Interludio: Encuentro de las eras
"La misión de los héroes ha sido un éxito. Los portales al pasado han sido sellados, y con ello el caos provocado por Cya pronto podrá ser detenido. Más todavía, han logrado hacerse de nuevos y valiosos aliados para agregar a sus filas, incrementando sus fuerzas para hacer frente a su enemiga.
Pero la batalla aún no termina. A pesar de haber cortado los suministros de Cya, la hechicera cuenta aún con grandes números en sus fuerzas, y todavía posee el control del Castillo de Hyrule. Y a pesar de haber perdido dos de los fragmentos de la Trifuerza, sus planes continúan. No obstante, su último encuentro con Ganondorf la ha debilitado enormemente.
Mientras se acerca el momento de que los portales para regresar al presente se activen, los héroes y sus nuevos compañeros se preparan para volver a las líneas frontales, pues el enfrentamiento final con Cya se acerca cada vez más. Reencuentros y revelaciones estarán a la orden del día..."
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Praderas de Hyrule, año 10XX según el calendario tradicional...
Azael e Impa no podían sentirse más tranquilos, ahora que por fin la Princesa Zelda había regresado a salvo con ellos. O en este caso, que nunca se había ido, había estado más cerca de lo que nadie se imaginaba. Aparte de eso, cuando Darunia y Ruto se ofrecieron voluntariamente a acompañarlos de regreso a su época para atar los cabos sueltos y detener a la responsable del caos que intentó provocar entre sus razas, aceptaron con muchísima gratitud. Los dos se convertirían en valiosas adiciones a sus filas.
Sin embargo, había una cosa más que Impa quería saber, y eso tenía que ver con el medio que había utilizado la princesa para ocultarse a plena vista, y permanecer a salvo de la enemiga que la perseguía. Como estaban ayudando a poner orden, la comandante Sheikah no tuvo tiempo de hacerle la pregunta, sino hasta unos días antes de que el portal para regresar a casa se volviera a abrir, y fue entonces que abordó a su antigua pupila para preguntarle.
- Tienes que decirme la verdad, Zelda. - le dijo. - ¿Cómo fue que aprendiste a usar esa magia de transformación? Más aún, ¿cómo aprendiste a mantenerla durante tanto tiempo?
- De la única manera posible. - respondió la princesa. - La estudié directamente de la fuente. Los pergaminos secretos, en la sección restringida de la biblioteca real.
- ¿Cuánto tiempo llevas haciéndolo? - preguntó Impa, con algo de miedo de conocer la respuesta.
- Desde... desde los doce. Casi un año después de que me dijiste que no podía entrar allí. - admitió Zelda.
De acuerdo, eso respondía una de las interrogantes. La sección prohibida de la que hablaban contenía registros históricos pasados de generación en generación entre los Sheikahs y la familia real de Hyrule, guardados muy celosamente por tratarse de secretos que podrían traer ruina y calamidad al reino en las manos equivocadas. Entre ellos, los pergaminos de los cuales hablaba Zelda contenían instrucciones explícitas de cómo utilizar la magia para alterar su propia apariencia física y asumir una identidad completamente diferente, magia que los Sheikahs no permitían que saliera a la luz pues no eran pocas las personas que podrían querer aprenderla con propósitos subrepticios. Por supuesto, la princesa no era una de ellas, pero el riesgo para aprender a utilizar esa magia y la dificultad... a pesar de haber visto con sus propios ojos que los resultados fueron fortuitos, le aterraba pensar lo que podría haberle pasado, pues se dedicó a estudiar esa magia prohibida durante años, ella sola y sin supervisión.
Sin embargo, aunque quisiera regañarla, ya era tarde. Su pupila ya no era una niña pequeña, y tal vez se dedicó a aprender esa magia porque tuvo el presentimiento de que le sería de utilidad en el futuro, y en efecto así fue. La utilizó para protegerse a sí misma y a los suyos sin ser detectada por el enemigo, una decisión muy sensata. El orgullo superaba a la potencial rabia que podría salir a raíz de la preocupación.
- Siento que me arrepentiré de preguntarte esto, pero... ¿cómo hacías para entrar a la sección prohibida? - preguntó Impa. - El candado de la reja era mágico, y solo yo conocía la secuencia del hechizo para abrirlo.
A pesar de tener su acceso a dicha sección totalmente restringido, ocasionalmente Impa buscaba algún libro o pergamino en ese lugar cuando juzgaba que Zelda ya estaba lista para conocer determinados temas, pero nunca la dejaba entrar al área. Era una secuencia larga y complicada que solo ella conocía, como una cerradura de combinación, y siempre dejaba a alguien más vigilando a la pequeña heredera para que no se fuese tras ella. Lo que nunca consideró, sin embargo, fue que la joven princesa, incluso a muy corta edad, poseía una vista excepcional, y a pesar de no moverse de su lugar, la distancia a la que la dejaban no era suficiente para que se le escaparan los patrones de movimiento que hacía su mentora con sus dedos.
- Cuando me llevabas allí, me fijaba en los movimientos que hacías con la mano para abrir el candado. Empecé a notar los patrones poco a poco. Después de unos meses, comencé a practicarlos. Me tomó algo de tiempo, pero pude terminar de descifrarlos por mi cuenta. - explicó la princesa.
- Increíble. - dijo Impa. Parecía un extraño punto medio entre el orgullo y el reproche. - Una verdadera hazaña, y más sorprendente aún, que yo no me diera cuenta. Es culpa mía por subestimarte.
- ¿Culpa? Yo no diría eso. - dijo Zelda. - Pues de no haber sido por tus enseñanzas, yo no hubiera sobrevivido. Aunque no lo supieras, a ti te debo mi supervivencia, y es por eso que siempre te estaré agradecida.
- Zelda...
- Gracias por siempre cuidarme y apoyarme en todo.
La princesa se acercó hasta su mentora para abrazarla, acción a la que esta correspondió con el mismo cariño. No valía la pena enfadarse con ella o regañarla. ¿Para qué? Estaba viva, agradecía a las Diosas por escuchar la plegaria que les elevó todas las noches que permaneció en vela, llorando en la soledad de su silencio como siempre se había acostumbrado, y culpándose de no haber cumplido la promesa de proteger el más grande tesoro de los fallecidos reyes. Uno que también era suyo.
Una vez que el afectuoso abrazo finalizó, Zelda se separó de Impa y decidió acercarse a donde se encontraban Ruto y Darunia, pues deseaba seguir conversando con ellos sobre varios asuntos relacionados a su misión. La Sheikah pensó que lo mejor era dejarla a solas, ella sabría muy bien cómo manejar la situación. Mientras tanto, ella iba a ir a caminar por los alrededores, alejarse un poco para despejarse. Tantas emociones vividas en un tiempo tan corto habían sido demasiado para ella.
El recorrido de la comandante habría durado unos cuantos minutos, los cuales le sirvieron de mucho para poner en orden sus alborotados pensamientos... lamentablemente, su tranquilidad duró muy poco antes de ser interrumpida de nuevo.
La paz de la guerrera se vio invadida al sentir como era tomada de la cintura con fuerza, y por más que luchó por zafarse de quien fuera que la estaba agarrando se le hizo imposible. En mala hora se le había olvidado llevar su espada con ella. En ese momento, se disponía a usar su fuerza para liberarse, pero al escuchar una conocida voz detuvo sus acciones.
- ¡Hey, calma! Ni que fuera la primera vez que estamos tan... cercanos.
Al escuchar aquella voz, simplemente no pudo creerlo. Su compañero Azael era quien la había agarrado desprevenida de la manera más descarada. Al haberlo descubierto, empleó más fuerza para separarse de él, para luego encararlo y reclamarle por su atrevimiento.
- ¡¿Te has vuelto loco?! - reclamó, enfurecida. - ¡¿Cómo te atreves a hacerme eso?!
Ante el reclamo de la Sheikah, el subcomandante solo respondió riéndose, sin mostrar ápice de arrepentimiento ni temor por sus acciones. Una de las cosas que más le agradaban, era tener ese tipo de acercamiento con su superior, y no precisamente por temas que tuvieran que ver con sus labores con el reino, sino con otro tipo de compromisos más personales.
- ¿Cómo te sientes de que la princesa haya estado junto a nosotros todo este tiempo? - preguntó, cambiando de tema, e ignorando la evidente ira de su compañera. - Si te conozco bien, imagino que sentirás tanta dicha como yo.
- Bueno... - expresó Impa, aliviada que el tema se hubiese desviado. - Es cierto, no eres el único que se siente contento. Agradezco tanto a las Diosas que ella se encuentra sana y salva, por más que haya estado cerca de nosotros.
- ¿Y acaso eso no merece una celebración?
- Por supuesto, cuando la guerra termine...
Impa no logró terminar sus palabras, pues para su profunda "molestia", Azael volvió a tomarla de la cintura, pero esta vez de una manera mucho más atrevida para intimidarla, cosa que consiguió el efecto deseado en la joven, aunque esta lo consiguió disimular a la perfección.
- Cuando dije "celebración", no me refería a eso, y lo sabes muy bien. Quise decir más bien como cuando éramos más jóvenes. - dijo Azael. - Ya sabes, tú y yo solos, escondiéndonos siempre y...
- ¡¿Quieres callarte de una maldita vez?! - exigió Impa, cansada de la situación presente.
- ¿Quieres que me calle? Bueno... lo que ordene mi comandante.
Haciendo valer que un gesto vale más que mil palabras, Azael tomó el rostro de Impa con fuerza para besarla intensamente, y en respuesta ella comenzó a forcejear para sacárselo de encima, aunque su empeño duró muy poco, pues después la mujer se entregó a aquella agradable sensación. Derrotada por el trato de su subalterno, rodeó sus brazos alrededor de su cuello para profundizar más el beso, acción a la que el hombre respondió acercándola más a su cuerpo, para de esa manera disfrutar un poco más de la caricia que se estaban otorgando.
- ¿Impa? Necesito que me ayudes con...
Y ante el reconocimiento de aquella voz, la Sheikah se separó de su compañero, completamente espantada. La princesa Zelda se encontraba parada frente a ellos, y a juzgar por la expresión de su rostro, había presenciado absolutamente todo el espectáculo que la pareja había dado. Impa deseaba que un rayo la fulminara en ese momento, mientras que Azael salió con un comentario sumamente inesperado.
- ¡QUÉ VERGÜENZA! ¡LO LAMENTO MUCHO, PRINCESA!
- No... soy yo quien lo lamenta, no quise importunar. - dijo Zelda, apenada. - Es solo que estaba buscando a Impa y me dijeron que la vieron por aquí.
- Princesa... yo.
- ¿Ya lo ves, Impa? - reclamó Azael. - Por eso te dije que aún no era tiempo de besarme.
- ¡¿QUÉEEEEEEE?!
- Yo sé lo que sientes por mí, y sabes que es mutuo, pero que vergüenza delante de la princesa. - dijo, zafándose de toda la culpa. - La próxima vez no me presiones, esperemos mejor estar en un lugar un poco más apropiado. Humildemente pido que nuestra regente no tome represalias por semejante inmoralidad.
- ¡ERES UN...!
- Bueno, me retiro a revisar los alrededores. Hasta luego.
- ¡NO TE ATREVAS A DAR NI UN PASO MÁS, AZAEL! ¡AZAEL!
Pero las palabras de la Sheikah no fueron escuchadas, pues el guerrero ya se había retirado mientras una enorme sonrisa le adornaba el rostro. Se había salido con la suya, e incluso si había consecuencias después, eso no le importaba. Bien que había valido la pena.
