Interludio: Relatos de leyenda
"Antes del inicio del tiempo, el mundo se encontraba vacío y sumido en el caos, sin forma, orden, ni vida. Hasta que un día, tres diosas doradas descendieron desde los cielos, y comenzaron a cultivar su creación en este caótico plano.
Din, la Diosa del Poder, con sus poderosos brazos de fuego creó la sólida tierra roja. Nayru, la Diosa de la Sabiduría, derramó su espíritu y estableció las leyes que regirían el mundo. Y Farore, la Diosa del Valor, con su alma infinita otorgó vida a las criaturas que caminarían sobre la tierra, y defenderían la justicia.
Con su tarea completada, las Diosas partieron de vuelta a los cielos, pero no sin antes dejar un testimonio de su divina providencia y poder.
La Trifuerza.
Casi todas las personas que viven en la tierra de Hyrule conocen esta antigua historia. Ha sido transmitida de generación en generación, para ser recordada hasta el final de los tiempos.
Sin embargo, como en todas las grandes leyendas, hay muchas cosas desconocidas para las gentes de cada época. Secretos muy bien guardados, y muchas veces perdidos con el paso del tiempo.La mayoría desconoce lo importante que es la Trifuerza para mantener el equilibrio en el mundo, y cuantas veces este se ha visto amenazado y a punto de ser destruido.
Desde tiempos antiguos, se dice que la Trifuerza representa la unión en armonía del Poder, la Sabiduría y el Valor. Estas tres virtudes son las que mantienen unidas a las almas de la tierra, y cada una de ellas es igualmente importante. Gracias a la fuerza otorgada por dicho equilibrio, la sagrada reliquia ha sido el objeto de incontables batallas entre las fuerzas de la luz y la oscuridad.
La promesa de un poder absoluto hizo surgir las más profundas ambiciones en los corazones de muchos hombres, y aun así muy pocos tuvieron la fuerza de intentar reclamarla para ellos. Hasta que un gran mal apareció en el mundo, con la única idea fija de conquistar la tierra de Hyrule usando el omnipotente poder de la sagrada reliquia. Una y otra vez, el mal se levantó, muchas veces tomando diferentes formas, en su búsqueda por obtenerla. Cada vez que la Trifuerza cayó en las garras del mal, Hyrule se sumió en la miseria y en la oscuridad.
Pero la esperanza no se había perdido. En cada era, siempre que Hyrule se veía amenazado por la oscuridad y la destrucción, un héroe vestido de verdes ropajes, y empuñando una espada sagrada capaz de repeler al mal se alzaba para hacerle frente, y devolvía la paz a su tierra.
El primer enfrentamiento ocurrió incontables siglos atrás, en una era donde el cielo y la superficie de la tierra eran mundos separados, y la tierra estaba completamente deshabitada de vida humana. La gente se había refugiado en las islas sobre las nubes, al igual que la Trifuerza, pero eso no detuvo los deseos de la encarnación del mal. En su deseo de poder, buscó destruir y conquistar todo a su paso, pero antes de poder realizar sus malvadas intenciones, fue detenido gracias al héroe elegido por la Diosa Hylia. El mal fue sellado, y su oscura alma permaneció a raya por siglos, devolviendo la paz al mundo... por un tiempo.
Varias generaciones después, el maligno espíritu renació de nuevo, con sus oscuras ambiciones para Hyrule y la Trifuerza tan fuertes como antes. Sin embargo, solo fue capaz de obtener un fragmento de la Trifuerza, aquel que contenía la esencia del Poder. Los fragmentos de la Sabiduría y el Valor fueron otorgados a aquellos quienes eran más dignos de poseerlos, la Princesa del Destino y el Héroe del Tiempo. Juntos enfrentaron y vencieron a su enemigo sellándolo una vez más, salvando a Hyrule de caer en una oscuridad eterna.
Pero el mal persistiría en su deseo, e incluso tras ser aprisionado en el Reino del Crepúsculo, no pudo ser contenido por siempre. Se liberó nuevamente, reasumiendo su meta final de conquistar Hyrule, montando un devastador asalto sorpresa en el reino, incapaz de oponer resistencia alguna tras tanto tiempo de paz. Y sin embargo, cuando parecía que toda la luz se había extinguido y que las sombras cubrirían la tierra, el Héroe del Crepúsculo apareció, ayudado en su viaje por la Princesa del Reino Crepuscular en persona. Y junto con la Princesa de Hyrule, lograron vencer una vez más a la encarnación del mal, enviándola de nuevo a las profundidades del oscuro abismo al cuál pertenecía.
Finalmente, durante otro de estos oscuros tiempos, se hizo aparente que el ciclo de destrucción se rompería permanentemente, previniendo cualquier futura amenaza a la paz y la felicidad del reino. Al ser vencida la encarnación del mal, el héroe legendario dividió su espíritu en cuatro fragmentos. Cada uno de ellos fue sellado para que jamás pudieran volver a unirse, ni renacer de nuevo.
