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Capítulo 4: La bruja oscura del valle


"Las escaramuzas entre el ejército de Hyrule y los monstruos continuaban sin detenerse. A pesar de que el castillo aún no caía y había logrado resistir los asedios, el número de monstruos seguía en incremento, y era solo cuestión de tiempo antes que lograran capturar el último bastión de resistencia.

La joven hechicera, Lana, proveyó al ejército de información importante sobre su enemiga, y sobre cuáles eran sus planes. El objetivo principal de Cya era hacer suyo a Link, por ser la reencarnación del héroe legendario. Pero además de esto, ansiaba hacerse con los tres fragmentos sagrados para completar la Trifuerza, y usar su poder para conquistar a la tierra de Hyrule. A pesar de que los monstruos que plagaban los Bosques de Farone fueron expulsados, más y más criaturas continuaban apareciendo, y la hechicera oscura cada vez ganaba cada vez más control sobre Hyrule.

Encabezados por Impa y Link, el ejército de Hyrule continuó luchando contra las criaturas de la oscuridad, extrañando enormemente el liderazgo de la princesa Zelda. Con el tiempo encima, las fuerzas de Hyrule se dirigen al noreste, hacia el Valle de los Videntes, donde, según Lana, hay una alta posibilidad de que se encuentre Cya. Su objetivo es claro: derrotar a Cya para cerrar el Portal de las Almas, impedir que continúe trayendo más monstruos a Hyrule, y cambiar el curso de la batalla..."

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Templo de las Almas...

Profunda penumbra y oscuridad yacían invadiendo la habitación principal del templo, siendo la luz y el calor de numerosas velas el único instrumento para controlarla de manera tenue, mientras que una sombra se veía caminar de un lado a otro, ansiosa porque el esperado encuentro que llevaba milenios anhelando estaba a punto de darse, el cual no era otro que el motivo de la guerra que había desatado.

Caminando con gracia, mostrando deseo y seducción al ritmo del contoneo de sus caderas, acariciando con su mano las esquinas de su cuello, se encontraba la hechicera que fue abandonada por la luz, quien permitió que la bondad de su alma se esfumara por los mundanos sentimientos de la rabia y los celos, siendo este último la que la dominaba por completo, provocando que la destrucción fuera el único medio para cumplir con sus caprichos a como dé lugar.

Siguió su seductor andar, hasta que llegó al gran espejo que adornaba sus aposentos. Al lado de este se encontraba una mesa con un pequeño retrato, el cual tomó con sus manos para luego acariciarlo con sus dedos. La imagen del héroe elegido por las Diosas era la receptora de sus tratos. Volvió a posicionarse frente a su reflejo y colocó la fotografía al lado de su rostro, imaginando que el objeto de su deseo se encontraba a su lado, solo ellos dos, en aquella habitación.

- Ya no falta nada para que vengas, mi querido Link. - dijo, relamiéndose los labios. - No hay rastro de la princesa, solo estás tú... y yo.

La mujer hizo un chasquido con sus dedos y la cantidad de las velas iluminadas se triplicaron, revelando que el retrato que Cya tenía en sus manos no era el único. Varias pinturas mostraban a un joven con cabellos de sol y ojos de cielo, vistiendo túnicas verdes. Físicamente no eran totalmente idénticos, pero al mismo tiempo parecían la misma persona. Aquellas imágenes representaban al héroe elegido de las distintas épocas, a quienes la hechicera no dejó de contemplar desde el inicio de las eras, obsesionándose con cada uno de ellos.

Ansiosa, dejó el pequeño retrato a un lado, y se acercó a cada una de las pinturas. Enterró sus uñas en cada una de ellas, rozó su lengua en los cuerpos de los jóvenes como si estos fueran reales, saboreándolos como si estuvieran frente a ella, gozando hasta más no poder mientras pronunciaba con deseo el nombre del héroe, deseándolo con intensidad y fervor.

- ¡Vas a ser mío! ¡Vas a estar solo conmigo! ¡No con esa maldita!

Siguió en su desquiciada actividad, hasta que las maldiciones salidas de su boca empezaron a transformarse en desesperados y sórdidos gemidos, imaginándose que el héroe la estaba tomando y poseyéndola como una fiera endemoniada. Haciéndola suya, estremeciéndola, alocándola. La hechicera se perdió en sus ficticias sensaciones, mientras se retorcía con aquella bizarra, pero anhelada escena...

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Bosques de Farone, al noreste de Hyrule...

Los soldados de Hyrule habían comenzado a movilizarse para iniciar su ofensiva. La mitad de las fuerzas, encabezadas por la comandante Impa y Link, se dirigían hacia la región de Lanayru al noreste, pues en ese lugar se encontraba el tan llamado Valle de los Videntes. La otra mitad, liderada por Sir Azael, determinó permanecer en el castillo para defenderse en caso de que algún enemigo decidiera atacarlos en su ausencia.

Al atravesar los Bosques de Farone tuvieron un pequeño respiro de las constantes escaramuzas con los monstruos, que parecían siempre aparecer en su camino deliberadamente para entorpecer sus avances. Hasta ahora las criaturas no habían resultado un gran problema, pero era realmente molesto que llegasen de manera tan inoportuna y los hicieran perder el tiempo. Con el poder del Gran Árbol Deku restaurado, las legiones de monstruos no pudieron seguirlos una vez que entraron en los dominios del espíritu guardián de los bosques, pues su esencia impedía que cualquier criatura de la oscuridad pudiese poner un pie en su territorio sin sufrir un dolor indescriptible. Sin embargo, todos sabían que no podían quedarse más de lo necesario, así que aprovecharon este breve descanso para reponer fuerzas y prepararse para la batalla que se aproximaba.

El ejército había decidido pasar la noche en la aldea oculta antes de continuar al día siguiente. Lana se tomó un tiempo para revisar la biblioteca en su cabaña, pues aún tenía mucho que aprender y quería estar preparada para lo que fuese que tuviese en espera Cya. Conociéndola, era más que probable que se estuviese preparando para "darles una calurosa bienvenida". El pensamiento le hacía temblar la espina, pues Lana sabía de lo que su "colega" del clan de hechiceros era capaz de hacer.

Sentados frente a la fogata, Link y Sheik hacían el turno de guardia, en total silencio. Desde aquel pequeño encuentro en el castillo, los dos no habían cruzado palabra alguna entre ellos. Tenía sentido, pues la última conversación que tuvieron hizo sentir a Link bastante incómodo, por no decir más. Quizás fuese un "momento de debilidad" cuando se le escapó frente a Sheik lo mucho que extrañaba a la princesa, pero con solo haber dicho su nombre en aquel momento se dio cuenta demasiado tarde que había hablado de más. No ayudaba que la conversación que tuvo con Lana también le había hecho ponerse a pensar en ella con mayor frecuencia. La idea de que sus almas estuviesen enlazadas desde tiempos inmemoriales parecía ilusionarlo tanto como aterrarlo. Durante el tiempo que conoció a la Princesa Zelda, una parte de él había dejado de verla como su soberana, pues ella no lo trataba como a un vasallo, sino como a un verdadero amigo, y Link a veces tenía la idea de que tal vez ella lo considerase más que eso. Pero su parte racional rápidamente echaba ese pensamiento de su cabeza, advirtiéndole que era inapropiado tener esa clase de sentimientos por ella. Su lucha mental se hacía cada vez más frecuente, y lo único que lograba ponerla en pausa era concentrarse en la misión que tenían por delante.

- Lo siento. - dijo Sheik, rompiendo repentinamente el silencio, y sacando a Link de sus pensamientos. Al ver que el héroe no respondió y solo lo miró de manera extraña, prosiguió. - Lo que te dije antes, acerca de lo que sientes por la princesa... no fue mi intención ofenderte.

- No te preocupes por eso. - dijo Link, captando el mensaje. - A decir verdad, ya ni siquiera estoy seguro de qué es lo que siento. Prefiero no pensar en ello ahora.

- No podrás huir de tus sentimientos por siempre. - dijo Sheik. - Tendrás que confrontarlos tarde o temprano.

- ¿Tienes que seguir recordándomelo? - replicó Link, tratando de ocultar su molestia. Sin embargo, una parte de él sabía que Sheik tenía razón. Cuando pudiese ver de nuevo a Zelda cara a cara, tendría que poner las cosas claras, tanto con ella como consigo mismo.

