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Extra: Crónicas de Cya I - El Caballero Dragón


"Desde su santuario privado en el Templo de las Almas, Cya observaba cuidadosamente como el héroe legendario y sus aliados cruzaban los portales a través del tiempo. Ahora que tenía en su poder la Trifuerza completa, se sentía muy segura de sí misma. Sin importar si lograban sus objetivos, estaba convencida de que una vez que regresaran a su tiempo para enfrentarla, serían incapaces de detenerla.

No obstante, por precaución, determinó enviar a sus sirvientes a dificultarles el trabajo a sus enemigos. Después de todo la razón para haberlos reclutado era para que le ayudasen en su empresa, aun cuando sabía que no podía confiar en ellos completamente, y que el control que tenía sobre ellos no era absoluto, por lo que determinó hacerlos útiles mientras aun los tuviera para hacer su trabajo sucio.

Mientras tanto, en su interior, esa oscuridad a la cual se entregó voluntariamente para cumplir sus deseos, sin que ella lo supiera, continuaba creciendo, y fortaleciéndose a cada momento. Todo lo que necesitaba era esperar el momento apropiado, en el cual ella estuviese más vulnerable, y entonces, podría tomar el control..."

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Templo de las Almas, en el año 30XX...

Frente a su bola de cristal, Cya observó con satisfacción como en la época del Héroe del Tiempo, su sirviente, Wizzro, adoptaba la forma de su odiada enemiga. Aunque fuese solo un disfraz, el ver la imagen de la princesa de Hyrule le provocaba asco a la bruja oscura. Después de todo, Zelda era la culpable de que Link estuviese atado a ese maldito destino, y de que ella no pudiese tenerlo a su lado. Mientras ella viviera, el héroe jamás podría ser suyo. Pero la princesa era astuta. Aunque Wizzro estaba seguro de haber acabado con ella, Cya sabía perfectamente que Zelda era demasiado terca para morir tan fácilmente, y había logrado ocultarse incluso de ella, que podía ver todo y a todos si lo deseaba. Pero tarde o temprano tendría que abandonar su escondite, y cuando lo hiciera... ella estaría allí, para acabar con su vida.

Y hasta que llegara ese momento, se contentaría con ver cómo Wizzro destruía su reputación. Incitando una pelea entre los Gorons y Zoras, desviaría la atención de los Sheikahs que viajaron a ese tiempo para sellar el Portal de las Almas. Sería muy divertido ver como esos seres come-piedras y esos fenómenos con escamas se mataban unos a otros. Todo incitado por la querida princesa de Hyrule. Ya no sería tan amada y admirada por todos, y con suerte, tampoco por el héroe. SU héroe.

En cuanto a ella, por mucho que le hubiese gustado ir a la era del cielo para encontrarse de nuevo con su amado, algo más requería su atención en este momento. Con la Princesa Zelda fuera de vista, Cya tenía que concentrarse en alguien más que también representaba una amenaza para sus planes. Lana se había ido a la época del crepúsculo para intentar sellar el portal, y se había llevado consigo a dos de los amigos del héroe con ella para que le ayudasen.

- Amigos... ¿por qué querría estar con ellos para empezar? - se dijo a sí misma.

Cya todavía no comprendía del por qué Link podía soportar codearse con ellos. Él era el héroe legendario, y ellos no eran más que un grupo de personas sin importancia. Así que removerlos a ellos de la ecuación era el siguiente paso de su plan. Después de todo, teniéndola a ella, él no necesitaría a nadie más.

Así que por ahora, no le quedaba más que delegar la tarea de capturar al héroe a su otro fiel sirviente, mientras ella misma iba a lidiar en persona con su contraparte. Mejor deshacerse de ella en cuanto fuese posible, después de todo Lana representaba un vivo recordadorio de todo lo que Cya había dejado de ser, su lado débil que no estaba dispuesto a luchar para cumplir sus deseos, y era necesario erradicarla.

Luego de unos minutos, la hechicera se aburrió de centrar sus pensamientos en Lana, la parte más insignificante de si misma. Dejó de lado su bola de cristal y se dirigió de camino a sus aposentos a descansar, sabiendo que mañana sería el día en el que empezaría con la siguiente parte de su misión.

Cya se acostó en su cama y desde su posición empezó a observar, o más bien, a deleitarse con todos los cuadros que tenía del héroe legendario, del hombre por el que había iniciado la mayor de sus disputas. Cualquiera que la viera en estado de reposo en su lecho pensaría que estaba relajada, pero las cosas eran completamente distintas, pues con sólo observar las imágenes, entraba en un estado de euforia, extasis, fascinación tan embriagante que se estremecia por completo, hasta que finalmente fue vencida por el sueño.

Sin embargo, aquel estado no la liberaba de sus fantasias, donde se imaginaba en la misma cama siendo rodeada por los fuertes brazos del héroe legendario, el hombre que por milenios había deseado a desquiciada muerte. Sentía como sus manos la rodeaban entera, como se aferraba con fuerza a su espalda y sentia el éxtasis en la cúspide al deleitarse con sus gruñidos, fascinada. Aunque más que ser poseida, deseaba escuchar su nombre saliendo de sus labios, demostrando así que ella era la única... pero muy a su pesar, ocurrió lo inesperado.

