Interludio: Caminos separados
"Cya de alguna manera había logrado obtener el fragmento de la Trifuerza del Poder. Guiando a las tropas de Hyrule directo hacia su trampa, se las arregló para robar la Trifuerza del Valor que Link portaba. La Trifuerza de la Sabiduría le pertenecía por derecho a la heredera de la familia real de Hyrule, pero inexplicablemente estaba en poder de Sheik cuando Cya los atacó.
Al poseer los tres fragmentos de la Trifuerza, Cya utilizó su increíble poder para manipular el tiempo y el espacio a su antojo, abriendo brechas a través de las eras. Portales hacia tres épocas del pasado aparecieron en el presente. Al abrir los portales, Cya había logrado liberar tres de los fragmentos del espíritu de la encarnación del mal aprisionado en cada una de dichas eras.
Habiendo fallado en su objetivo, las tropas hyruleanas se vieron forzadas a retirarse por el momento, mientras decidían como podrían hacerle frente a su enemiga ahora que tenía un poder casi absoluto. La Guerra a través de las Eras, estaba a punto de comenzar..."
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Bosques de Farone...
Gracias al hechizo de teletransportación, Link, Lana, Impa y Sheik reaparecieron sanos y salvos en la aldea oculta en los Bosques de Farone. Por el momento, ese lugar parecía ser el único refugio en donde podrían reagruparse y trazar un nuevo plan. Sin embargo, ahora que Cya tenía en su poder la Trifuerza completa, sería sólo cuestión de tiempo antes de que ese lugar dejase de ser seguro. Ni siquiera el poder del Gran Árbol Deku podría protegerlos una vez que Cya descubriera el verdadero poder de la Trifuerza.
- ¿Están todos bien? - preguntó la hechicera.
- Todo me da vueltas, pero creo que estaré bien. - aseguró Link, sujetándose las sienes y sacudiendo un poco la cabeza.
- Lleva tiempo acostumbrarse a la teletransportación. - dijo Lana.
- Sí, pude darme cuenta de eso cuando Cya me atrapó en aquel círculo. - dijo el héroe. - Al menos esta vez me preparé para ello.
- ¡Es oficial, no vuelvo a dejarte de nuevo! - dijo Proxi. - ¡Es la última vez que permito que me separen de ti!
- Eh, por cierto, Link... creo que esto te pertenece...
Lana se le acercó para entregarle el Boomerang Tornado. En su huida, Link se había olvidado de él, pero la joven hechicera lo vio mientras escapaban y se quedó atrás un momento para recogerlo. En cuanto su mano hizo contacto con la de él mientras le entregaba el valioso objeto, sintió sin poder evitarlo un ligero estremecimiento, pero inmediatamente la retiró para evitar que él lo notara.
- Gracias, Lana. - dijo Link, sonriéndole con gratitud. - Creí que lo había perdido.
- Hay otras cosas más importantes en este momento. - dijo Impa. Su mirada se posó con severidad en Sheik, que ya parecía estar preparado para la inminente oleada de preguntas que se le aproximaba.
Impa estaba sumamente ansiosa por saber el motivo por el que Sheik tuvo en sus manos el fragmento de la sabiduría de la princesa, simplemente no lo entendía. Aquella reliquia únicamente le pertenecía a ella, y quitársela era casi imposible, a menos que hubiera utilizado las dos únicas maneras que conocía para hacerlo. La primera era que manejara la magia oscura de la misma forma que Cya lo hacía, pero aquello era impensable, pues el joven no poseía ese tipo de poder. Sin embargo, la segunda opción era la que menos quería imaginarse, la que tanto le temía... que hubiera asesinado a Zelda, quitándole así su esencia.
La comandante siguió observándolo, aterrada por los insanos pensamientos que habían invadido su cabeza, reprimiendo las ganas de llorar con sólo imaginarse a la joven muerta... pero eso no era posible, todo tenía que tener una lógica explicación. Decidida, se acercó hasta Sheik, quien al ver que la comandante se acercaba no mostró ápice de duda o quiebre, a pesar que si sabía lo que esta iba a preguntarle, y que sea como sea tenía que responder.
- ¿Por qué tenías el fragmento de la princesa? - preguntó Impa, determinante. No estaba dispuesta a irse por las ramas. Iba a saber la verdad sea como sea.
Al escuchar la pregunta de su comandante, Link y sus compañeros se acercaron hacia donde estaban los Sheikahs, dispuestos a querer saber lo que estaba ocurriendo, en especial Link, pues esto se relacionaba con la princesa, quien era muy importante para él.
- Lady Impa... - dijo Sheik.
- ¡Respóndeme de una vez! - exclamó, impaciente. - ¿Por qué tienes el fragmento de la sabiduría? ¿Se lo robaste a la princesa?
- Yo no lo he robado. - contestó, mostrando seguridad en sus palabras.
- ¡¿Entonces qué?! - espetó, sin importarle que la estaban observando. - Tú le hiciste algo a la princesa. ¿La asesinaste, verdad? ¡Eso fue lo que hiciste, maldito!
Enfurecida, sin siquiera medir sus actos, tomó los hombros del Sheikah para darle un fuerte golpe en la cara, completamente descontrolada y perdiendo los pocos estribos que le quedaban... pero lo que no se esperó, es que Sheik la tomó de los brazos, observándola con fiereza debido al descontrol que mostraba y por la agresión que le había hecho. Definitivamente, no iba a dejarse impresionar por Impa.
Todos los presentes, en especial Link, observaron la escena, sorprendidos. Nunca vieron que Impa perdiera el control de esa manera, ni siquiera en los duros momentos que se encontraban pasando. Aunque aparte de ese problema, Link se sintió impactado al escuchar que el Sheikah pudo haber sido el posible asesino de la princesa... aquello no era cierto, las cosas no eran así. El corazón le indicaba que ella seguía con vida, y no precisamente por la amistad que los unía, sino por aquel dulce sentir que se había apoderado de su alma. Lana, desde la lejanía, observaba en la mirada del guerrero el reflejo de la preocupación por su amada, motivo por el que no pudo evitar entristecerse.
- ¿Quiere saber la verdad? - preguntó Sheik a Impa. - Pues ahora la sabrá...
- ¡Habla de una vez! - ordenó, enfurecida.
- La princesa pensó que el fragmento estaría a salvo si otra persona lo resguardaba en su lugar.
Impa sobresaltó la mirada al escuchar semejante confesión, la cual era un completo disparate. Incluso, tratando de intimidar al Sheikah, lanzó una irónica carcajada. ¿Acaso pretendía verle la cara de tonta?
- Por favor... ¿crees que te voy a creer semejante tontería? - preguntó, mordaz.
- Eso es algo que usted decide.
