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Capítulo 6: Tierra de los mitos Parte I


"Lana explicó a los otros que el Portal de las Almas era un camino de dos sentidos, y por cada portal abierto en el presente, habría otro abierto en el pasado. Dado que su intento por detener a Cya en el presente fracasó, la hechicera propuso una nueva estrategia: viajar al pasado, y sellar los portales desde ese lado para finalmente interrumpir el flujo de monstruos. Una vez que todos los portales fueran cerrados, podrían poner fin a la devastación que Cya había infligido a su tierra en el presente, y comenzar a reparar los daños.

Con el tiempo en su contra, Impa, Azael y la legión de Link se ofrecieron a asistir a Lana con esta tarea, dividiéndose en grupos de tres para viajar por cada portal, y sellarlo simultáneamente. No sería una misión sencilla, nadie tenía idea de qué peligros tendrían que encarar a los lugares y tiempos a dónde se dirigían, y corrían el riesgo de quedarse atrapados en el pasado sin posibilidad de regresar a casa. Mas su voluntad era fuerte, y ninguno de ellos dio un paso atrás, decididos a afrontar este desafío con decisión y honor, jurando tener éxito y regresar al presente sanos y salvos.

Los altos mandos del ejército de Hyrule, Impa y Azael, atravesaron el portal que los llevaría al pasado, acompañándolos el misterioso joven, Sheik. Al salir del otro lado, se encontrarían con un reino que era muy similar y a la vez muy diferente al Hyrule que conocían. Habían llegado a la tierra que vio nacer y crecer al mítico Héroe del Tiempo..."

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Reino de Hyrule, año 10XX, según el calendario tradicional...

En una época donde un hombre malvado y ambicioso del desierto intentó apoderarse de la Trifuerza para conseguir lo que deseaba, sus planes fueron detenidos por un joven que viajó a través de la corriente del tiempo entre el pasado y el futuro. Este joven fue conocido como el Héroe del Tiempo. Cumplido su heroico destino, se embarcó en una aventura personal y solitaria, despidiéndose de la tierra que lo vio nacer y de los aliados que lo ayudaron en su periplo, y desde entonces no ha sido visto.

En la llamada Montaña de la Muerte, residía la tribu de los Gorons, criaturas poseedoras de una gran fuerza física, pero igualmente compasivas, gobernados por el más fuerte de todos ellos. Darunia, ese era su nombre, un Goron entrado en sus años, lo cual se hacía evidente por su cabello y barba crecidos por toda su cara, pero a pesar de eso seguía siendo el más fuerte, en cuerpo y espíritu, entre todos sus congéneres. Descubrir su destino como el Sabio de Fuego y haber ayudado al Héroe del Tiempo en su cruzada fue lo más increíble que podría haberle ocurrido en su vida. Y admitiéndolo, desde que su amigo desapareció, se sentía realmente solo. Por supuesto, tenía aún sus responsabilidades con los suyos, pero a veces, extrañaba poder volver a esos días. En los últimos años, pasaba la mayor parte de su tiempo en su santuario personal, meditando...

- ¿Hmm...? - Algo interrumpió su concentración, y de inmediato se puso de pie. - ¿Quién está allí?

No podía equivocarse. Alguien, o algo, había entrado en su dominio sin avisar. Una presencia desconocida, casi siniestra, y eso no le agradaba. Inseguro de si se tratase de un amigo o enemigo, el jefe Goron, como precaución, alargó su mano para recoger un enorme y pesado martillo, que se veía imposible de levantar por un humano, pero Darunia era capaz de levantarlo sobre su hombro con una sola mano como si fuese una pluma.

- No intentes ocultarte. Quienquiera que seas, muéstrate ahora.

Como en respuesta, una silueta emergió de entre las sombras de la entrada del santuario, la cual, Darunia lo sabía muy bien, estaba sellada por dentro para que nadie pudiese molestarlo. Se fue revelando a medida que salía de entre la oscuridad y era iluminada por la luz de las antorchas. Empezó por ver unas botas doradas de tacón alto, seguido por una sobrefalda con el tapiz de la familia real de Hyrule (aunque con un diseño ligeramente a como él lo recordaba), posteriormente una mano sujetando una espada de tipo florete, pero la mayor de las sorpresas fue cuando finalmente el rostro de la desconocida visitante salió a la luz.

- Tú... ¿Princesa Zelda?

¿Sus ojos lo engañaban? Hasta donde él sabía, la Princesa Zelda se había embarcado junto con Impa en su propio viaje personal, al parecer cuando se cansó de esperar por el regreso del Héroe del Tiempo. No podría haber regresado tan pronto. Pero al verla más detenidamente, las diferencias se le hicieron más notables. Para empezar, el atuendo que llevaba no era del tipo de ropa que usaría la princesa a quien él conocía. Además se veía mucho más joven, considerando la edad que debería tener ahora (estaría a mitad de sus veinte), y su cabello era de un tono rubio mucho más claro, más largo y voluminoso, tal vez aún más si no estuviese atado en una trenza. Y por último, pero no menos importante, su piel se notaba mucho más pálida, y sus ojos carecían de brillo, casi como si se tratase de un cuerpo sin vida.

- No, tú no puedes ser ella... - dijo el jefe Goron, sujetando el martillo con más fuerza. ¿Quién era esta mujer, y por qué se parecía tanto a la Princesa Zelda?

- Estás en lo cierto. - le respondió la mujer. Hasta su voz sonaba similar, pero carecía de ese tono cálido y compasivo que caracterizaba a la heredera. Este se sintió como una gélida corriente de invierno. - No soy la Princesa Zelda que tú conoces.

- ¿Quién eres, y cómo entraste aquí? - exigió saber Darunia.

- Darunia, jefe de los Gorons, y Sabio del Fuego... necesito que hagas algo importante para mí...

La mujer levantó su florete y le apuntó con él. Una extraña energía oscura se materializó en la punta. Llegado a este punto, Darunia abandonó toda precaución y asiendo su martillo con ambas manos se lanzó para atacar a la invasora antes de que esta pudiese hacerle nada. Lamentablemente, su tiempo de reacción no fue lo bastante rápido, y un pequeño dardo de energía oscura salió disparado directo en medio de los ojos del jefe Goron.

Después de esto, todo se tornó en completa oscuridad.

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Mientras tanto, en las llanuras de Hyrule...

Ya no faltaba mucho para que el atardecer se hiciera presente en el firmamento. A pesar de encontrarse en una época completamente distinta y pasada, el cielo coloreado con aquellas tonalidades era lo único que no había cambiado con el paso de los siglos. Aun se veía hermoso, majestuoso y melancólico, aquellas mezclas de sensaciones que sólo sentían los que se detenían a contemplarlo, perdiéndose entre la sublimidad del efímero ocaso.

Los tres Sheikahs se encontraban caminando por la gran llanura de Hyrule, sitio que también había cambiado con el paso de los años. Curiosamente en su época actual la vegetación era más abundante, por decirlo de alguna manera. Había árboles por doquier y una que otra planta en las pequeñas esquinas, mas en la era en la que estaban se encontraban muy lejanos, y precisamente eso era una terrible desventaja, sobre todo ahora que la noche no tardaba en caerles encima.

- No hemos parado desde que llegamos. - se quejó Azael, cansado. - Sería prudente encontrar un lugar seguro donde pasar la noche, pero con tan poca vegetación lo veo imposible.

- Tienes razón. - dijo Impa. - Si ya dormir en la intemperie es peligroso, imagina cómo sería sin nada que nos camufle, que nos proteja.

- No estamos muy lejos de encontrar un refugio. - dijo Sheik, interviniendo en la conversación. - Sólo es cuestión de guiarnos con la brisa, pues esta se encuentra más concentrada entre la frescura de los árboles.

- ¿Árboles? - preguntó Azael, burlándose. - No es que quiera subestimar tus... poéticas frases, ¿pero no te das cuenta que...?

Sheik no dejó que el guerrero termine su frase, sólo caminó en la dirección que aparentemente se le había antojado. Azael lo miró con el ceño fruncido, molesto porque restó importancia a sus palabras. ¿Acaso no se había dado cuenta que estaban en medio de la NADA? Encontrar un sitio decente que los cubriera sería un milagro, y eso de alguna manera era lo que les había faltado hacía tiempo.

Sheik siguió su recorrido, sin siquiera mirar atrás. Impa se disponía a seguirlo como por inercia, sin analizar nada, pero el brazo del joven la detuvo.

- Déjalo que se vaya. - dijo Azael, molesto. - Si quiere seguir con sus necedades, que lo haga solo.

- Sabes que no podemos hacer eso, debemos seguirlo. - respondió Impa. - Tampoco nos conviene tenerlo lejos, recuerda que tenemos que vigilarlo.

- Vaya... ¿con qué prefieres seguirlo a él? - preguntó, resentido.

- ¿Ah?

- ¡No, ya entiendo! - continuó, tomándola de la cintura. - Quieres seguirlo porque temes que nos quedemos solos, tu y yo. ¿Qué pasó con tu fortaleza? Aunque no me sorprende, pues resistirse a mi es...

- ¡AAAAHH, CÁLLATE!

Enfurecida, Impa se separó del agarre de su compañero, quien ante ese gesto sólo lanzó una carcajada. Decidió ponerse serio y seguirla tanto a ella como a Sheik, quien al parecer no estaba tan errado en su hipótesis, pues luego de algunos minutos de caminata, encontraron una pequeña arboleda con una brisa agradable, perfecta para tomar un descanso.

- Creo que este sitio es propicio para descansar. - dijo Sheik.

- Veo que la naturaleza te llama... - dijo Azael con humor.

- Bien... creo que es mejor que comamos algo y montemos un pequeño campamento. Mañana temprano seguiremos con nuestro recorrido.

- Lo que usted diga, mi comandante. - expresó el guerrero, lanzándole una picara mirada a su superior.

Impa, molesta, sólo volteó el rostro y empezó a hacer lo suyo, mientras que Sheik decidió escabullirse por las ramas de los árboles, alejándose de su grupo. Para variar quería estar solo, y aquellas acciones no eran una novedad para los guerreros.

Al ver que estaba completamente solos, Azael se sentó a relajarse en uno de los troncos caídos, mientras que Impa se disponía a hacer su tienda... pero al ver que su compañero no le quitaba la mirada de encima, se detuvo.

- En vez de estar sin hacer nada, deberías levantar tu tienda. - dijo, seria. - Pronto va a anochecer y en la oscuridad será más complicado.

- ¿Acaso la oscuridad es una desventaja para nosotros?

- No lo es... pero tampoco vale abusar de nuestros propios dones. - respondió Impa. - Por eso, es mejor que prepares todo.

- ¿Y para qué si la lo estás haciendo tú? - preguntó con voz calmada.

- ¿Perdón? ¿Pretendes que YO arme tu tienda?

Ante la pregunta de la comandante, Azael se puso de pie y se colocó detrás de ella, muy cerca de su oído, causando que la Sheikah se sintiera como a nadie le había demostrado antes... intimidada. No lo comprendía, pero no podía moverse.

- Corrección, NUESTRA tienda. - dijo Azael. - ¿O quieres que mejor usemos la mía? Total, los dos la compartiremos.

- ¡¿Te has vuelto loco!? - expresó, impactada.

- ¿Y por qué te escandalizas? Ni que fuera la primera vez que dormimos juntos. En el pasado lo hicimos varias veces... entre otras cosas.

- ¡Eres un...! - exclamó Impa, a punto de abofetear a su compañero, pero este le detuvo la mano completamente despreocupado, riéndose.

- Por favor, no me vengas a decir que lo has olvidado. - dijo, con voz socarrona. - Seguro en ese entonces tendríamos más o menos la edad de Link y la princesa. ¡Qué épocas! ¿No? Sí que éramos unos tremendos...

- ¡Yo no me acuerdo de nada! - exclamó Impa, perdiendo la compostura y completamente sonrojada.

