Capítulo 7: Tierra de los mitos Parte II
"A su llegada a la era del Héroe del Tiempo, la misión de la búsqueda del Portal de las Almas tuvo que ser dejada en segundo plano momentáneamente. Impa, Azael y Sheik pronto se vieron involucrados en una escaramuza entre Gorons y Zoras, quienes inexplicablemente se habían enfrascado en una batalla luego de que el jefe Goron, Darunia, había invadido el Dominio Zora y secuestrado a la princesa Ruto.
Convencidos de que lo ocurrido tenía que ser obra de Cya, Impa y su grupo se ofrecieron a infiltrarse en la ciudad Goron para investigar y resolver el misterio tras este conflicto. Una vez allí, se encontraron con una Zelda aparentemente consumida por el mal, quién estaba controlando a los Gorons para sembrar la discordia. No obstante, los Sheikahs estaban seguros de que tenía que tratarse de una impostora, y tomaron la determinación de exponerla.
Tras lograr que Darunia recobrase el sentido, y de rescatar a la Princesa Ruto, el siguiente curso de acción fue dirigirse al Dominio Zora para aclarar los malentendidos, y calmar las tensiones entre Gorons y Zoras. A partir de ahora, todos tendrían que luchar en el mismo bando contra un enemigo en común. Impa tenía muy claros sus objetivos: exponer a la falsa princesa Zelda, sellar el Portal de las Almas, y calmar cualquier discordia en esta época para evitar repercusiones en el futuro. Una vez que volvieran a su época, centrarían su atención en detener a Cya de una vez y para siempre..."
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Dominio Zora, en el año 20XX...
Después de sacar de su prisión a la princesa Ruto, Darunia y el trío Sheikah decidieron escoltarla de regreso a su hogar. "Escoltarla" era sólo una expresión, pues ella insistió en que Darunia "asumiera responsabilidad" por sus actos y la llevara sobre el hombro para ahorrarle la caminata. El jefe Goron admitió que al menos en esa parte ella tenía razón, así que no se atrevió a protestar. Sin embargo, todos estaban de acuerdo en una cosa: tener que escuchar las quejas de la orgullosa princesa Zora todo el camino era algo que definitivamente no necesitaban. Azael incluso le susurró por lo bajo a Impa preguntándole si realmente habían tomado la decisión correcta al rescatarla, lo cual infortunadamente llegó a los oídos de Ruto y sólo hizo que se sintiera insultada y comenzara a protestar aún más.
Cuando estaban llegando al Dominio, la guardia de los Zoras se estaba preparando para otro intento de rescate. Se sorprendieron enormemente de ver cuando vieron que su princesa estaba sana y salva, y estaban algo aprehensivos de ver que el jefe Goron la estaba trayendo de regreso, pues aún recordaban claramente cuando invadió sus dominios y se la llevó. Su reacción inmediata casi fue lanzarse contra el secuestrador, de no ser porque la princesa se bajó y les dijo que se detuvieran para explicarles personalmente (aunque no sin hacer algunos comentarios al respecto) que Darunia no estaba en sus cabales. Aclarado el malentendido, solicitó una audiencia con su padre, el rey de los Zoras, pues era tiempo de contarle la situación. Atravesaron la entrada a través de la cascada, pues Impa, como sirviente de la familia real, conocía dicho pasaje.
Estando adentro, pudieron ver que los Zoras todavía intentaban reparar los daños que evidentemente causó la irrupción del jefe Goron en su territorio, quien obviamente no se sentía nada orgulloso de lo que hizo. Y de hecho, otra cosa sorprendente era el hecho de haber entrado en un lugar tan cercano al agua, que los Gorons preferían evitar, pues no eran exactamente muy buenos nadadores (literalmente, se hundirían como piedras).
- Qué gran entrada debiste hacer. - comentó Azael viendo los destrozos.
- Recuérdenme que después de esto tengo que ayudar a reparar los daños. - replicó Darunia, todavía muy apenado por lo que hizo.
Minutos más tarde, la princesa Ruto bajó desde unas escaleras que llevaban al nivel superior del dominio, y se dirigió a los visitantes.
- Mi padre accedió a recibirlos ahora. - les dijo.
- Excelente, entre más pronto podamos explicarle todo, será mejor. - dijo Impa.
El Goron y los tres Sheikahs siguieron a la princesa Zora escaleras arriba. El pasaje, que afortunadamente era lo bastante ancho para que Darunia pudiese atravesarlo, llevaba hacia la sala del trono del rey Zora, que ya se encontraba allí, esperándolos.
El padre de Ruto no podía lucir más diferente de su hija. Para empezar, casi igualaba en tamaño a Darunia, excepto que más que verse "musculoso", la única palabra para describirlo era "gordo", tan voluminoso que de no ser por el manto que llevaba puesto no habría manera de distinguir donde terminaba el cuerpo y empezaba la cabeza. Su cara era más parecida a la de un pez, y sus brazos y piernas eran desproporcionalmente mucho más delgados, al punto que no parecían capaces de sostenerlo si se pusiera de pie y tuviera que caminar.
- Padre, ellos son los Sheikahs de los que te hablé. - dijo Ruto.
- Ya veo. - dijo el rey con voz profunda. - No tienen idea de lo mucho que aprecio que hayan salvado a mi hija. Tienen toda mi gratitud.
- Su Majestad. - dijo Impa inclinándose respetuosamente. - Mi nombre es Impa. Soy una descendiente de la sirvienta de la familia real de Hyrule, con quien comparto nombre. Ellos son mis subordinados, Azael y Sheik.
- Lo que vamos a contarle puede parecer increíble, pero hemos venido desde el futuro. - explicó Azael. - Hay una hechicera, de nombre Cya, en nuestra época que logró apoderarse de la Trifuerza, y usando una puerta en el tiempo conocida como el Portal de las Almas, está provocando el caos no sólo en nuestra época, sino también en la suya.
- Ahora que lo mencionan, muchas cosas extrañas han estado ocurriendo en los últimos días. - dijo el rey Zora. Su tono denotaba que se inclinaba a creer en las palabras de los visitantes. - El Templo del Agua en el Lago Hylia también se ha visto invadido de monstruos, desde que su guardiana no ha estado presente.
- ¿Su guardiana? - preguntó Azael.
- Soy yo. - dijo Ruto. - Cuando el Héroe del Tiempo se enfrentó a la encarnación del mal, fue elegida como la Sabia del Agua, así que mi deber era actuar como guardiana del Templo del Agua. Los sabios asumimos el deber de mantener a raya al mal cuando el Héroe del Tiempo partió de estas tierras en un viaje personal.
- Todo comienza a encajar entonces. - dijo Impa. - Cya sin duda sabe que la mejor manera de provocar el caos es remover la protección que dan los Sabios en los templos. Y al mismo tiempo, al ponerlos a ustedes en contra, distraería nuestra atención del verdadero objetivo, el Portal de las Almas.
- Lo cual explica el por qué me utilizó a mí para esto. - dijo Darunia. - Quería sembrar la discordia.
- Lady Impa, si tienen un curso de acción, ahora sería un buen momento para ponerlo en marcha. - dijo el rey Zora.
- Ya que aún no estamos seguros de donde se encuentra el Portal de las Almas que estamos buscando, lo mejor que podemos hacer por ahora es restablecer la protección en el Templo del Agua. - dijo Impa. - Tenemos que sacar a los monstruos que lo invadieron.
- Si necesitan tropas, las mías estarán a su disposición. - dijo el rey.
- Si piensan retomar el control del Templo del Agua, entonces yo también iré. - dijo Ruto.
- Pero, Ruto...
- Sin peros, padre. - dijo la princesa Zora. - Ese templo es mi responsabilidad, además, en las profundidades, está el tesoro de nuestra familia real, el cual podría resultarnos de utilidad. Tenemos que asegurarnos de que no caiga en las manos equivocadas.
Los Sheikahs se miraron un poco entre ellos. De pronto el semblante de la princesa Ruto había cambiado por completo, mostrándose menos caprichosa y de pronto más madura y seria. ¿Sería porque estaba frente a su padre, o porque entendía la gravedad del asunto al que se enfrentaban?
- De acuerdo. - dijo el rey. - Mi hija los acompañará. Cuento con ustedes para que cuiden de ella.
- Déjelo en nuestras manos. - dijo Azael.
A pesar de sus reservas respecto a permitir que la princesa de los Zoras los acompañara, no se atrevieron a contradecir al rey. En aquel momento necesitarían toda la ayuda posible y no podían permitirse que se las fueran a retirar por una estupidez como esa. Y en cuanto a la búsqueda del Portal de las Almas... Sheik ya tenía en mente algo más. Si podía forzar a la impostora que se estaba haciendo pasar por la princesa Zelda a salir de su escondite, tal vez podrían obligarla a que los guiara hasta su objetivo. La pregunta era, ¿de qué manera podrían exponer su verdadera identidad?
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Horas más tarde...
Hordas de monstruos pululaban por doquier los alrededores del Lago Hylia, buscando asegurarse de que nadie pudiese entrar en él. El Templo del Agua se encontraba en todo el centro, pues había sido construido como una estructura subterránea, y la única manera de entrar en él era a través de la entrada que se encontraba bajo las profundidades del lago. Ruto, al ser una Zora, podía entrar en él sin problemas gracias a la adaptación acuática de su especie, pero para cualquier otra persona, eran necesarios los medios para respirar bajo el agua.
El plan para retomar el templo del agua involucraba atacar por varios frentes para que Ruto pudiese entrar en el templo. La princesa Zora insistió en que una vez estuviese dentro ella podría ocuparse de todo por sí misma, pero su padre, no queriendo permitir que fuese sola, sólo accedió a prestarles las tropas con la condición de que al menos alguien acompañara a Ruto, para cuidarle las espaldas. Siendo que la orgullosa princesa rechazó la protección de sus propias tropas, Sheik se ofreció como voluntario para esta tarea. Sorprendentemente, Ruto accedió, argumentando que había "algo" en el joven Sheikah que le inspiraba confianza, rehusándose a entrar en mayores detalles al respecto. Eso era algo que sólo se sabía dentro del pequeño círculo que formaban los Sabios.
Darunia reunió a sus congéneres en la Ciudad Goron para relatarles lo que estaba sucediendo, y se trajo consigo a los mejores y más fuertes de sus hermanos para la ofensiva frontal. Impa y Azael se unirían a ellos para ayudar en la estrategia, pues como comandantes de su propio ejército tenían mucha más experiencia en esa área. Ahora, se estaban movilizando hacia la entrada principal que llevaba al lago Hylia. Su papel en esta batalla era relativamente muy simple: aparte de la obvia tarea de acabar con tantos de los monstruos como fuese posible, distraerían la atención del otro frente.
En la parte más profunda del Dominio Zora había una serie de cavernas heladas que formaban un pasaje, el cual llevaba hacia el Lago Hylia también, pensado originalmente como una ruta de escape en caso de emergencias, o en este caso, una vía para dirigir las tropas de los Zoras hacia el lago y actuar como un refuerzo una vez que iniciara la escaramuza. La Princesa Ruto iba con ellos, al igual que Sheik, y atravesarían el pasaje para llegar a su objetivo. Aparte de restaurar la protección del Templo del Agua para echar a los invasores, Ruto les había informado que dentro del templo se encontraban unas armas que podrían resultarles de utilidad.
Mientras caminaban, Ruto no pudo evitar echarle una mirada a Sheik, que no parecía perturbado en lo más mínimo por la baja temperatura de la caverna. Por supuesto, los Zoras al ser criaturas acuáticas estaban más que acostumbrados a ese tipo de condiciones. Pero Sheik no llevaba lo que pudiera llamarse, mucha protección para el frío.
- Sheik... ¿dijiste que ese era tu nombre? - preguntó Ruto, claramente ya aburrida por el silencio.
- Lo es. - respondió el Sheikah.
- Hace muchos años... también conocí a alguien que usó ese nombre. - dijo Ruto. - Y tú y tus amigos... dijeron que provienen desde el futuro, ¿no es verdad?
Sheik solamente se limitó a mirar de lado, pero por la mirada en sus ojos podía intuir a donde quería llegar Ruto con eso.