- La princesa jamás dejaría tan sagrada reliquia a un desconocido como tú, pues ella no es una irresponsable. - dijo con firmeza. - Es absurdo...
- Pues lo hizo, confiando en que yo le daría un buen cuidado, pero lamentablemente le fallé.
- Todo esto quiere decir que tú sabes dónde está... te exijo que me lo digas.
- No puedo, se lo prometí.
- ¡Cómo te...!
- No importa que me termine matando a golpes, comandante, pues usted sabe mejor que nadie que la palabra de un Sheikah es sagrada, mucho más si se hace un pacto de silencio. Juré con mi vida que no diría nada y pienso cumplirlo. Sólo céntrese en saber que ella está bien. Eso es todo.
Ganas de volver golpear a Sheik no le faltaban, mas sus palabras simplemente la desarmaron. Impa se retiró sin decir nada, estaba angustiada, abatida, con la impotencia a punto de salírsele del pecho. Se sentía culpable de no darle al Sheikah su merecido, de aniquilarlo con sus propias manos por semejante secreto que le había ocultado, pero no entendía por qué no podía, qué la detenía, como si un presentimiento le indicara que el joven no mentía. Estaba aterrada, se sentía culpable de sólo pensar que entre sus aliados estaba teniendo a su peor enemigo, al asesino de su pupila... de su amiga. Aunque aquella culpa se había trasladado al golpe que le había dado, haciéndola creer que había cometido un grave error.
Sheik se desvaneció entre las sombras, decidido a quedarse solo hasta que el abrumador ambiente se calme, pues por ningún motivo impediría que su misión se vea estancada, por más incómoda que fuera la relación con la comandante.
Ya más alejada, en silencio, Impa empezó a derramar dolorosas lágrimas, pensando que nunca más volvería a ver la princesa, al ser que juró proteger con su propia vida desde el día que los difuntos reyes la dejaron bajo su cuidado, promesa que no fue capaz de cumplir y por la que nunca se perdonaría si resultaba estar muerta...
Lo que no sabía Impa, es que Link la había seguido, aunque se detuvo unos metros antes para dejarla llorar tranquila. No lo iba a negar, también se sentía abatido, desconsolado por la desaparición de Zelda, y el impacto de lo que dijo Sheik lo había desequilibrado por completo. Sin embargo, aun así no podía desconfiar de él, ya sea que mintiera o diera la verdad, estaba seguro que tenía una buena razón para sus actos, y que sobre todo la princesa se encontraba sana y salva en algún lugar que solo las Diosas conocían...
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Un poco después...
Cuando por fin el resto de las tropas hyruleanas llegaron al punto de reunión, todos comenzaron a repartirse alrededor de la aldea oculta. Como no había suficiente espacio para todos en las cabañas, la mayoría de ellos tendría que dormir a la intemperie, dejándoles los refugios bajo techo a los oficiales de alto rango o los heridos que aún no se hubiesen recuperado del todo tras la última batalla. Pero no les importaba demasiado, pues en ese lugar estarían a salvo de potenciales ataques de los monstruos, con el poder del Gran Árbol Deku, por el momento al menos.
Zatyr se había apostado entre los vigías que custodiaban las entradas de la aldea, sólo por precaución, pues no podían confiarse. Ahora que Cya tenía en su poder la Trifuerza completa, era sólo cuestión de tiempo para que encontrase la manera de sobrepasar la protección del espíritu guardián de los bosques. Impa, que en ese momento iba pasando por debajo de su torre de vigilancia, la escuchó llamarla:
- ¡Comandante Impa, un grupo se está aproximando por el camino suroeste!
- ¿De quién se trata? - preguntó Impa.
- No estoy segura pero... parece ser que llevan nuestro estandarte. - dijo la arquera.
- ¿Serán de los nuestros realmente? Que nadie se mueva de su posición, iré a comprobarlo.
- ¿Usted sola, Comandante?
- Después de la última batalla no podemos arriesgar más vidas. - dijo la Sheikah con firmeza. - Aunque estemos protegidos por el Gran Árbol Deku, no hay manera de saber por cuanto tiempo será así.
Y sin que nadie más se atreviera a cuestionarla, la Sheikah se internó entre la espesura del bosque, teniendo la mano en la empuñadura de su gran espada y lista para desenvainarla en cuanto fuese necesario, sólo por si las dudas.
Al cabo de varios minutos, pudo oír los pasos y las voces que se venían aproximando. En efecto, sí eran soldados hyruleanos, pero había un gran número de ellos. Bastantes de ellos se veían lastimados, trayendo vendajes, y algunos de ellos hasta eran cargados en camillas por sus compañeros. Nada podría haberla preparado para ver entre ellos a su subcomandante. Azael venía con un brazo en cabestrillo, traía vendajes en la parte superior de la cabeza y en el abdomen, y se veía forzado a usar su alabarda como un bastón para ayudarse a caminar; a juzgar por como venía cojeando ligeramente, tal vez tenía la pierna lastimada también.
- ¡Azael! - exclamó Impa al verlo y corrió hacia él.
- ¡Comandante Impa! - exclamó uno de los soldados al verla, pero ella lo ignoró por completo. Su atención estaba centrada en su compañero.
- Azael... ¿qué te sucedió? ¿Te encuentras bien?
- ¿Preocupada por mí? - dijo Azael. - He tenido días mejores, pero sobreviviré a esto. Lo siento, les fallé.
- ¿Qué quieres decir? - preguntó Impa.
- El castillo... no pudimos hacer nada. - explicó Azael, perdiendo su habitual humor y adoptando un semblante serio. - Los monstruos comenzaron a aparecer DENTRO de las murallas. Antes de darnos cuenta nos tenían asfixiados a todos. Ya era muy tarde para montar una resistencia.
- El subcomandante fue herido durante el asalto, y lo lanzaron desde una de las murallas exteriores. - intervino uno de los soldados que lo acompañaba. - Tuvimos que sacarlo de allí.
- ¿Y el resto de las fuerzas? - preguntó Impa, aunque no estaba segura de querer oír la respuesta.
- Se quedaron para que pudiéramos escapar. - dijo el soldado, claramente afligido. - Lucharon con honor... hasta el final.
- ¿Qué hay de ustedes? - preguntó Azael. - Por favor dime que tienen buenas noticias.
- Quisiera que así fuese. - dijo Impa. - No sólo no pudimos detener a esa bruja, Cya. Las cosas han ido de mal en peor.
- Eso no es posible.
- Lo creas o no. - dijo Impa. - Hay mucho de lo que hay que ponernos al tanto. Acompáñennos todos a la aldea. Allí podrán tratarlos mejor.
Los soldados siguieron a la comandante, mientras su colega se preguntaba por dentro qué tan peor podrían estar las cosas después de haber fallado en defender el castillo. Debía de ser realmente malo si Impa mantenía esa anormal calma, pues era signo de que intentaba mantenerse fuerte ante una gran adversidad. Ya la conocía lo suficiente para descifrar lo que veía detrás de sus expresiones.