De aquella varonil y fuerte voz sólo se escuchaba entre gemidos el nombre de su rival, de aquella princesa que por siglos se lo habia arrebatado. Él gruñía, actuaba y se deleitaba por ella, y gritaba en cada gruñido las sílabas de sus nombres, nadie más existia entre sus brazos.

Enfurecida, la hechicera trató de fulminarlo con sus propias manos, causando que en ese momento se levantase exasperada, histérica e irascible. ¿Acaso ni siquiera en sueños podía tenerlo como lo deseaba? Siempre la sombra de la despreciable regente iba a estar acosandola en sus mas grandes anhelos, de la misma manera en la que se escondió todo el tiempo.

Cya sabía perfectamente el significado de aquel sueño, o más bien pesadilla, lo cual se negaba a aceptar. Podría encerrar al héroe el la jaula más magnifica y majestuosa de todas, teniéndolo para ella sola, sin embargo, por siempre y para siempre, él sólo tendria manos, voz y cuerpo para la mujer con la que su alma había unido por siempre... su peor enemiga.

- Te voy a matar, maldita... lenta y dolorosamente.

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En otra parte del templo...

Mientras esperaba a su señora para su siguiente misión, Volga caminaba de un lado al otro, sintiéndose extremadamente intranquilo. Desde aquel encuentro con los compañeros del héroe, imágenes que no reconocía aparecían al azar en su cabeza. Lo más extraño, fue que el detonante pareció venir cuando ellos le cuestionaron el motivo del por qué servía a Cya en primer lugar. Eso era muy claro: él había sido aprisionado en las Cuevas de Eldin, y ella lo liberó de su encierro.

O por lo menos, eso era lo que ella le había dicho. No recordaba mucho de su tiempo antes de que ella lo encontrara allí, y siempre que lo intentaba, le daba un dolor de cabeza que no podía explicar. Para empeorar, imágenes vagas venían a su mente, y cada vez con mayor frecuencia. Como si se tratara de recuerdos reprimidos, y Volga tenía la extraña sensación de que en realidad lo eran. Excepto, que no había sido él quien los reprimió, sino alguien más...

- ¿Por qué? Esas imágenes... siguen volviendo a mi cabeza... una y otra vez, ugh...

Aunque al principio trató de ignorarlos, el aumento de la frecuencia con que regresaban empezó a sembrar la duda en su cabeza. Comenzó a preguntarse: ¿qué tal si fueran reales? ¿Qué tal si todo lo que Cya le había dicho eran solo mentiras? La única razón de permanecer leal a ella, era porque supuestamente, los humanos lo encerraron en esas cuevas, y ella lo liberó de su prisión.

Pero al pasar de los días, nuevas imágenes llegaron. Imágenes mucho más distantes, de una gran guerra, que parecía haber tenido lugar varios siglos atrás. Por supuesto, para él, que no era humano, un siglo tal vez era lo equivalente a un año. En esa guerra, él en realidad no quería tomar partido, y se vio forzado a hacerlo simplemente por la promesa de enfrentarse a un oponente digno, pues los de su raza vivían por el placer de la batalla, y nada más. Pero esa oportunidad jamás llegó. Con la guerra terminada y de nuevo reinando la paz, Volga simplemente decidió alejarse de los humanos y de sus conflictos, y confinarse a sí mismo a un letargo permanente por el resto de sus días. Se encerró en las cuevas de Eldin, donde nadie pudiese encontrarlo, ni perturbarlo. O al menos, eso era lo que pensaba...

Flashback: Cuevas de Eldin, varios meses atrás...

Habiéndose librado de su luz y completamente entregada a la oscuridad, la bruja Cya comenzó a poner en marcha sus planes. Sus objetivos eran muy claros. Obtener para sí misma la Trifuerza, y conquistar el reino de Hyrule. Cumplido esto, podría lograr su mayor anhelo: tener al héroe legendario solo para ella.

Pero el reino no caería tan fácilmente bajo su dominio. Tenía su disposición las tropas que pudiera necesitar... pero no servirían de mucho si no tenían un líder que supiera dirigirlas. Así que el primer paso era conseguir al que sería su gran general.

- Mi señora, ¿puedo preguntarle qué estamos buscando? - preguntó el espectro mientras andaba, o mejor dicho, flotaba detrás de ella.

Cya se tomó su tiempo antes de responder. En su búsqueda por sirvientes leales que le ayudasen a lograr su objetivo, su camino la llevó hacia las profundidades de las Cuevas de Eldin. Guiada por una energía oscura que percibió, se encontró con un anillo mágico sepultado entre los escombros, en una zona de las cuevas que estaba completamente cristalizada. Al recogerlo, se dio cuenta de que había sido protegido por un poderoso sello, pero lo que fuese que estuviese dentro de él, seguía con vida, y gritando a viva voz por su liberación. Tomando sus precauciones, Cya liberó el sello, y fue así como conoció a Wizzro, quien inmediatamente le ofreció sus servicios, como agradecimiento por liberarlo de su encierro. La bruja tenía sus motivos para desconfiar de él, pero por ahora, aceptaría su ofrecimiento.