- ¿Ah sí? - preguntó, orgulloso. - Creo que tendré que ser más gráfico en revelar TODO lo que tú y yo...

Azael no pudo responder, pues Impa se zafó de su agarre con violencia y lo dejó solo, perdiéndose entre las sombras, tratando de ocultar con las mismas la inmensa vergüenza que la acompañaba, y por supuesto ocultar el sonrojo de sus mejillas. Lo único que Impa deseaba en esos momentos era ahorcarlo por todo lo que le dijo, atrevimientos que de haber sido cualquier otro lo hubiera fulminado en un sólo instante... pero con él no podía, se bloqueaba, y más bien por eso es que a la que quería fulminar era a ella misma.

Por otra parte, Azael sólo reía, pues con sus palabras consiguió en su compañera el efecto que buscaba, e incluso provocar que su siempre frío semblante se transformara por el bochorno.

- Huye nada más... por ahora.

Sinceramente, Azael era un tipo extremadamente serio, pero cuando estaba cerca de Impa trataba de sacar su verdadera personalidad, la cual iba a salir de manera más frecuente ahora que estaban viajando solos, aprovechando ciertas y deseadas oportunidades. También decidió darse esa "pequeña" libertad de hablar descaradamente porque ambos estaban en "completa" soledad, nadie más los podía escuchar, para su suerte... CRASO ERROR.

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Tres días después...

Aquella mañana, los tres Sheikahs fueron despertados por los ruidos de lo que parecía ser una feroz batalla. Impa fue la primera en ponerse sobre aviso, indicándoles a Azael y Sheik que se quedaran atrás mientras ella iba a inspeccionar. Abandonando la seguridad del bosque y de su campamento, subió por la colina que llevaba hacia las praderas, y se ocultó tras una enorme roca.

Para su sorpresa, el conflicto frente a ella no incluía monstruos en ninguno de los dos bandos. En lugar de eso, se trataba de un combate entre dos grupos, bastante reconocibles incluso a la distancia a la que estaban. Los primeros, eran criaturas de una piel anaranjada, con una especie de coraza de peñascos detrás de la espalda, y bastante más grandes que los humanos, el más pequeño de ellos seguramente mediría no menos de dos metros y medio. Estos eran evidentemente Gorons, habitantes de las montañas. Los otros, eran humanoides de piel azul y de un tamaño más cercano al de los humanos ordinarios, pero sus cuerpos poseían atributos evidentemente acuáticos, como escamas en la piel, y aletas en los brazos, piernas e incluso detrás de la cabeza. Estos eran los Zoras, la gente del agua. Lo que estaba sucediendo en sí mismo era una vista extraña, pues ella sabía que a pesar de sus diferencias, las dos razas siempre habían mantenido relaciones cordiales una con la otra, y los registros históricos no hablaron jamás de ningún conflicto entre ellas, y menos en esa época donde se encontraban.

Los Gorons eran menores en número, pero claramente tenían una superioridad física abrumadora. Los ataques de las armas de los Zoras no hacían más que rebotar en su piel dura como roca causando poco o ningún daño. No llevaban mucha armadura, pero realmente no la necesitaban, y en cuanto a armamento, les bastaban enormes rocas y garrotes, y en caso de que eso no fuera suficiente, algunos llevaban cargamentos de flores bombas, listas para arrojarlas cuando fuese necesario dispersar a sus oponentes. Y haciendo valer el dicho de que "la mejor defensa es el ataque", si llegaban a irritarse lo suficiente sólo necesitaban enrollarse en sí mismos y con ello se convertían literalmente en una bola demoledora viviente, rodando por todo el lugar y arrollando todo y a todos los que se interpusieran en su camino.

Los Zoras, pese a su enorme superioridad numérica, eran los que estaban perdiendo la pelea. Empezando por el hecho de que estaban, literalmente, fuera de su elemento, por ser criaturas acuáticas, necesitaban al menos a cinco de ellos a la vez para pelear de igual a igual contra un sólo Goron, y a veces ni siquiera eso era suficiente. Salían volando con un sólo manotón de sus adversarios, sólo para volver a levantarse y atacar de nuevo, repitiendo el mismo proceso una, y otra, y otra vez.

Impa finalmente les hizo la seña a Sheik y Azael para que se acercaran a ver lo que sucedía. Los dos bandos estaban tan enfrascados en su pelea que no se habían percatado de su presencia, y lo más seguro era que aunque lo hicieran no les prestarían atención en absoluto.

- ¿Qué está sucediendo aquí? - preguntó Azael. - ¿Por qué están peleando entre ellos?

- Los registros históricos nunca hablaron de un conflicto abierto entre Gorons y Zoras. - dijo Sheik.

- Según parece, nuestra preocupación de interferir demasiado en el pasado resultó ser un punto muerto. - dijo Impa. - Evidentemente Cya ya nos ganó de mano a eso.

- ¿Estás diciendo que ella provocó esta pelea? - dijo Azael.

- ¿Tienes alguna otra idea? - replicó la comandante.

- La pregunta es, ¿qué vamos a hacer al respecto? - dijo Sheik. - ¿Deberíamos intentar detenerlos?

A primera vista, esa parecía ser la opción más obvia. Sin embargo, si no tenían idea alguna de cuál era la razón, el verdadero origen de esta disputa, su interferencia sólo causaría más problemas. Impa sugirió esperar un poco más, y poner atención para ver si alguno de ellos decía algo que les diese alguna pista del por qué estaban peleando.

La paciencia de los tres Sheikahs se vio recompensada cuando, al ponerse un poco más cerca y aguzar el oído, alcanzaron a oír gritos entre los Zoras, algunos que decían "¡Devuélvannos a la princesa!" y otros "¡Llamen a su jefe para que dé la cara, viles secuestradores!" Escuchando con atención durante un rato más, los Gorons negaban todo esto, pero por lo que se podía deducir, el jefe de los Gorons al parecer había irrumpido en los dominios de los Zoras, y secuestrado a su princesa. ¿Por qué harían algo como eso? Sin duda, Cya tenía que estar detrás de ello, no podía equivocarse.

- De acuerdo, Impa, ¿qué piensas hacer? - preguntó Azael.

- Aún no podemos estar seguros de cuál de los bandos lleva la razón aquí. - dijo Impa. - Pero de algo estoy segura, Cya debió de meter su mano aquí. Es probable que sepa lo que intentamos y lo haya hecho para distraernos de nuestro verdadero objetivo.

- Mejor dicho, estamos seguros de ello. - dijo Sheik. - Dadas las circunstancias, no tenemos muchas alternativas. Este evento podría tener graves repercusiones en el futuro si no hacemos algo, así que nos guste o no, tendremos que resolver esto primero.

- Estoy de acuerdo. - dijo Azael. - La pregunta es, ¿a quién deberíamos preguntar?

Al mirar de nuevo a la batalla, la respuesta se les hizo bastante obvia. Los Gorons, que eran apenas unos diez, ya tenían en el suelo a casi todos los Zoras, de los cuales había por lo menos cincuenta, y los pocos que seguían en pie, o intentaban imprudentemente atacar a sus enemigos sólo para unirse a sus compañeros, o se quedaban paralizados temblando de miedo. Sumado a lo que acababa de escuchar durante la escaramuza, Impa tenía razones para creer que los Zoras estarían mucho más dispuestos a cooperar y compartir información con ellos si les ayudaban.

- A mi señal. - dijo Impa, mientras les susurraba lo que harían...

Entretanto, abajo de la colina, ya se podía ver a leguas que los Gorons tenían la batalla prácticamente ganada. No quedaban suficientes Zoras en pie como para tener una oportunidad, y el único que aún no quería darse por vencido era aquel que llevaba la armadura más distinguida, que parecía ser un capitán de la guardia.

- ¡Ya déjennos en paz! - gritó uno de los Gorons con voz atronadora. - ¡No queremos tener que lastimarlos... más de lo que ya están!

- ¡Entreguen a la princesa! ¡Sabemos que su jefe la secuestró, tenemos decenas de testigos para probarlo! - insistió el capitán de los Zoras.

- ¡El jefe no ha hecho nada de eso, dejen de acusarlo! - siguió negando el Goron.

- ¡Ustedes lo quisieron así, bestias con cerebros de roca!

Los Gorons eran una raza muy pacífica, pero una de las pocas cosas que eran incapaces de soportar eran los insultos a su inteligencia. Aquellos que no los conocieran bien tenían la idea (errada) de que eran muy fuertes y muy estúpidos, una reputación que se habían ganado injustamente por culpa de sólo unos cuantos que no eran exactamente dignos representantes suyos. El Goron se enfureció ante ese insultó, y cuando el capitán Zora se lanzó a atacarlo, fue detenido en seco cuando la "bestia con cerebro de roca" sujetó el extremo de su lanza y se la arrancó de las manos. De lejos no podía notarse porque los Gorons tenían los ojos extremadamente pequeños para su cara, pero visto de cerca, el capitán Zora pudo ver que se pusieron en rendijas y lo miraron fijamente. Partió la lanza en dos como si fuese un palillo, y agarró por el cuello al capitán Zora, alzándolo hasta ponerlo cara a cara y dejándolo con los pies colgando en el aire.

- Vuelve... a repetir... lo que dijiste...

El capitán no respondió. No había manera de saber si fue por el miedo, o porque la enorme mano del Goron sujetándolo con fuerza le cortaba la voz. El Goron lo alzó sobre su cabeza y después de ponerlo a dar unas cuantas vueltas lo arrojó contra sus compañeros, que de inmediato se amontonaron para amortiguarle la caída. Pero el Goron no había terminado allí. Se tronó sus nudillos y se preparó para lanzarse a la carga. Con un grito furioso echó a correr, listo para dar un puñetazo demoledor. Los Zoras cerraron los ojos, esperando el inminente impacto, lo que les impidió ver a los dos individuos que, sin avisar, habían saltado frente a ellos.

- ¡¿QUÉ?!

El pesado puño del Goron había sido detenido. Una sola persona no habría sido capaz de detenerlo, inclusive entre dos... pero eso era exactamente lo que acababa de suceder. Azael e Impa habían saltado justo a tiempo, y lo habían frenado entre los dos usando sus armas, una alabarda y una espada gigantesca. Se miraron entre ellos, tomando ventaja del momentáneo estupor del Goron, y entre los dos lo golpearon simultáneamente, enviándolo hacia atrás. Era una gran ventaja que las armas de ambos estaban reforzadas mágicamente, lo que aumentaba la fuerza de sus ataques lo suficiente incluso para afectar a seres como los Gorons, cuya resistencia al daño físico era mucho mayor. El Goron no se amilanó ante esto y de inmediato se enrolló en forma de bola para empezar a rodar. Primero retrocedió para tomar impulso y luego giró para volver hacia ellos.

Sabiendo que no tenía sentido intentar pararlo directamente, pues un Goron rodante ciertamente hacía honor a la expresión "fuerza indetenible", Impa retrocedió para preparar un ataque mientras Azael esperaba su momento. Midió la distancia y la velocidad con la que el Goron venía rodando con mucho cuidado, y en cuanto vio su momento, se encogió sobre sus piernas y saltó mientras daba un giro en el aire. Dio un tajo con su alabarda, apuntando hacia abajo para lanzar una onda expansiva cortante, pero su verdadero objetivo no era el Goron, sino abrir una pequeña zanja en el suelo, directamente por el camino por donde iba a pasar. El efecto fue inmediato: el Goron fue directo hacia ella y esto provocó que saliera volando hacia el aire, todavía dando vueltas.

- ¡Impa, tu turno! - gritó Azael.

La comandante no se hizo rogar: el Goron, por la sorpresa de encontrarse de pronto volando hacia el aire hizo que se desenrollara, exponiendo la parte frontal de su cuerpo en el exacto momento en que Impa saltaba hacia él para darle el golpe. Los Gorons tenían la piel dura como roca, pero hasta el menos instruido sabía que en la panza eran mucho más vulnerables y un golpe bien dirigido en ese lugar tenía que dolerles.