- Esta no es tu verdadera identidad... ¿cierto? - dijo Ruto, en voz baja para que nadie más pudiera oírla.
Sheik tuvo un ligero respingo al oír las palabras de Ruto, pero aun así mantuvo el control de sí mismo. ¿Sería posible que la princesa Zora hubiera visto a través de su disfraz?
- No tienes nada de qué preocuparte. - prosiguió. - Entiendo que lo haces por una razón, y creo tener una idea de cuál puede ser.
Sheik volvió a mirar a la princesa Zora. Extrañamente, su expresión ya no denotaba esa altivez que la caracterizaba, y parecía ser sincera en sus palabras, muy diferente de su primer encuentro. No pudo evitar preguntarse, ¿cuál era la verdadera Ruto?
- Dime una cosa... ¿cómo es el héroe de su época? - preguntó Ruto, al parecer por cambiar el tema.
- ¿Por qué lo preguntas? - dijo Sheik. Se sintió más cómodo para hablar al ver que la conversación no iba dirigida a él.
- Sólo... curiosidad. - dijo Ruto. - Por saber si es como el que yo conocí. Desde tiempos antiguos, sabemos que cuando la oscuridad amenaza a esta tierra, un héroe surgirá para hacerle frente. Eso significa que en su tiempo también ha surgido una amenaza, ¿no es así?
- Estás en lo correcto. - dijo Sheik. - Pero en nuestro caso es diferente. La hechicera que causó esto, Cya, actuó intencionalmente para provocar el caos, y obligar a Link a que despertara como el héroe.
- Link... así que hasta comparte el mismo nombre. - dijo Ruto, sonando bastante interesada en esto último. - Pero aún no has respondido a mi pregunta.
- No tengo mucho que decir. - dijo Sheik. - Link es un digno portador del espíritu del héroe. No existe duda de su gran valor, y que siempre está dispuesto a sacrificar todo por ayudar a otros sin esperar nada a cambio.
- Eso suena mucho como nuestro Link. - dijo Ruto. De pronto su expresión se tornó nostálgica. - Hace mucho tiempo desde la última vez que lo vimos. Decidió irse en un viaje personal, y prometió que algún día regresaría... pero la princesa Zelda se cansó de esperar y hace unos meses decidió ir a buscarlo por su cuenta. No hemos sabido de ninguno de los dos desde entonces.
Sheik al ver la expresión de Ruto, no supo qué decir. La mayoría de los registros históricos posteriores a la batalla del Héroe del Tiempo se habían perdido, y los pocos que quedaron apuntaban a que la princesa de su tiempo se fue de esa tierra para nunca regresar. En cuanto al héroe... no se sentía con ganas de decirle que tal vez había sufrido un terrible destino.
Aunque quisiera seguir la conversación, en aquel instante el capitán de los Zoras avisó que habían llegado al final de la caverna. Era un callejón sin salida, a excepción del pasaje a través del agua que conectaba con el lago Hylia, y esa era su ruta para llegar hasta ese lugar, y al Templo del Agua. Las tropas Zoras comenzaron a zambullirse uno tras otro, hasta que les llegó el momento a Ruto y Sheik.
- ¿Estás seguro de poder arreglártelas? - preguntó la princesa Zora.
- Tengo mis recursos. - aseguró Sheik.
El joven sacó un extraño objeto, que lucía como una especie de amuleto, y apropiadamente, se lo colocó en el cuello. La princesa de los Zoras lo miró con interés: parecía una especie de joya azul-verde, cuya forma era muy similar a las de las escamas de su especie, excepto que por supuesto era mucho más grande. Sheik la sujetó con su mano por un momento y se concentró, como si la preparara para algo. Al voltearse, vio la mirada curiosa de Ruto, y con una sola mirada descifró lo que quería preguntarle.
- Una escama de Dragón Acuático. - dijo Sheik. - Se dice que provino directamente del espíritu guardián Farone, hace miles de años. Tiene sus limitaciones, pero es útil para atravesar el agua.
- Como digas. - dijo Ruto.
Eso resolvía el problema de atravesar ese pasaje para Sheik. Aunque admitiéndolo, Ruto se sentía algo decepcionada, pues una parte de ella prefería poder liberarse de su "guardaespaldas". Resignada, Ruto se zambulló dentro del pasaje. Sheik tomó un profundo respiro, aunque realmente no lo necesitara. La escama estaba encantada para darle un suministro de aire continuo a su portador por poco más de un par de horas, antes de tener que "recargarse". Atravesar ese pasaje hacia el lago no tomaría ni siquiera la mitad de ese tiempo.
Por ahora, todo lo que le quedaba por hacer, era confiar en que los otros hicieran su trabajo, en distraer la atención del enemigo, para que estuvieran demasiado ocupados para que se dieran cuenta de lo que planeaban.
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Exterior del lago Hylia, al mismo tiempo...
Las tropas de los Gorons literalmente se echaron a rodar todo el camino desde la Montaña de la Muerte, atravesando las llanuras, y deteniéndose apenas frente al pasaje de entrada hacia el lago. Darunia, junto con Azael e Impa, ya se habían adelantado para hacer algo de reconocimiento preliminar, para evaluar las fuerzas del enemigo. Al terminar, el jefe Goron pudo darse cuenta que los superaban ampliamente en número, pero Azael e Impa no se veían nada intranquilos por esto.
- Hay demasiados de ellos. - dijo Darunia. - Están alrededor de todo el lago.
- Tal vez, pero es lo único que tienen, superioridad numérica. - dijo Impa.
- Y no es nada que no hayamos enfrentado hasta ahora. - dijo Azael.
Efectivamente, entre las tropas enemigas no veían ninguna criatura contra la que no hubiesen peleado hasta ese momento. Stalfos, Bokoblins, Poes... para estas alturas ya conocían las debilidades de todos ellos y como derrotarlos de la manera más efectiva.
La única potencial complicación era el hecho de que, aparte de sus enemigos terrestres, el movimiento de ondas en el agua indicaba actividad en ella. Por supuesto, tenía sentido que estuviesen custodiando los alrededores del Templo del Agua. Esa parte sin duda tendrían que ocuparla los Zoras. Aparte, el objetivo secundario de este ataque, era intentar hacer salir a la Princesa Zelda falsa de su escondite.
- Los Zoras llegarán en cualquier momento. - dijo Impa.
- Ya todos mis hermanos están aquí. - dijo Darunia, echándose al hombro su gran martillo.
- ¿Pues a qué estamos esperando? - dijo Azael.
Impa estuvo de acuerdo, eso era todo lo que necesitaban. Una sola palabra de su jefe, y los Gorons entrarían en acción. Ya estaban en posición, no tenía sentido esperar más. Darunia alzó su martillo en alto y lo prendió en llamas para lanzar una pequeña explosión al aire.
- ¡HERMANOS GORONS, A LA CARGAAAAAAAAAA!
La tierra comenzó a retumbar cuando los Gorons empezaron a movilizarse, tan rápido como les permitieran sus masivos cuerpos, hacia los alrededores del lago. Los monstruos, alarmados, inmediatamente levantaron sus armas y fueron a su encuentro. Impa, Azael y Darunia tampoco perdieron el tiempo y fueron a unírseles al instante, empuñando sus propias armas para darles una lección.
El primer grupo de Gorons se encontró de frente con una línea defensiva compuesta enteramente de Stalfos, comandados por dos particularmente grandes, cuyos cascos evocaban coronas, como si fuesen símbolos de autoridad. Los Stalfos pequeños rápidamente cayeron despedazados por los puñetazos de los Gorons, si es que no terminaban primero aplastados por sus pisotones, antes de tener oportunidad siquiera de alzar sus armas contra ellos. Los dos grandotes pusieron una mejor pelea, pero como los Gorons eran más resistentes a las armas, su intento tampoco hizo gran cosa. A uno de ellos un Goron le arrancó la enorme espada (con todo y mano) y la usó para destrozarle el cráneo con repetidos golpes, hasta que se desplomó por completo. El segundo no corrió con mejor suerte, pues terminó recibiendo un golpe directo de un Goron rodante que literalmente demolió su caja torácica y esparció sus otras partes por todo el lugar.
A su vez, las tropas de Bokoblins intentaban proteger el perímetro alrededor del lago, apenas oponiendo una mayor resistencia a los golpes que sus camaradas huesudos. Sin embargo, tampoco ellos eran rival para la superior fuerza física de los Gorons. Lo único que necesitaban hacer era agarrar a uno de ellos y arrojarlo hacia sus congéneres. Algunos iban más allá, sin conformarse con quitarles sus armas (que para ellos era comparativamente demasiado pequeñas, como si fueran juguetes), en vez de eso, preferían usarlos como garrotes, y azotarlos contra sus compañeros. Pronto el lugar se llenó de Bokoblins voladores, y algunos de ellos tuvieron la mala suerte de ir a caer en las aguas del lago. Al no estar precisamente adaptados, no pudieron más que ponerse a chapotear tratando de evitar ahogarse, a la vez que buscaban la manera de alcanzar la orilla para salir de allí. Entretanto, los que todavía seguían en pie, todavía eran lo suficiente tontos como para lanzarse en montón contra sus enemigos, y terminar de la misma manera.
Los únicos que remotamente representaban un problema para los Gorons, eran los Poes. Al tratarse de enemigos espectrales, con la capacidad de hacerse invisibles e intangibles, con eso lograban evadirse la fortaleza física de los Gorons. Por fortuna, los dos Sheikahs se encontraban allí para contrarrestar esta desventaja. Aun si pudieran evadir los ataques físicos de los Gorons y las armas ordinarias, Azael e Impa contaban con la magia de su lado para sobrepasar esa desventaja. Si bien no eran tan expertos en hechizos elementales como Lana o la Princesa Zelda, podían aprovecharlos para reforzarse a sí mismos y a su armamento. Y especialmente, ahora que no tenían ningún motivo para contenerse, a diferencia del duelo que tuvieron con Darunia, decidieron tomar ventaja de sus habilidades al máximo.
Azael fue el primero en lanzarse, hacia un grupo particularmente grande de Poes. Los espectros no perdieron un instante en comenzar a rodearlo, pero el subcomandante inmediatamente respondió canalizando su energía hacia el hacha de su alabarda. Pero esta vez, lo hizo de una manera distinta: el hacha, en vez de adquirir el brillo platinado normal que mostró en la pelea con el jefe Goron, se tornó en un azul-blanco que al cabo de unos segundos comenzó a emitir pequeños destellos eléctricos. Estos se hicieron más intentos por momentos, y el guerrero Sheikah hizo un giro completo a su alrededor cuando los Poes, creyendo que estaban a salvo con su intangibilidad, se le acercaron, sólo para recibir un violento hachazo eléctrico que los cortó a la mitad, haciendo que desaparecieran con un chillido, y un estallido de humo fantasmal.
Impa a su vez, transfiguró su gran espada a su forma de naginata, adoptando el estilo de combate de su compañero. Igual que con Azael, los fantasmas comenzaron a rodearla intentando evidentemente sofocarla con sus números. Grave error, pues Impa no tenía fama de "ejército de una sola mujer" entre los caballeros de Hyrule por nada, incluso superior a Azael en cuestión de habilidades generales. Sin embargo, la comandante optó por deshacerse de los espectros uno por uno. Al concentrar su energía mágica hacia la punta de la naginata, esta se puso al rojo vivo, y cuando los Poes comenzaron a acercarse, recibió a cada uno con una rápida y precisa estocada. Cada uno de ellos estalló en una pequeña explosión de fuego, ardiendo y chillando por unos momentos antes de consumirse por completo y no dejar más que un rastro de cenizas.
