado heridos para moverse, y un par de ellos fueron lo bastante inteligentes para salir pitando ilesos, sin llevarse nada excepto un buen susto y humillación de ser derrotados.

- ¡Maldición, no son humanos! - gritó uno de ellos.

- ¡Al diablo con el botín, yo ya me voy de aquí! - lloriqueó otro.

- ¡Y no se atrevan a volver! - gritó Alexandre, amenazándolos con la lanza y aun montado en el lomo de Shadow. Estar sobre el corcel le daba una cierta sensación de superioridad. Sin negarle el crédito, se puso a acariciarle la cabeza en agradecimiento. - Estuviste genial, amigo, gracias por tu ayuda.

- Ya creo que fueron los últimos. - dijo Zatyr.

- Sí, pero mira como dejaron todo el lugar. - dijo Alexandre, mirando a su alrededor.

La aldea estaba hecha un desastre. Algunas de las viviendas habían sido totalmente quemadas. Por fortuna, los aldeanos no parecían haber sufrido ninguna herida, y los que se habían escondido, finalmente habían decidido salir para agradecerles a sus salvadores.

- Muchas gracias por encargarse de esos bandidos. Nos han salvado a todos. - dijo una mujer mayor.

- No nos agradezcan. Solo pasábamos por aquí, es todo. - dijo Link.

- Y hablando de eso, ¿podría alguien decirnos qué hora es? - preguntó Alexandre.

- Hora de que estuviéramos en la asamblea obligatoria. - dijo Ruisu, sacando su reloj de bolsillo. - Ya no llegaremos a tiempo.

- Qué remedio, y nuestra carreta es historia. - dijo Link, observando lo que quedaba de su vehículo.

La ciudadela estaba al menos a dos horas a caballo. Habían estimado el tiempo de llegada para volver justo a la hora de la asamblea, pero en lo que les llevó derrotar a los bandidos, se les fue ese valioso tiempo. Link no se arrepentía de haberse detenido a ayudar a la aldea, pero sin duda, ahora él y sus compañeros tendrían que afrontar acciones disciplinarias. Y ahora estaba el otro problema, ¿cómo iban a regresar? Habían perdido su carreta. Aún tenían a Shadow, pero no podrían montarse todos en él a la vez. Tomó un profundo respiro.

- Esto... no es que quiera aprovecharme ni nada, pero... ¿alguien aquí tiene una carreta que nos pueda prestar? - preguntó Link. - Mis amigos y yo tenemos que regresar a la ciudadela pronto. Por favor, si alguien puede...

- Tenemos una en el cobertizo. - salió de pronto alguien. Link se percató de que era la chica pelirroja que había detenido a esa yegua. - Yo los puedo llevar, si quieren.

- Gracias, sería de gran ayuda, señorita...

- Malon. Mi nombre es Malon.

- Malon, de acuerdo. - dijo Link. - Bien, chicos, si se salvó algo en la carreta incendiada, recójanlo ahora. Tenemos que darnos prisa.

Mientras la pelirroja iba en busca de su carreta, la Legión de Link decidió pasar ese tiempo que les quedaba tratando de ayudar a los aldeanos a limpiar el desorden. Se tomó su tiempo, pues la susodicha carreta estaba dentro del rancho que estaba al oeste de la aldea, y este era algo extenso. Unos veinte minutos más tarde, volvió conduciéndola con la yegua color canela de nombre Epona tirando de ella.

- Ya pueden subir. - dijo Malon.

- Yo iré montado en Shadow, si no les molesta. - dijo Alexandre.

- Como quieras. - dijo Link, mientras se montaba en la parte trasera. El resto de sus amigos lo siguió de inmediato. Malon chasqueó las riendas, y Epona echó a andar tirando de la carreta. Alexandre montado en Shadow iba enfrente para guiarla.

Mientras iban por el camino, Link se tomó su tiempo para reflexionar en lo que había pasado. No cabía duda, se iban a meter en problemas por llegar tarde, pero lo hicieron por una buena causa, la aldea necesitaba ayuda en ese momento, y no podían quedarse de brazos cruzados. Prometió que si tenían que afrontar acciones disciplinarias él cargaría con la responsabilidad por ser el líder, y tenía toda la intención de mantener dicha promesa.