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Horas después, en la aldea...
Tras haber ayudado a atender a los heridos, y de que se establecieran en los refugios de la aldea para que pudiesen descansar y recuperar fuerzas, Lana convocó a una pequeña reunión en su cabaña, para discutir los eventos recientes. Sobra decir que el subcomandante del ejército hyruleano no encontró nada gracioso el hecho de enterarse que el fragmento de la Trifuerza de la Sabiduría, que le pertenecía a la princesa Zelda por derecho se encontraba en manos de Sheik, y menos aún que, junto con el de Link, estos hubiesen caído en las manos de su enemiga. Y la gota que derramó el vaso, de alguna manera Cya había logrado obtener el fragmento restante, el del Poder. Eso significaba que ahora poseía la Trifuerza completa. A diferencia de Impa, sin embargo, Sir Azael se calmó lo suficiente para escuchar lo que Sheik tenía que decir en su defensa. Su reacción no pudo ser diferente a la de su superiora: sólo se tomó un instante para procesarlo, y finalmente pareció aceptar lo que dijo, aunque manteniendo todavía sus reservas respecto al misterioso joven, la historia sonó lo bastante convincente. Cuando se calmó un poco la tensión, por fin Impa pudo hacer una de las preguntas clave respecto a Cya.
- ¿De qué manera pudo haber obtenido ese fragmento? - preguntó la comandante. - En la última batalla, el héroe legendario no sólo dividió el espíritu de la encarnación del mal. También durante esa batalla consiguió arrebatarle su fragmento de la Trifuerza antes de darle el golpe final. Creyendo que era demasiado poder para tenerlo por sí mismo, lo selló en un limbo, fuera del tiempo, y de su alcance.
- No necesariamente. - dijo Lana. - Si Cya era capaz de ver a través del tiempo lo que quisiera... en teoría podría haber encontrado la manera de acceder a ese limbo en el tiempo. El fragmento fue sellado en una dimensión que es "ningún tiempo y todos los tiempos a la vez". Por supuesto, no podría haberlo hecho por sí sola.
- Pero sí con ayuda. - dijo Impa.
- Perdón por intervenir, pero creo que en este momento tenemos otra preocupación más urgente. - dijo Link, poniéndose de pie. - Ustedes ya vieron lo que Cya hizo allá afuera. Abrió portales hacia el pasado, y son tan grandes que ahora incrementará el flujo de monstruos que puede traer. ¿Qué vamos a hacer respecto a eso?
- Es cierto, Link tiene razón. - dijo Azael. - Aún los más débiles de ellos vienen en cantidades enormes, y no hay manera de hacerles frente a semejantes números.
- Pero creí que habías dicho que la única manera de detener el flujo era derrotar a Cya. - dijo Impa, dirigiéndose a Lana.
- Yo no dije que fuese la única manera. - dijo Lana. - Sería la más práctica, sí, pero hay otra alternativa. Aunque será mucho más difícil.
Todos fijaron la mirada en Lana, en espera de lo que iba a decirles. La hechicera tomó un profundo respiro antes de iniciar su relato.
- El Portal de las Almas funciona como un corredor de doble sentido. Existe en el pasado desde hace miles de años. Piensen en esto, si abrimos el portal en este tiempo, simultáneamente se abrirá otro portal en otro tiempo. Entre ambos hay un pasillo que los conecta y permite que se pueda viajar a través de él.
- Es así que Cya trae a los monstruos a nuestra época. - observó Impa.
- En efecto. - dijo Lana. - Pero ahora que Cya posee el poder de la Trifuerza, ganó la capacidad de abrir portales hacia tres épocas simultáneamente. Antes sólo podría hacerlo con una a la vez.
- ¿Y qué podemos hacer? - preguntó Link.
- Nuestra mejor alternativa en este momento... es viajar al pasado, y sellar los portales desde ese lado. Si lo hacemos, Cya ya no podrá seguir trayendo más monstruos al presente. - dijo Lana.
Todos se miraron entre sí. De cierta manera, el plan tenía sentido, si cerraban los portales desde el otro lado cortarían el flujo de tropas de Cya permanentemente. Por otra parte... las complicaciones de eso eran demasiado obvias. No sólo el cómo lo harían, sino las potenciales consecuencias de hacerlo. Lana pareció percibir esta inquietud en sus colegas, así que tomó su libro de hechizos para darles la explicación.
- Existe este hechizo, el cual puede generar pasajes en el tiempo hacia el pasado, pero sólo hacia el pasado, y mucho más débiles que el Portal de las Almas. Es considerado tabú en mi clan por las implicaciones... pero en este caso no tenemos muchas alternativas. - dijo Lana.
- ¿Cómo funciona? - preguntó Impa.
- Tomará tiempo explicarlo. Más vale que se preparen. - dijo Lana.
Mientras todos escuchaban con mucha atención, Lana comenzó a relatar con lujo de detalles todo lo que podía hacer el hechizo y cuáles serían sus limitantes. En sí, el hechizo funcionaba de la siguiente manera: abriría un portal pequeño que podrían atravesar para dirigirse hacia el pasado. En ese lugar, quedaría un remanente de magia que les abriría de nuevo la puerta para regresar al presente después de un tiempo límite. Considerando la situación actual, si querían ganar tiempo, la mejor alternativa sería cerrar los tres portales simultáneamente, así que tendrían que dividirse para poder atacarlos a todos a la vez. Lana explicó que sí sería posible, pero a cambio, no podría mantener los tres portales abiertos a la vez por mucho tiempo, lo que limitaría enormemente la cantidad de personas que podrían embarcarse para esta misión. Más aún, calculando su nivel de magia actual, no podría darles más de veinte días de tiempo límite para encontrar y sellar el Portal de las Almas antes de que la puerta para volver se activase de nuevo. Si no regresaban a tiempo, se quedarían atrapados para siempre en el pasado, sin posibilidad de retorno.
Concluida su explicación, las expresiones de Link y los otros se mantuvieron igual de firmes. Ninguno de ellos se lo estaba siquiera considerando. Si era la única manera de salvar su tierra y derrotar a la enemiga que la estaba arrasando por completo, nadie en esa habitación se echaría para atrás.
- Creo que hablo por todos nosotros aquí al decir que estamos dispuestos a correr el riesgo. - aseguró Impa.
- No hay manera de saber a lo que podríamos enfrentarnos en el pasado. - dijo Lana.
- ¿Y eso es una novedad? - dijo Azael. - Cya no deja de traernos sorpresas desagradables. Ya no tiene sentido prepararse para lo inesperado.