Al mismo tiempo, el jefe de los Gorons no pudo evitar quedarse observando a la pareja de Sheikahs. Eran realmente habilidosos en combate, incluso contra semejantes números. Entre lo que le contaron después de liberarlo de aquel hechizo de control mental, y algunas imágenes vagas de lo que sucedió mientras estaba siendo manipulado, aparte de estarlos viendo ahora, se dio cuenta de que fue muy afortunado de que hubiesen elegido ayudarlo en lugar de acabar con él, y de tenerlos como aliados. Poniendo a uso su fuerza superior y su poderoso martillo, Darunia decidió encargarse de los enemigos más grandes que pudo encontrar, sin limitarse a un grupo en específico. Empezó por enfrentarse a un Stalfos gigantesco, que parecía ser el más grande de todos los que había en el lugar. El enorme esqueleto cometió el error de elegirlo como su oponente, y comenzó a atacarlo con un hacha gigantesca. Darunia bloqueó sus ataques con su martillo sin dificultad alguna, y lo primero que hizo con él fue darle un golpe directo a la rodilla que le partió toda la pierna derecha. Al no sentir dolor estos seres, tardó un poco en darse cuenta que le faltaba el miembro, y no pasó mucho antes que intentara moverse con la que le quedaba, hasta que finalmente cayó hacia un lado por su propio peso. Viendo en esta su oportunidad, Darunia volvió a alzar el martillo, y lo dejó caer pesadamente sobre la cabeza del esqueleto, triturándola completamente.
El asalto terrestre estaba dando resultado, y durante ese tiempo, los Zoras comenzaron a llegar a través del pasaje. No obstante, cuando llegaron a las aguas del Lago Hylia, se encontraron con que el camino hacia la entrada del Templo del Agua no estaba del todo exento de obstáculos. Quienquiera que hubiese invadido el lugar, sin duda pensó en todo, pues todo el lago estaba plagado de criaturas acuáticas muy desagradables, incluyendo Octoroks, una especie de pulpos de cabeza y ojos enormes, y que tenían por costumbre escupir a cualquiera que se metiera en sus territorios.
- ¡Escuchen todos, tenemos que despejar el camino para la Princesa Ruto! - declaró el capitán de los Zoras.
Todos los demás inmediatamente se dispersaron para hacerle frente a las criaturas, que no tardaron en percatarse que su dominio estaba siendo perturbado. Pero desafortunadamente para ellos, los Zoras eran mucho más competentes en el combate debajo del agua que en tierra. Para empezar, podían moverse en cualquier dirección sin límite alguno, y con eso podían rodear a su enemigo literalmente por todos los ángulos posibles. El capitán iba a la cabeza de todos, sujetando su lanza y clavándosela justo en medio de los ojos al primer Octorok que tuvo la osadía de acercársele. Los demás pronto siguieron su ejemplo, eligiendo sus objetivos cuando estos comenzaron a alarmarse y se movieron para interferir en su camino.
Ruto y Sheik fueron los últimos en salir del pasaje, y la princesa Zora se sorprendió bastante de ver el desorden que se armó cuando sus tropas comenzaron a pelear con las criaturas del lago.
- Debí imaginar que no sería tan sencillo. - dijo Ruto. - Bueno, no tiene sentido quedarse esperando aquí. Vamos, el templo nos espera.
Ruto comenzó a nadar tan rápido como podía, con Sheik detrás de ella, dirigiéndose hacia la estructura que había en el centro del fondo del lago, que obviamente era la entrada hacia el Templo del Agua. La princesa Zora se sorprendió de que un humano fuese capaz de seguirle el paso, pues Sheik hacía un esfuerzo por no quedarse atrás de ella. Ya casi llegaban, pero cuando estaban a punto de alcanzar su objetivo, apareció un Octorok gigantesco, que hasta ese momento había estado disfrazado como una enorme piedra hundida, con toda certeza custodiando la entrada del templo por si alguien intentaba entrar. Ruto y Sheik se apartaron de su camino cuando este aspiró y les lanzó su escupitajo.
- ¡Princesa! - gritó el capitán Zora al ver a la bestia recién aparecida.
Algunos de los Zoras inmediatamente dejaron lo que hacían para acudir en ayuda de su princesa, pero descubrieron de la manera difícil que la piel de este Octorok gigante era mucho más dura que la de sus congéneres más pequeños, y sus armas no podían penetrarla con facilidad. Para empeorar las cosas, comenzó a girar creando un vórtice que alejó a todos de él, especialmente a Sheik y Ruto, que aún no podían acceder al templo mientras ese centinela estuviese allí cuidando la entrada.
La magia y las habilidades de Sheik podrían resultar útiles luchando en tierra firme, pero bajo el agua era otra historia. Si las armas de los Zoras eran poco efectivas, las de él no harían una mayor diferencia. Podría intentar salir del agua para tocar su lira e invocar la canción para la tormenta de rayos, pero eso equivaldría a darles un choque eléctrico a todos los Zoras a la vez y eso no era una opción. Sin embargo, la princesa tenía ya su propio plan para lidiar con este estorbo.
- ¡Escuchen todos, aléjense de la entrada al templo! - les gritó con voz autoritaria. - ¡Yo misma me encargaré de esta bestia!
- ¡Pero, Princesa...!
- ¡Sin peros! ¡Es una orden, aléjense! - insistió Ruto. Luego se dirigió a Sheik - ¡Y eso va para ti también!
Sheik no estaba seguro de qué tenía planeado la princesa Zora, pero no quiso cuestionarla, de todas maneras no podía hacer mucho en su estado actual. Pero a pesar de su tono autoritario, Ruto sabía perfectamente que eso era por su propio bien. Una de las habilidades que le fue otorgada al convertirse en la Sabia del Agua, fue la capacidad de, estando dentro del agua, generar un campo bioeléctrico a su alrededor, que podía utilizar para defenderse de potenciales amenazas. Sumado a eso, era la mejor nadadora de todo el dominio Zora. Esa sería una combinación letal para ese Octorok gigante, que estaba a punto de lamentar haberse cruzado en su camino.
- Aquí voy.
Una vez que Sheik y todos los soldados Zoras se alejaron a distancia segura, Ruto salió disparada hacia el gigantesco pulpo, comenzando a emitir el campo bioeléctrico, el cual se manifestaba como un aura de energía azul claro brillante a su alrededor. El pulpo trató de defenderse escupiéndole, pero Ruto era mucho más veloz, se había convertido en un torpedo vivo. Empezó por girar un poco a su alrededor para desorientarlo y al mismo tiempo ir ganando velocidad, hasta que bruscamente se lanzó de frente hacia él para golpearlo. El impacto sirvió para aturdirlo por un momento, pero la princesa Zora aún no terminaba. Tenía aún un par de trucos bajo la manga con esa habilidad, y se moría por ponerlos a prueba.
Cuando el Octorok gigantesco se repuso del ataque, intentó generar el vórtice de nuevo para repelerla. Ruto respondió comenzando a nadar en la dirección opuesta para contrarrestarlo, y cuando finalmente lo neutralizó, se dispuso a emitir de nuevo el campo bioeléctrico, sin dejar de continuar dando vueltas alrededor de él. Desde afuera, los otros Zoras y Sheik se dieron cuenta de lo que estaba haciendo: estaba electrificando el agua a su alrededor con el campo, y además de eso, estaba utilizando las aletas de sus brazos para redirigir algo de la energía bioeléctrica concentrada hacia el centro del círculo, dicho de otra manera, le estaba dando punzadas eléctricas una tras otra para ir agotándolo poco a poco. Lento pero seguro, estaba funcionando.
Finalmente, al alcanzar su máxima velocidad aumentó de golpe el campo eléctrico y se lanzó de frente para darle el golpe final. Hizo un impacto directo justo en medio de los ojos del Octorok, descargando toda la electricidad en él de un sólo golpe. El choque fue mucho más fuerte que el anterior que solamente lo aturdió, y empezó a convulsionarse, hasta que finalmente dejó de moverse, y flotó hasta ponerse boca arriba.
- Eso te enseñará. - dijo Ruto, satisfecha. - ¡Encárguense de todo aquí! ¡Y tú, acompáñame dentro del templo!
El último llamado era para Sheik, quien inmediatamente siguió a Ruto hacia la entrada del templo. La princesa Zora sin duda se sentía en su elemento. Podría parecer algo mandona y caprichosa, pero al menos demostraba ser más competente de lo que su primera impresión podría haberle hecho pensar. Al menos, dentro del agua lo era. Con el Octorok gigante fuera del camino, los Zoras podrían encargarse del resto de los que plagaban el lago. Ahora, ella tenía trabajo qué hacer para recuperar el control de su templo.
Afortunadamente para Sheik, el resto del templo tenía el nivel de agua bajo, así que en caso de que se encontraran con algo en ese lugar, podría hacerle frente por sus propios medios. La Escama de Dragón Acuático emitió de nuevo un resplandor apenas salió del agua, indicativo de que comenzaba de nuevo a recolectar partículas de aire, después de haber agotado parte de su capacidad. La princesa Zora miró a su alrededor, y al menos hasta donde alcanzaban a ver sus ojos, nada parecía haber sido perturbado dentro del templo. Eso le daba mala espina, ¿por qué iban a custodiar la entrada del lugar si adentro no había nada que a ellos les importara proteger?
- ¿Hacia dónde nos dirigimos? - preguntó Sheik.
- La sala sagrada del templo se encuentra en el tercer nivel. - dijo Ruto. - Una vez allí, podré restaurar la protección. Pero antes de eso...
Ruto le indicó a Sheik que la siguiera. Desde la sala central, podían verse los tres niveles del templo, y en el medio de todo, una especie de torre con puentes estrechos hacia las zonas de los niveles superiores. Entraron en ella, y el joven Sheikah vio una marca en el suelo, en una enorme baldosa de color azul, cuyo símbolo reconoció claramente: era la marca de los Sabios del Agua. Ruto se colocó en este lugar, y se agachó para examinarlo por un momento, palpándolo y enfocándose.
- El sello permanece intacto... - dijo Ruto. - De todas maneras, es mejor que lo verifique personalmente. Espérame aquí.
Sheik asintió, y se echó para atrás para dejar que Ruto hiciera lo que tuviera que hacer. Se concentró profundamente y unos segundos después, la baldosa con la marca de los sabios comenzó a resplandecer, y a desplazarse, hasta abrir un pasaje. Debajo de él, Sheik sólo pudo ver agua, pero de todas maneras, eso para Ruto no sería un problema. Ahora entendía el por qué le decía que esperara.
La princesa Zora se zambulló y comenzó a nadar a través de un largo pasaje. Este daba hacia una cámara secreta que no era parte de la estructura original del templo. Ella, con ayuda de sus compañeros sabios la había construido para resguardar esa reliquia sagrada de la que hablaba, tesoro de la familia real Zora. Al salir del otro extremo, la cámara se iluminó ante su presencia, mostrando frente a ella un pedestal, con una urna de vidrio que contenía un peculiar objeto. Era un cetro de color azul, alargado y delgado, y en cuyo extremo había una gema blanca cubierta de picos. Apenas tocó la urna con su mano, esta se desvaneció en el aire, permitiéndole a Ruto tomarlo, sintiéndose bastante satisfecha de tenerlo en sus manos. Con su tarea completada, regresó por donde vino a toda prisa.
Sheik había permanecido en ese lugar todo el rato, y a la princesa le pareció detectar una chispa de sorpresa en sus ojos cuando volvió, evidentemente debido al arma que traía consigo.
- ¿Sorprendido? Este es el tesoro de familia. - dijo Ruto. - El Cetro de Hielo, un arma imbuida con magia capaz de congelar cualquier cosa. Su resplandor va bien con mi complexión, ¿no estás de acuerdo?
Sheik permaneció en silencio, mientras sólo miraba como Ruto alzaba el cetro y probaba un poco su poder, como para acostumbrarse a él. Si la situación no fuera tan seria, casi podría pensar que Ruto se sentía como una niña con juguete nuevo.
- Ahora, a lo que vinimos. - dijo Ruto.
Aparte de la baldosa con la marca de los sabios, en esa habitación había una especie de plataforma en todo el centro. Ruto le indicó a Sheik que se parara en ella, mientras invocaba sus poderes. Debajo de ellos comenzó a subir el nivel del agua, pero la plataforma donde se encontraban flotó sobre la superficie del agua, mientras ascendían hacia los niveles superiores del templo. Allí lo comprendió: esa torre era una especie de "elevador para visitantes" pues no había escaleras u otra manera de llegar a los niveles superiores del templo sin ayuda de Ruto, que al ser la Sabia del Agua y guardiana de ese templo era la única que podía hacerlo, a menos que fueses un Zora o tuvieses algún medio para respirar y moverte bajo el agua.