- No es algo de lo que debas avergonzarte. - dijo Sheik.

- Es fácil para ti decirlo. - dijo Link. - Ella es la princesa, la heredera del trono de Hyrule, prácticamente la reina excepto por el título ahora. ¿Y yo qué soy?

- ¿Aparte de la actual encarnación del héroe legendario? - habló la voz de Lana detrás de ellos. - Disculpen, no fue mi intención interrumpirlos.

- ¿Encontraste algo en tu biblioteca? - le preguntó Link, agradecido de que la incómoda conversación haya sido interrumpida.

- Algunos hechizos, pero no es gran cosa. - dijo Lana, tomando asiento frente a ellos al otro lado de la fogata. - ¿Aún preocupado por la princesa?

- Tengo que estarlo. - dijo Link. - Pero por ahora, hay otras cosas de las que quisiera hablar contigo.

- ¿Cómo qué? - preguntó la hechicera, ligeramente interesada.

- Lana... tú eres la única entre nosotros que conoce a Cya. - dijo Link. - Antes dijiste que no siempre fue como es ahora. Ustedes dos eran... muy cercanas, ¿no es así? ¿Qué pudo llevarla a hacer todo esto?

Lana no respondió de inmediato. La hechicera necesitó un momento para poner en orden sus pensamientos antes de poder darle una respuesta apropiada. Respiró profundo antes de comenzar a hablar.

- Sí, ella y yo... éramos muy cercanas, más de lo que podrían imaginar. - dijo finalmente. - Cuando las Diosas se aproximaron a nuestro clan con esa petición para vigilar el equilibrio de la Trifuerza, en ese momento ella lo consideró un gran honor, y lo aceptó de buen grado. Al principio todo parecía estar bien, pero con el tiempo... comenzó a tener cada vez menos contacto con el mundo exterior. Creo que tuvo algo que ver con el hecho de que, al fijarse en el espíritu del héroe, se desconectó de todo lo demás.

Link sintió un ligero respingo recorrer su espina, igual que cada vez que mencionaban esa fijación obsesiva que Cya tenía con él. Ni siquiera la había visto aún, y su sola mención servía para que le dieran escalofríos. Lana pareció darse cuenta de esto, pero aun así prosiguió:

- Al ver a los portadores del espíritu del héroe a través de las eras, todas sus hazañas, y la felicidad que compartía con la princesa de su tiempo... Cya probablemente deseó tener algo de esa hermosa sensación para ella. Pero el héroe solo aparece cuando Hyrule se ve amenazado, así que...

- Así que toma el camino más rápido, e inicia una guerra para hacer que aparezca. - terminó de decir Link, sonando mitad serio, mitad sarcástico. - ¿Todo esto, y solo por mí? *Suspiro*, he pensado... ¿no sería más práctico si simplemente me entregara pacíficamente? Tal vez así la guerra terminaría, y no habría más...

- ¡No! - exclamó Lana, aterrada con la simple mención de esa idea. - Ni siquiera lo pienses.

- Lana tiene razón. - dijo Sheik, estando de acuerdo. - Incluso si te entregaras, no hay garantía de que Cya deje de enviar a los monstruos a destruir Hyrule. Y no olvides, también el hecho de que desea conseguir la Trifuerza.

Link quiso darse un golpe por haber sido tan estúpido para haber siquiera pensado en ello. Incluso aunque no estuviese él de por medio, cualquiera que deseara obtener la Trifuerza para utilizar su poder en su propio provecho tenía que ser detenido a como diera lugar. Eso no cambiaba en absoluto.

- Debe ser difícil. - le dijo Link a Lana cuando finalmente pudo volver a hablar. - Tener que ir contra una de los tuyos.

- No tienes idea. - dijo Lana. - Pero aunque así sea, debemos detenerla... a toda costa.

El tono con el que la peliazul dijo las últimas tres palabras dejaba claro que estaba totalmente consciente de que tan lejos tendrían que llevarlo. Había determinación en su voz, lo que decía que estaba dispuesta a hacerlo si era necesario. No obstante, esa determinación se entremezclaba con una pizca de tristeza, y esperanza. Quizás, Lana quería encontrar la manera de que Cya rectificara el camino, aun si todo apuntaba a que ya era demasiado tarde para eso.

- ¡LINK! ¡LINK! - llegó Proxi de repente revoloteando. - ¡Di la vuelta por todo el lugar y no hay nada extraño!

Link le había pedido al hada que "diera una ronda por los alrededores", solo como excusa para mantenerla lejos un rato. Necesitaba algo de tranquilidad, para poner en orden sus pensamientos con todo lo que estaba sucediendo. Especialmente considerando que en la última estancia en el castillo, el muchacho deliberadamente la había estado evitando, pese a que se suponía que fuese su "compañera".

- Lo siento. - dijo Link. Con toda la tensión, ahora tal vez si estaba de mejor humor para soportar su parloteo. De hecho, tal vez eso era lo que necesitaba en ese momento. - ¿Vamos a saludar juntos a la Gran Hada del bosque?

- Está bien, pero no me vuelvas a dejar. - dijo Proxi. - Se supone que te acompañe, ¿cómo voy a ayudarte si siempre me estás dejando atrás?

Link rodó los ojos mientras sonreía de lado. A decir verdad, la ayuda de Proxi, tanto en el asalto al castillo como en la pelea en los bosques para salvar al Gran Árbol Deku no había sido desestimada, y él lo sabía. El parloteo era solo un valor agregado, y aunque a veces podía hacerse insoportable, otras veces, como ahora, le ayudaba a recuperar un poco su humor cuando había demasiada tensión. Y siendo sincero, hasta empezaba a acostumbrarse a ello.

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Al día siguiente, en las praderas al noreste...

Descansados y listos para continuar, las fuerzas de Hyrule salieron de los Bosques de Farone y continuaron su travesía por las praderas, acercándose cada vez más hacia el Valle de los Videntes. A los soldados no se les escapó que, a medida que avanzaban, el entorno a su alrededor se volvía más y más sombrío. La hierba iba perdiendo su color verde, y el cielo empezaba a tornarse nublado y oscuro, pese a que aún ni siquiera era mediodía, según los relojes que llevaban. Algunos exploradores a caballo, incluyendo a Alexandre y Link, decidieron adelantarse un poco para hacer algo de reconocimiento preliminar. Si algunos de ellos ya estaban perturbados al ver como el paisaje parecía ir muriendo con cada paso que daban, nada podría haberlos preparado para lo que les esperaba al llegar a la entrada del valle.

- Por las Diosas... - dijo Link, mientras intentaba tranquilizar a Epona. Link casi podía sentir un aura maligna en el aire, así que seguramente la yegua también podía percibirla.

- Este lugar tiene que haber visto mejores días. - dijo Alexandre. Shadow parecía más calmado, pero tampoco le gustaba ese lugar.

- Me da miedo. - dijo Proxi, que seguía revoloteando junto a Link.

El Valle de los Videntes solía ser un lugar verde y lleno de vida, pero ahora que la oscuridad estaba por todo el lugar, toda esa vida se había esfumado. Donde antes había hierba verde y brillante, solo quedaba una tierra seca y yerma. Los árboles habían perdido todo su follaje, siendo este reemplazado por unos orbes de luz amarilla de aspecto antinatural adheridos a sus ramas, que se habían enrollado en sí mismas. Más aún, la región completa tenía aspecto de haber sufrido terremotos frecuentemente, pues se habían formado grietas y peñascos por todo el lugar, y las pocas zonas de tierra que quedaban intactas estaban esparcidas como piezas de un rompecabezas, lo cual sin duda les dificultaría el avance una vez que descendieran a ese lugar. Finalmente, las nubes de oscuridad se concentraban alrededor del centro del valle, a lo que parecía ser una estructura en ruinas, tal vez una especie de castillo o templo, y las zonas del cielo que no eran cubiertas por ellas eran de un aterrador tono rojo oscuro. Por mucho que les desagradara la idea, no había ninguna duda que su enemiga tenía que estar en ese lugar, y debían enfrentarla.

- Muy bien, al menos podemos decir sin temor a equivocarnos que vinimos al lugar correcto. - dijo Alexandre. - La pregunta es, ¿cómo vamos a llegar allí?