- ¡UMPH! - exhaló el Goron, al sentir el impacto.

Impa lo había golpeado con el extremo de la empuñadura de su gran espada, pues no quería infligir heridas fatales, pero eso bastó para sacarle el aire y algo más. El Goron cayó sobre su espalda, haciendo temblar la tierra bajo su peso.

- ¿Quiénes son ellos? - preguntaron los Zoras, viendo a sus salvadores. Un instante después, Sheik se unió a ellos, y los tres se pusieron en guardia.

- ¿Quién creen que son ustedes? ¿Cómo se atreven a atacarnos? - protestó uno de los Gorons que quedaba en pie, al ver a su compañero noqueado.

- ¡Vamos a aplastarlos inmediatamente! - agregó otro.

Impa y Azael se prepararon para recibirlos cuando estos intentaron rodearlos, pero Sheik les indicó que se quedaran atrás, que él se haría cargo. Tomó su lira y comenzó a tocar. Los Gorons se quedaron tiesos por un momento, de ver que lo que el joven intentaba hacer.

- ¡JAJAJAJAJAJA! ¿Qué intentas hacer? ¿Ponernos a dormir con una canción de cuna? - dijo uno de ellos, los demás inmediatamente lo secundaron en la risa.

- Es una posibilidad. - dijo Sheik, sin perturbarse.

Los Gorons estaban tan ocupados riéndose que no se percataron de que Sheik cada vez intensificaba más y más las notas que tocaba. Este era un conjuro especial, pero ellos no se darían cuenta de ello sino hasta que fuese demasiado tarde...

- Jajajaja, eres divertido, mocoso, pero, es hora de... de... de... mi cabeza... está...

De pronto, los ojos del Goron empezaron a dar vueltas. Y no fue el único, los otros pronto comenzaron a sentir lo mismo, a medida que la canción que Sheik tocaba se hacía más y más fuerte. Y al pasar unos segundos los Gorons empezaron a alzar los puños... y a golpearse entre ellos sin motivo aparente alguno.

Los Zoras no entendían lo que estaba sucediendo, sin embargo, Impa y Azael sabía exactamente lo que Sheik había hecho. La canción que estaba tocando sólo era un encantamiento para un hechizo que provocaba confusión en el adversario. Los efectos incluían mareos, visión turbia y la incapacidad de distinguir entre aliados y enemigos. Era poco efectivo contra personas de mente fuerte y disciplinada o que supieran exactamente lo que era. Pero contra estos Gorons, que no tenían idea de ello, era una excelente manera de hacer que se derrotaran entre ellos.

Los tres Sheikahs permitieron que los Gorons continuaran golpeándose entre ellos durante un buen rato, mientras aprovechaban de ver como se encontraban los Zoras. Estos, pese a que no conocían a sus salvadores, no se quejaron por la ayuda en lo más mínimo. Cuando el efecto de la canción de Sheik empezó a desvanecerse, los Gorons evidentemente no se mostraron nada felices cuando se dieron cuenta de que los habían engañado para que se atacaran unos a otros. Pero antes de que pudieran castigar al responsable, Sheik había preparado su siguiente movimiento. Esta vez, prosiguió tocando una melodía mucho más fuerte y movida, para hacer caer a su alrededor una lluvia de rayos, obligándolos a que se amontonasen aún más. A pesar de que eran muy resistentes (se podría decir que casi invulnerables) al daño físico, los ataques de magia eran una historia diferente, pues los hechizos los afectaban en casi el mismo nivel que a los humanos ordinarios. Por supuesto, no podía mantenerse haciéndolo para siempre, por lo cual Impa y Azael comenzaron a flanquear a los Gorons, colocándose a cada lado de los gigantes de roca, mientras cada uno preparaba su propio ataque. Impa colocó su espada sobre el hombro mientras canalizaba su energía hacia el filo, y Azael hacía lo propio en el hacha de su alabarda. Sólo esperaban a que Sheik les diera la señal para ejecutarlos, iba a ser devastador.

- ¡AHORA!

Azael e Impa no perdieron un segundo, y bajaron sus armas con todas sus fuerzas, dando cada uno un fuerte golpe en el suelo. La energía que concentraron se liberó al impactar, manifestándose como ondas de energía cortantes que avanzaron cortando la tierra hacia el grupo de los Gorons, aún amontonados en la jaula improvisada de rayos en la cual Sheik los mantenía para que no pudieran escapar. Al encontrarse en el medio los dos ataques, el choque provocó que se hiciera un remolino de cuchillas alrededor de los Gorons, que comenzaron a gritar quejándose de los cortes que comenzaron a plagarlos por doquier. Pese a que su piel era dura como roca, las cuchillas del remolino eran capaces todavía de hacerles heridas superficiales, pero nada fatal o de lo que no pudieran recuperarse, eventualmente. De cualquier manera, para cuando el remolino se disipó, los Gorons ya no se veían en condiciones, ni tampoco con actitud de querer continuar peleando.

- ¡RETIRADA! ¡VÁMONOS DE AQUÍ! -

Y de inmediato, tomó la decisión más sensata que podría en esa situación, se enrolló en bola para literalmente irse rodando a toda velocidad. Los otros lo siguieron al instante, yéndose detrás de él, de regreso a su hogar en las montañas. Quienquiera que fuesen esos tres, no tenían oportunidad contra ellos. Los tres Sheikahs de inmediato volvieron su atención a los Zoras, quienes aún estaban algo sorprendidos de lo que acababa de suceder, pero sin duda agradecidos por la ayuda que les prestaron los recién llegados.

- ¿Se encuentran bien? - preguntó Impa, envainando su gran espada.

- Ahora lo estamos. - dijo el capitán. - No tengo idea de quienes sean, pero gracias por su asistencia.

- Espere, capitán. - dijo otro de los soldados. - Ese símbolo que llevan en su vestimenta... ¿no es el del clan Sheikah?

- Por las Diosas, es verdad. - respondió el capitán, que hasta ese momento no lo había notado. - ¿Hay más sobrevivientes aparte de Impa?

La comandante tuvo que contenerse un poco al oír su propio nombre. Con toda certeza, el capitán Zora estaba hablando de una de sus antepasadas. Tendría mucho que explicarle, y pese a su idea inicial de interferir en el pasado tan poco como fuese posible, ante el curso de los acontecimientos, como dijo antes, eso ya era un punto muerto. En este momento necesitaban, más que nada, información sobre la situación, para corregir lo que fuese que Cya estuviese intentando hacer.

- Es una historia muy larga. - dijo Impa. - Estaremos felices de compartirla con ustedes, a cambio de algo de información. Específicamente, la razón del porqué de su... conflicto con los Gorons.

- ¿Y qué interés podrían tener en eso? - preguntó el capitán.

- Estamos en una misión importante. - dijo Azael.

- Y si nuestras suposiciones son correctas, todo indica que estaremos luchando del mismo bando. - agregó Sheik.

- Si lo prefieren, podemos discutir esto en otro lugar más seguro. - dijo Impa. - Pudimos con esos Gorons, pero es sólo cuestión de tiempo antes de que se reagrupen y regresen en un mayor número. Y ahora no contaremos con el factor sorpresa.

- Si ese es el caso, ¿les parece que lo discutamos en un lugar cercano al agua? Como verán, a mis hombres y a mí nos vendría bien para reponernos de esto.

- Hay un claro cerca de un río muy cerca de donde establecimos nuestro campamento. - propuso Sheik. - Allí podremos hablar sin ser molestados, y mantenernos ocultos de ellos.

- Me parece excelente. Por favor guíennos.

Sin perder tiempo, los Zoras que aún tenían fuerzas para caminar ayudaron a sus compañeros a levantarse. Los Sheikahs hicieron lo mismo, asistiendo a los que podían, echando una última mirada en la dirección de las montañas, sólo por si acaso a los Goron se les ocurriera volver para molestarlos. Un poco decepcionados de tener que poner en espera su búsqueda del Portal de las Almas, pero esto era algo que no podían ignorar. La historia tenía que mantener su curso, y si Cya estaba provocando interferencias en el pasado, su deber era corregirlas a toda costa.

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Un poco después...

Tomando ventaja de que los Gorons se retiraron tras el sorpresivo ataque de los tres Sheikahs, Impa pudo aprovechar este momentáneo cese a las hostilidades para conseguir información. Como dijo Sheik, ahora se encontraban en un claro cerca del río, para permitirles a los Zoras recuperar sus energías y curarse sus heridas más rápidamente (aparentemente, estos poseían un factor de curación que era estimulado cuando se sumergían en el agua). Empezó por preguntar al capitán de los Zoras por más detalles del motivo por el que estaban atacando a los Gorons, mientras Sheik y Azael ayudaban a atender a los heridos. Aunque ellos ya sospecharan (acertadamente) de quién estaba detrás de todo, la Comandante no se imaginaba que lo que estaban a punto de decirle no le iba a gustar nada en absoluto.

- Sucedió hace unas dos noches. - dijo el capitán. - A excepción de los que estábamos de guardia, todo el Dominio Zora estaba durmiendo. Y entonces, sentimos una especie de temblor, pero unos segundos después, nos dimos cuenta que en realidad era algo, o alguien que estaba golpeando la pared que protege la entrada del dominio. Tardó varios minutos, pero finalmente, después de mucho golpear, logró derribarla. Y fue entonces que vimos quién era. Se trataba del jefe de los Gorons, aquel al que llaman Darunia.

- Incluso un Goron, por muy fuerte que sea, no sería capaz de derribar por sí solo la entrada al Dominio Zora. - dijo Impa, casi sin poder creer lo que decía el capitán.

- Por sí solo tal vez no. Pero cuando irrumpió a nuestro dominio, llevaba encima una especie de martillo, que no sólo se veía pesado, sino que además, estaba prendido en llamas. Y a pesar de que estábamos rodeados de agua, no parecían extinguirse de ninguna manera.

A la mente de Impa vino el Martillo de los Gorons, llamado coloquialmente el "Martillo Megatón". Este no estaba entre las reliquias que habían conservado en el santuario en su época, pues era un tesoro de la raza Goron y les pertenecía por derecho. No obstante, gracias a los registros históricos de la familia real sabían que el Héroe del Tiempo lo había tomado prestado temporalmente para derrotar a un dragón de fuego que amenazaba con devorar a los Gorons si estos no cedían a las demandas del rey de las ladronas del desierto, Ganondorf. El pensar en ese nombre le hacía temblar, pues Impa sabía que ese ladrón había resultado ser la encarnación del mal, y que había logrado una casi total inmortalidad al punto que el héroe legendario no fue capaz de matarlo totalmente al enfrentarse a él, sólo sellarlo temporalmente.

- Cuando entró, intentamos detenerlo, pero era más fuerte él solo que cien de nosotros. - dijo el capitán, claramente frustrado de sentirse tan débil. - Se abrió paso sin problemas, y usó su martillo para derribar las paredes de los aposentos del rey y la princesa Ruto. Y luego, sin que pudiéramos evitarlo... se la llevó.

- ¿Por qué haría algo como eso? - preguntó Impa, aún incrédula. - Sus razas siempre han vivido en paz desde hace generaciones. ¿Por qué los atacaría ahora y sin avisar?

- No lo sé. Lo que sí sé, es que al parecer no estaba actuando solo. - prosiguió sin detenerse. - Cuando salimos a perseguirlo, afuera estaba reunido con una mujer. Al principio no pudimos verla bien, porque estaba muy oscuro, pero luego empezó a utilizar una especie de magia para atacarnos y lo ayudó a escapar.

- ¿Una mujer? - Impa se alarmó al escuchar eso. ¿Podría ser que Cya se enteró de sus planes y los había seguido para intentar detenerlos? - Tienes que decírmelo, ¿qué aspecto tenía?

