Prólogo III: Trabajo en equipo
Praderas de Hyrule...
A un mes de que comenzara el entrenamiento por equipos, aproximadamente una cuarta parte de los nuevos reclutas habían desertado, ya fuera porque el régimen les pareciera muy extenuante, o por discordias con sus compañeros. Afortunadamente, el onceavo escuadrón, al mando de Link, no se contaba entre ellos. Hubo algunas quejas menores por parte de ciertos integrantes, pero nada que fuese capaz de disolver al grupo.
Como líder del escuadrón, Link pronto se dio cuenta de la enorme carga que había asumido al haber aceptado el puesto. No cabía duda, sus habilidades de combate eran las mejores dentro de su grupo, pero por dentro no se sentía del todo apto para dirigir al equipo. No solo por tener que indicarles qué hacer durante los ejercicios, sino porque como líder, de alguna manera, las vidas de sus compañeros estaban en sus manos. Esa era la mentalidad que se les inculcaba a los soldados de Hyrule. Aquellos de más altos rangos tenían la responsabilidad de velar por el bienestar de sus subordinados. Por supuesto, fuera de los entrenamientos, Link los trataba como sus amigos, y les gustaba pasar sus ratos libres juntos. El grupo ya estaba empezando a ganar cierto reconocimiento entre el resto de los reclutas, al punto que los habían apodado "La Legión de Link" una vez que se corrió la voz del nombre de su líder.
Los fines de semana, cuando el resto de su escuadrón se tomaba un merecido descanso, Link ocupaba sus tardes en algo más. Cuando les contó a sus compañeros sobre la propuesta que le hizo la Princesa Zelda en persona, sobre ayudarla con su entrenamiento, sus reacciones no tuvieron precio. Alexandre no podía creerlo, constantemente repetía: "Si no me hubiese dejado vencer en ese momento..." pensando que tal vez podría haber sido él quien impresionara a la Princesa. Ruisu se rio y le dijo "¿Qué te dije? La Princesa te ha echado el ojo", provocando que el rubio se sonrojara, pues él no creía que fuese nada de eso. Zatyr le dijo que no dejara pasar semejante oportunidad, esa sería una excelente forma de ganar reconocimiento. El único que no tenía nada que decir era Garrett, que solo se limitaba a sujetar a Alexandre cuando a este le dio por querer desafiar a Link a una revancha. El punto era que, habiendo aceptado, no podía echarse para atrás. No que en realidad quisiera hacerlo, de cualquier manera, al ayudar a la princesa con su entrenamiento, él mismo también pulía sus habilidades, y a decir verdad, empezaba a disfrutar esas sesiones por otros motivos. La joven regente tenía un gran talento con el florete, pues sus movimientos estaban llenos de gracia y elegancia a tal punto que parecía que estuviese ejecutando una danza. Eso en sí mismo era un espectáculo digno de admirar, aunque por supuesto, se abstuvo de mencionar ese pequeño detallito al resto de sus compañeros. No era necesario que lo supieran, ¿verdad? Total, eso era algo que deseaba guardarse para sí mismo.
Aquel día, los reclutas del onceavo escuadrón habían sido llevados a un antiguo fuerte en las praderas de Hyrule, que anteriormente había sido usado como puesto de avanzada, pero ahora era un sitio de entrenamiento para ejercicios simulados. Al llegar, en la entrada del fuerte los esperaba la comandante del ejército, Impa, pero esta vez venía acompañada, no solo por un destacamento de soldados, sino por otro oficial de alto rango. El hombre a su lado, de cabello negro azabache, aparentaba más o menos su misma edad y usaba un uniforme similar, salvo que era de color azul marino, y su insignia lo identificaba como un rango por debajo de ella.
- Bienvenidos. – saludó Impa una vez que verificó que todo el escuadrón estaba presente. – Escuadrón número once, al mando del recluta Link, el día de hoy comenzaremos con el verdadero entrenamiento para convertirlos en caballeros. Permítanme presentarles al que será su instructor a partir de ahora.
- Mi nombre es Azael. A partir de este momento, yo supervisaré su entrenamiento práctico. El ejercicio de hoy servirá para evaluar sus habilidades, y también la capacidad que tienen para funcionar como un equipo. Para eso los hemos traído hoy aquí. – Inmediatamente señaló el fuerte a sus espaldas. – Haremos una simulación de defensa del fuerte contra una fuerza enemiga que los supera en número. Ustedes cinco estarán adentro y tendrán que resistir el asedio e impedir que el enemigo llegue hasta la sala del trono.