- No podremos continuar a caballo desde aquí. - observó Link, mirando hacia abajo, a los riscos donde se encontraban. La zona era intransitable para sus monturas, e incluso yendo a pie parecía que tardarían mucho en llegar hasta el centro del valle. - Creo que es mejor volver con la Comandante Impa y decirle lo que hemos visto.

- Si tú lo dices. - dijo Alexandre, dándole la vuelta a Shadow y dirigiéndose al resto de los exploradores. - Ya oyeron al jefe, muchachos, vamos a regresar después.

Link rodó los ojos ligeramente al ver que Alexandre tomaba ventaja de la "autoridad por extensión" que al parecer consideraba que tenía por virtud de haber sido su compañero de entrenamiento. Link no le había dado nada de eso de manera oficial, pero mientras no lo utilizara en beneficio personal, no iba a reclamarle nada. Admitiéndolo, Alexandre podía ser un buen líder cuando se lo proponía, siempre y cuando no dejara que se le subiera a la cabeza. Echó una última mirada al valle y giró a Epona para seguir a sus compañeros, cuando de pronto, escuchó algo...

- "Ohhhh,... por fin el héroe legendario ha venido a visitarme... Muy bien, querido Link, no me dejes esperando... jajajajajaja..."

- ¿Huh? - Link se detuvo bruscamente. ¿Qué había sido eso?

- ¿Link? ¿Qué te pasa? - preguntó Alexandre.

- ¿No oyeron eso?

- ¿Oír qué? - preguntó Alexandre. Link echó una mirada a sus alrededores, pero ningún otro de ellos parecía haber oído esa voz.

- Nada. Vámonos. - dijo finalmente, echando a andar a Epona.

Fuera lo que fuera, Link estaba seguro de que no lo había imaginado. ¿Acaso solo él pudo escuchar esa voz dentro de su cabeza?

- Proxi... ¿tú tampoco lo oíste? - preguntó Link en voz baja.

- Yo no oí nada, pero... por un momento pude sentir una presencia... una presencia oscura, y maligna. - dijo el hada. - Pero solo fue por un instante.

Link sintió algo de alivio. Proxi no pudo oírla, pero sí sentirla, eso quería decir que él no estaba delirando o enloqueciendo. Claramente era una voz de mujer, suave, seductora y cargada de lujuria. No se le hizo muy difícil adivinar de quién se trataba, y quizás, la única razón por la cual solo él pudo oírla, era porque el mensaje era para él, y solo para él. Ese solo pensamiento hizo que se le enchinara la piel. Escuchar sobre Cya había sido una cosa, pero escucharla a ella, su voz ahora... entre más pronto lidiaran con ella sería mejor.

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Momentos después...

Una vez que los exploradores retornaron con el resto del grupo principal, las tropas hyruleanas se dirigieron a la entrada del valle para examinar el terreno en mayor profundidad. Aunque no se veían monstruos en las cercanías, los soldados no podían dormirse en los laureles, y permanecían alerta en todo momento.

Los miembros de la legión de Link, ahora acompañados por Lana, se acercaron de nuevo al borde, mientras Ruisu analizaba el terreno y trazaba un mapa para decidir cuál sería el mejor curso. Los riscos que tenían frente a ellos dificultarían el avance, especialmente porque los caballos no podían transitar por ellos, e incluso a pie el descenso tardaría mucho. La caballería tendría que rodear para llegar a una vía de acceso por el oeste, pero eso tomaría mucho tiempo, y con ello perderían el factor sorpresa, asumiendo que el enemigo ya los estuviese esperando (lo cual en ese punto parecía más que probable).

- ¿Y bien? - les preguntó Impa, rompiendo el silencio.

- Nunca creí que pelearíamos en un lugar así. - dijo Ruisu. - Tenemos el terreno en contra más que en ninguna otra batalla, este sitio es una fortaleza natural.

- Creo que la comandante ya sabe eso, genio. - dijo Alexandre.

- El acceso al centro del valle es casi imposible para la caballería, excepto por la vía que está al oeste. - prosiguió Ruisu, ignorando la puntualización del lancero. - Cualquiera que tenga una montura tendrá que rodear y entrar por allí, lo que los retrasará mucho.

- ¿Qué hay de las tropas a pie? - preguntó la Sheikah. - Imagino que tendremos que descender por aquí si queremos hacer un asalto frontal.

- Ese parece ser el caso. - dijo Ruisu. - Sin embargo, echando un vistazo, tal vez podamos acelerar un poco las cosas. Acérquese un poco.

La comandante se acercó al borde, mientras el pelinegro le señalaba una formación rocosa que se veía a unos cincuenta metros debajo de donde estaban. Esta parecía bloquear el paso, pero del otro lado se veía un terreno más liso que iba en pendiente. Directo hacia el centro del valle.

- Si quitáramos del medio esa barrera de rocas, tendríamos el paso libre para descender más rápido. - explicó.

- Tendríamos que usar explosivos, y eso tal vez llame la atención del enemigo. Pero con un ataque rápido podríamos tener una oportunidad. - dijo Impa. Acto seguido se volteó hacia Lana, para discutir el siguiente punto de la estrategia. - Lana, tú que conoces mejor que ninguno de nosotros a Cya, ¿hay algún método en particular que sigan sus tropas? ¿Algún patrón o algo que podamos explotar?

- A decir verdad, la mayoría de sus legiones están compuestas de monstruos muy fuertes y poco inteligentes. - dijo la hechicera. - No hacen nada excepto lanzarse en grandes números contra el enemigo. Pero mientras tenga abierto el Portal de las Almas, podrá seguir trayéndolos de manera infinita.

- Es decir, que deberíamos centrarnos en detener a Cya y cerrar ese portal, ¿es lo que estás diciendo? - dijo Impa. La hechicera asintió con la cabeza.

- Si esa es la situación, nuestra mejor estrategia sería hacer un ataque relámpago para abrir una brecha en sus filas, y que un grupo pequeño avance ignorando al resto de los enemigos hacia donde se encuentra Cya. - dijo Ruisu.

- En ese caso, yo tomaré esa responsabilidad. - dijo Impa. - ¿Quién me acompañará?

- Yo lo haré. - dijo Link dando un paso al frente. - Si Cya inició esta guerra a causa de mí, haré lo que tenga que hacer para detenerla.

- También yo. - dijo Lana. - En parte es culpa mía que esto esté sucediendo, por no detener a Cya, y es mi responsabilidad corregir ese error.

- Cuenten conmigo. - agregó a su vez Sheik.

Impa se detuvo por un momento a considerarlo. Link y Lana parecían elecciones muy obvias. Sheik, por otra parte... aún no le inspiraba del todo mucha confianza, pero hasta ahora, fuera de no querer decir todo lo que sabía, no les había dado razones para creer que fuese su enemigo, y sin duda, su ayuda les había resultado crucial. Aparte, la razón de permitirle estar con ellos era para mantener un ojo sobre él todo el tiempo y no perderlo de vista. Esa parecía ser la mejor manera de hacerlo.

- De acuerdo. - dijo Impa finalmente. - Ustedes tres vendrán conmigo. El resto de las tropas prepárense, pronto iniciaremos nuestro ataque.

Mientras la comandante Impa se iba acompañada de su pequeño grupo de ataque, el resto de las tropas comenzaron a alistar sus armas y a prepararse para el asalto. Había llegado el momento de la verdad. Era hora de enfrentar cara a cara a la verdadera enemiga.

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Poco después...

Tomando ventaja de que las legiones de monstruos carecían de la misma inteligencia que los humanos, y que en ese momento se encontraban dispersos por todo el lugar, las tropas de Hyrule asumieron sus posiciones para iniciar el asalto. Alexandre se había dispuesto junto con la división de caballería. Link, que se había desmontado de Epona por el momento (la yegua, a pesar de su descontento, pareció entender el mensaje y dejó que su amo se fuera por su cuenta) se encontraba al frente de las tropas a pie junto con la comandante Impa, Sheik, y Lana. Esta última, en particular, se veía bastante tensa al momento mientras se preparaban para el ataque.

- ¿Nerviosa, Lana? - preguntó Link.