- Paciencia, Wizzro. - dijo Cya. - Necesito a alguien que sea capaz de dirigir a mis legiones en el campo de batalla.

- ¿Y no cree que yo pueda hacerlo? - cuestionó el espectro.

- Posees una magia oscura muy poderosa, lo reconozco, pero hay más que eso para ganar las batallas. - replicó la bruja. - Digamos que necesitarías un... "compañero".

Wizzro estaba por preguntar a qué se refería, pero llegaron a lo que parecía ser un callejón sin salida. Antes de poder cuestionarle nada, Cya alzó su cetro y apuntó con él hacia la pared que tenía enfrente, haciendo aparecer un sello mágico que comenzó a girar cada vez más rápido, hasta que finalmente hizo volar en pedazos la pared, revelando que había una especie de cámara secreta detrás de ella. Pero se encontraba completamente vacía... a excepción de una solitaria figura en el fondo.

Wizzro y Cya se acercaron, el primero con mucha cautela, y fue entonces que pudieron verlo con claridad. La figura que se encontraba encerrada en el interior de la cámara era un hombre, sentado contra la pared, inmóvil. Era corpulento, y llevaba una armadura pesada de caballero, de color escarlata, con un casco plateado con forma de calavera con cuernos, y de este saliendo una larga cola de pelo carmesí. A su lado, había una lanza de doble punta clavada verticalmente, y a juzgar por su longitud, si este sujeto se pusiera de pie fácilmente los superaría a ambos en estatura. A primera vista, casi podría parecer que estaba muerto, pero en realidad, Cya sabía que simplemente se encontraba dormido. Por demasiado tiempo, pensó la bruja, pero ya era momento de despertar de su letargo.

- Mi señora, ¿quién es él? - preguntó Wizzro, sintiéndose algo intranquilo al ver a este extraño.

- Un caballero dragón. - dijo Cya, como si fuese algo muy obvio. - Y justo lo que necesito para comandar a mi ejército. ¡Levántate ahora, mi nuevo campeón!

Las últimas palabras las dijo mientras disparaba con su báculo una esfera de energía hacia el durmiente caballero dragón. La esfera no le hizo absolutamente nada, después de todo, Cya lo necesitaba vivo e ileso para que pudiera servirle. Comenzó a moverse con dificultad, empezando por los dedos de sus manos, mientras exhalaba de la boca pequeñas llamaradas con cada respiro que daba. Levantó la cabeza para encontrarse frente a él a dos completos desconocidos.

- Saludos, caballero dragón. - pronunció la bruja con tono seductor.

- ¿Quién eres? ¿Por qué me despertaste? - fue su primera respuesta, usando su lanza como apoyo para ponerse de pie. En efecto, superaba en estatura a Cya por mucho, pero esto no la intimidó en absoluto.

- Mi nombre es Cya. - dijo la bruja, al parecer sin ofenderse por la brusca respuesta. Luego señaló al espectro. - Y él es Wizzro. Ahora que sabes nuestros nombres, ¿nos concederás el honor de saber el tuyo?

- Me conocen como Volga. - respondió. - Y no has respondido a mi segunda pregunta. ¿Por qué me has despertado?

- Es un desperdicio que un poderoso guerrero como tú termine sus días pudriéndose encerrado en un lugar como este. - dijo Cya, yendo directo al punto. - He venido, porque necesito que hagas algo para mí. Necesito a un gran general, así que estoy ofreciendo la oportunidad de comandar a mis tropas en la campaña de conquista que pronto iniciaré.

- ¿Un gran general? - replicó el caballero dragón. - ¿Y por qué piensas que aceptaré?

- Los caballeros dragón se han extinguido casi por completo, pero su fama de bravos y poderosos guerreros aún persiste hoy en día. - dijo Cya. - Entiendo que ustedes vivían por y para la guerra, y eran prácticamente invencibles en el campo de batalla, ¿me equivoco?

- No estoy interesado en pelear guerras para una humana. - dijo Volga. - Hace cientos de años que decidí aislarme de los conflictos de los humanos. Has perdido tu tiempo, lárgate y déjame dormir en paz.

- Oye, aliento de dragón, ¿tienes idea de a quién le estás hablando? - dijo Wizzro. Pero Cya lo detuvo, parecía estar decidida a lidiar con él ella misma.

- Volga, ¿qué me dirías si te ofrezco la oportunidad de luchar como nunca antes? - le dijo, manteniendo su tono seductor. - ¿No es eso lo que tú y los tuyos más anhelaban, la gloria de la batalla, de ser los más fuertes y de triunfar sobre sus oponentes?

- Aunque alguien como tú pueda ofrecerme todo eso, ya te dije que no estoy interesado en los humanos ni en sus guerras. - dijo Volga. - Ahora, vete.

- ¿Esa es tu respuesta final? - dijo Cya. - En tal caso... no me das alternativa. Parece ser que tendré que ensuciarme las manos.