- Suena simple en teoría. – comentó Alexandre.
- El objetivo es resistir el asalto enemigo durante media hora. – prosiguió Azael. – Pueden recurrir a cualquier medio que deseen, excepto, desde luego, el uso de la fuerza fatal. Les daremos diez minutos para que se familiaricen con el fuerte y monten su defensa.
- Bueno, amigos, ya escucharon, vamos adentro. – dijo Link.
Los cinco jóvenes entraron al fuerte para prepararse para el ejercicio. Azael se aproximó a Impa, mientras observaba al muchacho rubio, el líder del escuadrón, con mucho interés.
- Así que, ese es el muchacho que te está ayudando con el entrenamiento de la Princesa. De primera instancia no se ve muy impresionante. – comentó, mostrando desconfianza.
- Es joven y tiene mucho que aprender, de eso no hay duda. – dijo Impa. – Pero tiene potencial. Puedo sentirlo.
- Y nunca te has equivocado al decir eso. – admitió Azael. – Bueno, hoy me toca evaluarlo, quien sabe, puede ser que hoy tengas tu primera falla en esos "presentimientos" tuyos.
Impa miró a su compañero algo enfurruñada. No era que quisiera presumir, pero en toda su carrera dentro de la milicia de Hyrule nunca se había equivocado al juzgar a sus reclutas. Especialmente, tenía el presentimiento de que Link estaba destinado a algo grande, por eso quería verlo de cerca personalmente.
Dentro del fuerte, la "Legión de Link" se puso a explorar todo el lugar para ver qué podían utilizar para defenderse durante un asalto, entre objetos y el terreno en sí. Ya que el objetivo solo era resistir, la clave estaría solamente en retrasar al enemigo hasta que concluyera la media hora.
- Muy bien, equipo, ¿cuál es la situación? – preguntó Link.
- El fuerte tiene dos entradas. – dijo Ruisu, mostrándoles un mapa sencillo que había hecho al explorar el fuerte. – La entrada principal al Sur, y una entrada menor en el lado Este. Deberíamos concentrarnos en defender la entrada principal, para obligarlos a que entren por la otra. Hay un puesto de vigilancia sobre la entrada principal desde el cual se puede disparar.
- Entendido. Zatyr, tú estarás en ese puesto, usa tus flechas para alejar a los que intenten forzar la entrada. – indicó Link.
- ¡Cuenta con ello! – exclamó Zatyr, alzando su pulgar mientras guiñaba el ojo.
- La entrada en el lado Este lleva a un pasillo estrecho. – prosiguió Ruisu. – Una vez que entren, podemos intentar contenerlos en ese lugar, por el espacio, podemos luchar relativamente contra pocos y permanecer más o menos a salvo. Si evitamos que lo crucen, deberíamos poder resistir hasta que se termine el tiempo.
- ¿Y qué pasará si se nos escapan? – preguntó Alexandre.
- Tendrán que cruzar el patio para llegar a la puerta que lleva hacia la sala del trono. – respondió Ruisu. – Ya que es la única vía, tendremos que poner allí nuestra última línea de defensa.
- De acuerdo, está decidido. – dijo Link, poniéndose de pie. – Ruisu y yo defenderemos el pasillo. Alexandre y Garrett, ustedes vigilarán la puerta hacia la sala del trono, si alguno se nos escapa, dependerá de ustedes detenerlo.
- Je, no seas tan malo y déjanos algo de diversión a nosotros también. – dijo Alexandre. Garrett solo rodó los ojos.
- Dos minutos para comenzar. – dijo Ruisu, mirando su reloj de bolsillo.
- Muy bien, cada quien a su puesto. Ya saben que podemos utilizar cualquier recurso en tanto no sea fuerza letal. ¿Están listos? – Link puso su puño al frente, inmediatamente todos lo siguieron colocando las manos encima, y respondieron con un asentimiento de cabeza, indicando que estaban listos para comenzar.
- ¡ADELANTE! – gritaron todos al unísono.