- Impa, cálmate. - pidió Zelda, riéndose.
- No vas a creerle nada, ¿verdad?
- Claro que no. - respondió. - En este viaje aprendí a conocerlo mejor que nunca, sobre todo esa peculiar personalidad, aunque la supo esconder muy bien. Sé que fue él el quien te besó primero.
- Me alegro, no quiero que pienses mal de mí.
- Sin embargo, eso no te libera de la participación. - contestó, sonriendo con picardía. - Como yo lo veía, estabas muy encantada correspondiéndole.
- Estás equivocada, debes haber visto mal.
- Sé muy bien lo que vi... tanto como lo que escuché aquel día.
- ¿Ah?
- No te mientas a ti misma, Impa. - pidió Zelda, conmovida. - Además, ¿quién soy yo para juzgarlos? Yo también quisiera abrirte mi corazón. Hay mucho que tengo que decirte.
Al escuchar las palabras de la princesa, Impa la invitó a sentarse en una de las rocas que se encontraban en el sitio. Fue en ese momento, que Zelda decidió expresarle un poco de los sentimientos que se encontraban resguardados en el fondo de su corazón, los cuales se relacionaban a cierto joven con el que compartía su destino.
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Ciudadela del Castillo de Hyrule, año 20XX según el calendario tradicional...
Los días pasaban, y el grupo de Lana esperaba el momento de que se abriera de nuevo el portal para regresar a su tiempo. Con las cosas relativamente calmadas, decidieron quedarse en una de las posadas de la ciudadela hasta que llegara la hora. Por seguridad, Midna se ocultaba en sus sombras, ya que según ella "no se sentía cómoda en medio de multitudes de humanos", pero ellos eran "casos especiales" (al parecer esa era su particular forma de decir "amigos"). En aquel momento, estaba en una habitación compartida junto con Lana y Maripola. La ventaja de su estado actual era que no necesitaba una cama, era perfectamente capaz de dormir flotando en el aire, lo que les permitía a las otras dos ocupar las camas, aunque estaban pagando también por Midna.
- Sigo sin entenderlo. ¿En serio es necesario que ella también venga con nosotros? - preguntó la Twili, mientras flotaba con las piernas cruzadas.
- ¿De qué te quejas? - respondió Lana. - Tú también te invitaste a venir después de todo.
- Eso es diferente. Yo todavía tengo un asuntito pendiente con esa bruja. - puntualizó Midna.
- Maripola decidió ayudarnos por voluntad propia. - dijo Lana. - Y con todo lo que sucedió, me parece algo ingrato no aceptar su oferta en favor de la tuya.
- Es verdad, señorita gatita. - dijo Maripola. - Yo también les puedo ayudar. Además, si es verdad que vienen desde el futuro, quiero verlo con mis propios ojos.
Midna solo rodó los ojos. A estas alturas ya se había resignado a que Maripola no dejaría de llamarla "señorita gatita" así que no se molestaba en corregirla, el apodo ya se le había quedado. Sin embargo, Lana tenía razón. La contribución de Maripola durante la batalla, problemática como hubiera sido por la total inexperiencia en combate de la niña, les fue de gran ayuda; las cosas podrían haber resultado muy diferentes si ella no hubiese estado con ellos.
Y en cuanto a las implicaciones de llevárselas al futuro, Lana tuvo que explicarle que el portal solo estaría abierto el tiempo suficiente para que unas pocas personas pudieran entrar, así que Midna no podría llevarse a sus propias tropas. La Reina del Crepúsculo lo aceptó, después de todo quería lidiar con Cya personalmente, y le encomendó a los suyos proteger su territorio hasta que volviera después de darle su merecido a la bruja. Con respecto a Maripola, dado que su nombre no aparecía de manera prominente en los registros históricos, Lana supuso que tampoco haría daño alguno que se ausentara de su época por un tiempo. Por supuesto, la hechicera tenía toda la intención de enviarla de regreso a casa una vez que todo estuviese dicho y hecho.
De pronto, por la ventana empezó a escucharse mucho ruido en las calles. Empezó como un rumor ligero, pero pronto fue aumentando de tono. Sin poder resistirse a la curiosidad, Lana decidió abrir para echar un vistazo, al igual que Midna. Al estar en el segundo piso podían ver que la gente salía de sus hogares y se amontonaba; al parecer, alguien importante estaba haciendo su entrada en la ciudadela en aquel momento. Pero los guardias detenían a la gente despejando el sendero que iba hacia la salida al norte de la ciudadela y hacia el castillo propiamente dicho. Lana y Midna tuvieron un presentimiento de saber de quién se trataba, incluso antes de que la puerta de la habitación se abriera.
- ¡Oigan, será mejor que bajen, no querrán perderse de esto! - Era Zatyr. Lo que fuera que estuviera sucediendo, se le notaba bastante emocionada.
Midna se ocultó en la sombra de Lana, mientras Maripola y Lana salían tras ella bajando las escaleras de la posada. El ruido se intensificaba todavía más, y las chicas tuvieron que ir abriéndose paso hasta que encontraron a Ruisu, que se las había arreglado para conseguir un sitio de primera fila por donde iba a pasar.
- ¿Qué está sucediendo? - preguntó Maripola.
- Miren quién acaba de llegar. - dijo Ruisu, señalando hacia la carroza que venía en la entrada.
Claramente, esta era la carroza destinada a uso exclusivo de los miembros de la familia real, a juzgar por lo bien ornamentada que estaba. Escoltada por los guardias fue avanzando por el sendero, y desde donde estaban, Lana y los otros pudieron tener una clara vista de sus ocupantes. En el lado más cercano, estaba una mujer joven, tal vez de unos 20 años, pero que a excepción de su cabello castaño oscuro se vería idéntica a la Princesa Zelda a quienes ellos conocían en su época: los mismos ojos, el mismo color de piel, los mismos rasgos faciales. A su vez, su acompañante se veía de su misma edad, y excepto por tener el cabello de un tono más cenizo y la piel algo más pálida, era casi una copia exacta de Link.
- Esos son... - dijo Lana.
- ¿Qué tenemos aquí? - dijo Midna, espiando solo ligeramente fuera de la sombra de Lana para no ser vista en público, y menos que la vieran esos dos al reconocerlos.
- ¡La Princesa y el Caballero de la Corona han vuelto! ¡Abran paso, todos! - exclamaban los guardias que iban al frente.
La carroza continuó hasta llegar al castillo, y uno de los guardias que se quedó atrás anunció a la multitud que la Princesa Zelda tenía un importante anuncio que hacer a su pueblo, convocando a todos a todos los que pudieran asistir a que se congregaran afuera del castillo, una vez que pudiese descansar un poco. Había sido un largo y agotador viaje.
- ¡La Princesa Zelda! - exclamó Maripola emocionada. - Wow, me pregunto qué será ese anuncio. ¿Podemos ir a verlo? ¿Podemos, por favor?
La princesa de los insectos se veía realmente emocionada, pero el resto del grupo no estaba particularmente entusiasta. Especialmente, después de lo que Lana les había revelado, tal vez no parecía un buen momento para eso. Sin embargo, antes que nadie dijera nada, Lana sonrió y dijo:
- Vamos a ver. De todos modos nos queda una noche más en la posada antes de marcharnos mañana.
- ¿Estás segura? - dijo Ruisu.
- No tiene nada de malo. Además... tengo el presentimiento de que es algo que a ustedes les gustará ver. - dijo la peliazul.
Los demás seguían algo indecisos, pero si Lana daba su aprobación, nadie iba a poner objeciones. Aparte de eso, ¿qué otra oportunidad tendrían de ver a las anteriores encarnaciones de Link y la Princesa Zelda a los cuales conocían? Ahora que ya habían cumplido con su misión, no haría ningún daño aprovechar el tiempo que les quedaba en esa época como observadores, antes de regresar al presente. Con esto en mente, todos aceptaron y se dirigieron sin prisa hacia la colina donde se alzaba el castillo.
Ninguno de ellos dijo nada mientras todos se aglomeraban a su alrededor. Sin prestar atención al murmullo de la gente, Lana y los otros fijaron la vista en el gran balcón que se alzaba sobre la entrada del castillo, tomando un lugar lejos del resto de la gente, en un árbol solitario para tener mejor vista hacia el balcón. Todo el ruido desapareció abruptamente cuando la joven heredera apareció en el balcón, escoltada por su caballero. A la distancia a la que estaban, podían ver que el atuendo de este último era de color verde oscuro con protecciones plateadas, y estaba adornado con una capa azul sujeta por las hombreras. No podían evitar imaginarse como se vería el Link de su tiempo con un atuendo así de elegante. La princesa, que llevaba un vestido púrpura oscuro adornado con un manto, se acercó a la baranda y comenzó a hablar:
- Mi querido pueblo de Hyrule. Mis soldados me han informado que durante nuestra ausencia, un agresor desconocido atacó nuestra tierra. He de decirles que me encuentro muy avergonzada de mí misma por haberlos abandonado en un momento de necesidad.
- ¡No diga eso, Majestad! - gritó uno de los ciudadanos, que se envalentonó lo suficiente para hablarle.
- ¡Usted se merecía su tiempo después de todo! - lo secundó otro.
- ¡Además aún seguimos aquí! ¡Nadie murió durante su ausencia! - exclamó un tercero.
Toda la gente rápidamente siguió a los que comenzaron, asegurándole a la futura monarca que no había nada de qué avergonzarse. Al fin y al cabo, las protecciones que había colocado hicieron su trabajo y los mantuvieron a salvo durante ese tiempo. Tanto la reina como su caballero sonrieron al ver tan animada a su gente, así que les permitieron seguir así por un rato, hasta que finalmente levantó las manos para que volvieran a hacer silencio.
- Mi corazón se llena de gozo al verlos a todos con tanto ánimo. - dijo la reina. - El capitán de la guardia nos informa que durante el ataque recibimos ayuda inesperada, y que gracias a ello pudieron repeler al enemigo sin daños ni pérdidas que lamentar. Sin embargo, no me han dado los nombres de nuestros benefactores. Quienesquiera que sean, y si aún están aquí, ¿podrían dar un paso al frente? Quisiera expresarles mi más sincera gratitud.
La gente comenzó a mirar alrededor, como esperando a que quienesquiera que fuesen los que ayudaron durante el ataque salieran. No obstante, ninguno de ellos se movió de donde estaba. No querían llamar la atención, y tampoco necesitaban una recompensa.
- ¿Por qué no van? - murmuró Midna desde la sombra de Lana. - Quieren recompensarlos, ¿qué tiene de malo?
- ¿Y por qué no vienes tú también? - contraatacó la hechicera. - Tú tampoco quieres que te reconozcan.
- No es lo mismo. - dijo Midna. - Es que yo no puedo permitir que me vean, no con esta forma tan repugnante.
- Si tú no vas, tampoco yo.
Tras la respuesta de Lana, la Twili echó un ojo hacia Zatyr y Ruisu, que asintieron con la cabeza estando de acuerdo con Lana, pues ellos tampoco querían o necesitaban una recompensa. Y después hacia Maripola. Sorprendentemente, la niña tampoco quiso irse, pero era más por la timidez que otra cosa. Seguro se creía poco importante para acercarse a la futura reina de Hyrule, aunque se considerase a sí misma una "princesa de los insectos".
- ¿Nadie? ¿No están aquí? Eso me entristece. - dijo la reina, al ver que nadie se movía o hablaba. - En tal caso, no puedo más que esperar que mis palabras les lleguen de alguna manera, y que sepan lo agradecidos que estamos por ayudarnos a proteger nuestro hogar.