- Oye, Link. - le dijo Ruisu de pronto, interrumpiendo su pensamiento. - ¿Qué sucedió en ese momento con la yegua?

- ¿Lo viste? - preguntó Link algo avergonzado. Fue un poco bochornoso, tuvo que admitirlo.

- ¿Alguna vez has montado a caballo? - preguntó Ruisu.

- Una o dos veces. - dijo Link. - No es que sea bueno en ello en realidad.

- Creo que le caíste bien a Epona. - intervino Malon, sin poder evitar oír la conversación que estaban teniendo.

- ¿Por qué lo dices? - preguntó Link.

- Porque creo que deliberadamente quería que la montaras por alguna razón. - respondió la pelirroja. - Lo cual me sorprende, porque nunca deja que nadie más lo haga. A todos los demás siempre los tira de su lomo.

- Vaya, creo que te ganaste una amiga equina, Link. - dijo Zatyr.

- No sé si quiera volver a montarla. - dijo Link. - Como dije, no soy muy buen jinete que digamos.

- Alexandre tal vez se alegre de escuchar eso. - dijo Zatyr. - Debiste ver lo emocionado que se veía derribando a los bandidos mientras iba montado en Shadow.

- Pues bien por él, tendrá algo que presumir. - dijo Ruisu.

Link no dijo más nada. Prefirió descansar el resto del trayecto, y preparar lo que iba a decir cuando tuviera que confrontar a sus superiores. Por lo menos, como Malon iba con ellos, tendrían un testigo para corroborar que lo que decían era cierto. Fuera lo que fuese lo que les esperaba, él lo afrontaría.

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Ciudadela del Castillo de Hyrule, dos horas más tarde...

La asamblea obligatoria ya estaba llegando a su fin, y todos los escuadrones que llevaron con éxito a cabo el ejercicio de supervivencia estaban recibiendo su debido reconocimiento con Sir Azael. Todos, excepto uno.

Por algún motivo, el escuadrón más prometedor, el que había sido apodado "la Legión de Link" aquel día brillaba por su ausencia. Lo cual era muy extraño y perturbador, pues en todo el tiempo que llevaba de supervisar su entrenamiento, estaban entre los más puntuales, siempre llegaban a tiempo a los compromisos importantes. Por ende, su ausencia no se justificaba de ninguna manera.

- ¿Dónde están? - se preguntaba impacientemente.

- Sir Azael, una carreta viene aproximándose por el sendero hacia la entrada sur de la ciudadela. - dijo uno de los soldados.

- ¿Por fin llegaron? - dijo Sir Azael al escuchar eso. Inmediatamente se dirigió a recibirlos. Tenía unas cuantas palabritas que decirles.

Al principio creyó que se había equivocado, pues la carreta que vio era una cubierta, y más grande, no era la que les había entregado para el ejercicio de supervivencia. Más todavía, estaba siendo conducida por una joven desconocida y un caballo de color canela, y uno de los miembros del onceavo escuadrón, el lancero cuyo nombre era Alexandre venía montando el caballo negro que les habían dado. El resto del escuadrón, incluyendo a su líder, Link, bajaron en el acto.

Link tragó en seco al verse de cara con su superior. Sir Azael no parecía estar nada contento de verlo, y era comprensible. Habían llegado tarde a la asamblea. No iba a poner excusas de ninguna manera, solo le diría la verdad.

- Sir Azael, señor.

- Por fin, tú y tu escuadrón nos honran con su presencia, joven Link. - dijo Sir Azael con un tono muy severo. - Ahorrándome el protocolo obvio, ¿quieres explicarme por qué han llegado tan tarde? ¿Y por qué no asistieron a la asamblea que, si mal no recuerdo, dejé claro que era obligatoria?

- No tengo excusa, señor. - dijo Link. - Asumo total responsabilidad de lo sucedido, como líder del escuadrón.

- Disculpe, señor... eh, Sir Azael. - intervino de pronto Malon. - Si me lo permite, yo le puedo explicar.

- ¿Y quién es usted, señorita?

- Mi nombre es Malon, señor. Soy una residente y trabajadora del Rancho Lon Lon, que está en una aldea cercana. Lo que ocurrió fue lo siguiente. Unos bandidos estaban saqueándonos. Link y sus amigos estaban pasando por la aldea en ese momento. Y se les enfrentaron por nosotros.