- Como le dije, estaba muy oscuro. Solo pude verla entre destellos breves de sus ataques, pero su silueta apuntaba a que tenía el cabello muy largo y que usaba una espada larga y delgada. Algunos de mis hombres que la vieron más de cerca dicen que podría jurar que se parecía mucho a la Princesa Zelda, pero eso es imposible. La Princesa Zelda se fue en un viaje a tierras lejanas hace meses, así que no puede ser ella de ninguna manera.

La Princesa Zelda... Impa se quedó pasmada al escuchar esto. Por supuesto, el capitán más que probablemente se estaba refiriendo a la Princesa Zelda de este tiempo, de esta época, una de las primeras que llevó el título de "Princesa del Destino", al ser una portadora del alma de la Diosa Hylia. Era bien sabido por tradición que todas las mujeres nacidas en la familia real de Hyrule llevaban el nombre de Zelda, casi desde la fundación del reino. Pero lo que le estaban diciendo era imposible, inconcebible. La descripción coincidía con la Zelda que ellos conocían, la de su tiempo. ¿Sería acaso que eso fue lo que le sucedió después de desaparecer durante el asedio al castillo? Impa estaba segura de que la Princesa Zelda preferiría caer en combate antes de dejarse consumir por el mal, ella nunca colaboraría con las fuerzas de la oscuridad de ninguna manera, al menos no por voluntad propia.

- Es una impostora. - Sheik repentinamente interrumpió los pensamientos de Impa. Fue como si lo hiciera de manera deliberada para sacarla del trance en que evidentemente la dejó esta impactante revelación.

- ¿En qué te basas para decir eso? - preguntó la comandante, que aunque no lo dijera abiertamente, la interrupción de Sheik tuvo ese efecto esperado.

- Quienquiera que sea esta mujer... evidentemente se está haciendo pasar por... "nuestra" Princesa Zelda. - dijo Sheik.

- ¿Qué quieres decir con "su" Princesa Zelda? - preguntó el capitán Zora, confundido.

- Es complicado de explicar. - dijo Sheik. - Basta con decirles que nosotros venimos desde otro tiempo, otra época en el futuro, y que la verdadera agresora detrás de esto ha enlistado fuerzas más allá de la comprensión. Al parecer, quiere provocar el caos no sólo en nuestra época, sino aquí también.

- No comprendo. - dijo el capitán.

Impa estuvo a punto de protestar algo. No obstante, pese a que Sheik todavía no le inspiraba confianza del todo, tuvo que admitir que no podía descartar la teoría que el misterioso joven acababa de proponer. No sonaba descabellado que Cya intentara algo como esto, hacerse pasar por la Zelda que ellos conocían para provocar el caos. No era un secreto para ellos lo mucho que la detestaba, pero si no podía encontrarla para asesinarla, ¿por qué no arruinar su reputación al cometer ese tipo de actos? Admitiéndolo, una parte de ella se inclinaba a creer esto porque la alternativa era tener que aceptar que tal vez hubiese sido consumida por el mal y realmente fuese ella, y en el peor de los casos, plenamente consciente de lo que hacía. Sin saber muy bien por qué, Impa decidió retomar la explicación de Sheik para aclarar los puntos.

- Hay una hechicera, de nombre Cya, que en nuestro tiempo se apoderó de la Trifuerza. - explicó Impa. Todavía le costaba aceptar eso, pero tenía que ser totalmente honesta y afrontar las cosas como eran. - Está usando su poder para conectar nuestra era con la de ustedes, lo que pone en peligro el tiempo y el espacio como lo conocemos. Si la teoría de Sheik es correcta... es posible que se esté haciendo pasar por nuestra Princesa Zelda, y me atrevería a pensar que tal vez está tras la extraña actitud del Jefe Goron.

- ¿Quieren decir que lo está controlando? - preguntó el capitán. - Aunque ahora que lo pienso... estaba actuando demasiado rudo y agresivo. Era como si no fuese él, para quienes lo conocemos.

Sheik e Impa intercambiaron miradas. Esa parecía ser la pieza que faltaba. Si ellos ya sabían que Cya había intentado hechizar a Link para lavarle el cerebro y convertirlo en su esclavo, ¿no tendría sentido que fuese eso lo que le hizo a Darunia? Por supuesto, Link se salvó en parte gracias a su propia fuerza de voluntad, y a la protección que la Princesa Zelda colocó en su bufanda, lo que le permitió resistirse hasta que pudieron llegar en su auxilio. Pero el Jefe de los Gorons con toda certeza no contaba con dicha protección, ni mucho menos podría haber opuesto resistencia alguna si lo atacaron por sorpresa. En todo caso, eso apuntaba a que él no era su enemigo, sólo otra víctima de las maquinaciones de esa malvada hechicera. Y como tal, tenían que ayudarlo.

- ¿Saben en dónde tiene ahora a la Princesa Ruto? - preguntó Impa.

- No estamos seguros, pero la mayoría cree que debe estar en su santuario personal, en la Ciudad de los Gorons. - dijo el capitán. - Y aún si lo estuviera, ninguno de nosotros ha podido atravesar a los centinelas para poder llegar allí, y además... está fuera de nuestro ambiente.

Los Sheikahs entendieron a lo que se referían. Los Zoras eran criaturas acuáticas, y aunque podían sobrevivir fuera de su elemento por un tiempo, eran demasiado susceptibles al calor extremo y a la deshidratación. Ciertamente, la cercanía a la Montaña de la Muerte era casi como pedirles que se suicidaran.

- Capitán, usted y sus hombres merecen un buen descanso. - dijo Impa. - Puede dejar el resto en nuestras manos. Tenga por seguro que rescataremos a su princesa, y llegaremos al fondo de este misterio.

- ¿Ustedes solos? - preguntó el capitán. - No es que quiera parecer ingrato, pero por muy buenos luchadores que sean, ¿cómo piensan enfrentarse a todos esos Gorons por sí mismos?

- A veces... un ataque directo no es la mejor estrategia. - dijo Impa. - Tomaremos otro enfoque.

El capitán de los Zoras no entendió a lo que se refería, pero Impa insistió en que confiara en ellos. Viéndose sin alternativas, accedió a hacerlo. Mientras tanto, Azael terminó lo que hacía y finalmente fue a reunirse con sus dos compañeros.

- ¿De qué me perdí? - les preguntó.

- Al menos ya tenemos una idea de lo que sucede aquí. - dijo Impa. - Mientras tanto, creo que será bueno que durmamos un poco ahora.

- ¿Por qué lo dices?

- Porque nos levantaremos a medianoche. - dijo Impa. - ¿Cómo están tus habilidades de infiltración y sigilo?

- Un poco oxidadas, supongo. - admitió Azael. - Pues hace mucho que no las necesitamos, ¿no es así?

- Esperemos que sean suficientes. - dijo Impa. - Esta noche... vamos a infiltrarnos en la Ciudad de los Gorons.

Impa se llevó aparte a Azael para contarle todo lo que les había dicho el capitán de los Zoras, y cuál sería su siguiente curso de acción. La búsqueda del Portal de las Almas tendría que esperar, pues ahora tenían que poner fin a este conflicto entre los Gorons y Zoras, que sin duda Cya había provocado deliberadamente para desviar su atención. La prioridad por el momento sería hacer que el Jefe Goron recuperase el sentido y rescatar a la princesa de los Zoras. Entre más pronto lo hicieran, más pronto podrían reanudar la búsqueda del portal para sellarlo.

Mientras Impa y Azael se iban por su lado, Sheik decidió irse a un rincón para tener un momento a solas. Tomó su lira y se puso a tocar algunas melodías para relajarse un poco. Aunque no lo había mostrado abiertamente, la reciente revelación lo perturbó más de lo que estaba dispuesto a admitir. ¿Así que la Princesa Zelda estaba manipulando a Darunia para que cometiera esos actos? Pero eso no podía ser. No podía decir por qué, pero él sabía mejor que nadie que quienquiera que fuese, tenía que tratarse de una impostora.

Viendo a sus dos superiores conversando y discutiendo sobre el siguiente plan, Sheik pensó que tal vez el tiempo de estar guardando los secretos había pasado. No mintió al decir que no les podía decir nada para mantener la seguridad de la princesa, pero eso no ayudaba a aliviar sus miedos. En lugar de eso, sólo los acrecentaba aún más. Dados los acontecimientos recientes, quizás ya era el momento de que Impa y Azael (y por extensión todos los demás, una vez que regresaran al presente) supieran donde estaba y qué había hecho todo este tiempo la Princesa Zelda.

- "Ya casi es tiempo." - pensó. - "Cuando la impostora sea expuesta, les diré la verdad."

Ya no tendría sentido ocultarlo más, con todo lo que había sucedido. En esos tiempos tan desesperados, lo que más necesitaban era algo que les subiera la moral, y les devolviera la esperanza de alguna manera. La Princesa Zelda, tanto como el héroe legendario, eran encarnaciones vivas de dicha esperanza. Y después de todo, tenía que cumplir la promesa que le hizo a Link, que pronto vería el día en que él y la princesa volverían a reunirse.

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En la noche...

Uno de los apodos por los cuales se les conocía a los Sheikahs era "la gente de las sombras". Aunque esto se debía mayormente a su tendencia a permanecer en el anonimato mientras cumplían su servicio a la familia real de Hyrule, no era la única razón. Aparte de ser expertos luchadores en combate directo, sus talentos incluían además el ocultamiento y sigilo, lo que los hacía propicios para el espionaje, infiltración, o en general cualquier misión que requiriese algo más que fuerza bruta para superar al enemigo. Y esta era una de esas ocasiones.

Al punto exacto de la medianoche, tres siluetas comenzaron a movilizarse hacia el camino que llevaba hacia la Montaña de la Muerte. La entrada hacia este sendero se encontraba en el interior de la Villa Kakariko. Impa, que había estudiado muy a fondo la historia de su clan, recordaba claramente que según los registros históricos, esa antepasada suya que vivió en esta época y con quien compartía el nombre, fue quien abrió las puertas de este pueblo, que otrora había sido el hogar de los Sheikahs, pero cuando casi todo el clan fue exterminado mientras estos protegían a la familia real durante una gran guerra, decidió que Kakariko era demasiado grande para vivir sola en ella. Al principio, era sólo un refugio para sobrevivientes de dicha guerra, pero poco a poco se fue expandiendo a medida que construían más y más casas.

Sacudiéndose estos pensamientos de nostalgia de la cabeza, Impa volvió a enfocarse en lo que estaban haciendo. Tenían suerte que aquella noche estaba bastante nublado, pues la luz de la luna podría haberlos delatado. Los tres se movían saltando de techo en techo, teniendo mucho cuidado de no despertar a ninguno de los habitantes. No había absolutamente nadie afuera, todos dormían plácidamente. Probablemente ninguno de ellos tenía idea de lo que estaba sucediendo fuera de ese pequeño pueblo.

Sin embargo, al pasar cerca de la entrada que llevaba hacia el cementerio del pueblo, Sheik se detuvo bruscamente, como si hubiese sentido algo. Azael e Impa tardaron unos segundos en darse cuenta que no los estaba siguiendo, y tuvieron que volver por él.

- ¿Qué sucede, Sheik? - le dijo Azael, en voz baja. - Muévete, no podemos perder el tiempo.

- Mis disculpas. - respondió el joven. - Fue sólo que... me pareció sentir algo. Por un momento, en esa dirección.

Azael e Impa miraron a donde les indicaba Sheik. En efecto, se trataba del sendero hacia el cementerio. Muchos de sus colegas del clan Sheikah recibieron su eterno descanso en ese lugar, y había rumores de que en ocasiones, sus espíritus podían ser vistos o escuchados por los visitantes. Mayormente eran rumores que los padres inventaban para mantener a sus hijos fuera de ese lugar tan tenebroso por la noche, pero Impa sabía que de hecho sí había algo de verdad en ellos. Los espíritus de los Sheikahs fallecidos permanecían en ese lugar, como guardianes de la entrada a algo más importante: El Templo de las Sombras.