O al menos, eso era lo que creían...
Al llegar al nivel superior, mientras se dirigían hacia la sala sagrada del templo para restaurar la protección, antes de cruzar el puente fuera del elevador, Sheik sintió algo, una presencia maligna. Una que le resultaba bastante familiar... por lo visto, la impostora ahora no se estaba esforzando en ocultarla.
- Está aquí...
- ¿Quién? - preguntó Ruto, pero entonces, también empezó a sentirlo. - Aguarda... hay una presencia aquí...
- Es la falsa princesa Zelda. - dijo Sheik. - Lo sé porque la última vez que la enfrentamos, pude sentir que emanaba esta misma aura.
- Tanto mejor para nosotros. - dijo Ruto. - Ahora mismo pagará por invadir mi templo.
Sheik no lo dijo en voz alta, pero sin duda apreciaba el entusiasmo que Ruto estaba demostrando en ese momento. Le vendría de maravilla en el momento en que tuvieran de frente a la impostora, y aunque no lo demostrara del todo, él también tenía sus razones para querer darle su merecido.
El joven Sheikah y la princesa Zora atravesaron los corredores y las habitaciones a través del templo, siguiendo la presencia maligna que habían sentido antes. No encontraron ninguna interferencia por el camino, posiblemente debido a que la protección, a pesar de estar debilitada, no había desaparecido por completo. No obstante, Ruto sabía que tenía que reestablecerla de nuevo lo más pronto posible para asegurarse que los invasores se largaran para no volver. Nadie se metía con su templo y se salía con la suya.
La presencia de la Zelda falsa se hacía cada vez más fuerte a medida que se acercaban a la cámara sagrada del templo. Probablemente tuviera la intención de introducirse en ella para terminar de eliminar la protección del templo por completo y permitir que los monstruos pudiesen invadirlo a sus anchas. Ruto apuró el paso, diciéndole a Sheik que no iba a esperarlo si se quedaba atrás. Captando el mensaje, siguió tras ella, hasta que llegaron ante a la indeseada visitante.
La falsa Zelda se había plantado frente a la puerta de entrada a la cámara sagrada, a la cual sólo podía acceder Ruto por ser la Sabia de dicho templo, y claramente estaba tratando de romper la protección disparando ataques de magia oscura con su florete, pues el sello de la puerta se rehusaba a permitirle entrar por las buenas. Cesó su intento al percatarse de que ya no se encontraba sola, pues el eco del templo le permitió escuchar sus pasos cuando se venían aproximando.
- Vaya, vaya. - dijo con desdén al verlos. - Veo que ese idiota de mi sirviente no pudo mantenerte lejos el tiempo suficiente, Princesa Ruto.
- No sé quién seas, y para ser honesta no podría importarme menos. - dijo Ruto, empuñando su cetro. - Pero es tiempo de que pagues todo lo que has hecho.
- ¿Piensan desafiarme? - dijo la impostora. - ¿A mí, a la Princesa de Hyrule?
- Deja la farsa de una vez. - dijo Sheik, cuya voz denotaba una furia tranquila y controlada. - ¿Qué intentas al mancillar el nombre de la Princesa Zelda, haciéndote pasar por ella?
- Puedes creer lo que quieras, eso no cambia el hecho de quién soy. - insistió la falsa Zelda, apuntando con el florete en señal de desafío.
Tomando esto como su señal para entrar en acción, Sheik tomó dos de sus kunais, uno con cada mano, pero estos, en vez de ser para arrojar, eran más alargados y afilados, hechos para combate a corta distancia. La falsa Zelda intentó recibirlo con una estocada, que él desvió sin problemas usando uno de los kunais hacia un lado, y con la otra mano intentó clavarle el segundo en el cuello. La impostora retrocedió para iniciar su contraataque con una serie de estocadas rápidas que Sheik consiguió bloquear sin mayores dificultades. Quienquiera que fuese, podía imitar los movimientos de la verdadera Zelda casi con la misma experticia en la esgrima.
Sin embargo, Sheik sólo estaba manteniéndola ocupada, pues mientras lo hacía, Ruto empuñó el Cetro de Hielo y se preparaba para lanzarle un ataque. Enfocando la energía, la princesa Zora le apuntó con el extremo y le lanzó una corriente de aire frío que se materializó en un mini-tornado blanco. La falsa Zelda alcanzó a ver el ataque a tiempo y saltó hacia atrás para esquivarlo, pero Ruto no se detuvo allí: sin perder tiempo concentró otro ataque, y esta vez en lugar de una simple corriente de aire, el aire frío a su alrededor se condensó para formar un enorme pico de hielo que salió disparado hacia su enemiga. Esta lo repelió con un corte de su florete, teniendo que alejarse más. Decidió intentar atacarlos con un proyectil de energía oscura. La joven Zora respondió clavando el cetro en el agua, y generando un enorme bloque de hielo que detuvo en seco el proyectil oscuro. La barrera se fragmentó en pedazos al recibir el impacto, pero Sheik y Ruto emergieron de ella completamente ilesos.
- Vaya, así que ese nuevo juguete no es por presumir. - dijo la impostora.
- No es un simple juguete. - dijo Ruto. - Una tumba congelada parece un castigo apropiado para alguien como tú.
- Insolente.
La falsa Zelda saltó para darle una estocada a Ruto, pero fue detenida por los dos kunais de Sheik, que interceptaron la hoja de su florete. Sin esperar a que saliera del shock, el joven le dio una patada al estómago para empujarla. Detrás de él, Ruto estaba preparando otro ataque. Lanzó una ráfaga de aire frío directo encima de la impostora, para crear un gigantesco bloque de hielo, para que le cayera encima. Apenas consiguió apartarse a tiempo, y Ruto se enfurruñó de ver que se le escurría entre los dedos de esa manera. De nuevo, tomando ventaja de la distancia los atacó con energía oscura, esta vez lanzándola repetidamente para evitar que pudieran acercársele. Sheik tuvo que tomar su lira y contrarrestarla con energía sagrada, pero a raíz del feroz asalto no podía ejecutar hechizos más complicados o poderosos. Se sentía tentado a intentar invocar la canción de la tormenta de rayos, pero estando rodeados de agua eso era un riesgo no sólo para él, sino para Ruto, y no estaba dispuesto a correrlo tan a la ligera. Manteniendo el ataque, la falsa princesa se lanzó hacia ellos con la intención de rematarlos de cerca. Reaccionando por instinto, Ruto apuntó con el cetro y disparó una corriente congelante, no hacia ella, sino hacia el piso delante de ella, con la intención de hacerla resbalar.
- ¡¿Pero qué...?!
Al pisar el hielo, la impostora perdió momentáneamente el equilibrio. Consiguió recuperarlo, aunque no antes de que Sheik pudiese moverse y hacerle una pequeña herida en la cara con el kunai. Pero la herida no dejó salir ni un hilillo de sangre, y más todavía, se regeneró inmediatamente, desapareciendo al cabo de dos segundos sin dejar rastro alguno. Esto en sí mismo era un indicativo de que su oponente no sólo no era la Princesa Zelda, sino que muy probablemente ni siquiera fuese humana. Con eso en mente, Ruto redobló sus esfuerzos, y haciendo un movimiento circular con el cetro para crear un círculo mágico de agujas de hielo, las disparó en secuencia contra la impostora. Esta desvió algunas de ellas con su florete, pero unas cuantas fueron a clavársele en las partes que no estaban protegidas por su armadura. Aunque se quejó y reaccionó ligeramente al recibirlas, igual que antes, sus heridas no sangraron, y cuando se arrancó las agujas, estas volvieron a cerrarse instantáneamente sin dejar ninguna marca o cicatriz en absoluto.
- Creo que no tiene sangre qué derramar. - comentó Sheik al ver esto.
- Entonces tal vez ni siquiera sea un ser vivo. - agregó Ruto. - Muy bien, eso me quita cualquier potencial remordimiento por acabar con ella.
Con estas palabras, de pronto la impostora comenzó a alarmarse. Por dentro sabía que habían dado en el clavo, pero tenía que mantener la farsa por el mayor tiempo posible. Sin embargo, en sus condiciones actuales, no parecía tener oportunidad en combate contra estos dos. Quizás en parte se debía a que la protección del templo, si bien estaba más débil de lo normal, todavía podía afectarla, y eso minaba sus poderes aún más. Tenía que ir a otro lugar donde pudiese luchar con ventaja... y sabía perfectamente dónde podía hacerlo.
- Terminaremos con esto... en otro momento y lugar. - dijo mientras levantaba el florete y emitía un resplandor cegador.
Ruto y Sheik se vieron forzados a taparse los ojos, y cuando recuperaron la visión, la impostora ya no estaba en esa habitación.
- ¿A dónde se fue? - exclamó Ruto. - Estamos encerrados, no puede haberse ido así como así, a menos que se tirara al agua, pero...
- No, no lo hizo. - dijo Sheik, mirando más bien al techo. - Pero ahora que no está aquí, debemos aprovechar la oportunidad. Tienes que restaurar la protección en el templo.
- De acuerdo.
Tenía razón. No podían perder el tiempo, así que de inmediato ingresó a la cámara sagrada para volver a poner la protección del templo a su máxima capacidad, e impedir que quienquiera que fuese esa impostora o cualquiera de sus seguidores pudiera volver a causar problemas en ese lugar.
Entretanto, Sheik tenía una ligera teoría de cómo podía haber escapado la impostora. Si se hubiese lanzado al agua, tenían que haber visto movimientos de ondas en la superficie y escuchado la salpicadura cuando lo hiciera, con el nivel del agua al máximo. Y la única otra salida era la puerta hacia la cámara sagrada, pero al no haber podido derribar la protección, esa tampoco era una opción. Eso sólo dejaba una posibilidad, muy remota, pero parecía ser la única. En el techo del templo, había diminutos pasajes de ventilación, que permitían la entrada de aire y sol al templo desde afuera. Claro, una persona ordinaria no podría atravesar por allí de ninguna manera, pero su enemiga era cualquiera cosa excepto ordinaria.
Si se trataba de quien creía, pronto todo comenzaría a tomar sentido.
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Momentos después, en el exterior del lago...
La batalla en el exterior del lago progresaba favorablemente para los Gorons y Zoras. La cantidad de monstruos continuaba en descenso a un paso constante, mientras que el otro bando no había sufrido ninguna baja mortal hasta el momento. Los Gorons apilaban los trozos de los Stalfos y los cuerpos de los Bokoblins, mientras los Zoras convertían en brochetas a los Octoroks que pululaban las aguas del lago, y los lanzaban fuera de él para que no siguieran contaminándolo más. Entretanto, para esas alturas, Impa y Azael habían logrado eliminar hasta el último de los Poes, reduciéndolos a poco más que marcas de electricidad y quemaduras en el suelo alrededor del lago.
Sin embargo, los dos Sheikahs pudieron percibir por un instante lo que pareció ser un estallido de energía oscura, que provenía desde el centro del lago. Con toda certeza, pudieron ver un pequeño destello púrpura salir de la estructura del Templo del Agua, y salir volando hacia el cielo.
- ¿Qué fue eso? - dijo Azael.
- Fue sólo un instante, pero creo que... no, estoy segura de que se trataba de la impostora. - dijo Impa, al reconocer esa presencia. - Seguramente se introdujo en el templo, pero Ruto y Sheik deben haberla expulsado de allí.
- ¿Hacia dónde se dirige?
Se quedaron mirando en la dirección en la que el destello salió volando. Por un momento, pensaron que tal vez iba de vuelta a la Montaña de la Muerte para seguir causando problemas allá, pero unos segundos más tarde se dieron cuenta que no estaba yendo tan lejos. Se dirigía más bien hacia la base de la montaña, o más específicamente, el área donde estaba Kakariko. ¿Pero qué podría querer allí?