- Hmm... ¿es eso cierto, Link? - cuestionó Sir Azael, moviendo su mirada de la pelirroja a Link.

- Sí, señor. - dijo Link sin dudar. - Como dije, asumo total responsabilidad de las acciones de mi escuadrón. Fui yo quien les ordenó que los ayudáramos. Ellos actuaron según lo que les dije, nada más.

Sir Azael decidió tomarse su tiempo para mirar a Link. En el tiempo que conocía al muchacho, este nunca le había dado razones para desconfiar. La historia podría parecer "demasiado conveniente" para algunos, pero el joven recluta no titubeaba al hablar, ni se ponía nervioso, ni tampoco daba ningún signo que delatara que estuviera mintiendo o inventando nada.

- Bien, digamos que te creo. - dijo Sir Azael. - ¿Puedes explicarme por qué pasaron por esa aldea? Según recuerdo, el sendero viene directo desde donde los envié hacia la ciudadela, sin pasar por ningún poblado.

- Respecto a eso... tuvimos que tomar un desvío. - explicó Link. - Había un derrumbe en el paso del cañón, así que tuvimos que dar la vuelta y tomar otro camino.

- Puedo confirmar eso. - dijo Malon.

- ¿Y qué sucedió con la carreta que tenían para transporte? - preguntó Sir Azael. - ¿Por qué solo traen al caballo?

- La carreta... se quemó durante la escaramuza con los bandidos. - dijo Link. - Le lanzaron una flecha incendiaria. Ella se ofreció amablemente a traernos de vuelta.

- Era lo menos que podía hacer. Después de todo, nos salvaron de esos bandidos. - dijo Malon.

- Tendré que dar noticia de esto a la Comandante Impa. - dijo Sir Azael con tono severo. - Señorita Malon, antes que se vaya, necesito que me firme una declaración de todo lo que acaba de decirnos. Entre eso y las acciones de Link y su escuadrón, la Comandante decidirá qué acciones tomaremos. Ustedes cinco se quedarán aquí hasta nuevo aviso, hasta que les diga que pueden regresar al castillo.

- Sí, señor. - dijo Link.

- ¡El resto de ustedes, de vuelta a sus cuarteles! ¡Aquí no hay más nada que ver! - exclamó en voz alta.

El resto de los reclutas que estaban presenciando la escena inmediatamente se fue de manera ordenada al interior de la ciudadela, mientras Sir Azael se llevaba a Malon para tomarle su declaración por escrito. Obviamente, Link y su legión se quedarían a vigilar la carreta y a Epona hasta que pudiera marcharse. Sin más que hacer el resto del escuadrón se fue a tomar asiento en alguna parte para esperar hasta que volviera.

Sin saber muy bien por qué, Link se aproximó a la yegua. Todavía le intrigaba un poco su comportamiento, el hecho de que lo hubiese literalmente forzado a montarla. De pronto sintió el impulso de hablarle.

- ¿Por qué lo hiciste? - le preguntó. - Malon dice que no te gusta que la gente te monte.

La yegua solo resopló en respuesta. Link por dentro desearía poder entenderla. Él tenía la idea de que los animales eran capaces de entender el lenguaje humano más de lo que la mayoría pensaba, pero no las palabras, sino más bien los sentimientos.

- Bueno, no niego que también ayudaste a quitarnos de encima a un par de esos rufianes, así que podría decir que estamos a mano, ¿verdad? - cuestionó Link.

El muchacho se tomó un tiempo para apreciar a la yegua. Durante el ataque no lo hizo con muchas ganas pues la situación apremiaba. Era grande, fuerte y se notaba muy bien cuidada. Sin poder evitarlo, Link le pasó la mano por la crin, que realmente se sentía muy suave al tacto. A la yegua pareció gustarle esto, pues inmediatamente movió la cabeza y empezó a frotarla contra la de él en un gesto cariñoso. El joven pensó que tal vez esa era su manera de darle las gracias.

- Je, por lo visto Malon no mentía. - dijo Ruisu al ver la escena. - Definitivamente le agradas.