- ¿Eh? No, para nada. - dijo la peliazul, tratando de sonreír, pero Link casi podía ver a través de ella, así que decidió al menos un poco dejar el acto. - Tal vez un poco.

- No puedo culparte. En serio, no me agrada en lo más mínimo la idea de enfrentar a Cya yo solo. - dijo Link. - Es alentador contar contigo y los demás.

La sonrisa de Lana se volvió un poco más genuina ante ese comentario de parte de Link. La hechicera apreciaba que el héroe legendario valorase su apoyo, y eso la motivó a esforzarse al máximo para lograr su objetivo.

Abajo, Garrett y Ruisu habían descendido para ayudar a colocar los explosivos en la barricada de rocas que les obstruía el paso. Una vez que la volaran, tendrían el paso libre para descender hacia el valle. Ruisu agitó las manos para avisarles que ya estaban listos, y de inmediato se pusieron fuera de rango para estar a distancia segura.

- Ya están listos. - dijo Link, viendo como sus dos compañeros se alejaban. - Zatyr, es tu turno.

- Aquí voy. - dijo la arquera adelantándose.

Sin perder tiempo, y al asegurarse que sus compañeros estaban fuera del radio de los explosivos, Zatyr tomó una de sus flechas explosivas y apuntó justo al centro. La dejó ir y en cuanto impactó el efecto fue inmediato: la reacción en cadena hizo que las rocas que obstruían el paso se desprendieran totalmente y despejaran el camino. Esa era la señal para iniciar el asalto.

- ¡ATAQUEN! ¡POR LA GLORIA DE HYRULE! - ordenó Impa, alzando en alto su enorme espada.

Con un potente grito de guerra todos los soldados comenzaron a correr colina abajo para dirigirse al encuentro de sus enemigos, con Impa y su grupo al frente de todos. Ruisu y Garrett se sumaron a ellos en cuanto encontraron un espacio para entrar entre la enorme multitud del ejército, pues tampoco querían quedarse fuera de la diversión.

Alertados por la repentina entrada de los soldados de Hyrule, las legiones de monstruos que pululaban en el área reaccionaron de manera natural y se prepararon para defenderse. O al menos, eso fue lo que intentaron, pues estando dispersos, los soldados de Hyrule pudieron atacarlos como un solo grupo y tomar una ventaja inicial para ganar terreno. Mientras los soldados entretenían al enemigo, el grupo de Impa avanzó, aprovechando esa abertura inicial, y limitándose a eliminar a los monstruos que se les cruzaran en el camino, ignorando al resto.

Recuperados del ataque sorpresivo inicial, los monstruos comenzaron a reagruparse para intentar contener el avance de sus enemigos. En la zona oeste del valle, la caballería de Hyrule comenzaba a unirse a la batalla. Apropiadamente, los estaban esperando un grupo de Bokoblins en sus propias monturas, una especie de jabalíes enormes y mutantes, que rápidamente se trabaron en combate con los jinetes Hyruleanos. Pronto se hizo evidente que la superioridad en combate uno a uno, tanto de los jinetes como de las monturas se decantaba en favor de las bestias, y varios de los caballeros de Hyrule rápidamente fueron abatidos. Dándose cuenta de esto, Alexandre decidió tomar otro enfoque. Colocó en su mano derecha la zarpa que le entregaron, y usando la izquierda para sujetarse, le ordenó a Shadow que corriera alrededor del grupo que estaba peleando.

- A ver si les gusta esto. ¡Enganchados!

¡KLANK! La primera acción de Alexandre fue enganchar a uno de los Bokoblins, el más grande que pudo ver, y darle un fuerte tirón con la zarpa para derribarlo de su montura. Y antes que se diera cuenta de lo que pasó, los cascos de Shadow lo pisotearon dejándolo hecho una pulpa sangrienta. Pero no se detuvo allí. Se volteó hacia otro grupo que se le venía acercando, y esta vez apuntó al jabalí del que venía al frente, específicamente a una de las patas, y con el tirón lo hizo tropezar y caer, de paso haciendo que su jinete se fuese también de narices. Los que venían detrás colisionaron y pronto se hizo un enorme desorden, al punto que algunos de ellos al parecer se enfadaron y empezaron a pelear entre ellos.

- Lana tenía razón, no son muy inteligentes. - comentó el lancero, mientras tomaba el Cetro de Fuego y lo desplegaba para terminar de rematarlos. - Veamos si son capaces de soportar el calor.

Alexandre comenzó a concentrar la energía mientras alzaba el cetro en alto. Ahora que había aprendido como dirigir las llamas después de generarlas, no tenía que acercarse tanto y podía mantener una distancia segura. Al mismo tiempo, podía asegurarse de que estas no golpearan a sus aliados. Habiendo abierto una brecha entre las filas enemigas, los jinetes pudieron romper sus defensas y contraatacar, recuperando terreno después de ese difícil bloqueo que tuvieron al principio. Las llamas que lanzaba Alexandre con el cetro obligaron a los Bokoblins a dispersarse, permitiendo que los jinetes de Hyrule los pudieran atacar en grupo.

La escaramuza entre unidades montadas no duró mucho, pues con Alexandre al frente pudieron acabar con el enemigo en cuestión de minutos. Los jinetes se desmontaron una vez que el terreno se volvió demasiado accidentado para permitirles el avance a los caballos, y se dirigieron hacia el centro del valle. Pero entonces, Alexandre oyó algo que parecía ser un batir de alas en el aire, y al mirar hacia arriba, divisó algo que le resultó siniestramente familiar.

- Eso es...

En el aire, pudo ver a un dragón rojo aproximándose hacia ellos mientras arrojaba bocanadas de fuego. No había manera de confundirlo, tenía que tratarse del mismo que vio durante el asalto al castillo. Mientras aterrizaba, vio cómo se encogía hasta adoptar un tamaño y forma más humanos, si se le pudiera decir de ese modo porque de todos modos seguía viéndose más grande y más fuerte que cualquier hombre normal. Después de su encuentro con él, Link y la Comandante Impa les relataron que su nombre era Volga, y que tenía la capacidad de adoptar esa forma para luchar contra ellos.

- Humanos insignificantes, no pasarán de este lugar. - les dijo, haciendo girar su lanza, dejando un rastro de llamas por donde la movía, y luego clavándola en el suelo.

- Volga, el caballero dragón, presumo. - dijo Alexandre al verlo. El resto de los soldados empuñaron sus armas, pero claramente se sintieron intimidados frente a este sujeto.

- Oh, así que mi reputación me precede. - dijo el guerrero draconiano, claramente sintiéndose halagado de que supiera su nombre.

- No tuve el placer de verte en esta forma antes. - dijo el lancero. - ¿Esta es la verdadera, o solo es un disfraz para la del dragón?

- ¿Por qué no intentas averiguarlo? - dijo Volga, volviendo a empuñar su lanza.

- Ya que insistes. - Alexandre se puso en posición con el cetro en mano. - Sigan adelante, yo me ocuparé de él.

Los soldados se mostraron más que complacidos de obedecer a Alexandre. Algunos se preguntaron si es que era más valiente, o más tonto que ellos para querer enfrentarse a ese sujeto, y más todavía al querer hacerlo solo. Volga fue el primero en atacar, pero Alexandre lo esquivó de un salto mientras tomaba distancia y preparaba una gran bola de fuego con el cetro. Volga ni se movió, pues siendo que él también controlaba el fuego pensó que sería un desperdicio de parte de ese humano insignificante. Grave error, pues en cuanto soltó el ataque, la esfera lo impactó provcando una fuerte explosión y haciéndolo caer de espaldas. Volga se puso de pie, sorprendido de que no solo había sentido el ataque, sino que le había DOLIDO.

- ¿Pero qué diablos...? ¿Cómo pueden lastimarme esas llamas? ¡Yo controlo el fuego! - exclamó furioso y claramente en shock.

- La comandante no mentía, este cetro puede herir a cualquier criatura de la oscuridad. - dijo Alexandre. - Incluso una que es de fuego, según parece.