Antes de poder sacar conclusiones, algunos de los monstruos que seguían haciendo de las suyas se volvieron a incorporar, así que no les quedó más remedio que ocuparse de ellos primero. Escucharon a Darunia gritar a todos que se pusieran a cubierto, y eso era señal de que el jefe Goron haría un ataque devastador para terminar con los que quedaban. Con toda certeza, alzó su enorme martillo prendido en llamas, y lo sonó con fuerza contra el suelo, sacudiendo la tierra alrededor de todos mientras enviaba torrentes de fuego que se levantaron debajo de las criaturas. Aunque no lograron vencerlos a todos, aquellos que no fueron lo suficientemente rápidos o inteligentes para apartarse del camino terminaron totalmente incinerados.
- Así aprenderán. - dijo Darunia con satisfacción.
Mientras tanto, en el lago, los Zoras comenzaron a salir del agua. Entre ellos también se encontraba Sheik, que se dirigió a sus dos superiores.
- Comandante, Subcomandante, la impostora estaba en el interior del templo. - les dijo. - Estaba tratando de romper la protección de la cámara sagrada, pero la Princesa Ruto y yo pudimos detenerla, aunque se nos escapó.
- Lo sabemos. - dijo Impa. - Pudimos sentir su presencia por un momento.
- De cualquier manera, ¿qué están haciendo los Zoras? - preguntó Azael. - ¿Por qué salen del agua?
- La Princesa Ruto tiene un plan, para terminar de desinfestar las aguas del lago, pero para ejecutarlo, necesita que todos estemos fuera del agua. - explicó Sheik.
Impa y Azael se miraron con expresiones interrogantes, pero al cabo de un momento, pudieron ver que la princesa de los Zoras también había salido del agua, y se había parado sobre la isla que formaba la parte del templo del agua que salía a la superficie. También se dieron cuenta de que tenía algo en las manos, una especie de cetro. Cuando el último de los soldados Zoras salió del agua, el capitán le gritó a su princesa para darle la señal:
- ¡Princesa, todos estamos afuera! ¡Puede comenzar!
Ruto asintió con la cabeza y alzó en alto su cetro. Tomando ventaja de que, como Sabia, la cercanía a su templo amplificaba sus poderes, hizo lo propio al canalizar su energía hacia el Cetro de Hielo. Iba a dejar fríos a esas plagas de una vez por todas.
- ¡Que todas las criaturas que han infestado nuestro dominio duerman para siempre en un frío intolerable!
Al decir estas palabras, una gran esfera de energía blanca salió disparada de la punta del cetro hacia el lago. Apenas hizo contacto con la superficie del agua, a partir de ese punto esta comenzó a solidificarse, convirtiéndose en hielo, hasta que se extendió completamente a todo lo largo y ancho del Lago Hylia. En cuestión de segundos, todos vieron como el agua del lago se congelaba por completo, dejando a la vista una enorme superficie blanca y fría. Los Octoroks podrían ser criaturas acuáticas, pero no había manera de que pudieran sobrevivir en hielo sólido. Cualquiera de ellos terminaría convertido en una enorme paleta helada.
- Un poco extremo, pero efectivo. - comentó Impa. Azael asintió estando de acuerdo.
Ruto de inmediato se dirigió a toda prisa a la orilla del lago para reunirse con los suyos, patinando sobre el hielo. Los Sheikahs y Darunia corrieron a encontrarse con ella.
- ¡Bien hecho, hermana Ruto! - declaró el jefe Goron. - ¡Los dejaste fríos a todos!
- Es lo justo, por haber invadido mi templo de esa manera. - dijo la princesa Zora. - Pero por ahora, otras cosas urgen. - se volvió hacia los Sheikahs. - Lady Impa, Sir Azael, ¿alcanzaron a ver cuándo escapó la impostora?
- Sólo fue por un instante, pero creemos que se dirige hacia Kakariko por alguna razón. - dijo Azael. - Tal vez, si nos dirigiéramos allá, podríamos...
- ¡Eso es! - gritó de repente Impa, chasqueando los dedos ante la realización. - ¡Ya sé lo que está haciendo allí!
- ¿Lo sabes? - dijo Azael, que aunque no lo demostró, se había molestado un poco por la repentina interrupción de su compañera.
- Sheik, dijiste que habías sentido una presencia oscura cuando pasamos frente al cementerio, ¿no es así? - preguntó la comandante.
- Es correcto. - respondió el joven.
- El cementerio en Kakariko no tiene nada de especial... excepto por el hecho de que dentro de ese lugar está la entrada al Templo de las Sombras.
Azael y Sheik se vieron uno al otro al entender a dónde quería llegar Impa. Por supuesto, si esa impostora no era más que una criatura de la oscuridad, seguramente se sentiría muy a gusto en ese lugar. Tal vez lo estuviera usando como base o refugio personal. Y eso era algo que ellos, como miembros del clan Sheikah, no podían tolerar de ninguna manera. El templo podría ser un lugar de sombras, pero era tan sagrado para ellos como para Ruto lo era el del lago.
- Empieza a tomar sentido. ¿Pero qué haremos si se nos escapa de nuevo? - preguntó Azael.
- No lo hará. - dijo Impa. - Si está allí, tenemos algo que podemos usar para exponer su verdadera identidad... el Espejo de la Verdad.
- ¿El Espejo de la Verdad? - volvió a decir Azael.
Por supuesto, ese era un tesoro perteneciente al clan Sheikah, un espejo capaz de "reflejar la verdadera forma, incluso el alma misma", básicamente capaz de hacer visible lo que el ojo normal no era capaz de ver por sí mismo, y tenía el poder de disipar ilusiones y otros trucos para engañar a la vista. Pero en su tiempo, lo habían dejado dentro del santuario del Castillo de Hyrule.
- Impa, no es por molestarte, pero te recuerdo que el Espejo de la Verdad estaba resguardado en el santuario secreto del castillo. Y no me parece que lo hayas traído contigo, ¿cómo nos va a ayudar? - inquirió Azael.
- En nuestro tiempo, tal vez. - dijo Impa. - Pero en esta época, se encontraba guardado en el Templo de las Sombras. Si aún sigue allí...
- Podríamos utilizarlo para exponer a la impostora. - completó Sheik. - Es una excelente idea.
- Si van a ir tras esa impostora, entonces yo iré con ustedes. - dijo Ruto. - Tiene que pagar por lo que nos hizo a mí, y a mi templo.
- Es libre de venir con nosotros si lo desea, Princesa Ruto. - dijo Impa. - Jefe Darunia, ¿podemos dejar todo en sus manos en este lugar?
- ¡No lo duden por un segundo! - dijo Darunia, golpeándose el pecho con su puño libre.
Dando instrucciones a su capitán de que obedeciera las órdenes de Darunia en su ausencia, y de terminar con el trabajo en el lago, erradicar permanentemente a los invasores que quedaban, la princesa Zora partió junto con el trío de Sheikahs para perseguir a la impostora a toda prisa.
Entretanto, de los tres Sheikahs, no cabía duda que el que estaba más impaciente por exponer a la impostora era Sheik. Eso significaba que el momento de revelarse había llegado más pronto de lo esperado. Mejor así, quería decir que la oportunidad de aliviar los miedos de Impa y Azael estaba al alcance.
- "La princesa Zelda regresará a su lado... como lo prometí..." - pensó.
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Aldea Kakariko, un poco después...
El grupo formado por Impa, Azael, Sheik y la Princesa Ruto atravesó a toda prisa las planicies tras salir del lago, dirigiéndose hacia el noreste para llegar a Kakariko y alcanzar de una vez a esa impostora. Para cuando llegaron, el día empezaba a despuntar, y ninguno de ellos se imaginó que al irse acercando, nubes negras de tormenta se formarían sobre la aldea, como si quisieran advertirles que no eran bienvenidos en ese lugar. Desde luego, ninguno de ellos se dejó intimidar por esto.
Sin embargo, nada podría haberlos preparado para la vista que los esperaba. Desde afuera, antes de llegar a la entrada, podían ver columnas de humo saliendo de la aldea, y todos ellos sabían exactamente lo que eso significaba. Más todavía, al acercarse, pudieron oír gritos de pánico de los aldeanos por todo el lugar, y pronto pudieron ver la razón.
La impostora, no contenta con invadir el pacífico lugar, había prendido fuego en varias de las viviendas, y este comenzaba a propagarse. Muchos de los aldeanos huían despavoridos, pidiendo a gritos que los ayudaran, mientras otros se esforzaban por tratar de apagar el fuego y salvar sus hogares. Sin mucho éxito, pues el fuego se propagaba más rápido de lo que podían contenerlo, menos estando tan lejos del agua.
- Por lo visto, nuestra impostora ha estado ocupada. - dijo Impa.
- Ahora no tenemos tiempo para esto. - dijo Azael. - Princesa Ruto, si no está mal que le pidamos...
- No digas más. - dijo Ruto, empuñando su cetro. - Haré lo que pueda aquí. A cambio, no olviden dejarme al menos un pedazo de esa impostora para darle su merecido.
- Haremos lo que podamos, pero no prometemos nada. - dijo Impa. - En marcha.
Mientras la princesa Zora ponía a uso los poderes de su arma congelante, el trío de Sheikahs se abrió paso hacia el cementerio, deteniéndose sólo ocasionalmente para ayudar a las personas que se cruzaran en su camino y lo necesitaran. Sólo echaron una última mirada cuando Ruto lanzaba ráfagas de aire congelante para apagar las llamas antes que consumieran las casas de la aldea, y al ver que tenía todo bajo control, pudieron dirigirse con tranquilidad al cementerio. Y apenas ingresaron, sintieron la presencia de la falsa Zelda, pero aparte de eso, había algo más.
- Esa sensación... - dijo Impa.
- Como aquella vez... cuando peleamos contra Cya. - corroboró Sheik.
- ¿A qué se refieren? - preguntó Azael. Él no estuvo presente en aquel enfrentamiento así que no tenía idea de a qué se refería.
- Azael, ¿no lo percibes? ¿Esa energía fluctuante en el interior del templo? - dijo Impa.
Azael al principio no entendió de lo que estaba hablando, pero al concentrarse, se dio cuenta de lo que Impa quería decirle. En efecto, en el interior del templo había, además de la presencia de la falsa Zelda, otra energía. No era de una persona, ni siquiera de algo vivo... más bien de un evento...
- ¿Qué es eso? - preguntó Azael.
- No estoy segura. - dijo Impa. - Pero lo que sí sé... es que sentí algo muy similar, cuando Cya usó el poder de la Trifuerza para abrir el Portal de las Almas en nuestro tiempo, en aquella ocasión que estábamos luchando contra ella. Tuvimos que escapar para sobrevivir, pero pudimos sentir la energía del evento temporal a nuestro alrededor. Y eso significa que...
- ... que el portal que estábamos buscando, seguramente se encuentra en el interior del Templo de las Sombras. - completó Sheik.
Azael se tomó un tiempo para procesar esta información, pero después de pensarlo, todo comenzó a encajar. Si esa impostora fuese una criatura de la oscuridad, seguramente encontró ese lugar de sombras como una base acogedora para refugiarse. En tal caso, mayor razón para exponerla y expulsarla, pues estaba deshonrándolos con sólo poner un pie en ese sitio tan importante para ellos y el resto de su clan. Con determinación, los tres saltaron hacia la parte superior del cementerio, pasando por encima de donde se encontraba la tumba más grande, que daba hacia un mausoleo para la familia real de Hyrule. Tomando un profundo respiro, atravesaron la entrada.
Les fastidió descubrir que la falsa Zelda intencionalmente apagó las antorchas que iluminaban el templo, con toda la intención de ocultarse en la oscuridad para emboscarlos. Sin muchas opciones, Impa decidió encender la hoja de su naginata y prenderla en llamas para iluminarles un poco el camino. En sí, aparte de lo tétrico del lugar por sí mismo, conociendo la historia de los Sheikah sabía que era un laberinto, lleno de paredes y pisos falsos para despistar a los invasores, y ocasionalmente trampas para proteger los secretos en las profundidades. Las pinturas en las paredes estaban encantadas para susurrar a los curiosos algunas advertencias. La mayoría de los que lo intentaban eran lo suficientemente listos como para captar el mensaje y largarse en el acto. Pero la falsa Zelda claramente no era de esos.