La gente no pudo más que aplaudir, aunque no supieran de quienes estaban hablando. Por una pequeña suma, convencieron al capitán de la guardia y al resto de los soldados de que no mencionaran sus nombres ni dieran ningún dato de su apariencia. No querían interferir en el pasado más de lo necesario. Una vez que terminaron, la Princesa Zelda prosiguió:
- Ahora, tengo un anuncio muy importante que hacer. Como ustedes sabrán, los pasados meses me fui en un viaje de entrenamiento, y pedí que mi guardaespaldas personal, Sir Link, me acompañase. Sin embargo, lo que muchos de ustedes no saben, es que desde hace algún tiempo... él y yo hemos estado comprometidos.
Inmediatamente el murmullo no se hizo esperar. Claramente esto tomó por sorpresa a todos los presentes. Había rumores de que Link y la princesa estaban en una relación amorosa, pero nada que pudiesen confirmar, pues en público jamás daban muestras de afecto ni nada que sugiriera que eran más cercanos. Una que no se sorprendió, sin embargo, fue Midna. La Twili, oculta desde la sombra se rio ligeramente.
- Oh... así que esos dos se decidieron a perseguir una relación juntos. ¿Desde cuándo, de qué me habré perdido? - dijo con un tono que decía claramente que les daba su "aprobación".
- Así que durante este viaje, él y yo decidimos hacerlo oficial. Bajo la bendición de las Diosas. - dijo mientras mostraba su mano para que se viera la joya de su anillo, el cual, aquellos lo suficientemente familiarizados con la familia real reconocieron como el anillo oficial de matrimonio. El joven hizo lo mismo, mostrando su propio anillo, idéntico al de ella. - El trono del reino ya no puede permanecer vacío, y después de tanto tiempo, he decidido que nadie más merece ocuparlo a mi lado. Un héroe que no solo me salvó a mí y a esta tierra sin pedirme nada a cambio, más que poder permanecer a mi lado cuando me encontraba en la más profunda soledad. Nuestros corazones han estado enlazados desde el principio de los tiempos.
Antes de continuar, la princesa cedió el lugar a su compañero para que pudiese decir algunas palabras a la gente. Tomó un profundo respiro y en cuanto comenzó a hablar, Lana y los otros pudieron percatarse de lo similar que sonaba su voz a la del Link que conocían, aunque un poco más adulta.
- Antes que nada, les suplico que nos disculpen por haber hecho esto en secreto. Ambos lo quisimos de esta manera, preferimos una ceremonia modesta y pequeña. Amo a mi esposa, y me pliego a sus deseos, pero antes quiero estar seguro de que ustedes me quieran a mí como su gobernante. Si ese es el caso, prometo dar lo mejor de mí para servir a todos, con justicia y sabiduría, igual que ella.
El pueblo permaneció enmudecido por varios segundos, hasta que no pudieron sobrellevar más sus emociones...
- ¡LARGA VIDA A LA REINA ZELDA! ¡LARGA VIDA AL REY LINK!
La euforia de la multitud no se contuvo en lo más mínimo. Después de todas las hazañas del joven héroe, de todo lo que dio y sacrificó por salvar a su tierra, y a sus habitantes, el respeto y admiración de todos era unánime. La unión no solo era aceptada, era deseada por el pueblo de Hyrule. En cuanto al grupo de Lana, las reacciones eran... variadas, por decirlo de cierta manera. Midna, aún escondida en la sombra de la hechicera se reía con gesto de aprobación, y casi podían escucharla decir "ya era hora". Maripola simplemente saltaba y aplaudía emocionada. Zatyr y Ruisu, que conocían al Link de su época, ahora que ya conocían más detalles de la historia del héroe legendario gracias a Lana, se preguntaban si el Link de su época terminaría de la misma manera con la princesa. Ruisu en particular sospechaba (o más bien sabía) que los sentimientos de su amigo por la joven regente iban más allá de ser solo buenos amigos, cosa que era reforzada por aquella noche que le confió su secreto, del regalo que planeaba darle por su cumpleaños número 18.
Pero desde luego, la más significativa era la de Lana. Antes, cuando veía a la pareja a través de las eras, sellando sus destinos y expresándose su amor, todo lo que experimentaba era dolor, tristeza y una gran envidia. Pero ahora, que lo veía con sus propios ojos, se sentía extrañamente bien. ¿Se alegraba por ellos, acaso?
- ¿Estás bien, Lana? - preguntó Ruisu, viendo la mirada melancólica de la hechicera.
- Sí, lo estoy. - dijo Lana, aunque no sonó muy convincente. - Volvamos a la posada. Mañana partiremos a primera hora.
Ellos ya no tenían nada más que hacer allí. Una noche más en la ciudadela, y después volverían al punto donde aparecieron al llegar en esta época, para regresar al presente. Aunque los otros no pudieron evitar preguntarse si la verdadera razón de querer marcharse era que a Lana se le hacía difícil ver la unión, al punto que no prestó atención cuando anunciaron que la ceremonia de coronación se haría en una semana. Aún si tuvieran tiempo para quedarse, tal vez sería muy difícil para Lana observar todo eso. Mejor marcharse ahora.
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Altárea, año 00XX según el calendario tradicional...
Llegados de vuelta al punto de partida, y Link y sus compañeros esperaban que el portal para volver al presente se activara. Sin más problemas o enemigos a los cuales enfrentarse, los tres caballeros decidieron pasar los días restantes fuera de la vista, prefiriendo no atraer más la atención ahora que no había peligros al acecho, y en el caso de Link, como puntualizó Alexandre, para evitar a toda costa cualquier posible encuentro con esa chica, Panalí, a quien el lancero no perdía la oportunidad de mencionar solo para hacerlo perder la concentración durante sus encuentros cuando veía que estaba ganándole. Link creía que era una táctica sucia de su parte, pero al menos no se iba limpio, pues el pelícaro salía en defensa de su dueño cada vez que Alexandre comenzaba a dominarlo de esa manera.
Alexandre había pasado los últimos días tratando de acostumbrarse a su nueva arma. Ciertamente, la lanza de Volga era muy poderosa, pero era bastante más pesada que una lanza ordinaria, al punto que necesitaba utilizar las dos manos para poder empuñarla apropiadamente. Más todavía, nunca en su vida había utilizado una lanza de doble punta hasta entonces. A cambio de mayor poder ofensivo, tenía que tener más cuidado de no lastimarse a sí mismo o a alguno de sus aliados por accidente con la otra punta. Y en cuanto a sus capacidades especiales, si bien las llamas que generaba con los ataques eran tan poderosas o tal vez más que con el Cetro de Fuego, también eran más explosivas y difíciles de controlar. El lado positivo era que todo esto le obligaba a estar mucho más atento a sus alrededores, y su estilo de combate empezaba a tornarse mejor y más efectivo. A pesar de todo, el tener que acostumbrarse a su nueva arma todavía seguía siendo un hándicap notable, pues no podía hacer uso de sus mejores ataques sin quedar expuesto por más tiempo.
- Volví a ganar. - dijo Link, colocándole la punta de la espada en el medio de la frente, luego de esquivarle la estocada. Alexandre lo aceptó con resignación.
- Solo espera a que me acostumbre a esta nueva lanza. - dijo Alexandre. - Una vez que lo haga, no se te hará tan fácil derrotarme.
- No lo dudo, pero por ahora, tienes que trabajar en llevar ese peso adicional. - dijo Link.
- El portal que nos llevará a su tiempo se abrirá en cualquier momento. - dijo Fay.
- Ya la escucharon, es mejor que recojamos nuestras cosas.
Mientras Link terminaba de empacar sus pertenencias, asegurándose de no dejar ninguna marca de su visita a esa época (más de las que ya había dejado que según él ya eran más que suficientes), su atención se centró en la mirada del pelícaro rojo. El pájaro parecía saber que pronto tendrían que separarse, Link podía ver algo de tristeza en sus ojos. Era como si supiera que estaba a punto de emprender un viaje por su cuenta.
- ¿Qué sucede, amigo? - dijo Link. El pájaro bajó la cabeza ligeramente, y el muchacho le dio unas palmaditas en el pico. - Quieres venir con nosotros, ¿verdad? Ya te lo dije, no puedes. Tú perteneces aquí.
El pelícaro graznó débilmente, esas palabras en verdad le dolían. A su vez, Alexandre y Garrett también observaban la escena.
- Tengo que ir por mi cuenta. - dijo Link. - Pero no estés triste. Búscame de nuevo en la superficie. Allí nos volveremos a reunir, te lo aseguro.
El pájaro claramente decía con la mirada que no quería alejarse de él, como si le insistiera en preguntar "¿Lo prometes?". Link estaba muy triste de tener que dejar atrás a tan magnífico animal, pero su contraparte de esa época todavía estaba allí, en alguna parte de las Tierras Inferiores, y podía apostar a que estaría muy preocupado por su amigo. Después de mucho insistir, el pelícaro finalmente captó el mensaje, asintió con la cabeza y alzó el vuelo, dirigiéndose hacia la superficie para reunirse con su "otro yo". Link no pudo más que despedirlo con la mano, hasta que se perdió de vista entre las nubes.
- Adiós, amigo. Nunca olvidaré cuanto nos ayudaste. - dijo Link. Alexandre se le acercó para ponerle una mano en el hombro.
- ¿Estás bien? ¿Seguro que quieres dejarlo aquí? - le preguntó.
- Es lo mejor. Mi antecesor tal vez lo esté buscando. Es lo que yo haría en su lugar. - dijo Link.
- Como digas. Aparte, tenemos nuestras propias monturas esperándonos de vuelta en casa, ¿no es así? - dijo el lancero. Por supuesto que se refería a sus caballos. - No creo que le haga mucha gracia a Epona que hayas montado a otro animal que no fuese ella.
- Si pudiese hablar, seguro que lo entendería. - dijo Link. - Teníamos que volar de alguna manera y ella no hubiese podido hacerlo aquí.
- Por supuesto. - dijo Alexandre. - ¿Ahora sí ya nos vamos?
- ¡SEÑORITA FAY! ¡SEÑORITA FAY, POR FAVOR NO ME DEJES, BZZZZZRT!
El grupo escuchó una voz que se les hizo demasiado familiar, y con toda certeza, pronto escucharon el zumbido de unas aspas girando. El robot Serbot, cuya hélice al parecer ya estaba reparada venía volando hacia ellos tan rápido como podía, con los brazos abiertos. El espíritu de la Espada Divina no hizo nada excepto permanecer allí mientras su "admirador" se lanzaba a abrazarla, mientras los jóvenes rodaban los ojos, o en el caso de Link, se daba una palmada en la cara con clara expresión de fastidio.
- Ay, no, ¿por qué justo ahora? - se preguntó Proxi.
- Por fin te encontré. - dijo Serbot sin perder el tiempo. - Ahora sí, nada ni nadie nos podrá separar.
- ¿Tú de nuevo? - dijo Link. - ¿Cómo nos encontraste?
- ¡No fue nada fácil! - protestó el robot. - Si no lo supiera mejor casi podría pensar que me estaban evitando.
Link gruñó por lo bajo, pues eso era PRECISAMENTE lo que estaban haciendo. Tras la última pelea con Volga, el grupo se limitó a conseguir provisiones para los días restantes mientras llegaba el tiempo de que el portal para regresar volviera a abrirse, y desaparecieron antes del amanecer sin dejar rastro alguno hasta volver al punto de partida tratando de no llamar la atención. Y había funcionado... hasta ese momento. Entretanto, se preguntaban por qué Fay no hacía ningún gesto para soltarse del abrazo del robot. Así que les tocaba intervenir.