Algunos podrían considerar estúpido intentar la táctica de "combatir fuego con fuego" contra Volga, pero como Alexandre acababa de comprobarlo, las llamas del Cetro de Fuego también podían herirlo, si bien no tanto como a otros monstruos (tenía sentido que tuviese algo de resistencia a su propio elemento). Decidido a no cometer el mismo error, Volga se lanzó de nuevo a atacarlo para impedir que pudiera utilizar ese cetro contra él. Sin embargo, el lancero claramente pudo ver a simple vista que en un combate directo contra ese sujeto jamás tendría una oportunidad por la diferencia de tamaño y fuerza (y además, se movía muy rápido para alguien su tamaño). Intentó empalarlo con su lanza, pero Alexandre echó mano de su zarpa y se enganchó a una roca cercana, logrando evitar el peligro, al menos por el momento. Habiendo ganado unos segundos, usó el cetro para crear una pared de llamas para obligarlo a detenerse por un momento cuando se volteó para volver a atacarlo. Al mantenerlo al margen, podía preparar ataques más fuertes, para acabar con él lento pero seguro.

Pese a los esfuerzos de Alexandre, Volga pareció darse cuenta de sus intenciones, y después de hartarse de estar esquivando los ataques, en lugar de evitar uno particularmente fuerte, convirtió su brazo en garra de dragón para desviarlo (aunque aun así le dolió). Una vez que se puso lo suficientemente cerca, alzó en alto la lanza y trató de hacerla bajar sobre él con fuerza. El lancero alcanzó a utilizar el cetro para bloquear el ataque, pero la muy superior fuerza de Volga lo forzó a ponerse de rodillas.

- ¿Tus últimas palabras, humano insignificante?

- Saluda... a mi compañero. - replicó Alexandre.

Volga no entendió lo que quería decir, hasta que sin avisar, algo pesado y afilado lo golpeó con fuerza en la espalda, hasta sintió como se agrietaba su armadura. Al mirar por encima del hombro, se dio cuenta que se trataba de Garrett: el grandullón se había percatado de que su amigo estaba en problemas y de inmediato corrió a auxiliarlo. Se acercó sigilosamente por detrás para darle un hachazo, pues el caballero dragón estaba tan concentrado en Alexandre que no lo sintió venir. De paso, el lancero aprovechó para quitarse de debajo de su enemigo y darle con una explosión de fuego a quemarropa. Volga retrocedió tambaleándose y frotándose encima del hombro por donde Garrett le había dado con su hacha.

- Siento la tardanza. - dijo Garrett. - Tuve que abrirme paso entre los monstruos.

- Tranquilo, colega, fuiste muy oportuno. - replicó Alexandre.

- Urgh... no importa cuántos de ustedes haya, los mataré a todos. - declaró Volga, amenazándolos con su lanza.

Sin esperar a que sus oponentes dieran otro movimiento. Volga se volvió a lanzar contra ellos. Esta vez, Garrett se puso de frente para proteger a Alexandre, usando su hacha para frenar en seco la arremetida de su adversario. Si no fuera suficiente sorpresa que ese humano hubiese sido capaz de herirlo con un hacha (aparentemente) ordinaria, cuando sus armas se trabaron una con la otra trató de hacerle lo mismo que a Alexandre, pero Garrett no retrocedía en absoluto. ¿Cómo podía ser posible que un humano pudiese igualarlo a él en fuerza bruta? Aunque necesitaba ambas manos para sujetar el hacha y poder frenarlo, soltó una por un momento para darle un puñetazo en el estómago. Volga exhaló una pequeña bocanada de fuego, mientras Garrett le daba un golpe con el plano del hacha. Alexandre tomó ventaja de esto y le dio la señal a su amigo para que se apartara, mientras disparaba otra explosión de fuego.

Volga parecía reponerse relativamente rápido de los ataques, pero el solo hecho de que estos humanos "insignificantes" hubiesen sido capaces de lastimarlo le resultaba humillante. El primero, obviamente tenía el Cetro de Fuego. El segundo, aunque el hacha que traía se veía ordinaria, pudo notar que en sus manos traía unos extraños guantes de cuero recubiertos de metal, que no les había visto a nadie más, y tal vez pudiesen ser la fuente de su anormal fuerza.

- No me vencerán. - dijo Volga. - No permitiré que me derroten un par de humanos insignificantes.

- No dejas de llamarnos así. - dijo Alexandre. - ¿Es que crees que estás por encima de nosotros?

- Los humanos me aprisionaron en esas cuevas. Tienen que pagar por ello.

- ¿Te aprisionaron? - dijo Alexandre. - Oye, nosotros no tuvimos nada que ver con eso.

- ¡NO ESCUCHARÉ SUS EXCUSAS! ¡LOS HARÉ PAGAR AQUÍ Y AHORA!

Dicho esto el caballero dragón reanudó su feroz asalto, mientras su lanza chocaba contra el hacha de Garrett, y Alexandre intentaba rodearlo para buscar el ángulo de ataque con el Cetro de Fuego manteniendo su distancia, pero acercándose ocasionalmente para apoyar a su compañero. Cuando Garrett y Volga volvieron a trabar sus armas una con la otra, al hacerse evidente que la fuerza de los dos estaba muy igualada, Volga de nuevo transfiguró su brazo en su forma de garra para ganar ventaja, y los alejó de un manotón. Sin embargo, lo volvió a la normalidad después de alejarlos, aparentemente no podía mantenerlo de esa manera por mucho tiempo.

- No puedo entenderlo. - dijo Alexandre. - Todo ese poder que tienes, y aun así te rebajas a ser el lacayo de esa bruja, esa tal Cya.

- ¡No te atrevas a llamarme lacayo, humano insignificante! - gritó Volga. - ¡Y tampoco insultes a mi señora, o lo pagarás con tu vida!

- ¿Sí? Pues por donde te mire, no pareces otra cosa que su perro faldero. - volvió a decir Alexandre. - ¿Por qué la sirves?

- ¡Ella me liberó de mi encierro! ¡Estuve prisionero dentro de esas cuevas por años y...!

De repente se detuvo en seco. Por la mente de Volga, solo por unos segundos, cruzó una visión. Una visión de su "señora" atacándolo, dominándolo y riéndose de él al tenerlo a sus pies. Pero eso no era posible. Los humanos lo encerraron en las Cuevas de Eldin, y ella fue quien lo liberó. O al menos, eso fue lo que ella le dijo, sus recuerdos antes de eso eran muy... confusos.

- Urgh... ¿por qué...? ¿Qué fue esa visión?

Volga se sujetó la frente, como si de pronto le doliera la cabeza. Alexandre, por otro lado, se percató de que seguramente había apretado algún gatillo dentro de la mente de su adversario, y determinó seguir presionándolo para descontrolarlo.

- ¡Digas lo que digas, sigues siendo un perro faldero de Cya! ¡¿Qué ocurre con ella, es demasiado cobarde para salir y dar la cara?! ¡Debe serlo si se esconde detrás de ti!

Garrett no quiso decir nada, pero conocía a su compañero lo suficiente para saber lo que intentaba: descontrolar a Volga con insultos. Además, también lo notó en ese instante, cuando Alexandre cuestionó sus motivos para servir a Cya. Tal vez había más en ello que podían explotar.

- No te detengas, sigue insultándolo. - le dijo en voz baja.

Alexandre estuvo más que feliz de hacer lo que le dijo su amigo. Si forzaban a Volga a atacarlos con toda su fuerza, pese al riesgo, podrían hacer que desperdiciara su energía y en el mejor de los casos, que cometiera un error que pudieran usar para tomar ventaja. Entre los dos lograban mantenerse a su nivel, y si seguían como iban, tendrían una oportunidad.

Por otra parte, la mente de Volga no se encontraba del todo enfocada en el combate ni en sus adversarios. ¿Por qué experimentó esa visión? Más aún, ¿por qué cuestionaría su lealtad hacia su señora? Cya lo liberó de su cautiverio, y a cambio él le juró su inquebrantable lealtad, y seguirla en su empresa de obtener la Trifuerza a como diera lugar. Y eso significaba acabar con todo aquel que se interpusiera en su camino.

Y a pesar de todo, no podía dejar de lado esa visión por completo. Como si una parte de él quisiera saber qué significaba o por qué apareció de repente.

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Al mismo tiempo, en el centro del valle...