Una parte de Cya esperaba no tener que "persuadir" a Volga por la fuerza, pero ya tenía el presentimiento de que no iba a aceptar su ofrecimiento de buen grado. Tendría entonces que convencerlo de la manera antigua. La bruja sujetó firmemente su báculo con ambas manos, y le apuntó a Volga con él. El caballero dragón de inmediato presintió la agresión, por lo que desenterró su lanza y esta se prendió en llamas. Sin esperar a que ella hiciera el primer movimiento se lanzó a darle una estocada. Sabiendo que en un espacio tan cerrado no tendría oportunidad, ni mucho menos en un combate cuerpo a cuerpo con un oponente que era mucho más grande y fuerte físicamente que ella, Cya le ordenó a Wizzro que salieran de la cámara donde encontraron a Volga para que pudiesen pelear en un campo más abierto. Hecho esto, preparó un ataque de energía oscura y se lo disparó, pero él lo desvió golpeándolo con la punta de su lanza. Impactó contra una de las paredes, abriendo un pasaje de lava por la grieta que dejó.

Sabiendo que no podía acercársele demasiado, Cya transfiguró su báculo a su forma de látigo, y comenzó a golpear a Volga con él repetidamente, pero la armadura que llevaba el caballero dragón lo protegió de los latigazos, y comenzó a avanzar hacia ella amenazadoramente. Solo fue detenido cuando una esfera de fuego púrpura impactó contra él, cortesía del espectro que finalmente decidió echarle una mano a su señora cuando vio que estaba en dificultades.

- ¡No te metas en esto! - gritó Volga, volteando su atención hacia Wizzro.

Cambió de dirección y se dispuso a clavarle la lanza al espectro una vez que se acercó lo suficiente, pero esta se encontró con una barrera oscura que logró levantar justo a tiempo para evitar que la punta lo atravesara. Cya tomó ventaja de esto para dispararle un rayo que le dio por su punto ciego. Sin embargo, no hizo más que desorientarlo por un momento, pero se repuso con mucha rapidez y volvió su atención a la bruja. Esta tomó ventaja de su habilidad para levitar para esquivar los feroces ataques, y constantemente alternaba contraataques con comentarios burlones.

- Oh, sí, no cabe duda que tienes el poder que busco. - le decía. - Serás un gran general.

- ¡Ya te lo dije antes, que no pienso servirte! - respondió Volga.

Volga giró la lanza dirigiendo la punta hacia el cuello de Cya. La bruja se agachó, y acercó el extremo de su báculo hacia el estómago del caballero dragón, dándole una explosión de energía oscura a quemarropa que al parecer tuvo más efecto que cualquiera de los otros ataques haciéndolo salir despedido hacia atrás. Aun así, estaba todavía demasiado lejos de someterlo. Su resistencia era verdaderamente admirable. Haría un excelente sirviente una vez que lo pusiera de su lado.

- Posees un gran poder, Volga. - dijo Cya. - Te propongo un trato. Si puedo derrotarte, serás mi sirviente. Si no, me iré en paz y te dejaré. Lo que no entiendo es por qué rechazas mi generosa oferta.

- No aceptaré tratos contigo de ninguna manera. - respondió el guerrero draconiano luego de reponerse. - Y es la última vez que te lo digo, no pelearé por una humana.

- No seas idiota. Eres un guerrero. La guerra es lo único que debería importarte. - insistió la bruja.

En respuesta, Volga volvió a empuñar su lanza, esta vez apuntando hacia la parte baja del cuerpo de Cya. Ella no hizo más que propulsarse con su levitación para evitar el ataque, y alargó su látigo directo hacia el cuello del caballero dragón. No tenía intenciones de jalarlo pues con su peso no podría hacer eso de ninguna manera, pero en lugar de eso, canalizó una descarga de electricidad oscura usando el látigo como conducto, para paralizarlo. El ataque surtió efecto, y Volga cayó de rodillas, teniendo que usar su lanza como apoyo para evitar desplomarse por completo.

- ¡Buen trabajo, mi señora! - dijo Wizzro, al ver a su oponente expuesto, y preparando dos esferas de energía oscura. - ¡Permítame darle el golpe final!

- No vayas a destruirlo. - le advirtió Cya. - No quiero que dañes mi propiedad, esclavo.

- Jajajajaja, no se preocupe, no pienso lastimarlo... demasiado.

Sin decir más, Wizzro lanzó las dos esferas hacia el indefenso Volga, que no pudo hacer nada para defenderse a causa de la parálisis. El espectro se acercó para terminar el trabajo, pero fue recibido de sorpresa con un tremendo golpe cuando el caballero dragón transfiguró su brazo en una enorme garra envuelta en llamas. Y no era lo único, él mismo se había prendido en unas intensas llamas; si estas eran un reflejo de su estado de ánimo, entonces literalmente estaría ardiendo de furia. Volga alargó su enorme garra y sujetó con ella a Wizzro por la cabeza, amenazando con triturársela, si es que no se la rostizaba primero.

- Mi paciencia se está agotando... - dijo Volga, con un hilo de rabia en su voz.

- ¡Mi señora... un poco de ayuda! - intentó suplicar Wizzro.

Cya hizo una mueca de indiferencia, pero finalmente decidió intervenir. Volvió a alargar su látigo, esta vez apuntando hacia el tobillo de Volga. Mandó a través de él otra descarga, más intensa que la anterior, al tiempo que daba un tirón brusco. Jalarlo del cuello era una cosa, pero al electrocutarlo pudo desestabilizarlo lo suficiente para hacerlo perder su centro de gravedad, y al jalarlo lo hizo caer de espaldas. Libre ya de esa garra ardiente, Wizzro inmediatamente flotó para alejarse de él y ocultarse cobardemente detrás de su señora.