- ¿Qué hacemos ahora? - dijo Azael, viendo los tres pasajes que estaban frente a ellos.
- Si los escritos de nuestro tiempo son precisos... este lugar puede ser muy traicionero. - dijo Impa. - Tenemos que tener cuidado.
- Necesitamos encontrar el Espejo de la Verdad. - dijo Sheik. - Sólo así podremos exponer a la impostora. ¿Alguna idea de dónde puede estar?
- Quisiera decir que sí, pero saben lo mucho que odio las mentiras. - dijo Impa.
- Tenemos que darnos prisa, si el Portal de las Almas está en este templo, tendrá una ruta para escaparse de nosotros. - dijo Azael.
- Yo me dedicaré a buscar el espejo. Ustedes vayan tras esa impostora. - se ofreció Sheik.
- ¿Estarás bien por tu cuenta? - preguntó Impa. Su voz denotaba clara preocupación por su bienestar.
- Confíen en mí. - dijo Sheik. - Créanme, ese espejo, hará mucho más que sólo exponer a la impostora. Todo quedará claro.
Y sin decir más, Sheik tomó uno de los pasajes para ir en busca del susodicho espejo. Azael e Impa no entendieron lo que quiso decir con "todo quedará claro". Desde que lo conocieron no había sido exactamente muy cooperativo en revelar sus secretos, pero ahora, tal vez había por fin encontrado el momento para hacerlo.
A pesar de sus prisas, Sheik no tomó a la ligera las advertencias de Impa acerca de lo traicionero que podía ser el Templo de las Sombras, así que se mantuvo alerta todo el tiempo. Y aun cuando Impa y Azael se habían ido por su cuenta, él tenía sus propios medios para iluminarse el camino. Un kunai con sello explosivo sirvió para prender una de las antorchas apagadas de la pared, que inmediatamente retiró de su lugar para que le sirviera como guía. Cada paso lo daba con mucho cuidado, pues en ese lugar, a veces las cosas no eran lo que parecían.
Al abrir la primera puerta, se contuvo de entrar, pues alcanzó a oír el sonido de algo rasgando el aire, y con toda certeza, un par de segundos después una enorme y filosa guillotina descendió de un lado como un péndulo. De haber entrado de inmediato, habría sido cortado por ella. La trampa podría ser una advertencia para no entrar, pero para Sheik, era más bien la señal de que iba por el camino correcto. Después de todo, ¿qué sentido tenía poner una trampa en un lugar, si no había nada valioso qué proteger?
- Ahora... si yo fuese el Espejo de la Verdad... ¿dónde estaría?
Por fortuna conocía perfectamente el aspecto del espejo, así que podría reconocerlo sin problemas en cuanto lo viera. Aparte, un hecho poco conocido del templo, que sólo era conocimiento común entre los miembros más prominentes del clan Sheikah, era que las "voces" provenientes de las pinturas en las paredes no sólo susurraban advertencias a los visitantes indeseados. A aquellos que eran considerados "dignos" les proveían con pistas para atravesar con seguridad. En cierto momento, Sheik pasó cerca de una que le susurró:
- "La muerte caerá desde arriba a aquel que dé un paso en falso."
Al entrar en una habitación bastante grande, que además tenía aspecto de prisión por las celdas enrejadas, miró hacia el techo, y entendió a lo que se refería, al menos la primera parte. Una enorme tabla cuadrada de metal con picos colgaba del techo, lista para caer encima del desafortunado que cometiera el error de atravesar. Pero lo de "dar un paso en falso", era un poco más complicado. Decidió tomarse unos segundos para considerarlo.
Mirando en el suelo, pudo ver que las baldosas eran de colores diferentes, algunas más oscuras que otras. Sin embargo, la antorcha que llevaba no alumbraba lo suficiente como para determinar diferencias significativas. Tal vez, tendría que pisar en alguna en específico para atravesar sin que se activara la trampa. Pero tal vez hubiese otra forma más rápida de atravesar, ACTIVANDO la trampa. Escudriñó sus alrededores en busca de algo lo suficientemente pesado. Un contenedor vacío de madera fue lo único que encontró, pero tendría que bastar. Lo levantó con algo de dificultad, estaba algo pesado, pero hizo un esfuerzo y lo arrojó hacia el pasaje debajo de la tabla con picos. Algunas de las baldosas en el suelo se hundieron bajo el peso, y un segundo después, la tabla cayó pesadamente. Sin perder tiempo Sheik saltó encima de ella, antes que las cadenas que la sujetaban la volvieran a subir. Por fortuna, el lado de arriba era liso, así que atravesar por encima de ella no fue un problema. A salvo del otro lado, continuó por la puerta de salida. Pero antes de la siguiente sala, atravesó un corredor, y esta vez el susurro le dijo:
- "Tendrás que tomar un salto de fe".
La puerta del otro lado lo guio hacia una habitación que al parecer no tenía piso visible en toda el área central, y la puerta de salida estaba al otro lado. No podría llegar de un sólo salto de ninguna manera, y no había resquicios en las paredes que pudiese utilizar como apoyo. Si al menos hubiese un punto en el medio de la habitación donde pudiese hacer un segundo salto...
- Lo primero... es evaluar la caída.
Tomó uno de sus kunais y lo dejó caer. La pequeña arma se perdió en el vacío de la oscuridad hasta que desapareció por completo. Sin duda sería una caída muy larga, pues ni siquiera pudo escuchar en qué momento tocó fondo, ni una explosión. De acuerdo, eso ya le decía que no podía saltar así sin más. Ahora, ¿qué significaba lo de "un salto de fe"?
- Tal vez...
Guiado por un presentimiento, tomó unas cuantas bombas de humo, y comenzó a arrojarlas bruscamente alrededor de la habitación. Finalmente, una de ellas hizo explosión al impactar con algo, justo en medio de la habitación. Quedó el rastro del humo flotando en el aire. Lo que fuera, en ese lugar, tenía que haber una plataforma invisible. Para estar totalmente seguro, lanzó otra en esa misma dirección, y el resultado fue el mismo. Las dos columnas sirvieron para más o menos mostrarle un punto de apoyo. Si aterrizaba con precisión, podría llegar a la puerta de salida en dos saltos. Tomó un profundo respiro, y apenas al aterrizar sin perder el impulso volvió a saltar, logrando salvar la distancia. Sintiendo un gran alivio, se disponía a cruzar la puerta, pero el mural antes le susurró una última pista:
- "El verdadero ojo de la verdad sólo se mostrará ante aquel que pueda ver más allá de lo evidente."
Esta última sonaba mucho más críptica que ninguna de las anteriores. Al cruzar la puerta, se encontró con una habitación mucho más pequeña, pero en ella ya se encontraba lo que buscaba. Sin embargo, tenía un último obstáculo que superar.
El Espejo de la Verdad era exactamente como lo había leído en las descripciones de los escritos antiguos. No era muy grande, apenas del tamaño como para verse el rostro, era ovalado, con el borde púrpura, y los tres picos rojos en la parte superior. En el lugar donde debería estar la superficie reflectora se podía ver el ojo para formar el símbolo Sheikah. Sí, no había duda de que lo reconocería en cuanto lo viera, o al menos, eso fue lo que creyó en primer lugar, si no fuese porque toda la habitación estaba repleta de ellos.
- Ver más allá de lo evidente... - susurró Sheik.
Esas palabras eran la clave. Ante lo que estaba a su alrededor el significado era obvio: tenía que identificar el verdadero, en medio de un montón de réplicas falsas. No tenía manera de saber cuáles podrían ser las consecuencias por fallar en el intento, así que no planeaba arriesgarse a eso de ninguna manera. Entre los Sheikahs, abundaba la creencia de que no podían fiarse sólo de sus ojos y oídos. Las mejores trampas ilusorias eran capaces de jugarles trucos incluso a todos los demás sentidos. Sólo unos pocos humanos eran capaces de ir más allá de sus cinco sentidos ordinarios, y menos aún podían hacerlo de manera consciente. Con esto en mente, Sheik cerró los ojos, se concentró y desconectó sus sentidos, pues tenía que percibir su entorno sin hacer uso de ellos para poder identificar el verdadero espejo...
- Ese es.
Habiendo tomado su decisión, se acercó hacia el espejo, y lo tomó entre sus manos con mucho cuidado. Este emitió un intenso resplandor, y todas las demás réplicas desaparecieron al instante. Había superado la última prueba. Ahora podía hacer uso de su poder.
- Espejo de la Verdad, por favor muéstrame el camino hacia mi enemiga. - susurró en voz baja, aunque de todos modos nadie estaba allí para oír lo que decía.
Como contestándole, el espejo se iluminó de nuevo, y esta vez, proyectó un rayo de luz hacia una de las paredes de la habitación, que se desvaneció de inmediato. Era falsa, sólo una ilusión. A toda prisa, corrió por este recién revelado pasaje, con toda la certeza de que la guiaría con sus compañeros. Ahora con el espejo en sus manos, ya ni habría más oscuridad en el templo, y la impostora sería castigada por sus actos.
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En otra parte del templo...
En contraste con los pasajes llenos de trampas a los que se tuvo que enfrentar Sheik para conseguir el Espejo de la Verdad, el curso que siguieron Impa y Azael fue mayormente más sencillo, de no ser por la cantidad de criaturas de la oscuridad que se enfrentaron en el camino. Evidentemente, la impostora trataba a toda costa de impedir que llegaran hasta ella, y no hacía más que escapar más hacia el interior del templo. A falta de una mejor estrategia, finalmente recurrió a utilizar una enorme bandada de Keeses, murciélagos prendidos en llamas, que si bien por sí mismos eran muy débiles, en grandes cantidades resultaban una gran molestia. Esta era una de esas ocasiones en las que utilizar armas de gran tamaño, como la naginata y la alabarda, era una mayor desventaja, pues de manera comparativa era como tratar de matar mosquitos con un martillo. La pareja se protegió como pudo, pero por quitarse uno, otros cinco se les venían encima desde otros lados.
- ¡Ack! ¡Esto me va a arder mañana! - exclamó Azael.
- ¡No podemos detenernos ahora! - gritó Impa, moviendo la naginata a su alrededor, como si tratara de espantar a los murciélagos con ella.
- ¡El fuego y los rayos no los asustan! ¡Te sugiero que intentes algo más! - propuso Azael.
Evidentemente, habían intentado deshacerse de ellos usando el fuego de la naginata y los rayos de la alabarda, pero no hicieron más que alborotarlos más. Siguiendo el consejo de su compañero, Impa soportó algunas quemaduras y mordidas mientras volvía a transfigurar su arma a la forma de gran espada. A diferencia de Azael, que había enfocado su entrenamiento de combate elemental con armas en un sólo elemento (rayo), Impa había dividido su estudio en dos (agua y fuego). Los ataques de Azael eran mucho más poderosos, pero Impa tenía la ventaja de mayor versatilidad al poder utilizar dos (lo cual era una de las razones por las cuales ella tenía mayor récord de victorias en su haber durante sus sesiones de entrenamiento).
La comandante enfocó su energía, y la hoja de su gran espada se tornó en un color azul marino. Indicándole a Azael que se agachara, empuñó su arma con mano firme ejecutando un corte saltando directo al suelo. La energía estalló levantando un enorme salpicón de agua, que extinguió las llamas de los murciélagos, que comenzaron a chillar sin control, evidentemente no les gustó el baño. El problema de usar el elemento agua era que generarlo espontáneamente era mucho más difícil por tratarse de materia líquida (en contraste con el fuego y el rayo, que se basaban en energía). Lo mejor que podía para improvisar si no se encontraba cerca de una fuente de agua, era intentar aprovechar la humedad del aire, o en casos extremos, su propio fluido corporal, lo cual representaba un gran riesgo.
Pero resultó. Ahora que los murciélagos habían sido "apagados", más el hecho de haber quedado empapados con el ataque de Impa, permitió que Azael pudiese encargarse de ellos con unas cuantas descargas, cortesía de los golpes de su alabarda. Golpeó al aire sin cesar, hasta que el último de ellos quedó hecho una mancha en el piso.