Link no pudo negarlo, y él mismo, por alguna razón, parecía sentir una extraña afinidad por la yegua. Si quisiera tener una montura, quizás le gustaría que fuese Epona. Pero no podía, la yegua le pertenecía a Malon después de todo. No tenía derecho alguno a quitársela. El rubio exhaló un suspiro, sería una lástima tener que despedirse de ella acabando de conocerla, pero no podía hacer nada al respecto. Bueno, quizás podría apelar al hecho de que él y sus amigos habían derrotado a los bandidos como una forma de "recompensa", pero a él no le gustaba la idea de aprovecharse de la amabilidad de los demás de ese modo. Pidió el pasaje de vuelta y con eso era suficiente. No se pondría a hacerle más demandas de ninguna manera.

Por otro lado, si Alexandre había podido formar un vínculo en tan poco tiempo con Shadow... ¿no podría él hacer lo mismo con Epona?

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Castillo de Hyrule, dos días después...

A medida que Link caminaba por los corredores del castillo, podía escuchar los murmullos de los otros reclutas a su alrededor. Para estas alturas ya todos debían estar enterados de su "pequeña aventura", así que eso no era de extrañarse. A decir verdad, no le importaba lo que dijeran, o lo que pensaran de él, pero no permitiría que sus compañeros sufrieran acciones disciplinarias por algo que había sido su responsabilidad. Por primera vez había encontrado una razón para alegrarse de haber aceptado ser el líder de su escuadrón, aun cuando ellos protestaron, no pudieron hacer nada, él había decidido aceptar el castigo solo, y nada lo haría cambiar de parecer.

Cuando se halló frente a la puerta del despacho de Impa tomó un profundo respiro antes de tocar. Ya no había vuelta atrás. No tenía intención de poner excusas para sus acciones, y cualquiera que fuese el castigo que le impusieran, lo afrontaría con dignidad.

¡KNOCK! ¡KNOCK! ¡KNOCK!

- Adelante. - escuchó adentro la voz de Impa. Sin dudarlo abrió la puerta e ingresó.

El despacho no era muy grande. Las paredes estaban decoradas con tapices con el símbolo de los Sheikah, y a ambos lados estaba enmarcado con estatuas de mármol. Atrás del escritorio donde se encontraba Impa estaba otro tapiz más grande, con el escudo de armas de la familia real de Hyrule, pero lo que más sorprendió a Link, fue encontrarse con que la Princesa Zelda estaba también presente. El muchacho tragó en seco, ya era bastante serio el solo hecho de tener que afrontar acciones disciplinarias, ¿pero tener que hacerlo enfrente de la futura monarca? La expresión de la joven soberana permanecía indescifrable. No había manera de saber lo que estaría pensando en ese momento. ¿Estaría enfadada o decepcionada?

- Joven Link. - habló Impa, finalmente rompiendo el silencio. - Acabo de recibir el informe de Sir Azael sobre las acciones del onceavo escuadrón. Según tengo entendido, tú y tus compañeros no retornaron al castillo en el plazo establecido, y tampoco se presentaron a la asamblea obligatoria a la que debían asistir todos los reclutas sin excepción, más aún, tampoco nos entregaste el reporte sobre el desempeño de tu escuadrón durante el ejercicio de supervivencia. ¿Tienes algo que decir respecto a esto, recluta?

- Sí, Lady Impa. - dijo Link, tratando de controlar sus nervios. - Todo es cierto. No tengo excusas, acepto toda la responsabilidad por el proceder de mi escuadrón, pues fui yo que les ordené actuar.

- Muy bien. Dices que no tienes excusas, pero imagino que debe haber una buena razón para que hayas tomado dichas acciones, ¿me equivoco?

Link tragó en seco. Había llegado el momento.

- No, no se equivoca. - dijo Link.

- Tengo conmigo el reporte de Sir Azael, junto con la declaración firmada de la joven que se ofreció de corroborar tu testimonio. - dijo Impa, mostrando un par de pergaminos enrollados. - Ya los he leído, pero quisiera escuchar el relato de tu propia boca, si eres tan amable. - le pidió.

- Por supuesto. - Link tomó un profundo respiro antes de comenzar su relato. - Teníamos toda la intención de regresar a tiempo, pero en el camino, pasamos por una pequeña aldea. Justo en ese instante, un grupo de bandidos estaba haciendo de las suyas en ese lugar.