Entretanto, Volga se repuso nuevamente del ataque, al tiempo que lanzaba un feroz rugido que hizo eco por todas las cuevas, y generaba una potente explosión de llamas a su alrededor. De nuevo centró su atención en sus dos agresores, y ya estaba preparado para terminarlos de una vez y para siempre. Comenzó a inhalar, mientras se formaba alrededor de su boca una esfera ardiente. Con un potente grito, dejó salir un amplio chorro de fuego hacia ellos. Wizzro se hizo una mancha en el suelo para evitarlo, mientras Cya escapaba usando su levitación. Los dos reaccionaron a tiempo, pues si los alcanzaba los incineraría sin remedio.

- ¡Wizzro, es tu oportunidad! - gritó Cya.

- ¡Sí, mi señora! - replicó el espectro, reapareciendo detrás de Volga.

Tomando ventaja de que le estaba dando la espalda en ese momento, Wizzro invocó a su tercera mano espectral, empujando con fuerza a Volga por detrás y haciendo que se cayera de cara. Para cuando pudo volver a incorporarse, ya era demasiado tarde: Cya estaba generando debajo de él un gran círculo mágico, y se estaba preparando para un ataque masivo. Volga trató de correr hacia ella para detenerla, pero no fue lo suficientemente rápido, y el círculo mágico generó un pilar de energía oscura que lo hizo volar por los aires, hasta tocar el mismo techo de las cavernas. Volga se estrelló con un golpe seco y volvió a caer al suelo pesadamente. Por supuesto, aunque eso hubiese podido matar a un humano ordinario, eso no era suficiente para acabar con él.

- Estoy cansada de jugar contigo. - dijo Cya. - Ríndete ahora y esto no tendrá que ser desagradable para ti.

- No... ¡pienso rendirme tan fácilmente! ¡RRRRAAAAAAAARRRGHHHHHH!

El rugido de Volga hizo eco por toda la cueva, y esta vez se transformó por completo a su verdadera forma, un dragón alado de fuego. Su primera acción fue comenzar a aletear para elevarse por encima de sus dos enemigos, y abrió sus fauces para dejar salir un chorro de fuego contra ellos. Los dos saltaron hacia lados opuestos, y atacaron con sus propios hechizos de energía oscura. Sin embargo, en esta forma probó ser mucho más resistente a sus ataques, que al parecer solo hicieron poco más que enfurecerlo. Volga primero centró su atención en Wizzro, y se lanzó abriendo sus mandíbulas llenas de ardientes y filosos dientes para intentar devorarlo de un bocado. El espectro se escabulló haciéndose una mancha en el suelo, mientras Cya tomaba su distancia. La hechicera pudo sentir que en esta forma, apropiadamente, la mentalidad de Volga se tornaba menos humana y más animal, aunque seguía siendo lo bastante racional para reconocerlos como amenazas potenciales, y retenía su conciencia de sí mismo. Dándose cuenta de que si no tenía cuidado podría terminar siendo la cena de Volga o rostizada, la bruja oscura decidió cambiar de enfoque. En este estado, su cuerpo era mucho más poderoso, pero no así su mente. En ese frente estaría extremadamente vulnerable, y después de todo solo necesitaba tomar el control de su cerebro para forzarlo a servirla.

- Vas a obedecerme... escucha mi voz... conviértete en mi leal esclavo... - pronunció Cya, haciendo movimientos hipnóticos con su báculo

Volga respondió rugiendo furioso, como si tratara de luchar contra ese control, y al parecer lo estaba logrando. Estuvo a punto de lanzarse hacia la bruja, y de hecho esta se alarmó por un momento, hasta que una explosión de fuego oscuro lo golpeó en un lado de la cabeza y desvió su atención de nuevo, volteándose a ver al responsable. Wizzro comenzó a alejarse más mientras le seguía arrojando sus ataques. Consiguió mantenerlo a raya por un momento, hasta que le dio un violento coletazo que lo estampó en una de las paredes, pero justo cuando iba a darle el golpe final, Cya pudo reanudar su asalto a la mente del dragón. Este siguió rugiendo mientras se llevaba sus garras delanteras a la cabeza, como si intentara taparse los oídos para ahogar una voz insoportable. Y de hecho eso era lo más cercano, solo que taparse los oídos era inútil pues la voz ya estaba dentro de su cabeza y no había manera de sacarla.

- Eres mi sirviente... me obedecerás solo a mí... pelearás y matarás por mí...

El dragón siguió rugiendo, y lanzando fuego en direcciones al azar tratando sin éxito de distraerse a sí mismo de las palabras de Cya. Pero estas eran cada vez más fuertes, lo estaban doblegando, y era solo cuestión de tiempo. De pronto, todo empezaba a tornarse en oscuridad, estaba perdiendo la conciencia de sí mismo. El dragón aterrizó en el suelo, y al cabo de unos segundos se vio forzado a volver a su forma humanoide. Aun llevándose las manos a la cabeza, Volga aún se esforzaba por no perder el poco control de sí mismo que aún le quedaba, pero para ese momento, Cya ya había logrado romper sus últimas defensas mentales, ya no había nada que se interpusiera entre ella y el control total.