- ¿Ya puedes volar de nuevo? - dijo Alexandre, mirando su hélice. - En ese caso, ¿por qué no te vas a volar por allí y nos dejas atender nuestros asuntos?
- Estamos cortos de tiempo, y dentro de poco tenemos que marcharnos. - dijo Link.
- ¡No vas a llevarte a la señorita Fay de mi lado de nuevo, Amo Verdoso! - exclamó el robot. A Link no le hacía gracia el apelativo y se preguntaba todavía por qué lo llamaba de ese modo. ¿Tendría algo que ver con su antecesor? - ¡Si ella se va, yo también voy!
- Estás bromeando, a donde vamos no puedes venir. - dijo Alexandre.
- ¿Por qué no? - insistió el robot. - ¡No puedes obligarme!
- Serbot, el joven Alexandre dice la verdad. - dijo Fay, al fin decidiendo intervenir. - Nos estamos embarcando en una misión importante, y será muy peligrosa.
- ¡No importa el peligro, señorita Fay! - persistió. - ¡Sé que también puedo ayudar!
- ¿Lo dices en serio? ¿Sabes pelear? ¿Puedes manejar algún arma? - preguntó Link.
Serbot quiso responder que "sí", pero con su querida señorita Fay presente, ella sabría que estaba mintiendo. Él era un robot diseñado para transportar objetos pesados y como tal era físicamente muy fuerte, pero no fue diseñado para pelear, y tampoco poseía ningún tipo de armamento.
- ¿Recuerdas a ese dragón de fuego, Volga? - dijo Alexandre, al ver que no respondía. - Bien, te contamos que hay alguien allá afuera que es aún peor que él. Alguien que manejaba sus hilos.
- Estás bromeando. Lo dices porque quieres asustarme. - dijo el robot, aunque en la última parte parecía que estaba dando resultado.
- ¿Ah, no nos crees? - dijo Alexandre. - De acuerdo, si estás dispuesto a venir con nosotros, más te vale estar preparado, porque si no te empalan, te cortan en pedazos o te hacen explotar, en el mejor de los casos te convertirán literalmente en polvo y te mandarán al olvido. Todos aquí nos ofrecimos sabiéndolo. ¿Te apuntas tú también?
La mente mecánica del robot tenía dificultades para procesar el conflicto, ante los dos deseos contradictorios. Por un lado, su deseo de ir con la señorita Fay, y por el otro, su inherente protocolo de auto-preservación. Pero no tuvo tiempo de dar una respuesta, pues en ese preciso instante fue que se abrió el portal, exactamente en el lugar donde aparecieron, lamentablemente a la misma distancia del suelo, lo que significaba que tendrían que alcanzarlo saltando. El portal solo permanecería abierto un tiempo limitado, y tenían que entrar ya.
- Ya es hora. - dijo Garrett. Pero antes de marcharse, Fay de algún modo supo que sería la única que podría convencer a Serbot.
- Serbot, por mucho que aprecio tus intenciones, me temo que no es recomendable que nos acompañes. Como dije, estamos en una misión muy importante. Mi lugar es sirviendo al amo Link, es mi destino ayudar al héroe legendario. El tuyo es quedarte aquí, y servir a las personas de Altárea.
- ¿Pero si te vas y no puedo volver a verte? - dijo el robot. Ese al parecer era su mayor temor.
- Eso no sucederá. - dijo Fay. - En cuanto hayamos cumplido nuestra misión, volveré. Esta es la época a la que pertenezco.
- Estate tranquilo, robotillo. - dijo Alexandre. - Cuidaremos muy bien de tu querida señorita Fay.
- ¿Lo prometen? El Amo Verdoso nunca me inspiró mucha confianza. - Al decir estas palabras volvió a mirar a Link, que frunció el entrecejo. Ese apodo claramente no le gustaba.
- Lo prometemos. - dijo Link. - Nos aseguraremos de que nadie le haga daño.
- De acuerdo. - dijo Serbot, finalmente resignándose. - Te esperaré por siempre si es necesario, señorita Fay.
Link rodó los ojos, pero no pudo evitar admirar esa devoción incondicional que demostraba hacia Fay. Completada la "emotiva" despedida, Alexandre y Garrett saltaron primero, seguidos después por Link. Fay se quedó un par de segundos más enfrente de Serbot, como para terminar de asegurarse de que no intentaría seguirlos, y lamentando mucho no poder mostrar una expresión que le sirviera para explicarle al enamorado robot que ella no podría corresponder a su afecto de la misma manera, aunque una parte de ella seguía apreciándolo. Enfocándose en la misión, saltó detrás de su amo hacia la otra época. Serbot se sintió tentado a ir tras ella, pero finalmente decidió no hacerlo. Ella se lo había pedido, y él no iba a negarse. No le quedaba más excepto cumplir con su deber, y servir diligentemente tal como ella lo hacía. Para que se sintiera orgullosa.
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Bosques de Farone, tiempo presente...
Las tropas del ejército de Hyrule continuaban esperando el regreso de sus comandantes y los otros que fueron junto con ellos al pasado. Las últimas tres semanas habían sido agobiantes, ante el pensamiento de que les hubiese ocurrido algo malo, o que fallaran en su misión. Les incomodaba mucho el hecho de que habían tenido que permanecer escondiéndose como cobardes por su propia seguridad en el bosque, sin hacer nada excepto rezar por el éxito, mientras esas abominaciones de la oscuridad todavía pululaban a sus anchas en su sagrada tierra. El día del límite había llegado, así que en cualquier momento, por fin tendrían sus respuestas.
- ¡Ya es hora! ¡Los portales volvieron a abrirse! - gritó uno de los vigías.
En efecto, en el mismo claro donde los vieron partir veinte días atrás, se volvieron a abrir las puertas. Todos los soldados se congregaron alrededor, pero dejándoles espacio suficiente para que pudieran volver sin chocar contra nadie. El grupo de Link fue el primero en salir de su portal, lo cual alivió al menos en parte las preocupaciones de los soldados. Sin embargo, se sorprendieron ligeramente al ver que detrás de ellos apareció alguien más: una figura femenina de color azul que levitaba a poca distancia del suelo. Se preguntaban quién o qué era, pero todavía esperaban al regreso de los otros.
- Uff, que bien se siente estar de vuelta. Parece que somos los primeros en llegar. - dijo Alexandre, como si acabase de ganar una carrera. Garrett rodó los ojos ante eso.
- Esperemos que a los demás les haya ido tan bien como a nosotros. - dijo Link, centrando su atención en los otros portales.
El siguiente en salir fue el grupo de Lana. La hechicera peliazul le dirigió una mirada al héroe y le sonrió, pero a Link no se le escapó que se veía más melancólica que cuando se fue. ¿Habría pasado algo? Sin embargo, detrás de Zatyr y Ruisu aparecieron dos más: una niña rubia con una sombrilla y una canasta, y una... criatura diminuta que flotaba, con piel oscura y una especie de casco en la cabeza. Cuando esta los vio, su expresión enfurruñada claramente les dijo "¿Qué me están viendo?", y de inmediato se voltearon.
- Por lo que veo no fuimos los únicos en traer nuevos amigos del pasado. - comentó Garrett.
Finalmente, solo quedaba el grupo de Impa. Con toda certeza, ella y Azael salieron juntos a través de su portal, y al igual que antes, trajeron compañía adicional. En su caso, un enorme y musculoso Goron con un martillo casi tan grande como él, y una mujer de la raza Zora, que tenía en la mano un cetro azul con una gema llena de picos en el extremo. Por mucho que quisieran presentarse, faltaba todavía alguien más. Link y los otros mantuvieron la vista fija en el portal, esperando a que apareciera Sheik. Pero no lo hizo. En su lugar, la última persona en volver a través de él, era nada más y nada menos que...
- ¡PRINCESA ZELDA! - gritaron al unísono Lana y los miembros de la Legión de Link, aunque este último se había quedado completamente enmudecido.
Todos se sentían sorprendidos, pero felices y aliviados de ver que se encontraba sana y salva. Por supuesto, nadie lo estaba más que el joven héroe, que luego de haberse recuperado de su trance, inmediatamente corrió hacia su lado para verla de cerca y asegurarse de que sus ojos no lo engañaban. Su corazón palpitaba con fuerza mientras que sentía que las piernas le temblaban debido a la emoción que lo embargaba, teniendo que reprimir el impulso de querer abrazarla allí mismo y ahora, al recordar que estaban en público y no podía hacer eso. Luego de tantos meses de angustia y desesperación, en los que incluso se culpó así mismo de su desaparición y hasta posible muerta, había regresado con vida, había vuelto a su lado como tantas veces lo deseó.
- Lana, puedes sellar los portales. No vendrá nadie más. - dijo la princesa.
Todos se vieron confundidos. ¿Cómo que no vendría nadie más? ¿Qué sucedió con Sheik? Lana, sin embargo, obedeció la petición de la joven regente, y usó sus poderes para terminar de sellar los portales, aunque fuese para estar seguros de que nada ni nadie más los pudiese seguir. Impa y Azael se veían inusualmente tranquilos, sin que la aparente ausencia de Sheik los perturbara. Entretanto, los soldados a su alrededor, una vez superando la sorpresa de que su futura y legítima soberana hubiese regresado a salvo, se acercaron para verla, pero a una distancia prudente para no irrespetar su espacio personal. La princesa dio unos pasos al frente y comenzó a hablar. Las explicaciones estaban a la orden del día.
- Antes que nada, quisiera pedirles perdón por guardar el secreto. - les dijo. - Me vi forzada a ocultar mi identidad todo este tiempo para confundir a nuestros enemigos. Pero no podía soportar ver como todos estaban luchando y sufriendo en mi ausencia, así que tomé la decisión de que me quedaría cerca de todos para apoyarlos, aunque no lo supieran.
Igual que antes, la legión de Link y Lana intercambiaron miradas, tratando de descifrar las palabras de la joven princesa. La hechicera peliazul pareció ser la primera en conectar las piezas, específicamente, la presencia de ella, y la aparente ausencia de Sheik, todo comenzaba a tener sentido.
- Espere, Princesa. Lo que nos está diciendo es que... ¿usted era Sheik? ¿Todo este tiempo? - se aventuró, aunque su intuición le decía que estaba en lo correcto. La princesa asintió con la cabeza, y la respuesta general de la legión de Link no se hizo esperar.
- ¡¿QUÉEEEEEEEEEEE?! - fue la reacción colectiva. Sin embargo, nadie estaba más sorprendido o conmocionado que Link.
- ¿Qué...?
En ese momento, Link quiso que se lo tragara la tierra, o en el peor de los casos, que lo fulminara un rayo para que acabara con su vergüenza. Sin haberlo planeado, y de la manera que menos lo hubiera deseado, "declaró" su amor antes de tiempo, a la persona indicada y a la vez a la equivocada, la cual solo las Diosas sabían lo que estuviera pensando de él en esos momentos. No se atrevía a mirarla a los ojos. Todas esas cosas que le dijo a Sheik... ¿estaba hablando con la princesa disfrazada todo ese tiempo? Ahora comprendía aquella "comodidad" que sintió con el supuesto joven de las sombras.