Los cinco amigos se fueron a sus puestos designados; Zatyr se puso en el puesto de vigilancia, tomó su arco y preparó su primera flecha. Link y Ruisu se colocaron en el pasillo, ya con sus espadas en mano. Alexandre y Garrett ya estaban junto a la puerta, el primero algo fastidiado de no poder estar al frente y de que Link se fuese a llevar toda la diversión, mientras que su compañero se mostraba más cauteloso.
Dada la señal de Sir Azael (que hizo sonar un cuerno que traía consigo), las tropas comenzaron a movilizarse. Habían dividido sus fuerzas, dos tercios se dirigían a atacar la puerta principal, y el otro restante hacia la entrada del lado Este. Ya que habían puesto una barra para atrancar las puertas del fuerte, los soldados trajeron consigo un ariete y se dispusieron a golpear. Sin perder tiempo, Zatyr disparó una flecha de advertencia cuando ya se dirigían a embestir. Aunque los soldados llevaban cota de malla, la arquera se abstuvo de apuntar hacia ellos directamente, solo intentaba desviar su atención para evitar que usaran el ariete. Funcionó por un momento, hasta que otro arquero comenzó a dispararle también, forzándola a cubrirse.
- De acuerdo, eso complica un poco las cosas. – dijo la chica.
Queriendo quitar el problema de raíz, y tomando en cuenta que el ariete era solo un enorme tronco de madera, Zatyr sacó de su bolsa un mechero. Podía escuchar cómo estaban golpeando la puerta. Podía intentar quemar el ariete prendiendo con el mechero una de sus flechas, pero mientas ardía, le podrían prender fuego a la puerta con él y eso echaría abajo el plan. Miró a su alrededor a ver qué podía utilizar. Había unos contenedores que estaban etiquetados para pólvora, pero estaban vacíos. Sin embargo... ¿lo sabrían ellos?
- Vale la pena intentarlo. – se dijo. Había unas mechas cerca de allí, puso una en uno de los contenedores y la prendió con su mechero. Lo agarró y se dispuso a salir. - ¡Tengan un regalito! –
Arrojó el contenedor hacia ellos y volvió a cubrirse de inmediato para evadir las flechas del arquero enemigo. La reacción natural al ver la etiqueta, obviamente fue alejarse de allí. Pero la mecha se acabó y no hubo explosión alguna. No obstante, el momentáneo descontrol de las tropas le permitió a Zatyr volver a disparar sus flechas. Lo primero que hizo fue tratar de mantener por un momento a raya al otro arquero, para poder dispararles al resto de los que cargaban el ariete de nuevo. Había podido ganar unos minutos con eso, pero nada más. Para retrasarlos más, empezó a arrojarles algunos bloques sueltos, con el fin de distraerlos y evitar agotar sus flechas demasiado rápido. Sabía que una vez que se le terminaran ya no podría defenderse e impedir que forzaran la puerta.
Entretanto, en el lado Este, las otras tropas también intentaban forzar la entrada. Link y Ruisu estaban atentos, pues sabían que la barricada que pusieron para atrancar la puerta no resistiría para siempre. Aparte de sus armas, tenían algo de equipamiento de supervivencia que habían traído con ellos, y estaban planeando como podían utilizarlo para inutilizar a sus enemigos, sin usar fuerza letal. En aquel momento, los dos sostenían los extremos de una cuerda para escalar, mientras veían como la barra que atrancaba la puerta se agrietaba cada vez más.
- Nunca creí usar una cuerda para algo como esto. – dijo Link.
- Bueno, el sub-comandante Azael dijo que podemos hacer cualquier cosa sin emplear fuerza letal. – dijo Ruisu. – Esto no los matará.
Link no dijo más nada, pero tuvo que admitir que no le parecía una mala idea. En los entrenamientos como este, si bien él al ser el líder era quien decidía qué debía hacerse y quién lo haría, el que se ocupaba del cómo hacerlo era Ruisu. Si tenían éxito, podrían desordenar a las tropas y con eso retrasarlas aún más.
Un par de minutos después, la barra finalmente cedió. El grupo estaba formado por unos diez soldados, todos armados con lanzas, que de inmediato echaron a correr por el pasillo. Esa era la señal, Link y Ruisu fueron a su encuentro para interceptarlos. La ventaja de que cada uno de ellos usara la espada con la mano opuesta que el otro fue que pudieron utilizar las manos libres para ocultar sus intenciones a los soldados hasta que fue demasiado tarde. Lo estrecho del pasillo y la prisa con la que iban les impidió a los soldados entrantes ver que los dos reclutas espadachines llevaban arrastrando una cuerda, y sin previo aviso se separaron para rodearlos, haciendo templar la cuerda.