- Con todo lo que ha pasado, difícilmente algo podría sorprenderme ahora. - concluyó Link. - Haremos lo que sea necesario para detener a Cya.
Y antes que la hechicera pudiese decir nada más, la puerta de la cabaña se abrió de par en par, y los cuatro miembros restantes de la legión de Link entraron uno tras otro.
- También nosotros. - Ruisu fue el primero en hablar.
- Tendrán que disculparnos por escuchar su conversación. - dijo Zatyr. - Pero no pudimos resistirnos.
- Viajar al pasado, ¿eh? - dijo Alexandre. - Suena demasiado tentador para dejar pasar la oportunidad.
- Chicos... - dijo Link al verlos.
- No digas ni una palabra, Link. - lo detuvo Alexandre antes que dijera nada más. - Somos un equipo, ¿recuerdas?
- Estamos contigo en las buenas y en las malas, hasta el final. - concluyó Garrett.
A pesar de haberla visto más de lo que estaba dispuesta a admitir, la determinación del héroe legendario no dejaba de despertar esa admiración en la hechicera. Sin embargo, era la primera vez que se daba cuenta de algo más. Ese valor que Link tenía parecía extenderse a quienes lo rodeaban, y los inspiraba a seguirlo. ¿Por qué no se había dado cuenta de eso antes?
- Creo que ya tenemos a nuestros voluntarios para esta misión. - dijo Impa. - Por ahora, hay algo más que necesitamos preguntarte, Lana. Las brechas que fueron abiertas hacia el pasado, ¿a dónde conducen?
- Por lo que alcancé a ver... en cada una de ellas, Link... es decir, una encarnación pasada del héroe legendario le infligió una humillante derrota a la encarnación del mal. - dijo Lana. - Es probable que Cya las haya elegido por considerarlas significativas.
- Eso tendría sentido. - dijo Link, de nuevo sintiendo ese respingo bajarle por la espina. ¿Acaso tendría un límite esa obsesión de la hechicera con él?
- Pero hay algo más que tienen en común. - dijo Lana. - Y eso no me agrada.
- ¿Por qué lo dices? - preguntó Impa.
- Porque si es lo que creo... todos estaremos en serios problemas. - dijo la hechicera con tono de preocupación. - Espero por las Diosas estar equivocada.
Estas palabras de parte de Lana disminuyeron un poco la determinación que tenían anteriormente. Sin embargo, la hechicera no quiso entrar en mayores detalles pues ahora tenían que concentrarse en lo más urgente. Se dirigió a su biblioteca para recoger algunos pergaminos enrollados. Estos eran mapas de Hyrule a lo largo de diferentes eras, y algunos más pequeños con regiones específicas. La hechicera los superpuso a un mapa de Hyrule en el tiempo presente, específicamente, en los lugares donde se abrieron las brechas en el tiempo y lo que pudo ver a través de ellas.
- Tenemos portales hacia tres eras, en estos lugares, aquí, aquí, y aquí. - dijo Lana.
- Tres portales por cerrar, y hay nueve de nosotros. - dijo Link, contándose a sí mismo, a sus cuatro compañeros, a Lana, y a los tres Sheikahs. No necesitó decir más nada para que entendieran lo que estaba sugiriendo, aparte de eso, parecía el curso de acción más obvio.
- No me agrada la idea de dividirnos, pero en las circunstancias actuales necesitamos ganar tiempo. - dijo Impa. - Creo que la única manera de cubrir más terreno es separarnos.
- Al oeste de nuestra posición actual se abrió un portal hacia una era en la cual la superficie de Hyrule era prácticamente inhabitable. - prosiguió Lana, señalando el área. - Así que los habitantes se refugiaban en islas que flotaban por encima de las nubes.
- Nuestros antepasados llamaban a ese lugar Altárea. - intervino Impa. - Los registros históricos más antiguos nos dicen que la familia real de Hyrule desciende directamente de los habitantes de ese lugar, ellos fueron los fundadores del reino como lo conocemos.
- Wow, eso suena increíble. - dijo Link, intrigado por la descripción que dio Lana.
- Lo es. - dijo Lana estando de acuerdo. Luego indicó otra zona, en la dirección opuesta. - Ahora, está esta otra. Esta montaña, parece ser lo que en tiempos antiguos se conoció como "La Montaña de la Muerte". Fue el hogar de la tribu de los Gorons hace mucho tiempo, en la era donde vivió el mítico Héroe del Tiempo.
- A simple vista se puede ver el por qué la llaman la Montaña de la Muerte. - dijo Impa.
En efecto, el volcán de Eldin era un lugar peligroso, pero desde afuera, se podía ver que la Montaña de la Muerte lo era mucho más, emitiendo mucho más vapor en la cima y arrojando rocas ardientes a intervalos muy regulares.
- Y el último, al suroeste de aquí. - Lana señaló la última locación. - Por lo que alcancé a ver, se trata del llamado Palacio del Crepúsculo. Solamente apareció en una era, cuando una dimensión sombría amenazaba con consumir la tierra de Hyrule por completo.
- El Reino Crepuscular, la dimensión habitada por la raza Twili. - dijo Impa. - No hemos tenido contacto con ellos en más de mil años. El único medio que conectaba nuestros mundos, el Espejo del Crepúsculo, quedó destruido y los fragmentos se esparcieron por toda la tierra. Nadie ha podido volver a reunirlos.
- Si Cya está interfiriendo con el tiempo, no me extrañaría que hubiese cambiado ese aspecto. - dijo Impa. - Ahora que ya estamos claros hacia dónde iremos, es hora de decidir quién irá a cuál locación, ¿no les parece?
- Yo iré a la época de Altárea. - inmediatamente se ofreció Link. - Islas en el cielo, eso es algo que realmente me encantaría ver.
- Lo mismo digo, cuenta conmigo. - dijo Alexandre.
- Y conmigo. - concluyó Garrett.
- En ese caso, yo iré a la época del Héroe del Tiempo. - dijo Impa con firmeza. - Si el portal se halla en un lugar como esa Montaña de la Muerte, entonces yo sería la más apta para atravesar esa clase de terreno.
- Yo también iré. - dijo Azael. - Y desde ya te digo que no me harás cambiar de parecer.
- ¿Y por qué piensas que intentaría convencerte de que lo hicieras? - replicó la comandante.
- Los acompañaré. - dijo Sheik, que hasta ese momento había permanecido al margen.
- Espera, ¿con qué derecho decides eso? - replicó Azael.
- Ir a donde nos necesitan, ¿no es eso parte del código del clan Sheikah? - replicó el joven, sin perturbarse.
Azael e Impa quisieron decir algo, pero en efecto, esa era una de las reglas de honor de su clan. Y quizás la principal razón de que se mantuvieran como protectores en las sombras la mayor parte del tiempo. Sin embargo, los eventos más recientes sólo les habían dado aún más razones para desconfiar de él, o al menos, era lo que se inclinaban a pensar, pese al hecho de que hubiese podido responder a sus preguntas sin dar signos de estar mintiendo.