Impa arqueó la ceja al escuchar esa última parte. Sin duda eso merecía su especial atención. El relato de Link confirmaba lo de los documentos. Los ojos de la princesa también mostraron una ligera sorpresa, pero el joven no se detuvo.

- Estaban saqueando a los aldeanos. Eran solo unos pobres campesinos indefensos, y esos rufianes les estaban quitando lo poco que tenían para sobrevivir. Nosotros teníamos armas con las cuales enfrentarlos, no podíamos quedarnos parados mirando.

- Ya veo. - dijo Impa. - Y dime, ¿por qué no trataron de pedir refuerzos o algo, en lugar de enfrentarse ustedes a ellos?

- No había tiempo. - dijo Link honestamente. - El pueblo estaba al menos a dos horas a caballo de la ciudadela. Para cuando hubiésemos podido contactar, los bandidos ya se habrían escapado. Más aún, aunque teníamos la intención de ahuyentarlos e irnos lo más pronto posible... el hecho de que nos superaran en número nos forzó a ser más cuidadosos. No podíamos estar pendientes del tiempo y tratar de proteger a los aldeanos al mismo tiempo.

- ¿Y qué sucedió con la carreta que tenían como transporte? - preguntó Impa.

- Durante la escaramuza... fue alcanzada por una flecha incendiaria. - dijo Link con algo de vergüenza. Aún se culpaba por no haber visto a tiempo a ese arquero. - Logramos salvar al caballo, pero como es obvio, no podíamos montarnos todos en él a la vez. Tuvimos suerte de que esa chica Malon se ofreció amablemente a traernos aquí.

- Muy bien, déjame ver si entiendo. - dijo Impa. - La razón por la que tú y tu escuadrón llegaron tarde, fue porque casualmente pasaron por una aldea que estaba en medio de un ataque de bandidos, y decidieron detenerse para ayudar a sus habitantes.

- Sí, Lady Impa.

- Y dime, ¿te arrepientes de tus acciones, a sabiendas de las consecuencias que podrían afrontar tú y tu escuadrón?

Link estuvo a punto de gritar "¡Claro que no!" en voz alta, pero al recordar a quién se estaba dirigiendo se contuvo el impulso. En lugar de eso, habló respetuosamente.

- No, Lady Impa. - dijo Link. - Y puedo asegurarle que mis compañeros tampoco. Estoy consciente de las reglas que he roto, pero no hay forma de que me arrepienta de lo que hice.

- ¿Y por qué no?

- Porque... porque sé que hice... que todos hicimos lo correcto. - dijo Link con firmeza, pero sin faltarle al respeto a su superior. - Esas personas necesitaban ayuda, y en ese momento solo nosotros podíamos dársela. Aún más, todos nosotros vinimos aquí con un solo objetivo en común: convertirnos en dignos caballeros de Hyrule. ¿No se supone que el deber de los caballeros es proteger a la gente que no puede hacerlo por sí misma?

Habiendo dicho estas palabras, Link miró fijamente tanto a la comandante como a la Princesa. Sabía que había roto las reglas, pero no se arrepentía de lo que hizo, permanecería firme en sus convicciones hasta las últimas consecuencias.

- Link, a pesar de que tus acciones y las de tus compañeros hayan sido admirables, lo reconozco, eso no cambia el hecho de que el no haber asistido a la asamblea, además de no entregar el reporte del ejercicio de supervivencia es una falta muy grave. - dijo finalmente Impa. - En otras circunstancias, esto ameritaría que tanto tú como tu escuadrón tendrían que ser oficialmente destituidos como reclutas. Sin embargo, entiendo perfectamente las razones de su proceder, estaban en una situación sin salida y no tenían muchas opciones. Para ser honesta, creo que yo hubiese actuado de la misma manera.

Link empezó a sentirse un poco más aliviado. Por lo menos, al parecer, no iban a echarlos, eso hasta cierto punto le quitaba un enorme peso de encima.

- Así que, el único castigo que les daré será que repitan el ejercicio de supervivencia. Tendrán dos días para prepararse, y esta vez, no tendrán más aplazamientos.