- Ya no estamos muy lejos. - dijo Impa. - La impostora, y el Portal de las Almas... están justo cruzando ese corredor.
- Pues no los hagamos esperar. - dijo Azael.
Llegados a ese punto, había algo que considerar. La falsa Zelda en teoría podría utilizar el portal para escapar de vuelta a su época, pero incluso si lo hiciera, después podrían capturarla y hacerle pagar cuando regresaran al presente. Su objetivo primario en esta época era sellar el portal para cortar las reservas de Cya, y si lograban hacer eso, de todas maneras tendrían la victoria. Sin embargo, exponer y acabar con la impostora sería un valor agregado, y si tenían la oportunidad de hacerlo ahora, sería mejor.
Y en efecto, en la última habitación, la falsa Zelda se encontraba de pie, con aire altivo, como si los estuviese esperando.
- Me sorprende que hayan llegado hasta este lugar. - les dijo.
- ¿Qué sucede? - dijo Azael. - ¿Se te acabaron los lugares para esconderte?
- ¿Piensan cerrar el Portal de las Almas? Primero tendrán que pasar sobre mi cadáver.
- Tus términos son aceptables. - dijo Impa, preparándose para desenvainar su gran espada. - Este es el final del camino, maldita impostora.
- Acéptalo, ya no puedes escapar. - dijo Azael. - A menos, claro, que quieras arrojarte al portal antes de que lo sellemos.
Impa quiso reprender a su compañero por darle ideas a su enemiga, pero al pensarlo mejor, con lo cobarde que se había mostrado, era más que probable que ya hubiese cruzado por su mente ese pensamiento. Sin embargo, ya fuera porque tuviese un arrebato de arrojo o se ofendió con el comentario que hizo Azael, la falsa Zelda se lanzó a enfrentarlos. La hoja de la gran espada de Impa la interceptó en el aire, empujándola hacia atrás. De inmediato volvió a atacar con una estocada al estómago de Impa, que fue interceptada por la alabarda de Azael, desviándola de nuevo. Esta vez fue Impa quien inició su ataque, aunque el tamaño de su arma hacía que a corta distancia sus movimientos fueran más predecibles, y usar un arma más ligera le daba la ventaja. Sin embargo, Impa pudo comprobar que su nivel de habilidad dejaba mucho qué desear en comparación con la original. Y eso ella lo sabía de primera mano, al haberla entrenado personalmente. Por ello, cuando la impostora inició su contraataque, Impa se sintió menos que impresionada.
- ¿Es lo mejor que tienes? - dijo en el momento en las dos se trabaron en un bloqueo. Esos ojos, que no tenían el brillo de amor y compasión que caracterizaba a la verdadera Zelda, sino que se veían muertos, sin vida, eran más que suficiente para enfurecerla. - No le llegas ni a los talones a la verdadera Zelda.
- ¡Yo SOY la verdadera Zelda! - insistió la impostora.
¡KLANK! Como respuesta a semejante insulto a su soberana, Azael le dio un golpe por detrás de la cabeza, y mientras estaba aturdida, Impa lo siguió con una patada al estómago, empujándola a varios metros.
- La verdadera princesa no caería con algo tan simple como eso. - dijo Azael. - Podrás imitar su apariencia, sus movimientos o lo que quieras, pero nunca, NUNCA, podrías llegar a ser como ella. Ella es fuerte, sabia, amable y compasiva. Alguien como tú jamás podría comparársele de ninguna manera.
- ¡CÁLLATE!
Diciendo esto, concentró unas esferas de energía oscura con sus manos y se las arrojó. Impa y Azael las desviaron, una cada uno con sus armas, haciendo que impactaran con fuerza contra las paredes. Los dos se quedaron firmes, lado a lado, y la miraron de vuelta.
- ¿Ya terminaste? Ahora nos toca a nosotros. ¿Azael?
- Cuando digas, Impa.
Los dos colocaron sus armas juntas, formando una X, mientras concentraban energía elemental. El rayo de la alabarda de Azael se mezcló con el agua de la gran espada de Impa, formando una esfera hidroeléctrica. La impostora trató de defenderse levantando un escudo de energía oscura con su mano, pero la esfera fue más potente y lo atravesó, atrapándola dentro. Gritó de dolor, convulsionándose en el aire, hasta que finalmente se disipó el ataque, y cayó de rodillas al suelo. Claramente, ese último ataque había hecho bien su trabajo.
- No... no puede... esto no puede...
La impostora se puso de pie, respirando con dificultad. ¿Cómo era posible que unos simples Sheikahs tuvieran tanto poder? Pero las cosas estaban por empeorar: en ese instante, apareció Sheik para unírseles, y traía un extraño objeto en las manos. Parecía una especie de espejo, con marco ovalado de color púrpura y cuyo aspecto era increíblemente similar al símbolo de los Sheikah, incluyendo los tres picos sobre el ojo con la lágrima.
- Sheik, lo conseguiste. - dijo Impa al ver el espejo en manos del joven.
- Ahora, es tiempo de revelar quién eres en realidad. - dijo Sheik. - ¡Espejo de la Verdad, muéstranos el verdadero rostro de esta impostora!
Sheik sostuvo el espejo frente a la falsa Zelda, y este comenzó a emitir una brillante luz sagrada. La impostora comenzó a gritar y a retorcerse de dolor, y segundos después, incluso a través del resplandor pudieron ver como su piel se resquebrajaba, para luego explotar como el disfraz que era... y revelando al verdadero ser debajo de él. Pero no era Cya exactamente. Era Wizzro. Casi les sorprendía que hubiese podido contener toda su forma debajo de la apariencia de la princesa Zelda, pero tratándose de magia, cualquier cosa era posible. El espectro abandonó su voz falsa y su único ojo miró con furia a los guerreros Sheikahs.
- Ugh... ¿cómo es posible? ¡Mi disfraz era perfecto! ¿Cómo pudieron ver a través de él? - exclamó. En respuesta, Sheik le entregó a Impa el espejo y caminó unos pasos al frente para encarar al espectro.
- Sabía perfectamente que no podías ser Zelda, y eso es porque...
Dichas estas palabras, Sheik comenzó a girar sobre sí mismo, generando una serie de espirales de magia a su alrededor. Estas se concentraron en su cuerpo, y al disiparse y dejar de girar... Impa y Azael se quedaron boquiabiertos. Por un momento no podían creer lo que estaban viendo. Tuvieron que oírlo de su propia boca para darse cuenta que sus ojos no los engañaban.
- ¡YO soy Zelda!
La princesa estaba frente a ellos, ataviada con su traje de combate y su florete en mano, igual que como la vieron la última vez. Por fin todo comenzaba a tomar sentido. El por qué Sheik tenía en su mano la Trifuerza de la Sabiduría, del por qué tenía consigo la lira que se parecía tanto a la que le pertenecía a la princesa por derecho (y esto lo confirmaba, era la misma), y del por qué insistía en que sabía que la princesa estaba a salvo pero se negaba a decírselos...
- ¡Princesa, está a salvo! - exclamó Azael.
- Zelda. - Fue todo lo que pudo pronunciar Impa, aliviada de ver a su protegida sana y salva... y recordando el momento en que le levantó la mano a Sheik. Aquello provocó en ella una profunda pena y arrepentimiento, al punto de desear cortarse la mano por haber agredido a su apreciada protegida.
- Impa, Azael, perdónenme por no decirles nada. - dijo la princesa. Se sentía tan bien poder hablar de nuevo con su propia voz. - Este espectro... tiene la capacidad de asumir la forma de otros. Durante el asedio al castillo, debió adquirir la mía, en ese breve encuentro.
Flashback, durante el primer ataque al Castillo Hyrule...
Después de separarse de Link, Zelda se dirigía a las líneas frontales, con la intención de apoyar a Sir Azael y al resto de los Guardias de Honor. A lo largo del camino, tuvo que despachar a algunos que intentaron bloquearle el paso, pero ninguno de ellos representaba amenaza alguna para ella. No obstante, nada podría prepararla para el que la estaba esperando. Vio como un destacamento de los soldados que estaban dispersos por el área caían abatidos por el efecto de esferas y rayos de energía oscura impactando contra ellos. No estando dispuesta a permitir que los suyos siguieran muriendo, se concentró para tratar de localizar la fuente de esos ataques.
La princesa pudo percibir una presencia maligna muy cerca de ella, pero no podía ver de qué o quién se trataba. Miró a su alrededor, intentando ubicar cuál era su fuente, aunque no tuvo que esperar demasiado, pues al cabo de unos segundos una risa macabra delató al responsable, que emergió desde una mancha oscura en el suelo. Un espectro flotante, con vestimentas de brujo púrpura oscuro, brazos delgados y alargados como ramas de un árbol muerto y un único ojo rojo debajo de su capucha.
- Vaya, vaya... la Princesa de Hyrule, debe ser mi día de suerte. - dijo al verla.
- ¿Quién se supone que eres tú? ¿Eres el responsable de este ataque, acaso? - exigió saber Zelda.
- Jeje, oh, no, querida princesa. - dijo el espectro. - Soy sólo un humilde sirviente. Mi nombre es Wizzro, por cierto, y lamento mucho tener que hacer esto, pero tú tienes que morir. Órdenes de mi señora.
De debajo de la capucha del espectro salió una gigantesca tercera mano que se lanzó amenazadoramente a tratar de atrapar a Zelda. La princesa saltó hacia atrás para evitarla, pero siguió estirándose. Cuando intentó acercársele la mano se lo impidió, derribándola y volándole su florete fuera de su alcance. Creyendo que al estar desarmada quedaría indefensa, Wizzro flotó hacia ella, pero la princesa lo sorprendió al voltearse, levantando con sus manos una barrera de luz para repelerlo por un instante. Sin tener tiempo de ir por su florete, se alejó unos pasos y materializó su arco sagrado y una flecha de luz. Por tener que hacerlo rápido no tuvo tiempo de concentrar demasiada energía en ella. Wizzro reaccionó lanzándole unas esferas de energía oscura, que colisionaron con la flecha en el aire antes que lo alcanzara. La princesa tomó esta oportunidad para comenzar a correr.
- Ah, no, pequeña, no te escaparás de mí.
Flotando tras ella, comenzó a lanzarle bolas de fuego oscuro, pero Zelda esquivó los ataques mientras corría hacia su arma caída. Se lanzó de frente hacia el suelo para desenterrarla y dio una voltereta para volver a encarar a Wizzro, que estaba a punto de lanzarle otra esfera de energía maligna. Concentró su poder en la hoja de su florete, y en lugar de intentar atacar, prefirió esperar a que él hiciera su movimiento.
- ¡Será tu fin, princesa!
Wizzro arrojó la esfera, y Zelda ni siquiera se movió de donde estaba. El espectro creyó que seguramente se paralizó del miedo, pero se equivocó. Con un preciso y rápido movimiento de su brazo, la princesa golpeó la esfera con la hoja cargada de energía sagrada, enviándola de vuelta en la dirección en la que vino. Wizzro tuvo que flotar hacia un lado para evitar su propio ataque, que inmediatamente fue seguido por varias flechas de luz, una tras otra. Zelda intentaba no desperdiciar demasiada energía con él, así que sólo le lanzaba flechas pequeñas, mientras se ponía a distancia para poder atacarlo. Ante esto, tuvo que conjurar una barrera oscura para protegerse, pero cada flecha la debilitaba más y más.
- ¡Ya me cansé de esto! ¡Acaben con ella, mis pequeños!
Viendo que no podía contra ella él solo, llamó a sus fuerzas, y hordas de monstruos emergieron de portales en el suelo, y sin perder un instante comenzaron a rodearla. La princesa empuñó su florete con mano firme y se defendió valientemente, pero hasta ella tenía dificultades para lidiar con todos a la vez, pese a su habilidad con el florete y su magia. Wizzro tomó ventaja de esto para ponerse a distancia segura, mientras ella intentaba abrirse paso para poder atacarlo, pero los monstruos no la dejaban.