- Creo que eso nos deja a nosotros tres para ir a la era del Crepúsculo. - dijo Lana, intentando romper un poco la tensión.
- Haremos lo que sea necesario para ayudarte, Lana. - dijo Ruisu.
- Será muy emocionante. - agregó Zatyr.
- Lana, ¿cuándo podremos partir? - preguntó Impa.
- Creo que deberíamos hacerlo en la mañana. - dijo la hechicera. - Tenemos que informarles al resto de las tropas de nuestros planes, y creo que muchos de nosotros necesitamos un descanso, después de lo que ha sucedido. Y de todos modos, los preparativos me tomarán algo de tiempo.
Todos estuvieron de acuerdo. Tras aquella batalla fallida, no les vendría mal un poco de descanso. Los miembros de la legión de Link fueron los primeros en salir de la cabaña, seguidos por Impa y Azael, quienes decidieron llamar a reunir al resto de las tropas para informarles de cuál sería su siguiente curso (y en el caso de que hubiese más voluntarios para ayudar en esta misión). Únicamente Sheik se quedó con Lana, mientras la hechicera hojeaba su libro de hechizos, verificando lo que necesitaba para llevar a cabo el hechizo para enviarlos a todos a las épocas a las que necesitaban ir.
- ¿Necesitas ayuda? - preguntó Sheik.
- No te preocupes. Puedo hacer esto por mí misma. - dijo Lana. - No puedo permitirme cometer errores.
- No es necesario que hagas todo tú sola. Lo sabes, ¿verdad? - insistió Sheik.
- Sí, lo sé. - dijo Lana. La hechicera se detuvo por un momento para mirar al joven. - Escucha, acerca de lo que te dijeron antes... ¿era cierto? ¿Realmente sabes en dónde está la princesa Zelda?
Sheik no respondió verbalmente, ni tampoco se molestó en confirmar o negar con la cabeza. Sin embargo, el silencio en sí mismo parecía ser toda la respuesta que Lana necesitaba.
- Escucha, puedo entender si tienes tus razones para no decirnos nada. - dijo Lana. - Me inclino a creer que realmente sí estás tratando de mantener a la princesa a salvo. Si Cya llega a averiguar donde se encuentra... estoy segura que su primera reacción será ir tras ella para asesinarla. Eso no podemos permitirlo. Pero... hay algo más aparte de eso, ¿no es así?
Nuevamente, Sheik no dio respuesta directa. Lana exhaló un suspiro, quizás si ella se abriera un poco más, él hiciera lo mismo.
- Si te hace sentir mejor... hay mucho acerca de Cya y de mí que ustedes aún no saben. Es sólo que... sentí que aún no era el momento de decirles, con todo lo que estaba sucediendo. Yo sólo...
- No digas más. - Sheik finalmente rompió su silencio. - Si tú también tienes tus razones para mantener esas cosas en secreto, no tengo derecho alguno de forzarte a decir nada. Pero cuando sientas que estás lista... te escucharé.
- Hmm... gracias. - fue todo lo que Lana pudo decirle. Según parecía, al menos no la iba a presionar a decir nada todavía.
Sin decir una palabra más, Sheik salió de la cabaña para dejar que Lana pudiese concentrarse en lo que estaba haciendo. Como había dicho, era un hechizo complicado, y para tener éxito, tenía que cuidar hasta el más mínimo detalle, no podía permitirse cometer errores.
Y mientras tanto, también se tomaba un instante para pensar en los secretos que aún guardaba consigo. No se trataba de si tendría que contárselos o no, sino de cuando tendría que hacerlo. Pese a que una parte de sí misma le decía que lo mejor sería hacerlo pronto, la otra insistía en seguir aplazándolo. Y aunque, en retrospectiva, había querido contarles todo desde el principio, algo la detuvo, y desde aquel momento, a medida que pasaba el tiempo, cada vez se hacía más difícil. Si tan sólo no hubiese dudado en aquel instante...
- "Tendré que hacerlo en algún momento. Merecen saberlo." - pensó.
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Aquella noche...
Con los preparativos completados, ya todo lo que les quedaba era tomar un descanso aquella noche. Aquellos que se ofrecieron a hacer ese viaje en el tiempo mostraron reacciones diversas: algunos estaban emocionados, otros muy nerviosos, y algunos hasta estaban indecisos. Más ya no había tiempo para arrepentirse. Partirían al amanecer, y no habría vuelta atrás.
Pero mientras los miembros de la legión de Link dormían plácidamente, en preparación para esa aventura que les esperaba a través del tiempo, el titular líder decidió salir a caminar un poco. A la luz de los últimos acontecimientos, y de los que estaban por venir en breve, el joven héroe tenía muchas cosas que ordenar, y no sólo dentro de su cabeza, sino también a nivel sentimental, en su corazón. Y prefería hacerlo sin que nadie lo incomodara, así que abandonó su cabaña y se internó entre los árboles, en busca de un lugar alejado y tranquilo donde pudiese estar a solas con sus pensamientos.
Ese encuentro con Cya, por desagradable que hubiese sido, le abrió los ojos a muchas cosas. Cosas que él ya sabía desde hacía mucho, pero había elegido negarlas o simplemente ignorarlas. Estar frente a esa mujer le obligó a afrontar sus propios sentimientos en relación a Zelda. Tal como Sheik se lo había advertido, no podría escapar de ellos para siempre, y enfrentarse a la malvada hechicera le obligó a encararlos directamente. Por paradójico que pareciera, ahora de hecho se sentía mejor. Esa negación que oprimía su pecho finalmente se había ido. Pero una cosa era aceptar sus sentimientos consigo mismo y otra muy distinta hacerlo cara a cara con la otra persona.
- ¿Qué debería hacer? - murmuró par sí mismo.
Por supuesto, la respuesta ya en realidad la sabía. Haber sido honesto consigo mismo y aceptar sus sentimientos era sólo la mitad del camino. La otra mitad, era decírselo a Zelda. Mientras se apoyaba contra el árbol y miraba hacia arriba, comenzó a considerar los posibles escenarios. En primer lugar, no decirle nada y seguir actuando como si aún la considerase sólo su amiga sería contraproducente. Un sentimiento tan fuerte como ese no podría morir tan fácilmente, y eso sin duda podría poner en peligro su relación, tal vez a riesgo de perder la amistad que ya tenían. Él no quería eso. En segundo lugar, si se lo decía y ella no le correspondiera de la misma manera, con toda certeza él se sentiría devastado. No obstante, Link era lo bastante racional como para no irse colina debajo de la misma manera que Cya lo había hecho a causa de él. En tal caso, mantendría sus votos de lealtad y seguiría siendo su fiel servidor y protector.