- Podremos investigarlo después. - dijo Impa. - Tenemos que continuar.

Sabiendo que Impa tenía razón, Sheik asintió y reanudaron su travesía. Finalmente llegaron a la entrada que llevaba al camino hacia la Montaña de la Muerte. Estaba bloqueada por un portón de reja, que era custodiado por un sólo guardia, de pie con la lanza en la mano. Tenían que tener cuidado para evitar que los viera y diera la señal de alarma, o todo su plan se vería arruinado. Sin embargo, al acercarse más, pudieron oír lo que parecía ser... ¿ronquidos?

- ¿Está dormido... de pie? - dijo Azael.

Sí que lo estaba. Ni siquiera estaba apoyado contra la pared, literalmente se había quedado dormido parado y erguido, sujetando la lanza con la mano todavía. Bien, de cualquier manera, eso descartaba el peligro de que diese la alarma. Los tres Sheikahs saltaron hacia la cornisa de la casa que estaba más cercana al portón. Desde allí, usándola como punto de apoyo, podrían saltar sobre el muro que rodeaba la reja, y seguir por el sendero. Sería sólo cuestión de aterrizar lo más suavemente posible del otro lado, para evitar despertar al guardia.

Sheik, al ser el más ligero de los tres, se ofreció a ir primero. Conteniendo la respiración, se impulsó desde el borde y aterrizó encima del muro a salvo. Echando una mirada atrás a sus dos colegas, que le indicaron que sí, era seguro bajarse, se dejó caer del otro lado. Había tenido éxito.

Ahora, para Impa y Azael, sería un poco más complicado. Empezando por el hecho de que ellos eran más grandes y pesados que Sheik, también cargaban consigo unas armas masivas que les daban aún más peso adicional. No obstante, el problema no era tanto lograr el salto, pues tenían confianza en hacerlo. El problema real era más bien evitar hacer ruido. Lo mejor que podían intentar era usarlas como punto de apoyo para ayudarse a atravesar el muro.

Impa desenvainó su gran espada, respiró profundamente antes de ejecutar el salto, y se la colocó al hombro, con el agarre invertido como si fuese una garrocha. Saltó hacia el muro, y clavó la espada y la utilizó como palanca para ayudarse a llegar del otro lado. Su aterrizaje no fue tan silencioso como el de Sheik, por los protectores que llevaba encima, pero al menos logró evitar despertar al guardia. Eso era todo lo que importaba.

Finalmente, era el turno de Azael. El subcomandante estaba seguro de que, si su superiora pudo hacerlo, él también podría. De la misma manera que Impa, tendría que usar su alabarda como palanca para llegar del otro lado. Él tampoco tuvo problemas en lograr el salto, pero el extremo de la alabarda por poco le hace perder el equilibrio y caer hacia atrás. Tuvo que clavar el hacha con fuerza en la roca para evitar caerse, y el ruido que hizo pareció perturbar al guardia. Se quedó paralizado por un momento... pero luego oyó que seguía roncando. Tanto él como Impa dieron un suspiro de alivio.

- Estuvo cerca...

Pasó del otro lado con cuidado y se reunió con Impa y Sheik. Ya estaban a salvo y sin causar alboroto. Ahora, les esperaba una escalada por el difícil y escarpado sendero hacia la Montaña de la Muerte. Sin perder tiempo, comenzaron su ascenso.

El camino no fue tan difícil al principio, excepto que tenían que pisar con mucho cuidado para evitar tropezarse. Otra de las habilidades en la que los Sheikahs eran entrenados era el desarrollo de una excelente visión nocturna, precisamente para misiones como esta, en medio de la noche o lugares oscuros en general. Los Gorons no eran criaturas de hábitos nocturnos, así que tendrían mayores posibilidades de una infiltración exitosa durante ese tiempo. Sin embargo, tendrían sólo hasta el amanecer para cumplir con su misión, así que tenían que apresurarse.

Después de ese relativamente fácil tramo, el camino empezó a hacerse casi vertical, y los tres Sheikahs tuvieron que comenzar a escalar usando manos y pies para sujetarse de los bordes. Con una simple mirada cualquiera podría notar que durante años habrían ocurrido gran cantidad de derrumbes en ese lugar, lo cual dificultaba su ascenso. Tenían que dar cada paso con mucho cuidado para no provocar uno mientras subían. En aquel momento, Azael se preguntaba si así era como se había sentido Link en el momento en que le tocó hacer aquella escalada cuando estaba haciéndoles la prueba para ser promovidos a caballeros tempranamente. Tendría un gran respeto por el muchacho por haberlo logrado.

- Esperen un poco. - dijo Impa cuando alcanzaron una saliente segura. - Escuchen.

Los tres aguzaron el oído. Podían oír un retumbar muy extraño cerca de ellos. Sonaba como un ronquido mucho más fuerte de lo normal, y el conocimiento que poseían les permitió discernir que se trataba de eso. Un ronquido de Goron. No, eran ronquidos de varios de ellos. Se fueron acercando poco a poco siguiendo el ruido a medida que se hacía más fuerte, y entonces pudieron verlos.

A los ojos de cualquier observador ordinario, podrían haber parecido rocas ordinarias que se confundían con el color de la tierra de esa zona, pero ellos pudieron darse cuenta que se trataba de unos cuantos Gorons que dormían en ese lugar, seguramente vigilando el camino. Y aunque a primera vista podrían parecer que dormían como rocas (y no estaba tan alejado de la realidad) incluso mientras estaban dormidos sentirían las vibraciones en la tierra si se acercaban demasiado a ellos. Podrían pelear con ellos sin problemas, pero la idea de hacer esto en primer lugar era evitar causar alborotos innecesarios. Pelear con ellos no era la única opción.

- Tenemos que hacer algo con ellos. - dijo Impa.

- Bastará con una pequeña distracción. - dijo Sheik, tomando uno de sus kunais con sello explosivo.

Impa y Azael retrocedieron para dejar que hiciera su trabajo, ocultándose a distancia segura. El plan de Sheik era simple: provocar un derrumbe que les cayera encima a esos Gorons en el camino, y aprovechar la confusión para atravesar sin que los vieran. Por si las dudas, tenían a mano unas cuantas bombas de humo que utilizarían para cubrir su escape en el caso de que las cosas se complicaran de más. El joven Sheikah escudriñó con la mirada los alrededores, buscando cuál sería el mejor punto para arrojar el kunai. A unos cinco metros por encima de donde estaban los Gorons, vio una saliente que tenía el aspecto de que se derrumbaría en cualquier momento al más mínimo toque. Una explosión certera haría que las rocas llovieran sobre ellos, dándoles el tiempo para que pudiesen saltar por un lado del camino sin ser vistos, pues estarían demasiado ocupados quitándose de encima las rocas. Aparte, con su constitución física ni siquiera sentirían dolor. Sheik apuntó con mucho cuidado el kunai, y lo lanzó.

Esperando un par de segundos a que el sello se activara, la explosión hizo que las rocas comenzaran a caer sobre los Gorons. Estos no hicieron más que apenas desenrollarse, y no parecieron alarmarse demasiado, pues viviendo en ese lugar sin duda estarían acostumbrados a los derrumbes, y aunque todas esas rocas les cayeran encima no los lastimarían en absoluto, por lo que no se molestaron en intentar quitarse del camino. La verdadera importancia estaba en la ventana de oportunidad, pues en el tiempo en que tardaran de quitárselas de encima ellos podrían pasar sin ser vistos. Impa y Azael aprovecharon mientras todavía estaban sepultados bajo el montón de rocas, mientras que Sheik se quedó atrás por un momento para asegurarse de que no hubiese ningún otro por allí cerca que pudiese verlos y dar la alarma. Al confirmar que no lo había, siguió a sus dos superiores de vuelta al camino.

La siguiente parada resultó ser frente a una enorme y oscura caverna. Ninguno de ellos se molestó siquiera en mirarla o pensar en entrar allí, hasta que oyeron ruidos de algo que venía bajando colina abajo en su dirección. De primera instancia podrían haber creído que era otra avalancha de rocas y a primera vista así pareció, hasta que vieron que las "rocas" que venían bajando sólo eran tres, y que tenían todas exactamente la misma forma redonda, lo que los delató y reveló que en realidad se trataba de más Gorons.

- ¡Escóndanse! - dijo Impa.

La única alternativa parecía ser la entrada a esa caverna, esperando que las sombras fuesen suficientes para ocultarlos, hasta que pasara el peligro. No obstante, cuando los Gorons dejaron de rodar, se detuvieron exactamente frente a la entrada de la caverna. Los Sheikahs no tuvieron más opción que arrimarse a las paredes y aguantar la respiración, hasta que los Gorons se internaron en las profundidades. Por lo que les escucharon decir al entrar, se habían despertado y bajado a ese lugar para ir por un "bocadillo nocturno". Los Gorons se alimentaban principalmente de rocas, y las de mejor calidad eran las que se encontraban en el interior de la caverna. Esperaron hasta que ya no los pudieron escuchar más, y verificaron que no vinieran más detrás de ellos antes de salir y continuar el ascenso. Afortunadamente, el resto del camino era la rampa por la que bajaron esos Gorons, y al llegar al lugar, pudieron ver la entrada a su ciudad. Seguramente, esos que bajaron eran los centinelas que cuidaban la entrada, y cometieron el error de elegir ese preciso momento para abandonar su puesto. Tanto mejor para ellos, fue lo que pensó Impa, pues con eso podrían entrar con mayor facilidad.

- Ya hemos llegado. - dijo la comandante. - Es hora de que resolvamos el misterio.

Azael y Sheik asintieron estando de acuerdo. Echaron una última mirada a su alrededor sólo por si regresaban los centinelas, pero eso no sucedió. Sin embargo, cuando intentaron entrar, se toparon con otro obstáculo. La enorme puerta de madera que custodiaba la entrada a la ciudad no tenía cerradura, ni una barra que la atrancara o algo similar, pero era tan pesada que ninguna persona ordinaria podría siquiera moverla, mucho menos abrirla, así que no necesitaba nada de eso. Los Gorons, con lo fuertes que eran por naturaleza, obviamente no tenían que preocuparse.

- Que no se diga que no lo intentamos. - dijo Azael con algo de sorna.

- No estarás pensando en abandonar ahora, ¿o sí? - dijo Impa.

- Claro que no, ¿pero cómo se supone que vamos a abrir esto? - respondió el subcomandante.

- Tal vez... si empujamos entre los tres...

- ¿Crees que realmente podamos? - dijo Azael.

Admitiéndolo, incluso para los estándares de los Sheikahs él e Impa eran considerados muy fuertes, pero incluso con ayuda de Sheik, mover algo de ese tamaño y potencial peso... hasta él tenía sus dudas. Pero la alternativa parecía ser quedarse sentados y esperar a que alguien abriera la puerta por ellos. A estas horas de la noche, eso parecía improbable, por no decir imposible.

- Tenemos que darnos prisa. - dijo Sheik. - Esos tres Gorons podrían volver en cualquier momento.

Con el tiempo encima y sin otro mejor plan a la vista, los tres Sheikahs se colocaron en el punto donde las dos puertas se intersectaban, y comenzaron a empujar una de ellas todos a la vez. Sorprendentemente, la fuerza combinada de los tres comenzó a dar resultado. Un resultado lento y pequeño. Pero un resultado después de todo. Estaban logrando moverla, no sin dificultad, pero lo estaban haciendo, y eso era lo que importaba. Tuvieron que comenzar a empujar a intervalos para poder recuperar el aliento, pues el peso de la puerta no era nada desdeñable, tratando de mantener la calma y de olvidarse de la presión de que los Gorons centinelas podrían regresar en cualquier momento.