- En la época del Héroe del Tiempo, mi antecesora, la Princesa del Destino, también se ocultó de las fuerzas oscuras, disfrazándose como una Sheikah, y se mantuvo cerca del héroe para ayudarle en su camino. - explicó Zelda. - No muchos lo saben, pues solamente se conservaron algunos registros en antiguos pergaminos que se guardan en la sección prohibida de la biblioteca real.
- Algo sobre lo cual TODAVÍA necesitamos hablar. - dijo Impa, cruzándose de brazos.
- Por supuesto... ¿cómo pude no darme cuenta? - susurró Lana, llevándose la mano a la cara. Por fin todo tenía sentido. Su insistencia en que la princesa se encontraba sana y salva, sus palabras tan crípticas, pero sobre todo, que ese fragmento de la Trifuerza se encontrase en su mano. En realidad, nunca había dejado a su portadora, hasta aquel momento, cuando Cya se los arrebató.
Zelda caminó hacia Link, como si notara su actual conmoción ahora que ella se había revelado, y tenía el presentimiento (acertado) de saber el por qué. Por supuesto, ella había escuchado todas sus palabras la noche anterior a su partida al pasado, y por mucho que le encantaría darle una respuesta en ese mismo instante, sabía que no era el mejor momento. No podía más que decir algo para tratar de calmarlo, aunque fuese un poco.
- Link, tu valor es extraordinario. - le dijo, sonriéndole cálidamente. Esa hermosa sonrisa que él tanto había extrañado desde que ella desapareció. - Al verte luchar todo este tiempo, me di cuenta de que ese presentimiento que tuve, cuando te vi por primera vez en los terrenos de entrenamiento, no estaba equivocado.
Las palabras de Zelda no sirvieron para bajarle los colores del rostro al héroe, pero por dentro, sí le ayudaron a sentirse un poco más tranquilo consigo mismo. Haciendo acopio de fuerzas, le devolvió la sonrisa y se esforzó por darle una respuesta apropiada.
- Me... me honra enormemente con sus palabras, Princesa. Muchas gracias. - le dijo. La princesa entonces volvió su atención a las caras nuevas que vio entre las filas de los recién llegados.
- Puedo ver que no fuimos los únicos que trajimos a nuevos amigos desde el pasado. Creo que es tiempo de presentarse, ¿no están de acuerdo? - les dijo. Todos le dieron la razón, e inmediatamente pasaron al frente para decir quiénes eran.
- Soy Darunia, patriarca de los Gorons, y el Sabio del Fuego en mi época. Quien sea que esté causando problemas aquí, envió a uno de sus secuaces y me obligó a hacer cosas terribles. Es tiempo de devolverle el favor.
- Yo soy Ruto, Princesa de los Zoras y Sabia del Agua, también de la misma época. Es un placer conocerlos.
- Bueno, hola a todos. Mi nombre es Midna, y que mi apariencia no los engañe. En realidad soy la Princesa del Reino Crepuscular en mi época, y puedo asegurarles que la mujer más hermosa de mi raza. Por culpa de esa maldita bruja me convertí en esto, y no descansaré hasta ponerla en su lugar.
- Em... hola. Soy Maripola, princesa del reino de los insectos. Quisiera ayudarles en todo lo que pueda.
- Se me conoce como Fay. Soy el espíritu de la Espada Divina, al servicio de la Diosa Hylia. Mi misión es servir y proteger al Héroe Legendario.
Hechas las presentaciones, los presentes comenzaron a comentar que jamás se imaginaron haber visto un grupo tan variopinto. Pero considerando que todos allí tenían el mismo objetivo en común, eso era lo de menos, y las habilidades que pudiesen aportar sin duda serían muy valiosas y apreciadas. Entretanto, Lana sabía que tenía algo más que decirles, pero algo dentro de ella quiso evadírselo una última vez.
- De acuerdo... ahora que ya cerramos los Portales de las Almas, el tiempo y el espacio debería retornar pronto a su cauce normal. - dijo la hechicera. - Lo siguiente que debemos hacer es...
- Oye, oye, espera un momentito, dulzura. - dijo Midna, flotando frente a ella para interrumpirla. - ¿No se te ha olvidado algo? Creo recordar que la Princesa Zelda no era la única que tenía que dar algunas explicaciones.
- ¿Explicaciones? - dijo Zelda. - Lana, ¿de qué está hablando? ¿Hay algo que tengas que decirnos?
La hechicera sintió como se oprimía su pecho, pero ya no podía ocultarlo más. Y prometió que en cuanto volvieran a reunirse, les diría toda la verdad.
- A decir verdad... sí lo hay. Esto es algo que todos merecen saber. Especialmente ustedes, Princesa Zelda, y Link.
Link y Zelda se miraron uno a la otra. A juzgar por la expresión de Lana, tal vez se trataba de algo muy serio, algo realmente grave. Podían ver que le costaba trabajo dejarlo salir, pero se estaba esforzando, pues era importante y ellos tenían todo el derecho de saberlo. Ya no había vuelta atrás, el momento para decirlo era ahora.
- Es sobre mi relación con Cya. - les dijo. - Cuando les dije que éramos del mismo clan... no les dije toda la verdad. Ella y yo en realidad... somos la misma persona.
Ya estaba, por fin había soltado la bomba. Ahora la parte difícil sería encontrar la manera de poder explicar toda la historia sin que intentaran matarla. Y no podía culparlos si lo hacían. Sin embargo, a pesar de que la reacción de quienes no lo sabían, especialmente la de Link y Zelda, fue claramente de sentirse impactados, el hecho de que ninguno de ellos empuñara sus armas y le apuntara con ellas fue una buena señal. Por lo menos tendría la oportunidad de decirlo todo, y entonces, sí podrían ejecutarla. Tomó un profundo respiro para poder continuar. Ahora al menos ya no sería tan difícil, habiendo pasado de la parte más difícil.
- Cya y yo... antes éramos una sola. Algo oscuro, maligno, se apoderó de ella, y expulsó a la luz de su corazón. Aunque parezca increíble, yo soy esa luz, hecha sustancia.
- Pero... ¿cómo pudo suceder eso? - preguntó la princesa, intrigada.
Lana guardó silencio por unos momentos. El relato sería muy largo, pero lo más que podía hacer era decir lo que sabía al menos hasta ese punto, en el cual ella y Cya cesaron de ser una sola y se convirtieron en entidades separadas. Hasta el último detalle.
Flashback, tiempo indeterminado...
En el interior del Templo de las Almas, una joven hechicera, conocida solamente como la Guardiana del Tiempo, cumplía diligentemente con la labor que le fue encomendada por petición de las Diosas. Al principio, la había aceptado de buen grado, sintiéndose infinitamente honrada por haber sido elegida para esta misión tan importante.
Pero con el pasar del tiempo, esta labor comenzaba a hacerse cada vez más aburrida y rutinaria, sin mencionar increíblemente solitaria. Hasta ese fatídico día. Observando los acontecimientos de una época en la cual la encarnación del mal amenazó a la tierra de Hyrule, la atención de la hechicera se desvió hacia el resplandor de verde que emergió para disipar la oscuridad.
Era la primera vez que lo veía. El héroe legendario, vestido con una túnica verde y empuñando con mano firme la espada destructora del mal, envió de vuelta a la oscuridad por donde vino, logrando que la luz prevaleciera nuevamente. La Guardiana no podía evitar sentirse admirada con cada rasgo del joven frente a sus ojos. Alto, de constitución fuerte, la tez ligeramente tostada por tener su afición a pasar más tiempo al aire libre, ojos azules llenos de valor y compasión, y cabellos dorados que le daban un aire salvaje que lo hacía aún más atractivo. Por supuesto, siempre había diferencias notables entre cada una de sus encarnaciones a lo largo de la historia, pero siempre se mantenían aquellas que lo hacían inconfundible.
Pero el héroe nunca estaba solo. En todas y cada una de sus batallas, la encarnación de la Diosa Hylia, la Princesa del Destino, siempre estaba a su lado. Aunque acabaran de conocerse, el lazo que los unía hacía su efecto casi de inmediato. Cuando todo estaba dicho y hecho, y su destino de salvar a su tierra estaba cumplido, los dos jóvenes eran libres para compartir sus sentimientos. La amistad se convertía en cariño, y el cariño eventualmente en un amor apasionado. Incluso si en alguna vida las circunstancias conspiraban para separarlos, en la siguiente volverían a encontrarse, eso era inevitable.
La hechicera veía a la pareja, sin poder evitar sentir algo de envidia. Deseaba poder ser ella la que estuviese en el lugar de la princesa. Deseaba poder ser aquella que tomase de las manos al joven héroe, aquella que estuviese segura resguardada en sus fuertes brazos, aquella que pudiese probar sus labios... Cómo lo deseaba.
- ¿Por qué? ¿Por qué no puedo ser yo? - se preguntaba día a día. - No, no puedes pensar en eso. Hiciste un juramento a las Diosas, tienes una misión que cumplir.
Le parecía muy injusto... pero no podía echarse para atrás. Aceptó esta misión de velar por el equilibrio de la Trifuerza por voluntad propia, y tenía que cumplirla. Sabía perfectamente todo lo que eso implicaba, el sacrificio que tendría que hacer.
- "No es justo... lo sabes."
La hechicera miró a su alrededor. Estaba sola en ese lugar, no había nadie más. Por supuesto, ella lo sabía. Tal vez había pasado tanto tiempo en ese lugar que ahora su soledad comenzaba a jugarle malas pasadas en su mente.
- "El héroe puede ser tuyo... yo puedo ayudarte a que así sea..."
Esta vez la voz sonó más fuerte. La hechicera comenzó a alarmarse. Si algo, o alguien, había penetrado en su santuario privado sin que ella lo notase, podría poner en peligro su misión, y eso era inaceptable.
- No... estoy perdiendo la razón. - se dijo a sí misma, tratando de convencerse.
De vuelta a su labor de vigilancia, ser simplemente una observadora se había tornado en algo tan repetitivo y poco emocionante, que en ocasiones maldecía su suerte. Había tantas cosas que ver allí fuera, todo un mundo por explorar... y si tan solo no estuviese prohibido, tal vez encontrarse frente a frente con el héroe elegido. Daría lo que fuese por poder conocerlo, hablarle... tal vez hasta contarle de sus sentimientos por él. ¿Pero eso de qué serviría? El alma del héroe siempre estaba unida a la de la princesa. El lazo que los unía estaba presente desde tiempos inmemoriales, y parecía hacerse más fuerte cada vez que renacían para volver a encontrarse. ¿Qué podría hacer ella ante un amor tan poderoso que era capaz de trascender la vida y el tiempo?
- "No tienes por qué permanecer en esa soledad." - continuó la voz.
- Acepté esta tarea encomendada por las Diosas. - replicó la hechicera. - No podría haber mayor honor.
- "¿Estás segura? ¿Vale la pena aislarse del mundo? ¿Qué hay de lo que tú deseas? ¿De lo que tu corazón desea? Vamos, lo sabes, mereces algo mejor que esto..."
- ¡BASTA! - gritó desesperada. - ¡¿QUIÉN ERES, QUÉ ES LO QUE QUIERES DE MÍ?!
- "Solo soy un alma atrapada en la oscuridad. Alguien confinado a una soledad tal vez igual, o peor que la tuya. Tenemos mucho en común. Si me ayudas a obtener lo que quiero, puedo darte lo que quieres..."
- ¿Y por qué debería creerte?
- "Si haces lo que te digo... podrás tener a tu amado héroe... por siempre..."