Y finalmente, estaba lo que él consideraba el "escenario ideal". Que se lo dijera, y sus sentimientos fuesen correspondidos. Pero incluso ese escenario no estaba exento de sus propias dificultades. Aunque ella lo viese como su amigo, eso no cambiaba el hecho de que los dos provenían de mundos diferentes. Ella era la Princesa de Hyrule, la heredera del trono del reino, y él no era más que un muchacho ordinario con sueños de ser caballero. Incluso el saberse la actual encarnación del héroe de las leyendas no le hacía sentirse más importante ni mucho menos. Él sólo era Link, siempre lo había sido.
Sin saber muy bien por qué, metió la mano en el bolsillo de su túnica, y extrajo su contenido. Se quedó mirando fijamente la delgada batuta plateada. Desde que ocurrió el asedio al castillo, la había llevado, pues tenía la intención de regalársela a la princesa por su cumpleaños, y lamentaba mucho que no hubiese podido ser de esa manera. Pero incluso desde que era niño, como esa batuta era el único recuerdo que le quedaba de su madre, muchas veces él y su hermana menor tenían el hábito de aferrarse a ella cuando se sentían solos o asustados. Los hacía sentir que su madre los estaba cuidando, aunque no estuviese físicamente. Mientras la movía, haciendo algunos movimientos sencillos, pensó que quizás sería algo tonto por sentir eso ahora que era un adulto, pero tras esa experiencia tan aterradora con Cya... no rechazaría un poco de protección adicional de ninguna manera.
- Así que aquí estabas.
La voz alarmó a Link, que estaba tan ensimismado que no se había percatado de la presencia de Sheik, ni aunque estaba justo frente a él. Por reflejo intentó esconder la batuta, pero ya era tarde. Desde donde estaba, Sheik ya tendría que haberla visto. No tenía caso intentar ocultarla.
- Es una fina pieza la que tienes allí. - dijo, viéndola con gran interés. - ¿Es una batuta musical?
- Sí, lo es. Es una vieja reliquia familiar. - respondió Link.
- Nunca antes vi una como esa. - dijo Sheik. - Mis felicitaciones al artesano que la haya fabricado.
- Solía ser de mi madre. - dijo Link. - Mi hermana era muy pequeña cuando mis padres murieron. Yo soy el único de los dos que los recuerda bien. A veces... nos gustaba aferrarnos a esto, para sentir que seguía con nosotros.
- Parece irradiar cierto tipo de energía mágica. - dijo Sheik, aumentando su interés.
- ¿En serio? Mi madre solía decir que esta batuta perteneció a un héroe que navegó por los mares, y era capaz de comandar los vientos para que lo llevaran a donde necesitaba ir. - dijo Link. - Siempre pensé que lo decía en broma, pues durante años intenté jugar con ella y jamás pude conjurar ni una pequeña brisa.
Al decir esas palabras no pudo evitar reírse un poco de sí mismo al pensar en ello. Seguramente se vería muy tonto tratando de mover la batuta y de controlar el viento a su alrededor. Después de años dejó de intentarlo.
- Un objeto mágico puede perder su poder si se deja de usar por mucho tiempo. - dijo Sheik. - ¿Cuánto tiempo ha estado en tu familia?
- No tengo idea. - dijo Link con sinceridad. - Mi madre dijo que antes de ella le había pertenecido a mi abuelo. En cuanto a mí... yo solo la conservo por razones sentimentales.
Sheik siguió mirando la batuta de Link con gran interés. Podía notar que Link le tenía un gran aprecio, y no era para menos, si era un recuerdo de su fallecida madre. Pero tenía el presentimiento de que había algo más en ello. Como soldado, Link no era del tipo de personas que llevaría algo consigo a menos que lo necesitara, o si tuviese una muy buena razón para hacerlo.
- ¿Algún motivo para que la lleves contigo? - le preguntó. Link no le respondió de inmediato, así que se tomó un momento antes de proseguir. - Si la tienes como un amuleto para que te proteja... no tienes por qué avergonzarte.
- No lo hago. - dijo Link, sin sorprenderse demasiado, pues Sheik era bastante perceptivo. - Pero esa no es la única razón. Hay otra... más importante.
Silencio total. Sheik no dijo más nada durante un momento, y Link tampoco. Cuando cruzaron la mirada de nuevo, por un instante Link pareció ver una chispa de curiosidad en los ojos escarlatas de Sheik. Hasta aquel momento, sólo una persona, aparte de él mismo, sabía cuál era esa segunda razón de llevar la batuta consigo, y era alguien en quien confiaba lo suficiente como para compartir esa clase de secreto. ¿Pero qué tanto sabía de Sheik? ¿Lo suficiente como para confiar en él, o considerarlo un "amigo"? Los últimos eventos le habían creado aún más interrogantes que antes, sólo evidenciaron que Sheik parecía ocultar aún más secretos de los que imaginaron en su primer encuentro.
Pero estaba el hecho de que él fue el primero en dar el golpe para alejar a Cya cuando esa bruja lo tenía acorralado. Sin importar lo que pensaran los demás, Link seguía sin verlo como un enemigo. Amplias oportunidades para acabarlos a él y a los otros, y constantemente estaba dispuesto a arriesgarse para ayudarlos. Confiando en su propio criterio, y también por el hecho de que le vendría bien dejar salir sus sentimientos con otra persona, aunque no fuese Zelda, Link tomó un profundo respiro y decidió decirle todo.
- En aquel momento, cuando Cya estaba tratando de hechizarme, no pude oponer resistencia. - dijo Link. - Las fuerzas y el control de mi cuerpo me estaban abandonando, y estuve así de cerca de ceder por completo a los deseos de Cya. Y en lo único que podía pensar... era en ella.
Sheik le dirigió una mirada inquisitiva, pero mantuvo su silencio, dejándolo continuar.
- Tenías razón. He estado huyendo de mis sentimientos. Y no fue sino hasta que Cya quiso arrebatármelos por la fuerza que me di cuenta. No podía permitirlo. La comandante dijo que la princesa había imbuido esta bufanda con algo de su poder mágico para protegerme. Y en ese momento, cuando estuve a punto de ceder... pude sentirla. Ella fue quien me protegió. - se agarró con fuerza la bufanda. - Me salvó de caer en las garras de esa bruja. De no ser por ella... no quiero imaginarme lo que Cya hubiese hecho conmigo. Se lo debo.
- Tú habrías hecho lo mismo por ella. Por cualquiera, ¿no es así? - dijo Sheik.
- En un instante. - aseguró Link. - Debo confesarte algo. A decir verdad... estaba planeando darle esta batuta el día de la coronación. Quería entregársela, como un regalo por cumplir dieciocho años. Yo no tengo mucho dinero, así que no podía comprarle algo muy costoso, y pensé... que tal vez le gustaría.