Tardaron aproximadamente unos cinco minutos en empujar la puerta lo suficiente para dejar un espacio lo bastante ancho para que pudiesen entrar de lado. Sheik y Azael no tuvieron problemas para pasar, pero Impa tuvo un tropiezo menor cuando su peto se quedó ligeramente atascado en el espacio. Azael no pudo evitar echar una mirada curiosa en esa dirección, mientras que Impa le devolvió el favor con una fulminante que claramente decía "Si dices una sola palabra, te mato." Azael captó el mensaje y le dio la espalda. Sin más que hacer, Impa tuvo que desabrocharse momentáneamente el peto para poder atravesar, y lo hizo justo a tiempo porque ya empezaban a oírse las pisadas de los Gorons que volvían a subir. Ya estando del otro lado, volvió a colocárselo, y se dirigió a sus dos compañeros.

- No pasará mucho antes que se den cuenta de que alguien abrió la puerta, aunque sea un poco. - les susurró. - Actuemos rápido, busquemos directamente a Darunia para llegar hasta el fondo de esto.

- Es una pena, porque ninguno de ustedes dará un paso más allá de este punto. - dijo una voz femenina detrás de ellos.

Tanto Impa como Azael se paralizaron al oírla. Esa voz... era inconfundible. Excepto por ese tono frío e indiferente que cargaba, ellos la reconocían perfectamente. Se voltearon con algo de miedo en la dirección desde donde vino, y la figura emergió de entre las sombras. Podían distinguir su silueta, pero eso no bastaba. Tenían que verlo con sus propios ojos.

Al verla frente a ellos, Impa y Azael se vieron forzados a repetirse mentalmente que esa... mujer, persona, o lo que fuese, no era Zelda. No PODÍA ser Zelda de ninguna manera. Podía parecerse a ella físicamente, pero no podía ser ella. El hecho de que cuando la vieron, su piel se veía mucho más pálida, casi como la de una persona muerta, y que sus ojos no parecían destellar vida pareció reforzar esto y les ayudó a aferrarse a esa esperanza.

- ¿Quién eres tú? - dijo Impa, sujetando su gran espada. - Habla de inmediato.

- Me siento herida. - respondió la falsa Zelda. - ¿Es que ya no reconocen a su princesa, a su soberana?

- Tú no eres la Princesa Zelda. - dijo Azael, apuntando con su alabarda. - Ella jamás intentaría provocar una discordia, y menos sin un motivo. Confiesa, ¿quién eres en realidad?

- Piensen lo que quieran. Yo soy la única y verdadera Zelda. - Acto seguido alzó en alto su florete y pronunció en voz alta. - ¡Mis sirvientes, detengan a estos intrusos inmediatamente!

Como por arte de magia (y seguramente así fue) todas las antorchas de la ciudad de los Gorons se encendieron, iluminando todo el lugar. Y sus habitantes comenzaron a salir de sus refugios, respondiendo al llamado de la falsa Zelda.

- Veamos si son capaces de lidiar con esto... jajajajajaja... ¡JAJAJAJAJAJA!

La falsa Zelda salió huyendo hacia el interior de la ciudad, dejando tras de sí el eco de su malvada risa, que sonaba muy similar a la de Cya. Trataron de perseguirla, pero desapareció al atravesar una pared. Y en medio de los gritos de los Gorons "¡INTRUSOS, INTRUSOS!" por todo el lugar, los Sheikahs pronto se dieron cuenta de que ahora, les gustase o no, tendrían que cambiar su plan.

El caos no se hizo esperar. Todos los Gorons se lanzaron como un torrente (o más apropiadamente, como una avalancha de rocas) hacia los tres Sheikahs que habían logrado introducirse en sus dominios. Pelear contra una decena de ellos, eso podían manejarlo. ¿Pelear contra un centenar a la vez? Esa era otra historia.

Tratar de encontrar al jefe Darunia en medio de todo ese revuelo iba a ser de lejos una tarea virtualmente imposible. Aparte de eso, para evitar lastimar a los Gorons, se veían forzados a esquivar sus ataques y a engañarlos para que intentaran atraparlos, y luego los hacían caer hacia los niveles inferiores de su ciudad. La caída no los mataba, ni siquiera les haría un rasguño, pero sólo servía para quitarlos del medio por un momento, ya que después volvían a subir al cabo de unos minutos después de recuperarse.

Sheik era el que, extrañamente, se mantenía más tranquilo. Pese a la enorme fuerza y tamaño de los Gorons los hacía parecer muy imponentes, el joven Sheikah se había podido dar cuenta de que sus movimientos eran bastante torpes y predecibles, se movían casi como si fueran zombis y eso les daba una ventaja. Aparte, también le dio una pista: lo que fuera que estuviese haciendo la impostora para controlarlos, tenía que dispersar el control sobre ellos de manera casi equitativa, y seguramente tenía dificultades para mantenerlo en un área tan extensa. En teoría, podría utilizar la magia de su lira para hacer que recuperaran el sentido, pero eso no serviría de mucho, ya que eventualmente el hechizo de control mental seguiría haciendo efecto. Si podía encontrar el punto de mayor concentración, y lograba romperlo, podría lograr que todos fuesen liberados al mismo tiempo. La pregunta era, ¿dónde podría estar ese punto?

- ¡Cielos, esto no tiene fin! - gritó Azael, arrojando a uno de los Gorons hacia el nivel inferior.

- ¡Concéntrense en nuestro objetivo! - exclamó Impa haciendo lo propio con otro de ellos. - ¡Tenemos que encontrar al jefe Darunia!

El jefe Darunia... ¿qué tal si él fuese el punto de mayor concentración? Tendría sentido. Si podía controlar al jefe, todos los demás lo seguirían sin cuestionar. Pero el hechizo estaba tan disperso por todo el lugar que era muy difícil rastrear la fuente principal de su energía...

Finalmente, pese a los valientes esfuerzos de los tres Sheikahs, los Gorons consiguieron acorralarlos, forzándolos a descender hacia el centro del nivel inferior. Los que estaban arriba pronto se unieron a los que habían caído, por montones. Ahora los tenían rodeados, y no tenían ninguna manera de escapar sin usar fuerza letal. ¿Sería posible que hubiesen mordido más de lo que podían masticar?

- ¿Alguien tiene una idea? - dijo Impa.

- ¿Aparte de tratar de no morir? - replicó Azael. Impa rodó los ojos, aunque una parte de ella apreciaba que su compañero tratara de mantener su humor en esa situación.

- Sheik, por favor dime que tienes una idea que sea de utilidad. - volvió a decir Impa.

- Puede ser. - dijo Sheik. - Pero es sólo una teoría. No sé si funcione.

- En este momento no es que tengamos nada que perder. - dijo Azael.

Sheik no tenía manera de saber si su plan daría resultado, ni mucho menos si su corazonada resultase ser cierta. Pero como había dicho Azael, no tenían nada que perder. Si estaba en lo correcto, podría resolver el misterio y poner fin a la disputa entre los Gorons y Zoras de una vez. Tomó un profundo respiro y gritó con fuerza:

- ¡JEFE DARUNIA, SAL Y DA LA CARA!

El grito de Sheik fue amplificado por el eco del interior de la ciudad Goron. Impa y Azael perdieron el color por un momento. ¿Pero en qué estaba pensando? ¿Acaso pensaba que el jefe saldría sólo porque él lo llamaba? Pero Sheik no se detuvo. De inmediato lanzó otro, con más fuerza que el anterior.

- ¡HEMOS VENIDO A DESAFIARTE A TI! ¡NO TE OCULTES DETRÁS DE TUS HERMANOS COMO UN COBARDE!

- Sheik, no es por desanimarte, ¿pero en serio crees que te va a responder? - dijo Azael, incrédulo.

Sin embargo, pareció dar resultado. Los Gorons se detuvieron y dejaron de avanzar hacia ellos. Los que estaban amontonados en una de las entradas del nivel inferior comenzaron a apartarse, como para darle paso a alguien, y en efecto, así era. Unos segundos después, por fin hizo su entrada el jefe de los Gorons. Ciertamente, incluso entre tantos que había alrededor en ese momento, él destacaba mucho. Sus brazos y torso eran más fornidos y musculosos, y el pelo y barba que crecía alrededor de su cara daba a notar que estaba más entrado en edad que el resto de sus congéneres. El jefe Goron traía consigo una cara de pocos amigos, y al ver el martillo que llevaba en las manos, los Sheikahs decidieron no darle un motivo para usarlo con ellos, al menos no tan pronto. Fuera de eso, no se veía nada sorprendido de ver a los invasores. Era como si los estuviese esperando.

- Vaya, vaya. - dijo al verlos. - Por fin deciden aparecerse.

- ¿Nos estabas esperando? - preguntó Impa.

- La Princesa Zelda me advirtió de su llegada. - respondió Darunia. - Dijo que ustedes tres, los Sheikahs, vendrían a ocasionarnos problemas.

Otra vez esa Princesa Zelda falsa. ¿Qué tan lejos quería llegar Cya con esto? Y lo peor de todo, parecía estar un paso por delante de ellos. Entretanto, Sheik aguzó sus sentidos y se enfocó en el jefe Goron frente a ellos. Empezando por ese extraño brillo morado oscuro en sus ojos, que sería el primer indicio a la vista, Sheik pudo percibir que, tal como había sospechado, la impostora había concentrado el hechizo de control mental en el jefe de los Gorons, y este funcionaba como un punto móvil de concentración que lo enviaba dentro del radio de toda la ciudad. Eso lo confirmaba. Si podían hacer que recuperara el sentido, el resto de los Gorons también lo haría.

- Confiesen ahora, ¿qué han venido a hacer aquí? - dijo amenazándolos con su martillo.

- Vinimos para aclarar algo. - dijo Impa. Era hora de poner las habilidades diplomáticas en práctica. - Escuchamos de parte de los Zoras que ustedes, o específicamente TÚ, jefe Darunia, irrumpiste en sus dominios hace unas noches, y secuestraste a su princesa. ¿Es cierto eso?

- A decir verdad... lo hice, sí. - confesó el jefe.

Parecía muy orgulloso de ello. Impa, sabiendo que tenía que ganar tiempo, y que con toda certeza no estaba actuando por sí mismo, detuvo a Azael cuando este quiso saltarle encima, y prosiguió.

- ¿Cuál fue el motivo de tal agresión?

- La Princesa Zelda dijo que estaban planeando atacarnos. - dijo Darunia, como si fuese un hecho. - No íbamos a permitir que lo hicieran, así que los atacamos primero.

- Un ataque preventivo, es lo que estás diciendo - dijo Impa. - ¿Y cómo sabías que estaban por atacarlos? ¿La "princesa" fue quién te lo dijo?

- Tuvo la gentileza de hacerlo. - dijo Darunia. - ¿Qué pasa, no estarán insinuando que la princesa nos mintió, o algo por el estilo?

Impa estaba a punto de decir algo más, pero Sheik decidió tomar la palabra en su lugar. Incluso bajo control mental, podía apelar al sentido de honor del jefe Goron para que hiciera lo que ellos necesitaban, y con eso salvarlo a él, y al mismo tiempo a la Princesa Ruto.

- Lo que Lady Impa quiere decir, es que tenemos razones para creer, que todo esto no es más que un malentendido. - dijo Sheik. - La Princesa Zora no merece estar cautiva en este lugar.

- ¿Por qué debería creerles?

- Sheik, esto no va a ir a ninguna parte. - murmuró Azael. Sheik a pesar de todo prosiguió.

- Hagamos un trato. ¿Aceptarías un juicio por combate? Nosotros tres, contra ti. Si podemos vencerte, escucharás lo que tenemos que decir.

- ¿Ustedes tres contra mí? - dijo Darunia. - ¿Han perdido la razón? ¡Eso sería una injusticia... para ustedes! ¡JAJAJAJAJAJA!