- ¡No se tropiecen, amigos! – gritó Link irónicamente.
Los soldados que iban al frente cayeron de narices al tropezar con la cuerda, y sus compañeros que venían detrás los siguieron rápidamente. Sin perder tiempo, Link y Ruisu comenzaron a golpear con sus espadas en los cascos a los caballeros caídos para aturdirlos y dejarlos fuera del juego al menos por el momento. Solo cuatro de ellos lograron detenerse a tiempo antes de caer en la trampa. Link fue a su encuentro, mientras Ruisu usaba la cuerda para amarrar a los otros alternando por los tobillos y las muñecas mientras arrojaba sus lanzas fuera de su alcance, de modo que una vez que se repusieran si intentaban escapar o pelear no podrían hacerlo de manera efectiva. Ruisu vio que Link ejecutó lo que parecía ser un ataque giratorio extendiendo su espada al máximo para forzar a los cuatro soldados que quedaban en pie a retroceder un poco y darle más tiempo para atarlos. Con su tarea completada, el joven de cabello azabache inmediatamente fue a auxiliar a su compañero, aunque este en realidad no lo necesitaba.
- ¿Doble equipo? – preguntó Ruisu mirando de reojo a su amigo.
- Por supuesto. – respondió Link, sonriendo con confianza.
Fueron a enfrentarse contra dos de ellos simultáneamente cada uno. A pesar de ser superados en número no tenían dificultades para mantenerlos a raya. Parecía que no los tomaban demasiado en serio. Entretanto, los otros soldados empezaban a reponerse de la trampa inicial, pero cuando el primero de ellos fue a ponerse de pie arrastró sin querer a uno de sus compañeros, y pronto volvieron a quedar hechos montón cuando empezaron cada uno a jalar de su lado. Deliberadamente los habían atado de tal manera que cuando uno moviera la mano jalaría del pie a otro y viceversa. Y mientras estaban en ese desorden, el tiempo corría.
Mientras Link y Ruisu detenían a los otros cuatro, finalmente uno de los soldados se las arregló para calmar al grupo. Erigiéndose en jefe, y mientras los dos reclutas estaban ocupados manteniendo a raya a sus otros cuatro amigos, coordinó sus movimientos para que pudieran moverse lo bastante cerca de una de las lanzas que habían tirado fuera de su alcance. Una vez que la agarró, utilizó la punta para cortar como pudo un trozo, aunque como la lanza estaba hecha para punzar y no para cortar le llevó tiempo. Un minuto después, Ruisu se volteó y vio lo que estaba pasando.
- ¡Ah, no! ¡No lo harás!
Dejando de lado al soldado con el que peleaba, fue de inmediato a enfrentársele al que acababa de soltarse, pero su oponente alargó el extremo de la lanza y dio un golpe bajo hacia los pies para que se enredara y tropezara. Sin poder hacer más, el que se había liberado le dejó la lanza a uno de sus compañeros y tomando otra de las que habían quedado tiradas se escapó hacia el patio. Link embistió a uno de sus oponentes con el hombro haciendo que se golpeara contra la pared y se desplomara inconsciente. Ayudó a Ruisu a levantarse, y luego entre los dos intentaron impedir que los soldados atados recuperaran sus armas. Uno de ellos alcanzó a liberarse y huir también, pero por fortuna lograron evitar que los demás también lo hicieran. Enfadado, Ruisu tomó una de las lanzas caídas y girándola un poco se dispuso a volver a pelear.
- Ahora sí se acabó el juego. – dijo.
- De aquí no pasan más. – agregó Link.
Decididos a impedir que se les escaparan más, empezaron a atacar a sus oponentes dos a uno, centrándose en uno solo de los soldados a la vez, ignorando a los otros. Ambos le dieron con fuerza un golpe simultáneo en el casco que lo dejó inconsciente, y ante eso, los otros comenzaron a acobardarse un poco. El resto de los que estaban atados seguían sin ponerse de acuerdo para poder liberarse, pues querían ir primero, y eso les permitió a Link y Ruisu encargarse de ellos.