La hechicera no tenía idea en ese momento, pero las palabras que escuchaba, a pesar del engaño y la decepción, con las promesas que le estaba haciendo, empezaban a sonar cada vez más convincentes. Sabían cómo tomar ventaja de esos deseos que se estaban formando en su interior. Esos deseos de amar, y de ser amada, de tener a alguien como el héroe, alguien que estuviese dispuesto a todo para cuidarla y protegerla. Tal y como el héroe lo hacía con la princesa.
- La princesa... si ella no existiera... ¿podría ser yo esa persona especial para el héroe?
A pesar de su prisión, la oscuridad era capaz de canalizar algo de su esencia a través de sus palabras. Todo era cuestión de apelar a los deseos más profundos de su corazón. Todos los humanos tenían ese pequeño resquicio de oscuridad en su interior, esa grieta a través de la cual podía introducirse en ellos, y hacerlos sucumbir a su influencia. Pero esta hechicera era un caso especial. Las Diosas la eligieron por ser la que tenía el corazón más noble y desinteresado entre todos los miembros de su clan. Aquella que estaría dispuesta a hacer el máximo sacrificio por un bien superior. El resquicio de oscuridad era muy pequeño, así que la única manera de convertirla en su marioneta, era expulsar a la luz. Eso no sería una tarea sencilla. Para lograrlo, tenía que fortalecer esa oscuridad que tenía en su corazón la hechicera. Pero la luz se seguía resistiendo. El alma de la hechicera comenzaba a dividirse. Dentro de su mente, dos entidades, opuestas una a la otra, pero a la vez muy similares entre ellas, comenzaron a enfrentarse. Era una lucha por el control.
- "Tenemos una misión que cumplir. No podemos ceder a nuestros deseos personales."
- "Estamos hartas de esto. De vivir en esta soledad. No puedes ocultarlo. El héroe legendario nos ha cautivado."
- "Pero su corazón ya le pertenece a alguien más."
- "¿Y eso qué importa? La princesa solo es un obstáculo. Solo hay que quitarla del camino."
- "No es correcto, y lo sabes."
- "¿Qué no es correcto? No te mientas a ti misma. Los has visto una y otra vez. Les tienes envidia, lo sé. Cuando los ves abrazarse, acariciarse, besarse tan apasionadamente. ¿Es que no tenemos derecho a algo de esa felicidad?"
- "¿Hablas de robársela a alguien más?"
- "¡El fin justifica los medios! Y si solo vas a impedírmelo, no te necesito. Si vas a ser un obstáculo, también tendré que eliminarte."
- "No puedes hacerlo. Yo soy tú, no puedes rechazarme."
- "Eres débil. No estás dispuesta a luchar por lo que deseas. Yo sí."
El maligno estaba haciendo bien su trabajo, la oscuridad de la hechicera se estaba volviendo más y más fuerte. Pero la luz dentro de ella seguía siendo superior, o en el mejor de los casos, ya estaban completamente igualadas. El choque entre las dos voluntades opuestas produjo un resultado totalmente inesperado. Incapaces de dominarse, o de destruirse entre ellas, las fuerzas de la luz y la oscuridad dentro de la hechicera simplemente se repelieron una a la otra. Fue como si su alma literalmente se desgarrara a la mitad, era un dolor imposible de soportar. Y las dos mitades, incapaces de seguir coexistiendo una con la otra, se separaron del todo. La oscuridad permaneció dentro del cuerpo de la hechicera, mientras que la luz se dispersó, alejándose de su antiguo recipiente, con rumbo desconocido...
Fin del flashback.
Lana tomó una pausa antes de continuar con el relato. Eso era todo lo que recordaba hasta ese punto. Ese fue el instante en el cual ella y Cya dejaron de ser una sola persona. Todos se miraron conmocionados, de solo imaginar esa clase de dolor físico y emocional que debió de haber experimentado la joven hechicera al sentir que literalmente su alma se desgarraba a la mitad.
- Y... ¿qué sucedió luego de eso? - preguntó la princesa, que fue la primera en recuperar el habla. No estaban seguros de qué seguiría después de eso, pero tenían que conocer toda la historia.
- No tengo idea de cuánto tiempo vagué sin un cuerpo físico. - dijo Lana. - Intentaba mantenerme cerca de Cya, pero ella no podía, o no quería verme o escucharme. Caí en la desesperación y deambulé sin rumbo, hasta que...
Flashback, Bosques de Farone, unos meses antes...
Era una noche de luna llena en del bosque sagrado, cuyo guardián, el Gran Árbol Deku, era el protector de la naturaleza. Como un alma errante buscando un refugio, un lugar donde fuese acogida, la luz que fue expulsada del corazón de la hechicera llegó hasta estos bosques, y como si respondiera a su llamado, el poder de la naturaleza la recibió en su seno.
Una nube que parecía hecha de pequeñas estrellas, como luciérnagas, se dirigió hacia un claro despejado en el bosque, lejos de la vista de todo, y de todos. Descendió lentamente en espiral hacia el suelo cubierto de frondosa y fresca hierba, concentrándose para comenzar a tomar forma. Pronto la silueta se tornó más y más definida. En poco tiempo, yacía sobre la hierba el cuerpo grácil y esbelto de una joven, cubierta únicamente por su propia y blanca piel, y una cabellera lacia de color azul claro que bajaba ligeramente debajo de sus hombros.
La joven abrió lentamente sus ojos, para encontrarse con el mundo por primera vez. Se incorporó con dificultad, mirando a su alrededor.
- ¿Dónde estoy? ¿Cómo fue que llegué aquí?
Miró el entorno a su alrededor. Solo árboles, hierba... y de pronto una corriente del frío aire de la noche le hizo tomar conciencia de que estaba totalmente expuesta. Presa de la vergüenza, instintivamente usó sus brazos para cubrirse, aunque afortunadamente para ella no había nadie que viera su desnudez. El primer pensamiento de la joven fue encontrar algo para cubrirse, pues no quería ser sorprendida por nadie en ese estado tan embarazoso.
Poco a poco empezaron a retornar sus recuerdos. Lo primero que recordó fue que era una hechicera, y tenía la capacidad de utilizar las artes mágicas. Una vez que aclaró su mente, dirigió su mirada a unos arbustos cercanos. Como pidiéndoles de favor, utilizó sus poderes en ellos. Magia de transmutación, la capacidad de transformar algo en otra cosa totalmente diferente. De las manos de la hechicera salieron unos haces de luz blanca que comenzaron a orbitar alrededor de los arbustos, iluminándolos hasta convertirlos también en parte de su propia luz, que flotó hacia ella y girando a su alrededor comenzó a crear sustancia sobre su cuerpo. Los arbustos ya no estaban, había utilizado su magia para convertirlos en algo de ropa, y con eso, ahora podía preservar su modestia.
Pero ese era solo el menor de los problemas para resolver. Ahora, su mente se enfocó en lo más importante. Los recuerdos más recientes que tenía, eran esa pelea que estaba teniendo dentro de su cabeza, contra sí misma, dividida entre la misión que le fue encomendada y ese deseo que surgió dentro de su corazón. Ese deseo que todavía continuaba ahora. Esos sentimientos que desarrolló por el héroe legendario.
- No... ya no puedo pensar en eso. Mi otra mitad, aún está allá afuera...
Había fallado en la misión que le fue encomendada, al permitirse ser removida del lugar que le correspondía. Ahora su otra mitad, la mitad oscura que sucumbió a sus deseos, no tendría nada ni nadie que la detuviera. Haría lo que fuese para conseguir lo que quería. Pero no podía lamentarse. Lo único que le quedaba por hacer... era detenerla, y asegurarse de que no lastimara a nadie.
Fin del flashback.
Concluido el relato de Lana, todos los presentes guardaron silencio, tomándose su tiempo para asimilar todo lo que acababan de escuchar. Por fin todo tomaba sentido, el por qué Lana sabía tanto sobre su enemiga, no solo de sus objetivos, sino también de sus razones, y por supuesto, de sus sentimientos hacia Link. Pero desde luego no había nadie que estuviese más sorprendido que el héroe y la princesa. Ante esta impactante revelación, Link especialmente quería escucharlo de su propia boca, y se acercó a la hechicera.
- Si Cya está... enamorada de mí, ¿eso quiere decir entonces que tú...?
A Lana no se le escapó la pausa que hizo Link antes de decir "enamorada". Hasta ese momento, el muchacho siempre se refería a lo que Cya tenía por él como "obsesión" como mínimo. Pero al parecer, detrás de todo eso, sí había algo de afecto real. La hechicera asintió con la cabeza y le respondió:
- Cya ahora solo es movida por todos los aspectos oscuros de esos deseos reprimidos. El estar dispuesta a lo que fuera con tal de conseguir ese afecto, de ver realizadas esas fantasías. Cosas que por el bien de otros nunca hubiese hecho, pero que deseaba con todas sus fuerzas... y yo también.
- ¿Por qué no nos lo dijiste antes? - preguntó Link. Esa era la pregunta que Lana sabía que en cualquier momento tendría que responder. Y aunque ya tenía la respuesta preparada, dejarla salir resultó mucho más difícil de lo que se imaginó.
- Porque... porque tenía miedo. - dijo con toda sinceridad, luchando por retener sus lágrimas. - Desde que me separé de Cya, estuve sola por mucho tiempo, mientras trataba de encontrar una manera de detenerla. Pero en realidad no me tomó mucho darme cuenta de que no podría hacerlo yo sola. Fue por eso que busqué ayuda, e inicié la resistencia en estos bosques.
Muchos de los soldados que estaban allí, miembros de la resistencia que fundó Lana, se sorprendieron ante esta revelación. Algunos comenzaron a susurrar entre ellos, y no era para menos, al darse cuenta que las razones de que la hechicera pidiese su ayuda iban mucho más allá de las apariencias. Estaba claro y mil veces había demostrado que sus deseos de poner fin al conflicto y al derramamiento de sangre eran genuinos, pero sus motivos principales eran mucho más personales, pues estaban más ligados al deseo de poder encontrarse y conocer al héroe legendario del cual se había enamorado tan intensamente. En aquel momento, todos estaban en un estado de confusión total, sin saber qué pensar de ella ahora, algunos entre sintiéndose algo traicionados al ver que todo provenía de un deseo personal y sentimental, y al mismo tiempo apenados de imaginar el dolor por el cual había pasado la joven hechicera.
En lo que respectaba al grupo de héroes, habían adquirido la misma actitud de sorpresa, aunque la de uno de ellos era completamente distinta al resto. Ruisu estaba embargado por una serie de sentimientos contradictorios, al escucharlo de los labios de la misma Lana, que había admitido haberse enamorado de su mejor amigo. Se sintió muy mal por ella, debido a que algo tan íntimo lo tuvo que admitir delante de todos, avergonzándola por completo. No había duda que la vida de la hechicera estaba marcada por dolorosas y pesadas cargas, las cuales parecían no terminar.
Por fortuna, la Princesa Zelda, presintiendo que podría estallar una discordia en sus propias filas, dio un paso al frente para dirigirse a todos.
- Esta revelación nos ha dejado a todos sin habla, eso puedo verlo. - anunció. - Sin embargo, antes de juzgar a Lana, quien me permito recordar es un miembro valioso de nuestras fuerzas, y aún más valiosa amiga, tenemos otros asuntos que discutir en estos momentos. Necesito que todos ustedes me pongan al tanto de la situación y de todos los sucesos relevantes que hayan tenido lugar durante nuestra ausencia. Al mismo tiempo, creo que un informe completo de parte de todos los que fuimos al pasado es necesario, cualquier información que hayan podido recolectar podría ser valiosa. Finalmente, necesito que algunos de ustedes ayuden a nuestros nuevos invitados a establecerse. A partir de ahora lucharán a nuestro lado, así que es mejor que aprendan a conocerlos y a confiar en ellos desde ya.