- Ahora... el toque final.

Con las defensas mentales de Volga fuera del juego, la mente del caballero dragón era como un libro abierto el cual podía leer y reescribir a voluntad. Todo lo que tenía que hacer era bloquear sus antiguos recuerdos, y poner unos nuevos en su lugar. Unos con los cuales él solo existiera para servirla a ella como su ama y señora. El draconiano guerrero hizo un último esfuerzo por resistirse, pero finalmente sucumbió, hasta quedarse encogido totalmente. Pasó unos segundos sin moverse, hasta que se volvió a incorporar de nuevo. Pero esta vez, no daba señal alguna de querer agredirla.

- ¿Sabes quién eres? - preguntó Cya.

- Soy Volga, el caballero dragón. - respondió el aludido.

- ¿Sabes qué estabas haciendo en estas cuevas? - volvió a preguntar la bruja.

- Los humanos me encerraron aquí contra mi voluntad.

- ¿Y quién te liberó? - Cya parecía estar disfrutando más y más con cada pregunta que formulaba, una vez que recibía la respuesta que quería.

- Fue usted... mi señora. - diciendo esto, Volga se inclinó respetuosamente frente a ella. - Estoy en deuda, soy su humilde servidor.

- Ponte de pie. - le ordenó. Volga obedeció sin cuestionar. - Comandarás mis legiones, y me ayudarás a conseguir lo que deseo. Y a cambio, podrás vengarte de los humanos que te encerraron en estas cuevas.

- Como ordene, mi señora.

Cya sonrió con satisfacción. Le llevó un poco más de esfuerzo de lo esperado, pero consiguió poner al poderoso caballero dragón a su servicio. Se dirigió a donde todavía permanecía Wizzro, que no se vio nada feliz de ver a Volga tan cerca de él, hasta que Cya lo tranquilizó, asegurándole que estaba de su lado, y que los dos tendrían que ser compañeros a partir de ahora. El espectro dirigió una mirada de repulsión total, pero accedió. Los tres inmediatamente emprendieron su camino para salir de las cuevas.

Ahora que tenía un comandante para su ejército, estaba un paso más cerca de su conquista de Hyrule, y más importante aún, de tener al hombre que tanto deseaba solo para ella. Muy pronto, cumpliría todos sus deseos.

Fin del flashback...

Por fin pudo recordarlo todo. La hechicera no solo lo había engañado, lo había convertido en su marioneta personal, y forzado a hacer su trabajo sucio. Los humanos nunca lo encerraron, él mismo lo hizo, porque quería alejarse de todo y de todos.

- Volga. Ya es tiempo. - escuchó la voz de Cya detrás de él.

El caballero dragón sintió una gran furia recorrerlo al oír la voz de esa bruja dándole órdenes. ¿Quién se creía que era? Pero de algún modo, mantuvo su control. Si podía tomarla por sorpresa, tendría una amplia oportunidad para "agradecerle" por todo lo que le hizo.

- Es hora de que vayas a la era del cielo. - prosiguió la bruja, aún sin sospechar nada. - Espero, no necesito tener que recordarte lo que necesito que hagas, ¿verdad?

- Eliminar a los amigos del héroe, pero traerlo a él con vida. - respondió Volga con voz monocorde. - ¿Es así, mi señora?

- Por supuesto. Acompáñame al portal. - dijo Cya dándose la vuelta.

- Antes de eso... hay algo que quisiera decirle... "mi señora".

A Cya no se le escapó que las últimas dos palabras iban cargadas con un deje de sarcasmo. La hechicera se puso sobre aviso frente a esto.

- Más vale que sea importante. - dijo Cya. - Esto no puede esperar, y lo sabes.

- Esto no tomará demasiado. - respondió el guerrero draconiano, comenzando a caminar hacia ella amenazadoramente con su lanza de doble punta en mano. - No creo que me lleve más de un minuto... ¡PARA ROSTIZARTE!

Con este grito, Volga dejó salir un chorro de fuego de la boca, con toda la intención de incinerar a Cya. La bruja ni siquiera retrocedió: preventivamente levantó una barrera de energía oscura para protegerse hasta que finalmente dejó de exhalar.

- No seguiré obedeciendo tus órdenes, hechicera. - dijo Volga. - Ya no seré más tu sirviente personal.

- Mi hechizo de control mental... parece haber perdido su efecto. - dijo Cya.

- Y esta vez, no tienes a ese maldito espectro para que te salve. - señaló Volga, sin poder evitar reírse. Ya no podría escapar de él.

La observación de Volga tomó momentáneamente por sorpresa a Cya cuando se lanzó a atacarla, pues efectivamente, ya no tenía a nadie que pudiese distraerlo, tendría que ocuparse de él por sí misma. Sin embargo, había otro factor que Volga no había tomado en cuenta, y era que, ahora que ella tenía en sus manos la Trifuerza completa sus poderes se habían incrementado enormemente. En su primer encuentro, pelear sola contra él tal vez habría sido imposible, pero ahora estaban nivelados. O más bien, ella tenía la ventaja.