Entretanto, los dos que lograron escapar al patio se dirigieron hacia la puerta que llevaba a la sala del trono. Como era de esperarse, se toparon con la línea de defensa final, Alexandre y Garrett.
- Je, por lo visto se les escaparon algunos. – dijo Alexandre. – Bueno, ni hablar, vamos por ellos.
Alexandre se dispuso a tomar su lanza al verlos aproximarse, pero Garrett lo detuvo con un gesto de la mano. Aún sin hablar, con eso quiso decir "Yo me haré cargo". El grandullón ni se molestó en agarrar su hacha, solo se paró tranquilamente a esperar a que los dos soldados cargaran contra él apuntándole con sus lanzas. Tomándolos por sorpresa, esquivó las estocadas, agarró una lanza con cada mano y se las arrancó de un tirón a ambos simultáneamente, arrojándolas hacia los lados. Fue entonces que, teniéndolo cerca, se percataron de lo grande que era.
- ¿Y este qué diablos habrá comido? – dijo uno.
- ¿Seguro que eres un recluta? – agregó el otro, temblando.
Sin decir nada, Garrett agarró a cada uno de los temblorosos soldados por el casco y estampó sus cabezas una contra la otra. Los pobres se desplomaron inconscientes uno encima del otro.
- Bah, ¿eso era necesario? – dijo Alexandre. – Si vienen más, los próximos me los dejas a mí. –
Como respondiéndole, llegaron tres más que lograron evadirse de las ataduras. Alexandre tomó su lanza y salió a su encuentro. Al trabarse con el primero los otros dos trataron de rodearlo y flanquearlo. Por fortuna, Garrett sin que le ordenaran detuvo a uno, partiéndole la lanza con el hacha, acto seguido la utilizó para derribarlo dándole en la cara con el plano. Alexandre se quedó con los otros dos, haciendo tropezar a uno atacándole en las piernas, y dándole en la cabeza al otro con la punta de su lanza. En ese instante, llegaron Link y Ruisu, este último con una lanza en la mano aparte de su propia espada.
- ¿Necesitan ayuda? Ya nos encargamos del resto. – preguntó Link.
- Como puedes ver, no la necesitamos. – dijo Alexandre. – Me sorprende que se te escaparan algunos, gran líder.
- Oye, no seas tan duro. – intervino Ruisu. – La idea era que intentáramos contenerlos el mayor tiempo posible.
- Hablando de eso, ¿cuánto tiempo nos falta? – preguntó Link.
- Revisa mi reloj, tengo las manos ocupadas. – respondió Ruisu. Con la espada en una mano y una lanza en la otra no podía sacarlo, así que Link metió la mano en su bolsillo para consultarlo.
- Ocho minutos. Bueno, con eso podemos relajarnos un poco...
- ¡Chicos! – escucharon de repente la voz de Zatyr. Al voltearse, se dieron cuenta que venía bastante agitada. Su carcaj estaba vacío. – Uff, disculpen... ya no podré contenerlos más... me quedé... sin flechas.
- Ya veo. – dijo Link. – Eso significa que en cualquier momento derribarán la puerta principal.
En eso se oyó un fuerte crujido, seguido de los gritos de los soldados yendo a la carga.
- Ya lo hicieron. – corrigió inmediatamente. – Zatyr, descansa un poco. Ruisu, Alexandre, vengan conmigo, Garrett, quédate junto a la puerta y no los dejes entrar.
Los cuatro obedecieron la orden de su líder. Pelear en campo abierto los dejaba en seria desventaja. Habían podido con el grupo de diez soldados en el pasillo con relativa facilidad gracias a la trampa que les pusieron y al espacio reducido, pero ahora había uno de al menos el doble de ellos. ¿Podrían resistir el tiempo restante?
- ¡A la carga! – gritó el líder alzando su espada en alto.
Mientras Garrett se quedaba junto a la puerta hacia la sala del trono para impedir que nadie pudiera entrar, el trío fue a enfrentarse a los soldados. Zatyr se sintió bastante inútil ahora que ya no tenía sus flechas para seguir ayudando a sus compañeros, y determinó conseguir un carcaj con mayor capacidad para la próxima vez. Los dos espadachines y el lancero lograban mantener a algunos soldados a raya, pero con el espacio en el patio detener su avance era prácticamente imposible, por cada uno que lograban detener, otros dos los rodeaban y escapaban hacia la puerta. Por fortuna, Garrett estaba allí para detenerlos. El grupo que llevaba el ariete se lanzó a la carga para derribar la puerta.