La voz de la princesa, pese a no cargar un aire autoritario, vibraba con convicción e infundía respeto en los corazones de todos los presentes. Nadie, ni por un segundo, se atrevió a cuestionar sus palabras, y apenas terminó, comenzaron a moverse para cumplir las órdenes que dio. Varios grupos se acercaron a los nuevos aliados, escoltándolos hacia las zonas donde pudiesen estar tranquilos y cómodos, hasta que se llamara al consejo de guerra para decidir cuál sería su siguiente movimiento. Entre los miembros de la legión de Link, Zatyr y Ruisu se sorprendieron de ver en las manos de Alexandre la lanza que inmediatamente reconocieron que solía pertenecerle a Volga, y el lancero claramente se moría por relatar la historia de cómo terminó en sus manos. Lana se fue aparte, pues de pronto se sentía como si no encajase allí de ninguna manera. La hechicera vio como Zelda se acercaba a Link y le decía algo al oído. El muchacho pareció sorprendido por un momento, pero al cabo de unos segundos sonrió ligeramente y asintió con la cabeza. Los dos dirigieron una mirada a Lana, y la peliazul hizo un esfuerzo casi sobrehumano para evitar desviar el contacto visual. Link se dirigió a reunirse con sus compañeros, mientras la princesa caminaba hacia la joven hechicera.
- ¿Estás bien? - le preguntó. La voz de la princesa seguía siendo tan pura y sincera como siempre, mostrando genuina preocupación por ella.
- Lo estaré, eventualmente. - dijo Lana, tratando de sonreír con dificultad. - Es solo que después de todo esto... ya no sé qué pensarán todos... incluyéndola a usted, de mí.
- Ciertamente nos conmocionó. - replicó Zelda. - Pero lo importante es que ya lo dijiste. Y no sé si recuerdas lo que te dije, cuando estaba disfrazada como Sheik. Que te escucharía cuando estuvieses lista para decirlo todo.
- Lo lamento, de verdad. Nunca fue mi intención ser deshonesta con ustedes. Estaba...
- No digas más. - la silenció la princesa gentilmente. - Todo esto ha sido especialmente difícil para ti. Estoy segura de ello. ¿Hay algo que pueda hacer por ti? Lo que sea, no tienes más que pedírmelo.
- Gracias. Pero creo que en este momento solo necesito un tiempo para mí misma. No demasiado, solo una noche, para aclarar mi mente.
- Entiendo. De todos modos, no estaré muy lejos, así que si necesitas algo, no temas acudir a mí para lo que sea. No olvides que no estás sola.
- En verdad lo aprecio, Princesa. Se lo agradezco infinitamente.
Dicho esto, la princesa finalmente dejó a Lana para que pudiese estar tranquila, y se dirigió a conversar con Impa y Azael. Quedándose sola con sus pensamientos, la hechicera se alejó de las multitudes dirigiéndose a la casa que ocupaba dentro de la aldea oculta. Sin poder evitar mirar a la regente, Lana seguía sin poder comprender por qué Zelda se mostraba tan comprensiva con ella. Desde luego, el hecho de que no lo comprendiera no significaba que no lo apreciara, era solo otra prueba de lo noble y puro que era su corazón. Y eso le hacía sentirse más culpable por el hecho de que en algún momento, y sabía que así era, había podido sentir rencor, envidia y celos de ella. Todo ese odio, aunque ahora fuese totalmente de Cya, alguna vez también fue suyo. Y eso era algo que no podía borrar, ese odio irracional y totalmente injustificado.
Por eso se esforzaría en enmendar ese pecado. Sin importar lo que pasara, ella seguiría firme en su convicción de detener a Cya, hasta las últimas consecuencias.
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Aquella noche...
Para darle a la Princesa Zelda y al resto de los recién llegados algo de tiempo para descansar, se decidió que el consejo de guerra se reuniría en la mañana para decidir qué harían, aunque el consenso general extraoficial parecía ser que antes de ir tras Cya, el primer objetivo sería recuperar el Castillo de Hyrule. El resto del día lo habían pasado intercambiando los relatos de lo que sucedió en cada una de las épocas. Zelda relató que Wizzro la persiguió a la época del Héroe del Tiempo y se hizo pasar por ella para causar discordia entre los Gorons y Zoras (siendo esta la razón principal de que vinieran Darunia y Ruto, pues para ellos esto era personal con el espectro), lo que la obligó a revelar su identidad antes de lo esperado para poder limpiar su nombre. Lana, por su parte, les contó de su encuentro con Cya en la época del Crepúsculo, y que al parecer, además de su interferencia, le echó una maldición a Midna, convirtiéndola en su forma actual, y por lo que sabían la única forma de romperla era derrotarla. En cuanto a Link, sus buenas noticias sirvieron para alivianar un poco los sucesos, cuando les informaron que pudieron derrotar a Volga y que ya no causaría más problemas (reclamando incluso su arma como trofeo), lo que les quitaba de encima un gran azote en las futuras batallas.
Después de la cena únicamente los centinelas se quedaron despiertos, pero Link seguía tendido en su cama. Después de todo lo que había pasado quería una buena noche de sueño sin preocupaciones, aunque eso era algo difícil, pues tenía demasiado en qué pensar y eso le dificultaba conciliarlo. Proxi también estaba despierta, revoloteando por la habitación, y para variar había dejado el parloteo para no molestarlo.
¡KNOCK! ¡KNOCK! ¡KNOCK!
- Proxi, ¿puedes ver quién está en la puerta? - pidió Link con algo de pereza. No se sentía con muchas ganas de ponerse de pie, a menos que fuese para algo importante. La pequeña hada voló y miró a través del agujero.
- Es la Princesa Zelda. - le dijo.
Instantáneamente, como si le cayera un rayo, Link se levantó de la cama de un salto, y tomó la túnica para cubrirse (solo traía puestos sus pantalones), pero omitiendo la cota de malla, pues no la iba a necesitar. A su vez, Proxi exhaló un suspiro. Con toda certeza, la Princesa Zelda era la única persona que podía hacer que Link se levantara en aquel momento. El muchacho se puso sus botas deprisa y salió a recibirla, tragando saliva antes de abrir la puerta. Tal como le dijo Proxi, la princesa estaba allí. Llevaba algo de ropa más sencilla, sin protecciones, quien no la conociera podría fácilmente confundirla con una aldeana común desde lejos, aunque Link pensaba que eso no le restaba para nada a su gran belleza.
- Lamento molestarte, Link. No estabas dormido, ¿verdad? - le preguntó.
- No, no, que va, ni siquiera tengo sueño. - aseguró Link, aunque Proxi sabía que eso era mentira. - ¿Qué puedo hacer por usted, princesa?
- Me preguntaba si te gustaría acompañarme a caminar un rato. - dijo Zelda. - No hemos tenido tiempo de conversar en privado desde que llegamos.
Link sintió un ligero respingo, sospechando ligeramente qué era lo que la joven regente quería conversar con él. Proxi, a su vez, tuvo el presentimiento de que iban a dejarla fuera de esto, aunque le encantaría estar allí para verlo y oírlo por sí misma. Pero ya a estas alturas era capaz de entender cuando salía sobrando.
- Vayan, yo me quedaré aquí a esperarte, Link. - le dijo la hadita, haciendo un ademán de querer empujarlo con su cuerpo entero, desde luego que con su tamaño no podía moverlo ni un milímetro.
Algo indeciso, Link salió de la casa, y comenzó a caminar lado a lado con la princesa, que les dijo a los centinelas en la entrada que se ausentarían por unos minutos y no se preocuparan, pues tenían un asunto personal muy importante que discutir. Tratándose de ella, nadie se atrevió a cuestionarla, y los dejaron pasar sin problemas.
La pareja caminó en silencio hasta que llegaron a un claro rodeado por una zona de árboles bastante espesos. De hecho, a Link le pareció reconocer uno de ellos por la forma, era el mismo árbol bajo el cual había conversado con Sheik aquella noche. Era el lugar perfecto para una conversación privada, a distancia suficiente de la aldea para que nadie los escuchara, pero lo suficientemente cerca para evitar perder el camino de regreso. Zelda pareció notar que Link tenía dificultades para romper el hielo, así que decidió ser ella quien hablara primero.
- Ahora que no hay quien nos moleste, me parece recordar que tienes algo para mí, ¿verdad? - le dijo.
Su expresión parecía la de una niña esperando su regalo de cumpleaños, y no estaba tan alejado de la realidad. Link se rio tímidamente, la princesa se veía tan encantadora al ponerle esa mirada suplicante. El muchacho sacó del bolsillo de su túnica la batuta de su madre, ya por fin tenía la oportunidad de entregársela. Pero antes de alargar la mano, todavía tenía algunas palabras que decir al respecto.
- Se suponía que fuese una sorpresa, pero... creo que a estas alturas eso ya es un punto muerto. - dijo Link. No sabía si reírse o enfadarse consigo mismo al saberse el culpable de haberle arruinado la sorpresa, aunque en ese momento él no tenía idea.
- Es preciosa. - dijo la princesa, tomándola y examinándola cuidadosamente. - ¿Habías dicho que perteneció a tu madre?
- Sí, así es. - dijo Link. - Sé que no es mucho, pero pensé que podría gustarte.
- No digas eso. Este es el mejor regalo que me hayan dado en toda mi vida. - dijo la princesa, acercándose para abrazarlo. - Muchas gracias, la atesoraré por siempre.
Link quiso decir algo, pero estar rodeado por el cálido abrazo de la princesa le quitó el habla, y lo único que se le ocurrió fue devolvérselo de la misma manera. Como deseaba poder permanecer así con ella, y que nada ni nadie los separara. Una vez que se soltaron, la princesa volvió a examinar su regalo. La batuta en sí misma era una hermosa y fina pieza de artesanía, y viniendo de una persona tan importante como Link la cuidaría como a su propia vida. Pero desde luego, su valor además no era solo sentimental.
- Antes me habías dicho que intentaste utilizarla, pero que nunca te funcionó. - dijo Zelda. - Tal como lo sospeché, su poder ha disminuido con el tiempo, pero aún queda lo suficiente como para despertarlo de nuevo.
- ¿Lo dices en serio?
- Tal vez me lleve algo de tiempo, pero... estoy segura de que puedo hacer salir su poder latente. - aseguró la princesa. - Si lo logro, podría ser una gran ayuda en combate.
La imagen no tardó en formarse en la cabeza de Link. La Princesa Zelda, danzando con esa gracia y elegancia que la caracterizaba, y utilizando la batuta como arma para comandar el viento a su alrededor, sería un espectáculo digno de admirar. Más todavía, tener la oportunidad de ver en acción la reliquia de su familia, tal y como su madre le había contado en sus relatos, casi sonaba demasiado bueno para ser cierto.
- Pero eso puede esperar. - la expresión de la joven regente se tornó algo más seria, en cuanto guardó la batuta en los bolsillos de su falda y volvió su atención a Link. - Por ahora... ambos sabemos que hay algo más que tienes que decirme.
El joven héroe desvió la mirada, sintiendo de nuevo el calor subir hasta sus mejillas. No estaba seguro de si era el hecho de que sabía perfectamente a lo que Zelda se refería, de que le había dicho sus sentimientos sin tener idea de que se trataba de la persona objeto de su afecto, o de que ahora, estaba pidiéndole que volviera a decirlo todo. Pero, si su memoria no le fallaba, cuando habló con ella antes, como Sheik, prometió que en cuanto la viese de nuevo le diría todo de frente, y él siempre mantenía sus promesas. Había llegado el momento de cumplirla.