- Entiendo. - dijo Link. Bien, repetir el ejercicio de supervivencia no le parecía tan malo. - ¿Ya puedo retirarme?

- Aún no. Hay algo más. - dijo Impa. - Princesa, si es tan amable.

Zelda asintió, y tomó una caja que estaba sobre el escritorio, hasta ese momento Link no se había fijado en ella en absoluto. La princesa caminó hacia el joven recluta y abrió la caja. Dentro de ella había cinco medallas de condecoración especial que Link reconoció muy bien: tenían la forma del emblema de la familia real: el pájaro dorado con las alas extendidas y la Trifuerza arriba de él.

- Link, como Princesa de Hyrule, me honra poder otorgarte esta medalla de honor por valor. - le dijo mientras colocaba una de ellas sobre su túnica. - Se requiere de mucho valor y convicción para estar dispuesto a sacrificar el interés personal por otras personas. Tú y tus compañeros han demostrado tener esa fuerza que estamos buscando en nuestro ejército. Esta medalla es la prueba de ello. Y además, si continúan como hasta ahora, les permitirá acceder a una promoción aún más pronto de lo esperado.

- Princesa... no sé qué decir. - Link casi se sentía al borde de las lágrimas. Recibir una condecoración siempre era un gran honor, pero recibirlo de la Princesa en persona, más siendo él, un simple recluta en entrenamiento, se sentía como si hubiese sido bendecido directamente por las Diosas.

- No tienes que decir nada. - La Princesa le sonrió cálidamente. - Solo continúa como hasta ahora, y lo más importante, nunca pierdas de vista lo que acabas de decir. Eso es lo que hace a un verdadero caballero.

- Así lo haré, lo prometo. - Link asintió firmemente. Dicho esto, tomó la caja con el resto de las medallas. - Supongo que debo entregar esto a mis compañeros, ¿verdad?

- Si no es demasiada molestia. - dijo Zelda.

- Para nada. Estoy seguro de que estarán tan felices como yo por esto. - aseguró Link. - Con su permiso, Lady Impa, Princesa, me retiro.

Haciendo una reverencia el muchacho abandonó el despacho. Impa y Zelda se quedaron a solas. La Comandante miró fijamente a la Princesa, que aún mantenía su cálida sonrisa.

- Es un muchacho interesante, ¿no lo crees? - le preguntó.

- En más de un sentido. - respondió Zelda. - Es muy habilidoso, valiente, un excelente líder, y además...

- ¿Además? - Impa arqueó una ceja, sin que se le escapara el rubor en las mejillas de la joven. - Zelda, no puedes ocultarlo. He notado como lo miras durante sus sesiones de entrenamiento.

- Impa, yo... - expresó la regente, sin poder ocultar el sonrojo de sus mejillas.

Normalmente sería una falta de respeto que alguien se atreviese a tutear a la Princesa y a llamarla solo por su nombre. Impa era la única excepción, pues había sido su guardiana legal desde que sus padres murieron, y había cumplido su papel como una figura materna sustituta. Siendo así, la Sheikah conocía bastante bien a la joven, era capaz de saber lo que pensaba y sentía con solo mirarla. Y ella estaba en "esa" edad después de todo.

- Y antes de que pienses mal de mí, quiero que sepas que no te estoy reprochando nada. - dijo Impa. - Ya te lo dije antes, sé que no tienes muchos amigos de tu edad, y él es un buen muchacho. Si me lo preguntas, no hay nada de malo en permitirle que se acerque un poco, no demasiado, más a ti. Estoy seguro que también querrá conocerte más como persona que como la Princesa de Hyrule.

Zelda no dijo nada, pero las palabras de Impa la dejaron pensando profundamente. A lo largo de sus entrenamientos, los dos habían desarrollado un nivel de cordialidad, quizás lo más cercano a una amistad, pero eso no quitaba que Link era muy formal con ella, como si se considerara menos. Y eso a ella no le gustaba en lo absoluto. Sería mucho más agradable si él la tratara más como su igual. Si podía hacer que la llamara solo por su nombre, eso sería un inicio.

Y estaba también "ese" lugar, pero permitirle la entrada, aunque fuese su amigo, Impa no lo aprobaría, ella estaba segura de ello. Tal vez... si pudiera llevarlo allí, en secreto.

Esta historia continuará...

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