- ¡Hazte a un lado, grandullón! – le gritó uno de ellos a Garrett.
En respuesta, el muchacho los detuvo en seco usando su fuerza pura, empujando a los que iban al frente con las palmas antes que golpearan la puerta con el ariete. Sobra decir que realmente se sorprendieron por eso, ciertamente Garrett se veía más grande e imponente físicamente que sus otros compañeros, pero no se esperaban que fuese tan fuerte. Al reponerse, sin embargo, lo intentaron de nuevo, pero esta vez les arrancó el ariete de entre las manos y lo arrojó hacia un lado. Tomó su hacha, la alzó en alto y la bajó de golpe una y otra vez para destrozar las partes de madera y dejarlo inutilizable. Dos de ellos se envalentonaron y trataron de atacarlo, pero el primero fue recibido con un agarre, y antes de darse cuenta estaba sobre los hombros de Garrett, y al siguiente instante fue lanzado por los aires contra su compañero. Al volver su atención, los soldados restantes se echaron a temblar, pues mientras sostenía su hacha les dio una mirada que decía claramente: "¿Quién quiere ser el próximo?".
Entretanto, Link, Ruisu y Alexandre se las arreglaron para contener al resto de los soldados. Alexandre usaba su lanza para hacerlos tropezar y caer, mientras Link y Ruisu con sus espadas los golpeaban en la cabeza para dejarlos aturdidos. Ruisu también ayudaba ocasionalmente con la lanza que había agarrado durante la escaramuza anterior. Al cabo de un rato, los soldados que se quedaron a pelear contra el trío yacían hechos montón inconscientes esparcidos por el patio, y los restantes que trataron de enfrentarse con el gigantón de Garrett sufrieron el mismo destino, o al ver a sus compañeros se asustaron demasiado como para intentarlo. Pronto se dieron cuenta de que, aunque los reclutas se mantuvieron dentro de la regla de "no usar fuerza letal", eran perfectamente capaces de darles un buen castigo usando "fuerza no-letal". De los treinta soldados que intentaron el asalto, solo quedaban en pie ocho. Los cinco jóvenes del onceavo escuadrón los rodearon formando un círculo a su alrededor, todos con sus armas en mano (incluso Zatyr que ya no tenía más flechas).
- ¿Quieren continuar, o terminamos con esto de una vez? – dijo Link, apuntándoles con su espada.
Más no pudieron darles respuesta, pues en ese instante fuera del fuerte sonó el cuerno de Sir Azael, indicando que el ejercicio había concluido. Unos minutos más tarde, el sub-comandante entró a evaluar el escenario, seguido de su superiora. Miró alrededor, los soldados yacían tirados inconscientes por todo el patio, a excepción de los ocho que estaban rodeados por la Legión de Link. La puerta hacia la sala del trono se veía intacta, y a un lado alcanzó a ver el ariete evidentemente destrozado por los hachazos de Garrett. Era cierto que estas tropas estaban graduadas hacía apenas unos meses, pero realmente no se esperaba que los nuevos reclutas fuesen capaces no solo de contenerlos, sino de derrotarlos completamente.
- *Silbido*, que las Diosas me libren, no me esperaba esto. – dijo Sir Azael.
- Son un buen equipo. – dijo Impa sonriendo.
- Porque tenemos un buen líder. – dijo Ruisu, dándole un codazo a Link.
- Bueno, tengo que admitir que los subestimé, reclutas. – dijo Sir Azael. – Han pasado la prueba, y con honores, me atrevo a decir que son los que han mostrado el mejor desempeño hasta ahora entre los novatos. Los felicito, se han ganado mi respeto.
- ¡Yahoooooooo! ¡Lo hicimos, sí! – El grupo empezó a celebrar saltando de gusto.
- Esperen, no echen las campanas al vuelo todavía. – los detuvo el sub-comandante. – Es cierto, han pasado la primera prueba, pero recuerden que no será la única ni la última. El camino para convertirse en verdaderos caballeros de Hyrule es aún largo y será muy difícil. Sin embargo, hoy me demostraron que tienen potencial. Sigan de ese modo y llegarán muy lejos.
- Será mejor llamar a los cuerpos médicos para que levanten a nuestras tropas. – sugirió Impa.