Los ojos de Sheik se ensancharon por un instante con esas palabras, pero la mirada de Link estaba fija en la batuta en ese momento, así que no lo notó, y prosiguió con su relato.
- La llevo conmigo desde entonces, para dársela en cuanto la vea de nuevo. Pero ya no es sólo como un regalo de cumpleaños. Quiero entregársela, como un testimonio de mi gratitud... y de mis sentimientos por ella.
- ¿Tus sentimientos? - preguntó Sheik, dejando de lado la discreción que lo caracterizaba.
- Pensé que podría ser feliz siendo sólo su amigo... pero me estaba mintiendo a mí mismo. - continuó Link. - No sé en qué momento sucedió, pero eso ya no importa. Sólo espero que me perdone, porque sé que no tengo derecho de amarla de esta manera tan profunda, intensa... pero le pediré que al menos me permita tener este sentimiento. Jamás lo he tenido con nadie más, y no quiero perderlo.
Link cerró los ojos con fuerza y se apretó el pecho, mientras mentalmente renovaba su juramento de servir y proteger a Hyrule, y a su soberana, pero ahora añadiendo algo más. La promesa de su eterna gratitud y amor, aun si ella no le correspondiera de la misma manera. Permanecería a su lado y daría la vida por ella. Ese sería su camino a partir de ahora. Habiendo terminado sus votos, volvió su atención a Sheik, que había permanecido en silencio todo ese tiempo, sin hablar, sólo escuchando con atención. Había un último cabo por atar.
- Tienes que prometerme, que no le dirás a nadie de lo que acabo de confesarte. - dijo Link con firmeza. - Esto queda entre nosotros.
- Por supuesto. - aseguró Sheik. - Además... no me corresponde a mí decir eso. Se lo dirás tú, ¿verdad?
- Así es. - dijo Link. - Sin importar el resultado, la Princesa merece saberlo. Lo que suceda después de eso... que el destino lo decida.
Ambos se quedaron en silencio unos segundos, asimilando todo lo que se había conversado, en especial Sheik, quien estaba más enmudecido que una piedra ante ello. Link se disponía a levantarse para irse, pero un impulso lo detuvo, motivo por el que fijó su mirada en la persona que estaba a su lado.
- Sheik... ya estarás cansado de oír esto, pero... ¿realmente sabes dónde está la princesa? - preguntó, entristecido.
Al escuchar la pregunta del joven, quien se la planteó con la mirada más dolorosa que jamás le había visto, Sheik cerró los ojos sin responder nada, causando que Link sintiera desesperación.
- Quiero creer en ti a pesar de todo, y algo en mí me dice que no eres un asesino... pero entiéndeme, estoy desesperado, necesito saber dónde está Zelda. - dijo, consternado.
- No puedo decirlo. - dijo Sheik, sin mirarlo a los ojos. Sorprendentemente, ni siquiera lo reprimió por llamarla por su nombre a secas, como hubiesen hecho otros. - Lo siento.
- Por favor...
- No insistas... toma la respuesta que le he dado a Lady Impa algunas veces. Ella está bien y pronto te reunirás con ella, te lo aseguro.
No lo demostraba, pero Sheik se sintió sumamente mal por no hablar con la verdad, pero no podía hacerlo, su deber era callar. Link por su parte se tragó su tristeza y ansiedad, por lo que decidió no volver a tocar el tema.
- Lo siento. No quise sonar demasiado insistente. - dijo el guerrero, entristecido. - Asumo que ella te pidió guardar silencio, y si es así, lo entenderé. Es mejor que me retire. Buenas noches.
Sin decir más, Link guardó la batuta de vuelta en el bolsillo de su túnica, decidido a resguardarla hasta que pudiese pasar a las manos de su nueva propietaria. Agradeciendo a Sheik por haberlo escuchado, decidió intentar dormir un poco y recuperar sus energías, pues era consciente de que necesitaría estar a su máxima capacidad para lo que se aproximaba, además que deseaba dejar de lado la angustia que le demostró al joven por saber el paradero de su amada. Le dolía postergar su búsqueda por el momento, pero tenía claras sus prioridades. Poner en orden el tiempo y el espacio era imperativo.
No tenía manera de saber de qué manera habría afectado todo lo que le dijo a Sheik, quien sabía mucho más de lo que decía, y que debajo de esa apariencia era otra persona totalmente diferente...
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A la mañana siguiente...
Después del desayuno, los voluntarios que se ofrecieron para la tarea se reunieron en un amplio claro del bosque para comenzar el ritual. Con lo complicado de este hechizo, tuvieron que pedirles a todos los demás que se mantuvieran alejados para evitar interferencias. Los grupos ya estaban formados: Impa iría con Sheik y Azael, Lana con Ruisu y Zatyr, y Link con Alexandre y Garrett. El plan era, en teoría, bastante simple. Cada uno de ellos tendría que dirigirse hacia la locación donde se encontraba abierto el Portal de las Almas, y sellarlo desde ese lado para detener el flujo de monstruos. El tener que tomar caminos separados en este momento no les resultaba muy alentador, pero era la única forma. Era literalmente una carrera contra el tiempo mismo, y tenían que cerrar los pasajes permanentemente en el pasado para impedir que siguieran teniendo impacto en el presente, así que tenían que dividirse para cubrir más terreno. Ninguno de ellos podía permitirse fallar.
- Ya saben, una vez que haya completado el hechizo, tendremos veinte días en el pasado para cerrar el Portal de las Almas desde ese lado. - dijo Lana. - El hechizo para retornar se activará en el mismo lugar donde aparezcan, así que recuérdenlo. Sólo estará activo por menos de una hora, así que si no están en ese lugar cuando ocurra, se quedarán atrapados en el pasado.
- Sin presiones. - dijo Alexandre, sin esforzarse por ocultar el sarcasmo en su voz.
- Siempre quise viajar a otros lugares. - dijo Ruisu. - Nunca creí que tendría la oportunidad de viajar a otro tiempo.
- Que no se les olvide, nuestra interferencia en el pasado debe ser mínima. - les recordó Impa. - Sellaremos los portales, y nada más. Tenemos que mantener un bajo perfil.
- Link, una última cosa. - dijo Lana, dirigiéndose al héroe. - El hechizo con el que imbuí tu espada para sellar el portal sólo podrá utilizarse una vez. Así que no lo vayas a desperdiciar.
- Entendido. - dijo Link.
- ¡Ya démonos prisa, tenemos que partir rápido! - dijo Proxi, claramente impacientándose.