El grupo de las fuerzas principales del ejército de Hyrule, comandado por Impa, había logrado hacer un avance importante. La estrategia estaba dando resultado: pese a que los enemigos seguían apareciendo constantemente, y mucho más rápido que en batallas anteriores, la mayoría de ellos no eran lo suficientemente rápidos para seguirles el paso una vez que avanzaban. Todos tenían claro su objetivo: cortar el problema de raíz deteniendo a la verdadera fuente de todo, es decir, Cya.

Para ese momento, las fuerzas Hyruleanas se habían dispersado por todo el valle para entretener al enemigo mientras el grupo de Impa se dirigía hacia el objetivo principal. Únicamente Zatyr y Ruisu seguían acompañándolos, para prestarles algún apoyo si era necesario. Varios minutos antes vieron a Volga, en su forma de dragón, sobrevolando por el lugar y dirigiéndose hacia donde estaba la división de caballería. Presintiendo que tal vez Alexandre podría necesitar apoyo, enviaron a Garrett para que le diera una mano.

- ¿Crees que esos dos estén bien? - preguntó la arquera.

- No hay de qué preocuparse, ellos trabajan bien juntos. - aseguró Ruisu. - Lo que me preocupa es que si Volga está por aquí...

- Seguramente Wizzro también. - completó Zatyr.

Los dos encuentros que tuvieron con el espectro aún seguían frescos en la mente de los jóvenes. Ruisu, en particular, tenía algo mucho más personal contra Wizzro, pues al haber recibido directamente uno de sus ataques (aunque hubiese sido por proteger a Lana) estaba más que entusiasmado ante la idea de pagárselo y con intereses, especialmente ahora que tenía una nueva arma. Estaba listo para darle una sorpresa "electrizante" en cuanto lo viera. Y con toda certeza, de pronto Impa percibió algo y les ordenó detenerse.

- Alto... siento una presencia muy familiar cerca de nosotros. - les dijo, mientras sujetaba su gran espada y se preparaba para desenvainarla.

- También yo. - dijo Sheik, adelantándose un poco y mirando a su alrededor.

El joven Sheikah de pronto fijó la mirada en uno de los árboles retorcidos que tenían cerca, y sin decir más nada le arrojó uno de sus kunais con un sello explosivo. La explosión resultante forzó al acechador que se escondía en la sombra claramente para emboscarlos a revelarse.

- ¡Argh! ¡¿Cómo supiste donde estaba?! - Tal como lo esperaban, era Wizzro.

- Tu maligna presencia es difícil de ignorar. - dijo Sheik, poniéndose en guardia.

- Bah, qué importa eso. ¡Los mataré a todos aquí mismo!

El espectro sacó su tercera mano e intentó atraparlos a todos de un manotón. Anticipándose a su intención, Lana inmediatamente invocó un campo de fuerza para protegerse a sí misma y al resto. La mano de Wizzro fue rechazada por la barrera mágica, haciendo que el espectro se convulsionara por un momento. Tomando ventaja de esto, el grupo aprovechó de rodearlo y continuar hacia su verdadero objetivo, pero Link se detuvo por un momento al darse cuenta que Zatyr y Ruisu se habían quedado atrás.

- ¡Ruisu, Zatyr! ¡Qué esperan, vámonos! - exclamó Link.

- ¡Váyanse sin nosotros! - respondió Zatyr.

- ¡Nos haremos cargo! ¡Y tengo un par de favores que devolverle a este maldito espectro! - dijo Ruisu.

- ¡Link, nuestro objetivo principal es Cya! ¡No lo pierdas de vista! - le recordó Impa. Link dudó por un momento pero finalmente decidió hacerle caso.

- ¡Contamos con ustedes! ¡Denle una por mí también! - les dijo.

El héroe continuó el camino siguiendo a su líder, mientras sus dos compañeros se quedaban atrás para lidiar con el espectro. Zatyr tomó ese pequeño respiro para colocar la esfera de fuego en su arco y Ruisu desenvainó su espada, que comenzó a echar chispas de electricidad al sacarla de la funda. Al ver que casi todo el grupo principal se le había escapado, decidió desquitarse con los dos que se quedaron.

- Después iré por el resto, por ahora, ¡ustedes dos caen! - gritó mientras les lanzaba unas esferas oscuras.

Ruisu y Zatyr saltaron en direcciones opuestas para esquivar este ataque inicial. La arquera soltó una flecha llameante que pasó rozando a Wizzro, mientras el espadachín se aproximaba para atacarlo con su espada. El espectro quiso hacerle lo mismo que la última vez, preparando una gran esfera oscura para atacarlo de frente, pero el espadachín tenía su arma lista para defenderse, y contrario a la última vez, no solo bloqueó el ataque en su totalidad, sino que pudo enviárselo de vuelta. Wizzro flotó hacia un lado para evitarlo y retrocedió para replantearse su estrategia.

- ¡No huyas, cobarde! - gritó Ruisu, persiguiéndolo.

En respuesta, Wizzro levantó un escudo de energía oscura, pero Ruisu comenzó a golpearlo repetidamente, y el espectro se sorprendió de ver que la energía de la espada realmente estaba haciendo flaquear su defensa. Al impactar soltaba chispas eléctricas, y con cada golpe se debilitaba, lento pero seguro. Mientras lo hacía, Zatyr se ponía por detrás de él y preparaba otra flecha. Esta dio en el blanco y Wizzro no se percató hasta que fue demasiado tarde que su capucha empezaba a incendiarse. Mientras intentaba apagarla, descuidó su defensa lo suficiente para que Ruisu le pudiese dar una estocada con su espada, y como la hoja estaba electrificada, el resultado fue predecible.

- ¡Aaaaarrrghhhh!

Pese a que el cuerpo de Wizzro era mayormente etéreo (excepto sus manos que siempre eran sólidas) lo que lo hacía casi completamente inmune a los ataques físicos, la Espada Relámpago todavía podía hacer efecto en él gracias a estar imbuida con la magia de Lana. El espectro se convulsionó antes de salir disparado hacia atrás, pues el joven espadachín canalizó un poco más de energía a través de la hoja para maximizar el daño.

- ¡Por todos los... de dónde diablos sacaste esa espada! - exclamó Wizzro, que de pronto ya no se sentía tan confiado, una vez que se repuso de la parálisis que le provocó ese ataque.

- ¿Sorprendido? Fue la misma que me destruiste en nuestro último encuentro. - dijo Ruisu. - ¡Y es hora de que pagues por ello!

Dicho esto, salió corriendo de nuevo hacia Wizzro. El espectro de inmediato tomó la (sabia) decisión de permanecer fuera del alcance de esa hoja electrificada, pero lo que no se esperaba, era que esa espada no era solo un arma de corta distancia. Aun estando fuera de su rango, Ruisu aún ejecutaba cortes con ella, y al hacerlo, disparaba unas cuchillas en forma de luna creciente que incrementaban su radio de ataque. Si eso no bastara, Zatyr tampoco había cesado su asalto, y cada vez que tenía un tiro claro lo aprovechaba. De hecho, Wizzro sospechaba que de hecho estaba fallando los flechazos a propósito, y que su intención era hacer que se pusiera al alcance de la espada de Ruisu. En aquel momento deseaba poder llamar a sus "pequeños" para que lo ayudaran, pero la mayoría de ellos estaban muy ocupados con las tropas de Hyrule que estaban por todo el lugar, y no les estaba yendo muy bien en realidad.

Desesperado, Wizzro levitó hacia una colina empinada, con un trozo de tierra demasiado alto para que Ruisu y Zatyr pudieran seguirlo con facilidad, y desde allí comenzó a cargar su ataque, otra gran esfera de energía oscura con ambas manos sobre su cabeza. Ruisu tomó la decisión de contrarrestarlo con uno propio, y comenzó a enfocar electricidad en la punta de su espada. Normalmente era para disparar uno de esos dardos rápidos pero débiles, sin embargo, esta vez comenzó a concentrar mucha, mucha más energía.

- ¡TOMEN ESTO, MOCOSOS! - gritó Wizzro lanzando el ataque.

El espectro bajó las manos bruscamente y lanzó la esfera oscura hacia abajo. Al mismo tiempo, Ruisu disparó su propio ataque. Esta vez concentró tanta energía en el ataque que el dardo no salió como una pequeña punta de flecha, sino casi del tamaño de la hoja de la espada. El de Ruisu literalmente viajó a la velocidad del rayo, pues impactó contra la esfera oscura e hizo que esta explotara a una distancia muy corta de Wizzro. El espectro cayó hacia atrás por la onda de la explosión, y de inmediato los dos corrieron rodeando la colina para ir y rematarlo antes que se escapara de nuevo.