A riesgo de dañar sus valiosas efigies del héroe legendario, Cya se mantuvo esquivando los ataques a corta distancia de Volga para tratar de sacarlo hacia el patio central del templo, donde tendría más espacio para moverse y pelear con mayor libertad. Una vez allí, pudo comenzar a utilizar sus ataques más poderosos. Para empezar, generó en el suelo bajo los pies de Volga varios círculos mágicos, haciendo que estallaran en pilares de energía oscura para obligarlo a retroceder. Uno solo de ellos podría no ser tan devastador como el que utilizó en las cuevas y lo lanzó hasta el techo, pero varios a la vez servían para desorientarlo y mantenerlo lejos.

- Tengo que enseñarte cuál es tu lugar. - dijo Cya, mientras transfiguraba su báculo a su forma de látigo.

En lugar de golpear a Volga con su látigo, lo que hizo fue apuntar directo a la lanza, y se la arrebató de un tirón, arrojándola después fuera de su alcance. Lejos de dejarse intimidar por esto, Volga decidió hacerse cargo de la bruja con sus propias manos. O en su caso, garras. Esta vez no transfiguró un solo brazo, sino ambos a la vez, y corrió hacia ella para desgarrarla con ellos. La bruja tomó la decisión inteligente de mantener su distancia y no arriesgarse a ponerse dentro de su alcance (que era notablemente mayor con los brazos en esa forma). Volga empezaba a enfurecerse al ver que ella no se dejaba atrapar. De pronto tuvo una idea: comenzó a correr en la dirección opuesta, y al principio Cya creyó que intentaba huir.

- ¿A dónde crees que vas? - le dijo, mientras iba tras él, pero se detuvo frente a una de las estatuas del jardín. Una que representaba al Héroe del Tiempo.

- Te encantan tus estatuas, ¿no es así? - dijo Volga, sonriendo malignamente. Cuando el caballero colocó las manos en la base, fue que Cya se dio cuenta con horror de lo que estaba planeando.

- ¡¿Qué estás haciendo?! ¡DETENTE! - gritó la hechicera, pero ya la había arrancado del suelo.

- ¡YA TE DIJE, QUE NO VOLVERÉ A OBEDECER TUS ÓRDENES! - gritó Volga, arrojándosela.

¡CRASH! Cya no tuvo más remedio que saltar hacia atrás, y la estatua se estrelló donde ella estaba apenas un segundo antes, partiéndose en pedazos. Al ver la imagen de su amado destrozada, por primera vez la hechicera comenzó a perder la paciencia. Pero Volga no se detuvo allí, de inmediato se movió hacia la siguiente y repitió el proceso. Esta vez, estando preparada, la hechicera la detuvo en el aire atrapándola en una burbuja de energía oscura, y con cuidado la movió hacia un lado para evitar que se destrozara. Volga continuó haciéndolo, y Cya estaba tan ocupada tratando de proteger sus estatuas que el caballero dragón tuvo amplia oportunidad de ir a recuperar su arma, que convenientemente había caído cerca de una de las estatuas que representaban al héroe en su encarnación del Crepúsculo, en su forma humana y de lobo lado a lado.

- No te atrevas. - le advirtió Cya.

Pero Volga no la escuchó. Con un solo movimiento de su lanza, cortó la estatua a la mitad, y la parte superior cayó al suelo haciéndose añicos. Eso fue la gota que derramó el vaso para Cya. Ahora era personal. La hechicera abrió la mano revelando los tres fragmentos de la Trifuerza, y decidió utilizar su poder para castigarlo por su insubordinación.

- Vas a pagar muy caro por eso.

Con su mano libre, la hechicera alzó su báculo mientras de nuevo invocaba varios círculos mágicos alrededor de Volga. Al principio, el guerrero no tenía idea de qué planeaba, pues los estaba invocando a cierta distancia de él, pero ninguno lo bastante cerca como para amenazarlo. Eso fue, hasta que invocó uno grande debajo de él, e hizo estallar el pilar volándolo por los aires. Volga pudo comprobar que este era tan fuerte, o tal vez más, que el que utilizó en las Cuevas de Eldin. Y esta vez había algo más. En lugar de salir completamente vertical, el pilar se generó ligeramente inclinado. La intención de esto era sacarlo volando en una dirección específica, hacia otro de los círculos mágicos. Y justo cuando voló por encima de él, Cya lo activó, y de la misma manera, lo hizo volar hacia otro, repitiendo el proceso una y otra vez, haciéndolo volar sin permitirle caer de vuelta al suelo, hasta que finalmente los agotó todos.

Para cuando terminó, Volga apenas pudo por algún milagro volver a levantarse, pero no parecía estar en condiciones para seguir peleando mucho más. Se sintió tentado a transformarse a su forma de dragón, pero hacerlo en su estado actual lo dejaría extremadamente vulnerable al hechizo de control mental de la bruja, y de ninguna manera iba a permitir eso. Antes prefería morir como un guerrero que vivir como una marioneta. La hechicera caminó hacia él contoneando sus caderas y muy confiada en sí misma, y pese a llevar su máscara, Volga pudo ver por debajo como sus labios se curvaban en una sonrisa malévola y arrogante.

- Has sido un mal sirviente, Volga. Es hora de castigarte.