Azael e Impa no estaban del todo seguros de qué era lo que Sheik pretendía, pero por ahora, lo más que podían hacer era seguirle el juego. Los eventos más recientes les habían hecho pensar que tenían que confiar en él, pues a pesar de que seguía guardando sus secretos, en aquel momento no podían estar peleando entre ellos.

- Esos son nuestros términos. - dijo Sheik. - ¿Podemos ir afuera? No quisiéramos causar... daños a tu ciudad.

El jefe Goron se tomó su tiempo para considerar lo que decía. Finalmente accedió y les ordenó al resto de sus hermanos que les abrieran el camino y los dejaran pasar. Todos irían afuera. Por lo menos tenían un momento para respirar después de estar peleando contra todos los Gorons a la vez. Pero aún quedaba la interrogante. ¿Exactamente qué era lo que Sheik estaba planeando?

- Sheik... ¿seguro que sabes lo que estás haciendo? - preguntó Azael.

- Ustedes también lo sintieron, ¿no es así? - dijo Sheik. - La concentración de energía, emana del jefe Goron. Él es el centro del hechizo de control mental.

- Ahora que lo mencionas... - Impa se dio cuenta que Sheik tenía razón. - ¿Pero eso en qué nos ayuda?

- Tengo un plan, pero necesito que ustedes dos me ayuden con él. Si tenemos éxito, podremos resolver este asunto más pronto de lo que creíamos...

Mientras sabían las escaleras de vuelta hacia la entrada de la ciudad de los Gorons, Sheik les fue relatando cuál era su idea. En teoría, el plan podría funcionar, siempre y cuando fuesen capaces de mantenerse peleando de igual a igual contra el jefe Goron, y tenían la extraña sensación de que eso era mucho más fácil de decir que de lograr.

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Afuera de la ciudad, momentos después...

Los Gorons se dirigieron a una meseta en la montaña, donde podrían tener un amplio espacio para este "juicio por combate". Las reglas eran simples. Darunia pelearía contra el trío Sheikah, y ellos podrían utilizar cualquier medio o arma con la que contaran para intentar derrotarlo. Toda la comunidad Goron se quedó alrededor para animar a su líder.

- No creo que vaya a necesitar esto. - dijo, mientras dejaba caer pesadamente su martillo, haciendo retumbar el suelo.

El jefe Goron parecía tener mucha confianza en sus habilidades de combate para querer pelear contra ellos desarmado. Sin embargo, los Sheikahs al parecer tampoco podrían pelear a toda su capacidad, pues no querían derrotarlo. El plan de Sheik era que Impa y Azael lo mantuviesen ocupado el tiempo suficiente, para que él pudiese conjurar con su lira el hechizo para interrumpir el control mental que plagaba a Darunia. Él era el único que podía hacerlo, así que tendrían que protegerlo hasta que lo lograra. Sencillo en teoría, y afortunadamente, no tendrían interferencia de todos los demás.

- No lo subestimes. - dijo Impa en voz baja, con su espada preparada.

- Así sea el jefe de los Gorons, sigue siendo uno sólo de ellos. - respondió Azael con confianza. - Peleamos contra diez de ellos a la vez, ¿qué tan difícil puede ser?

El primer movimiento de Darunia fue alzar sus dos puños y hacerlos bajar violentamente hacia el suelo para dar un golpe sísmico. El terremoto que provocó rápidamente paralizó a los tres Sheikahs pese a la distancia a la que se encontraban, pues no tuvieron tiempo para saltar, y Azael de pronto se sintió agradecido de que no hubiese decidido usar su martillo con ellos. Eso no fue más que una demostración de su fuerza.

- Comencemos.

El jefe Goron inmediatamente se lanzó hacia ellos para dar un puñetazo demoledor. Estando prevenidos, esta vez pudieron saltar para esquivarlo, y menos mal que lo hicieron, pues abrió una grieta más que considerable en el punto de impacto. Intentando seguir el plan, Impa y Azael lo rodearon para flanquearlo mientras Sheik mantenía su distancia e intentaba preparar el conjuro, siendo la palabra clave "intentaba". El hechizo de control mental, al estar concentrado en la mente de Darunia, tenía que ser atacado con mucho cuidado, un error podría causarle daños cerebrales irreparables y terminar dejándolo en estado vegetativo, y ellos no planeaban hacer eso. El contrahechizo era complicado, y requeriría que Sheik interpretase una melodía que duraba no menos de 5 minutos de longitud, sin interrupción. De lo contrario, tendría que empezar de nuevo.

Impa y Azael se lanzaron simultáneamente para intentar atacar por los dos lados, pero Darunia detuvo las armas de cada uno, sujetándolas por las hojas, cada una con una sola mano. Manteniéndolas allí, la comandante y el subcomandante trataron de jalar para liberarlas pero fue inútil. Darunia simplemente sonrió y los levantó del suelo, para luego arrojarlos hacia un lado. Inmediatamente fue a centrar su atención en Sheik, que había mantenido su distancia hasta entonces. Impa y Azael se pusieron de pie de inmediato, y saltaron sobre él simultáneamente para bloquearle el paso. Sincronizándose perfectamente, los dos golpearon al mismo tiempo exacto directo al estómago con sus armas, y la fuerza combinada sirvió para hacerlo retroceder por unos segundos, pero nada más.

- El jefe de los Gorons... ya veo que no es sólo un título. - comentó Azael.

Darunia alargó los dos brazos para golpearlos a ambos simultáneamente. Los Sheikahs saltaron sobre ellos y trataron de conectar un golpe cada uno por detrás de su cabeza. Si no fuera porque sus armas estaban reforzadas mágicamente, podrían haberse roto al impactar con el duro cráneo del jefe Goron, y por lo que pudieron ver, sólo alcanzaron a desorientarlo un poco.

- ¿Eso es todo lo que tienen? - dijo el jefe, moviendo la cabeza un poco. - Por favor, si no me atacan con intención de matar no podrán vencerme de ninguna manera.

De nuevo se lanzó con sus puños, dejando un par de enormes boquetes en el suelo, mientras el resto de los Gorons lo vitoreaban. El hecho de que la tierra resonara como lo hacía y temblara con cada golpe que daba era un testimonio de su fuerza titánica. Por lo que ellos sabían, un Goron ordinario podría tener, en promedio, la fuerza de diez hombres. Darunia estaba dando muestras de tener al menos la fuerza de cien Gorons. Por mucho que les doliera pensar de ese modo, parecía que la única opción que tenían de enfrentarse a él era hacer caso a ese consejo, y atacar como si fuesen realmente a matar.

De acuerdo, quizás no matarlo en realidad, pero sí causarle un daño serio. Sus armas estaban reforzadas mágicamente para soportar más el daño y evitar que se desgastaran, pero ellos podían canalizar su propia energía a través de ellas para aumentar su poder aún más. Si realmente Darunia era tan fuerte como estimaban, iban a necesitar ese refuerzo adicional. Los dos se concentraron, y la hoja de la gran espada y el hacha de la alabarda comenzaron a emitir un resplandor platinado. Sin perder tiempo, se lanzaron simultáneamente a dar una estocada en el mismo lugar que antes. Darunia no se molestó en esquivarlos, y claramente lo atraparon con la guardia baja cuando le dieron con suficiente fuerza para hacerlo caer de espaldas. Antes que pudiera reponerse los dos se lanzaron en una serie de ataques rápidos. Comenzaron a atacar a distintas zonas del cuerpo del jefe Goron, que se veía forzado a usar sus enormes brazos para defenderse.

Mientras Impa y Azael lograban mantener el asalto, Sheik se quedaba fuera del alcance del jefe Goron, aun interpretando la melodía del contrahechizo, sin intervenir en la pelea. Ya le faltaba muy poco para completarla, pero no podía dormirse en sus laureles.

La pareja de altos mandos tenía un trabajo en equipo prácticamente impecable. En cierto punto que Darunia consiguió volarle de las manos la alabarda a Azael de un manotazo, Impa clavó su espada en el suelo y saltó para atraparla en el aire. Azael hizo lo mismo, dando una pirueta hacia atrás para desenterrar la espada de Impa y lanzarse con ella para proseguir su feroz asalto. Tomaron su distancia, y concentrando su poder, ejecutaron el mismo ataque combinado que usaron para derrotar al grupo de Gorons antes, pero esta vez aplicando un poco más de fuerza para hacerlo más destructivo. Sheik también se mantuvo lejos, pues incluso aunque no lo recibiera directamente el radio de ataque era mucho más amplio y una sola cuchilla de viento perdida del remolino podría arruinarle todo.

Al cesar el ataque, sin embargo, fuera de algunas cortadas menores en su piel, Darunia no tenía ningún daño notable. De hecho, hasta parecía que estaba disfrutándolo todo, al parecer los veía como oponentes muy dignos. Sonriendo, como si decidiera que merecían ver toda su fuerza al máximo, se dirigió a dónde había dejado su martillo, y al levantarlo sobre su hombro... este comenzó a prenderse en llamas.

- Oh, no. - Fue todo lo que Azael pudo decir. Al intercambiar miradas con Impa, la de ella dijo exactamente lo mismo: "Estamos fritos."

Con un fuerte rugido, el jefe Goron bajó su martillo. Si sus puños hacían retumbar y sacudían la tierra, este martillo era capaz de abrir grietas en ella, y mandar fuego para provocar pequeñas erupciones volcánicas en el área cercana. Ahora ya no sólo presumía su título del jefe Goron, sino también de ser el Sabio del Fuego. Los Gorons a su alrededor comenzaron a saltar y a aplaudir con más fuerza que antes. Los tres Sheikahs se vieron forzados a saltar para evitar el terremoto, y Sheik, por algún milagro, apenas pudo mantener la concentración para evitar interrumpir la melodía, cuando una de las erupciones salió peligrosamente cerca de donde estaba. Impa y Azael sabían que tenían que darle a Sheik sólo poco más de un minuto más. En otras circunstancias, hacer esto parecería un suicidio, pero en este caso, era su única carta de triunfo.

Cuando el jefe Goron se disponía a dar el segundo martillazo, Impa y Azael volvieron a intercambiar sus armas, regresando a su estilo normal. En teoría, haciendo un punto de convergencia entre los dos, usando el refuerzo mágico con la gran espada y la alabarda simultáneamente tendrían que ser capaces de detener o por lo menos mitigar ese impacto, usando el poder combinado, pero hacerlo agotaría todas sus reservas mágicas en ese movimiento. Sheik sólo necesitaba un poco más de tiempo, si podían mantener a Darunia ocupado hasta entonces, y sobrevivir en el proceso, lo demás no importaría. Como si leyeran la mente del otro, asintieron simultáneamente y colocaron las dos armas por debajo de donde el martillo iba a impactar para detenerlo. Y apenas hizo contacto....

¡BOOOOOOOOOOOOOOOMMM!

La explosión fue masiva. Las dos partes en el choque fueron lanzadas hacia atrás, y las armas, milagrosamente se salvaron gracias al refuerzo mágico, pero retornaron a su brillo metálico ordinario, y quedaron fuera de su alcance. Darunia sólo cayó de sentón tras la explosión, pero Impa y Azael no tuvieron tanta suerte, y terminaron tendidos en el suelo. No estaban heridos, pero tal como anticiparon, sus reservas mágicas se habían agotado y no podrían parar otro ataque como ese. Aún desarmados, en cuanto se incorporaron se lanzaron a correr para (aparentemente) atacar a Darunia a puño limpio, y el jefe Goron los recibió agarrándolos por el cuello y levantándolos del suelo.

- Qué imprudentes. ¿Tan desesperados están? Bueno, no puedo evitar reconocer que fue un valiente esfuerzo, aunque inútil.

Los Gorons comenzaron a celebrar, ya los tenía literalmente en las manos. Lo que ellos no sabían, y que Darunia tampoco, era que estaba tan ocupado con ellos, que Sheik había podido ponerse a salvo, y le faltaban sólo unas pocas notas para lograr su verdadero objetivo. Pudieron ver de reojo a Sheik afirmando con la cabeza, mientras entonaba la parte final.