- ¡Que no escape! - gritó Zatyr, preparando otra flecha de fuego.

- ¡Ah, no, ni crean que me han vencido! - exclamó el espectro, haciendo su acto de desaparición y volviéndose una mancha en el suelo para escapar de sus adversarios.

- ¡Ay no, odio cuando hace eso! - exclamó la arquera.

- Descuida, creo que sé cómo hacerlo salir. - dijo Ruisu.

De nuevo, comenzó a enfocar la energía en la hoja de su espada, pero esta vez concentró aún más, hasta que esta excedió el tamaño de la hoja. Hecho esto, la volteó y la clavó con fuerza en el suelo. Desde el punto de origen, ondas de electricidad comenzaron a surgir por la tierra a su alrededor, para luego levantarse en forma de pilares que salían del suelo hacia arriba. Y uno de ellos, tal como Ruisu lo esperaba, alcanzó a la mancha que era Wizzro y lo obligó a salir de vuelta.

- ¡Grrr, ya estoy harto de esto! - exclamó el espectro. Claramente odiaba estar del lado receptor en esa batalla tan desigual.

Sin embargo, por un momento Wizzro tuvo un respiro, pues tras ese último ataque, Ruisu comenzó a evidenciar signos de fatiga. Claramente, usar un ataque tan poderoso como ese le exigía un enorme esfuerzo físico y mental, así que no podría abusar de él. Pensando que podría aprovechar la situación, se sintió tentado a atacarlo en ese momento de debilidad, pero Zatyr, sin embargo, se ocupó de cubrir a su compañero con sus flechas hasta que este recuperó el aliento y pudo volver a moverse.

Mientras peleaba con ellos, Wizzro solamente quería huir, pero su señora le había dado órdenes claras. Su objetivo era mantener ocupados a los compañeros del héroe para que no pudiesen acudir en su ayuda, pues ella quería "hacerse cargo personalmente" de él. El espectro pensó que sería divertido lidiar con los mocosos, qué equivocado estaba. Pero en fin, órdenes eran órdenes, así que tendría que continuar, le guste o no.

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Más adelante...

El grupo de asalto comandado por Impa se las había arreglado para avanzar sin contratiempos, y se estaban acercando cada vez más a su objetivo. Pese a que aún seguían encontrando resistencia en su camino, las legiones de monstruos no eran pieza para ellos, pues a estas alturas. Apenas los divisaban acercarse, Lana invocaba una tormenta de rayos para poner fuera de combate a todos los que podía, mientras Sheik, Impa y Link terminaban de rematar a los que tuvieran la suerte de sobrevivir.

Después de varias escaramuzas menores, el cuarteto llegó hasta el borde de un precipicio, y del otro lado ya se podía ver con mayor claridad la gran estructura que vieron desde la entrada. Varias partes de ella se habían partido, pero claramente se podría ver que en otro tiempo podría haber sido una construcción majestuosa. El cielo sobre ellos ya había dejado por completo el tono rojizo para convertirse en un sombrío y tétrico remolino de nubes negras.

- Entonces, ¿Cya se encuentra en ese lugar? - preguntó Impa al verlo.

- Así es. Este es el Templo de las Almas, el lugar donde reside el Portal. - dijo Lana.

- Y la fuente de todos nuestros problemas. - dijo Link.

- Estamos cerca, pero solo hay una vía de acceso. - observó Sheik.

En efecto, toda la zona alrededor del templo se veía como una fortaleza natural. O tan natural como pudiese ser ese lugar que estaba infestado de oscuridad a diestra y siniestra. El templo estaba sobre una meseta que por todas partes estaba rodeado de peñascos que formaban una muralla impenetrable, excepto por arriba, y ninguno de ellos tenía la capacidad de volar ni mucho menos. La única vía de acceso estaba, literalmente, "enmarcada". Un elaborado arco formaba una especie de puerta, protegida por una barrera de energía oscura.

- ¿Qué haremos con esa barrera que bloquea la entrada? - preguntó Impa.

Lana se disponía a responderle, hasta que en ese instante comenzaron a emerger más legiones de monstruos a su alrededor. Nada que no hubiesen visto hasta ahora, pero por lo visto, estaban decididos a impedir que llegaran a toda costa.

- Lo decidiremos cuando estemos allí. - dijo la hechicera peliazul. - Hay que encargarnos de ellos primero.

Los cuatro guerreros inmediatamente se separaron para cubrir más terreno y eliminar este último obstáculo. Sheik fue con Link mientras que Lana siguió a Impa, cubriendo tanto ataques de largo como de corto alcance. Para llegar hasta la entrada del templo tenían que rodear la enorme zanja que estaba frente a ellos. Link tomó el boomerang y lo arrojó a un pequeño grupo de Bokoblins, mientras Sheik usaba su lira para atacar a distancia y evitar que los que se quedaban atrás pudieran seguir interfiriendo. Del otro lado, pudieron ver que Impa y Lana también lo estaban haciendo bien, si seguían a ese ritmo en menos de un minuto podrían reunirse todos en la entrada.

Poco sabían, sin embargo, que los ojos de la hechicera oscura podían ver todo lo que estaba sucediendo fuera de su santuario. Todo estaba saliendo acorde como ella lo había planeado. Las fuerzas de Hyrule creían que estaban ganando, pero en realidad, ella solo los mantenía ocupados, pues su verdadero premio estaba a punto de ir directo hacia ella para entregarse en bandeja de plata, y él no tenía ni idea de eso. Sin darse cuenta, el héroe había ido dejando atrás a sus aliados, lo cual era precisamente la verdadera meta de Cya. Quería asegurarse de que nada ni nadie pudiese interferir con ese tan esperado primer encuentro.

Determinado a llegar con Cya para detenerla, Link decidió adelantarse, cortando con su espada a cualquier criatura de la oscuridad que se interpusiera en su camino. El espadachín no desperdició ninguno de sus golpes, y no daba un paso atrás. En su mente, tal vez la derrota de Cya significara saber qué sucedió con la princesa, y en el mejor de los casos, reunirse con ella de nuevo. Impulsado por esa esperanza, Link continuó indetenible haciendo caer a todo monstruo presa de su espada.

- ¡Link, cuidado, allí vienen más! - exclamó Proxi.

Al voltearse, Link vio aparecer del suelo cinco Stalfos de gran tamaño. Los esqueletos de inmediato fijaron su atención en él y alzaron sus escudos y espadas en señal de desafío.

- A ver de qué son capaces. - les dijo Link, empuñando su propio escudo y espada.

Sin esperar a que fuesen a atacarlo en grupo, Link se dirigió hacia uno de ellos. La ventaja de que fuesen más grandes que él era que de esa manera resultaban blancos mucho más fáciles. Rodeándolo, le dio un corte con todas sus fuerzas en una sección de la pierna que no estaba protegida por su armadura. Aunque no pudo partírsela por completo, por moverla tanto terminó de romperse por sí sola. El Stalfos, aun habiéndose quedando cojo, todavía intentó saltar con la pierna que le quedaba hacia donde estaba Link para desplomarse encima de él. Link saltó hacia un lado antes de que le cayera encima. Al quedar desparramado, inmediatamente le clavó la espada directo al cuello con todas sus fuerzas, para arrancarle la cabeza. Los cuatro restantes de inmediato intentaron rodearlo para atacarlo juntos. El joven espadachín decidió aislar a uno de ellos para terminarlo más fácilmente, así que volvió a tomar el boomerang y se lo lanzó a uno de ellos para atraparlo dentro de un tornado. Después de marearlo un poco, se le aproximó para darle un golpe en la mano que sujetaba la enorme espada y hacer que la perdiera. Mientras aún seguía desorientado, Link le apuntó directo hacia la parte baja del cuerpo, para partirle la columna. Con todo, la parte superior del esqueleto todavía siguió intentando arrastrarse hacia él con sus manos. Un poco disgustado de ver lo tercos que eran estos esqueletos para finalmente morir, el héroe tomó ventaja de que ahora su cabeza estaba al alcance de su espada, y le dio una estocada justo en medio de las cuencas de los ojos, y luego levantó la espada en un arco hacia arriba para arrancársela de raíz.