- Hazlo lo peor que puedas, maldita bruja. - respondió Volga. - No podrás controlarme como la última vez. Antes de eso tendrás que matarme.

- Por mucho que me encantaría hacerlo, aún tienes algo que hacer para mí. - replicó la hechicera, alzando nuevamente su báculo.

- Quizás en mi forma de dragón me hayas podido someter, pero en esta forma, mi mente es más fuerte y disciplinada de lo que imaginas. No podrás quebrarla tan fácilmente. - espetó Volga, retándola a que hiciera el intento.

- Oh, yo no me preocuparía por eso. - dijo Cya. - Solo tendré que intentarlo... con más empeño.

Los hechizos de control mental dependían mucho de la fuerza de voluntad del receptor. Si este tenía una mente fuerte y disciplinada, tal como decía Volga, era muchísimo más difícil someterlo. Ese fue el caso la primera vez que enfrentó a él, que tuvo que atacarlo mientras estaba en su forma de dragón, lo que lo hacía más vulnerable a los asaltos mentales. Aparte de eso, la distracción de Wizzro también ayudó, pues le ayudó a distraer su enfoque ocasionalmente. Y por supuesto, cuando por fin se vio cara a cara con Link, el muchacho se resistió bastante por sí mismo, pero cuando eso no fue suficiente la protección de la bufanda que llevaba entró en acción y le hizo darse cuenta que en ese caso, sería completamente inútil. Volga, por supuesto, no contaba con esa protección adicional, y ella tenía otro método. Mucho más drástico y violento, y el efecto secundario implicaba un gran riesgo. Pero dadas las circunstancias, con eso tendría que bastar. Fijarle su propósito con unas órdenes específicas, y borrarle todo lo demás. Lo convertiría en poco más que un bersérker, y no podría estar allí para contenerlo si se salía de control, así que tenía que tener mucho cuidado en cómo le daba las órdenes.

- Podrás causar desastres a diestra y siniestra tanto como lo desees, y a cualquiera que se cruce en tu camino, mátalo sin compasión. Pero si te encuentras con el héroe, no importa lo que hagas, asegúrate de traérmelo vivo e ileso. Si no lo haces... destruiré lo poco que queda de tu mente ahora. ¿He sido lo suficientemente clara?

- Sí... mi señora. - respondió Volga. Su voz sonaba menos expresiva que antes, como si hubiese perdido todo sentido de sí mismo.

- Ahora, dirígete al Portal de las Almas. - dijo Cya. - Ve a la era del cielo, y tráeme al héroe a toda costa. Deshazte de sus estúpidos amigos por cualquier medio, pero a él me lo traerás con vida.

Sin decir una palabra más, Volga asumió su forma de dragón, y aleteando con fuerza alzó el vuelo, mientras se lanzaba a toda prisa hacia donde se encontraba el susodicho portal. Cya sonrió con satisfacción. Ya puesto en marcha, Volga haría bien su trabajo. Después de enterrarle ese solo pensamiento y cuál era su misión, ella estaba segura de que así lo haría.

- Ahora... solo tengo que preparar algunas cosas. Lana... creo que es tiempo de que vaya a saludarte... personalmente.

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Un poco después, frente al Portal de las Almas...

Cya y Volga ya se encontraban listos para partir, posicionados frente al misterioso portal que los llevaría, a él a la primitiva época del cielo, y a ella a la caótica época del crepúsculo. El caballero dragón solo esperaba las órdenes de su ama para partir, pero esta se encontraba callada, pensativa y sin poder apartar la mirada del frente.

No había duda que a la princesa la detestaba con su vida y con todas sus fuerzas, quería verla padecer y morir en sus propias manos por todo lo que le había arrebatado, sin embargo, en este último tiempo sentía deseos de sacar a otro estorbo del camino, Lana. No comprendía cómo la muchacha, siendo tan insignificante, pudo haberse originado de ella, quien era tan poderosa y superior en todo sentido... aunque al parecer, esa supuesta carencia de la hechicera blanca no le impidió lograr algo que ella desde siempre había deseado, lo cual no era más que estar cerca del héroe que tanto deseaba.

Hasta ahora, todo lo que había hecho no había servido para tener alguna cercanía, mucho menos una amistad, pero Lana pudo hacerlo, simplemente mostrando la bondad que la caracterizaba, y con eso tuvo el privilegio de intercambiar algunas palabras y recibir alguna de sus cálidas sonrisas... ¿Y ella qué había recibido? Sólo su odio por la guerra que estaba causando y su desprecio cuando intentó hacerlo suyo.

Ante todo ese análisis, Cya se dio cuenta que tenía una rival más, una que la opacaba por completo a pesar de su insignificancia, y con quien debió acabar desde la primera ver que nació frente a sus ojos. Nadie más que ella tenía el derecho de estar cerca de Link, ni Lana, ni mucho menos la princesa lo tenían... Nadie.

- En marcha, Volga. - ordenó Cya, saliendo de sus pensamientos.

El caballero dragón no dijo nada, sólo traspasó el portal junto con su ama, con solo una idea fija en su mente: cumplir con la misión que le fue encomendada, por cualquier medio. Ya no había vuelta atrás, para ninguno de ellos.

Esta historia continuará...

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