- ¡Eso es, manténganla allí, mis pequeños! ¡Yo le pondré el toque final!
Mientras Zelda luchaba contra los monstruos, pudo percibir la enorme concentración de energía oscura que se formaba alrededor de Wizzro. Al mirar de reojo, pudo ver que el espectro estaba formando una enorme esfera, no menos de diez veces su tamaño. ¿En serio planeaba atacarla con eso? Si lo hacía, haría volar a sus aliados con el impacto en el proceso, pero algo en su interior le dijo que eso no era una preocupación.
- ¡MUEREEEEEEEEEEEE! - dicho esto arrojó la esfera, directo hacia ella.
¡BOOOOOOOOOOOOOOOOOOMMM! Hubo un gran estallido, y al disiparse el humo, todo lo que quedó fue un enorme cráter, y algunos restos sueltos de los monstruos que tuvieron la desgracia de quedar en el radio de la explosión. Wizzro se acercó para verificar. Miró por todas partes, pero no se veía ningún rastro de la princesa. Ningún rastro de ropa, armadura, su florete, nada. ¿Acaso la explosión la vaporizó por completo? Seguramente así fue, pues no podía sentir su presencia en la cercanía, y no había manera de que hubiese podido salir de allí para escapar de la explosión.
- Qué fácil fue eso. - dijo Wizzro alejándose de allí, satisfecho de haber cumplido lo que se le dijo.
O al menos, eso fue lo que creyó. Sin que lo supiera, a una distancia más o menos considerable de allí, y de las batallas, la princesa había logrado ponerse a salvo en el último momento. Se encontraba, sin más opciones, oculta detrás de unas rocas que sobresalían de la colina, respirando a grandes bocanadas. Pese a su gran talento para la magia y hechicería, había muchos conjuros que todavía no era capaz de dominar bien, y uno de ellos, era este hechizo de teletransportación. Para empezar, utilizó tanta magia en él que quedó exhausta, con apenas energía para moverse, mucho menos para pelear. Para empeorarlo, al hacer el hechizo tan rápido no pudo especificar un destino, y terminó apareciendo demasiado lejos de la batalla para poder regresar.
Pero ahora al menos sabía algo: quienquiera que inició ese ataque, la quería muerta por alguna razón. ¿Pero quién, y por qué?
Fin del flashback...
- En ese momento no tuve más remedio que escapar de ti. - dijo Zelda con determinación. - Pero como te fuiste de lengua, por así decirlo, supe que tenía que mantenerme fuera de vista por un tiempo, aunque me desagradara la idea.
- Y estuvo con nosotros todo este tiempo. - dijo Azael. - Bueno, no cabe duda que hizo valer ese dicho de "para engañar al enemigo, empieza por hacerlo con tus aliados".
- Una decisión sensata, lo admito. - dijo Impa, sin poder evitar sentir orgullo de su pupila, pues hablando tácticamente, era el curso de acción más correcto. Si estuviera en su lugar, ella haría lo mismo.
- ¡Argh! ¡No puedo creerlo, y todo este tiempo fuiste tú la que arruinó mis planes! - protestó Wizzro. Parecía un niño pequeño haciendo un berrinche.
- Era lo menos que podía hacer, luego que intentaste matarme. - dijo Zelda. Luego le apuntó con el florete. - Ahora, es tiempo de que pagues por ello.
- ¡Qué lástima, quédate con las ganas! - exclamó el espectro. - ¡Quién pelea y huye vivirá para pelear en otra ocasión!
Y dicho esto, el espectro se arrojó hacia el portal detrás de él. No tenía más alternativa, pues la única otra opción era tener que enfrentarse a la princesa, Impa y Azael simultáneamente para intentar volver a la salida, y en el (improbable) caso de que lograra pasar a través de ellos, lo más seguro era que estuviesen sus aliados afuera esperando para recibirlo. No estaba en condiciones para pelear contra ellos, pues sólo el hecho de mantener la forma falsa le exigía un enorme esfuerzo y consumo de energía mágica continuo.
- Maldita sea, se volvió a escapar. - dijo Impa. - Qué rápido es para huir.
- Ya nos encargaremos de él cuando volvamos al presente. - dijo Azael. - Y será la definitiva.
- Cierto. - dijo Zelda. - Por ahora, no malgastemos nuestra oportunidad. Ahora que tenemos el camino libre, es tiempo de que cerremos este portal. ¿Me ayudarán?
- Por supuesto, Princesa. - dijo Azael.
Los tres se colocaron frente al portal, mientras ponían la mano hacia el frente. Entre los tres, comenzaron a generar una esfera de energía sagrada rodeada por halos que giraban a su alrededor. La empujaron directo hacia el portal, haciendo que apareciera en él un círculo mágico que se expandió hasta cubrir toda su área. Emitió un resplandor por un segundo, para luego apagarse y cerrarse en sí mismo. Lo habían logrado, el Portal de las Almas en ese tiempo estaba sellado permanentemente.
- Volvamos con los otros. - dijo la princesa. - Estoy segura de que tendrán muchas preguntas, y es momento de que se las responda.
Impa y Azael estaban de acuerdo en eso. Sin embargo, no tenían tanta prisa por saber esas respuestas todavía. Habían cumplido con éxito su misión, y lo más importante, ella estaba de vuelta con ellos, sana y salva. Eso era lo más importante.
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Más tarde...
Una vez cumplida la misión de cerrar el Portal de las Almas, el grupo abandonó el Templo de las Sombras para dirigirse a donde se encontraba la princesa Ruto. Desde la lejanía, podían observar que el humo de la plaza de la Villa Kakariko se había desvanecido, lo cual indicaba que la Zora había cumplido con salvar a todos los habitantes. Aquello los hacía sentir sumamente aliviados.
- Al parecer el incendio provocado por este espectro no causó daños irreversibles. - dijo Azael. - Me iré adelantando para explorar los alrededores.
Ante su explicación, el guerrero se separó de las mujeres. Si bien le importaba cerciorarse que todo estuviera bien, su verdadera intención era dejar a Impa y a Zelda a solas, quienes tenían muchos puntos que aclarar. Esto no iba a ser una charla entre maestra y pupila, sino entre dos amigas cuyo aprecio iba más allá del deber.
Una vez que Azael se retiró, Impa y Zelda empezaron a observarse seriamente. La Sheikah se disponía a hablar para conversar sobre todo lo ocurrido, especialmente del asunto que más le mortificaba, la agresión pasada que cometió con la princesa. Sin embargo, cuando empezaba a vocalizar la primera frase, Zelda se abalanzó a ella para abrazarla con fuerza, hasta el punto de soltar algunas lágrimas. Sus emociones se entremezclaban entre felicidad y tristeza; la primera por el hecho de por fin haberse revelado, de ya no tener que estar bajo la sombra del anonimato, y la segunda por haber mentido, aquel acto que ella siempre había repudiado y que por seguridad tuvo que cometer con todos, en especial con alguien que significaba una parte muy importante de su vida, y que en esos momentos no estaba a su lado. Impa tampoco pudo evitar llorar en silencio debido a la emoción de haber recuperado al tesoro más grande que se le había encomendado, y que creyó que nunca más volvería a ver.
- Lo siento tanto, Impa. - dijo Zelda, abatida. - No tienes idea cuánto remordimiento he sentido todo este tiempo por haberles mentido. Ninguno lo merecía, pero era necesario para poder llegar hasta dónde lo hicimos.
- La única que tiene que disculparse soy yo, Zelda. - contestó Impa. - Pues debido a la desesperación por encontrarte, no pude ver la verdad a través de la mirada de aquel Sheikah en el que te ocultabas, por más que trataste de hacérmela ver.
- No te culpes. Era normal que no lo supieras, pues frente a ti estaba un completo desconocido. - continuó la princesa.
- Si es mi culpa, incluso cometí la osadía de golpearte y tratarte como un vil criminal. - dijo Impa. - Eso es algo que nunca me perdonaré.
- Ya no pienses en eso, en tu lugar tal vez hubiera hecho lo mismo. - dijo Zelda. - Incluso, soy consciente que cometí un error sumamente arriesgado en haberme transformado, pues este hechizo, el cual fue usado por mi antepasada de esta era, pudo haber fallado y aniquilarme en el acto.
- ¿Por qué crees que siempre te lo prohibí leer cuando eras una niña? - preguntó Impa, seria. - Precisamente porque debido a su antigüedad, había riesgos de que se haya alterado o modificado, perjudicándote.
- Lo sé, pero no tenía más opción. - dijo Zelda. - Era eso o que Wizzro me encuentre y me asesine, además que no podía quedarme con los brazos cruzados viendo como los míos morían en batalla. Mi deber es proteger a mi reino a costa de mi propia vida. Cómo les juré a mis padres.
- Y es por eso que me siento orgullosa de ti. - prosiguió Impa. - Por tu sacrificio ante los demás, sin importar si eso va por sobre ti.
- Y lo volvería a hacer mil y un veces. - dijo la princesa. - Sobre todo ahora que los entresijos de mi corazón han sido despertados... Ya no tengo ninguna duda.
Zelda terminó su discurso con esas palabras, pero no por eso la Sheikah no las entendió, al contrario, no necesitó más explicación para conocer la respuesta, la cual ya había descubierto desde hace mucho tiempo. Luego de aquello, ambas volvieron a abrazarse, para después alejarse lentamente del cementerio y dirigirse a la Villa Kakariko.
Apenas llegaron a la plaza, se encontraron con la Princesa Ruto, que terminaba de evaluar los daños. Tal como lo habían previsto, y gracias a ella, no hubo daños irreparables ni pérdidas en vidas que lamentar. Más de las tropas Zoras habían llegado para auxiliar a los aldeanos en lo que pudieran. Apenas las vio, se les acercó, y fue entonces que vieron que aparte de llevar el Cetro de Hielo, traía en la otra mano lo que parecía ser una espada curva envainada, de color azul cristalino y platinado.
- ¿Está todo bien con ustedes? - dijo mirando a Zelda. Impa notó que no se veía sorprendida.
- Ahora lo está. - dijo Zelda. - No nos presentamos apropiadamente: soy la princesa Zelda de Hyrule, o al menos, lo seré dentro de un par de milenios.
- Tenía el presentimiento de que así lo era. - dijo Ruto, sonriendo con complicidad. - Nuestra princesa Zelda hizo lo mismo en su momento. Su legado permanece intacto, por lo que puedo ver.
- Tendremos tiempo de discutir eso luego. - dijo Impa. Luego su mirada se fijó en la espada que traía - Por cierto, ¿qué es esa espada?
- Ah, mi padre la envió. - respondió Ruto. - Es el Sable Zora, otra de nuestras reliquias sagradas. Tiene habilidades similares a mi cetro, pero está más diseñada para el combate cercano, como podrán ver.
A Zelda e Impa no se les escapó que Ruto hablaba del sable con cierto desgano, como si no le tuviese tanto aprecio como al cetro. Y esto fue confirmado cuando la princesa estiró la mano que lo sostenía hacia ellas, haciéndoles un gesto para que lo tomaran. La princesa de Hyrule y su guardiana se miraron interrogantes una a la otra, y luego a la princesa Zora, como esperando a que la otra la recibiera. Ruto exhaló con resignación.
- Escuchen, este tipo de arma no va conmigo. - les dijo. - Creo que mi padre quiso enviarla como algo de protección adicional, pero como han podido ver, no la necesito. Ustedes le podrán dar un mejor uso que yo.
Dichas estas palabras, Zelda decidió aceptar la ofrenda, aunque fuese solo por expresar su gratitud. No creía que ninguna de ellas fuese a utilizarla, pero estaba segura de que alguien en sus filas, cuando volvieran al presente, le podría dar un buen uso. Con su tarea cumplida, decidieron que antes de marcharse pondrían al tanto a sus nuevos aliados del resto de su cruzada. Tal vez con suerte, podrían convencerlos de acompañarlos cuando regresaran al presente.
Ahora no les quedaba más que esperar a que el portal que los llevaría de regreso se volviera a activar. Habían logrado una victoria más, pero la guerra, estaba aún lejos de terminar.
Esta historia continuará...
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