Lana había colocado sellos mágicos formando círculos en tres lugares en específico alrededor de la aldea. Estos serían los "puntos de partida" donde se abrirían los portales hacia el pasado para cada uno de los grupos, el suyo, el de Link, y el de los Sheikahs. Todos los demás soldados permanecían inmóviles a su alrededor, a la expectativa de lo que estaba por suceder, y para desearles suerte en su empresa. No podían hacer mucho más, pues debido a lo complicado del hechizo de Lana, nadie excepto ellos podría participar. La hechicera no podía mantener los tres portales abiertos simultáneamente por mucho tiempo, y una vez que cada quién cruzara por el suyo, lo cerraría para concentrarse en los restantes, dejando el suyo propio al último. Con todos en posición, Lana tomó su libro de hechizos y comenzó a recitar el encantamiento.
- Puertas del tiempo, escuchen mi llamado. Que los caminos cerrados se abran y nos lleven a nuestro destino a salvo.
Dicho esto, alzó en alto el Tomo de los Espíritus, y los sellos mágicos comenzaron a brillar mientras Lana enviaba energía mágica desde el libro para activarlos. Segundos después, estos emitieron pilares de luz que se intersectaron en el medio, concentrándose en una pequeña esfera de luz azul-blanca que se iba haciendo más grande entre más energía recibía. Simultáneamente, cada una de las esferas estalló, y dejó en su lugar un portal muy similar al que vieron anteriormente en el altar cuando pelearon contra Cya, aunque este se veía menos siniestro por sus colores azul y blanco. Aunque estando tan cerca de ellos, todos podían percibir las emisiones de energía mágica y como estos los atraían.
- ¡Entren ahora! - gritó Lana.
- ¡Ya escucharon, vamos! - dijo Link.
Proxi inmediatamente se metió en el bolsillo de su túnica por si se sintiera tentado a dejarla atrás. El héroe tomó un profundo respiro y para evitar arrepentirse entró en el portal de un salto, seguido por Alexandre y Garrett. Lana inmediatamente cerró el portal, para poder concentrar más energía en los otros dos y mantenerlos abiertos.
- ¡Hasta que regresemos, el Hyrule de nuestro tiempo estará en sus manos! - dijo Impa, aferrándose a su gran espada antes de saltar al portal.
- ¡Contamos con ustedes para protegerlo! - agregó Azael, saltando tras ella.
Los soldados despidieron con un saludo y un grito de batalla a su comandante y subcomandante. Sheik entró al portal tras ellos sin decir mayor palabra. Eso sólo dejaba al grupo de Lana, quien inmediatamente cerró el segundo portal.
- Ustedes entren primero. - dijo Lana. Zatyr y Ruisu se miraron por un segundo, como decidiendo quién iría primero.
- Después de ti. - dijo el espadachín, haciéndole el gesto de que pasara primero.
- Como quieras. - La arquera sujetó su arma con fuerza antes de saltar al portal. Al verla desaparecer de cerca, Ruisu tuvo que tomarse unos segundos para terminar de prepararse.
- Tierra del Crepúsculo, aquí voy. - dijo saltando hacia el portal, incapaz de abrir los ojos para enfrentarse a lo que fuera que le esperase al cruzarlo.
Quedándose totalmente sola, Lana dejó de emitir energía mágica para cortar el hechizo, y al hacerlo el portal se cerraría en menos de cinco segundos. Echó una última mirada a la aldea y saltó tras sus compañeros. De todos ellos, ella era la única que más o menos tenía una idea de lo que les esperaba del otro lado. Y siendo que este había sido su plan, ella tenía que asumir toda la responsabilidad por lo que les sucediera. Sin embargo, en cuanto a los grupos de Link e Impa, ella no podría hacer más que rezar por su éxito y tener fe en ellos, así que al menos, se encargaría de mantener a salvo a Ruisu y Zatyr.
El último portal se cerró detrás de ella, mientras el resto de los soldados de Hyrule simplemente observaban. Ya no les quedaba más que sentarse y esperar su regreso. Lo que fuera que sucediera del otro lado, ahora estaba en manos de ellos, y del destino.
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Templo de las Almas...
Desde la oscuridad de sus aposentos, Cya observó en su oráculo cómo se desvanecían el héroe elegido y sus secuaces de la época actual, dirigiéndose todos a los distintos portales de las almas que ella había abierto gracias al poder de la Trifuerza. Con aquella escena, no pudo evitar posar sus ojos en Link, en el objeto de su obsesivo deseo, a quien terminaría haciendo suyo para siempre sin importar los medios que tuviera que usar, siendo este principalmente el asesinato de la princesa.
- ¿Dónde estarás, maldita? - dijo Cya, llena de profundo odio. - Tengo que encontrarte antes de que él lo haga.
No entendía las razones, pero aquel viaje en el tiempo la empezó a preocupar en sobremanera. Aquel sentir no se debía al miedo a ser derrotada, pues a todos los consideraba unos inútiles, sobre todo porque eran guiados por Lana, aquella joven cuya esencia detestaba y rechazaba, sino por otro motivo, uno que lo alejaba de su amado.
- No la vas a encontrar... nunca la volverás a ver. - se dijo a sí misma, enfurecida mientras apretaba su pecho.
La bruja hizo un chasquido con sus dedos, provocando que en menos de cinco segundos aparezcan ante ella sus vasallos, Volga y Wizzro. Los villanos hicieron una reverencia ante ella, demostrando su respeto, pero sobre todo atentos a las indicaciones que iba a darles.
- Lana ya ha hecho su movimiento. - dijo Cya, seria. - Todo el grupo se ha dividido y se han dirigido a las diferentes eras.
- Usted sólo ordene qué hacer, mi señora. - dijo Volga.
- Dirígete a Altárea a detener a todos esos inútiles que se hacen llamar sus amigos, pero ya sabes... ni un rasguño al héroe.
- Como usted diga, mi señora. - contestó el hombre dragón, sintiendo desagrado ante la orden de no aniquilar al guerrero. Y al mismo tiempo, una pequeña voz detrás de su cabeza seguía cuestionando el por qué debería seguir obedeciéndola.
Sin decir ni una palabra más, el caballero dragón se desvaneció de los aposentos de la bruja, mientras que Wizzro se quedó esperando las instrucciones que su ama iba a darle, presintiendo que si lo había dejado solo con ella, es porque se trataba de una sumamente interesante.
- Tú, Wizzro, te dirigirás a la época del Héroe del Tiempo. - ordenó la hechicera.
- Perfecto, señora, le juro que esta vez no pienso...
- No harás lo mismo de siempre... ahora tendrás otra misión más.
- ¿Otra misión? - preguntó, sorprendido. - ¿Y de qué se trata?
Ante la pregunta de su servidor, Cya soltó una ligera carcajada, y dándose la vuelta para darle la espalda, le contestó.
- Arrastrar al desprestigio al más grande de mis estorbos...
Esta historia continuará...
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