- Tienes razón, te debo una explicación. - dijo Link, nervioso. - O más bien, deseo dártela. Y qué curioso que tengamos esta conversación en este sitio, en el cual a "Sheik" le confesé todo.
- Yo lo llamaría el destino...
La delicada brisa nocturna era lo único que se escuchaba en el ambiente, como si esta diera espacio a la joven pareja para que conversaran sobre un tema que había quedado pendiente desde hacía mucho tiempo, pero que se repetía una y otra vez cada vez que las almas de los jóvenes se reencontraban.
- El día que llegué al palacio tenía un objetivo muy claro. - comenzó. - Una meta única, y esa era convertirme en caballero de esta tierra. Aquel fin era lo que me importaba, lo que más anhelaba. Pero todo cambió el día en que cierta joven me empezó a observarme desde la distancia en pleno entrenamiento. Desde ese momento, supe que algo había en ti.
- Jamás olvidaré ese día. - dijo Zelda, esbozando una sonrisa. - Y para serte sincera, si me acerqué a ti fue por la confianza que me transmitiste. Aunque no lo creas, siempre he sido más reservada de lo evidente... pero contigo todo fue distinto.
- Y fue ese día en el que me propusiste ser tu tutor, que mi meta personal fue tomando otro rumbo. - dijo Link. - Al principio, solo creí que estaba cumpliendo con una petición, ayudándote a mejorar, pero con el tiempo, todo en lo que pensaba era la ansiedad de que los entrenamientos terminasen pronto, para conversar contigo. No solo conocer a la princesa, a la regente y futura reina, sino solo a ti, a Zelda.
Ya poco a poco sus palabras empezaron a salir con más soltura, y armándose de valor, Link tomó las manos de la princesa entre las suyas, acción que de ninguna manera ella rechazó. Zelda sabía que Link no había terminado de hablar, quería seguir escuchándolo, deleitarse con cada una de sus declaraciones hacia su persona.
- El día que desapareciste, no solamente sentí que fracasé, porque no supe velar por el cuidado de mi soberana. Lo que más me dolía, era pensar que no fui capaz de proteger a la primera amiga que me tendió la mano cuando empecé mi vida en las frías paredes del palacio. - expresó, mostrándose apenado. - Y fue más adelante, que me di cuenta que mis sentimientos iban más allá de eso...
- Link...
- Cuando estaba peleando con Cya, y me dijo los motivos de toda esta masacre, sentí que me derrumbaba. - recordó Link, incómodo. - No podía creer que alguien estaba haciendo todo esto por mí. El solo pensar que pudiese inspirar en alguien esa clase de amor... se me hace vergonzoso, sucio y pecaminoso, y es por eso que no puedo tolerarlo... pero al mismo tiempo, agradezco que ella me lo haya confesado. Eso me ayudó a abrir mi mente, y aceptar lo que quería reprimirle a mi corazón.
Zelda pudo sentir como las manos de su compañero temblaban ligeramente, motivo por el que se las sostuvo para tranquilizarlo, pues deseaba oírlo todo hasta el final, sin detenerse. Su cariñoso gesto logró calmar al joven, y con eso pudo continuar.
- Tuvo que pasar eso para que me diera cuenta de cuánto te amo. - lo confesó finalmente, apretando con fuerza las manos de su amada. - Y saber que en mi vida anhelo un amor puro y verdadero que me ayude a crecer, a mejorar, que solo traiga felicidad y paz a mi alma; no caos y muerte como esa mujer. Solo te quiero a ti, para que traigas luz a mi camino.
No comprendió cómo y de dónde le habían salido todas esas palabras. Simplemente nacieron directamente de todo lo que su alma y corazón sentían, un gran amor hacia la mujer que tenía en frente. Sin desear reprimirse más, Link acarició con delicadeza el rostro de Zelda, causando que esta se estremeciera ante tal trato y cerrara los ojos encantada, disfrutándolo. Ahora ella quería responder, ya había escuchado todo lo que necesitaba.
- Como te dije hace unas horas, supe que eras especial desde el primer momento en que te vi, Link. - dijo, mirando a su amado a los ojos. - Y fue por eso, aunque en ese momento no lo entendía, que supe que quería tenerte en mi vida. El día que me confesaste tus sentimientos, cuando me encontraba bajo mi alter ego, tuve tantas ganas de revelarme ante ti y responderte, pero no era prudente y te pido perdón por eso.
- Ya no te preocupes por eso. No importa.
- Claro que importa. - dijo, seria. - Y es por eso que, con todo lo que he escuchado de tu propia boca, que he de expresarte lo que siento. Yo te he amado desde antes de haberte conocido, y no lo digo porque seas la encarnación del héroe legendario, ni porque nuestro destino nos ate, sino por ser quien eres, único e irrepetible, noble y valeroso. Te amo porque eres Link, simplemente por eso.
- No tienes idea la felicidad que me causa el saber que me correspondes. - dijo Link, aguantando el no desbordarse en las lágrimas. - Pero lo único que puedo ofrecerte es mi espada y mi gran amor por ti, los cuales estarán a tu servicio hasta mi último aliento de vida, pues humilde soy.
- No necesito más, con eso me basta y me sobra. - contestó la princesa. - Lo único que deseo en estos momentos es que dejes que el silencio nos gobierne, y me demuestres como quiero cuánto me amas...
Zelda le dio un mensaje sumamente indirecto al guerrero, el cual pareció que entendió a la perfección. Lentamente, Link acercó su rostro al de la princesa, hasta que finalmente atrapó sus labios en la calidez y exquisitez de un beso. Era el primero que ambos experimentaban, motivo por el que un ligero, pero imperceptible temblor en sus cuerpos se hizo presente.
Inicialmente los jóvenes intercambiaban pequeños besos, los cuales en el transcurso de segundos se fueron fusionando hasta transformarse en uno mucho más intenso y apasionado, en donde solo se podía escuchar las agitadas respiraciones de los enamorados, quienes se abrazaban con fuerza para profundizar el apego de sus enlazadas bocas que requerían la unión y el calor de la otra.
La pareja sentía que había sido trasladada al mismo paraíso del Reino Sagrado al estar besándose y abrazándose como siempre lo habían anhelado. A pesar de haber sido su primer acercamiento, percibían como si este ya se hubiera repetido en el pasado, como una agradable y familiar sensación.
Finalmente se separaron cuando sus cuerpos les pidieron a gritos que volvieran a respirar, y aunque no lo quisieran tuvieron que obedecerlos. Se perdieron por completo en los ojos, sin saber muy bien qué hacer o decir a continuación.
- ¿Eso... fue suficiente? - preguntó Link tímidamente.
La joven por un momento quiso decir que sí, que fue más que suficiente. Siempre había deseado que su primer beso fuese muy especial, y su amado había realizado ese deseo con creces. Pero en aquel instante, un pequeño impulso, como de una niña traviesa, nació dentro de ella.
- Hmm... no lo sé. - le dijo, poniendo una expresión de duda fingida. - ¿Es la primera vez que besas a alguien?
Por alguna razón, Link supo a lo que la princesa quería jugar. No, no era que lo sabía, sino que lo SENTÍA. Y por alguna extraña razón, tuvo el deseo de seguirle el juego.
- Quién sabe... ahora mismo mi memoria no es muy buena. La joven que está frente a mí tiene mi cabeza dando vueltas. - le dijo.
- ¿Me estás culpando por eso? - replicó ella divertida.
- Quizás... esto no vino de mí.
- Tampoco de mí. - aseguró Zelda. - Yo nunca antes había besado a nadie, no tenía manera de saber qué podría pasarte. Más bien, eres un irresponsable por no pensar en que tal vez... ¡hmmm!
Zelda no pudo continuar, pues Link la había agarrado del mentón y silenciado con sus labios. Esta vez el joven le estaba dando un beso mucho más repentino y agresivo, como si literalmente deseara devorar sus labios, uno que en otras circunstancias, o con cualquier otra persona, ameritaría una buena bofetada (o tal vez, varias). Pero por tratarse de él, se lo perdonaba, y admitiéndolo, ella se lo buscó al querer ponerse a jugar. Desde afuera podría parecer que él le había ganado en su propio juego, pero desde otro punto de vista, este beso era una victoria igual de dulce para ella.
- ¿Y ese por qué fue? - preguntó la princesa, al recuperar la voz.
- Te lo debía por la última vez. - dijo Link. - Por el que me diste de sorpresa cuando me llevaste al santuario.
- ¿Oh? ¿Acaso es que no te gustó? - dijo la princesa, poniendo los brazos en jarras.
- Claro que no me gustó. - dijo Link con una expresión de molestia, que inmediatamente se tornó en una amplia sonrisa. - Me encantó, aunque me hayas sorprendido.
- Bueno, tú también me sorprendiste ahora mismo. - declaró la joven. - Después de ese beso tan dulce y tierno, no creí que también pudieras...
La princesa se dejó de hablar cuando de repente la mirada de Link dejó de observarla a ella. Podría haberle reprochado por no prestarle atención, de no ser porque parecía de pronto estar alarmado por algo, a juzgar por cómo se había congelado.
- Oye... ¿qué te sucede? - preguntó la princesa.
Link no respondió, solo señaló por encima del hombro de Zelda para que voltease a ver a sus espaldas, concretamente hacia el cielo nocturno. La princesa no vio nada extraño, hasta que notó dos puntos luminosos. Al principio no les dio importancia, pero de pronto empezaron a hacerse cada vez más y más grandes... y venían directo hacia donde estaban ellos. Al principio la pareja se alarmó, e instintivamente Link se colocó frente a Zelda para protegerla, hasta que ambos reconocieron el resplandor dorado.
- Eso... eso es...
Uno de los puntos voló hacia la mano derecha de Zelda, y el otro hacia la izquierda de Link. Cuando los dos jóvenes recuperaron la vista después del cegador destello, al mirar los dorsos de sus manos, se encontraron de nuevo con los triángulos sagrados que les fueron arrebatados semanas antes. Sus fragmentos de la Trifuerza habían regresado a ellos. Ninguno de ellos tenía idea de que estos habían permanecido vagando por los alrededores sin rumbo, pero manteniéndose cerca uno del otro como los corazones de sus portadores. La alegría los embargó de inmediato.
- Qué alivio. - dijo Zelda. - Me sentía tan asustada sin él.
- Lo mismo digo. - agregó Link. - Pero... ¿cómo pudo suceder esto?
- No lo sé, pero sospecho que tal vez algo le haya ocurrido a Cya. - dijo la princesa. - Esta podría ser la oportunidad que estamos esperando. Tenemos que volver con los otros.
Con los fragmentos de nuevo a salvo en manos de sus portadores, el héroe y la princesa volvieron a la aldea a toda prisa. Si los centinelas habían visto ese resplandor (que era lo más probable) seguramente sospecharían que algo les había pasado e irían a investigar, cosa que no les convenía a riesgo de que los encontraran a ambos en una situación comprometedora de la cual no querrían tener que dar explicaciones. Para cubrir apariencias, todo lo que tenían que hacer era decir a todos las buenas noticias, pues el regreso de los fragmentos de la Trifuerza era una buena señal, de que las cosas pronto mejorarían, para el reino y para todos, y especialmente para ellos dos.
Esta historia continuará...
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