- ¿Y bien? ¿Unas últimas palabras? - dijo Darunia, sujetando a los dos con fuerza, apenas dejándoles suficiente para que pudieran hablar y responderle.

- Sólo una... perdiste...

Al instante, un círculo mágico se activó bajo los pies de Darunia, justo en el momento en que Sheik terminaba de interpretar la última nota de la canción, completando el contrahechizo.

- ¡¿Pero qué...?! ¡AAARRRGHHH, MI CABEZA! ¡QUÉ ME ESTÁN HACIENDO! ¡AAAAARRGHHH!

El jefe Goron abrió las manos que sujetaban a los Sheikah, dejándolos caer al suelo. De inmediato, estos tomaron grandes bocanadas de aire mientras veían como su enorme oponente se sujetaba la cabeza, andando de aquí para allá como si sufriera un dolor indescriptible y gritando a todo pulmón, y así debía de ser, por el efecto del hechizo de control mental al romperse.

- Mis disculpas, Darunia... pero esto es por tu propio bien. - dijo Sheik, lamentando tener que hacerlo de esa manera.

Los demás Gorons al ver como su líder parecía estar convulsionándose de inmediato decidieron romper el juramento de no-interferencia para ayudarlo, pero no llegaron demasiado lejos. Darunia cayó de rodillas, encogiéndose mientras se abrazaba a sí mismo por unos segundos... y luego soltó un terrible y desgarrador grito hacia el cielo, mientras una energía oscura salía por sus ojos y boca abierta, explotando después en una onda expansiva que se dispersó por todo el rango de la Montaña de la Muerte. Impa y los otros no se vieron afectados por ella en lo más mínimo, pero los Gorons inmediatamente sufrieron un efecto similar al de su líder, sólo que quizás un poco menos violento, solamente un destello morado de sus ojos, y luego tras unos segundos, se desplomaron en el suelo, casi simultáneamente. El jefe Goron fue el último en hacerlo, apenas terminó su grito, se dejó caer hacia atrás con los brazos extendidos, retumbando en el suelo. Impa y Azael tuvieron algo de miedo a moverse, quizás aún algo en shock por lo que acababan de ver, o simplemente aún no recuperaban el aliento, así que Sheik fue quien se acercó con calma a evaluar el estado del jefe Goron.

- ¿Está...? - se aventuró a preguntar Impa.

- Sigue respirando. - dijo Sheik. - El impacto a su mente debió ser enorme.

- Aterrador. - dijo Azael. - No sé si le quedará algún trauma después de ese hechizo, pero a mí definitivamente sí.

Admitiéndolo, no fue una vista nada agradable. Y el resto de los Gorons seguía a su alrededor, inmóviles como piedras. Lo primero era despertar al jefe y verificar que no sufrió daños permanentes. Azael fue el primero en hacerlo, tanteándolo en un lado de la cara con el extremo de la alabarda.

- Oye, jefe Goron, despierta. - le dijo. Un minuto después empezó a responder.

- Uff... ah, qué... ¿qué me pasó? ¿Dónde... estoy? Ay, mi cabeza... - dijo mientras se ponía de pie y se agarraba la parte superior de la cabeza.

- ¿Sabes quién eres? - aventuró Impa. - ¿Y lo que estabas haciendo?

- Darunia... jefe de los Gorons y... - Parpadeó un par de veces, y luego abrió sus ojos al máximo al ir recobrando el sentido. - Esperen un momento, soy yo el que debería preguntarles a ustedes quiénes son y qué hacen aquí.

- ¿No lo recuerdas? - dijo Azael. - Hace un momento estuviste a punto de estrangularnos.

- ¿Estrangularlos? ¿Por qué iba yo a...? - El jefe volvió a sujetarse la cabeza. - Ugh... siento como si... como si hubiese despertado de una horrible pesadilla...

- De cierta manera, eso fue lo que te pasó. - dijo Sheik. - Estabas bajo un hechizo de control mental, y lo usaron para manipularte. A ti, y a tu gente.

- ¿Control mental? - De pronto, la memoria del jefe Goron comenzó a ponerse en orden. - Lo último que recuerdo es que... esa mujer, que se parecía tanto a la Princesa Zelda...

Por fin pudo poner sus pensamientos en orden. Sí, lo último que recordaba era que alguien, una mujer que lucía muy similar a la Princesa Zelda que él conocía, de pronto se metió en su santuario. Mejor dicho, LO INVADIÓ, pues entró sin ser invitada de ninguna manera. Emanaba un aura muy siniestra, así que de ninguna manera podría tratarse de la Princesa de Hyrule, que siempre irradiaba un aura de bondad y compasión. Intentó atacarla, y luego de eso... un destello de energía púrpura oscuro, y después de eso... todo se tornó en oscuridad.

- Quienquiera que haya sido esa mujer, te puso bajo un hechizo para controlarte, y te utilizó para secuestrar a la Princesa Ruto de los Zoras. - dijo Impa, sin rodeo alguno.

- No es posible, ¿que yo secuestré a la hermana Ruto? ¿Qué he estado haciendo todo este tiempo? - el jefe Goron cada vez estaba más confundido.

- Es complicado de explicar. - dijo Azael. - Por ahora, ¿crees tener una idea de donde puede estar?

- Pues si lo que dicen es cierto... tal vez esté en mi santuario privado. - sugirió Darunia.

- Es tan buen lugar como cualquier otro para empezar. - dijo Impa. - Por favor llévanos allí.

- Un momento, ¿y qué pasará con mi gente? - dijo Darunia, señalando a todos los Gorons que yacían tirados a su alrededor.

- Ellos estarán bien. - dijo Sheik. - Sólo dormirán por un tiempo, y no recordarán nada de lo que pasó. Mientras nos llevas... podremos contarte todo lo que ha sucedido.

Darunia se tomó su tiempo para considerar las palabras del más joven de los tres Sheikahs, pero al parecer, no habría otra manera de conseguir respuestas. Finalmente accedió a llevarlos a su santuario, cruzando los dedos para conseguir respuestas. Volvió a echarse su martillo al hombro y les indicó el camino.

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Más tarde...

Concluido el conflicto, el jefe de los Gorons llevó a los tres Sheikahs a la parte más profunda de la ciudad Goron, donde residía su santuario personal. Cuando despertaron, el resto de los habitantes de la Montaña de la Muerte estaban bastante sorprendidos, pero a la vez aliviados de que el conflicto hubiese sido resuelto rápidamente, y sin pérdidas permanentes que lamentar en ninguno de los dos bandos. Al llegar a la entrada, colocó las manos sobre la puerta de piedra y empujó ligeramente, para luego alzarla con su propia fuerza. Claramente, igual que la de la entrada de la ciudad, esa puerta era tan pesada que sólo podía abrirla alguien que fuese tan fuerte o más fuerte que él, e incluso entre los Gorons, difícilmente podría haber alguien que lo fuese.

Al entrar, el santuario privado del jefe Goron lucía tal y como los Sheikah se imaginaron que tendría que verse. Lo único que no encajaba, era un enorme tanque esférico, lleno de agua, como una especie de pecera gigantesca. Y en su interior, flotando, como si estuviese dormida, y sujetada de las paredes por unas gruesas cadenas con grilletes en sus muñecas, flotaba la princesa de los Zoras. Igual que el resto de sus congéneres, era una humanoide de piel azul, pero por ser mujer, su figura era más esbelta y voluptuosa, y las escamas alrededor de la parte superior de su cuerpo sumadas a las aletas que caían alrededor de sus caderas evocaban la apariencia de un vestido de gala. Su rostro tenía un aspecto más humano, excepto tal vez por el hecho de que el puente de su nariz era algo más largo, y la forma de su cabeza era mucho más ancha que la de los otros Zoras y redondeada, en lugar de terminar en una aleta por la parte de atrás, pero al igual que ellos, sí tenía aletas en sus antebrazos y sus pies eran palmeados. De sus orejas, palmeadas y largas, colgaban unos aretes morados. Pareció reaccionar al ruido que hicieron los visitantes al entrar, y abrió los ojos.

- Vaya, vaya. - dijo al verlos. - El glorioso líder de los Gorons viene a visitarme, después de haberme secuestrado.

- Hermana Ruto, antes que nada quiero pedirte disculpas por lo que hice, ese no era yo...

- ¡¿Qué no eras tú?! - gritó indignada la princesa Zora. - ¡Irrumpiste en el Dominio Zora, en mis aposentos, y me llevaste por la fuerza! ¡¿Acaso lo niegas?!

- Princesa Ruto... podemos asegurarle que el Jefe Goron no estaba actuando por voluntad propia. - dijo Impa.

- ¿Y quién se supone que son ustedes? - preguntó Ruto, que seguía tan molesta por su secuestro que no se había fijado en los individuos que acompañaban a Darunia hasta ese momento. Fue entonces que se percató de que había algo familiar en ellos, particularmente en la apariencia de dos de ellos. - Un momento... tú te pareces mucho... a Impa, la guardiana de la Princesa Zelda. Y tú...

- Encontrará algo difícil de creer esto, Princesa Ruto. - interrumpió Impa. - Pero si mi suposición es correcta, es probable que la Impa que usted conoce, sea una de mis antepasadas. Ambas compartimos el mismo nombre, pues ha pasado por varias generaciones.

- ¿Antepasadas? ¿Qué quieres decir con eso? - Ruto no parecía entender. - La Impa que yo conozco partió hace meses con la Princesa Zelda en un viaje.

- Hemos venido desde el futuro, a través de un portal en el tiempo. - intentó explicar Sheik. - En nuestra época, dentro de unos dos mil años a partir de ahora, hay una hechicera malvada que se apoderó de la Trifuerza, y la está utilizando para su propio beneficio, alterando el espacio y el tiempo.

- Ahora que lo mencionan, cosas extrañas han estado sucediendo últimamente. - dijo Ruto. - Miren, estaría muy feliz de escuchar sus relatos, si tan sólo me permitieran salir de aquí y abandonar esta asquerosa montaña.

- ¿Asquerosa? ¡Hermana Ruto, cómo puedes decir eso de mi hogar! - se enojó Darunia.

- Puede que sea un ambiente propicio para ustedes los Gorons, pero te recuerdo que soy una Zora. - dijo la princesa. - No puedo soportar estar rodeada de rocas, tierra, ni mucho menos estar tan cerca de un volcán que en cualquier momento podría hacer erupción.

- Jefe Darunia, si es tan amable de liberar a la princesa de su prisión. - dijo Azael, aunque algo inseguro de si lo que decía sería una buena idea. Esta joven Zora era una princesa, pero pasando por alto la obvia diferencia de especies, le costaba creer que fuese tan distinta a la Princesa Zelda. Parecía muy altiva y caprichosa para su propio bien.

Darunia retiró la tapa que cubría la parte superior del tanque donde estaba encerrada Ruto. Acto seguido, agarró las cadenas que sujetaban los brazos de la joven Zora, y las rompió sin ningún problema, permitiéndole salir de su prisión. Ya afuera, terminó el trabajo quitándole los grilletes de las muñecas.

- Eso se siente mejor. - dijo Ruto. - Muy bien, si pueden acompañarme al Dominio Zora, para hacerle saber a mi querido padre que me encuentro bien, escucharé lo que tengan que decir.

Impa quiso protestar que tenían asuntos urgentes que atender y no había tiempo para esas "formalidades", pero no parecía haber otra alternativa. Después de todo, lo primero era calmar ese conflicto entre los Zoras y Gorons por completo para poder enfocarse en su verdadero objetivo: encontrar y cerrar el Portal de las Almas. Y tal vez, con algo de suerte, podrían enlistar algo más de ayuda para lograrlo en el proceso. Aunque ciertamente, no le terminaba de agradar la idea de tener que lidiar con esta caprichosa princesa Zora.

Esta historia continuará...

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