- Vamos a necesitar muchas camillas. – agregó Sir Azael. – Es todo, pueden retirarse.
- Uff, voy a tener un largo reporte qué escribir hoy. – dijo Link.
- Mejor empieza de una vez con él. – dijo a su vez Alexandre.
Mientras los cuerpos médicos levantaban en camillas a los soldados que quedaron inconscientes durante el ejercicio (afortunadamente ninguno sufrió daños permanentes), Impa se le aproximó a Azael, quien ahora veía a Link y su grupo bajo una nueva luz.
- Y bien, ¿no tienes nada qué decirme?
- *Suspiro*, está bien, lo admito. No te equivocabas, el muchacho y sus compañeros parecen tener lo que se necesita. – dijo Azael. – Les haré un seguimiento muy de cerca.
Impa rodó los ojos. Azael era un tipo algo testarudo, y le molestaba que por lo general fuera ella quien seleccionaba a los mejores reclutas. En años anteriores él tuvo algunos que de primera instancia se veían prometedores, pero luego resultaron ser menos que impresionantes en su desempeño. A lo más que podría aspirar sería a entrenar a alguno que hubiese sido seleccionado específicamente por su superiora, si bien no se fiaba del todo de ese "presentimiento" del que le habló, sobre que el muchacho tenía un glorioso destino por delante. Ya que él en su tiempo no pudo llegar a ser un gran héroe (pues estaban en tiempos de paz), su última esperanza era, por lo menos, entrenar o de algún modo participar en la formación de uno. ¿Pero qué posibilidades habría de eso?
- Soñar no cuesta nada. – se dijo a sí mismo. – Los héroes de leyenda aparecen una de cada cien o mil generaciones. ¿Será posible que ya estemos en la siguiente?
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Castillo de Hyrule, unas horas después...
Habiendo entregado su reporte, Link se despidió de sus compañeros, pues ese día tenía programada una sesión de entrenamiento con Impa y la Princesa Zelda. Los otros comentaron que el rubio no se veía para nada cansado a pesar del ejercicio de entrenamiento en el fuerte y el viaje de ida y vuelta desde el castillo. Y ese día tampoco se quejó al entregar el reporte escrito. Ayudó también que el sub-comandante Azael fue el que lo firmó, destacando el desempeño de los reclutas como "excepcional". Un logro como ese en solo un mes decía mucho.
Link caminaba algo apresurado hacia uno de los jardines centrales del castillo, que era el lugar elegido por la Princesa Zelda e Impa para sus sesiones de entrenamiento. Allí tenían mucho espacio para practicar sin ser molestados. Le habían dado un permiso especial pues ese lugar estaba fuera de los límites para cualquier otro de los reclutas o soldados de bajo rango, solo a él se le permitía ir allí. Cuando llegó, se esperaba encontrar tanto a la comandante como a la princesa, así que se sorprendió bastante al toparse con que solo lo estaba esperando esta última, ya preparada con su traje de combate y su florete.
- Buenas tardes, Link. – le saludó cortésmente la joven princesa como de costumbre.
- Buenas tardes, Alteza. – Link le respondió de la misma manera. – ¿Dónde está Lady Impa?
- Dijo que tenía un asunto que atender y llegará algo tarde hoy. – dijo la princesa. – Si no te molesta que comencemos a entrenar sin ella...
- Para nada. – aseguró Link, desenvainando su espada. – Usted sabe que siempre estoy listo para un buen entrenamiento.
- Eso me alegra. – La princesa levantó su florete e hizo el saludo de duelo con él, Link le respondió de igual manera con su propia espada. – ¿Preparado?
- Adelante.
La princesa dio un paso al frente para dar una estocada, que Link esquivó moviéndose hacia un lado e intentó contraatacar con un corte de revés. Zelda lo bloqueó girando su brazo para poner el plano de la hoja de su florete en posición perpendicular a la espada del joven. Inmediatamente inició una serie de estocadas relámpago, dando una y avanzando un paso mientras hacía retroceder a Link. El joven finalmente bloqueó una de las estocadas y la empujó hacia atrás para recuperar terreno, pero al darle un corte amplio hacia las piernas la princesa lo esquivó saltando y un segundo después la punta de su florete estaba a menos de una pulgada de la frente de Link.