Tres de los fragmentos fueron esparcidos a través del tiempo y el espacio: uno en la era del cielo, otro en la era del Héroe del Tiempo, y otro en la era del Héroe del Crepúsculo. El último de ellos fue sellado en un templo sagrado construido sobre tierra santa, aprisionado por la espada sagrada, la misma que el héroe utilizara para derrotar a la encarnación del mal una y otra vez en cada una de las eras.
Con el espíritu maligno sellado, parecía que por fin la paz reinaría en Hyrule eternamente...
Durante incontables milenios, los Hyruleanos han relatado una y otra vez la historia de la Guerra a través de las Eras. Así es como comienza...
Para mantener el importante equilibrio de la Trifuerza, las Diosas Doradas idearon un plan que esperaban pudiese asegurar la paz para todos aquellos que vivían en Hyrule. Eligieron a una gran hechicera, una joven mujer nacida de un poderoso pero benevolente clan de usuarios de magia, para que se encargara de vigilar la sagrada reliquia. Respondiendo al llamado de las Diosas, la joven hechicera aceptó gustosamente su labor, y para evitar ser perturbada en su importante deber, decidió aislarse del resto del mundo, en completa y tranquila soledad durante años.
Viviendo en lo profundo de los bosques, lejos de los ojos de los mortales, la hechicera vigilaba constantemente el equilibrio de la Trifuerza, día tras día. Como recompensa por sus esfuerzos, las Diosas le otorgaron el don de ver a través del espacio y el tiempo, y observar a través de todas las épocas de la historia. Con su magia, podía observar cada era, y leer en profundidad los destinos de todos los que habían vivido, pero obedeciendo las instrucciones de las Diosas, sin interferir de ninguna manera.
Y así fue, hasta que cierta alma en particular capturó su atención.
El alma del héroe legendario, que renacía una y otra vez siempre que Hyrule necesitaba de un salvador. Con gran interés, la hechicera observaba cada una de las vidas y encarnaciones del héroe, y cada una de las hazañas que logró en su misión por salvar a la tierra de las fuerzas de la oscuridad. La hechicera nunca había visto un alma que resplandeciera con tanta intensidad, que fuese tan pura y llena de luz y valor. Se sintió atraída hacia él, cautivada por su inquebrantable e incontenible fuerza y bondad. Con el pasar del tiempo, su interés se tornó en admiración, y dicha admiración se tornó en amor.
Sin embargo, con sus poderes, la hechicera debería haber visto que el alma del héroe estaba unida a la de alguien más: el alma de la princesa del reino, la encarnación de la Diosa Hylia en persona, quien en tiempos antiguos renunció a su inmortalidad para volver a reunirse con su elegido. En lugar de eso, todo lo que veía era un alma que era totalmente diferente a ninguna otra que hubiese conocido.
A pesar de todo, la hechicera no estaba completamente ignorante de la presencia de la princesa en cada una de las vidas del héroe. En cada una de sus encarnaciones, ella siempre estaba allí, a su lado, y en cada una de las eras, el héroe desarrollaba profundos sentimientos por ella, sentimientos que ella siempre le correspondía de igual manera. Al ver esto, la hechicera fue invadida por una profunda tristeza, pues sabía que, debido a la carga que llevaba sobre sus hombros, nunca podría estar junto al alma del héroe al que había llegado a amar tanto. No era solo el tiempo, el espacio y su responsabilidad los que los separaban; también estaba la princesa.
Y en medio de la preocupación de la hechicera, un fragmento de oscuridad, aún encerrado en su prisión, vio su oportunidad.
La oscuridad, siempre astuta y perceptiva, tomó ventaja de la tristeza y envidia de la hechicera, y sabía muy bien cómo utilizar esos amargos sentimientos a su favor. Pronto comenzó a introducirse en su corazón, susurrando en una voz suave y engañosa, prometiéndole todo lo que ella deseaba:
"Si haces lo que te digo... podrás tener a tu lado a tu amado héroe... por siempre..."
La promesa de poder tener a su amado solo para ella fue demasiado tentadora para resistirla. El deseo dominó a la razón, y permitió que la oscuridad invadiera su alma. Una vez dentro, expulsó a la luz, y trastornó su afecto y curiosidad, convirtiéndolos en una perversa lujuria y un deseo compulsivo de poseer el alma del héroe legendario.
Poco sabía la hechicera que esta oscuridad tenía sus propios deseos... Utilizar la Trifuerza para resucitar y conquistar a Hyrule una vez más, y obtener su venganza contra el héroe legendario que lo había encerrado.
Habiendo expulsado a la luz de su corazón, la oscuridad urgió a la hechicera a abrir el Portal de las Almas, un camino que conectaba todas las épocas de la historia de Hyrule, la puerta del tiempo mismo. Monstruos y abominaciones de todas las eras comenzarían a salir del portal, trayendo la ruina a la tierra de Hyrule una vez más. Y la hechicera, corrompida tanto por el espíritu de la oscuridad como por su propio deseo de lujuria, comenzaría a planear su conquista de Hyrule y del héroe..."
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