- ¡Vienen por más! - gritó Proxi, al ver que los otros tres se le venían encima.

- ¡Ya lo sé! - respondió Link. - ¡Quédate cerca de mí!

Link pensó que sería un excelente momento de usar su ataque giratorio, solo esperando a que se pusieran lo bastante cerca para atraparlos a los tres de una sola vez. Se colocó en cuclillas mientras canalizaba la energía hacia su espada, mientras Proxi se escondía dentro de su túnica. El trío de Stalfos se le acercaron con las espadas en alto, solo para encontrarse con un desmembramiento gracias a la espada de Link cuando este ejecutó su devastador ataque giratorio, reduciendo a los esqueletos una simple pila de huesos. Pasado por fin el peligro, Link exhaló una bocanada de aire, mientras Proxi volvía a salir.

- ¡Eso fue genial, Link! - exclamó el hada. - ¡Les enseñaste quién manda!

- No estaría tan seguro. - dijo Link, envainando su espada, pero manteniéndose alerta. - Eso fue casi... demasiado fácil.

- ¿Fácil?

- No estoy seguro pero... era casi como si me dejaran ganar a propósito. - dijo Link. - Ya he peleado con estos sujetos antes, y siempre al menos intentaban oponer alguna resistencia.

- Ahora que lo dices, es verdad. - dijo Proxi. - Era como si no se esforzaran, como si...

Pero en ese instante, un círculo mágico oscuro se activó bajo los pies de Link, alarmándolo tanto a él como a su compañera.

- ¡Pero qué rayos...! ¡No... no puedo mover mis pies! - gritó Link intentando sin éxito salirse de ese círculo, pues solo podía significar malas noticias.

- ¡Aahh, algo me está empujando! - exclamó a su vez Proxi. Y en efecto, alrededor del círculo donde Link había sido inmovilizado se estaban concentrando unas ondas de energía que comenzaban a empujarla, como si intentaran alejarla de él. - ¡Link, no puedo acercarme!

- ¡Proxi! - fue lo último que alcanzó a decir antes que la pequeña hada saliera disparada lejos de él.

Fue en ese momento que Sheik se dio cuenta de lo que sucedía, y de inmediato les gritó a Lana e Impa para que acudieran en su ayuda, pero cuando se acercaron fue demasiado tarde. El círculo se cerró en sí mismo en una cegadora luz púrpura, y cuando se disipó, Link había desaparecido.

- ¡Link! - gritó Proxi. - ¿Dónde está? ¿Qué le pasó?

- Calma, Proxi. - dijo Sheik, intentando controlar su propia intranquilidad al ver desaparecer al héroe de esa manera. - Aún puedo sentir su presencia.

- Yo también. - dijo Impa. - Lo que haya sido eso, no lo mató, solo lo teletransportó hacia otro lugar. Aún puedo sentir que está cerca.

- Es posible que... ¡Cya! - exclamó Lana al entender. - No puedo creerlo, caímos directo en su trampa.

- ¿Qué quieres decir? - preguntó Impa.

- Todo fue un truco. - dijo la hechicera. - Los monstruos no querían detenernos en realidad. Lo que intentaban era separarnos de Link para guiarlo hacia ese círculo mágico. Estoy segura de que solo se activaría cuando Link pusiera un pie en él.

- Y seguramente, lo teletransportó hacia donde se encuentra Cya. - dedujo Impa. - Tendría sentido, con toda certeza querría estar a solas con él, ¿no es así?

- ¿Y dónde está entonces? - preguntó Proxi, aún desesperada por su compañero.

- Lo más probable es que se encuentre dentro de las ruinas del Templo de las Almas. - dijo Lana. - Puedo sentir la presencia de Cya en ese lugar, pero el escudo que protege la entrada aún está activo. Tendremos que derribarlo primero.

- En ese caso no podemos perder el tiempo. Link nos necesita, tenemos que ir a ayudarlo. Andando. - dijo Sheik poniéndose en marcha hacia la entrada del templo, mientras Impa y Lana de inmediato lo seguían.

- ¡Oigan, espérenme! ¡Huy, por qué siempre tienen que dejarme atrás! - exclamó Proxi volando detrás de ellos para seguirlos.

No podían desperdiciar ni un instante. Si Cya tenía en sus garras al héroe legendario, no querían imaginarse lo que estaba planeando hacer con él. Tenían que entrar en el templo a toda costa antes que la hechicera pudiese realizar sus oscuros deseos.

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En el interior del templo...

Para cuando Link se dio cuenta de que podía mover los pies de nuevo, al mirar a su alrededor vio que ya no se encontraba afuera. Lo que fuera que hubiese hecho ese círculo mágico que lo atrapó lo había transportado a otro lugar, y si tuviese que adivinar, seguramente era el patio central de las ruinas del templo que habían visto desde antes al inicio de la batalla. El muchacho miró con cautela a su alrededor. No había monstruos cerca, pero tampoco estaban sus aliados, y la idea de encontrarse totalmente solo en ese lugar no le agradaba para nada.

- ¿Qué lugar es este?

El entorno del lugar en sí mismo resultaba escalofriante. En otro tiempo, parecía que habría podido ser un hermoso jardín, y de hecho, quedaban algunos vestigios de ello, pues destacaban a su alrededor unas enormes rosas tan rojas como la sangre. Podría haber apreciado la belleza de esas flores, de no ser porque estaban rodeadas de enormes y filosas espinas que se retorcían sobre todo lo demás. Pero eso no era lo que más le perturbaba. Los ornamentos del jardín eran estatuas a tamaño natural, todas muy similares entre ellas, excepto quizás por las poses y porque algunas de ellas eran de tamaño adulto y otras de niño, pero todas tenían rasgos en común: empuñaban escudo y espada, y los ropajes eran idénticos a los suyos, con la túnica y el gorro.

- No es... posible. - dijo Link, al acercarse a una de ellas. Era casi como mirarse en un espejo de mármol. El solo pensar que Cya tuviese tantas réplicas de él en ese lugar... eso no era una obsesión, era una completa locura, enfermedad.

- Por fin podemos vernos de frente, querido Link. - oyó la voz de Cya detrás de él.

Instintivamente desenvainó su espada al darse la vuelta para encararla. La hechicera oscura, sin embargo, no se inmutó ante este gesto, y siguió caminando hacia él contoneando sus caderas como si quisiera hacerle burla. El muchacho no pudo evitar fijarse por un instante en el atuendo que llevaba la hechicera, tan provocador que parecía deliberado, con toda la intención de presumir tanto de su cuerpo, cuya piel tenía un tono moreno, como fuese posible. Su vestido, púrpura oscuro con líneas doradas, era ajustado y tenía un escote tan pronunciado que llegaba hasta su ombligo, y llevaba una media capa sobre el hombro derecho muy similar a la de Lana pero de color lavanda y más larga, con plumas rojas. El brazo derecho era el único cubierto por una manga, y en el izquierdo llevaba brazaletes de oro unidos con cadenas entrecruzadas. La parte inferior dejaba su pierna izquierda totalmente al descubierto mostrando una gran cantidad de tatuajes rojos en ella, también con un adorno de oro en el muslo. Llevaba una especie de gorro de sacerdotisa cubriendo su cabello, aunque alcanzaba a verle algunos mechones blancos cayéndole por detrás, y su rostro estaba cubierto por una máscara que le daba el aspecto de un pájaro de pico encorvado. Link podría haber pensado que era atractiva, si no fuese porque todo alrededor de esa mujer le resultaba escalofriante por más de una razón.

- Cya... - fue todo lo que Link pudo decir.

- Oh, así que conoces mi nombre, qué feliz me siento. - dijo la hechicera, sin ocultar su deleite. - Lamento el recibimiento, pero era necesario, para que pudiéramos conocernos mejor... en privado.

Link tragó en seco al oír esas palabras. No tenía idea de lo que Cya estaba planeando, pero no quería quedarse allí para averiguarlo en absoluto. Sus únicos pensamientos eran salir de ese lugar, y alejarse de esa mujer, lo más rápido posible. No quería estar a solas con ella, de ninguna manera.

Esta historia continuará...

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