- Whoah, eso estuvo cerca. – dijo Link al verla. – Bueno, eso es un punto para usted, Princesa. ¿Mejor dos de tres?
- Ya que insistes. – La princesa le sonrió mientras volvía a tomar su postura inicial.
A pesar de que ambos tenían estilos de esgrima distintos, estos se complementaban perfectamente para su entrenamiento. La princesa se centraba en dar estocadas rápidas y precisas, en contraste con los cortes amplios y fuertes del joven espadachín. Link mantenía una defensa férrea para bloquear los ataques del enemigo, mientras que Zelda esquivaba los ataques con gracia y elegancia. En su primera sesión de entrenamiento él llevaba una clara ventaja por experiencia y fuerza, pero la princesa mejoró con cada práctica y aprendió a leer mejor sus movimientos, al punto que en varias ocasiones lograba acertarle, aunque el récord de victorias de Link seguía siendo mayor. Después de un par de rondas más, la princesa le dijo que se sentaran a descansar un poco mientras esperaban a Impa.
- Impa me dijo que tu escuadrón lo hizo muy bien en el ejercicio de entrenamiento que hicieron hoy. – le dijo de pronto, con la evidente intención de sacarle conversación.
- No fue la gran cosa. – dijo Link con modestia.
- Me dijo además que Sir Azael los evaluó con "excepcional". – prosiguió Zelda. – Eso es decir mucho, considerando que muy rara vez es tan generoso al calificar a los reclutas que entrena.
- ¿En serio?
- Así es. Estaba muy impresionado. Aunque, después de la evaluación preliminar de Impa, a mí realmente no me extraña. –
Link se rio ligeramente al escuchar ese comentario. Bien, recibir semejante evaluación de parte de la comandante y el sub-comandante del ejército de Hyrule era una cosa, pero oírlo de la boca de la Princesa, sin duda lo hacía mucho más satisfactorio. Le hizo sentirse bien, su sueño de poder llegar a ser caballero de Hyrule parecía ir por buen camino.
- Por cierto, Impa sugirió que quizás podríamos empezar a entrenar en otros lugares. – siguió hablando la princesa. – Dice que para el siguiente nivel del entrenamiento el espacio de aquí podría no ser suficiente.
- ¿Acaso tiene algo en mente? – preguntó Link.
- Eso creo. – dijo Zelda. – Y también... hay cierto lugar que me gustaría mostrarte alguna vez.
- ¿Qué lugar? – Link preguntó con curiosidad, eso sonaba muy interesante. La princesa, sin embargo sonrió pícaramente mientras le guiñaba el ojo y se puso el dedo en los labios haciendo gesto de silencio.
- Secreto. – le respondió. – Lo sabrás cuando vayamos, ten paciencia.
Link quiso protestar algo, pero no se atrevía a llevarle la contraria a la princesa, así que decidió aceptarlo por el momento. Aparte, esa expresión que le hizo cuando dijo "Secreto", se le hizo realmente... inusual. Desde lejos, todos veían a la princesa como una persona distante y estoica, pero en ese breve instante, pareció más una niña planeando una travesura. Nadie le creería si le dijera que estaba viendo semejante faceta de la joven futura monarca, una faceta que él, aunque no pudiese decirlo en voz alta, encontraba encantadora, hasta el punto de estremecerlo y sonrojar sus mejillas, pues ya no sentía que se encontraba cerca de su soberana, sino de una joven de su edad, con tantas cosas en común.
- Lamento el retraso. – escucharon la voz de Impa. La comandante finalmente había llegado a unírseles en el entrenamiento. – ¿Los hice esperar demasiado?
- Para nada, solo estábamos tomando un pequeño descanso.
- Muy bien, Princesa, si es tan amable, vamos a comenzar. – Impa sostuvo su naginata en posición de guardia.
Zelda tomó su florete de vuelta y caminó hacia su instructora para proseguir el entrenamiento con ella. Entretanto, Link se quedó sentado, pensando en las palabras de la joven princesa. ¿Qué era ese lugar que quería mostrarle? ¿Sería algo especial? ¿Tendría algún misterio o secreto guardado por la familia real?
- Va a compartir un secreto conmigo... no puedo creerlo. – se dijo a sí mismo en voz baja, sintiendo como las emociones lo invadían.
Por dentro sentía muchas ansias de saber qué podría ser ese... secreto.
Esta historia continuará...
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